CARTA ENCICLICA DE JUAN PABLO II: REDEMPTORIS MISSIO
Sobre la permanente validez del mandato misionero el 7 DE DICIEMBRE DE 1990
XXV aniversario del Decreto conciliar "AD GENTES"
INTRODUCCION. |p1 La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está
aun lejos de cumplirse. Afines del segundo milenio después de su venida, una
mirada global a la humildad demuestra que esta misión se halla todavía en
los comienzos y que debemos comprometernos con toda nuestra energías en su
servicio. Es el Espíritu Santo quien impulsa a anunciar las grandes obras de
Dios:< Predicando el Evangelio no es para mi ningún motivo de gloria; es mas
bien un deber que me incumbe: Y ay de mi si no predicara el Evangelio!> En
nombre de toda la Iglesia, siento imperioso el deber de repetir este grito
de san Pablo. Desde el comienzo de mi pontificado he tomado la decisión de
viajar hasta los últimos confines de la tierra para poner de manifiesto la
solicitud misionera; y precisamente el contacto directo con los pueblos que
desconocen a Cristo me ha convertido aun mas de la urgencia de tal
actividad. El Concilio Vaticano II ha querido renovar la vida y la actividad
de la Iglesia según las necesidades del mundo contemporáneo; ha subrayado su
"índole misionera", basándola dinámicamente en la misma misión trinitaria.
El impulso misionero pertenece, pues, a la naturaleza íntima de la cristiana
e inspira también el ecumenismo: "Que todos sean uno ... para que el mundo
crea que tu me has enviado"
|p2 Muchos son ya los frutos misioneros del Concilio: se han multiplicado
las Iglesias locales provistas de Obispo, clero y personal apostólico
propio; se va logrando una inserción mas profunda de las comunidades
cristianas en la vida de los pueblos; la comunión entre las Iglesias lleva a
un intercambio eficaz de bienes y dones espirituales; la labor
evangelizadora de las laicos está cambiando la vida eclesial; las Iglesias
particulares se muestran abiertas al encuentro, al dialogo y a la
colaboración con los miembros de otras Iglesias cristianas y de otras
religiones. Sobre todo, se está afianzando una conciencia nueva: la misión
atañe a todos los cristianos, a todas las diócesis y parroquias, a las
instituciones y asociaciones eclesiales. No obstante, en esta "nueva
primavera" del cristianismo no se puede dejar oculta una tendencia negativa,
que este Documento quiere contribuir a superar: la misión especifica ad
gentes que se va parando, no ciertamente en sintonía con las indicaciones
del Concilio y del Magisterio posterior. Dificultades internas y externas
han debilitado el impulso misionero de la Iglesia hacia los no cristianos,
lo cual es un hecho que debe preocupar a todos los creyentes en Cristo.
En efecto, este impulso misionero ha sido siempre signo de vitalidad, así
como su disminución es signo de una crisis de fe. A los veinticinco anos de
la clausura del Concilio y de la publicación del Decreto sobre la actividad
misionera Ad gentes y a los quince de la Exhortación apostólica Evangelii
Nuntiandi, del Papa Pablo VI, quiero invitar a la Iglesia a un renovado
compromiso misionero, siguiendo al respecto el Magisterio de mis
predecesores. El presente Documento se propone una finalidad interna: la
renovación de la fe y de la vida cristiana. En efecto, la misión renueva la
Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y
nuevas motivaciones. La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de
los pueblos cristianos hallara inspiración y apoyo en el compromiso por la
misión universal.
