Entrevista de Benedicto XVI
Trascripción de la entrevista en alemán que Benedicto XVI concedió a los canales de televisión «Bayerischer Rundfunk»; «ZDF»; «Deutsche Welle» y a «Radio Vaticano». Fue realizada el 5 de agosto, en la residencia pontificia de Castel Gandolfo y transmitida el 13 de agosto, en previsión de su viaje apostólico a Baviera, que tendrá lugar del 9 al 14 de septiembre.
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--Pregunta BR: Santo Padre, en septiembre usted visitará Alemania o, con más
precisión, naturalmente Baviera. «El Papa tiene nostalgia de su patria», así han
dicho sus colaboradores en el curso de la preparación de este viaje. ¿Qué temas
desearía tocar en particular durante la visita? El concepto de «patria», ¿forma
parte de los valores que desea proponer en particular?
--Benedicto XVI: Ciertamente. El motivo de la visita es precisamente que quería
volver a ver los lugares, las personas con las que he crecido, que me han
marcado y han formado parte de mi vida. Personas a las que quería dar las
gracias. Y naturalmente también expresar un mensaje que vaya mas allá de mi
tierra, como es coherente con mi ministerio. Simplemente he dejado que las
conmemoraciones litúrgicas me indicaran los temas. El asunto fundamental es que
debemos redescubrir a Dios, no a un Dios cualquiera, sino al Dios con el rostro
humano, porque cuando vemos a Jesucristo vemos a Dios. Y partiendo de esto
debemos encontrar los caminos para encontrarnos en la familia, entre las
generaciones y también entre las culturas y los pueblos, entre los caminos de la
reconciliación y la convivencia pacifica en este mundo, y los caminos que
conducen hacia el futuro. Y estos caminos hacia el futuro no los encontraremos
si no recibimos la luz desde lo alto. Por tanto, no he decidido temas muy
específicos, pero, por así decirlo, es la liturgia la que me guía a expresar el
mensaje fundamental de la fe, que naturalmente se inserta en la actualidad de
hoy, en la que sobre todo queremos buscar la colaboración de los pueblos y los
caminos posibles hacia la reconciliación y la paz.
--Pregunta ZDF: Como Papa, usted es responsable de la Iglesia en el mundo
entero. Pero naturalmente su visita hace que la atención se dirija a la
situación de los católicos en Alemania. Ahora todos los observadores concuerdan
que la atmósfera es buena, también gracias a su elección. Pero naturalmente los
antiguos problemas permanecen. Sólo por poner algunos ejemplos: cada vez menos
practicantes, cada vez menos bautizados, sobre todo cada vez menos influencia en
la vida social. ¿Cómo ve la actual situación de la Iglesia católica en Alemania?
--Benedicto XVI: Ante todo diría que Alemania forma parte de Occidente, si bien
con sus características particulares, y en el mundo occidental hoy vivimos una
ola de un nuevo iluminismo drástico o laicidad, o como se le quiera llamar.
Creer se ha vuelto más difícil, porque el mundo en el que nos encontramos está
hecho completamente por nosotros mismos y en el que, por decirlo así, Dios ya no
aparece directamente. Ya no se bebe directamente de la fuente, sino del
recipiente que se nos presenta ya lleno, etc. Los hombres se han construido el
propio mundo, y encontrarle a Él en este mundo se ha convertido en algo muy
difícil. Esto no es específico de Alemania, si no que es algo que se constata en
todo el mundo, de manera particular en el occidental. Por otra parte, Occidente
viene hoy tocado fuertemente por otras culturas, en las que el elemento
religioso de origen es muy poderoso, y quedan horrorizadas por la frialdad que
encuentran en Occidente por lo que respecta a Dios. Y esta presencia de lo
sagrado en otras culturas, aunque quede velada de muchas maneras, toca
nuevamente al mundo occidental, nos toca a nosotros, que nos encontramos en el
«cruce» de tantas culturas. Y también desde lo más profundo del hombre en
Occidente, y en Alemania, surge la búsqueda de algo «más grande». Vemos que en
la juventud aparece la búsqueda de ese «más»; vemos cómo en cierto modo el
fenómeno religión --como se dice-- vuelve, aunque se trata de un movimiento de
búsqueda a menudo indeterminado. Pero con todo esto la Iglesia está de nuevo
presente, la fe se ofrece como respuesta. Creo que esta visita, como la de
Colonia, será una oportunidad para que mostrar que creer es algo bello, que el
gozo de una gran comunidad universal posee una fuerza que arrastra, que tras
ella hay algo importante y que por lo tanto junto a los nuevos movimientos de
búsqueda, existen también nuevas desembocaduras de la fe que nos llevan los unos
hacia los otros y que son positivas también para la sociedad en su conjunto.
