Comentario al Salmo 51(50), 12
«Oh Dios, crea en mí un corazón puro» (Sl 50, 12)
Balduino de Ford (?-hacia 1190),
abad cisterciense
Homilía 10, sobre el Cantar 8,6;
PL 204, 513s
«Grábame como un sello en tu corazón... porque es
fuerte el amor como la muerte» (Ct 8,6). «Es fuerte el amor como la muerte»
porque el amor de Cristo da muerte a la misma muerte... También el amor con
que nosotros amamos a Cristo es fuerte como la muerte ya que viene a ser él
mismo como una muerte, en cuanto que es el aniquilamiento de la vida
anterior, la abolición de las malas costumbres y sepelio de las obras
muertas. Este nuestro amor por Cristo es como un intercambio de dos cosas
semejantes, aunque su amor hacia nosotros supera al nuestro. Porque «él nos
amó primero» (1Jn 4,19) y, con el ejemplo de amor que nos dio, se ha hecho
para nosotros como un sello, mediante el cual nos hacemos conformes a su
imagen...
Por esto dice: «Grábame como un sello en tu corazón». Es como si dijera:
«Ámame como yo te amo. Tenme en tu pensamiento, en tu recuerdo, en tu deseo,
en tus suspiros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre qué tal te he
hecho, cuán por encima te he puesto de las demás criaturas, con qué dignidad
te he ennoblecido, cómo te he coronado de gloria y honor, cómo te he hecho
un poco inferior a los ángeles, cómo he puesto bajo tus pies todas las cosas
(Sl 8,6-7). Acuérdate no sólo de cuán grandes cosas he hecho para ti, sino
también de cuán duras y humillantes cosas he sufrido por ti; y dime si no
obras perversamente cuando dejas de amarme. ¿Quién te ama como yo? ¿Quién te
ha creado sino yo? ¿Quién te ha redimido sino yo?»...
Quita de mí, Señor, este corazón de piedra, quita de mí este corazón
endurecido, incircunciso. Y dame un corazón nuevo, un corazón de carne, un
corazón puro (Ez 36,26). Tú que purificas los corazones y amas los corazones
puros, toma posesión de mi corazón y habita en él; llénalo con tu presencia,
tú que eres superior a lo más grande que hay en mí y que estás más dentro de
mí que mi propia intimidad. Tú que eres el modelo de la perfecta belleza y
el sello de la santidad, sella mi corazón con la impronta de tu imagen;
sella mi corazón, por tu misericordia, tú, «Dios por quien se consume mi
corazón, mi lote perpetuo» (Sl 72,26).