Pero lo que mas me mueve a proclamar la urgencia de la evangelización
misionera es que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad
entera en el mundo actual, el cual esta conociendo grandes conquistas,pero
parece haber perdido el sentido de las realidades ultimas y de la misma
existencia. "Cristo Redentor- he escrito en mi primera Encíclica revela
plenamente el hombre al mismo hombre. El hombre que quiere comprenderse
hasta el fondo a si mismo... debe ...acercarse a Cristo.La Redención llevada
a cabo por medio de la cruz ha vuelto a dar definitivamente al hombre la
dignidad y el sentido de su existencia en el mundo" No faltan tampoco otras
motivaciones y finalidades, como responder a las numerosas peticiones de un
documento de esta índole; disipar dudas y ambigüedades sobre la misión ad
gentes, confirmando así en su entrega a los beneméritos hombres y mujeres
dedicados a la actividad misionera y a cuantos les ayudan; promover las
vocaciones misioneras; animar a los teólogos a profundizar y exponer
sistemáticamente los diversos aspectos de la misión propiamente dicha,
comprometiendo a las Iglesias particulares, especialmente las jóvenes, a
mandar y recibir misioneros; asegurar a los no cristianos y, de manera
especial, a las autoridades de los países a los que se dirige la actividad
misionera, que esta tiene como único fin servir al hombre, revelándole el
amor de Dios que se ha manifestado en Jesucristo.
|p3 ¡Pueblos todos, abrid las puertas a Cristo! Su evangelio no resta nada a
la libertad humana, al debido respeto de las culturas, a cuanto hay de bueno
en cada religión. Al acoger a Cristo, os abrís a la Palabra definitiva de
Dios, a aquel en quien Dios se ha dado a conocer plenamente y a quien el
mismo Dios nos ha indicado como camino para llegar hasta el. El numero de
los que aun no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta
constantemente; mas aun, desde el final del Concilio, casi se ha duplicado.
Para esta humanidad inmensa, tan amada por el Padre que por ella envió a su
propio Hijo, es patente la urgencia de la misión.
Por otra parte, nuestra época ofrece en este campo nuevas ocasiones a la
Iglesia: la caída de ideologías y sistemas políticos opresores; la apertura
de fronteras y la configuración de un mundo mas unido, merced al incremento
de los medios de comunicación; el afianzarse en los pueblos los valores
evangélicos que Jesús encarnó en su vida (paz, justicia, fraternidad,
dedicación a los más necesitados); un tipo de desarrollo económico y técnico
falto de alma que, no obstante, apremia a buscar la verdad sobre Dios, sobre
el hombre y sobre el sentido de la vida. Dios abre a la Iglesia horizontes
de una humanidad mas preparada para la siembra evangélica. Preveo que ha
llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva
evangelización y a la misión ad gentes. Ningún creyente en Cristo, ninguna
institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo
a todos los pueblos.
Capitulo 1 JESUCRISTO UNICO SALVADOR
|p4 El cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y
particularmente en la nuestra -como recordaba en mi primera Encíclica
programática- es "dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la
experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo". La misión
universal de la Iglesia nace de la fe en Jesucristo, tal como se expresa en
la profesión de fe trinitaria: "Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo
unico de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos... Por nosotros,
los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo y, por obra del Espíritu
Santo, se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre".
En el hecho de la Redención esta la salvación de todos, "porque cada uno ha
sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno Cristo se ha
unido, para siempre, por medio de este misterio". Solo en la fe se comprende
y se fundamenta la misión. No obstante, debido también a los cambios
modernos y a la difusión de nuevas concepciones teológicas, algunos se
preguntan : ¿ Es válida aun la misión entre los no cristianos ? ¿ No ha sido
sustituida quizás por el diálogo interreligioso ? ¿ No es un objetivo
suficiente la promoción humana ? ¿ El respeto de la conciencia y de la
libertad no excluye toda propuesta de conversión ? ¿ No puede uno salvarse
en cualquier religión ? ¿ Para que, entonces la misión ?
|p5 "NADIE VA AL PADRE SINO POR MI" (Jn 14, 6) 5. Remontándonos a los
orígenes de la Iglesia, vemos afirmado claramente que Cristo es el unico
Salvador de la humanidad, el unico en condiciones de revelar a Dios y de
guiar hacia Dios. A las autoridades religiosas judías que interrogan a los
Apóstoles sobre la curación del tullido realizada por Pedro, este responde:
"Por el nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros crucificásteis y
a quien Dios resucito de entre los muertos; por su nombre y no por ningún
otro se presenta este aquí sano delante de vosotros... Porque no hay bajo el
cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos"
(Hech 4,10.12).
