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Muere en prisión un obispo católico chino de 71 años y 35 de bajo arresto

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Monseñor Han Dingxiang, 韓鼎詳  de la diócesis de Yong Nian (provincia de Hebei).


 El término de los ocho años que el obispo católico Han Dingxiang llevaba en prisión ha llegado con su muerte, prácticamente en soledad, el pasado 9 de septiembre del 2007.

Según la nota que remite la Fundación Cardenal Kung (con sede en Stamford, Connecticut, Estados Unidos) el prelado falleció a las 23.00, hora de Pekín, al final de sus casi ocho años de encarcelamiento por parte de las autoridades chinas. 

Con excepción de algunos parientes muy cercanos que fueron llamados de repente por las autoridades junto a la cama del obispo antes de que muriera, ningún de sus sacerdotes u otros fieles sabían de la gravedad de su estado ni de ninguna causa que fuera a provocar su muerte; tampoco conocían que estuviera en el hospital, muriéndose. 

Las autoridades ordenaron, cerca de las 5.00 horas de la mañana siguiente, la incineración del difundo. Sus cenizas fueron enterradas inmediatamente en un cementerio público, «todo en seis horas desde el deceso», advierte la citada Fundación. 

Por lo tanto, salvo algunos familiares, nadie vio el cuerpo del obispo. Ni hubo sacerdotes ni fieles en su entierro. 

Las últimas palabras del obispo Han Dingxiang, antes de entrar en coma, se dirigieron a pedir a su congregación que rezaran muchos rosarios. Tenía 71 años, 35 de los cuales sufrió privación de libertad: en un campo de trabajo, en prisión o en arresto domiciliario. 

De 1960 a 1979 la autoridad china le internó en un campo de trabajo. De 1979 a 1982 fue profesor de secundaria, y administró una clínica los cuatro años siguientes, mientras era seminarista. 

Ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1986, Hang Dingxiang recibió la ordenación episcopal el 19 de diciembre de 1989. 

Desde entonces sufrió once detenciones. La última tuvo lugar el 20 de noviembre de 1999, cuando dirigía un retiro para algunas religiosas. Retenido en diversas localidades, desde 2005 se había perdido su rastro, hasta el sábado pasado. 

Joseph Kung, presidente de la Fundación Kung, se cuestiona por qué las autoridades tuvieron tanta prisa por incinerar al difunto prelado, y por qué no se permitió a los sacerdotes de su diócesis bendecir sus restos mortales y, junto a sus fieles, orar por su pastor y velar su cuerpo. 

El obispo Han Dingxiang era de los prelados denominados «clandestinos», si bien, como advierte el padre Yihm Sihua –de Hong Kong- es preferible evitar hablar de dos Iglesias distintas en el continente chino; existe una única Iglesia católica, «pero con diferentes tendencias» (Cf. Zenit, 23 de julio de 2007). 

«Están, en primer lugar, las comunidades legales, que han aceptado registrarse ante el Gobierno, según la ley china» «por diversas razones» –apunta el sacerdote: «porque quieren recuperar su iglesia, porque las autoridades locales tolerantes les inspiran confianza, porque los miembros de la Asociación Patriótica respetan a su sacerdote, porque el obispo de la diócesis ha sido reconocido por Roma».

«Estos católicos, actualmente menos de un tercio de la cifra total, viven perfectamente en comunión con la Iglesia universal incluso si están infiltrados por el gobierno», explica el padre Sihua.

La realidad creyente católica se completa con «las comunidades que viven en la ilegalidad, es decir, que han rechazado hacer una elección que les situaría bajo la autoridad de la Asociación Patriótica y de la Oficina de Asuntos Religiosos», un rechazo basado «en varios motivos: las autoridades locales no les inspiran confianza, el obispo del lugar no está en comunión con Roma, algunos de sus sacerdotes están en la cárcel o en residencias vigiladas».

«Estos católicos quieren preservar a cualquier precio a su alrededor un espacio de libertad que permita a su comunidad cristiana vivir plenamente su fe y transmitirla a las jóvenes generaciones. Para ellos, salir ahora de su clandestinidad será una ingenuidad -subraya-. Sería arrojarse en brazos de la Asociación Patriótica y perder esta libertad religiosa por la que han luchado tanto. No es deseable de ninguna manera por el momento. Es necesario todavía tener paciencia y esperar a que el Gobierno afloje su control sobre las religiones».