Intuiciones teresianas para la Interpretación de la Biblias
Quisiéramos presentar algunas intuiciones de Teresa de Jesús que
animaron y orientaron su lectura e interpretación de la Biblia y que pueden
también ayudarnos a nosotros hoy para hacer una verdadera lectura orante de
la Biblia. Les llamamos intuiciones porque fueron verdaderas normas
hermenéuticas descubiertas por Santa Teresa no por vía académica, sino por
experiencia vital y mística de la Biblia, leída en comunión con la Iglesia y
bajo la acción sorprendente del Espíritu de Dios. Estas intuiciones
hermenéuticas representan una auténtica novedad si tenemos en cuenta la
época en que vivió Teresa. Coinciden con las normas hermenéuticas que están
presentes la Contitución Dogmática Dei Verbum (1965) y en el Documento La
interpretación de la Biblia en la Iglesia de la Pontificia Comisión Bíblica
(1993).
Santa Teresa descubre místicamente el valor de
la Biblia como Palabra de Dios cuando se le revela que la Verdad de Dios, la
Verdad que es Dios, están en la Sagrada Escritura [1]. El Concilio nos lo ha
recordado: «Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan
en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu
Santo.... Hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan
firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en
las sagradas letras para nuestra salvación» [2]. Es esta dimensión de la
Biblia la que hace que Teresa de Jesús busque ardientemente la palabra de
Dios y quiera «cumplir con todas sus fuerzas la más pequeña parte de la
Escritura Divina» [3]. En ella habla Dios su Verdad como luz y como
consuelo. Con ella podrá conformarse con los caminos de Dios en todo. «Todo
el daño que viene al mundo es de no conocer las verdades de la Escritura con
clara verdad» [4]. Es para ella verdadero «lenguaje...dicho por el Espíritu
Santo» [5].
Las ciencias modernas del lenguaje y las
hermenéuticas filosóficas han puesto claramente de manifiesto la polisemia
de los textos escritos. El documento sobre «La interpretación de la Biblia
en la Iglesia» habla del sentido literal y del sentido espiritual de los
textos [6]. El sentido literal es el que ha sido expresado directamente por
los autores humanos inspirados y el sentido espiritual es el sentido
expresado por los textos bíblicos, cuando se los lee bajo la influencia del
Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida
nueva que proviene de él. Teresa de Jesús intuyó algo de esto cuando
comentando el Cantar de los Cantares escribió: «Grandes cosas debe haber y
misterios en estas palabras... dicen que los doctores escribieron muchas
exposiciones... parecerá demasiada soberbia la mía, siendo esto así quereros
declarar algo... lo que pretendo es, que así como yo me regalo en lo que el
Señor me da a entender cuando algo de ellos oigo, que decíroslo por ventura
os consolorá como a mí» [7]. Y más adelante afirma: «Dirán que soy una necia
, que no quiere decir esto, que tiene muchas significaciones... Yo lo
confieso, que tiene muchos entendimientos; mas el alma que está abrasada de
amor que la desatina, no quiere ninguno, sino decir estas palabras. Sí que
no se lo quita el Señor» [8]. Y comentando unos versículos cristológicos del
evangelio de Juan escribe: «Dirán que se da otro sentido a estas palabras.
Yo no sé esotros sentidos; con éste que siempre siente mi alma ser verdad,
me ha ido muy bien» [9]. Hay un sentido «espiritual» del texto que está en
relación con la experiencia cristiana. Es el que descubre Teresa «abrasada
de amor». Es el que ella llama «y si no fuere a propósito de lo que quiere
decir, tómo yo a mi propósito» [10]. Es el que «siempre siente mi alma ser
verdad», con el que siempre «me ha ido muy bien». Santa Teresa ha intuido
maravillosamente cómo todos los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento
iluminan la experiencia de vida nueva que brota del acontecimiento pascual.
Y esto se ve más claramente cuándo los utiliza para explicar las
experiencias místicas. Es el auténtico sentido «espiritual» de los textos
bíblicos.
Pero el pensamiento teresiano va más allá. Sabe
que puede ser tildada de «gente simple» o de «necia» [11] con su
interpretación bíblica. Y reconoce que hay un sentido de los textos bíblicos
que descubren los letrados, con el que ella confronta su propia
interpretación. «Disputar y enseñar» [12] las palabras bíblicas es cuestión
de estudiosos. Y ella no desprecia esta lectura. Al contrario la busca
ardientemente. Cuando escribe su comentario al Cantar de los Cantares les
asegura a sus monjas que «primero lo examinarán los letrados que lo
entiendan» [13]. Muchas veces ha buscado a los letrados para que le
expliquen textos bíblicos «rogándoles yo que me declaren lo que quiere decir
el Espíritu Santo y el verdadero sentido de ellos» [14]. Teresa encuentra el
sentido «espiritual» de los textos pero lo quiere fundamentar en «el
verdadero sentido de ellos», el sentido literal. Esta intuición hermenéutica
nos ayuda hoy a evitar caer en el fundamentalismo y en interpretaciones
dictadas por la imaginación o la especulación intelectual.
No hay que tomar aisladamente sólo una parte de la
Escritura
Cuando surgieron las primeras oposiciones y
críticas a los viajes de fundaciones que realizaba Santa Teresa algunos
utilizaron contra ella el famoso texto paulino de 1Cor 14,34: «que las
mujeres guarden silencio en las asambleas; no les está permitido hablar...».