Esta afirmación, dirigida al Sanedrín, asume un valor universal, ya que para
todos - judíos y gentiles- la salvación no puede venir mas que de
Jesucristo. La universalidad de esta salvación en Cristo es afirmada en todo
el Nuevo Testamento. San Pablo reconoce en Cristo resucitado al Señor:
"Pues- escribe el- aun cuando se les de el nombre de dioses, bien en el
cielo, bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y señores,
para nosotros no hay mas que un solo Dios, Padre, del cual proceden todas
las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son
todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1 Cor 8, 5-6).
Se confiesa a un unico Dios y a un unico Señor en contraste con la multitud
de "dioses" y "señores" que el pueblo admitía. Pablo reacciona contra el
politeísmo del ambiente religioso de su tiempo y pone de relieve la
característica de la fe cristiana: fe en un solo Señor, enviado por Dios. En
el evangelio de san Juan esta universalidad salvífica de Cristo abarca los
aspectos de su misión de gracia, de verdad y de revelación: "La Palabra es
la luz verdadera que ilumina a todo hombre"( cf. Jn 1,9). Y añade : "A Dios
nadie lo ha visto jamás; el hijo Unico, que está en el seno del Padre, él lo
ha revelado" (Jn 1, 18; cf. Mt 11,27). La revelación de Dios se hace
definitiva y completa por medio de su Hijo unigénito : "Muchas veces y de
muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los
Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien
instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos" (Heb 1, 1-2;
cf. Jn 14, 6). En esta Palabra definitiva de su revelación , Dios se ha dado
a conocer del modo más completo; ha dicho a la humanidad Quién es.
Esta autorrevelación definitiva de Dios es el motivo fundamental por el que
la Iglesia es misionera por naturaleza. Ella no puede dejar de proclamar el
Evangelio, es decir, la plenitud de la verdad que Dios nos ha dado a conocer
sobre sí mismo. Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres :"
Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los
hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como
rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno y de
este testimonio- digo la verdad, no miento- yo he sido constituido heraldo y
apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad"( 1Tim 2, 5-7; cf.
Hb 4, 14-16). Los hombres, pues, no pueden entrar en comunión con Dios, si
no es por medio de Cristo y bajo la acción del Espíritu. Esta mediación suya
única y universal, lejos de ser obstáculo en el camino hacia Dios, es la vía
establecida por Dios mismo, y de ello Cristo tiene plena conciencia. Aun
cuando no se excluyan mediaciones parciales, de cualquier tipo y orden ,
éstas sin embargo cobran significado y valor únicamente por la mediación de
Cristo y no pueden ser entendidas como paralelas y complementarias.
|p6 Es contrario a la fe cristiana introducir cualquier separación entre el
Verbo y Jesucristo. San Juan afirma claramente que el verbo, que " estaba en
el principio con Dios", es el mismo que "se hizo carne" (Jn 1, 2.14). Jesús
es el verbo encarnado, una sola persona e inseparable: no se puede separar a
Jesús de Cristo, ni hablar de un " Jesús de la historia", que sería distinto
del "Cristo de la fe ". La Iglesia conoce y confiesa a Jesús como "el
Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16). Cristo no es sino Jesús de
Nazaret, y éste es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos.
En Cristo "reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente" (Col 2,9)
y "de su plenitud hemos recibido todos" (Jn 1,18). El "Hijo único, que está
en el seno del Padre" (Jn 1, 18), es el "Hijo de su amor, en quien tenemos
la redención. Pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud, y
reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la
sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos" (Col 1, 13-14.
19- 20).
