Jesús de Nazaret de Benedicto XVI: Presentación
El cardenal de Viena, Christoph Schönborn, presenta el libro que ha escrito
Su Santidad Benedicto XVI:
No es de admirar el Papa hable de Jesús. Es precisamente el núcleo de su
misión como sucesor del Apóstol Pedro cuya profesión de fe en Jesús la
continúa en el día de hoy. “Tú eres el Cristo (Mesías), el Hijo del Dios
vivo" (Mateo XVI, XVI): Esta solemne profesión acerca de la identidad de
Jesús de Nazaret es la roca sobre la cual Jesús ha prometido construir su
Iglesia. No hay que admirarse que el sucesor de Petros, Kaphas
(hombre-"Roca"), repita, renueve y proclame esta misma profesión de fe en el
hoy de la Iglesia. No hay que sorprenderse de que el Papa hable de Jesús. Es
la primera y la más importante de todas sus tareas.
Lo que sorprende más bien es la manera cómo lo hace. No es Benedicto XVI que
ocupa el primer lugar en la cubierta del nuevo libro sino simplemente
"Joseph Ratzinger". Recién en segundo lugar aparece el nombre que ha elegido
el 19 de abril 2005 luego de su elección como Papa: Benedicto XVI. No habla
aquí el Papa, tampoco el que fue cardenal, obispo, profesor, o sacerdote
sino el simple creyente, el cristiano Joseph Ratzinger. Para aclarar esto
desde el comienzo cierra la introducción de su libro con la simple
indicación: "Seguramente no necesito subrayar que este libro no es en
absoluto un acto del magisterio sino únicamente la expresión de mi búsqueda
personal del "rostro del Señor" (vea salmo 27, 8) (página 22). Es pues un
"libro de Jesús" muy personal. Ya al comienzo el autor expresa que ha
"estado en camino interiormente durante un largo tiempo" hacia ese libro
(página 10).
Con todo, la persona y el cristiano Joseph Ratzinger es también Papa
Benedicto XVI. Con ese, para decirlo de alguna manera, "nombre doble" firma
también la introducción, y con el aparece el libro a nivel mundial en medio
de la atención universal de los medios de comunicación; se debe leer este
libro como el libro de Jesús del Papa. ¿Y por qué no? Él no es el
funcionario supremo de una organización multinacional a nivel mundial sino
el sucesor de aquél a quien Jesús preguntó: "Simón,..., ¿me amas?" (Juan 21,
15). ¿Y por qué no debería ser justamente el Papa quien tiene la misión
especial de hablar de su Rabí, Maestro y Señor? ¿Acaso no es a él más que a
todos los demás, al que debe colmar la amistad con Cristo? Cómo veremos este
es probablemente el punto de gravitación, el centro interior de su libro de
Jesús. Le da el nombre de "amistad íntima con Jesús” y expresa que "todo
depende (de ella)" (página 11).
¿Se trata de un testimonio de una "amistad íntima"? ¿Un punto de partida muy
subjetivo? ¿Un testimonio personal tal como hay muchos de ese tipo de esa
literatura piadosa para los "que están afuera" y que para ellos es muy
difícil de digerir? Entonces no sería el tipo de literatura como la suele
ser la de Joseph Ratzinger. El rechaza todo subjetivismo, todo tipo de auto
presentación de su interioridad personal le es extraña. Como en el caso del
gran Tomás de Aquino el fuego de su vida de fe está escondido y no expuesto
a la curiosidad biográfica. Nos encontramos más bien con un diálogo
espiritual que no cansa nunca, la preocupación por el concepto, la fuerza
del argumento, la pasión de una búsqueda objetiva de la verdad, el esfuerzo
de dar razón de su propia esperanza a todos los que preguntan y buscan (vea
1 Pedro 3, 15).
Es por eso que el Papa se traslada al ágora, al lugar de debate público. En
el areópago (vea Apocalipsis 17, 22) de la multiplicidad de opiniones
presenta su visión de Jesús; lo que debería ser normal en los areópagos del
debate público lo dice el Papa a todos sus lectores y establece de esta
manera una medida que cualificación muy alta: "Cada uno y todos tienen la
libertad de contradecirme. Solamente les pido a las lectoras y a los
electores a que me concedan un anticipo de simpatía que es indispensable
para la comprensión" (página 22).
