¿Cómo no sentir la necesidad del Pan de Vida a que todos hagan de ella siempre una renovada experiencia? (Jn 6, 35)
Juan Carlos Cahuana Ochoa
2º de Teología 2009
¡QUÉ ADMIRACIÓN HA DE SUSCITAR
TAMBIÉN EN NUESTRO CORAZÓN
EL MISTERIO EUCARÍSTICO!
"Yo soy el Pan de Vida, El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que
crea en mí, no tendrá nunca sed" (Jn
6,35)
Jesús, como la Sabiduría, invita a los hombres a su banquete.
Éste es el sacramento que Cristo en la última cena pascual nos dejó, y nos
invita a que nosotros si le reconocemos como nuestro Dios, nos acerquemos a
él, por que él mismo dice: "Venid a mí los que me deseáis, y saciaros de mis
frutos. Que mi recuerdo es más dulce que la miel, mi heredad más dulce que
los panales. Los que me comen tendrán más hambre, los que me beben aún
sentirán más sed. Quien me obedece, no pasará vergüenza, los que cumplen mis
obras, no llegarán a pecar" (Ecl 24,19-22)
Quiero empezar, mi trabajo exponiendo lo importante que es el acercamiento
del hombre a Dios, Dios por su grande amor para con los hombres va a nuestro
encuentro, y se hace comida para alimentar el hombre que esta en comunión
con él.
Después de la propuesta de Jesús no se hace esperar la reacción interesada
de la muchedumbre; una vez más dejan entrever su modo de ser, al buscar la
propia convivencia. La petición que hacen "Señor, danos siempre este Pan"
(v.34). Hacen preceder la denominación inicial de cortesía: "Señor"; no es
que procedan con ironía, pero sí transparentando lo que de verdad buscan. El
centro de la petición gravita en la expresión del deseo: "danos"; el verbo
que se utiliza recoge el uso que ya se ha hecho de él precedentemente al
mencionar el alimento que dará el hijo del hombre (v.27), al proponer el Pan
verdadero del cielo que da el Padre (v.32). Lo que desean tener es "este
pan"; el determinativo "este" (, puesto al final de la petición, recoge en
modo conciso y enfático la superioridad de este pan, todo cuanto se ha dicho
de él. Aún hay una nota más interesada en la petición; quieren tener este
pan "siempre". Es sugestivo el modo distinto de pedir el pan en la oración
del Señor, en el "Padre nuestro": "danos hoy" (Mt 6,11), y en la petición de
los Judíos: "danos siempre"; están reflejando el interés propio al igual que
la Samaritana cuando pidió el agua para no tener que venir más al pozo a
sacarla (4,15).
El evangelista se muestra maestro al presentar la muchedumbre; Jesús había
reprochado antes a los Judíos el interés que habían manifestado al venir en
su búsqueda, no por haber signos, sino haberse saciado de pan (v.28); ahora
la petición misma de los Judíos, sus palabras, confirman cuanto Jesús había
expresado antes. De este modo el evangelista, al mismo tiempo que actúa con
una cierta ironía con los Judíos, prepara al lector con una introducción
adecuada de todo cuanto seguirá después sobre este pan.
En este trabajo he escogido el capitulo 6,35 de San Juan "Pan de vida", por
que me pareció importante para mí, y por que estaba cayendo en una rutina lo
que es la Eucaristía, que a pesar que es un alimento espiritual; a mi en el
seminario se me hace como que está en el horario, o por que toca, por eso e
querido centrarme en este versículo, para que encuentre el sentido de lo que
es el "Pan de Vida", y la verdad es que sí lo he encontrado, por que me ha
servido esta concentración de este versículo, por eso quisiera empezar con
profundizar paso a paso: Ante este versículo Jesús responde sencilla y
serenamente a la gente que El era el Pan que le pedían ellos. Llamársele Pan
de Vida equivale a pan vital y vivificador, por que Jesús es quien con toda
verdad da vida a los hombres.
