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La castidad: una palabra que da miedo - Michel Robillard, médico

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Castodad:  palabra que da miedo

 


Nadie es indiferente cuando se habla de la castidad. A menudo incluso, la gente reacciona con fuertes emociones, ya que temen una vuelta a los antiguos discursos que favorecieron el miedo de la sexualidad. Este temor hoy en día no tiene lugar.

Dos causas pueden explicar la oposición que algunos manifiestan cuando se habla de los valores tradicionales en cuanto a sexualidad. En primer lugar, las personas que conocieron o estudiaron a la sociedad de los años treinta o cuarenta no quieren ver rersurgir el discurso antisexo de aquel entonces. Temen que las instituciones sociales o religiosas intenten controlar la vida privada de la gente imponiendo normas sexuales estrictas que antes hicieron de la sexualidad algo malo. Temen también un retroceso de la posición de la mujer, que tan difícilmente se adquirió durante la revolución feminista.

El origen de la segunda causa de la oposición al pensamiento tradicional es más personal. En efecto, algunos individuos sufrieron porque vivían en una familia donde se ejercía a la autoridad paternal de manera despótica. Estas personas asocian muy a menudo el método de educación de sus padres con la manera tradicional de hacer las cosas. Realmente, se trata de un funcionamiento anormal de su familia.

Los investigadores comienzan a comprender mejor el concepto de familia disfuncional. Décarie describe a las familias de ese tipo. Se trata de familias donde hay poca o nada de comunicación. Se reprimen los sentimientos. Es rígida la escala de valores pero fluctúa según los caprichos de la figura autoritaria. La atmósfera es severa e está cargada de celos y desconfianza. Varios creen que esta forma de educación procede del pensamiento tradicional porque se perpetúa de generación en generación. Nada más falso. ¡Es simplemente su tradición familiar ellos! No tiene nada que ver con los valores tradicionales. Los padres pueden ser educadores conservadores sin ser tiranos. La presencia de valores morales en una familia o en una sociedad no genera automáticamente individuos reprimidos. ¡Al contrario! Es posible creer en los valores morales tradicionales y ejercer saludablemente la autoridad paternal. Es posible dar importancia a la comunicación y desarrollar relaciones calurosas y relajadas en una familia con valores tradicionales.

Hechas estas dos precisiones, creo que es fácil intuir que el miedo de la vuelta del discurso conservador no tiene razón de ser. El actual movimiento en favor de la castidad no tiene nada de que ver con la enseñanza de la castidad del siglo pasado. Reflexionemos sobre la cuestión y comprenderemos mejor el sentido real de la sexualidad en sus distintas manifestaciones. A pesar de los problemas que aportó, la revolución sexual tuvo el mérito de exorcizar el miedo del sexo, de destruir la falsa vergüenza que estaba vinculada con la sexualidad. Olvidemos los discursos antisexo que creaban un sentimiento de culpabilidad, ya que el avance de los años nos permite entender toda la riqueza y la belleza de la sexualidad. ¡El tiempo ha pasado donde incluso las parejas casadas debían hacer el amor bajo la ropa, en la oscuridad!

Sin embargo, es necesario ahora que se tome conciencia de los problemas causados por la revolución sexual. Los pedagogos de la abstinencia son conscientes de las dificultades sexuales, de las enfermedades físicas y de problemas sociales que se derivan de esta revolución. Por ejemplo, desde los años sesenta, las relaciones sexuales fuera del matrimonio condujeron a un fuerte crecimiento de las enfermedades transmitidas sexualmente, de los embarazos indeseadas, de la violencia marital y los divorcios, con todos los sufrimientos tanto para los niños como para los padres. Así pues, estos especialistas de la castidad afiman, con investigaciones científicas que los apoyan, que la sexualidad no puede darse sino en el marco del matrimonio.

Podemos evitar los errores del pasado. ¡No debemos temer la vuelta a una educación orientada a provocar miedo a la sexualidad! Adoptando un discurso conservador - desnudado de fanatismos y absolutismos, y también de liberalismo excesivo -, es en realidad el punto del debate que vamos nosotros a emprender.

En la actualidad, la decisión de vivir según el principio de la castidad no se basa en el miedo de ser castigados por las autoridades familiares, civiles o eclesiásticas. Se trata de una elección personal basada en motivos muy razonables. Ya no hay nada que temer... ¡excepto consecuencias de las relaciones sexuales fuera del matrimonio! Es necesario promover una educación sexual sana, fundada sobre principios válidos.

La verdad es que la sexualidad es una energía extraordinaria. Cementa el amor del par. Es el fundamento de la familia. Atiza el cuerpo. Sin embargo, la sexualidad tiene leyes y límites que le son propios. Se puede comparar la energía sexual a la que se asigna del fuego. El fuego es maravilloso. Nos provee calefacción cuando lo encendernos. Pero para eso, es necesario controlarlo. Es necesario evitar que nos queme y que consuma todo lo que hay alrededor.

La sexualidad es como el fuego. Es necesario domesticarla, controlarla, utilizarla en el momento y lugar adecuados. La sexualidad en sí mismo no debe temerse. Pero la sexualidad vivida fuera de la seguridad de un compromiso permanente debe temerse. La nueva enseñanza de la castidad combina el respeto de las leyes de la sexualidad con el desarrollo de la belleza y la riqueza de la sexualidad marital.


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