Realmente no falta la contradicción. En todas las líneas y desde el comienzo
Jesús es "un signo de contradicción" (Lucas 2, 34). ¿Su figura es
"razonable"? ¿Acaso no es quebradiza la roca de la confesión de Pedro
respecto a Jesús como el Mesías de Israel, el Hijo de Dios vivo? ¿Acaso está
verdaderamente asegurado lo que sabemos del hombre de Galilea? ¿Acaso la
amistad con un hombre fantasmagórico tiene alguna utilidad? Este tipo de
amistad "amenaza caer en el vacío" (página 11). Por eso la pregunta por la
fiabilidad histórica es de importancia vital justamente para aquel hombre
entre los 2 mil millones de cristianos lleva de manera especial la misión de
ser aquel a quien Jesús ha confiado "las llaves del reino de los cielos"
(Mateo XVI, 19).
Casi sin interrupción se presentan en el mercado de la publicidad medial
unas pretendidas "revelaciones" que quieren exhibir una historia totalmente
distinta del Jesús de Nazaret que conocemos: La presentación bíblica y
eclesial de la figura de Jesús nada más es un engaño del clero y una
decepción de parte de la Iglesia. Existe una conspiración tenebrosa según
esta opinión que esconde la "verdad" de Jesús y está localizada
preferentemente en el Vaticano.
Las dudas respecto a la fiabilidad histórica de la imagen de Jesús de los
Evangelios también provienen de las "propias filas". Desde hace más de 200
años la crítica histórica de la Biblia ha cuestionado prácticamente todo lo
que se encuentra en la Biblia acerca de Jesús. De esta manera su figura
siempre de nuevo desaparece en la amplificación como un fantasma en un
"icono difuso” (página 11). La fe eclesial en Jesucristo aparece de esta
manera como una "iniciación" del Jesús de Nazaret del cual en realidad no se
sabe nada seguro. "Esta impresión se ha difundido en la conciencia general
de la cristiandad. Una tal situación es dramática para la fe, porque su
centro relacional esencial es inseguro" (página 11).
¿Supongamos que se logre comprobar la confiabilidad histórica de los
Evangelios y de la imagen que presentan de Jesús? Nuestro autor está
convencido que eso es posible. La historia de la vida lo ha preparado
perfectamente para ello. Para él la Biblia siempre ha sido corazón y centro
de la teología. Y en los muchos años durante los cuales lo he encontrado
como profesor, como obispo, como prefecto de la congregación, nunca lo he
visto sin su "Nestlé", la edición crítica del Nuevo Testamento griego. No
conozco a ningún profesor de teología que está tan compenetrado
interiormente con la Biblia. Durante 24 años fue presidente de la Comisión
Bíblica Pontificia que reúne a científicos católicos de la Biblia de primera
categoría. Conoce muy bien el método "histórico-crítico" de la
interpretación bíblica. Si asume al respecto una posición crítica no lo hace
por miedo sino en la convicción argumentada y confirmada que debería
reconocer sus limitaciones. Escribe: "Espero que los lectores descubrirán
que este libro no se ha escrito en contra de la exégesis moderna sino con
una gran gratitud por todo lo que nos regala y nos ha regalado" (página 22).
El sabe de lo que está hablando. Cada página de su libro es testimonio que
conoce los trabajos de los científicos bíblicos modernos.
Precisamente esta compenetración lo ha confirmado en la convicción que uno
puede fiarse de los Evangelios. Dice que quiere hacer el intento, "de
presentar al Jesús de los Evangelios, al Jesús real, como el Jesús
"histórico" en su sentido verdadero. Estoy convencido y espero que también
los lectores puedan percibir que esta figura mucho más lógica y razonada
históricamente es mucho más comprensible que las reconstrucciones con las
cuales hemos sido confrontados en los últimos decenios. Pienso que es
justamente ese Jesús, el Jesús de los Evangelios, que constituye una figura
que corresponde a la historia y concuerda con ella" (página 20).
Nuestro autor parte de esta presuposición. Y hacia ella lee la vida de
Jesús, desde el bautismo en el Jordán hasta su transfiguración, aquel
espacio en la vida pública de Jesús que es el tema de este primer tomo,
esperando el segundo que trataría el comienzo y final del camino terrenal de
Jesús.
Basándose en la confiabilidad histórica de los Evangelios y des su imagen de
Jesús se presenta luego una pregunta mucho más radical, aquella del centro
esencial del debate respecto a Jesús. Si Jesús fue aquel como lo describen
los Evangelios ¿es confiable como persona? ¿De repente su autocomprensión
tal como nos la transmiten los Evangelios históricamente, no es nada más que
una exagerada autoconciencia de sí mismo, una ampliación sin medida?
