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La versión Biblia de Jerusalén 

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Capítulo 1
1:1
¡COMO está sentada sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, señora de provincias es hecha tributaria.
1:2
Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas en sus mejillas; No tiene quien la consuele de todos sus amadores: Todos sus amigos le faltaron, volviéronsele enemigos.
1:3
Fuése Judá, a causa de la aflicción y de la grandeza de servidumbre; Ella moró entre las gentes, y no halló descanso: Todos sus perseguidores la alcanzaron entre estrechuras.
1:4
Las calzadas de Sión tienen luto, porque no hay quien venga á las solemnidades; Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, Sus vírgenes afligidas, y ella tiene amargura.
1:5
Sus enemigos han sido hechos cabeza, sus aborrecedores fueron prosperados; Porque el Altísimo la afligió por la multitud de sus rebeliones: Sus niños fueron en cautividad delante del enemigo.
1:6
Fuése de la hija de Sión toda su hermosura: Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto, Y anduvieron sin fortaleza delante del perseguidor.
1:7
Jerusalem, cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien le ayudase, Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones, Y de todas sus cosas deseables que tuvo desde los tiempos antiguos: Miráronla los enemigos, y escarnecieron de sus sábados.
1:8
Pecado cometió Jerusalem; por lo cual ella ha sido removida: Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su vergüenza; Y ella suspira, y se vuelve atrás.
1:9
Sus inmundicias en sus faldas; no se acordó de su postrimería: Por tanto ella ha descendido maravillosamente, no tiene consolador. Mira, oh el Altísimo, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.
1:10
Extendió su mano el enemigo á todas sus cosas preciosas; Y ella ha visto entrar en su santuario las gentes, De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación.
1:11
Todo su pueblo buscó su pan suspirando; Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh el Altísimo, y ve que estoy abatida.
1:12
¿No os conmueve á cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque el Altísimo me ha angustiado en el día de la ira de su furor.
1:13
Desde lo alto envió fuego en mis huesos, el cual se enseñoreó: Ha extendido red a mis pies, tornóme atrás, Púsome asolada, y que siempre tenga dolor.
1:14
El yugo de mis rebeliones está ligado por su mano, Enlazadas han subido sobre mi cerviz: ha hecho caer mis fuerzas: Hame entregado el Señor en sus manos, contra quienes no podré levantarme.
1:15
El Señor ha hollado todos mis fuertes en medio de mí; Llamó contra mí compañía para quebrantar mis mancebos: Como lagar ha pisado el Señor á la virgen hija de Judá.
1:16
Por esta causa yo lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas; Porque se alejó de mí consolador que dé reposo á mi alma: Mis hijos son destruídos, porque el enemigo prevaleció.
1:17
Sión extendió sus manos, no tiene quien la consuele; el Altísimo dió mandamiento contra Jacob, que sus enemigos lo cercasen: Jerusalem fué en abominación entre ellos.
1:18
el Altísimo es justo; que yo contra su boca me rebelé. Oid ahora, pueblos todos, y ved mi dolor: Mis vírgenes y mis mancebos fueron en cautiverio.
1:19
Dí voces á mis amadores, mas ellos me han engañado; Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron, Buscando comida para sí con que entretener su vida.
1:20
Mira, oh el Altísimo, que estoy atribulada: mis entrañas rugen, Mi corazón está trastornado en medio de mí; porque me rebelé desaforadamente: De fuera deshijó el cuchillo, de dentro parece una muerte.
1:21
Oyeron que gemía, y no hay consolador para mí: Todos mis enemigos han oído mi mal, se han holgado de que tú lo hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo.
1:22
Entre delante de ti toda su maldad, Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones: Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está doloroso.

Lam 1:1 Alef. ¡Cómo, ay, yace solitaria la Ciudad populosa! Como una viuda se ha quedado la grande entre las naciones. La Princesa entre las provincias sujeta está a tributo.
Lam 1:2 Bet. Llora que llora por la noche, y las lágrimas surcan sus mejillas. Ni uno hay que la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, ¡se le han trocado en enemigos!
Lam 1:3 Guímel. Judá está desterrada, en postración y en extrema servidumbre. Sentada entre las naciones, no encuentra sosiego. La alcanzan todos sus perseguidores entre las angosturas.
Lam 1:4 Dálet. Las calzadas de Sión están de luto, que nadie viene a las solemnidades. Todas sus puertas desoladas, sus sacerdotes gimiendo, afligidas sus vírgenes, ¡y ella misma en amargura!
Lam 1:5 He. Sus adversarios están a la cabeza, sus enemigos bien felices, porque Yahveh la ha afligido por sus muchos delitos. Sus niños han partido al cautiverio delante del adversario.
Lam 1:6 Vau. De la hija de Sión se ha ido todo su esplendor. Sus príncipes son como ciervos que no encuentran pasto, caminando van sin fuerzas delante del hostigador.
