¿AMAMOS EN VERDAD A MARÍA? (Jn 19, 26-27)
Percy Aldo Pardo Ramírez
3º de Teología 2009
Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice
a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dice al discípulo: "Ahí
tienes a tu madre". Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa (Jn
19,26-27).
Ser cristiano autentico es tener amor filial para con el Padre eterno, por
el Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo que también es nuestro Padre;
dispensar un profundo amor filial a la madre de Dios, quien es también es
Madre Nuestra; y vivir en relación justa y fraterna con los seres humanos,
que son nuestros hermanos, pues son hermanos del Señor Jesús.
La vocación que tenemos como cristianos es la de vivir el estado de Jesús y
éste es el de hijo de María. No se trata de una actitud pietista o melosa,
vivir el estado de hijo de María, es una devoción cristocéntrica, se trata
de una conversión total, ya que Jesús no es un modelo para imitar, sino el
principio de vida interior.
María no es un modelo estático, sino que es una persona real que no sólo
actúa desde fuera, sino que influye en la Iglesia, en cada hombre, para
ayudarles a peregrinar hacia el encuentro y conformación con el Señor Jesús.
María es la mujer reconciliada, madre de la reconciliación, hoy en día María
es modelo de virginidad, ya que vivimos en un mundo que tiene una visión que
todo lo refiere con el sexo, parte de la cultura de muerte, es importante
anunciar la dignidad profunda del ser humano. En María la opción por la vida
de castidad perfecta es fruto de su elección, dócil, libre y amorosa por
servir al plan de Dios.
Desde lo alto de la cruz. Desde el dolor. Desde el olvido y traición de
tantos, la incomprensión de tantos, el Señor Jesús tiene unas palabras
cargadas de dulzura y sentido profético para con su madre. ¡Mujer, ahí
tienes a tu hijo!, le dice a Santa María. Es una palabra con ecos que
proviene de los umbrales de la historia cuando Dios le prometió al hombre
que la salvación habría de venir. Desde la misma cruz del dolor y de la
esperanza, el Señor ilumina la identidad de su Madre. Jesús le dice que Ella
es la Mujer, aquella de quien dependió el ingreso de la salvación en la
historia. En esta palabra, el Señor esboza y resume lo grandioso del
misterio de María, su rol dinámico participatorio en la historia salvífica
de la humanidad. Su maternidad no es un hecho aislado, revela Jesús; su
maternidad es piedra angular de la vida del cristiano, luz que esclarece,
calor que alienta, fuerza y esperanza que cimenta.
Y, completando el mensaje que alguien ha llamado el último testamento del
Señor, Jesús le dice a todos sus amigos fieles que es el apóstol fiel por
excelencia: ¡Hijo, ahí tienes a tu Madre! Al hablarnos a todos nosotros en
San Juan, el Señor Jesús, desde la cruz de la salvación nos confirma el
misterio de la maternidad espiritual de María. Ella, ¡La Madre de Dios!
¡Madre nuestra! ¡Qué hermoso legado del hermano mayor! Hay en esto todo un
programa de vida, todo un camino para el peregrino que siente en su corazón
la nostalgia del encuentro con el Padre. Cada hecho, cada palabra del Señor
recogida en el evangelio son iluminaciones del sendero que nos conduce a la
semejanza, a la casa del Padre.
¡María, nuestra Madre! Por voluntad del Señor, María madre de todos los que
buscan abrirse a Jesús en un encuentro plenificador que guíe todos los
momentos de su permanencia en el mundo. Por los propios designios del
salvador, Él nos señala el camino más adecuado de aproximación: por María.
San Pío X, haciéndose eco de la voluntad de Dios, decía: "No hay camino más
seguro y fácil que María por el cual los hombres pueden llegar a Cristo". Y
es que todo en María apunta a Jesús. Amando a María se llega amar plenamente
al Señor Jesús.
En la encíclica Redemptoris Mater del Papa Juan Pablo II nos habla del
"Testamento de la cruz" Jesús desde la cruz nos lega en testamento a su
madre. Este es el sentido último de las solemnes y profundas palabras de
Jesús en la cruz. En el momento en que Jesús pronuncia estas palabras esta
muriendo no por la humanidad en abstracto, sino por cada persona en
particular, San Pablo lo dice claro: Me ha amado y se ha dada por mi. "El
Testamento de la cruz", se pronuncia en el momento preciso en que se esta
realizando la redención, la madre de Cristo, encontrándose en el campo
directo de este misterio que abarca al hombre, a cada uno y a todos, es
entregada al hombre, a cada uno y a todos como madre, es un testamento en el
que, concretamente a mi, se me otorga a María como mi madre, un testamento
debe ser y este testamento de la cruz debe ser aceptado por cada uno de
nosotros, para ser un discípulo, debe aceptar el testamento y tomar a María
corno cosa suya. El Papa Pablo VI nos dijo si queremos ser cristianos
debemos ser marianos.