En aquel momento Dios mismo le revela a Teresa una elemental regla de
exégesis bíblica con estas palabras: «Diles que no se sigan por una sola
parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme
las manos» [15]. Es toda la Biblia la que expresa el proyecto de Dios. Por
el principio de la «unidad de toda la Escritura» [16] no podemos aislar los
textos, arrancarlos de su contexto histórico y literario y proclamarlos como
verdades aisladas y absolutas.
La Biblia se debe leer «no saliendo de lo que
tiene la Iglesia»
Santa Teresa de Jesús lee la Biblia en comunión
con la Iglesia. Desea interpretar el Cantar de los Cantares «no saliendo de
lo que tiene la Iglesia y los santos» [17]. Con esta convicción va a los
textos de la Biblia segura que de esta forma «licencia nos da el Señor» [18]
para leer e interpretar la Escritura. Busca por eso a los «grandes
letrados», porque «Dios los tiene para luz de su Iglesia» [19]. Y desea
ardientemente «siempre procurar ir conforme a lo que tiene la Iglesia,
preguntando a unos y otros... que no la moverían cuantas revelaciones pueda
imaginar -aunque viese abiertos los cielos- un punto de lo que tiene la
Iglesia» [20].
Esta intuición teresiana nos
recuerda que la Escritura es el libro de la Iglesia. «Las Escrituras dadas a
la Iglesia son el tesoro común del cuerpo completo de los creyentes... y
todos los miembros de la Iglesia tienen un papel en la interpretación de las
Escritras» [21]. Todos aportamos, cada uno a su modo y según su vocación en
la Iglesia, a la comprensión de las Escrituras. Particularmente el
Magisterio tiene «la misión de garantizar la auténtica interpretación, y de
indicar, cuando sea necesario, que tal o cual interpretación particular es
incompatible con el evangelio auténtico» [22].
La lectura de la Biblia al servicio de la
evangelización
Santa Teresa define a los letrados como aquellos
a los que Dios tiene «para luz de su Iglesia» [23]. Estos «nos enseñan a los
que poco sabemos y nos dan luz y, llegados a las verdades de la Sagrada
Escritura, hacemos lo que debemos» [24]. Teresa reconoce el carisma de los
letrados, imbuidos en la Sagrada Escritura, para el servicio de otros, para
«luz de su Iglesia». Como de pasada en el capítulo 15 del libro de la Vida,
hablando de la oración de quietud, critica a los letrados que convierten la
oración en una fría especulación intelectual, pues «podrá ser se les vaya el
tiempo en aplicar Escrituras» [25]. La oración no es estudio académico. Y
agrega: «Aunque no les dejarán de aprovechar mucho las letras antes y
después, en estos ratos de oración poca necesidad hay de ellas». El estudio
puede preparar la oración pero no sustituirla. «Delante de la Sabiduría
infinita, créanme que vale más un poco de estudio de humildad y un acto de
ella que toda la ciencia del mundo» [26]. Esta relativización de las letras
vale para el momento de oración. «Quédense las letras a un cabo, tiempo
vendrá en que aprovechen al Señor» [27].
ÀCuál es ese «antes y después» en que
aprovecharán las letras? ÀA qué se refiere Teresa a que «tiempo vendrá en
que aprovechen al Señor»? En el contexto de su discurso claramente se
refiere al trabajo apostólico: «Dejemos si hubiesen de predicar y enseñar,
que entonces bien es ayudarse de aquel bien (el estudio de las Escrituras)
para ayudar a los pobres de poco saber, como yo, que es gran cosa la caridad
y este aprovechar almas...» [28]. Esta intuición teresiana pone de
manifiesto que el estudio de la Biblia no es un fin en sí mismo, sino que
está al servicio de la Iglesia, de su vida y de su misión.
Recientemente ha escrito el Papa
Juan Pablo II: «Este es el objetivo de la interpretación de la Biblia. Si la
tarea primordial de la exégesis estriba en alcanzar el sentido auténtico del
texto sagrado o sus diferentes sentidos, es necesario que luego comunique
ese sentido al destinatario de la Sagrada Escritura que es, en la medida de
lo posible, toda persona humana» [29].
NOTAS
[1] V 40, 1-4.
[2] Dei Verbum 11.
[3] V 40, 2.
[4] V 40,1.
[5] CAD 1,4.
[6] Pontificia Comisión Bíblica,
La interpretación de la Biblia en la Iglesia, II,B.
[7] CAD 1,8.
[8] CAD 1,10.
[9] 6M 7,6.
[10] CAD 1,8.
[11] CAD 1,10.
[12] CAD 1,8.
[13] CAD 1,8.
[14] CAD 1,8
[15] Rel. 19.
[16] Dei Verbum, 12.
[17] CAD 1,8.
[18] CAD 1,8.
[19] 5M 1,6.
[20] V 25,12.
[21] Pontificia Comisión
Bíblica, La Interpretación., III B,3.
[22] Pontificia Comisión
Bíblica, La Interpretación., III B,3. Cf. también Dei Verbum 10: «la función
de interpretar auténticamente la palabra de Dios, transmitida por la
Escritura o por la Tradición, sólo ha sido confiada al magisterio vivo de la
Iglesia, cuya autoridad se ejerce en nombre de Jesucristo».
[23] 5M 1,7.
[24] V 13,16.
[25] V 15,7.
[26] V 15,8
[27] V 15,8
[28] V 15,8
[29] Discurso de Juan Pablo II (no. 15) en la presentación del documento «La Interpretación de la Biblia en la Iglesia».