ABAD ISARIAS DEL ASCETICON: INTRODUCCIÓN
Isaías de Scetis o de Gaza:
Entre los muchos monjes llamados Isaías que habitaron los desiertos
egipcios37 hubo uno que escribió un Asceticon muy leído en el Oriente. Su
autor parece haber conocido a algunos de los ancianos más venerables de
Scetis: Or, Agatón, Poimén, Sisoes, Anoub, Cronios, etc. En base a esta
comprobación se ha dicho que el abad Isaías, autor del Asceticon, vivió en
Egipto durante la primera mitad del siglo V 38. Este es el único dato
indiscutido de la vida del abad Isaías. Todos los demás aspectos de su
existencia son objeto de controversia entre los estudiosos. Así, siguiendo
la tesis lanzada por K. Krüger, algunos sostienen que Isaías de Scetis e
Isaías de Gaza son una misma persona. Se trataría, pues, de un único Isaías
que habría pasado de Egipto (¿Scetis?), donde aún se encontraba en el año
431, a Palestina, muriendo cerca de Gaza en el año 491 sin haber adherido al
concilio de Calcedonia. Este monje monofisita habría tenido un discípulo,
también de origen egipcio, que compartía su misma fe herética, llamado
Pedro. La vida siríaca de Isaías de Gaza atribuye a su héroe una serie de
escritos sobre temas ascéticos y monásticos. Con algunas variantes de no
poca monta esta posición ha sido aceptada por casi todos los críticos39. R.
Draguet, por su parte, en una obra publicada en el año 1968 ha defendido
otra tesis. Según él, Isaías de Scetis no puede identificarse con su
homónimo de Gaza, porque ya en el año 400 aquel era un hombre anciano40. Por
tanto, el autor del Asceticon sería Isaías de Scetis, del cual también
poseemos once apotegmas41 y que habría muerto en la primera mitad del siglo
V. Por último, Dom L. Regnault ha propuesto algo así como una tercera
posición: "Ese joven monje Isaías que vivió en Scetis en la primera mitad
del siglo V, ¿no podría ser el mismo Isaías, monje palestinense, que murió
en el año 488, y fue autor de los logoi?". Y más adelante formula otra
pregunta: "(Esta posición) ¿no se encuentra confirmada y justificada por los
trabajos de M. Draguet que ha restituido sólida y, según parece,
definitivamente la obra a Isaías de Scetis, sin que Isaías de Gaza haya sido
por ello totalmente despojado?"42. La cuestión aún no está resuelta y por
eso resulta imposible presentar una biografía detallada del abad Isaías. Si
nos ceñimos a la tesis común entre los estudiosos según la cual Isaías de
Gaza y de Scetis son una misma persona los datos cronológicos más seguros
serían: vivió en Scetis en la primera mitad del siglo V, luego pasó a Gaza
donde murió entre los años 488-490 siendo ya un anciano de más de cien años
(siempre y cuando se acepte la suposición de R. Draguet según la cual en la
primera mitad del siglo V Isaías era ya un hombre maduro) y tuvo un
discípulo llamado Pedro que desempeñó un papel importante en la transmisión
de las enseñanzas de su maestro43.
Su obra:
Una lectura atenta de los veintinueve Logoi44 del abad Isaías permite
comprobar la variedad de los temas tratados, la falta de un nexo o relación
entre cada uno de ellos y la desigual longitud de los distintos Logoi. Esto
quiere decir que la mayoría de estos discursos son compilaciones de diversas
fuentes, conglomerados de sentencias y exhortaciones en los que es difícil
reconocer el núcleo primitivo45. La "heterogeneidad" del corpus isaianum
obliga a pensar en una pluralidad de autores o de redactores. Lo más lógico
es suponer, como lo hace Dom Regnault, que Isaías no hizo más que cumplir
con sus funciones de padre y, director espiritual de un grupo de discípulos,
ya fuera oralmente o por escrito, y que fueron estos últimos quienes
organizaron un Asceticon. Así, gracias a Pedro, especialmente, y a otros
seguidores del abad Isaías tenemos acceso a las enseñanzas de uno de los
monjes más interesantes del monacato primitivo46.
La doctrina contenida en los diversos logoi revela una inspiración
primariamente bíblica; la Escritura es citada con mucha frecuencia y hay
algunos discursos que no son más que un conglomerado, de citas
escriturísticas47. También merece destacarse la influencia que han ejercido
en su obra los "Dichos de los Padres del Desierto" y Evagrio el Póntico48.
No menos notable es la presencia de algunos rasgos que tienen su origen en
las homilías del Pseudo- Macario. Asimismo R. Draguet ha mostrado la
existencia de ciertas semejanzas entre las Reglas y las Vidas de Pacomio y
varios logoi del abad Isaías49. Es, por tanto, indudable que el Asceticon es
heredero de la tradición semianacorética y cenobítica de origen egipcio50.