--Pregunta RV: Santo Padre, hace exactamente un año usted estaba en Colonia
con los jóvenes, y creo que en esa oportunidad experimentó que la juventud está
extraordinariamente dipuesta a acoger, y que usted fue muy bien acogido. En este
próximo viaje ¿lleva quizá un mensaje especial para los jóvenes?
--Benedicto XVI: Quisiera decir antes que nada que estoy muy contento de que
haya jóvenes que quieran estar juntos, que quieran estar juntos en la fe, y que
quieran hacer el bien. La disponibilidad para hacer el bien es muy fuerte en la
juventud, basta pensar en las diversas formas de voluntariado. El compromiso
para ofrecer en primera persona una contribución propia ante las necesidades de
este mundo es una gran cosa. Un primer impulso puede ser por lo tanto alentar a
esto: ¡seguid adelante! ¡Buscad las ocasiones para hacer el bien! ¡El mundo
necesita de esta voluntad, necesita de este compromiso! Y luego quizás dejaría
este mensaje: ¡tened el valor para tomar decisiones definitivas! En la juventud
hay mucha generosidad, pero ante el riesgo de comprometerse para toda la vida,
ya sea en el matrimonio o en el sacerdocio, se experimenta miedo. El mundo está
en movimiento de manera dramática: ahora puedo disponer continuamente de mi vida
entera con todos sus imprevisibles eventos futuros: con una decisión definitiva
¿no ato mi libertad y no me privo de la libertad de movimiento? Despertar el
valor de atreverse a tomar decisiones definitivas, que en realidad son las
únicas que permiten crecer, caminar hacia adelante y alcanzar cualquier objetivo
importante en la vida, las únicas que no destruyen la libertad, si no que le
ofrecen la justa dirección en el espacio. Arriesgar esto, este salto -por así
decir- en el definitivo, y con eso acoger plenamente la vida, esto es algo que
con dicha quisiera poder comunicar.
--Pregunta DW: Santo Padre, una pregunta sobre la política exterior. La
esperanza de la paz en Oriente Medio en las pasadas semanas se ha nuevamente
debilitado. ¿Qué posibilidades ve usted para la Santa Sede en relación a la
actual situación? ¿Qué influencia puede ejercer ésta en el desarrollarse de la
situación en Oriente Medio?
Benedicto XVI: Naturalmente no tenemos ninguna posibilidad política, y no
queremos ningún poder político. Pero queremos hacer un llamamiento a los
cristianos y a todos aquellos que se sienten de alguna manera interpelados por
la palabra de la Santa Sede, para que sean movilizadas todas las fuerzas que
reconocen que la guerra es la peor solución para todos. No aporta nada bueno
para nadie, ni siquiera para los supuestos «vencedores». En Europa lo sabemos
muy bien, como consecuencia de las dos Guerras Mundiales. La paz es lo que todos
necesitan. Existe una fuerte comunidad cristiana en el Líbano, hay cristianos
también entre los árabes, hay cristianos en Israel, y los cristianos de todo el
mundo se empeñan por estos países tan queridos a todos nosotros. Existen fuerzas
morales listas a hacer comprender que la única solución es que debemos vivir
juntos. Estas son las fuerzas que nosotros queremos movilizar: los políticos
deben encontrar los caminos para que esto pueda acontecer lo más pronto posible
y sobre todo de forma duradera.
--Pregunta BR: Como Obispo de Roma usted es sucesor de san Pedro. ¿Cómo puede
mostrarse en los tiempos actuales el ministerio de Pedro? ¿Cómo ve usted la
relación de tensión y equilibrio entre el primado del Papa por una parte y la
colegialidad de los obispos por otra?
--Benedicto XVI: Una relación de tensión y equilibrio existe naturalmente, y
nosotros decimos que así debe ser. Multiplicidad y unidad deben siempre
encontrar nuevamente su relación recíproca, y esta relación debe incluirse de
una manera siempre nueva en las cambiantes situaciones del mundo. Hoy en día
existe una nueva polifonía de las culturas, en la cual Europa ya no es más la
única que determina, sino que las comunidades cristianas de los diversos
continentes están adquiriendo su propio peso, su propio color. Debemos aprender
siempre de esta fusión de los diversos componentes. Por esto hemos desarrollado
diversos instrumentos; las llamadas «visitas ad limina» de los obispos, que han
existido siempre, son en la actualidad mucho más aprovechadas para hablar con
todas las instancias de la Santa Sede y también conmigo. Yo hablo personalmente
con cada obispo. Ya he hablado con casi todos los obispos de África y con muchos
de los de Asia. Ahora vendrán los de Europa central, Alemania, Suiza, y en estos
encuentros, en los que precisamente el centro y las afueras se encuentran juntos
en un intercambio franco, yo pienso que crezca la correcta relación recíproca en
esta tensión equilibrada. Además tenemos otros instrumentos, como el Sínodo, o
el Consistorio, que mantendré regularmente y que querría desarrollar. En ellos,
aún no teniendo un orden del día importantísimo, se discutirán juntos los
problemas actuales, intentando encontrar soluciones. Por un lado sabemos que el
Papa no es un monarca absoluto, pero tiene que –por decirlo de alguna forma-
personificar la totalidad que se une en escucha de Cristo. Pero la conciencia de
la necesidad de una instancia unificadora, que garantice también la
independencia de las fuerzas políticas y que los «cristianismos» no se
identifiquen demasiado con la nacionalidad, esta conciencia precisamente, que
necesita de una tal instancia amplia y superior, que cree unidad en la
integración dinámica del todo, y por otro lado que acoja y promueva la
multiplicidad, esta conciencia es muy fuerte. Por eso creo que se trata una
adhesión íntima al ministerio petrino que se expresa en la voluntad de
desarrollarlo ulteriormente, de forma que responda tanto a la voluntad del
Señor, como a las necesidades de los tiempos.
