Gianna Beretta Molla y José Moscati: dos médicos, dos santos
Egidio Ridolfo s.j.
"Coronando una existencia ejemplar de estudiante, de mujer empeñada en la
comunidad eclesial y de esposa y madre feliz, supo ofrecer en sacrificio su
vida para que pudiese vivir la criatura que llevaba en su seno, y que hoy
está aquí con nosotros. Ella como médico era consciente de lo que estaba
haciendo, pero no se echó atrás ante el sacrificio."
Con estas palabras Juan Pablo II ha resumido la existencia de Gianna Beretta
Molla durante la solemne Beatificación el 24 de abril de 1994, año dedicado
a la Familia.
"Queremos honrar, dice el Papa, a todas las madres valientes que se dedican
sin reservas a la propia familia, que sufren dando a luz a sus hijos, y que
están dispuestas a afrontar cualquier sacrificio para transmitirles los
tesoros que tienen dentro de ellas".
Un gesto heroico no nace nunca de la improvisación, como en este caso, es
fruto de una larga maduración personal. La familia en la que creció Gianna,
profundamente cristiana, fue para todos los hijos el lugar adecuado para que
se imprimiese en ellos y en su quehacer de cada día los valores de la fe. Y
de este "árbol bueno" han crecido frutos excelentes.
Nació en Magenta, en provincia de Milán (Italia del norte), el 4 de octubre
de 1922. Después del Liceo Clásico empezó la carrera de Medicina y Cirugía
en la Universidad de Pavía. Terminó sus estudios en 1949, se especializó en
Ginecología.
Trabajó siempre con empeño y entusiasmo para corresponder a la Gracia del
Señor, apoyándose cada día en la Eucaristía y en la Palabra de Dios,
inserida activamente en Acción Católica, en concreto ayudaba en las
actividades de la "san Vincenzo".
El hecho de que decidiese estudiar Medicina no fue una novedad en la
familia, pero su decisión era en vista de un apostolado particular: las
misiones en América latina colaborando con su hermano sacerdote. Desde mucho
tiempo cultivaba el ideal misionero, pero poco a poco se dio cuenta de que
otra era la voluntad del Señor para ella, y cuando vio claramente que Dios
la llamaba al Matrimonio no vaciló, y el campo de su acción misionaria fue
"el prójimo": en su caso los enfermos que cada día iban a su estudio.
Abrió un ambulatorio en Mesero, un pequeño pueblo cerca de Magenta,
enseguida se ganó el afecto de la gente del lugar, que apreciaba cada vez
más su espíritu de sacrificio y su desinterés.
Su hermana Virginia testimonia: "Necesitaba darse a los más pobres y
necesitados, hasta el punto de rechazar la propuesta de su novio de
renunciar a su trabajo profesional: la rechazó con decisión, sin
miramientos, y después del matrimonio continuo a ir cada tarde al
ambulatorio de Mesero".
Otros testimonios, como la de la enfermera Luigia Galli, nos dan una idea de
"como" Gianna viviese su profesión: "Visitaba y enseñaba a los enfermos. Lo
hizo hasta el último mes de embarazo, cuando la llamaban de noche acudía
siempre... Continuó asistiendo a los enfermos hasta el día antes de entrar
en la clínica para dar a luz su última hija. Si el cliente era pobre,
Gianna, no solo hacía la visita médica gratis, sino que también le daba las
medicinas o el dinero. Se iba del ambulatorio solo cuando había terminado la
última visita. A veces eran ya las nueve y media de la noche."
"Gianna - dice una amiga suya, Mariuccia Parmigiani - con su sonrisa buena y
alegre sabía conquistarse completamente las personas que se le acercaban,
imprimiendo en ellas una gran confianza..." Y María Barni, de Mesero,
confirma su empeño generoso, que no se limitaba a curas físicas: "Cuando
algún enfermo no podía continuar a hacer el mismo tipo de trabajo por
motivos de salud, le buscaba otro adaptado a su situación, y en varias
ocasiones lo consiguió, asistió a bastantes personas con este tipo de
problema".