Es precisamente esta singularidad única de Cristo la que le confiere un
significado absoluto y universal, por lo cual, mientras está en la historia,
es el centro y el fin de la misma: "Yo soy el Alfa y el Omega, el Primero y
el Ultimo, el Principio y el Fin" (Ap 22,13). Si, pues, es lícito y útil
considerar los diversos aspectos del misterio de Cristo, no se debe perder
nunca de vista su unidad. Mientras vamos descubriendo y valorando los dones
de todas clases, sobre todo las riquezas espirituales, que Dios ha concedido
a cada pueblo no podemos disociarlos de Jesucristo, centro del plan divino
de salvación. Así como " el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en
cierto modo, con todo hombre," así también " debemos creer que el Espíritu
Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en forma sólo de Dios conocida,
se asocien a este misterio pascual". El designio divino es " hacer que todo
tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la
tierra" (Ef1,10).
|p7 LA FE EN CRISTO ES UNA PROPUESTA A LA LIBERTAD DEL HOMBRE.
La urgencia de la actividad misionera brota de la radical novedad de vida,
traída por Cristo y vivida por sus discípulos. Esta nueva vida es un don de
Dios, y al hombre se le pide que lo acoja y desarrolle, si quiere realizarse
según su vocación integral, en conformidad con Cristo. El Nuevo Testamento
es un himno a la vida nueva para quien cree en Cristo y vive en su Iglesia.
La salvación en Cristo, atestiguada y anunciada por la Iglesia es
autocomunicación de Dios: "Es el amor, que no sólo crea el bien, sino que
hace participar en la misma vida de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En
efecto, el que ama desea darse a sí mismo" Dios ofrece al hombre esta vida
nueva: ¿ Se puede rechazar a Cristo y todo lo que El ha traído a la historia
del hombre ? Ciertamente es posible . El hombre es libre. El hombre puede
decir no a Dios. El hombre puede decir no a Cristo. Pero sigue en pie la
pregunta fundamental. ¿ Es lícito hacer esto ? ¿ Con qué fundamento es
lícito ? ".
|p8 En el mundo moderno hay tendencia a reducir el hombre a una mera
dimensión horizontal. Pero ¿ en qué se convierte el hombre si apertura al
absoluto ? La respuesta se halla no sólo en la experiencia de cada hombre
sino también en la historia de la humanidad con la sangre derramada en
nombre de ideologías y de regímenes políticos que han querido construir una
" nueva humanidad " sin Dios. Por lo demás, a cuantos están preocupados por
salvar la libertad de conciencia, dice el Concilio Vaticano II: "La persona
humana tiene derecho a la libertad religiosa ... todos los hombres han de
estar inmunes de coacción por parte de personas particulares, como de grupos
sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que en materia
religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida
que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros
dentro de los límites debidos.".
El anuncio y el testimonio de Cristo, cuando se llevan a cabo respetando las
conciencias, no violan la libertad. La fe exige la libre adhesión del
hombre, pero debe ser propuesta, pues "las multitudes tienen derecho a
conocer la riqueza del misterio de Cristo, dentro del cual creemos que toda
la humanidad puede encontrar, con insospechada plenitud, todo lo que busca a
tientas acerca de Dios, del hombre y de su destino, de la vida y de la
muerte, de al verdad. Por eso la Iglesia mantiene vivo su empuje misionero e
incluso desea intensificarlo en un momento histórico como el nuestro ".
|p9 LA IGLESIA, SIGNO E INSTRUMENTO DE SALVACION. 9 la primera beneficiaria
de la salvación es la Iglesia. Cristo la ha adquirido con su sangre (cf.Hech
20,28) y la ha hecho su colaboradora en la obra de la salvación universal.
En efecto, Cristo vive en ella; es su esposo; fomenta su crecimiento; por
medio de ella cumple su misión. El Concilio ha reclamado ampliamente el
papel de la Iglesia para la salvación de la humanidad. A la par que reconoce
que Dios ama a todos los hombres y les concede la posibilidad de salvarse
(cf 1Tim 2,4), la Iglesia profesa que Dios ha constituido a Cristo como
único mediador y que ella misma ha sido constituida como sacramento
universal de salvación.
"Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del pueblo de Dios, y
a ella pertenecen o se ordenan de diversos modos, sea los fieles católicos,
sea los demás creyentes en Cristo, sea también todos los hombres en general
llamados a la salvación por la gracia de Dios." es necesario, pues, mantener
unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvación en
Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esa
misma salvación. Ambas favorecen la comprensión del único misterio
salvífico, de manera que se pueda experimentar la misericordia de Dios y
nuestra responsabilidad. La salvación que siempre es don del Espíritu, exige
la colaboración del hombre para salvarse tanto a sí mismo como a los demás.
Así lo ha querido Dios, y para esto ha establecido y asociado a la Iglesia a
su plan de salvación: "Ese Pueblo mesiánico --afirma el Concilio--
constituido por Cristo en orden a la comunión de vida, de caridad y de
verdad, es empleado también por él como instrumento de la redención
universal y es enviado a todo el mundo como luz del mundo y sal de la
tierra."
|p10 LA SALVACION ES OFRECIDA A TODOS LOS HOMBRES. 10 La universalidad de la
salvación no significa que se conceda solamente a los que, de modo
explícito, creen en Cristo y han entrado en la Iglesia. Si es destinada a
todos, la salvación debe estar en verdad a disposición de todos. Pero es
evidente que, tanto hoy como en el pasado, muchos hombres no tienen la
posibilidad de conocer o aceptar la revelación del Evangelio y de entrar en
la Iglesia. Vive en condiciones socioculturales que no se lo permiten y, en
muchos casos, han sido educados en otras tradiciones religiosas.. Para ellos
la salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia que, aun teniendo
una misteriosa relación con la Iglesia, no les introduce formalmente en
ella, sino que los ilumina de manera adecuada en su situación interior y
ambiental.
Esta gracia proviene de Cristo, es fruto de su sacrificio y es comunicada
por el Espíritu Santo: Ella permite a cada uno llegar a la salvación
mediante su libre colaboración. Por esto mismo, el Concilio, después de
haber afirmado la centralidad del misterio pascual, afirma: "Esto vale no
solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena
voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por
todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir,
divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos
la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este
misterio pascual."
|p11 "NOSOTROS NO PODEMOS MENOS DE HABLAR" (Hech 4,20) 11 ¿ Qué decir, pues,
de las objeciones ya mencionadas de la misión ad gentes ? Con pleno respeto
de todas las creencias y sensibilidades, ante todo debemos afirmar con
sencillez nuestra fe en Cristo, único salvador del hombre, fe recibida como
un don que proviene de lo alto, sin mérito por nuestra parte. Decimos con
San Pablo: " No me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para
la salvación de todo el que cree". Los mártires cristianos de todas las
épocas --también los de la nuestra-- han dado y siguen dando la vida por
testimoniar ante los hombres esta fe, convencidos de que cada hombre tiene
necesidad de Jesucristo, que ha vencido el pecado y la muerte, y ha
reconciliado a los hombres con Dios. Cristo se ha proclamado Hijo de Dios,
íntimamente unido al Padre, y, como tal, ha sido reconocido por los
discípulos, confirmando sus palabras con los milagros y su resurrección. La
Iglesia ofrece a los hombres el Evangelio, documento profético, que responde
a las exigencias y aspiraciones del corazón humano y que es siempre "Buena
Nueva". La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús, vino a revelar el
rostro de Dios y a alcanzar, mediante la cruz y la resurrección, la
salvación para todos los hombres.
A la pregunta ¿ Para qué la misión ? Respondemos con la fe y la esperanza de
la Iglesia: abrirse al amor de Dios es la verdadera liberación. En él, sólo
en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravío, de la
esclavitud del poder del pecado y de la muerte. Cristo es verdaderamente
"nuestra paz" (Ef 2,14), y "el amor de Cristo nos apremia" (2Cor 5,14),
dando sentido y alegría a nuestra vida. La misión es un problemas de fe, es
el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros. La
tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente
humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente
secularizado, se ha dado una "gradual secularización de la salvación" debido
a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero de un hombre a
medias, reducido a la mera dimensión horizontal. En cambio nosotros sabemos
que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y
a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación
divina. ¿ Porqué la misión ? Porque a nosotros, como a San Pablo, "se nos ha
concedido la gracia de anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de
Cristo" (Ef 3,8).
