Mateo 5, 39 comentado
(Mt 5,39) YO NO SOY EL MALO DE LA PELÍCULA
Otro preguntará
por qué deba acusarse si, estando sentado con toda paz y tranquilidad, viene
un hermano y le molesta con alguna palabra desagradable o ignominiosa, y
sintiéndose incapaz de aguantarla, cree que tiene razón en alterarse y
enfadarse con su hermano, porque, si éste no hubiese venido a molestarlo, él
no hubiera pecado.
Este modo de pensar, es en verdad, ridículo y carente
de toda razón. En efecto, no es que el decirle aquella palabra haya puesto
en él la pasión de la ira, sino que más bien ha puesto al descubierto la
pasión de que se hallaba aquejado, con ello le ha proporcionado ocasión de
enmendarse, si quiere. Este tal es semejante a un trigo nítido y brillante
que al ser roto, pone al descubierto la suciedad que contenía.
Así también él que está sentado en paz y tranquilidad,
según cree, sin embargo, en su interior esconde una pasión que él no ve.
Viene el hermano, le dice alguna palabra molesta, y, al momento, aquél echa
fuera todo el pus y la suciedad escondidos en su interior. Por lo cual, si
quiere alcanzar misericordia, mire de enmendarse, purifíquese, procure
perfeccionarse, y verá que, más que atribuirle una injuria, lo que tenía que
haber hecho era dar gracias a aquel hermano, ya que le ha sido motivo de tan
gran provecho. Y, en lo sucesivo, estas pruebas no le causarán tanta
aflicción, sino que cuanto más se vaya perfeccionando, más leves le
parecerán. Pues el alma, cuanto más avanzada en la perfección, tanto más
fuerte y valerosa se vuelve en orden a soportar las penalidades que le
puedan sobrevenir.
(San
Doroteo, abad, "Instrucciones", instr. 7 Sobre la acusación de sí mismo 3)