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La Felicidad Eterna (Jn 20, 29)

 

Comentarios al Evangelio de San Juan Apóstol

 

Santos Silva Imán
2º de Teología 2009

 

¿Sabes dónde se encuentra la felicidad?
En Jesucristo, ya que él quiere la felicidad para cada uno de nosotros

 

Así pues la felicidad está en creer sin haber visto, según nos lo dice el Evangelio de San Juan cuando nos habla del apóstol Tomás: "Le dijo Jesús a Tomás: ¿Has tenido que verme en persona para acabar de creer?" (cf. Jn 20, 29)

Y en otro pasaje también: "Isabel quedó llena del espíritu Santo y exclamó a gritos: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!"

En cada uno de nosotros está el anhelo de ser feliz, ya que este es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia él, el único que le puede satisfacer.

Hermanos a esta altura que llevamos en el seminario y después de haber escuchado estas palabras seguramente ya nos hemos encontrado con este amor, que es la felicidad.

"¿Cómo es, Señor, que yo te busque? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive en ti" (San Agustín).

"Ha de ser inmensa tu alegría, madre ilustre, al pensar que Dios me llama a la verdadera alegría que pronto poseeré con la seguridad de no perderla jamás. Alegraos y saltad de gozo, porque grande será en el cielo vuestra recompensa" (De una carta de San Luis Gonzaga a su madre).

"A vosotros; amigos más os doy este consejo: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero después de esto ya no pueden hacer otra cosa" (San Francisco de Asís).

Introducción

Nosotros como seres vivientes, experimentamos nuestro ser como un proceso que, sin cesar y naturalmente se mueve por la búsqueda del placer, del goce, de la felicidad. Ésta es una realidad incontrovertible. Igual que los ojos han sido hechos par ver nosotros hemos sido creados para ser felices. Así en cada uno de nosotros está el anhelo de ser felices. Deseamos una felicidad encarnada en lo concreto de la vida. No nos atrae una dicha que se pierde en lo abstracto de un ideal ético. Tampoco nos interesa una bienaventuranza exclusiva del más allá. Porque somos vivientes, queremos experimentar en esta tierra el placer, el goce, la alegría.

Cuadro de texto:  
En todos los tiempos y para los seres humanos de cualquier raza, edad y condición social, sin importar las diferencias sexuales, la gran cuestión es cómo alcanzar la felicidad.

Pues es normal que hayan matices diferentes en cada continente, en cada pueblo, en cada grupo social y en cada persona. Me alegra presentar un camino que puede resultar válido y eficaz para personas de cualquier clase social. Lo más importante es que quieran ser felices. Por lo menos, todos hemos saboreados la amargura de la infelicidad. Es por eso que les animo a ir en busca de ese manantial que es "Dios". Invito a todos mis hermanos a entrar en las llamas del sufrimiento y del dolor para arrancar de nuestro ser todas las raíces de la desdicha que nos llevan a la infelicidad. Pues cojámonos de la mano de Dios y, dejémonos conducir por él. Porque tarde o temprano, todos beberemos del cáliz del sufrimiento. Nadie por rico y poderoso que sea, puede verse libre del dolor.

Pues la senda de la felicidad no es fácil ni cómoda, es por eso que debemos estar preparados y a meternos en el dolor para que, guiados por Dios, aprendamos a trascender el sufrimiento en nuestras vidas. Y pues hermanos para vivir todo esto requiere valentía, perseverancia, paciencia, y aún más abrazarnos de Dios mediante la fe, la esperanza y el amor.

Exposición

Es impresionante contemplar los viernes y sábados a los jóvenes cómo se destruyen con las bebidas, droga y sexo. Todos buscan la felicidad, el hombre de la fiesta, pero necesitan ver al eterno, Jesucristo, que es la verdadera fiesta.

El amor es una luz — en el fondo la única — que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da las fuerzas para vivir y actuar.

La juventud necesita ver testigos que vivan el Evangelio y se forjen los auténticos hombres.