--Pegunta ZDF: Alemania como tierra de Reforma está marcada naturalmente y de
forma particular por las relaciones entre las distintas confesiones. Las
relaciones ecuménicas son una realidad sensible, que encuentra siempre nuevas
dificultades. ¿Qué posibilidad ve de mejorar la relación con la Iglesia
evangélica, o qué dificultad ve en este camino?.
--Benedicto XVI: Quizá sea importante decir, antes que nada, que la Iglesia
evangélica presenta una notable variedad. En Alemania tenemos, si no me
equivoco, tres comunidades principales: Luteranos; Reformistas; y la Unión
Prusiana. Además hoy se forman numerosas Iglesias libres (Freikirchen) y, en el
interior de las Iglesias clásicas, movimientos, como la «Iglesia confesante»
entre otras. Por lo tanto, se trata también de un conjunto con muchas voces, con
las cuales tenemos que entrar en diálogo en la búsqueda de unidad con respecto a
la multiplicidad de voces, y con las que quiero colaborar. Creo que lo primero
que hay que hacer es que en esta sociedad, todos juntos nos preocupemos por
hacer que sean claras, de encontrar y de traducir en hechos, las grandes
directrices éticas, para garantizar de este modo la consistencia ética de la
sociedad, sin la cual ésta no puede llevar a cabo las finalidades de la
política, que son la justicia para todos, una buena convivencia y la paz. En
este sentido creo que ya se ha conseguido mucho, que nosotros nos encontramos
realmente unidos bajo un pilar cristiano común, frente a los grandes desafíos
morales. Naturalmente, después hay que testimoniar a Dios en el mundo, que tiene
dificultades a la hora de encontrarle, como ya hemos dicho, y de hacer visible a
Dios en el rostro humano de Jesucristo, y de ofrecer a los hombres el acceso a
esas fuentes, sin las cuales la moral se aridece y pierde sus referencias, y
también donar la felicidad, porque no estamos solos en este mundo. Sólo de este
modo nace la felicidad ante la grandeza del hombre, que no es un producto mal
conseguido de la evolución, sino imagen de Dios. Nos tenemos que mover en estos
dos sentidos –por decirlo de algún modo- el de las grandes referencias éticas, y
el que muestra –a partir del interior y orientándose hacía el- la presencia de
Dios, de un Dios concreto. Si lo hacemos, y sobre todo, si en todos nuestros
agrupamientos singulares buscamos no vivir la fe de forma industrial, sino a
partir de raíces más profundas, entonces quizá no lleguemos tan rápido a las
manifestaciones externas de unidad, sino que maduraremos hacia una unidad
interior, que si Dios quiere un día llegará también a exteriorizarse.
--Pregunta RV: Tema: la familia. Hace un mes usted estuvo en Valencia para
celebrar el Encuentro Mundial de las Familias. Quien ha escuchado con atención
--como hemos intentado hacerlo desde «Radio Vaticano»-- se ha dado cuenta de que
usted no ha pronunciado la palabra «matrimonio homosexual», no ha hablado de
aborto, ni de contraconcepción. Atentos observadores se han dicho:
¡Interesante!, evidentemente su intención es anunciar la fe y no dar la vuelta
al mundo como «apóstol de la moral». ¿Nos puede hacer un comentario al respecto?