Después de 200 años de crítica histórica de la Biblia podemos confiadamente
partir junto con Joseph Ratzinger-Papa Benedicto del hecho que los
Evangelios tienen una confiabilidad histórica sólida. Las imágenes
fantásticas de Jesús como revolucionario, como manso reformador social, como
amante secreto de María Magdalena, etc. las podemos guardar tranquilamente
en el almacén de huesos de la historia. Sin embargo continúa vigente la gran
pregunta: ¿Jesús es razonable en sí mismo? ¿Acaso su autoconciencia no será
un gigantesco error del cual depende la cristiandad desde hace 2000 años? El
islamismo y el judaísmo se escandalizan precisamente por esta
autoconciencia. Es reto esencial para el sucesor de San Pedro (y de San
Pablo) en el areópago del mundo actual.
¿Jesús es en sí mismo razonable? Y si lo es "¿que ha aportado?" (página 73).
¿Por qué no debería ser más que un profeta? Y ese se "Más" no es acaso el
intento de sus discípulos de convertirlo en Dios. Es su propia
autoconciencia. El mismo se llama "el Hijo" (página 386-396), en un sentido
absoluto sólo propio a él. ¿Por qué no puede o no quiere reducir su papel al
de un fundador de una religión entre muchas otras? He aquí el escándalo
verdadero. Éste escándalo es más radical que todos los muchos escándalos que
han desatado sus discípulos desde el comienzo.
¿Y Jesús mismo es razonable, fiable? De acuerdo al testimonio personal del
Papa Benedicto uno de los motivos de escribir este libro fue encontrarse con
el libro del "gran erudito judío Jacob Neusner” (página 99) "Un Rabino habla
con Jesús" (Munich 1997; original: A Rabbi Talks with Jesus: An
Intermillenial Interfaith Exchange, Nueve York 1993). Lo que dice el Papa
Benedicto sobre este libro es tan esencial para la comprensión de su propio
libro de Jesús que tengo que citarlo aquí un poco más detalladamente. Jacob
Neusner, así lo dice nuestro autor, como que se ha "sentado entre los
oyentes del sermón de la montaña y luego hay intentado un diálogo con
Jesús... esta disputa reverente sincera de un judío creyente con Jesús, el
hijo de Abrahán, me abierto los ojos más que muchas interpretaciones que
conozco y me ha hecho ver la grandeza de la palabra de Jesús y la decisión
con la que nos encara el Evangelio; de esta manera quisiera... como
cristiano entrar en el diálogo que tiene el rabino con Jesús para comprender
lo que es auténticamente judío y penetrar el secreto de Jesús con mayor
profundidad" (página 99).
En ese diálogo entre tres había pensado el cardenal Ratzinger ya en aquel
entonces cuando definió el libro del rabino Neusner como "uno de los libros
más importantes para el diálogo judío-cristiano que ha sido publicado en los
últimos años". Y este libro de Jesús cumple la promesa hecha.
Para él es mucho más importante el diálogo con el rabino que los debates
sobre los métodos exegéticos. Estos últimos en cierto sentido son
preparación, cuestiones preliminares. Joseph Ratzinger-Benedicto XVI los
esclarece eficazmente en la introducción, muestra los méritos y las
limitaciones de los accesos histórico-críticos a Jesús. Sin embargo , desde
la "primera mirada sobre el misterio de Jesús" (26-33) se encuentra que la
persona de Jesús misma está en el centro. Aquí, en el corazón de su
meditación sobre Jesús, le es sumamente importante el rabino.
"Intentemos asumir lo esencial de este diálogo para conocer a Jesús y para
comprender mejor a nuestros hermanos judíos" (página 136). El rabino Neusner
en su diálogo interior le había seguido a Jesús durante todo el día y luego
se retira con los judíos de una pequeña ciudad para la oración y el estudio
de la Torah. Con el rabino local desea conversar lo que ha escuchado
manteniéndose siempre en la dimensión de la actualidad a través de los
milenios" (página 136). Comparan las enseñanzas de Jesús con las de la
tradición judía. El rabino le pregunta a Neusner si Jesús enseña lo mismo
que la Torah: "No exactamente pero más o menos". "¿Qué cosa ha dejado de
lado?" "Nada". "¿Qué entonces ha añadido?" "A sí mismo". Así el diálogo
imaginario. Justamente este es el punto cuando en medio de un encuentro tan
respetuoso aparece el rechazo de Neusner. Él caracteriza su sobresalto con
la palabra que le dirige Jesús al joven rico: "Si quieres ser perfecto,
anda, vende tus bienes; luego ven y sígueme" (Mateo 19, 20). Todo depende,
dice Neusner, de lo que quiere decir "me" (Un rabino habla con Jesús, página
114). Y nuestro autor añade: "esta es la razón central por qué él (el rabino
Neusner) no quiere seguir a Jesús sino permanecer junto con el eterno
Israel" (página 130).