Los lectores de nuestra revista saben bien el empeño que ponemos en difundir
el culto a San José Moscati, el médico santo de Nápoles, y así darlo a
conocer, surge espontáneo poner en evidencia en la vida de Gianna Beretta
Molla el ejercicio de su profesión, sobre todo porque, como para Moscati, no
la veía sólo como un modo como otro cualquiera de trabajar, sino como una
forma privilegiada de servicio al prójimo, viendo en ellos el Señor.
Un comportamiento para nada de moda: sabemos bien que hoy en día los
enfermos son considerados sólo un "número", incluso a veces una fuente de
riqueza. "Hacer bien nuestra parte. Estudia bien tu ciencia. Hay hoy una
carrera al dinero - escribe Gianna al inicio de su profesión de médico -
hay, desgraciadamente, superficialidad también en nuestro trabajo. Cuidamos
los cuerpos pero, muchas veces, sin competencia." Gianna ponía en resalto
todo esto en los años cincuenta. Ahora todavía son actuales en un médico
estas faltas.
Estas palabras de Gianna nos recuerdan lo que San José Moscati escribía en
1923 a un amigo suyo médico: "Acordaos que no solo os tenéis que ocupar del
cuerpo, también de las almas que gimiendo vienen a vosotros. ¡Cuantos
sufrimientos aliviaréis más fácilmente con un consejo, yendo al espíritu,
mas que con frías recetas que tienen que llevar al farmacéutico! Estad
contentos porque mucha será vuestra recompensa, pero tenéis que dar ejemplo
a los que os rodean de vuestra cercanía a Dios".
Es la misma recomendación que hace Gianna Beretta al médico cristiano: "No
te olvides del alma del enfermo. [...] Tenemos oportunidades que el
sacerdote no tiene. Nuestra misión no termina cuando las medicinas no
sirven, todavía queda el alma que hay que llevar a Dios. [...] Cada médico
tiene que llevar almas a los sacerdotes. ¡Los médicos católicos son
necesarios!" Y más adelante dice: "Que Jesús se pueda ver entre nosotros.
Que encuentre muchos médicos que se entreguen a Él".
Gianna Beretta Molla con sus hijos Pier Luigi y Mariolina
Nuestras vidas son siempre el resultado de sucesivas elecciones, desde las
más importantes a las más banales de cada día. Gianna se había "entrenado" a
buscar siempre el Señor y por esto quería que también su vida de mujer
casada fuese consagrada a Él: "Quiero formar una familia verdaderamente
cristiana - escribe a su marido- donde el Señor se encuentre como en su
casa, un pequeño cenáculo donde El reine en nuestros corazones, ilumine
nuestras decisiones y guíe nuestros programas."
Aquí encontramos el "secreto" de su vida, la clave para entender el porqué
de tantas decisiones que tuvo que hacer, también esa por la que ahora ha
sido beatificada: ver cada situación de nuestra vida desde el punto de vista
de Dios, hacerse disponible para comprender su voluntad para nosotros, de
modo que de verdad el Señor - como dice Gianna - "ilumine nuestras
decisiones".
"Quiero formar contigo una familia rica de hijos como ha sido la mía, en la
que he nacido y crecido", había dicho a su marido Pietro. Tenían ya tres
hijos, Pier Luigi, Mariolina y Laura. Cuando llegó la noticia de un cuarto
embarazo, como las otras veces fue acogido con alegría.
Gianna Emanuela Molla
Con éste llegó también el drama: al segundo mes de embarazo le descubren un
fibroma que crece cerca del útero y que amenaza su salud y la misma vida del
niño. Enseguida se da cuenta, sobre todo por su condición de médico, que
delante a ella se pone una dramática alternativa: salvarse o salvar la
criatura que está por llegar.
Todos, familiares y médicos, han testimoniado unánimemente, su reacción fue
la de privilegiar la vida que llevaba en su seno.
El médico al que se dirigió, dice su hermano sacerdote, le dijo claramente:
"Si queremos salvar su vida tenemos que interrumpir el embarazo", una
respuesta rápida: "Profesor, ¡esto no lo permitiré nunca! ¡Es un pecado
matar en el seno materno!"
Se podían prever tres tipos de intervenciones, así testimonia su marido:
"Una laparotomía total con extracción del fibroma y del útero, que le habría
salvado la vida seguro; interrupción del embarazo con un aborto y extracción
del fibroma, que le habría permitido tener otros hijos; o extracción solo
del fibroma sin interrumpir el embarazo.