En el sacramento del altar, el Señor va al encuentro del hombre, creado a
imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,27), acompañándole en su camino. En
efecto, en este Sacramento el Señor se hace comida para el hombre hambriento
de verdad y libertad. Puesto que sólo la verdad nos hace auténticamente
libres (cf. Jn 8,36), Cristo se convierte para nosotros en alimento de la
verdad. San Agustín, con un penetrante conocimiento de la realidad humana,
ha puesto de relieve cómo el hombre se mueve espontáneamente, y no por
coacción cuando se encuentra ante algo que lo atrae y le despierta el deseo.
Así pues, al preguntarse sobre lo que puede mover al hombre por encima de
todo y en lo más íntimo, el santo obispo exclama: ¿Ama algo el alma con más
ardor que la verdad? En efecto, todo hombre lleva en sí mismo el deseo
inevitable de la verdad última y definitiva. Por eso, el Señor Jesús, el
camino, la verdad y la vida (Jn 14,6), se dirige al corazón anhelante del
hombre, que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira por la
fuente de la vida, al corazón que mendiga la verdad.
Según San Gregorio de Elvira, decía "Quién y cuán grande es este sacerdote
nuestro lo demuestra sus mismas obras y milagros. Toca a los leprosos y no
se mancha; pues le lepra, que habría podido manchar al que la tocaba, al
desaparecer ya no le podía contagiar. Y así como los demás sacerdotes, si
tocaban los cuerpos de los muertos, quedaban manchados, este sacerdote, en
cambio, toca a los muertos y permanece puro. ¿Pues cómo podría mancharle la
muerte, cuando lo que tocaba adquiría vida al instante? Toca los ojos de los
ciegos y ven, pues él es la luz; toca la boca de lo muros y en seguida
hablan, pues él es la palabra; toca los oídos de los sordos y oyen sin
demora, pues él es la voz; del mismo modo palpa con la mano a los cojos y
corren, pues él es la fortaleza."'(Tratados sobre los libros de las Santas
Escrituras, tratado n. XIX -El sacerdocio de Cristo # 17.) Pero mejor razona
San Cirilo asegurando que la humanidad misma del Salvador es la designada
con tal nombre, aunque, eso sí, sólo por razón de su unión con la persona
divina tiene la potestad de comunicar la vida. El sentido es, pues, como
sigue: Yo soy el Pan de Vida, esto es, aquel Pan figurado por el maná.
Parece que la lógica de la frase pedía que dijese: Yo soy en Pan de Vida:
quien me coma vivirá siempre, a lo que es igual, no morirá nunca. Pero lo
afirmó Cristo con estas otras palabras: El que venga a mí no tendrá hambre,
con las cuales daba a la vez la explicación de qué cosa sea comer dicho pan,
a saber, ir al Salvador por la fe. Y San Agustín lo comentará mejor: "El que
viene a mi es lo mismo que luego dijo: el que cree en mí. Y la afirmación
que sigue: no tendrá hambre, se ha de entender de igual manera que la otra:
no tendrá sed más. Con entrambas frases se da ha entender aquella eterna
saciedad donde nunca se padecerá necesidad. ¿Queréis Pan del cielo? Delante
lo tenéis y no lo coméis."
¿El que venga a mí?
En el sacramento del altar, el Señor va al encuentro del hombre, creado a
imagen y semejanza de Dios, acompañándole en su camino. E efecto, en este
Sacramento el Señor se hace comida para el hombre hambriento de verdad y
libertad. Puesto que sólo la verdad nos hace auténticamente libres, Cristo
se convierte para nosotros en alimento de la verdad.
La historia de amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en que esta
comunión de voluntad crece en la comunión del pensamiento y del sentimiento,
de modo que nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la
voluntad de Dios ya no es para mí algo extraño que los mandamientos me
imponen desde fuera, sino que es mi propia voluntad, habiendo experimentado
que Dios está más dentro de mí que lo más íntimo mío. Crece entonces el
abandono en Dios y Dios en nuestra alegría.
El amor es divino porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este
proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera divisiones y
nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea "todo para
todos".
Los v. 35-47, donde se propone a Cristo como verdadero pan de vida, a partir
de la cita del Sal 78,24:"Hizo llover sobre ellos maná para comer, les dio
el trigo de los cielos". Cristo aparece como el pan enviado por Dios que
saciará el hambre de la humanidad. El objeto central de esta parte es la fa
en Jesús, y de ahí que se utilicen más los verbos "ver, atraer, bajar,
creer, venir a mi", unidos a la afirmación "yo soy el pan verdadero pan de
vida" (v. 35. 51). Esta exigencia de fe en Jesús se explicita en las
respuestas que da a las objeciones que le plantean los Judíos: ¿Cómo puede
decir ahora: he bajado del cielo?. Se trata de una respuesta en la que Jesús
afirma su encarnación, y a la vez de redención y resurrección. La
encarnación es. Pues, en esta primera parte del discurso el núcleo central:
Jesús como palabra de Dios descendida del cielo en el pan de vida... y la
única actitud ante este pan de vida es la fe en la persona de Jesús... El
comer es, en esta primera parte, una metáfora para significar el creer.
Jesús se identifica con el pan de vida (v.35)
Toda esta unidad literaria, que abre el discurso, termina con una
intervención de Jesús; ella representa el punto más alto de todo el
desarrollo seguido hasta ahora. El alimento prenunciado que dará el hijo del
hombre, el pan verdadero del cielo que da el Padre, el pan de Dios que evoca
a aquel que bajó del cielo, todo esto converge en la afirmación que Jesús
hace al responder a la petición interesada que formularon los Judíos.
1. La respuesta de Jesús tiene una primera afirmación solemne y
autorreveladora: "Yo soy el pan de la vida". Jesús afirma ser el pan de
vida; el artículo que se antepone al pan indica que se trata de un pan
determinado; se alude así precisamente al alimento que se prenunció en forma
genérica, al pan verdadero que se da al padre y comunica vida al mundo.
2. Hay una afirmación en esta respuesta de Jesús; es como una profundización
nueva de la vida que comunica este pan, él mismo. Jesús afirma: "el que
viene a mí no tendrá hambre, el que cree en mí o tendrá sed nunca más". Una
vez más la expresión está construida en un paralelismo perfecto; la
correspondencia es sinonímica en cuanto que el mismo contenido, rico de
teología, se expresa con fórmulas diversas.
La estructura literaria presenta este esquema:
A El que viene a mí
B no tendrá hambre,
A' el que cree en mí
B' no tendrá sed nunca más.
Con la doble imagen del hambre y de la sed calmadas, se alude a una misma
temática de saciedad producida por este pan de vida. Con estas palabras se
subraya la saciedad que produce el pan verdadero, el pan de vida,
identificado con Jesús mismo; de este modo se establece un contraste con la
saciedad, que incitó a los Judíos a buscar a Jesús por haber comido los
panes, incluso les estimuló a pedir el nuevo pan. Mientras que el pan
buscado por la muchedumbre no quita el hambre, el pan que se identifica con
Jesús es el que la sacia; el que venga a Jesús, el que crea en él, tampoco
tendrá más sed.
Al terminar mi trabajo quiero estimular, o suscitar este "asombro"
eucarístico. Contemplar a Cristo implica saber reconocerle dondequiera que
él se manifieste, en sus multiformes presencias, pero sobre todo en el
sacramento vivo de su cuerpo y de su sangre.
En un testimonio de Catalina misionera laica del Corazón Eucarístico de
Jesús, sobre la Santa Misa, le decía al Cristo eucarístico: Señor,
verdaderamente, ¿cuánto tiempo te quedas luego de la comunión con nosotros?
el Señor le contestó: "Todo el tiempo que tú quieras tenerme contigo. Si me
hablas todo el día, dedicándome unas palabras durante tus quehaceres, te
escucharé. Yo estoy siempre con ustedes, son ustedes los que Me dejan a mí.
Salen del a Misa y se acabó el día de guardar, cumpliendo con el día del
Señor y se acabó, no piensan que me gustaría compartir su vida familiar con
ustedes, al menos ese día". A esto quiero exhortarlos a que después de la
comunión, puedan contemplar en sus corazones al Señor todo el tiempo que tú
quieras tenerlo contigo.