Mateo 5, 15 comentado
LA LUZ QUE ILUMINA A TODO HOMBRE (Mt 5,15)
No se coloca la lámpara bajo el celemín
Él, en efecto, al disipar, a semejanza de una lámpara,
la oscuridad de nuestra ignorancia y las tinieblas de nuestro pecado, ha
venido a ser como un camino de salvación para todos los hombres: con la
fuerza que comunica y con el conocimiento que otorga, el Señor conduce
hacia el Padre a quienes con él quieren avanzar por el camino de la justicia
y seguir la senda de los mandatos divinos. En cuanto al candelero, hay que
decir que significa la santa Iglesia, la cual, con su predicación, hace que
la palabra luminosa de Dios brille e ilumine a los hombres del mundo entero,
como si fueran los moradores de la casa, y sean llevados de este modo al
conocimiento de Dios con los fulgores de la verdad.
La palabra de Dios no puede, en modo alguno, quedar
oculta bajo el celemín; al contrario, debe ser colocada en lo más alto de la
Iglesia, como el mejor de sus adornos. Si la palabra quedara disimulada
bajo la letra de la ley, como bajo un celemín, dejaría de iluminar con su
luz eterna a los hombres. Escondida bajo el celemín, la palabra ya no sería
fuente de contemplación espiritual para los que desean librarse de la
seducción de los sentidos que, con su engaño, nos inclinan a captar
solamente las cosas pasajeras y materiales; puesta, en cambio sobre el
candelero de la Iglesia, es decir, interpretada por el culto en espíritu y
verdad, la palabra de Dios ilumina a todos los hombres. La letra, en efecto,
si no se interpreta según su sentido espiritual, no tiene más valor que el
sensible y está limitada a lo que significan materialmente sus palabras, sin
que el alma llegue a comprender el sentido de lo que está escrito.
No coloquemos, pues, bajo el celemín, con nuestros
pensamientos racionales, la lámpara encendida (es decir, la palabra que
ilumina la inteligencia), a fin de que no se nos pueda culpar de haber
colocado bajo la materialidad de la letra la fuerza incomprensible de la
sabiduría; coloquémosla, más bien, sobre el candelero (es decir, sobre la
interpretación que le da la Iglesia), en lo más elevado de la genuina
contemplación; así iluminará a todos los hombres con los fulgores de la
revelación divina.
(De las Cuestiones de san Máximo
Confesor, abad, a Talasio Cuestión 63: PG 90, 667-670).