Cuando el sabio proclama ¡Dichosos los pobres! ¡Desgraciados los ricos! No quiere pronunciar ni una bendición que proporcione la felicidad, ni una maldición que produzca la infelicidad, si no exhortar, en nombre de suexperiencia de felicidad, a seguir los caminos que conducen a ella.

Los israelitas temen a Dios, observan su ley, escuchan la sabiduría es que esperan la felicidad como recompensa, los más espirituales incluso la poseen ya así, la cual significa para ellos estar con Dios para siempre. Así pues es propio de un ser feliz la cualidad de lo luminosos y solar, es como un sol. Parece indicar luz y claridad donde quiera que se haya. El gesto comparar típico de la felicidad es el abrir los brazos, como si quisiera abrazar a todo hombre y al mundo entero. El que es feliz no percibe su ambiente como algo hostil o amenazador, sino como una atmósfera acogedora y familiar, que le permite realizar sus aspiraciones. En consecuencia está protegido contra la susceptibilidad del amor propio.

Jn 20, 29. La experiencia que tiene Tomás es la misma que habían tenido los otros discípulos, ver a Jesús en persona.

El reproche de Jesús se refiere, por tanto, a la negativa de Tomás de creer el testimonio de la comunidad, exigiendo una experiencia individual, separado de ella. Tomás buscaba un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. La experiencia de Tomás no es modelo; Jesús se la concede para evitar que se pierda uno de los que el Padre le ha entregado (Jn 17, 12), Tomás quiere encontrarse con Jesús; pero a Jesús no se le encuentra sino en la nueva realidad de amor. La experiencia de su amor (sin haber visto) es la que leva a la fe en Jesús vivo (llegara a creer); al aceptarlo como norma de vida, el discípulo tendrá la experiencia visión personal de Jesús. Juan dice que la aceptación y práctica del amor son condición para la experiencia de Jesús (Jn 7, 17): la voluntad de realizar el designio de Dios llega a conocer que la doctrina de Jesús es de Dios; (Jn 8, 3 1 ss): la práctica del mensaje lleva al conocimiento de la verdad; la aceptación y las exigencias del padre y la práctica de su mensaje llevan a conocer el origen divino de Jesús y a creer que es el enviado de Dios. No es la experiencia extraordinaria (Tomás) el verdadero fundamento de la fe: es la experiencia y práctica del amor entre los hermanos su base sólida y permanente.

Todo discípulo de cualquier época tiene que ver al Señor y esa visión se realiza al experimentar la vida que él comunica: vosotros, en cambio, no veréis porque yo tengo vida y también vosotros la tendréis.

Es la comunión del espíritu la que produce esa clase de visión. La experiencia se perfecciona en la celebración eucarística donde los discípulos se asimilan a Jesús y reciben vida definitiva.

El Evangelio queda abierto al futuro: dichosos los que, sin haber visto, llegan a creer o creerán por el mensaje de los discípulos, quienes continuarán manifestando en medio del mundo el amor de Jesús.

Jn 20, 20. "Se alegraron los discípulos al ver al Señor" ¿ves que sus palabras tienen cumplimiento en las obras? Antes de la crucifixión le había dicho: de nuevo os veré y se alegrará vuestro corazón, y vuestra alegría nadie os la quitará, y ahora lo cumple. Todo esto les llevó a una fe mucho más segura. Y todo ello aunque los discípulos que se les comunicaba eran dignos de todo crédito, y pese a que Cristo mismo lo había prometido. Aún así Tomás pidió más, y ni siquiera de ello le privó Cristo.

¿Porqué no se le apareció enseguida, sino pasado ocho días? Para que en ese intervalo de tiempo, mientras fuera instruido por los discípulos y oía lo mismo, se inflamase con un deseo más ardiente y fuera en lo sucesivo más firme en la fe. ¿Cómo sabía que el costado de Cristo fue abierto? Lo había oído a los discípulos. ¿Por qué creyó una cosa y no la otra? Porque la resurrección era algo extraño e inusual.

Dice a Tomás: "trae aquí tu dedo y mira mis manos. Mete tu mano en mi costado", añadió: "y no seas incrédulo, sino fiel".

