La Iglesia y el desafío de las nuevas tecnologías de comunicación
Monseñor Claudio Maria Celli,
Presidente del Consejo Pontificio
para las Comunicaciones Sociales
Primer "Mutirão" MUTICOM,
3 al 7 de febrero de 2010
Pontificia Universidad Católica
e Rio Grande do Sul,
en Porto Alegre, Brasil.
Parte I - Contexto
Estoy muy contento de estar con ustedes aquí en Porto Alegre, en este
Mutirão para la Comunicación en América Latina y el Caribe, que ha requerido
tanto esfuerzo y mucha dedicación por parte de los organizadores, más aún
con el cambio de fechas que debieron afrontar y que significó una sobrecarga
de trabajo. Gracias de corazón por hacerlo, además, con amor y eficacia.
El objetivo del Congreso es muy importante y delicado: impulsar una
comunicación más justa, solidaria, pacífica. Una comunicación acorde, en
síntesis, con el Plan de Dios en el mundo, que hemos de implementar
siguiendo las líneas maestras de la misión continental trazadas por el
magisterio de los Obispos en la Conferencia de Aparecida.
Al contemplar nuestras sociedades desde un punto de vista socio-económico,
detectamos grandes y complejos contrastes. Hay muchas potencialidades,
avances tecnológicos y organizativos. Pero ¿cómo ignorar la enorme distancia
entre ricos y pobres, incluso en nuestros países llamados cristianos? "En
las zonas más pobres, algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo
derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones
persistentes de miseria deshumanizadora. Se sigue produciendo el escándalo
de las disparidades hirientes." La comunicación es un factor importante que
puede contribuir a una mayor equidad o, por el contrario, perpetuar
estructuras de injusticia y violencia, producto de ideologías y prejuicios
que esclavizan al ser humano. La sociedad espera de los medios, grandes y
pequeños, una actitud y un compromiso responsables y debe ser exigente en
este sentido.
Preguntaba el Papa Benedicto XVI en Aparecida: "¿Cómo puede contribuir la
Iglesia a la solución de los urgentes problemas sociales y políticos, y
responder al gran desafío de la pobreza y la miseria?" Señalaba, a este
propósito, que tanto el capitalismo como el marxismo prometieron encontrar
el camino para la creación de estructuras justas y afirmaron que
funcionarían por sí mismas. Sus promesas han demostrado ser falsas. Donde
Dios está ausente -el Dios del rostro humano de Jesucristo- esos valores no
se muestran con toda su fuerza.
Por eso este encuentro puede ser ocasión también de realizar una
autoevaluación sobre nuestro servicio y testimonio como comunicadores
católicos hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia, despojándonos de
posibles preconceptos que sólo nos limitarían. Profundicemos en el hecho
mismo de la comunicación, y no solamente a lo referido a los medios.
Hoy asistimos a un sistema comunicativo fluido, complejo y poliédrico. Los
blogs y las redes sociales son espacios de encuentro y difusión muy
importantes. Son cada vez más los usuarios/productores de información, lo
cual ha hecho crecer la participación popular en la dinámica comunicativa,
pues incluso los medios de masas se hacen eco de los pequeños medios
personales, como sucedió recientemente en Haití. Por eso urge la inclusión
de los que han quedado fuera en este diálogo social, para que puedan
expresarse libremente y también con responsabilidad como corresponde a todo
usuario/productor.
El mundo informativo de hoy es transversal, multimediático, inmediato,
prácticamente incontrolable, en cierto modo efímero, y crea una nueva
cultura que incide en la mentalidad contemporánea. Los nuevos medios también
se están asumiendo en los contextos de la comunicación para el desarrollo,
que integra la comunicación estratégica y organizativa como factor real que
contribuye al progreso de las comunidades, pues ellas mismas se vuelven
protagonistas de su propia transformación. Hay que impulsar estos procesos,
en los que se inscriben también muchas radios comunitarias y locales, "para
fortalecer las nuevas formas de participación en la política nacional e
internacional que tienen lugar a través de las organizaciones de la sociedad
civil". Obviamente, "no basta progresar sólo desde el punto de vista
económico y tecnológico. El desarrollo necesita ser auténtico e integral", y
"Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre," , como nos
recuerda el Papa en su última encíclica Caritas in veritate.
El Documento de Aparecida describe la situación de manera muy aguda: "la
eficacia de los procedimientos alcanzada mediante la información, no logra
satisfacer el anhelo de dignidad inscrito en lo más profundo de la vocación
humana. (...) La persona humana es, en su misma esencia, aquel lugar de la
naturaleza donde converge la variedad de los significados en una única
vocación de sentido" (n. 42). El mero hecho de que los medios de
comunicación social multipliquen las posibilidades de interconexión y de
circulación de ideas no garantiza la libertad ni globaliza el desarrollo y
la democracia para todos. "Para alcanzar estos objetivos se necesita que los
medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las
personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y
se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y
sobrenatural." Los comunicadores hemos de orientarnos al desarrollo integral
de la persona y de la comunidad. ¡No perdamos de vista este objetivo!