"Lo central del Yo de Jesús en su mensaje" es pues la razón por qué, así
escribe el rabino Neusner en su prólogo de su libro, "no se habría insertado
en el círculo de los discípulos de Jesús si hubiera vivido en el país de
Israel en el primer siglo" (obra citada página 7). Y esta decisión la había
tomado a partir "de buenas e importantes razones, fundamentada con
argumentos y hechos de manera razonable". Esto lo dice el rabino ya en las
primeras líneas de su libro (ibídem, página 7).
Se presenta la pregunta: ¿El "no" formulado con respeto y sensibilidad pero
no menos con claridad al seguimiento de Jesús tiene su motivo primordial en
razones de fe o en razones de razonabilidad? Parece que en ambos. El "no" a
la equiparación de Jesús con Dios es para él una evidencia de fe cuya
razonabilidad se puede fundamentar también con "argumentos y hechos". Son al
mismo tiempo razones religiosas como sociales que sostienen el cortés "no"
de Neusner. Lo que exige Jesús de sus seguidores eso "solamente Dios lo
puede exigir de mi" (Un rabino habla con Jesús, página 70). Y lo que exige
lleva al final a poner en peligro la forma social de Israel que se ordena
según la Torah. "Basándose en el sermón de la montaña no se puede construir
ningún estado, ningún orden social" (página 146).
El rabino es tan importante para el libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI
porque rechaza todos los intentos que quieren separar al Jesús histórico del
Cristo del dogma de la Iglesia. No fue la Iglesia ni el apóstol San Pablo
que de alguna manera han convertido al manso, liberal, profético,
apocalíptico, o del talante que sea este predicador itinerante de Galilea en
el Hijo único de Dios. Es el mismo que mediante toda su obra y su palabra
presenta una exigencia que solamente le compete a Dios hacerla. Este es el
tema central del libro. Es la pregunta de Jesús en Cesarea de Filipos:
"¿Quien piensan que soy yo?" (Mateo XVI, 15).
¿Un nuevo orden social? El declara que su reino no es de este mundo. Y antes
Jesús había dicho ‘que no’ respecto a una esperanza de salvación puramente
mundana al rechazar las tentaciones y al tentador. La crítica muchas veces
malentendida del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe tiene
que ver por eso con la llamada "teología de la liberación". En el capítulo
memorable que trata de las tentaciones de Jesús se puede leer: "ningún reino
de este mundo (es) el reino de Dios, la situación de salvación de la
humanidad en general... si alguien afirma que puede construir un mundo
salvo, ese está de acuerdo con el engaño de Satanás, ese le entrega en sus
manos a este mundo" (página 73).
¿Qué entonces? ¿Qué si no es eso entonces se trata de la mejora del mundo?
"Y entonces surge la gran pregunta que nos acompañará a través de todo este
libro: ¿Que es lo que Jesús ha pensado en realidad cuando no ha aportado la
paz mundial, ni el bienestar para todos, ni un mundo mejor? ¿Qué cosa ha
traído? La respuesta es muy sencilla: a Dios. El ha traído a Dios" (página
73).
¿Eso es todo? "Solamente por la dureza de nuestro corazón pensamos que esto
es poco" (página 73). "El mandato fundamental de Israel es también el
mandamiento fundamental para los cristianos: adorar solamente a Dios"
(página 74). Éste es el presupuesto para los preceptos del amor al prójimo.
Sin el primado de Dios la dignidad del hombre no perdura. "Jesús ha traído a
Dios y con ello la verdad de nuestro de donde y a dónde" (página 73).