La novedad de vida en El, es la "Buena Nueva" para el hombre de todo tiempo:
a ella han sido llamados y destinados todos los hombres. De hecho, todos la
buscan, aunque a veces de manera confusa, y tienen el derecho de conocer el
valor de ese don y la posibilidad de alcanzarlo. La Iglesia, y en ella todo
cristiano, no puede esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza,
recibidas de la divina bondad para ser comunicadas a todos los hombres. He
ahí por qué la misión, además de provenir del mandato formal del Señor,
deriva de la exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros. Quienes han
sido incorporados a la Iglesia han de considerarse privilegiados y, por
ello, mayormente comprometidos en testimoniar la fe y la vida cristiana como
servicio a los hermanos y respuesta debida a Dios, recordando que "su
excelente condición no deben atribuirla a los méritos propios sino a una
gracia singular de Cristo, no respondiendo a la cual con pensamiento,
palabra y obra, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad".
CAPITULO II: EL REINO DE DIOS
|p12 "Dios rico en misericordia es el que Jesucristo nos ha revelado como
Padre; cabalmente su Hijo, en sí mismo, nos lo ha manifestado y nos lo ha
hecho conocer"(2l). Escribía esto al comienzo de la Encíclica Dives in
Misericordia, mostrando cómo Cristo es la revelación y la encarnación de la
misericordia del Padre. La salvación consiste en creer y acoger el misterio
del Padre y de su amor, que se manifiesta y se da en Jesús mediante el
Espíritu. Así se cumple el Reino de Dios, preparado ya por la Antigua
Alianza, llevado a cabo por Cristo y en Cristo, y anunciado a todas las
gentes por la Iglesia, que se esfuerza y ora para que llegue a su plenitud
de modo perfecto y definitivo. El Antiguo Testamento atestigua que Dios ha
escogido y formado un pueblo para revelar y llevar a cabo su designio de
amor. Pero, al mismo tiempo, Dios es Creador y Padre de todos los hombres:
se cuida de todos, a todos extiende su bendición (cf. Gén 12,3) y con todos
hace una alianza (Gén 9, l-17). Israel tiene experiencia de un Dios personal
y salvador (cf. Dt. 4,37; 7,6-8; Is. 43, l-7), del cual se convierte en
testigo y portavoz en medio de las naciones. A los largo de la propia
historia, Israel adquiere conciencia de que su elección tiene un significado
universal (cf. por ejemplo Is. 2, 2-5; 6-8; 60,l-6; Jer. 3, 17' 16, 19).
CRISTO HACE PRESENTE EL REINO
|p13 Jesús de Nazaret lleva a cumplimiento el plan de Dios. Después de haber
recibido el Espíritu Santo en el Bautismo, manifiesta su vocación mesiánica:
recorre Galilea proclamando "la Buena Nueva de Dios: "El tiempo se ha
cumplido y el Reino está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc.
1, 14-15; cf. Mt. 4,17; Lc. 4, 43)". La proclamación y la instauración del
Reino de Dios son el objeto de su misión: "Porque a esto he sido enviado"
(Lc.4,43). Pero hay algo más: Jesús en persona es la "Buena Nueva", como él
mismo en la sinagoga de Nazaret, aplicándose las palabras de Isaías
relativas al Ungido, enviado por el Espíritu del Señor (cf. Lc. 4, 14-2l).
Al ser él la "Buena Nueva", existe en Cristo plana identidad entre mensaje y
mensajero, entre el decir, el actuar y el ser.
