¿Quieres vivir la verdadera fiesta? (Jn 3, 29)
Ronald Cuentas Aguirre
2009
El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que
asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi
alegría, que ha alcanzado su plenitud (Jn
3, 29).
A ustedes, amantes de la buena alegría, conocedores de la dulzura de las
celebraciones, del pleno descanso que deja gustar una buena fiesta, el
apóstol Juan presenta una celebración, una palabra, que hará que todo lo que
hasta entonces han experimentado sea pálida luz, mala imagen, ante la
grandiosa exultación que experimentarán con la presencia que hará presente
en vuestras vidas la gloria del Señor, la gloria de la vida.
La siguiente presentación buscará mostrar el significado vivencial de fiesta
para el apóstol Juan, a lo largo de sus escritos, y, su relación íntima con
la vida en el Espíritu, la participación de la vida divina, de la misma vida
del Hijo, en comunión con el Padre.
Es indudable que la profundidad de la gloria del Señor no se puede abarcar
con la reflexión; pero intentar mostrarla a través de la fiesta en Juan,
será tratar de que ustedes busquen la riqueza de la gracia que se encuentra
en todos los escritos del discípulo amado. Es tratar de mostrar la respuesta
a lo más íntimo de la búsqueda de todo hombre en la iniciativa de gracia de
nuestro Creador, el festejo verdadero que no se estanca en un espacio
temporal sino que trasciende y realiza verdaderamente un salto de plano
hacia la eternidad. Es invitar a buscar la posibilidad de gustar la
eternidad ya en nuestra realidad finita, porque el Eterno se ha encarnado y
nos ha salvado.
Por ello, con este pequeño trabajo quisiera animar a buscar aquello que da
vida a la lectura joánica, a buscar el mismo Espíritu con que fueron
escritos, Aquél que permite disfrutar plenamente de esta vida aun en medio
del sufrimiento. Señalar quién puede romper la esclavitud por temor a la
muerte y grabar en el corazón de la verdadera fiesta, del gozo de la vida
eterna.
Nicodemo hace una afirmación totalmente comprensible desde la sola razón
respecto al nacimiento de agua y de Espíritu, "¿Cómo puede uno nacer siendo
ya viejo? (Jn 3,4). Visto desde cualquier reflexión aislada de la fe es
natural que sea incomprensible que la eternidad entre en el tiempo y
Nicodemo no está fuera de sí, está simplemente mostrando su total
desconocimiento, al modo bíblico, del Dios verdadero. Ahora bien, la
situación de este personaje no es ajena a nuestra realidad y a la de todo
hombre. Pues todos buscamos vivir en fiesta, el descanso que da la eternidad
y cuya semilla está inscrita en todo ser humano y por la cual sentimos miedo
ante la muerte (cf GS 18), buscamos nacer de nuevo, pero para no morir nunca
más.
Pero, es menester considerar primero que muchos de los personajes que el
apóstol Juan mencionará pertenecen al pueblo depositario de las promesas de
la Alianza de Israel y del Mesías, y de una concepción un tanto madura ya
acerca de la resurrección de los muertos "Ya sé que resucitará en la
resurrección, el último día." (Jn 11,24) dice Marta ante la muerte de su
hermano Lázaro. Pero, ¿es posible también en esta vida terrena ya disfrutar
de las primicias de la vida eterna, gozar de la gloria de Dios y de la
celebración festiva que dimana de ella? "El mundo y sus concupiscencias
pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre". O sólo
es propio para el hombre la alegría de las satisfacciones terrenas
destinadas inevitablemente a perecer "En verdad, en verdad os digo: vosotros
me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido de los
panes y os habéis saciado" (Jn 6,26).
Sigamos al discípulo amado y busquemos ver si puede auxiliar el más íntimo
gemido inefable de nuestra alma, tengamos la valentía de afrontar ese riesgo
que supone nuestra vida o nuestra muerte, "Rabbí... ¿dónde vives?" (Jn
1,38).