--Benedicto XVI: Claro que sí. Ante todo tengo que decir que tuve solamente dos
ocasiones de veinte minutos para hablar. Teniendo tan poco tiempo no se puede
comenzar diciendo: «no». Tenemos que saber qué es lo que queremos decir, ¿no es
así? Y el cristianismo, el catolicismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino
una opción positiva. Y es muy importante que esto se vea nuevamente, ya que hoy
esta conciencia ha desaparecido casi completamente. Hemos oído hablar tanto de
lo que no está permitido que ahora hay que decir: tenemos una idea positiva que
proponer; el hombre y la mujer están hechos el uno para el otro; existe, por así
decir, una escala --sexualidad, éros, ágape--, que indica las dimensiones del
amor y sobre este camino crece desde siempre el matrimonio, como encuentro entre
un hombre y una mujer, culmen de la felicidad y de la bendición, y después la
familia, que garantiza la continuidad entre generaciones, en la que las
generaciones se reconcilian entre ellas y en la que también las culturas se
pueden encontrar. Por lo tanto, ante todo es importante subrayar lo que
queremos. En segundo lugar, se puede ver después también el porqué nosotros no
queramos algo. Y yo creo que sea necesario ver y reflexionar, ya que no se trata
de una invención católica el hecho de que un hombre y una mujer estén hechos el
uno para el otro para que la humanidad continúe a vivir: lo saben todas las
culturas. En relación al aborto, no pertenece al sexto, sino al quinto
mandamiento: «No matarás». Y esto tenemos que presuponerlo como obvio y tenemos
que rebatir siempre que: la persona humana inicia en el seno materno y sigue
siendo persona humana hasta el último aliento. El hombre tiene que ser respetado
siempre como hombre. Pero todo esto queda más claro, si antes hemos explicado lo
positivo.
--Pregunta DW: Santo Padre, mi pregunta se une en cierto modo a la del padre
von Gemmingen. En todo el mundo los creyentes esperan de la Iglesia católica
respuestas a los problemas globales más urgentes, como el sida y la
superpoblación. ¿Por qué la Iglesia católica insiste tanto sobre la moral en
lugar de proponer soluciones concretas para estos problemas cruciales de la
humanidad, por ejemplo en el continente africano?
--Benedicto XVI: Ya, éste es el problema: ¿insistimos realmente tanto sobre la
moral? Yo diría --estoy cada vez más convencido tras mis encuentros con los
obispos africanos-- que la cuestión fundamental, si queremos dar pasos adelante
en este sentido, se llama educación, formación. El progreso puede ser progreso
real sólo si sirve a la persona humana y si la propia persona humana crece, no
crece sólo su poder técnico, sino también su capacidad moral. Y creo que el
verdadero problema de nuestra situación histórica sea el desequilibrio entre el
crecimiento increíblemente rápido de nuestro poder técnico y el de nuestra
capacidad moral, que no crece de forma proporcional. Por eso la formación de la
persona humana es la verdadera receta, la llave de todo diría, y ésta es también
nuestra vida. Y esta formación tiene --para resumir-- dos dimensiones. Ante todo
naturalmente tenemos que aprender, adquirir saber, «know-how» como se suele
decir. En esta dirección Europa, y en los últimos decenios América, han hecho
mucho, es algo importante. Pero si sólo se difunde el «know-how», si sólo se
enseña cómo se construyen y se usan las máquinas, y cómo se emplean los métodos
de anticoncepción, entonces no hay que maravillarse de que al final nos
encontremos con guerras y con epidemias de SIDA. Porque nosotros necesitamos dos
dimensiones: es necesaria al mismo tiempo la formación del corazón --si me
permiten utilizar esta expresión-- con la que la persona humana adquiere
referencias y aprende también de este modo a usar correctamente su técnica. Y
esto es lo que estamos intentando hacer. En toda África, y también en muchos
países de Asia, tenemos una gran red de escuelas de todos los niveles, donde
sobre todo se puede aprender, adquirir el verdadero conocimiento, capacidad
profesional, y con ello alcanzar autonomía y libertad. Pero en estas escuelas
nosotros intentamos precisamente comunicar no sólo el «know-how», sino formar a
personas humanas que quieran reconciliarse, que sepan que tenemos que construir
y no destruir, y que tenemos las referencias necesarias para saber convivir. En
gran parte de África, las relaciones entre musulmanes y cristianos son
ejemplares. Los obispos han formado comités comunes junto a los musulmanes para
ver cómo es posible crear paz en las situaciones de conflicto. Y esta red de
escuelas, de aprendizaje y formación humana, que es muy importante, viene
completada por una red de hospitales y de centros de asistencia, que llegan de
forma capilar a las aldeas más remotas. Y en muchos lugares, a pesar de las
destrucciones de la guerra, la Iglesia es la única fuerza que ha permanecido
intacta. ¡Ésta es una realidad!. Es donde se cura, donde se cura también el
SIDA, y por otro lado se ofrece educación, que ayuda a establecer relaciones
justas con los demás. Por eso creo que se debería corregir la imagen, según la
cual, sembramos entorno a nosotros rígidos noes. Precisamente en África se
trabaja mucho, para que las diferentes dimensiones de la formación se puedan
integrar y así sea posible la superación de la violencia y también de las
epidemias, entre las que están también la malaria y la tuberculosis.
