Razones para creer: 24. ¿Por qué la confesión?
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Abbé Yves
Moreau
Notre Dame de Arcachon
El sacramento de la
reconciliación no «está de moda» hoy en día. Veamos por qué.
–¿Afectan
a Dios nuestras faltas morales?
Sí, por eso las llamamos pecados.
El pecado rechaza el amor a
Dios y a nuestros hermanos. «El Amor no es amado».
El pecado constituye un mal
para el hombre mismo. Es un acto de autodestrucción, que desfigura en
nosotros la imagen de Dios. ¿Un padre debe mantenerse indiferente ante la
degradación de su hijo?
El pecador hace a Dios materialmente cómplice de
su pecado, pues utiliza la energía creatural que Él le comunica para contrariar
la voluntad divina.
–¡El
pecado es un asunto entre Dios y yo!
«Mientras tú no ardas en la llama del amor, muchos morirán de
frío» (Mauriac)
–Yo me confieso a Dios
directamente, como los protestantes.
Los católicos también lo hacen
al final del día cuando hacen el examen de conciencia y piden perdón a Dios por sus culpas, pero esto no basta.
–¿Por qué?
Porque Jesús ha dicho a
sus apóstoles: «A quienes perdonéis los
pecados, les serán perdonados» (Jn 20,23). Con estas palabras autoriza y confía
Jesús la práctica de la confesión sacramental a los sacerdotes. Y la historia
del sacramento de la penitencia es la expresión progresiva de esta toma de
conciencia en la Iglesia.
–¿Por qué Cristo ha elegido
esta forma de perdón?
Dios se complace en actuar a través de intermediarios: así
actúa en el nacimiento, la cultura, el bautismo, la educación religiosa...
Haciéndose nuestro confidente, el otro –el sacerdote– nos representa
sensiblemente al Otro –Dios– Y ese diálogo con él aviva nuestra fe.
–¡Es dificil confiarse a una
tercera persona!
«Hay en el hombre un deseo
innato de confiarse a alguien. A a falta de confesarse a un sacerdote, uno
se confía al primero que llega. El éxito de los psiquiatras, psicólogos y
consejeros de todo tipo se explica por esta necesidad» (Mons. Gouyon)
–¿Pero no es el sacerdote
también un pecador?
Su absolución sigue siendo
válida. «Cuando Pedro bautiza es Jesús quien bautiza. Cuando Judas bautiza es
Jesús quien bautiza» (San Agustín).
¡El que absuelve siempre es
Cristo! En Él es el Padre quien acoge a su hijo y lo estrecha contra su
corazón (Lc 15,11-32).
–¿A quien confesarse?
En caso de urgencia se
acude al primer médico que se encuentra; pero habitualmente es mejor
acudir a alguien que conozca al enfermo.
–Hay personas que se
confiesan y no valen mas que los demás.
¿Qué sería de ellas sin la
confesión? El Padre Foucauld, pese a sus dudas, aceptó en una ocasión confesar
sus pecados. A partir de entonces su fe se fortaleció y su vida sufrió un
profunda transformación.
–
Pero siempre caemos en las mismas faltas
Para estar aseado ¿no debemos
atender todos los días a nuestro cuidado personal? Practicar este
sacramento no sólo nos da la certeza del perdón, sino también la sanación de nuestra conciencia. Este
«nuevo bautismo» no sólo suprime los efectos del mal, sino que se remonta a la
causa del mismo. Y el diálogo con el confesor forma parte integrante de
su misterio.
–Cada
vez se comulga más... y se confiesa menos. Las faltas graves parecen no ser un
obstáculo para la comunión.
No olvidemos la solemne
advertencia de San Pablo: «El que come el pan y bebe del cáliz del Señor
indignamente, come y bebe su propia condenación» (1Co 11,27-29).
En el Amor humano es
inconcebible la comunión de los cuerpos sin la armonía de los corazones. La
violación nunca ha sido causa de reconciliación... En la Eucaristía Cristo se
ofrece a nosotros en forma inefable e indefensa. No debemos hacer violencia a
Cristo en este sacramento, sería un sacrilegio, sino reconciliarnos con Él
antes, en ese diálogo de amor que es la confesión.
Confesar es también un acto de
comunión, es un acto de amor que para ser hecho no requiere una previa falta
grave. La limpieza del alma nos conduce el encuentro pleno de la Eucaristía.
–¿Qué pensar de las
celebraciones comunitarias del sacramento de la Reconciliación?
La preparación comunitaria nos
ayuda a conseguir la mejor disposición para recibir el sacramento. «Hay una
comunión entre todos aquellos que se confiesan. En el corazón de la Iglesia
Esposa se presentan ante el esposo en la verdad total» (Von Speyr).
–¿Qué valor tiene la
absolución colectiva sin confesión personal?
Es legítima en caso de peligro
de muerte o de necesidad grave a juicio del obispo; pero no dispensa de la
contrición ni de la obligación de reparar. Perdona todos los pecados,
incluso los más graves, pero la Iglesia exige que el cristiano, en espíritu
de penitencia, se comprometa a confesar a un sacerdote estos últimos pecados en
la primera ocasión que encuentre.
• «A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados» (Jn 20,23)