Gianna escogió esta última solución, la más peligrosa para ella. En aquellos
tiempos era previsible que un parto, después de un intervención de este
tipo, fuese muy peligroso para la madre. Y esto Gianna, como médico, lo
sabía muy bien."
La operación, que se limitó a la extracción del fibroma, se hizo el 6 de
septiembre de 1961.
El embarazo pudo continuar y Gianna reanudó su trabajo de médico hasta pocos
días antes del parto. Entró en la clínica el 20 de abril de 1962, al día
siguiente, sábado santo, dio a luz una niña a la que llamaron Gianna
Emanuela.
Como habían previsto, pocas horas después del parto llegaron las
complicaciones, fue una semana de terribles sufrimientos causados por una
peritonitis séptica. Un calvario en el que su fe tuvo ocasión de
manifestarse plenamente. Murió en su casa a las ocho del sábado siguiente,
28 de abril de 1962.
Su ultima hija, Gianna Emanuela, el 24 de abril de 1994, estaba presente en
la Plaza de San Pedro durante la ceremonia de beatificación de su madre.
El gesto heroico de Gianna Beretta Molla nos lleva a pensar sobre un tema,
que en nuestro tiempo es de gran actualidad: el aborto, para el que ha sido
determinante el valor dado a la criatura concebida en el seno materno y en
via de desarrollo. Gianna, como creyente, estaba profundamente convencida de
que la criatura que crecía en ella era una persona humana completa y, que
como tal, digna del más grande respeto. Era un don de Dios que venía
aceptado como los demás hijos.
Gracias a este respeto, que es amor, Gianna se ha olvidado de sí misma y se
ha ofrecido generosamente para que su hijo continuase a vivir, aunque sabía
que el precio de esto podía suponer el sacrificio de su vida.
Gianna Beretta Molla
Un sacerdote que había conocido a Gianna, Don Mario Cazzaniga, ha dejado
escrito: "Ha sido tanta la impresión que ha dejado en mi que, enseñando
Moral de la profesión en la escuela de Enfermeros, durante las clases del
aborto cito siempre el caso de la Dr. Beretta como caso de una maternidad
generosa y ejemplar. Pienso que en estos tiempos, en los que se tienta de
desvalorizar la maternidad, sea un deber darlo a conocer. La sociedad no
necesita ser sumergida de una multitud arrolladora de ejemplos de crónica
negra, sino de conocer actos generosos.".
Terminamos con algunas palabras que la misma Gianna dirigió a algunos
jóvenes de Acción Católica de Magenta en 1946: "El Señor desea vernos cerca
de Él para comunicarnos, en el secreto de la oración, el secreto de la
conversión de las almas que le acercamos. [...] No tendría que pasar un día
en la vida en el que no haya habido un poco de tiempo de recogimiento a los
pies de Dios. [...] Sembrar, esparcir nuestra semilla sin cansarnos nunca.
No nos paremos mucho a pensar que pasará después. Y si después de haber
trabajado en el mejor modo posible tenemos un fracaso, aceptémoslo
generosamente: un fracaso bien aceptado por un apóstol que había puesto
todos los medios a su alcance es más beneficioso para la salvación que un
triunfo."
Palabras que para quien conoce los escritos de San José Moscati no pueden no
recordarle lo que decía el santo médico el 17 de octubre de 1922, que puede
considerarse como el resumen de su vida de médico, hombre de ciencia y de
fe: "Ama la verdad, muéstrate como eres sin falsedades, sin miedos ni
miramientos. Y si la verdad te cuesta la persecución, acéptala; si te cuesta
el tormento, sopórtalo. Y si por la verdad tuvieses que sacrificarte tu
mismo y tu vida, se fuerte en el sacrificio.".
(cortesía de http://www.gesuiti.it/moscati/Espanol/Esp~Molla.html)
BIBLIOGRAFIA
- Fernando da Riese: Per amore della vita. Gianna Beretta Molla, medico e
madre, Città Nuova, 1994.
- Antonio Tripodoro s.j.: Giuseppe Moscati, il Medico Santo di Napoli,
Napoli 1993