--Pregunta BR: Santa Padre, el cristianismo se ha difundido por todo el
mundo partiendo de Europa. Ahora, muchos piensan que el futuro de la Iglesia se
encuentra en los otros continentes. ¿Es verdad? O en otras palabras, ¿qué futuro
tiene el cristianismo en Europa, donde parece que se está reduciendo a asunto
privado de una minoría?
--Benedicto XVI: Sobre todo yo querría introducir algún matiz. En realidad, como
sabemos, el cristianismo nació en Oriente Próximo, y durante mucho tiempo su
desarrollo principal se quedó allí difundiéndose por Asia mucho más de lo que
nosotros pensamos tras los cambios traídos por el Islam. Por otro lado, justo
por este motivo su eje se trasladó sensiblemente hacia Occidente y Europa, y
Europa –estamos orgullosos y nos alegramos- ha desarrollado ulteriormente el
cristianismo en sus grandes dimensiones también intelectual y cultural. Pero
creo que es importante que recordemos a los cristianos de Oriente, ya que es el
periodo en el que ellos, que han sido siempre una minoría importante, en
relación fructuosa con el contexto circunstante, ahora emigren. Existe el
peligro de que justo estos lugares que dieron origen al cristianismo se queden
sin cristianos. Pienso que debemos ayudar mucho para que se puedan quedar. Pero
ahora contesto a su pregunta. Europa se ha transformado sin lugar a dudas en el
centro del cristianismo y de su movimiento misionero. Hoy los demás continentes,
las otras culturas, entran con igual peso en el concierto de la historia del
mundo. De este modo crece el número de voces de la Iglesia, y este es un bien.
Es bueno que se puedan expresar los diferentes caracteres, los dones propios de
África, de Asia y de América, en particular de América Latina. Naturalmente
todos ellos tocados no sólo por la palabra del cristianismo, sino también por el
mensaje secular de este mundo, que lleva también a los demás continentes la
prueba irrebatible que hemos vivido en nosotros mismos. Todos los obispos del
resto del mundo dicen: todavía necesitamos a Europa, aunque si Europa es sólo
una parte de un todo más grande. Todavía tenemos la responsabilidad que nos da
nuestra experiencia, de la ciencia teológica que ha sido desarrollada aquí, de
nuestra experiencia litúrgica, de nuestras tradiciones, y también de las
experiencias ecuménicas que hemos acumulado: todo esto es muy importante también
para los otros continentes. Por eso es necesario que nosotros no nos rindamos,
compadeciéndonos y diciendo: «Ya está, somos sólo una minoría, intentemos al
menos conservar nuestro número reducido»; sino que tenemos que conservar vivo el
dinamismo, abrir relaciones de intercambio, para que en consecuencia de ahí nos
lleguen nuevas fuerzas. Hoy hay sacerdotes indios y africanos en Europa, también
en Canadá, donde muchos sacerdotes africanos trabajan de modo muy intenso. Es un
dar y recibir recíprocos. Pero si nosotros en un futuro recibimos más, tendremos
que continuar a dar con un valor y un dinamismo crecientes.
--Pregunta ZDF: Se trata de un argumento que ha sido ya tocado, Santo Padre.
Las sociedades modernas en las decisiones importantes sobre política y ciencia
no se orientan en valores cristianos y la Iglesia –lo sabemos por las encuestas-
está considerada la mayor parte de las veces sólo como una voz que amonesta o
que incluso frena. ¿La Iglesia no debería salir de esta posición defensiva y
asumir una actitud más positiva en lo relacionado al futuro y a su construcción?
--Benedicto XVI: Diría que en cualquier caso tenemos nuestro deber de poner de
relieve lo que nosotros queremos de positivo. Y esto sobre todo tenemos que
hacerlo a través del diálogo de culturas y de religiones, ya que, como ya he
dicho, el continente africano, el alma africana y también el alma asiática están
horrorizadas de la frialdad de nuestra racionalidad. Es importante que vean que
aquí no hay sólo esto. De forma recíproca es importante que nuestro mundo
laicista se de cuenta de que la fe cristiana no es un impedimento, sino un
puente para el diálogo con los otros mundos. No es justo pensar que la cultura
puramente racional, gracias a su tolerancia, tenga un acercamiento más fácil a
las otras religiones. Le falta en gran parte «el órgano religioso» y con este el
punto de enganche a partir del cual y hacia el cual los otros quieren entrar en
relación. Por eso debemos y podemos mostrar que justo por la nueva
interculturalidad en la que vivimos la pura racionalidad desenganchada de Dios
no es suficiente, sino que es necesaria una racionalidad más amplia, que ve a
Dios en armonía con la razón, y es consciente de que la fe cristiana que se ha
desarrollado en Europa es también un medio para hacer confluir juntas razón y
cultura y para integrarlas también con las acciones en una visión unitaria y
comprensiva. En este sentido creo que tenemos un gran deber, es decir, mostrar
que esta Palabra, que nosotros poseemos, no pertenece –por decirlo de algún
modo- a los trastos de la historia, sino que es necesaria precisamente hoy».
