¡ES TIEMPO DE LUCHAR! (Jn 1, 6-8)
Hno. Gino Ruggiero Díaz
3° de Teología 2009
"Hubo un hombre enviado por Dios... Éste vino para dar testimonio; para
dar testimonio de la Luz; para que todos creyeran por él; no era él la Luz,
sino quien debía dar testimonio de la Luz" (Jn 1, 6-8).
Te conozco y sé que eres un joven emprendedor, muy inteligente y deseoso de
conocer la verdad; por eso me he animado a escribirte para iluminar un poco
el camino que estás recorriendo.
Aplicación breve de lo que trataré: Voy a exponerte la situación general de
la fe y la urgencia de tomar partido frente a lo que está sucediendo a tu
alrededor. Beneficios: Te servirá, sin duda, para tener un mejor panorama y
decidir qué harás con tu vida en adelante; recordándote aquellas veces en
las que me has comentado cómo sentías en tu corazón que Dios te estaba
necesitando de una manera muy especial.
Exhortación: Te animo a leer estas líneas con magnanimidad y con el
corazón puesto en Dios.
Antecedente: Muchas cosas
se pueden decir de nuestra época: edad del maquinismo, del relativismo, del
confort; mejor diríamos, un tiempo en el que Dios está ausente. Esta
despreocupación por Dios no se da sólo aquí, es una ausencia universal.
Dios está ausente, expulsado del corazón mismo de la vida.
La gente se ha encerrado en este rechazo a Dios y su ausencia los hace
morir.
Los grandes ídolos de nuestro tiempo son el dinero, el placer, el poder, la
comodidad: lo que sirve al hombre. Y si pensamos en Dios, siempre hacemos de
El un medio al servicio del hombre: le pedimos cuentas, juzgamos sus actos,
nos quejamos cuando no salen las cosas a nuestro gusto.
Y, si miramos a nuestra juventud la encontraremos cogida casi exclusivamente
por el ansia de gozo carnal, de codicia de la riqueza y del poder.
Y esta avalancha, querido amigo, se viene sobre ti y tendrás que decidir
cuál va a ser tu reacción frente a ella.
Mira a tu alrededor, ¿Qué ves? Si te pones a examinar, no verás nada que te
llene del todo. Frivolidad, indiferencia, mediocridad y paganismo ocultos
entre los pliegues de un cristianismo mal entendido; afanes, placer, como si
la vida en la tierra fuera eterna, luchas, disputas... y de Dios muy poco.
Los hombres hemos olvidado a nuestro Creador... Comprendo muy bien los
arranques de esos santos que gritaban en calles y plazas en nombre de Cristo
y no sé cómo no se volvían locos, al ver que no eran escuchados por las
gentes... Comprendo por qué San Francisco predicaba a los peces y a los
pájaros.
¡Con cuánta facilidad nos olvidamos del verdadero motivo de vivir y cuántas
veces vivimos sin motivo!
Una inyección de idealismo y de valores desinteresados; de coraje y
decisión; de amor humano y sobrenatural, es una de las más urgentes
necesidades de la juventud de nuestra época para que pueda encontrar su
camino en la vida, para que pueda abrirse a Cristo.
Invitación a la acción: Tú
puedes ser distinto. No te quedes como tantos que buscan razones y no toman
decisiones, que tratan de convencerse que Dios no los necesita, que todo es
mentira. ¡Tú se valiente, se hombre!
Te invito a ser un enamorado de Jesucristo y te da temor pensar en eso;
vienen preguntas y objeciones a tu mente. Inmediatamente nuestra debilidad
humana y nuestra poca confianza empiezan a plantear sus razones para no
intentarlo. Si estuvieras frente a mí ahora, seguro me las dirías.
Desarmando sus posibles objeciones: Me
dirías que tienes un pasado terrible y que has caído en todos los pecados
que yo pueda imaginar. Yo te digo: Confiésate y luego, olvida lo olvidado
por Dios. Si Él te da su perdón, no seas injusto contigo mismo y también
perdónate. Un instante de verdadero arrepentimiento es suficiente para
Jesús, como el ladrón crucificado con Él.
Me dirás que tienes miedo a que tu vida se vuelva rutinaria. La rutina no
entra al alma por hacer las cosas de siempre, sino que brota de nuestro
interior por hacerlas como siempre; cuando lo que hacemos se transforma en
una repetición de actos sin ilusión, sin objetivos, sin fervor, sin ideales,
sin alegría. En el seguimiento de Cristo no existen dos días iguales y el
día más fácil siempre fue ayer.