Parte II - La Iglesia como cuerpo vivo en la sociedad-red
El esfuerzo para crear vínculos de comunicación y fraternidad no puede
dirigirse sólo hacia fuera de la Iglesia. Hemos de hacer examen de
conciencia y ver si en nuestras comunidades vivimos los valores
comunicativos que deseamos impulsar en el mundo. Estamos llamados a ser sal
y luz, a promover una cultura de "respeto, de diálogo, de amistad", que
impulse mayor justicia, paz y solidaridad con la comunicación digital -como
lo pidió el Papa en su 43ª mensaje para Jornada Mundial de las
Comunicaciones-. La comunidad cristiana misma como Pueblo de Dios, en su
integridad, tiene que ser ese espacio donde los valores del Reino se vivan
con coherencia, de manera efectiva. Al menos hemos de mantener una constante
tensión hacia esa coherencia vital.
Nos hallamos en la llamada "sociedad-red", ya que la tecnología digital de
comunicación se estructura en forma de redes. Ello ha lanzado con mayor
fuerza el concepto de "redes sociales" y la consideración de los grupos
humanos como redes de nodos interconectados que se comunican entre sí. Pero
a nosotros esta imagen de la red nos evoca otra mucho más profunda y vital:
la Iglesia como cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo. San Pablo en su segunda
carta a los Corintios, recuerda: "Del mismo modo que el cuerpo es uno,
aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante
su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque
en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un
cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo
Espíritu". (2Cor 12, 4-21). Somos, pues, mucho más que una red. Somos un
cuerpo vivo, animado por el Espíritu Santo, y ninguno de los miembros de la
Iglesia debe estar excluido y olvidado. La comunicación es para la promoción
de la comunión. Y hemos de expresarla y promoverla desde dentro de las
comunidades mismas. La comunicación interna de nuestras comunidades es un
aspecto que no podemos descuidar. Por eso el Santo Padre anima a los
sacerdotes, en su Mensaje para la Jornada de las Comunicaciones de este año,
a ser eficaces comunicadores y portadores de Cristo en la cultura digital.
La primera tarea que tenemos como discípulos del Señor, es lograr que el
cuerpo esté bien comunicado; que no haya nodos sin conexión, pues cada uno
tiene mucho que aportar y que recibir. Por eso es para nosotros una
prioridad la de reducir la brecha digital incluso dentro mismo de la
Iglesia, para poder hacerlo también fuera. Son innumerables las buenas
prácticas que han abierto camino. Este Mutirão reúne a muchas instituciones
que favorecen la inclusión digital y el trabajo en red, por las cuales damos
gracias a Dios y tratamos de apoyarlas. El CELAM y nosotros hemos impulsado
la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL) y sus
instituciones de servicios continentales. La RIIAL tiene como prioridad
"llegar hasta los últimos", allá donde haya comunidades aisladas y
empobrecidas. Y no sólo dotar de tecnología, sino generar una auténtica
cultura digital solidaria, orientada a la comunión. Otro proyecto creado por
nuestro Pontificio Consejo con el CELAM, Signis, CAMECO y otras
instituciones, y que deseo presentar en público por primera vez, es el
portal Intermirifica.net, destinado a favorecer los vínculos de conocimiento
mutuo entre las iniciativas católicas de comunicación. Es el primer
directorio eclesial global on-line de iniciativas católicas de radio,
televisión y producción audiovisual (www.intermirifa.net). En síntesis,
vemos con especial interés los proyectos que expresan e impulsan la comunión
en el interior de la Iglesia.
La comunicación en América Latina cuenta con una potencialidad enorme que
otros continentes no tienen. Pensemos por ejemplo en unos datos ilustrativos
que emergen del directorio Intermirifica.net: sólo en Brasil hay más de 180
radios católicas; mientras que en todo el continente africano existen algo
menos de 200. ¿Verdad que nos interpelan estos datos?
Al mismo tiempo, no estamos destinados a agotar nuestra acción en la
comunión interna. Como decía al principio, la Iglesia nace para comunicar a
Jesucristo a toda criatura. Y a esa misión es a la que los Obispos en
Aparecida han convocado al pueblo de Dios.
Parte III- La diaconía de la cultura y el "patio de los gentiles"
Para ser misioneros hemos de ser discípulos. Por eso, paradójicamente en la
cultura de la comunicación, nuestra primera tarea es callar y escuchar.
Contemplar en profundidad, primero que nada el Misterio divino, dedicando
tiempo y espacio a estar con el Señor que es la Palabra de vida, a solas y
en comunidad, para llenarnos de su amor y de su misericordia. La oración no
es una huída del mundo. Muy por el contrario, el amor de Cristo es puro
dinamismo, una fuerza que busca incansablemente al ser humano para que sea
libre, y en el amor encuentre su plenitud y felicidad. Por eso la oración
auténtica desemboca siempre en el servicio diligente. Sólo desde el silencio
podemos sentir hondamente el palpitar del mundo, escuchar los gozos y las
esperanzas, las fatigas y dolores de nuestros hermanos para comprenderlos y
servirlos.