¿Ves cómo su perplejidad procedía de su falta de fe? Cuando Tomás estaba completamente convencido y exclamó: "Señor mío y Dios mío", Cristo le dijo: "porque me has visto has creído". Bienaventurados los que no vieron ycreyeron. Admitir las cosas que no se ve es, sin duda, lo que caracteriza a la fe: la fe es garantía de las cosas que no se esperan, la evidencia de lo que no se ve. En este punto declara Bienaventurados no sólo a los discípulos, sino también a los que después de ellos habrán de creer.

En ningún momento ellos buscaron evidencias, sino que aceptaron inmediatamente la resurrección por los lienzos e, incluso antes de ver el cuerpo, creyeron sin ninguna reserva. Por eso, recordemos también ahora la sentencia:bienaventurados los que no vieron y creyeron.

Los discípulos se sienten embargados de profunda alegría, y experimentan el cumplimiento de la promesa que Jesús les había hecho en el momento de partir, a saber que su angustia se convertiría en gozo.

San Agustín

Los mártires despreciaron este mundo por la felicidad eterna y que al mismo tiempo tenemos como cosa para la felicidad presente lo que se escribió aquí.

Vosotros únicamente temed al Señor y amad en sus caminos, y no envidiéis a quienes no andan por los caminos de Dios cuando lo viereis que son infelizmente felices; por el contrario, los mártires eran felizmente infelices, pues era temporalmente infelices, pero eternamente felices, y por lo mismo que eran temporalmente infelices, se les juzgaba más infelices que eran.

¿Qué dice, pues, el apóstol? Como triste, pero siempre alegres. ¿Por qué siempre? Porque aquí y allí, totalmente aquí y allí ¿Cómo estamos alegres aquí? Con la esperanza. ¿Cómo no alegramos allí? Con la realidad. La esperanzareporta un gran gozo. Si nos alegramos con la esperanza, ve lo que sigue: sufridos en la tribulación.

Luego, los mártires eran sufridos en la tribulación porque se alegraban en la esperanza, esperar con paciencia.

¿Cómo el hombre puede ser feliz? La filosofía moral antigua por la solución de este problema, que es el capítulo más interesante de la filosofía del valor. La verdadera vida feliz no puede consistir en gozarse a sí mismo; la vida feliz consiste en el prefecto conocimiento de Dios.

No consiste pues, la felicidad y disfrute de ningún bien creado y transitorio, sino del bien absoluto y perfecto. La sabiduría, la cual está trenzada con la vida feliz, así como la miseria y la desventura son hermanos de la necedad, la vida feliz no sería posible en este valle de lágrimas, sino en esperanza y su logro completo en carne y espíritu se reservará para la otra vida. La felicidad tiene un significado de cercanía al rostro de Dios que traducido sería, plena alegría, satisfacción y placer, lo que significa felicidad y alegría tanto en el sentido natural como sobrenatural.

Si conociéramos a Dios por experiencia, igual que los místicos descubriríamos que es completamente distinto del que nos pintan ciertos profesionales. Lejos de ser un juez severo que lleva cuentas de nuestros pecados y carga nuestra conciencia con la culpa, es un Padre cuyo amor a nosotros es inefable. Sale al encuentro del hijo pródigo y, en lugar de condenarlo y castigarlo lo envuelve en el abrazo de su ternura y lo cubre de besos. De inmediato hace un banquete para celebrar el retorno de su hijo.

San Juan de la Cruz, lo mismo que otros místicos, nos ofrece la experiencia de ésta y otras verdades reveladas por el mismo Dios; y desde la óptica de Dios puede advertir que la grandeza de cada uno de nosotros sólo puede ser alcanzada por Dios.

Por medio del amor al prójimo y a él, esperamos abrir el corazón a esta presencia con que recree, deleita y alegra. En él se encuentra la felicidad profunda. Y él desea infinitamente que lleguemos a disfrutarlo.

