La eucaristía y la pastoral de los niños
Ciudad del Vaticano, 8 de Enero de 2005
Queridos sacerdotes,
Me dirijo a vosotros que, a través del correo electrónico, estáis conectados
con nuestra pagina de Internet www.clerus.org, y que os ofrece documentación
específica para la formación permanente; sobre todo gracias a las
vídeo-conferencias internacionales de índole teológico, organizadas por la
Congregación para el Clero, que ya venimos teniendo por más de tres años, y
que toca temas que os conciernen de cerca.
Querría agradecer en este tiempo que sigue inmediatamente después de
Navidad, a vosotros párrocos que, en este año especial de la Santa
Eucaristía, os dedicáis aún más a vivir y testimoniar este misterio
eucarístico en vuestras parroquias.
"Haced esto en memoria mía" nos ha dicho Jesús, y nosotros, a través del
ejercicio de nuestro ministerio, podemos ofrecer cada día su Cuerpo y su
Sangre sacramentalmente presente sobre el altar, y poder exclamar: "El Verbo
se hizo Carne y ha venido a habitar entre nosotros" (Jn. 1, 14).
El tiempo de Navidad ha sido un tiempo dedicado especialmente a los niños.
En efecto, el Dios encarnado, el Emmanuel, se nos aparece con el rostro de
Niño; y Jesús, cuando sea adulto, nos dirá que el camino para entrar en el
Reino de los Cielos pasa por el corazón de un niño: "si no os hiciereis como
niños no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mt. 18, 3).
Precisamente en el Ángelus del pasado 6 de Enero, solemnidad de la Epifanía
del Señor, una vez más el Santo Padre afirmó la importancia de los pequeños
en la Iglesia, diciendo que: "los niños son el presente y el futuro de la
Iglesia. Tienen un papel activo en la evangelización del mundo, y con sus
oraciones contribuyen a salvarlo y a mejorarlo."
Cómo no pensar entonces de modo especial, en este año de la Eucaristía, en
los niños: ellos que frecuentan nuestras parroquias y que son los primeros
destinatarios de la catequesis. ¡Los acogemos, antes que nada, a la Pila
Bautismal, cuando vienen acompañados de su familia; después los encontramos
más frecuentemente en la parroquia, para participar en los cursos de
catecismo en preparación a la Primera Comunión!
Un gran Papa canonizado por la Iglesia, San Pío X, dedicó precisamente a los
niños no poca atención y esfuerzo pastoral. El 8 de Agosto de 1910 venía
emanado el Decreto "Quam Singulari" , a través del cual, el Santo Padre Pío
X, establecía que se pudiera admitir a los niños a la Primera Comunión desde
la edad de siete años.
Fue aquello un evento muy importante para la pastoral de los niños, pues sin
necesidad de esperar más tiempo, podían acercarse así a la Comunión
Eucarística después de haber recibido en sus parroquias la debida
preparación que les permitía aprender los primeros elementos fundamentales
de la fe cristiana. De hecho, ya en aquel tiempo se había situado la edad de
la discreción alrededor de los siete años, cuando el niño podía ya
distinguir el pan común del Pan Eucarístico, verdadero Cuerpo de Cristo.
Junto con San Pío X, muchos estamos convencidos que esta praxis de permitir
a los niños a la Primera Comunión desde la edad de siete años, trae a la
Iglesia grandes gracias del Cielo. Además, no hay que olvidarse que en la
Iglesia primitiva, el sacramento de la Eucaristía se administraba a los
recién nacidos, enseguida después del Bautismo, bajo las especies de pocas
gotas de vino.
Permitir que los niños puedan recibir cuanto antes posible a Jesús
Eucarístico, había sido por muchos siglos uno de los firmes cimientos de la
pastoral para los más pequeños en la Iglesia; costumbre que fue restablecida
por San Pío X en su tiempo, que ha sido alabada por sus Sucesores, y aún más
veces por nuestro Santo Padre Juan Pablo II.
El canon 914 ha acogido plenamente el pensamiento del Pontífice: "Los
padres, en primer lugar, y quienes hacen sus veces, así como también el
párroco, tienen obligación de procurar que los niños que han llegado al uso
de razón se preparen convenientemente y se nutran cuanto antes, previa
Confesión sacramental, con este alimento divino."
El Santo Padre ha vuelto recientemente sobre aquella decisión de San Pío X
con palabras de admiración; lo ha hecho en su libro "¡Levantaos! ¡Vamos!":
"Un testimonio conmovedor de amor pastoral por los niños la dio mi
predecesor san Pío X con su decisión sobre la Primera Comunión. No solamente
redujo la edad necesaria para acercarse a la Mesa del Señor, de lo que yo
mismo me aproveché en mayo de 1929, sino que dio la posibilidad de recibir
la comunión incluso antes de haber cumplido los siete años si el niño
muestra tener suficiente discernimiento. La Sagrada Comunión anticipada fue
una decisión pastoral que merece ser recordada y alabada. Ha producido
muchos frutos de santidad y de apostolado entre los niños, favoreciendo que
surgieran vocaciones sacerdotales" (Juan Pablo II "¡Levantaos! ¡Vamos!"
Plaza Janés. Barcelona, 2004, p. 97).
Nosotros sacerdotes, llamados por Dios a custodiar el Santo Sacramento del
altar en unión a nuestros Obispos, podemos y debemos cuidar ante todo a los
niños como a los primeros destinatarios de este don inmenso: la Eucaristía,
que Dios ha puesto en nuestras frágiles manos de arcilla, sobre nuestras
manos consagradas.
Creo que es una de las más grandes alegrías para el párroco aquella de
escuchar la Primera Confesión de los niños, y luego, hacerles recibir la
Primera Comunión; y viene espontáneamente a la mente la certeza de que
cuanto más pequeños son, más digna será la acogida del corazón a Cristo
sacramentado. En efecto, cuando la mente del niño llega a la edad en que
comienza a razonar—y hoy esta edad llega pronto — está abierta y disponible
a la acogida de la luz divina, que les hace penetrar hasta dónde es posible,
el misterio del amor de Dios para el hombre. Luego la fe se levanta sobre la
razón, y esta fe—que a menudo la hemos experimentado precisamente en
nuestras parroquias—es tan viva en los niños que ellos son capaces, a veces
mejor que nosotros, de expresar con la oración inmediata, su cercanía al
Señor.
Confiamos, por lo tanto, que esta santa costumbre, recordada por todos los
últimos Papas, de hacer acercar a los niños pequeños a la Santa Eucaristía,
después de haber hecho su Primera Confesión, sea cada vez más estimada y
dentro de lo posible seguida, particularmente en este Año de la Eucaristía.
Recemos para que la caridad pastoral sea la fuerza de todo párroco ávido de
animar la pastoral parroquial, en unión a su Obispo, en sintonía y en
colaboración con las familias y los educadores de los niños; para que el
amor por la Santísima Eucaristía sea transmitido desde la más tierna edad, y
el deseo de recibir el Cuerpo de Cristo se convierta en el camino más seguro
para asegurar un futuro de paz y santidad, no sólo al creyente sino a la
entera comunidad cristiana.
En unión de oración y de trabajos pastorales, os saluda dev.mo en Cristo,
Darío Card. Castrillón Hoyos
Prefecto de la Congregación para el Clero