Razones para creer: 3. ¿El espíritu del hombre puede alcanzar la verdad?
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No lo parece: «no sabemos el
todo de nada» (Pascal). Y la experiencia nos induce a dudar de todo.
Sin embargo, la duda es tan
ajena a la naturaleza de nuestro espíritu que la duda total nos es
radicalmente imposible, porque ella afirma al menos una certeza: “dudo”,
sin contar las múltiples certezas que tenemos en la vida práctica.
Ciertamente, no todos los
conocimientos aparecen a nuestros ojos con la misma claridad. Así pues, nos
cuesta saber quiénes somos. Nuestra inteligencia es limitada: los seres
guardan en parte su secreto y no se entregan a nosotros sino a través de las
relaciones que tienen entre ellos y con nosotros.
Pero tal conocimiento está
lejos de ser desdeñable. Aunque no llega al fondo de las cosas y de las
personas, nos pone en comunicación real con su intimidad: el misterio
del conocimiento nos remite al del amor. En hebreo un mismo término significa
conocer y esposar.
Es interesante observar que así
nos aproximamos a las conclusiones más recientes de la ciencia. En la
actualidad, los sabios confiesan que escapa a su conocimiento la totalidad de
la estructura íntima de la materia, pero, al mismo tiempo, reconocen –gracias
al juego de las estadísticas– las leyes
que nos descubren parcialmente su misterio.
El hombre debe reconocer humildemente
los límites de la ciencia, pero se equivocaría, y mucho, si en uno u otro campo
de realidades pusiera límites a la capacidad de su espíritu. Éste posee una
complicidad y misteriosa relación con los demás seres. Gracias a su
inteligencia, el hombre puede saborear una de las mayores dichas de la vida: el
gusto de la verdad en la percepción del
mundo real.
• «Yo he venido a dar testimonio de la verdad... La verdad os hará libres» (Jn 18, 37; 8,32).