Los primeros cristianos, en una sociedad con algunas similitudes con la
nuestra, no consideraron su anuncio misionero como una propaganda que debía
servir para aumentar el propio grupo, sino como una necesidad intrínseca que
derivaba de la naturaleza de su fe. El Dios en el que creían era el Dios de
todos, el Dios uno y verdadero que se había mostrado en la historia de
Israel y finalmente en su Hijo, dando así la respuesta que tenía en cuenta a
todos y que, en su intimidad, todos los hombres esperan, era lo que todos
buscaban. "Anunciaban a Aquél que las personas ignoran y sin embargo,
conocen: el Ignoto-Conocido; Aquel que buscan, al que, en lo profundo,
conocen y que, sin embargo, es el Ignoto y el Incognoscible.".
Y hemos de escuchar también a nuestros contemporáneos. La mayoría de las
personas buscan puntos de apoyo en medio de lo fugaz, anhelan verdades
perennes, no pocas veces aplicando sólo las fuerzas de su razón. Este camino
no es equivocado si se recorre con sinceridad y humildad, pues conduce hasta
la frontera del Misterio. Encontrar a Dios y dejarse encontrar por Él, es la
vocación de toda persona; la Iglesia existe para facilitar ese encuentro.
"También en el mundo digital se debe poner de manifiesto que la solicitud
amorosa de Dios en Cristo por nosotros no es algo del pasado, ni el
resultado de teorías eruditas, sino una realidad muy concreta y actual. La
pastoral en el mundo digital debe mostrar a las personas de nuestro tiempo y
a la humanidad desorientada de hoy que Dios está cerca; que en Cristo todos
nos pertenecemos mutuamente. Ésta es una de las formas en que la Iglesia
está llamada a ejercer una "diaconía de la cultura" en el "continente
digital"."
Nuestra misión de comunicadores, "para que nuestros pueblos en Él tengan
vida, es manifestar que en Jesús se encuentra el sentido, la fecundidad y la
dignidad de la vida humana". Claro que los medios eclesiales de comunicación
en el contexto latinoamericano deben promover la justicia social y la
solidaridad, pero ello no es en sí mismo suficiente. Con el Evangelio en las
manos y en el corazón, hemos de continuar preparando los caminos que
conducen a la Palabra de Dios, sin descuidar una atención particular a quien
está en actitud de búsqueda. Más aún, procurando mantener viva esa búsqueda
como primer paso de la evangelización. ¡Qué desafío... pero qué gran valor y
dignidad se confiere al ser humano en su lucha por un mundo mejor y más
justo!
Así, hemos de que crear nuevos espacios de encuentro y de diálogo. El Santo
Padre ha usado una expresión muy bella que nos ilustra la evangelización a
las personas que están alejadas de la comunidad. "Así como el profeta Isaías
llegó a imaginar una casa de oración para todos los pueblos, quizá sea
posible imaginar que podamos abrir en la red un espacio - como el "patio de
los gentiles" del Templo de Jerusalén - también a aquéllos para quienes Dios
sigue siendo un desconocido.".
Este "patio de los gentiles" es un lugar acogedor donde escuchar y
expresarse. La comunicación es ante todo un acto de amor, y un acto de
servicio. Nuestra escucha debe desembocar en servicio a las personas según
su propia cultura, a través de la comunicación. Si somos discípulos y
misioneros, hemos de realizar esa diakonía de la cultura, por amor a
nuestros contemporáneos. Cristo, que lava los pies a sus discípulos, es el
icono de una comunicación que sirve.
¿Cómo? No sólo efectuando proyectos, sino con un estilo de realizarlos: con
respeto, abiertos al diálogo y a la amistad. Un estilo que es en sí mismo ya
anuncio y mensaje por su finura, su atención a los débiles, su capacidad de
atravesar las barreras ideológicas y los prejuicios de cualquier signo y
servir a la persona concreta. El icono de este estilo es el Diácono Felipe,
que se acerca al carro del eunuco de la Reina Candace, camina con él,
escuchando y compartiendo su búsqueda, y sube a su carro para comunicarle la
Buena Nueva de manera personalizada, según su comprender y su cultura (Hch
8, 26-39).
Realicemos nuestra comunicación con amor, con respeto, con apasionada
esperanza en la acción del Espíritu Santo que toca los corazones.
Respondiendo a la misión convocada por los Obispos de América Latina desde
Aparecida, los comunicadores, ellos y ellas, han de ser activos operadores
de paz y tejedores de redes a través de los medios, sean éstos pequeños,
personales o de masas. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia." (Mt 5, 6-7).