Escuchemos cómo nos anima Juan si es que corremos tras la vida "Dichoso el
que lea y los que escuchen" (Ap 1,3) y lo dirá siete veces, es decir, para
la totalidad de la humanidad de todos los tiempos. Para ti y para mí, aquí y
ahora, una promesa cumplida y que busca actualizarse en nuestras vidas y
anticipar el festejo de la gloria del Eterno en nuestra propia vida "al
vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de
Dios ... porque el Tiempo está cerca...el vencedor no sufrirá daño de la
muerte segunda - la muerte eterna-... al vencedor le daré maná escondido; y
le daré también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita un nombre
nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe...al que se mantenga fiel a
mis obras hasta el fin, le daré poder sobre las naciones...Y le daré el
lucero del alba...le pondré de columna en el santuario de mi Dios, la nueva
Jerusalén que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre nuevo... le
concederé sentarse conmigo en mi trono" (cf. Ap 2,7; 1,3; 2,11.17.26.28;
3,12.17.21).
Mas para vivir la Eucaristía como una fisión nuclear que es la verdadera
fiesta, la puerta de entrada es el nuevo nacimiento en las aguas
bautismales, la experiencia del triunfo de Cristo resucitado sobre el señor
de la muerte, el enemigo antiguo, el demonio y el poder que ejerce sobre
nosotros. Es un nuevo nacimiento que requiere una auténtica y sincera
intención de dejar que muera la Babilonia que habita dentro de nosotros el
ser viejo, esclavizado del pecado por el temor a la muerte. El acceso a este
banquete de vida nueva al que te invita "venid, reuníos para el gran
banquete de Dios" (Ap 19,7) necesita un proceso de conversión como lo
experimenta la samaritana (Jn 4) nutrida por la Palabra de Cristo para que
de ella mane agua viva.
La verdadera fiesta es la expresión, aun dormida, del bautismo que se te ha
administrado y que espera tu sincera adhesión. Y no caminas solo, caminas
con una comunidad que participa de la comunión trinitaria, de la Iglesia
donde mora Dios.
Escucha lo que ha predicho de ti en la Iglesia, el triunfo sobre tu muerte,
"después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía
"¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque
sus juicios son verdaderos y justos; "porque ha juzgado a la gran Prostituta
que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre
de sus siervos-. Y por segunda vez dijeron "¡Aleluya! Su humareda se eleva
por los siglos-. "¡Aleluya! Porque ha establecido su reino el Señor, nuestro
Dios Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han
llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha engalanado... Escribe
dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero" (Ap 19, 1 ss).
Resumamos lo que puedes ver en Juan:
" El anuncio de la vida eterna para ti.
" Caminar junto con otros participando de la vida trinitaria, por la Palabra.
" Que se destruya el maligno que domina sobre ti.
" Que se te dé a ti, dentro de la Iglesia, el "poder de ser hijo de Dios".
Comprendo que para el ánimo festivo que habita dentro de ti mi labor ha
quedado corta, y tal vez no colme las expectativas que el germen de vida
eterna dentro tuyo clama. Mas si te aproximas tú mismo a la lectura joánica
podrás descubrir una riqueza inagotable.
Tal vez pueda ayudarte mi propio testimonio. No que lo haya ya conseguido,
sino que la Iglesia me está introduciendo poco a poco en la profundidad del
amor de Dios. Un primer paso ha sido el anuncio de fe que se me ha anunciado
por el cual he retornado a la Iglesia, totalmente ciego, sin saber ni por
qué sufría ni estaba metido en tantos pecados, de odio y resentimiento,
contra la sexualidad, viviendo una mentira para escapar de la realidad en
que vivía.
La Iglesia con la Sabiduría del Espíritu que la asiste, me ha iluminado la
raíz donde el demonio me tiene esclavizado por temor a la muerte, es decir,
mi cruz, la relación con mis padres, de haber sido tocado cuando era niño, y
otras pequeñas humillaciones que Dios ha permitido en mi vida para llevarme
a conocerle.
Por Jesucristo veo que lo que me escandalizaba tiene ahora un significado de
salvación, y día a día, veo que la profundidad del amor de Dios me va
librando de los lazos del demonio que aún me atan, pero que tengo garantías
de que puedo ser librado en plenitud, de ser libre por la Vida, que es
Jesucristo.