Lam 1:7 Zain. Jerusalén recuerda sus días de miseria y vida errante, cuando a manos del adversario sucumbía su pueblo, sin que nadie viniera en su ayuda. Los adversarios la miraban, riéndose de su ruina.
Lam 1:8 Jet. Mucho ha pecado Jerusalén, por eso se ha hecho cosa impura. Todos los que la honraban la desprecian, porque han visto su desnudez; y ella misma gime y se vuelve de espaldas.
Lam 1:9 Tet. Su inmundicia se pega a su ropa; no pensó ella en su fin, ¡y ha caído asombrosamente! No hay quien la consuele. «¡Mira, Yahveh, mi miseria, que el enemigo se agiganta!»
Lam 1:10 Yod. El adversario ha echado mano a todos sus tesoros; ha visto ella a las gentes entrar en su santuario, aquellos de quienes tú ordenaste: «¡No entrarán en tu asamblea!»
Lam 1:11 Kaf. Su pueblo entero gime buscando pan; dan sus tesoros a cambio de alimento, por recobrar la vida. «Mira, Yahveh, y contempla qué envilecida estoy.»
Lam 1:12 Lámed. Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta, con el que Yahveh me ha herido el día de su ardiente cólera.
Lam 1:13 Mem. Ha lanzado fuego de lo alto, lo ha metido en mis huesos. Ante mis pies ha tendido una red, me ha tirado hacia atrás; me ha dejado desolada, todo el día dolorida.
Lam 1:14 Nun. Ligado ha sido el yugo de mis delitos, entrelazados por su mano. Sobre mi cuello su yugo doblega mi vigor. El Señor me ha dejado a merced de ellos, ¡ya no puedo tenerme!
Lam 1:15 Sámek. Ha desechado a todos mis valientes de en medio de mí el Señor. Ha convocado un concejo contra mí para acabar con mis jóvenes. El Señor ha pisado en lagar a la virgen, hija de Judá.
Lam 1:16 Ain. Por esto lloro yo; mi ojo, mi ojo se va en agua, porque está lejos de mí el consolador que reanime mi alma. Mis hijos están desolados, porque ha ganado el enemigo.
Lam 1:17 Pe. Tiende Sión sus manos: ¡no hay quien la consuele! Ha mandado Yahveh contra Jacob sus adversarios por doquier; Jerusalén se ha hecho cosa impura en medio de ellos.
Lam 1:18 Sade. Justo, justo es Yahveh, porque yo he sido indócil a sus órdenes. Escuchad, pues, pueblos todos, y mirad mi dolor. Mis doncellas y mis jóvenes han ido al cautiverio.
Lam 1:19 Qof. He llamado a mis amantes: me han traicionado ellos. Mis sacerdotes y mis ancianos han expirado en la ciudad, mientras se buscaban alimento por recobrar la vida.
Lam 1:20 Res. ¡Mira, Yahveh, que estoy en angustias! ¡Me hierven las entrañas, el corazón se me retuerce dentro, pues he sido muy rebelde! Afuera, la espada priva de hijos, en casa es como la muerte.
Lam 1:21 Sin. ¡Oye cómo gimo: no hay quien me consuele! Todos mis enemigos, enterados de mi mal, se alegran de lo que tú has hecho. ¡Haz que llegue el Día que tienes anunciado, para que sean como yo!
Lam 1:22 Tau. ¡Llegue ante ti toda su maldad, y trátalos como a mí me trataste por todos mis delitos! Pues son muchos mis gemidos, y languidece mi corazón.


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Capítulo 2

2:1
¡CÓMO oscureció el Señor en su furor a la hija de Sión! Derribó del cielo á la tierra la hermosura de Israel, Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su ira.
2:2
Destruyó el Señor, y no perdonó; Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob: Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá, Deslustró el reino y sus príncipes.
2:3
Cortó con el furor de su ira todo el cuerno de Israel; Hizo volver atrás su diestra delante del enemigo; Y encendióse en Jacob como llama de fuego que ha devorado en contorno.
2:4
Entesó su arco como enemigo, afirmó su mano derecha como adversario, Y mató toda cosa hermosa á la vista: En la tienda de la hija de Sión derramó como fuego su enojo.
2:5
Fué el Señor como enemigo, destruyó a Israel; Destruyó todos sus palacios, disipó sus fortalezas: Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y lamento.
2:6
Y quitó su tienda como de un huerto, Destruyó el lugar de su congregación: el Altísimo ha hecho olvidar en Sión solemnidades y sábados, Y ha desechado en el furor de su ira rey y sacerdote.
2:7
Desechó el Señor su altar, menospreció su santuario, Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios: Dieron grita en la casa de el Altísimo como en día de fiesta.