María es por ello modelo de fe y paradigma de unidad, de humanidad
reconciliada y de vida cristiana.
El Papa Juan Pablo II, dice: la historia de la piedad cristiana enseña que
María es el Camino que lleva a Cristo y que la devoción filial dirigida a
Ella no quita nada a la intimidad con Jesús; por el contrario lo acrecienta
y la lleva a altísimos niveles de perfección, luego dice el Evangelio que
San Juan la acogió entre sus bienes, la hora de la acogida es la del
cumplimiento de la obra de la salvación, en este contexto comienza la
maternidad espiritual de María y la primera manifestación del nuevo vínculo
entre Ella y los discípulos del Señor.
San Agustín comentando este pasaje dice que San Juan no poseía nada propio,
porque todo lo ponía en común, sino se refiere a los bienes espirituales o
dones recibidos de Cristo.
El amor filial a Santa María nace del Testamento de la Caridad al pie de la
Cruz. Cada cual acoge en el propio corazón la invitación que hace el Señor
en San Juan: "He ahí a tu madre". Y como el discípulo amado, acepta la
invitación, y llamándola Madre, la reconoce con vivificante confianza como
auxilio, intercesora, guía, consuelo y educadora de la fe. De este amor
surge un proceso dinámico y fecundo inspirado en el Señor Jesús que se ha
denominado de amorización.
"El proceso de amorización,
como llamamos en nuestra impostación espiritual al dinamismo de amor al que
el Señor nos invita al llamarnos a reconocer a María como auténtica Madre
nuestra, digo, precisamente el proceso de amorización nos
va llevando a la configuración con el Señor Jesús, por la amorosa gracia que
el Espíritu derrama en nuestros corazones". Este proceso lleva a vivir los
tres amores del corazón del Señor Jesús: a Dios Padre, a Santa María, y a
nuestros hermanos.
En el mundo de hoy y en una situación que amenaza agravarse en el futuro, se
descubre una profunda separación entre la fe y la vida cotidiana. El
programa de la Nueva Evangelización empieza por la renovación de la propia
vida de fe, poniendo los medios para que se viva una auténtica vida
cristiana. Esta vinculación entre fe y vida se hace concreta en la vida
cotidiana.
En la encíclica Redemptoris Mater del Papa Juan Pablo II nos habla del
"Testamento de la cruz" Jesús desde la cruz nos lega en testamento a su
madre. Este es el sentido último de las solemnes y profundas palabras de
Jesús en la cruz. En el momento en que Jesús pronuncia estas palabras esta
muriendo no por la humanidad en abstracto, sino por cada persona en
particular, San Pablo lo dice claro: Me ha amado y se ha dado por mi. "El
Testamento de la cruz", se pronuncia en el momento preciso en que se esta
realizando la redención, la madre de Cristo, encontrándose en el campo
directo de este misterio que abarca al hombre, a cada uno y a todos, es
entregada al hombre, a cada uno y a todos como madre, es un testamento en el
que, concretamente a mi, se me otorga a María como mi madre, un testamento
debe ser y este testamento de la cruz debe ser aceptado por cada uno de
nosotros, para ser un discípulo, debe aceptar el testamento y tomar a María
como cosa suya. El Papa Pablo VI nos dijo si queremos ser cristianos debemos
ser marianos.
Yo he elegido este terna porque la verdad es que estos versículos son para
mi muy profundos, donde veo el amor que Dios me tiene, donde me acepta como
hijo.
Es pues el mismo Cristo quien me señala a su Madre. Y María me muestra con
su vida y amor a su Hijo Jesús, me devuelve hacia Él, me invita a actuar
según lo que Él diga.