Su fuerza, el secreto de la eficacia de su acción consiste en la
identificación total con el mensaje que anuncia; proclama la "Buena Nueva"
no sólo con lo que dice o hace, sino también con lo que es. El ministerio de
Jesús se describe en el contexto de los viajes por su tierra. La perspectiva
de la misión antes de la Pascua se centra en Israel; sin embargo, Jesús nos
ofrece un elemento nuevo de capital importancia. La realidad escatológica no
se aplaza hasta un fin remoto del mundo, sino que se hace próxima y comienza
a cumplirse. "El Reino de Dios está cerca" (Mc. 1, 15); se ora para que
venga (cf. Mt. 6, l0); la fe lo ve ya presente en los signos, como los
milagros (cf. Mt. 11,4-5), los exorcismos (cf. Mt. l2, 25-28), la elección
de los Doce (cf. Mc. 3, 13-19), el anuncio de la Buena Nueva a los pobres
(cf. 4, 18).
En los encuentros de Jesús con los paganos se ve con claridad que la entrada
en el Reino acaece mediante la fe y la conversión (cf. Mc. 1,15) y no por la
mera pertenencia étnica. El Reino que inaugura Jesús es el Reino de Dios; él
mismo nos revela quién es este Dios al que llama con el término familiar de
"Abba", Padre (Mc. 14,36). El Dios revelado sobre todo en las parábolas (cf.
Lc. 15, 3-32; Mt. 20, 1-16) es sensible a las necesidades, a los
sufrimientos de todo hombre; es un Padre amoroso y lleno de compasión, que
perdona y concede gratuitamente las gracias perdidas. San Juan nos dice que
"Dios es Amor" (1 Jn. 4, 8.16). Todo hombre, por tanto, es invitado a
"convertirse" y "creer" en el amor misericordioso de Dios por él; el Reino
crecerá en la medida en que cada hombre aprenda a dirigirse a Dios comoa un
Padre en la intimidad de la oración (cf. Lc.11, 2); Mt. 23,9), y se esfuerce
en cumplir su voluntad (cf. Mt. 7, 21).
CARACTERISTICAS Y EXIGENCIAS DEL REINO
|p14 Jesús revela progresivamente las características y exigencias del Reino
mediante sus palabras, sus obras y su persona. El Reino está destinado a
todos los hombres, dado que todos son llamados a ser sus miembros. Para
subrayar este aspecto, Jesús se ha acercado sobre todo a aquellos que
estaban al margen de la sociedad, dándoles su preferencia, cuando anuncia la
"Buena Nueva". Al comienzo de su ministerio proclama que ha sido "enviado a
anunciar a los pobres la Buena Nueva" (Lc. 4,18). A todas las víctimas del
rechazo y del desprecio Jesús les dice: "Bienaventurados los pobres" (Lc.
6,20). Además, hace vivir ya a estos marginados una experiencia de
liberación, estando con ellos y yendo a comer con ellos (cf. Lc. 5,30;
15,2), tratándoles como a iguales y amigos (cf. Lc. 7,34), haciéndolos
sentirse amados por Dios y manifestando así su inmensa ternura hacia los
necesitados y los pecadores (cf. Lc. 15, 1-32).
La liberación y la salvación que el Reino de Dios trae consigo alcanzan a la
persona humana en su dimensión tanto física como espiritual. Dos gestos
caracterizan la misión de Jesús: curar y perdonar. Las numerosas curaciones
demuestran su gran compasión ante la miseria humana, pero significan también
que en el Reino ya no habrá enfermedades ni sufrimientos y que su misión,
desde el principio, tiende a liberar de todo ello a las personas. En la
perspectiva de Jesús, las curaciones son también signo de salvación
espiritual, de liberación del pecado. Mientras cura, Jesús invita a la fe, a
la conversión, al deseo de perdón (cf. 5,24). Recibida la fe, la curación
anima a ir más lejos: introduce en la salvación (cf.18,42-43). Los gestos
liberadores de la posesión del demonio, mal supremo y símbolo del pecado y
de la rebelión contra Dios, son signos de que "ha llegado a vosotros el
Reino de Dios" (Mt. 12,28).