--Pregunta RV: Santo Padre hablemos de sus viajes. Usted está en el Vaticano,
posiblemente le cueste estar un poco lejos de la gente y separado del mundo,
también aquí en el bellísimo ambiente de Castelgandolfo. Pero usted dentro de
poco tendrá 80 años. ¿Piensa, con la ayuda de Dios, poder realizar muchos
viajes? ¿Tiene idea de los que piensa realizar? ¿A Tierra Santa, Brasil? ¿Lo
sabe?
--Benedicto XVI: Verdaderamente no estoy tan solo. Efectivamente existen – por
decirlo de alguna manera – las murallas que dificultan el acceso, pero hay una
«familia pontificia», todos los días muchas visitas, en particular cuando estoy
en Roma. Llegan obispos, otras personas, hay visitas de Estado, de
personalidades que quieren hablar conmigo también personalmente y no solamente
de cuestiones políticas. En este sentido hay una multiplicidad de encuentros que
gracias a Dios se me dan continuamente. Y es también importante que la sede del
Sucesor de Pedro sea un lugar de encuentro, ¿no es verdad? Desde el tiempo de
Juan XXIII, después el péndulo ha cambiado en otra dirección: son los papas los
que han comenzado a visitar. Debo decir que no me siento tan fuerte de apuntar
en la agenda muchos y grandes viajes, pero donde estos permiten dirigir un
mensaje, donde – digamos así – responden a un verdadero deseo, los quisiera
hacer, con la «dosis» que me es posible. Alguna cosa está ya prevista: el
próximo año en Brasil hay un encuentro del CELAM, el consejo Episcopal Latino
Americano, y pienso que estar allí sea un paso importante en el contexto de las
vicisitudes que América del Sur está viviendo intensamente, y para reforzar la
esperanza que está viva en aquella región. Después quisiera ir a Tierra Santa, y
espero poder visitarla en tiempo de paz, y del resto veremos que me reserva la
Providencia.
--Pregunta RV: Permítame insistirle. Los austriacos hablan también alemán y
Le esperan en Mariazell.
--Benedicto XVI: Si, ha sido concordado. Yo lo he prometido sencillamente, de
manera un poco imprudente. Es un lugar que me ha gustado tanto que he dicho: Sí,
volveré a la Magna Mater Austriae. Naturalmente ésta se ha convertido
inmediatamente en una promesa, que mantendré, y la mantendré con gusto.
--Pregunta RV: Insisto todavía. Yo le admiro cada miércoles, cuando celebra
la audiencia general. Hay 50.000 personas. Debe ser cansino, muy cansino. ¿Usted
consigue resistir?
--Benedicto XVI: Sí, el Buen Dios me da la fuerza necesaria. Y cuando se ve la
acogida cordial, naturalmente se queda uno animado.
--Pregunta DW: Santo Padre, usted acaba de decir que ha hecho una promesa un
poco imprudente. Quiere decir que a pesar de su ministerio, con sus abundantes
vínculos protocolarios, ¿No se deja arrebatar su espontaneidad?
--Benedicto XVI: De todas formas, yo lo intento. Además, aunque las cosas puedan
estar concretadas, yo quisiera conservar y realizar también alguna cosa
personal.
--Pregunta BR: Santo Padre, las mujeres son muy activas en las diversas
funciones en la Iglesia católica. ¿Su aportación no quedaría más visible,
también, en lugares de mayor responsabilidad en la Iglesia?
--Benedicto XVI: Sobre este argumento naturalmente se reflexiona mucho. Como
usted sabe, nosotros pensamos que nuestra fe, la constitución del Colegio de los
Apóstoles, nos obliga y no nos permite conferir la ordenación sacerdotal a las
mujeres. Pero además no hay que pensar que en la Iglesia la única posibilidad de
tener un papel sea la de ser sacerdote. En la historia de la Iglesia hay
muchísimos deberes y funciones. Para comenzar las hermanas de los Padres de la
Iglesia, para llegar a la Edad Media, cuando grandes mujeres han desarrollado un
papel determinante, hasta la época moderna. Pensemos en Ildegarda de Bingen, que
con fuerza protestaba respecto a los obispos y del Papa; a Catalina de Siena y a
Brígida de Suecia. También en los tiempos modernos las mujeres deben – y
nosotros con ellas – buscar por decirlo de alguna manera su justo lugar. Hoy,
están bien presentes también en los Dicasterios de la Santa Sede. Pero existe un
problema jurídico: el de la jurisdicción, es decir el hecho que según el Derecho
Canónico el poder de tomar decisiones jurídicamente vinculantes va unido al
Orden sagrado. Desde este punto de vista hay límites, pero creo que las mismas
mujeres, con su empuje y su fuerza, con su superioridad, con aquella que
definiría su «potencia espiritual», sabrán hacerse espacio. Y nosotros deberemos
intentar ponernos a la escucha de Dios, para que no seamos nosotros a impedirlo,
es más nos alegramos de que el elemento femenino obtenga en la Iglesia el pleno
lugar de eficacia que le conviene, comenzando por la Madre de Dios y de María
Magdalena.
--Pregunta: Santo Padre, en tiempos más recientes se habla de una nueva
fascinación del catolicismo. ¿De qué y de dónde la vitalidad y la capacidad de
futuro de esta institución por otra parte antiquísima?
--Benedicto XVI: Diría que ya todo el pontificado de Juan Pablo II ha impactado
a los hombres y les ha reunido. Aquello que ha ocurrido en ocasión de su muerte
permanece como muy especial históricamente: como cientos de miles de personas se
dirigían disciplinadamente hacia la Plaza de San Pedro, permanecían de pie por
horas, y en lugar de desfallecer resistían movidas por una fuerza interior. Y
después, lo hemos revivido en ocasión de mi pontificado y después en Colonia. Es
muy hermoso que la experiencia de la comunidad se convierta al mismo tiempo en
una experiencia de fe, que se haga experiencia de la comunidad no solamente en
un lugar cualquiera, sino que esta experiencia se convierta en más viva y de al
catolicismo su luminosidad intensa precisamente allí donde son los lugares de la
fe. Naturalmente esto debe durar también en la vida cotidiana. Las dos cosas
deben ir juntas. Por una parte los grandes momentos, en los que se experimenta
que es hermoso estar aquí, que el Señor está presente y que nosotros formamos
una gran comunidad reconciliada más allá de todos los confines. Pero después
desde aquí es menester también coger el empuje, para resistir durante las
fatigosas peregrinaciones cotidianas, y vivir a partir de estos puntos luminosos
y orientarse hacia ellos, y saber invitar también a otros a formar parte de la
comunidad en camino. Pero quiero aprovechar esta ocasión para decir: yo me
siento enrojecer por todo aquello que se hace en preparación a mi visita, por
todo aquello que la gente está haciendo. Mi casa ha sido pintada nuevamente, una
escuela profesional ha rehecho el recinto. El profesor de religión evangélico ha
colaborado para mi recinto. Estos son pequeños particulares, pero son la señal
de lo muchísimo que se hace. Todo esto lo encuentro extraordinario, y no me
refiero a mi mismo, lo considero signo de una voluntad de pertenecer a esta
comunidad en la fe y de servir todos a otro. Demostrar esta solidaridad y
dejarse inspirar en esto por el Señor: Es una cosa que me afecta y por ello
quiero también dar gracias de todo corazón.
--Pregunta: Santo Padre, usted ha hablado de la experiencia de la comunidad.
Usted vendrá ahora a Alemania, ya por segunda vez tras Su elección. En la
Jornada Mundial de la Juventud, y posiblemente también, por otra cuestión, por
el campeonato mundial de fútbol, la atmósfera en un cierto sentido ha cambiado.
Se tiene la impresión de que los alemanes se hayan convertido en más abiertos al
mundo, más tolerantes, más alegres. ¿Qué cosa desea Usted todavía para nosotros
los alemanes?
--Benedicto XVI: Diría que naturalmente con el final de la segunda Guerra
Mundial comenzó una transformación interior de la sociedad alemana, también la
mentalidad alemana, que ha sido reforzada además por la reunificación. Nosotros
nos hemos inserido mucho más profundamente en la sociedad mundial y naturalmente
hemos sido transformados por esta mentalidad. Y de esta forma salen a la luz
también aspectos del carácter alemán del que antes los demás desconocían. Y
posiblemente hemos sido caracterizados un poco como si todos fuéramos siempre
disciplinados y reservados, cosa que también tiene su fundamento. Pero si ahora
se ve mejor aquello que todos estamos viendo, lo encuentro hermoso: los alemanes
no solamente son reservados, puntuales y disciplinados, también son espontáneos,
alegres y hospitalarios. Esto es muy bonito. Y esto deseo: que estas virtudes
crezcan todavía, y que reciban empuje y permanencia también en la fe cristiana.
--Pregunta RV: Santo Padre, su Predecesor ha declarado beatos y santos a un
grandísimo número de cristianos. Algunos piensan, que demasiados. Aquí mi
pregunta: las beatificaciones y las canonizaciones aportan a la Iglesia algo de
nuevo, sólo si las personas pueden ser consideradas como verdaderos modelos.