Aquí me acerco a María corno la Madre del Señor Jesús y también Madre suya
en el orden de la gracia. Ella es ejemplo de acogida y fidelidad al designio
divino, como se ve en el generoso y decidido, Hágase que pronunció ante el
ángel Gabriel y ratificó en el Altar del Gólgota al pie de la Cruz. María es
por ello modelo de fe y paradigma de unidad, de humanidad reconciliada y de
vida cristiana. Ella no sólo me muestra lo que significa llevar y anunciar
la Palabra viva, sino que es también modelo de solidaridad, como se ve en la
visita a su parienta Isabel. Como miembro de la Iglesia me impulsa a volver
la mirada y el corazón hacia María para pedirle que, como en las Bodas de
Caná, interceda por mí y me guíe, auxilie y enseñe a ser como su Hijo Jesús.
Su maternal presencia invita a una respuesta de amor, de amor filial. Por
ello se me invita a amarla como la amó su divino Hijo. Debo aspiran a vivir
la reconciliación con Dios como dinamismo que da sentido e impulsa sus
vidas, abriéndose a la reconciliación consigo mismos y a cooperar con todos
los hermanos para vivir ese don de Dios como sociedad justa y reconciliada,
y también buscando, según el designio divino, la reconciliación con la
creación, dando recto uso a todos los bienes que el Señor ha puesto para
beneficio del ser humano.
En este camino, María, nuestra Madre, Presente en la Iglesia como Madre del
Redentor, participa maternalmente en aquella "dura batalla contra el poder
de las tinieblas" que se desarrolla a lo largo de toda la historia humana. Y
por esta identificación suya eclesial con la mujer vestida de sol, se puede
afirmar que la Iglesia en la Beatísima Virgen ya llegó la perfección, por la
que se presenta sin mancha ni arruga; por esto, los cristianos, alzando con
fe los ojos hacia María a lo largo de la peregrinación terrena, aún se
esfuerzan en crecer en la santidad. María ayuda a todos sus hijos, donde y
como quiera que vivan a encontrar en Cristo el camino hacia la casa del
Padre.
"Jesús viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a
su madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dice al discípulo: "He ahí a tu
madre"". Estas palabras, interpretadas a veces únicamente como manifestación
de la piedad filial de Jesús hacia su madre, encomendada para el futuro al
discípulo predilecto. Las palabras de Jesús agonizante, en realidad, revelan
que su principal intención no es confiar su madre a Juan, sino entregar el
discípulo a María. Jesús en la cruz no proclamó formalmente la maternidad
universal de María, pero instauró una relación materna concreta entre ella y
el discípulo predilecto.
Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dice al discípulo: "He ahí a tu madre"". Con
esta expresión, revela a María la cumbre de su maternidad: en cuanto Madre
del salvador, también es la madre de los redimidos, de todos los miembros
del cuerpo místico de su hijo.
¡He ahí a tu madre! Ojalá que todos descubran en las palabras de Jesús: "He
ahí a tu Madre", la invitación a aceptar a María como madre, respondiendo
como verdaderos hijos a su amor materno.
Las palabras: "He ahí a tu madre" expresan la intención de Jesús de suscitar
en sus discípulos una actitud de amor y confianza en María, impulsándolos
reconocer en ella a su madre de todo creyente. El Papa Juan Pablo II, dice:
la historia de la piedad cristiana enseña que María es el Camino que lleva a
Cristo y que la devoción filial dirigida a Ella no quita nada a la intimidad
con Jesús; por el contrario lo acrecienta y la lleva a altísimos niveles de
perfección, luego dice el Evangelio que San Juan la acogió entre sus bienes,
la hora de la acogida es la del cumplimiento de la obra de la salvación, en
este contexto comienza la maternidad espiritual de María y la primera
manifestación del nuevo vínculo entre Ella y los discípulos del Señor.
San Agustín comentando este pasaje dice que San Juan no poseía nada propio,
porque todo lo ponía en común, sino se refiere a los bienes espirituales o
dones recibidos de Cristo: La Gracia (Jn 1,16), La Palabra (Jn 12,48; 17,8),
El Espíritu (Jn 7,39; 14,17), La Eucaristía (Jn 6,32-58).
Ojalá que todo cristiano, a ejemplo del discípulo amado, "acoja a María en
su casa" y le deje espacio en su vida diaria, reconociendo su misión
providencial en el común de la salvación.