Porque San Juan de la Cruz es cristiano, valora al hombre en forma incondicional. Percibe las enormes potencialidades naturales que existen en cada uno de nosotros. Y nos anima a desarrollarlas a impulso del amor. Este es un valor que se halla al alcance de todos con un mínimo de buena voluntad es posible aprender el arte de amar. Cuando hay honestidad y rectitud, aunque las palabras renieguen de Dios, las obras pueden abrir el horizonte de un amor sin fronteras.

Si la posición terrena de esta dicha sin igual requiere la gracia de Dios. Sólo él puede realizar en plenitud el paso de la madurez personal al desarrollo transpersonal tiene que dárselos él mismo, en la oscuridad de la noche, para que vivamos a fondo el proceso de muerte — renacimiento.

En lo más oscuro de esa experiencia nocturna que se produce por la cercanía deslumbrante de su amor y hermosura, él nos abraza tan estrechamente, que nos renueva de verdad al transformarnos en sí. Entonces nos regala un corazón nuevo que nos convierte en braza ardiente y al hacernos capaces de amar con todo el corazón, con toda el alma, y con todas las fuerzas que expanden nuestro ser. Y romper los límites naturales del crecimiento humano nos lanza al proceso sin horizontes del desarrollo transpersonal.

Cuando Dios, por medio de su Espíritu dilata por completo nuestra apertura al infinito, se nos entrega por Cristo en amor eterno. Por esta autodonación suya, se afirma él en nosotros como el abismo de deleites. De aquí brota, como de un manantial alimentado subterránea e ilimitadamente por él mismo, la felicidad profunda.

La cual, en cuanto estado feliz no puede ser patrimonio del más allá. Cristo nos promete su alegría total para esta vida. San Juan de la Cruz igual que a los místicos de todas las grandes religiones de que en esta tierra podemos "saber a qué sabe la vida eterna". De hecho, según los recuerdan los últimos concilios, la gloria de Dios consiste en la felicidad del hombre.

Captatio benevolentiae

Después de haber expuesto el tema en su conjunto he tratado de hacer llegar a ustedes. Lo resumo en estas pocas palabras inspiradas en san Juan: "Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos". Si la vida se da desde el comienzo como un acto de amor, lo mismo que la felicidad; pues, quien no ama, permanece en la muerte, y quien no sabe amar no es feliz. El que ama es feliz.

La vida feliz no puede consistir en gozarse a sí mismo; la vida feliz consiste en el perfecto conocimiento de Dios.

Y el asunto fundamental es que debemos redescubrir a Dios, no a un Dios cualquiera, sino al Dios que tiene rostro humano, porque cuando vemos a Jesucristo vemos a Dios.

Testimonio

Estando en segundo año de filosofía un obispo me contó su testimonio de vida, decía que llevaba casi veinte años de obispo, pero que no encontraba la felicidad, que estaba a punto de suicidarse, sin embargo daba gracias a Dios por haberle permitido encontrase con una familia del camino neocatecumenal. Éstos fueron los que permitieron que este obispo se encontrará con Jesucristo, le predicaron el Kerigma y le invitaron a las catequesis y así fue donde este obispo se encontró con el amado y desde allí es profundamente feliz. Este testimonio me lo contó porque quería que empiece a buscar la felicidad en Dios y no en la vida mundana.

 

Cuadro de texto:  
Exhortación final

Amados hermanos, tras la indagación de todo este trabajo me he dado cuenta que nadie por más amor que nos tenga y por más esfuerzo que haga, está a la altura de nuestra capacidad de amor y de alegría. Sólo Dios, por medio de Jesucristo y en la ternura de ese espíritu tiene la talla de nuestras aspiraciones.

Los exhorto a ustedes a ir tras el camino de la felicidad que es Jesucristo, porque a pesar de tantos males que nos angustian y deprimen, es muy saludable descubrir el camino de la felicidad profunda. San Agustín nos dice que si al ejemplo de Jesucristo logramos amar sin reservas, si ampliamos nuestro amor a todos los hombres y a todas las creaturas, dejándonos llevar por él hacia la lucha por un mundo nuevo y una personalidad renovada, ciertamente nos dispondremos para recibir de Dios el regalo de la felicidad eterna

 

 


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