2:8
el Altísimo determinó destruir el muro de la hija de Sión; Extendió el cordel, no retrajo su mano de destruir: Hizo pues, se lamentara el antemuro y el muro; fueron destruídos juntamente.
2:9
Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos: Su rey y sus príncipes están entre las gentes donde no hay ley; Sus profetas tampoco hallaron visión de el Altísimo.
2:10
Sentáronse en tierra, callaron los ancianos de la hija de Sión; Echaron polvo sobre sus cabezas, ciñéronse de saco; Las vírgenes de Jerusalem bajaron sus cabezas a tierra.
2:11
Mis ojos desfallecieron de lágrimas, rugieron mis entrañas, Mi hígado se derramó por tierra por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo, Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad.
2:12
Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino? Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, Derramando sus almas en el regazo de sus madres.
2:13
¿Qué testigo te traeré, ó á quién te haré semejante, hija de Jerusalem? ¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sión? Porque grande es tu quebrantamiento como la mar: ¿quién te medicinará?
2:14
Tus profetas vieron para ti vanidad y locura; Y no descubrieron tu pecado para estorbar tu cautiverio, Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos.
2:15
Todos los que pasaban por el camino, batieron las manos sobre ti; Silbaron, y movieron sus cabezas sobre la hija de Jerusalem, diciendo: ¿Es ésta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?
2:16
Todos tus enemigos abrieron sobre ti su boca, Silbaron, y rechinaron los dientes; dijeron: Devoremos: Cierto éste es el día que esperábamos; lo hemos hallado, vímoslo.
2:17
el Altísimo ha hecho lo que tenía determinado, Ha cumplido su palabra que él había mandado desde tiempo antiguo: Destruyó, y no perdonó; Y alegró sobre ti al enemigo, Y enalteció el cuerno de tus adversarios.
2:18
El corazón de ellos clamaba al Señor: Oh muro de la hija de Sión, echa lágrimas como un arroyo día y noche; No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.
2:19
Levántate, da voces en la noche, en el principio de las velas; Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; Alza tus manos á él por la vida de tus pequeñitos, Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.
2:20
Mira, oh el Altísimo, y considera á quién has hecho así. ¿Han de comer las mujeres su fruto, los pequeñitos de sus crías? ¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta?
2:21
Niños y viejos yacían por tierra en las calles; Mis vírgenes y mis mancebos cayeron a cuchillo: Mataste en el día de tu furor, degollaste, no perdonaste.
2:22
Has llamado, como a día de solemnidad, mis temores de todas partes; Y en el día del furor de el Altísimo no hubo quien escapase ni quedase vivo: Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó

Lam 2:1 Alef. ¡Cómo, ay, ha anublado, en su cólera, el Señor a la hija de Sión! ¡Del cielo a la tierra ha precipitado el esplendor de Israel, sin acordarse del estrado de sus pies, en el día de su cólera!
Lam 2:2 Bet. El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; ha derruido, en su furor, las fortalezas de la hija de Judá; por tierra ha echado, ha profanado al reino y a sus príncipes.
Lam 2:3 Guímel. En el ardor de su cólera ha quebrado todo el vigor de Israel; ha echado atrás su diestra de frente al enemigo; ha prendido en Jacob como fuego llameante que devora a la redonda.
Lam 2:4 Dálet. Ha tensado su arco, igual que un enemigo, ha afirmado su diestra; como un adversario ha matado a todos los que eran encanto de los ojos; en la tienda de la hija de Sión ha vertido su furor como fuego.
Lam 2:5 He. Se ha portado el Señor como enemigo; ha destruido a Israel, ha destruido todos sus palacios, ha derruido sus fortalezas, ha acumulado en la hija de Judá gemidos y gemidos.
Lam 2:6 Vau. Ha forzado, como a un huerto, su cerca, ha derruido su lugar de reunión. Ha hecho olvidar Yahveh en Sión solemnidades y sábados; ha desechado en el ardor de su cólera a rey y sacerdote.
Lam 2:7 Zain. El Señor ha rechazado su altar, su santuario ha desdeñado; ha dejado a merced del enemigo los muros de sus palacios; ¡gritos se dieron en la Casa de Yahveh, como en día solemne!
Lam 2:8 Jet. Yahveh decidió destruir la muralla de la hija de Sión. Tiró el cordel, y no retrajo su mano de arrasar; ha envuelto en luto antemural y muro, que a la vez se desmoronan.
Lam 2:9 Tet. Sus puertas en tierra se han hundido, él ha deshecho y roto sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre las gentes; ¡ya no hay Ley! Y tampoco sus profetas logran visiones de Yahveh.
Lam 2:10 Yod. En tierra están sentados, en silencio, los ancianos de la hija de Sión; se han echado polvo en su cabeza, se han ceñido de sayal. Inclinan su cabeza hasta la tierra las vírgenes de Jerusalén.
Lam 2:11 Kaf. Se agotan de lágrimas mis ojos, las entrañas me hierven, mi hígado por tierra se derrama, por el desastre de la hija de mi pueblo, mientras desfallecen niños y lactantes en las plazas de la ciudad.
Lam 2:12 Lámed. Dicen ellos a sus madres: «¿Dónde hay pan?», mientras caen desfallecidos, como víctimas, en las plazas de la ciudad, mientras exhalan el espíritu en el regazo de sus madres.
Lam 2:13 Mem. ¿A quién te compararé? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿Quién te podrá salvar y consolar, virgen, hija de Sión? Grande como el mar es tu quebranto: ¿quién te podrá curar?
Lam 2:14 Nun. Tus profetas vieron para ti visiones de falsedad e insipidez. No revelaron tu culpa, para cambiar tu suerte. Oráculos tuvieron para ti de falacia e ilusión.
Lam 2:15 Sámek. Sobre ti baten palmas todos los que pasan de camino; silban y menean la cabeza sobre la hija de Jerusalén. «¿Esa es la ciudad que llamaban la Hermosa, la alegría de toda la tierra?»
Lam 2:16 Pe. Abren su boca contra ti todos tus enemigos; silban y rechinan de dientes, dicen: «¡Nos la hemos tragado! ¡Ah, éste es el Día que esperábamos! 11. Ya lo alcanzamos, ya lo vemos!»
Lam 2:17 Ain. Yahveh ha hecho lo que había resuelto, ha cumplido su palabra que había empeñado desde antiguo; ha destruido sin piedad; ha hecho alegrarse sobre ti al enemigo, ha exaltado la frente de tus adversarios.
Lam 2:18 Sade. ¡Clama, pues, al Señor, muralla de la hija de Sión; deja correr a torrentes tus lágrimas, durante día y noche; no te concedas tregua, no cese la niña de tu ojo!
Lam 2:19 Qof. ¡En pie, lanza un grito en la noche, cuando comienza la ronda; como agua tu corazón derrama ante el rostro del Señor, alza tus manos hacia él por la vida de tus pequeñuelos (que de hambre desfallecen por las esquinas de todas las calles)!
Lam 2:20 Res. Mira, Yahveh, y considera: ¿a quién has tratado de esta suerte? ¿Tenían las mujeres que comer sus frutos, a sus niños de pecho? ¿Tenían que ser asesinados en el santuario del Señor sacerdote y profeta?
Lam 2:21 Sin. Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo; ¡has matado en el día de tu cólera, has inmolado sin piedad!
Lam 2:22 Tau. Como en día solemne congregaste por todo el ámbito terrores; no hubo en el día de la ira de Yahveh fugitivo ni evadido. Los que yo había criado y mantenido mi enemigo los exterminó.

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Capítulo 3

3:1
YO soy el hombre que ha visto aflicción en la vara de su enojo.
3:2
Guióme y llevóme en tinieblas, mas no en luz.
3:3
Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día.
3:4
Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos.
3:5
Edificó contra mí, y cercóme de tósigo y de trabajo.
3:6
Asentóme en oscuridades, como los ya muertos de mucho tiempo.
3:7
Cercóme por todos lados, y no puedo salir; agravó mis grillos.
3:8
Aun cuando clamé y dí voces, cerro los oídos a mi oración.
3:9
Cercó mis caminos con piedra tajada, torció mis senderos.
3:10
Como oso que acecha fué para mí, como león en escondrijos.
3:11
Torció mis caminos, y depedazóme; tornóme asolado.
3:12
Su arco entesó, y púsome como blanco a la saeta.
3:13
Hizo entrar en mis riñones las saetas de su aljaba.
3:14
Fuí escarnio á todo mi pueblo, canción de ellos todos los días.
3:15
Hartóme de amarguras, embriag��me de ajenjos.
3:16
Quebróme los dientes con cascajo, cubrióme de ceniza.
3:17
Y mi alma se alejó de la paz, olvidéme del bien.
3:18
Y dije: Pereció mi fortaleza, y mi esperanza de el Altísimo.
3:19
Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel.
3:20
Tendrálo aún en memoria mi alma, porque en mí está humillada.
3:21
Esto reduciré á mi corazón, por lo cual esperaré.
3:22
Es por la misericordia de el Altísimo que no somos consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
3:23
Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
3:24
Mi parte es el Altísimo, dijo mi alma; por tanto en él esperaré.
3:25
Bueno es el Altísimo á los que en él esperan, al alma que le buscare.
3:26
Bueno es esperar callando en la salud de el Altísimo.
3:27
Bueno es al hombre, si llevare el yugo desde su mocedad.
3:28
Sentaráse solo, y callará, porque lo llevó sobre sí.
3:29
Pondrá su boca en el polvo, por si quizá hay esperanza.
3:30
Dará la mejilla al que le hiriere; hartaráse de afrenta.
3:31
Porque el Señor no desechará para siempre:
3:32
Antes si afligiere, también se compadecerá según la multitud de sus misericordias.
3:33
Porque no aflige ni congoja de su corazón á los hijos de los hombres.
3:34
Desmenuzar bajo de sus pies todos los encarcelados de la tierra,
3:35
Hacer apartar el derecho del hombre ante la presencia del Altísimo,
3:36
Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo sabe.
3:37
¿Quién será aquel que diga, que vino algo que el Señor no mandó?
3:38
¿De la boca del Altísimo no saldrá malo y bueno?
3:39
¿Por qué murmura el hombre viviente, el hombre en su pecado?
3:40
Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a el Altísimo.
3:41
Levantemos nuestros corazones con las manos a Dios en los cielos.
3:42
Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste.
3:43
Desplegaste la ira, y nos perseguiste; mataste, no perdonaste.
3:44
Te cubriste de nube, porque no pasase la oración nuestra.
3:45
Raedura y abominación nos tornaste en medio de los pueblos.
3:46
Todos nuestros enemigos abrieron sobre nosotros su boca.
3:47
Temor y lazo fué para nosotros, asolamiento y quebrantamiento.
3:48
Ríos de aguas echan mis ojos, por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
3:49
Mis ojos destilan, y no cesan, porque no hay alivio,
3:50
Hasta que el Altísimo mire y vea desde los cielos.
3:51
Mis ojos contristaron mi alma, por todas las hijas de mi ciudad.
3:52
Mis enemigos me dieron caza como á ave, sin por qué.
3:53
Ataron mi vida en mazmorra, pusieron piedra sobre mí.
3:54
Aguas de avenida vinieron sobre mi cabeza; yo dije: Muerto soy.
3:55
Invoqué tu nombre, oh el Altísimo, desde la cárcel profunda.
3:56
Oiste mi voz; no escondas tu oído á mi clamor, para mi respiro
3:57
Acercástete el día que te invoqué: dijiste: No temas.
3:58
Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida.
3:59
Tú has visto, oh el Altísimo, mi agravio; defiende mi causa.
3:60
Tú has visto toda su venganza; todos sus pensamientos contra mí.
3:61
Tú has oído el oprobio de ellos, oh el Altísimo, todas sus maquinaciones contra mí;
3:62
Los dichos de los que contra mí se levantaron, y su designio contra mí todo el día.
3:63
Su sentarse, y su levantarse mira: yo soy su canción.
3:64
Dales el pago, oh el Altísimo, según la obra de sus manos.
3:65
Dales ansia de corazón, tu maldición á ellos.
3:66
Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh el Altísimo.
Lam 3:1 Alef. Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor.
Lam 3:2 El me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz.
Lam 3:3 Contra mí solo vuelve él y revuelve su mano todo el día.
Lam 3:4 Bet. Mi carne y mi piel ha consumido, ha quebrado mis huesos.
Lam 3:5 Ha levantado contra mí en asedio amargor y tortura.
Lam 3:6 Me ha hecho morar en las tinieblas, como los muertos para siempre.
Lam 3:7 Guímel. Me ha emparedado y no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas.
Lam 3:8 Aun cuando grito y pido auxilio, él sofoca mi súplica.
Lam 3:9 Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos.
Lam 3:10 Dálet. Oso en acecho ha sido para mí, león en escondite.
Lam 3:11 Intrincando mis caminos, me ha desgarrado, me ha dejado hecho un horror.
Lam 3:12 Ha tensado su arco y me ha fijado como blanco de sus flechas.
Lam 3:13 He. Ha clavado en mis lomos los hijos de su aljaba.
Lam 3:14 De todo mi pueblo me he hecho la irrisión, su copla todo el día.
Lam 3:15 El me ha colmado de amargura, me ha abrevado con ajenjo.
Lam 3:16 Vau. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza.
Lam 3:17 Mi alma está alejada de la paz, he olvidado la dicha.
Lam 3:18 Digo: ¡Ha fenecido mi vigor, y la esperanza que me venía de Yahveh!
Lam 3:19 Zain. Recuerda mi miseria y vida errante: ¡es ajenjo y amargor!
Lam 3:20 Lo recuerda, lo recuerda, y se hunde mi alma en mí.
Lam 3:21 Esto revolveré en mi corazón, por ello esperaré:
Lam 3:22 Jet. Que el amor de Yahveh no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura;
Lam 3:23 cada mañana se renuevan: ¡grande es tu lealtad!
Lam 3:24 «¡Mi porción es Yahveh, dice mi alma, por eso en él espero!»
Lam 3:25 Tet. Bueno es Yahveh para el que en él espera, para el alma que le busca.
Lam 3:26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahveh.
Lam 3:27 Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud.
Lam 3:28 Yod. Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone;
Lam 3:29 que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza;
Lam 3:30 que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios.