Esta espiritualidad mariana es totalmente cristocéntrica. "La vocación que
tenemos como cristianos, es la de vivir el estado de Jesús, y éste es el de
Hijo de María. No se trata, en ningún momento y bajo ningún aspecto, de una
actitud melosa y pietista, ni de considerar a María como una deidad
femenina. Ello sería una exageración inadmisible, y está muy lejos de la
sólida y sobria piedad que exige la condición de vivir el estado de hijo de
María. Ésta es una devoción eminentemente cristocéntrica, fundada en la más
firme conciencia de la dependencia de María de la persona, hechos y dichos
del Señor Jesús; pero también marcada por la convicción de que sin la
presencia mariana subordinada se lesiona seriamente el Plan salvífico de
Dios". María tiene una función dinámica en la vida de la Iglesia y de cada
creyente.
Ella sigue acompañándonos en el peregrinar terreno y, cumpliendo con el
mandamiento del Señor en la Cruz, actúa maternalmente en la vida de la
Iglesia intercediendo por sus hijos, ayudándolos a caminar hacia el
encuentro pleno con Jesús. Por ello la llamamos Madre de la vida cristiana.
El llamarla Jesús a su madre Mujer indica (como en las bodas de Cana) que se
esta dirigiendo a Ella en otro nivel que trasciende los lazos familiares,
Jesús está proclamando una solemnemente una misión encomendada a la Virgen.
Luego le dice al discípulo. El Evangelista acota el Evangelio la recibe en
su espacio espiritual, junto a todo lo que es suyo.
La Virgen reconoce a Juan como hijo suyo, "He ahí a tu Madre" esta expresión
revela a María la cumbre de la maternidad: en cuanto madre del Salvador,
también es madre de los redimidos, de todos los miembros del cuerpo místico
de su hijo.
Juan la recibe ya que escuchó: "Que os améis unos a otros como yo os he
amado" y recostando su cabeza en el pecho del Señor recibió de él un signo
singular de amor.
Melitón de Sardes: la ley se ha convertido en el Verbo, el mandamiento en
gracia, la figura en realidad, el cordero en hijo... este es el cordero que
no abre boca... este es el cordero dado a luz por María, la inocente
cordera; Él es el que en la tarde fue inmolado y que ha resucitado de entre
los muertos.
H. U. von Balthasar: María al pie de la Cruz es la Iglesia naciente desde
entonces la Iglesia es mariana.
Jesús es todo, María no se disuelve, sigue estando allí con su presencia
subordinada a Jesús, pero presencia real. En los Hechos de los Apóstoles
vemos que los cristianos tenían un solo corazón y una sola mente y San Pablo
dice: No vivo yo es Cristo quien vive en mí.
Es el Señor Jesús quien nos descubre a su madre, para conocer a María, para
amarla intensamente debemos mirar el corazón de Jesús, conocer y amar a
María es la meta de quien ansia vivir en el estado de Jesús hijo de María.
El andar juntamente con María nos acerca a una mayor compenetración con su
hijo y esa realidad nos lleva hacia la madre de Cristo.
San Luis María Grignion de Montfort: María es el molde en el que se formó el
Dios hombre y sólo en este molde el hombre podrá formarse en Dios con la
gracia de Cristo.
Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora el
discípulo la acogió en su casa"
Neciamente, el hombre ha pensado: Dios ha muerto. Pero si Dios muere, ¿quien
nos dará ahora la vida? Si Dios muere, ¿Qué es la vida? La vida es amor. La
cruz entonces, no es la muerte de Dios sino el momento que se quiebra la
frágil capa de humanidad, que Dios ha tornado y comienza a desbordarse el
amor, que renueva la humanidad.
De la Cruz nace la vida nueva de Saulo; de la cruz nace la conversión de
Agustín; de la cruz nace la pobreza feliz de Francisco de Asís; de la cruz
nace la bondad expansiva de Vicente de Paúl; de la cruz nace el heroísmo de
Maximiliano Kolbe; de la cruz nace la maravillosa caridad de la madre Teresa
de Calcuta; de la cruz nace la valentía del Papa Juan Pablo II; de la cruz
nace la revolución del amor; por eso la cruz no es la muerte de Dios, sino
el nacimiento de su amor en el mundo. ¡Bendita sea la cruz de Cristo! Dios
es amor. Dios os ama. En el silencio del corazón se siente la caricia de tu
último don: "Ahí tienes a tu madre, a mi madre" gracias, Jesús, por haber
encomendado a María la misión de recordarnos cada día que el sentido de todo
es el amor: el amor de Dios plantado en el mundo corno una cruz. ¡Gracias,
Jesús!
Pablo VI en la Encíclica Marialis
Cultus, 37. La opción del estado virginal por parte de María no fue un
acto de cerrarse al matrimonio, sino que constituyó una opción valiente,
llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios.