Razones para creer: 22. ¿Por qué la Misa?
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Abbé Yves
Moreau
Notre Dame de Arcachon
–¿Qué
es la misa?
Para comprenderla hay que ir más
allá de las apariencias. Un proverbio chino dice que si señalamos a un
tonto la luna con el dedo, el infeliz mira el dedo en vez de a la luna. En este
caso la punta del dedo es el pan y el vino sobre el altar; es el sacerdote
pronunciado las mismas palabras de Jesús: «éste es mi cuerpo, entregado por vosotros, y esta es la copa de mi
sangre, vertida por todos los hombres» (1Co 11,24-25). Estos son los signos que
invitan al creyentea un acto de fe en el amor infinito del Padre, que
nos entrega a su Hijo, y del Hijo, que ofreciendo su vida por nosotros nos
ofrece su Espíritu.
Aquel que ha dicho «yo soy la
verdad» no miente. Por la Eucaristía nosotros estamos realmente en presencia
del cuerpo entregado y de la sangre derramada, es decir, de la persona de
Jesús en el momento mismo en que entrega su vida por nosotros.
La Eucaristia es un desafío
al tiempo y al espacio. Por ella participamos
en el sacrificio de Jesús en la Cruz. «En nuestras iglesias, dice Bossuet,
gracias a la Misa, todos los días es Viernes Santo». Dan ganas de decir: «y
todo lo demás es literatura». Ya decía San Pablo: «yo, cuando estuve entre
vosotros, no me precié de saber de nada, sino de Jesucristo, y éste
crucificado» (1Cor 2,2).
Por la Eucaristía venimos
nosotros a ser contemporáneos de la pasión y de la muerte de Cristo. La
misa es realmente un sacrificio, es la participación en el único Sacrificio
de Cristo.
Imaginemos una iglesia
circular, que en su centro tiene un altar. Todas sus puertas dan acceso directo
a ese altar. Toda misa da un acceso inmediato y permanente a la cima del Amor.
–¿La Misa es simplemente una
ceremonia?
No solo es eso, sino que es una
llamada del Amor que a amor llama; una Acción que llama a la acción.
Cristo es el camino pero, como
dice San Agustín, es «un camino que anda»,
conduciéndonos al Padre. En el Gran Norte los troncos bajan flotando por
el río hasta llegar a su destino. Y así nosotros somos los troncos de los
árboles, que por el gran río del Amor de Cristo, somos llevados por su Espíritu
al Padre.
–La
Misa nos abre al mundo
Por la Eucaristía entramos en
el centro de Dios Amor y, a la vez, en el centro del Universo y de la
Historia.
Escapamos así fuera del tiempo,
o mejor dicho, nos unimos a él en su totalidad. Es decir, en la inmensidad de
ese Cristo que todo lo cifra en sí mismo, nos vinculamos inmediatamente a la
victoria de la Pascua, al triunfo de la Ascención y a la efusión del Espíritu
en Pentecostés. Toda la vida de Cristo, toda escena del Evangelio, se
nos hace presente. Nos unimos al mismo tiempo con el pueblo de Dios, el
del Antiguo Testamento y el de la Iglesia, desde sus orígenes hasta nuestros
días. La Virgen María, todos los santos, nuestros difuntos, se unen a nosotros,
con aquellos que nos acompañan en la misa y con los que no están presentes en
ella.
Por la Eucaristía y en Cristo,
nos personamos en todos los suburbios del mundo y nos reunimos con todos los
que sufren. Entramos así en comunicación directa con la humanidad en su
historia, en su prehistoria y... en su porvenir. Porque Cristo, el Verbo
creador es de ayer, de hoy y de mañana. Con Él penetramos el porvenir, el
futuro se nos hace presente, atravesamos la semana próxima, asistimos a
nuestra muerte y resurrección, y las hacemos nuestras uniéndonos a la voluntad
de Dios.
–¿Por
qué la comunión?
El Amor tiende a la unidad.
La comunión sacramental del cuerpo y la sangre de Cristo opera esta
fusión (Jn 6, 55-57). El cristiano que comulga sale de sí mismo y se sumerge en
el Amor, y con él en el mujndo. Y así se hace con Cristo de alguna manera sacerdote
del mundo, sacerdote en el sentido exacto del término, haciendo real por las
palabras y gestos de la Eucaristía esta inmensa e inefable presencia de Dios
ante los hombres, de los hombres ante Dios, y de los hombres entre sí.
–¿Porqué se lee la Biblia en
la Misa?
Una acción de tal
transcendencia, para que no caiga en la magia, ha de ser esclarecida por la
Sagrada Escritura. Ésta es lo que llamamos liturgia de la Palabra, que
precede siempre al signo del pan y del vino, desvelando su sentido y su actualidad.
El misal ofrece a sus lectores
más de 500 pasajes de la Escritura, sin contar los salmos, es decir, una
magnífica antología de la Biblia.
–¿Cómo participar actívamente
en la misa?
La comunión requiere una
preparación del espíritu, gestos, oraciones dialogadas, cantos en común,
ofrendas, participación de bienes, gestos de paz. Todo está orientado a
centrarnos en ella, para retornar al mundo desde el corazón de Dios.
–¿Es
la misa necesaria?
La Eucaristía es indispensable
al cristiano, como lo es el alimento a la vida, como la presencia es necesaria
al amor. La obligación de la misa del dominogo es una exigencia vital.
«No hay nada más grande que la Eucaristía» (Cura de Ars).
• «Yo soy el pan de vida... Haced esto en memoria mía» (Jn 6,35; Lc 22,19).