Si bien toda la doctrina del abad Isaías está estrechamente ligada a la
mejor tradición monástica, sobre todo a la literatura apotegmática, sería
muy injusto no reconocer su gran originalidad. Al igual que los Apotegmas el
Asceticon está dirigido ante todo a la formación de los candidatos a la vida
monástica. Pero en los discursos del abad Isaías se nota una delicadeza, un
manifiesto deseo pedagógico y un interés por la recta formación de los
discípulos que no encontramos tan claramente formulados en los Apotegmas. En
los logoi que reúnen sentencias y exhortaciones de carácter práctico, el
lector descubre con asombro y alegría la jornada de estos ermitaños que
vivían junto a Isaías. Con elegancia y sentido cristiano se abordan los
temas más variados y prosaicos, como para mostrarnos que todas las
actividades de nuestra vida tienen una finalidad en Dios. A través de los
distintos discursos es posible descubrir una preocupación esencial, "un
motivo inspirador": ¿cómo encontrar y mantener la hesyquía, la
bienaventurada quietud, indispensable para llegar a una verdadera intimidad
con Dios?51. La práctica de las virtudes, el evitar los vicios, la oración,
la lectura espiritual, el trabajo, las relaciones fraternas, la pobreza y
todas las demás actividades del monje están ordenadas a la consecución de
una verdadera libertad espiritual, que es lo único que puede conducir al
asceta a la hesyquía.
El abad Isaías predica una ascesis rigurosa, viril: evitar todo tipo de
distracciones, examinarse continuamente, abrirse total y francamente al
padre espiritual, y sobre todo, practicar la humildad. Todas estas cosas le
devolverán al monje la salud perdida por el primer hombre. Se trata, ante
todo, de una ascesis "espiritual", de un control sobre el espíritu pero que
también comprende al cuerpo. Uno de los rasgos distintivos de la doctrina
del abad Isaías es justamente ese equilibrio constante entre lo corporal y
lo espiritual, entre lo humano y lo sobrenatural. Hay que cuidar del cuerpo
porque con él vamos a resucitar, pero es necesario impedir que se convierta
en un tirano insoportable; hay que custodiar al corazón para evitar que las
pasiones se adueñen de él, pero esa vigilancia sólo tiene sentido si conduce
a la libertad espiritual, al encuentro con el Señor.
Al igual que en los Apotegmas en el Asceticon la virtud de la humildad
desempeña un papel preponderante. Ella es la que debe enseñarle al monje a
no estimarse a sí mismo, a no sobre valorarse, a no "medirse"52. Ella debe
manifestarse especialmente en las relaciones con los hermanos: no buscar el
propio provecho, evitar toda disputa, toda murmuración, la envidia, el deseo
de enseñar y corregir; he aquí los frutos de la humildad. La renuncia a la
voluntad propia, condición indispensable para ser escuchado por Dios, no
poner la confianza en las propias fuerzas, pedir incesantemente la ayuda del
Señor, la caridad para con todos los hombres, son los signos de que un monje
no sólo ha entendido qué es la humildad, sino de que, sobre todo, la
"vive"53. Está, por tanto, en condiciones de ser un "padre espiritual"
porque ha recibido el carisma de la diacrisis, del discernimiento, de la
discreción; ya no juzga al hermano, sino que lo escucha, lo ayuda, lo anima,
porque "el discernimiento une todas las cosas, las examina y desvirtúa el
mal" (16-XV,113). Si pudiéramos entrevistarnos con el abad Isaías y le
preguntáramos ¿qué es un monje? tal vez nos diría: "un monje es estas tres
cosas: "Discernimiento, humildad y amor"'.
Tan importante como sus recomendaciones prácticas son los principios que las
animan. En los logoi 2=IX y 21=XIV Isaías expone en una síntesis magistral
el fin de toda la ascesis cristiana: retornar al estado primero que el
hombre poseía antes del pecado de Adán y Eva. Pero esto sólo es posible
gracias a Cristo que, en su propio cuerpo libre de todo pecado, nos enseñó a
reencontrar la salud perdida, por medio de la penitencia, la obediencia a
los mandamientos, la supresión de los deseos carnales y, sobre todo, por la
humildad54. La verdadera ascesis cristiana y monástica debe conducir al
hombre a un reencuentro con su Creador, debe devolverle la imagen que por la
desobediencia perdieron nuestros primeros padres y que ha sido recuperada
para siempre por el nuevo Adán.