Lam 3:31 Kaf. Porque no desecha para siempre a los humanos el Señor:
Lam 3:32 si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor;
Lam 3:33 pues no de corazón humilla él ni aflige a los hijos de hombre.
Lam 3:34 Lámed. Cuando se aplasta bajo el pie a todos los cautivos de un país,
Lam 3:35 cuando se tuerce el derecho de un hombre ante la faz del Altísimo,
Lam 3:36 cuando se causa entuerto a un hombre en su proceso, ¿el Señor no lo ve?
Lam 3:37 Mem. ¿Quién habló y ello fue? ¿No es el Señor el que decide?
Lam 3:38 ¿No salen de la boca del Altísimo los males y los bienes?
Lam 3:39 ¿De qué, pues, se queja el hombre? ¡Que sea hombre contra sus pecados!
Lam 3:40 Nun. Examinemos nuestros caminos, escudriñémoslos, y convirtámonos a Yahveh.
Lam 3:41 Alcemos nuestro corazón y nuestras manos al Dios que está en los cielos.
Lam 3:42 Nosotros hemos sido rebeldes y traidores: ¡Tú no has perdonado!
Lam 3:43 Sámek. Te has envuelto en cólera y nos has perseguido, has matado sin piedad;
Lam 3:44 te has arropado en una nube para que no pasara la oración;
Lam 3:45 basura y abyección nos has hecho en medio de los pueblos.
Lam 3:46 Pe. Abren su boca contra nosotros todos nuestros enemigos.
Lam 3:47 Terror y fosa es nuestra suerte, desolación y ruina.
Lam 3:48 Arroyos de lágrimas derraman mis ojos por la ruina de la hija de mi pueblo.
Lam 3:49 Ain. Mis ojos fluyen y no cesan; ya no hay alivio
Lam 3:50 hasta que mire y vea Yahveh desde los cielos.
Lam 3:51 Me hacen daño mis ojos por todas las hijas de mi ciudad.
Lam 3:52 Sade. Cazar me cazaron como a un pájaro, mis enemigos sin motivo.
Lam 3:53 Sofocaron mi vida en una fosa y echaron piedras sobre mí.
Lam 3:54 Sumergieron las aguas mi cabeza, dije: «¡Estoy perdido!»
Lam 3:55 Qof. Invoqué tu Nombre, Yahveh, desde la hondura de la fosa.
Lam 3:56 Tú oíste mi grito: «¡No cierres tu oído a mi oración que pide ayuda!»
Lam 3:57 Te acercaste el día en que te invocaba, dijiste: «¡No temas!»
Lam 3:58 Res. Tú has defendido, Señor, la causa de mi alma, mi vida has rescatado.
Lam 3:59 Has visto, Yahveh, el entuerto que me hacían: ¡lleva tú mi juicio!
Lam 3:60 Has visto toda su venganza, todos sus planes contra mí.
Lam 3:61 Sin. Has oído sus insultos, Yahveh, todos sus planes contra mí,
Lam 3:62 los labios de mis agresores y sus tramas, contra mí todo el día.
Lam 3:63 Estén sentados o en pie, mira: yo soy la copla de ellos.
Lam 3:64 Tau. Retribúyeles, Yahveh, según la obra de sus manos.
Lam 3:65 Dales embotamiento de corazón, ¡tu maldición sobre ellos!
Lam 3:66 ¡Persíguelos con saña, extírpalos de debajo de tus cielos!


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Capítulo 4

4:1
¡CÓMO se ha oscurecido el oro! ¡Cómo el buen oro se ha demudado! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.
4:2
Los hijos de Sión, preciados y estimados más que el oro puro, ¡Cómo son tenidos por vasos de barro, obra de manos de alfarero!
4:3
Aun los monstruos marinos sacan la teta, dan de mamar a sus chiquitos: hija de mi pueblo es cruel, como los avestruces en el desierto.
4:4
La lengua del niño de teta, de sed se pegó á su paladar: Los chiquitos pidieron pan, y no hubo quien se lo partiese.
4:5
Los que comían delicadamente, asolados fueron en las calles; Los que se criaron en carmesí, abrazaron los estercoleros.
4:6
Y aumentóse la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma, Que fué trastornada en un momento, y no asentaron sobre ella compañías.
4:7
Sus Nazareos fueron blancos más que la nieve, más lustrosos que la leche. Su compostura más rubicunda que los rubíes, más bellos que el zafiro:
4:8
Oscura más que la negrura es la forma de ellos; no los conocen por las calles: Su piel está pegada á sus huesos, seca como un palo.
4:9
Más dichosos fueron los muertos á cuchillo que los muertos del hambre; Porque éstos murieron poco á poco por falta de los frutos de la tierra.
4:10
Las manos de las mujeres piadosas cocieron á sus hijos; Fuéronles comida en el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
4:11
Cumplió el Altísimo su enojo, derramó el ardor de su ira; Y encendió fuego en Sión, que consumió sus fundamentos.
4:12
Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo, Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalem.
4:13
Es por los pecados de sus profetas, por las maldades de sus sacerdotes, Que derramaron en medio de ella la sangre de los justos.
4:14
Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados en sangre, De modo que no pudiesen tocar á sus vestiduras.
4:15
Apartaos ¡inmundos!, les gritaban, Apartaos, apartaos, no toquéis. Cuando huyeron y fueron dispersos, dijeron entre las gentes: Nunca más morarán aquí
4:16
La ira de el Altísimo los apartó, no los mirará más: No respetaron la faz de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos.
4:17
Aun nos han desfallecido nuestros ojos tras nuestro vano socorro: En nuestra esperanza aguardamos gente que no puede salvar.
4:18
Cazaron nuestro pasos, que no anduviésemos por nuestras calles: Acercóse nuestro fin, cumpliéronse nuestros días; porque nuestro fin vino.
4:19
Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo: Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscada.
4:20
El resuello de nuestras narices, el ungido de el Altísimo, De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las gentes: fué preso en sus hoyos.
4:21
Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Hus: Aun hasta ti pasará el cáliz; embriagarte has, y vomitarás.
4:22
Cumplido es tu castigo, oh hija de Sión: Nunca más te hará trasportar. Visitará tu iniquidad, oh hija de Edom; Descubrirá tus pecados.
Lam 4:1 Alef. ¡Cómo, ay, se ha deslucido, el oro se ha alterado el oro mejor! Las piedras sagradas están, ay, esparcidas por las esquinas de todas las calles.
Lam 4:2 Bet. Los hijos de Sión, los excelentes, valiosos como el oro fino, ¡son, ay, considerados como vasos de arcilla, obra de manos de alfarero!
Lam 4:3 Guímel. Hasta los chacales desnudan la teta, dan de mamar a sus cachorros; la hija de mi pueblo se ha vuelto tan cruel como las avestruces del desierto.
Lam 4:4 Dálet. La lengua del niño de pecho se pega de sed al paladar; los pequeñuelos piden pan: no hay quien se lo reparta.
Lam 4:5 He. Los que comían manjares deliciosos desfallecen por las calles; los que se criaban entre púrpura abrazan los estercoleros.
Lam 4:6 Vau. La culpa de la hija de mi pueblo supera al pecado de Sodoma, que fue aniquilada en un instante sin que manos en ello se cansaran.
Lam 4:7 Zain. Más limpios que la nieve eran sus nazireos, más blancos que la leche; de cuerpo más rojo que corales, un zafiro su figura.
Lam 4:8 Jet. Más oscuro es su semblante que el hollín, ya no se les reconoce por las calles. Su piel está pegada a sus huesos, seca como madera.
Lam 4:9 Tet. Más dichosos fueron los muertos a cuchillo que los muertos de hambre, que extenuados sucumben, por falta de los frutos de los campos.
Lam 4:10 Yod. Las mismas manos de tiernas mujeres cocieron a sus hijos: triste alimento fueron para ellas, en la ruina de la hija de mi pueblo.
Lam 4:11 Kaf. Yahveh ha apurado su furor, ha derramado el ardor de su cólera; encendió fuego en Sión que ha devorado sus cimientos.
Lam 4:12 Lámed. Nunca creyeron los reyes de la tierra ni cuantos moran en el mundo, que el adversario y el enemigo entrarían por las puertas de Jerusalén.
Lam 4:13 Mem. ¡Fue por los pecados de sus profetas, por las culpas de sus sacerdotes, que en medio de ella derramaron sangre de justos!
Lam 4:14 Nun. Titubeaban por las calles como ciegos, manchados de sangre, sin que nadie pudiera tocar sus vestiduras.
Lam 4:15 Sámek. «¡Apartaos! ¡Un impuro!», les gritaban, ��¡Apartaos, apartaos! ¡No tocar!» Si huían errantes, se decía entre las naciones: «¡No seguirán de huéspedes aquí!»
Lam 4:16 Pe. El Rostro de Yahveh los dispersó, no volverá a mirarlos. No hubo respeto para los sacerdotes, ni piedad para los ancianos.
Lam 4:17 Ain. Y aún se consumían nuestros ojos, esperando un socorro: ¡ilusión! Desde nuestros oteros oteábamos a una nación incapaz de salvar.
Lam 4:18 Sade. Se acechaban nuestros pasos, para que no anduviéramos por nuestras plazas. Cerca estaba nuestro fin, cumplidos nuestros días, sí, llegaba nuestro fin.
Lam 4:19 Qof. Nuestros perseguidores eran raudos, más que las águilas del cielo; nos acosaban por los montes, en el desierto nos tendían emboscadas.