Alemania da relativamente pocos santos y beatos respecto a otros países. ¿Se
puede hacer algo para que esta dimensión pastoral se desarrolle, y para que la
necesidad de beatificaciones y canonizaciones den un verdadero fruto pastoral?
--Benedicto XVI: Al inicio yo también era de la idea de que la gran cantidad de
beatificaciones casi nos aplastase y que a lo mejor era necesario elegir más
figuras que entrasen más claramente en nuestra conciencia. Entre tanto he
descentralizado las beatificaciones, para que se hagan más visibles estas
figuras en los lugares específicos a los que estas pertenecen. Quizá un santo de
Guatemala no interesa en Alemania y viceversa, uno de Altötting quizá no
interesa en Los Ángeles, ¿no es así?. Además creo que esta descentralización sea
afín a la colegialidad del episcopado, con su estructura colegial, y que sea una
cosa oportuna justamente para poner de relieve que los diferentes países tienen
sus propias figuras y que estas son eficaces en particular en sus propios
países. También he observado, que estas beatificaciones en diferentes lugares,
tocan a innumerables personas y que la gente dice: «¡Finalmente es uno de
nosotros!» y va a él y vuelve inspirada. El beato pertenece a ellos, y nosotros
estamos contentos de que haya muchos. Y si gradualmente también nosotros, con el
desarrollo de la sociedad mundial, les conocemos mejor, es hermoso. Pero sobre
todo es importante que también en este campo exista la multiplicidad y por eso
es importantísimo que también nosotros en Alemania aprendamos a conocer a
nuestras propias figuras y a alegrarnos de ellas. Cerca de estas están las
canonizaciones de las figuras más grandes, que son de relieve para toda la
Iglesia. Yo diría que cada Conferencia episcopal debería elegir, debería ver que
es apto para nosotros, que nos transmite realmente algo y deberían volverse
visibles estas figuras –no demasiado numerosas- que dejan una profunda
impresión. Pueden hacerlo a través de la catequesis, la predicación, quizá se
podrían presentar también a través de una película. Puedo imaginarme películas
muy hermosas. Yo naturalmente sólo conozco muy bien a los Padres de la Iglesia:
una película sobre Agustín, también una sobre Gregorio Nacianceno y su
particular figura, su escapar continuo de las responsabilidades cada vez mayores
que le venían asignadas etc.… Hay que estudiar: no existen sólo situaciones
desagradables entorno a las cuales hablan tantas películas nuestras, sino que
hay figuras maravillosas de la historia, que no son para nada aburridas, y que
son de gran actualidad. Por último, hay que intentar no cargar demasiado a la
gente, y hacer visible para muchos las figuras que son actuales y que nos
inspiran.
--Pregunta DW: ¿Historias en las que haya también humor? En 1989 en Munich se
le hizo entrega de la condecoración del Kart Valentin Orden. ¿Qué papel juega en
la vida de un Papa el humor?
--Benedicto XVI: [ríe] Yo no soy un hombre al que le vengan en mente
continuamente chistes. Pero saber ver también el aspecto divertido de la vida y
la dimensión feliz y no tomarse todo de forma trágica, esto lo considero muy
importante, y diría que es también necesario para mi ministerio. Un escritor
dijo que los ángeles pueden volar porque no se toman demasiado en serio. Y
nosotros quizá podríamos volar un poco más, si no nos diéramos tanta
importancia.
Pregunta: Cuando se tiene un deber tan importante como el suyo, Santo Padre,
se viene de forma natural observado. Los demás hablan de usted. Y leyendo, me
sorprendió lo que dicen muchos observadores, que el Papa Benedicto es una
personalidad diferente del cardenal Ratzinger. ¿Cómo se ve a si mismo?, si me
puedo permitir hacerle esta pregunta.
--Benedicto XVI: He sido ya seccionado en diferentes ocasiones: como profesor
durante un primer periodo y el periodo intermedio, como cardenal primero y en el
periodo sucesivo. Ahora llega una nueva división. Naturalmente las
circunstancias y las situaciones y también los hombres influyen, ya que se
asumen responsabilidades diferentes. Pero –digamos así- mi personalidad
fundamental y mi visión fundamental han crecido, pero en todo aquello que es
esencial se han quedado idénticas, y yo me alegro de que ahora se pongan de
relieve aspectos, que antes nadie notaba.
--Pregunta: ¿Se podría decir qué su deber le gusta, qué no es un peso para
usted?
--Benedicto XVI: Esto sería decir demasiado, porque en realidad es cansado, pero
de todas formas intento encontrar la felicidad también en esto.
Conclusión (Bellut – ZDF): También en nombre de mis compañeros le agradezco
muy sinceramente esta entrevista, en esta primicia mundial. Estamos orgullosos
de su próxima visita a Alemania, en Baviera. ¡Hasta pronto!
(cortesía zenit.org)