Algunos piensan que las exigencias de Cristo son exageradas, yo te digo:
Todo lo que no es mediocre es, por la misma razón, exagerado. Y algo que no
debes desear nunca es ser mediocre.
Aún me dirás: El corazón se me va, se me pega a las cosas, se me pega a las
personas y no puedo arrancarlo de allí, aunque sepa que por mi desorden
caigo continuamente en pecado. No podrás arrancar de allí ese corazón si no
le presentas otro objeto más digno de su amor; otro imán más poderoso que
los imanes de la carne. Ese Imán es Jesucristo. El corazón del hombre está
hecho para amar necesariamente, si no ama cielo, amara tierra. Busca con
confiada decisión la amistad de Jesucristo. Él se dejará encontrar por ti.
Me dirás que eres un ignorante, rudo y que Cristo no puede fijarse en
alguien como tú. ¿Y cómo crees que era Pedro, a quien Jesús encargó ser el
Jefe de los apóstoles? ¿No has leído que era un simple pescador
temperamental que sacó su espada para herir antes de decidir racionalmente?
¿Y no has leído que a Santiago y a Juan el Señor los llamaba "Los hijos del
Trueno", justamente por las características de su carácter que los llevó
incluso a pedir al Señor permiso para invocar que llueva fuego sobre
aquellos que no los comprendían?
Exhortación: ¡Levántate y
apróntate para la lucha! Y regocíjate de antemano con la victoria.
No será coronado sino el que peleare valientemente...
El Reino de los cielos padece violencia y sólo los esforzados lo
arrebatan... El que ama su vida la perderá, pero el que la perdiere por Mí,
la hallará... El grano de trigo, si no muere, queda solo y estéril; si
muere, dará fruto en abundancia...
Si a Mí me persiguieron, también os perseguirán a vosotros, pues no es el
discípulo más que el Maestro...
¿Comprendes esta lección? ¡No vaciles! ¡Pelea valientemente! ¡Sé un hombre!
Reflexiones complementarias El
mundo necesita santos ¡Santos! Hombres decididos por el ideal más grande.
Para quienes Cristo es una realidad viva; su Evangelio, un código siempre
actual; sus normas algo perfectamente aplicable a mi vida y que trato de
vivirlo... Hombres que se esfuercen por amar y servir a sus hermanos como
Cristo los serviría: esos son los que sacuden y mueven el mundo. Hombres que
amen sin condiciones; que continúen en pie luchando por Cristo aun sin
sentir su presencia ni su cercanía; ése es el amor más puro que podemos
ofrecerle; un amor incondicional por ser Él quien es y no por lo que me da.
Hombres así necesita Su Iglesia, hombres así son invencibles.
Él te llama a ser santo. Es el desafío más grande y noble que un hombre
puede afrontar. La santidad se reduce a imitar a Cristo en lo que tiene de
Dios, por la vida de la Gracia; en lo que tiene de hombre, por la práctica
de las virtudes.
Y si quieres llegar al extremo del coraje y la generosidad, si te das cuenta
que Él se merece una entrega más radical, un dejarlo todo por Él, no lo
dudes; entrégate a Cristo y a Su Iglesia. Vence de una vez para Dios y
déjate vencer por Él. Él merece tu amor y te quiere hacer digno del honor de
seguirlo.
Las vocaciones sacerdotales serán el fruto de la vida intensamente
espiritual de los jóvenes como tú, que se den cuenta de que Cristo quiere
vivir y obrar por ellos; que Cristo no tiene otros pies para moverse en el
mundo que los tuyos, que no tiene otra voz para hacerse oír de las masas que
la tuya, y que no será consagrado por otras manos que por la de sus
sacerdotes, que deben salir de nuestras filas.
Finalmente: ¡NO TE HAGAS ESPERAR DE DIOS! Él es quien te dice: "Antes de
haberte formado en el vientre de tu madre te conocía y antes que nacieras te
consagré. Te he constituido profeta de las naciones, donde quiera que te
mande, irás; y todo lo que te mande, proclamarás. No les tengas miedo, que
Yo estoy contigo para salvarte. He puesto mis palabras en tu boca, desde
ahora te doy autoridad para extirpar y derribar, para reconstruir y
plantar..." (Jeremías 1, 1 y ss.).
Perdóname si mis reflexiones han sido muy agresivas y mal educadas. Quizá
la confianza y la admiración que me inspiras me han llevado a excederme en
mis intenciones. En cualquier caso, sé que sabrás perdonar y comprender por
qué lo he hecho. Mucho te agradeceré las líneas que quieras dedicarme
comentando este exabrupto de mi alma.
Tu hermano en Cristo,
Hno. Gino Ruggiero D.