Los diversos puntos de la doctrina del abad Isaías que tan brevemente hemos
expuesto tal vez no sean de una originalidad deslumbrante. Casi todas esas
enseñanzas se pueden encontrar en los Dichos de los Padres del Desierto, en
Evagrio Póntico y en muchos otros autores de los primeros siglos. Pero
Isaías les ha infundido un espíritu nuevo y un acento personal que revelan
una madurez propia del que ha dejado de ser discípulo para convertirse en
maestro. Al recorrer el Asceticon se tiene la impresión de que su autor
conoce el corazón humano y posee una visión profundamente cristiana de todas
las cosas. La discreción, la sobriedad, la delicadeza no están nunca
ausentes del corpus isaianum. Vida comunitaria y soledad corporal y
espiritual, lo humano y lo sobrenatural coexisten en una maravillosa alianza
en la que raras veces se hace sentir la falta de equilibrio. Si a algunos de
los monjes antiguos puede reprochárseles su dureza, su sequedad o su
despreocupación por los hermanos, a Isaías es imposible hacerle tales
cargos. Una y otra vez manifiesta su reprobación respecto de la
insensibilidad o la indiferencia frente al dolor, la enfermedad o cualquier
otra dificultad que puedan sufrir los hermanos. Primero el otro, después yo;
el monje debe procurar ante todo que su hermano alcance la paz y la alegría.
Isaías es perfectamente consciente de que toda la vida del cristiano es
estéril si no hay crecimiento en el amor, en el servicio. La sencillez y la
profundidad de este abad que vivió hace quince siglos y cuya influencia se
extendió por todo el Oriente55 nos permiten decir de él: un hombre de otro
tiempo para nuestro tiempo.
Cuadernos Monásticos 31 (1974) 589ss.
MAURO MATTHEI, OSB
ENRIQUE CONTRERAS, OSB
FRANCISCO RIBEIRO, OSB
37 Cf. J. C. GUY: Isaïe, en Dictionnaire de
Spiritualité (en adelante DS) VII, cols. 2079-2080.
38 D. L. REGNAULT: Isaïe de Scété ou de Gaza (en
adelante Isaïe...), DS VII, col. 2083. Cf. D. J. CHITTY: The desert a city,
Oxford 1966, pp. 73-74.
39 D. L. REGNAULT, art. cit., col. 2084. Cf. del
mismo autor: Isaïe de Scété ou de Gaza? Notes critiques en marge d'une
Introduction au problème isaïen (en adelante Notes critiques), en Revue
d'ascetique et de mystique (RAM) 46 (1970), pp. 42-43.
40 Introduction au problème isaïen, CSCO 293,
Louvain 1968, p. 125.
41 Cf. PG 65,179-184.
42 Notes critiques..., p. 44 (la primera cita
corresponde a A. GUILLAUMONT, con quien Dom Regnault parece estar de
acuerdo).
43 Cf. D. L. REGNAULT: Isaïe de Scété ou de Gaza,
DS VII, cols. 2085-2086.
44 El vocablo logos (en plural logoi) se podría
traducir por discursos o también por conjuntos de sentencias, según los
casos. El texto griego contiene 29 logoi, mientras que el siríaco sólo ha
conservado 26. Los monjes de Solesmes han realizado una traducción al
francés del primero en Textes de spiritualité orientale Nº 7, Bellefontaine,
1970. Mientras que R. DRAGUET ha publicado una traducción al mismo idioma
del segundo: Les cinq recensions de l'Asceticon d'abba Isaïe, CSCO 293 y
294, Louvain, 1968.
45 D. L. REGNAULT, Isaïe..., col. 2085.
46 Ibid., col. 2086.
47 Cf. por ejemplo: 28 = XXII, 1-2; 21 = XIV,
29-35, y 18 = XXVI, 3.
48 Cf. el índice incluido por R. DRAGUET al fin
de su edición del Asceticon siríaco, CSCO 294, pp. 474 ss.
49 Ibid., pp. 474 y 477.
50 D. L. REGNAULT, Isaïe..., col. 2093.
51 Ibid., col. 2088.
52 Expresión frecuente en los Apotegmas, que es
también muy cara al abad Isaías, cf. el índice analítico de R. Draguet, CSCO
294, p. 491.
53 Cf. la sección de nuestra traducción dedicada
a este tema (II, 5).
54 D. L. REGNAULT, Isaïe..., col. 2091.
55 A partir del siglo VI Isaías gozó de gran
estima en el monasterio del abad Séridos. Los santos Barsanufio, Juan el
profeta y Doroteo están profundamente imbuidos del espíritu del autor del
Asceticon. I. Hausherr ha citado testimonios de renombre en los que se
deja traslucir la influencia de Isaías: Juan Damasceno, Gregorio el Sinaíta,
Juan de Antioquia, san Teodoro Estudita, etc. (cf. D. L. Regnault: Isaïe...,
col. 2094). Una prueba de la estima en que era tenido el abad Isaías entre
los orientales es el comentario de Dadiso Qatraya (s. VII) al Asceticon.
Este comentario ha sido recientemente editado por R. Draguet en el CSCO 327,
Louvain, 1972, quien también editó algunos fragmentos de un comentario
anónimo: CSCO 337, Louvain, 1973