¿Qué nos dice eso acerca de Jesús? ¿Acaso no han traído todos los
iniciadores de religiones la ciencia y la sabiduría de lo alto? En su
"primera mirada sobre el misterio de Jesús” nuestro autor contesta la
pregunta acerca de la manera de cómo Jesús "ha traído a Dios" (páginas
26-33). En él Antiguo Testamento fue Moisés quien hizo de mediador del
conocimiento de Dios, de la voluntad de Dios. No fue el agorero de un futuro
cerrado sino el amigo y el confidente de Dios "con el cual trataba el Señor
cara a cara" (Deuteronomio 34, 10). Solamente así pudo convertirse en
mediador de la Torah, de la voluntad de Dios.
"A un profeta como a mí..." promete Moisés, uno que "tratará con Dios cara a
cara, como un amigo con su amigo” (página 29). Estar en la inmediatez de
este Dios ésta es la característica del prometido, del Mesías. Jesús es el
nuevo Moisés prometido. "El vive ante el rostro de Dios no solamente como
amigo sino como Hijo; el vive en una unión interior con el Padre" (página
31).
"Si uno deja de lado esta centralidad esencial entonces uno deja de lado lo
que es lo más propio de la figura de Jesús; su figura se volverá
contradictoria y finalmente incomprensible" (página 31).
¿Se puede probar esta inmediatez de Jesús? ¿Está "asegurado" su Ser-Hijo-de
Dios? En el fondo todo el libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI es un
único, (sinfónico) intento de demostrar la razonabilidad de la figura de
Jesús como el único quien sin límites está en la inmediatez de Dios. Para
asimilar esta demostración es necesario que se quiera seguir este libro paso
a paso y en meditación. Recién la abundancia de las impresiones particulares
puede componerse en una imagen general y total y a mí como lector sucede
siempre de nuevo que la figura de Jesús sería la evidencia misma. ¿Es esta
mi impresión solamente subjetiva? ¿O parte de de mi a priori la fe que me
hace ver en Jesús todo de acuerdo al dogma de Cristo? Una cosa es segura:
"la figura de Jesús realmente trasciende todas las categorías disponibles y
se la puede entender solamente a partir del misterio (página 21).
Desde el comienzo fueron los "sencillos" que sentían: Aquí habla uno que no
transmite una sabiduría esté de escuela. "Jamás un hombre hablado como
éste", le descuentan a los eruditos de Jerusalén (compara Juan siete, 46).
"La enseñanza de Jesús no procede de un aprendizaje humano del tipo que sea.
Procede de la inmediatez con el padre, el diálogo de cara a cara... Es
palabra del Hijo. Si este fundamento interior sería soberbia" (página 31).
"El discípulo que camina con Jesús es arrastrado de esta manera en la
comunión con Dios"). El autor de este libro de Jesús es sin duda alguien a
quien Jesús ha arrastrado hacia su comunión con Dios. Dotado de inteligencia
brillante, una "inteligencia abierta" (página 214), recoge la cosecha y un
largo camino junto con Jesucristo.
Puede considerarse una tragedia que aquel que sin duda es uno de los
teólogos más importantes de los últimos decenios, se le ya impuesto la carga
del ministerio eclesiástico (el 28 de mayo serán 30 años que el profesor
Ratzinger ha sido ordenado obispo). Pero los caminos de Dios no son nuestros
caminos quien intenta liberar toda la obra del cardenal Ratzinger constatará
con profunda admiración que justamente estos años de su labor de pastor han
sido inmensamente fructíferos también en la dimensión teológica.
Lo que ha entusiasmado a los oyentes y lectores de la "Introducción al
Cristianismo", la indiscutible mezcla de penetración en fe de y pensamiento
y su descubrimiento existencial, todo esto ha ganado aún más por medio de su
servicio de pastor. Su mirada sobre la sociedad, sobre las exigencias
intelectuales, sociales y políticas de nuestro tiempo se ha vuelto tan
universal como lo exige ahora la universalidad su servicio pastoral. Sin
embargo, más allá de toda brillantez de los análisis, de las riquezas en
intuiciones y perspectivas, de los cuales está lleno en este libro. Es
movido por esta pasión contenida por aquel de quien ha llegado a ser
"vicario en la tierra".
Su libro llega ahora a la ágora "del mercado público", se presenta ante los
debates de los arribo pagos de nuestra sociedad. Su simple deseo no se
refiere en primer lugar a los debates aunque sepa que la contradicción no se
hará esperar. Sólo quiero una cosa: "que crezca una relación viva con él",
con Jesús de Nazaret (página 23).