El cine y la manipulación de las emociones
Alfonso Méndiz
jesucristoenelcine.blogspot.com
De la inicial sorpresa a la confirmación indudable
El punto de partida es que el cine es hoy —lo ha sido casi desde su nacimiento—
el medio de educación emocional más poderoso para jóvenes y adolescentes. Más
importante que toda la educación formal o reglada (en colegios, institutos,
centros de formación, etc.), resulta hoy la educación informal que conforman
indirectamente los medios de comunicación. Y, en esta sociedad audiovisual en la
que vivimos (en la que la imagen lo es todo), el cine actúa como referente de
todas las otras manifestaciones culturales: teleseries, videojuegos, novelas,
internet. Ahí es donde "vemos" y aprendemos cuál debe ser nuestra respuesta
emocional ante cualquier tipo de situaciones.
Es algo que ha sido percibido desde siempre. Ya en 1917, durante la época del
cine mudo, el Consejo Nacional de Moral Pública del Reino Unido publicó un
informe titulado El cine: situación actual y posibilidades futuras, en el que se
decía: “Puede dudarse si somos lo suficientemente conscientes de la fuerza y
consistencia con que las salas de exhibición cinematográfica han atrapado a las
gentes de este país. Las demás formas recreativas atraen como mucho a una
pequeña parte de la comunidad; el magnetismo del cine, en cambio, es universal.
En el transcurso de nuestra investigación hemos quedado impresionados por la
evidencia, traída ante nuestros ojos, de la profunda influencia que el cine
ejerce sobre el punto de vista intelectual y moral de millones de jóvenes”.
Quizás esta afirmación pueda ser juzgada de catastrofista, pero lo cierto es que
ha sido proclamada y defendida con periódica insistencia por diversos teóricos
del Séptimo Arte. En la actualidad, ese juicio podría resultar aún más
justificado por la creciente indiferencia respecto de los valores que se
registra en la educación escolar y familiar. Como señalaban Blumer y Hauser hace
ya años: “la influencia del cine parece ser proporcional a la debilidad de la
familia, la escuela, la Iglesia y el vecindario. Allí donde las instituciones
que tradicionalmente han transmitido actitudes sociales y formas de conducta se
han quebrado (…), el cine asume una importancia mayor como fuente de ideas y de
pautas para la vida”.
Por lo que respecta a la educación reglada, es cierto que, cada vez más, los
profesores se limitan a instruir —transmitir conocimientos— y renuncian a
educar: transmitir un modelo de vida, unos valores, un ideal de comportamiento.
Temen que se les critique de pretender “imponer sus creencias” a los alumnos.
Ante esta crisis en la educación y en los valores, el cine adquiere cada vez más
protagonismo como instancia educativa de los jóvenes: es el que dice a los
jóvenes cómo deben comportarse y actuar, cuáles deben ser las relaciones
familiares y de pareja, dónde está el bien y el mal, en qué consisten la
felicidad y el fracaso personal.
Espíritu crítico en el cine
Un solo ejemplo. Una película como Titanic, que fue vista en los cines por 10’8
millones de espectadores tan sólo en España (a los que habría que añadir quienes
la vieron en el vídeo, el DVD, los pases por televisión, etc.), ha influido
notablemente en la consideración estrictamente sentimental del noviazgo, al
margen de todo compromiso. La caracterización del novio de Rose (Kate Winslet),
como un hombre iracundo y dominante, y el propio desarrollo de la historia,
“justifican” narrativamente la impulsiva ruptura de un compromiso mantenido
durante años. A la vez, la emotiva presentación de los personajes, “justifica”
que se acuesten la misma noche de conocerse y manifiesten así un “afecto” (más
bien un deseo placentero) que es presentado a la audiencia “la más bella
historia de amor”. Una sola película ha influido más en el sentido del
compromiso, del noviazgo y de las relaciones prematrimoniales que todas las
explicaciones recibidas por los jóvenes en las aulas y en la familia durante
muchos años.
No debemos minusvalorar la influencia del cine como educador de las emociones,
porque las películas proyectan, sobre todo, respuestas afectivas que se
presentan como "auténticas" (frente a las emociones falsas, "prescritas" por los
mayores), y como el único camino válido para lograr la felicidad. Hace falta una
educación crítica que ayude a desmantelar esa "manipulación de las emociones"
que vemos en las películas y teleseries. Si sabemos transmitir en casa ese
espíritu crítico, habremos dado un paso de gigante en su educación con respecto
al ocio audiovisual.