Lam 4:20 Res. Nuestro aliento vital, el ungido de Yahveh, quedó preso en sus fosas; aquel de quien decíamos: «¡A su sombra viviremos entre las naciones!»
Lam 4:21 Sin. ¡Regocíjate, exulta, hija de Edom, que habitas en el país de Us! ¡También a ti pasará la copa: te embriagarás y te desnudarás!
Lam 4:22 Tau. ¡Se ha borrado tu culpa, hija de Sión; no volverá él a desterrarte! ¡Pero ha de visitar tu culpa, hija de Edom, pondrá al desnudo tus pecados!


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Capítulo 5

5:1
ACUÉRDATE, oh el Altísimo, de lo que nos ha sucedido: Ve y mira nuestro oprobio.
5:2
Nuestra heredad se ha vuelto á extraños, Nuestras casas á forasteros.
5:3
Huérfanos somos sin padre, Nuestras madres como viudas.
5:4
Nuestra agua bebemos por dinero; Nuestra leña por precio compramos.
5:5
Persecución padecemos sobre nuestra cerviz: Nos cansamos, y no hay para nosotros reposo.
5:6
Al Egipcio y al Asirio dimos la mano, para saciarnos de pan.
5:7
Nuestros padres pecaron, y son muertos; Y nosotros llevamos sus castigos.
5:8
Siervos se enseñorearon de nosotros; No hubo quien de su mano nos librase.
5:9
Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan Delante del cuchillo del desierto.
5:10
Nuestra piel se ennegreció como un horno A causa del ardor del hambre.
5:11
Violaron á las mujeres en Sión, A las vírgenes en las ciudades de Judá.
5:12
A los príncipes colgaron por su mano; No respetaron el rostro de los viejos.
5:13
Llevaron los mozos á moler, Y los muchachos desfallecieron en la leña.
5:14
Los ancianos cesaron de la puerta, Los mancebos de sus canciones.
5:15
Cesó el gozo de nuestro corazón; Nuestro corro se tornó en luto.
5:16
Cayó la corona de nuestra cabeza: ¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos.
5:17
Por esto fué entristecido nuestro corazón, Por esto se entenebrecieron nuestro ojos:
5:18
Por el monte de Sión que está asolado; Zorras andan en él.
5:19
Mas tú, el Altísimo, permanecerás para siempre: Tu trono de generación en generación.
5:20
¿Por qué te olvidarás para siempre de nosotros, Y nos dejarás por largos días?
5:21
Vuélvenos, oh el Altísimo, á ti, y nos volveremos: Renueva nuestros días como al principio.
5:22
Porque repeliendo nos has desechado; Te has airado contra nosotros en gran manera.


Lam 5:1 ¡Acuérdate, Yahveh, de lo que nos ha sobrevenido, mira y ve nuestro oprobio!
Lam 5:2 Nuestra heredad ha pasado a extranjeros, nuestras casas a extraños.
Lam 5:3 Somos huérfanos, sin padre; nuestras madres, como viudas.
Lam 5:4 A precio de plata bebemos nuestra agua, nuestra leña nos llega por dinero.
Lam 5:5 El yugo a nuestro cuello, andamos acosados; estamos agotados, no se nos da respiro.
Lam 5:6 Hacia Egipto tendemos nuestra mano, hacia Asur para quitar el hambre.
Lam 5:7 Nuestros padres pecaron: ya no existen; y nosotros cargamos con sus culpas.
Lam 5:8 Esclavos nos dominan, nadie nos libra de su mano.
Lam 5:9 A riesgo de la vida logramos nuestro pan, afrontando la espada del desierto.
Lam 5:10 Nuestra piel abrasa como un horno, a causa del ardor del hambre.
Lam 5:11 Han violado a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá.
Lam 5:12 Colgados fueron por sus manos los príncipes; la faz de los ancianos no ha sido respetada.
Lam 5:13 Han arrastrado la muela los muchachos, bajo la leña se han doblado los niños.
Lam 5:14 Los ancianos han dejado de acudir a la puerta, los muchachos han parado sus cantares.
Lam 5:15 Ha cesado la alegría de nuestro corazón, se ha trocado en duelo nuestra danza.
Lam 5:16 Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado!
Lam 5:17 Por eso está dolorido nuestro corazón, por eso se nublan nuestros ojos:
Lam 5:18 por el monte Sión, que está asolado; ¡las raposas merodean en él!
Lam 5:19 Mas tú, Yahveh, para siempre te sientas; ¡tu trono de generación en generación!
Lam 5:20 ¿Por qué has de olvidarnos para siempre, por qué toda la vida abandonarnos?
Lam 5:21 ¡Haznos volver a ti, Yahveh, y volveremos. Renueva nuestros días como antaño,
Lam 5:22 si es que no nos has desechado totalmente, irritado contra nosotros sin medida!


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