|p15 El Reino tiende a transformar las relaciones humanas y se realiza
progresivamente, a medida que los hombres aprenden a amarse, a perdonarse y
a servirse mutuamente. Jesús se refiere a toda la ley, centrándola en el
mandamiento del amor (cf. Mt. 22, 34-40);(Lc. 10, 25-28). Antes de dejar a
los suyos les da un "mandamiento nuevo": "Que os améis los sunos a los otros
como yo los he amado"(Jn. 15, 12; cf. 13, 34). El amor con el que Jesús ha
amado al mundo halla su expresión suprema en el don de su vida por los
hombres (cf. 15, 13), manifestando así el amor que el Padre tiene por el
mundo (cf. 3,16). Por tanto la naturaleza del Reino es la comunión de todos
los seres humanos entre sí y con Dios. El Reino interesa a todos: a las
personas, a la sociedad, al mundo entero. Trabajar por el Reino quiere decir
reconocer y favorecer el dinamismo divino, que está presente en la historia
humana y la transforma. Construir el Reino significa trabajar por la
liberación del mal en todas sus formas. En resumen, el Reino de Dios es la
manifestación y la realización de su designio de salvación en toda su
plenitud.
EN EL RESUCITADO, LLEGA A SU CUMPLIMIENTO Y ES PROCLAMADO EL REINO DE DIOS
|p16 Al resucitar Jesús de entre los muertos Dios ha vencido a la muerte y
en él ha inaugurado definitivamente su Reino. Durante su vida terrenal Jesús
es el profeta del Reino y, después de su pasión, resurrección y ascensión al
cielo, participa del poder de Dios y de su dominio sobre el mundo (cf. Mt.
28, 18; Act. 2,36; Ef. 1, 18-31). La resurrección confiere un alcance
universal al mensaje de Cristo, a su acción y a toda su misión. Los
discípulos se percatan de que el Reino ya está presente en la persona de
Jesús y se va instaurando paulatinamente en el hombre y en el mundo a través
de un vínculo misterioro de él.
En efecto, después de la resurrección ellos predicaban el Reino, anunciando
a Jesús muerto y resucitado. Felipe anunciaba en Samaría "la Buena Nueva del
Reino de Dios y el nombre de Jesucristo" (Act. 8,l2). Pablo predicaba en
Roma el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo (cf. Act.
28,31). También los primeros cristianos anunciaban "el Reino de Cristo y de
Dios" (Ef. 5,5; cf. Ap. 11, 15; 12, 10) o bien "el Reino eterno de nuestro
Señor Jesucristo" (2 Pe 1,11). Es n el anuncio de Jesucristo, con el que el
Reino se identifica, donde se centra la predicación de la Iglesia primitiva.
Al igual que entonces, hoy también es necesario unir el anuncio del Reino de
Dios (el contenido del "kerigma" de Jesús) y la proclamación del evento de
Jesucristo (que es el "kerigma" de los Apóstoles). Los dos anuncios se
completan y se iluminan mutuamente.
EL REINO CON RELACION A CRISTO Y A LA IGLESIA
|p17 Hoy se habla mucho del Reino, pero no siempre en sintonía con el sentir
de la Iglesia. En efecto, se dan concepciones de la salvación y de la misión
que podemos llamar "antropocéntricas", en el sentido reductivo del término,
al estar centradas en torno a las necesidades terrenales del hombre. En esta
perspectiva el Reino tiende a convertirse en una realidad plenamente humana
y secularizada, en la que sólo cuentan los programas y luchas por la
liberación socioeconómica, política y también cultural, pero con unos
horizontes cerrados a lo trascendente. Aun no negando que también a ese
nivel haya valores por promover, sin embargo tal concepción se reduce a los
confines de un reino del hombre, amputado en sus dimensiones auténticas y
profundas, y se traduce fácilmente en una de las ideologías que miran a un
progreso meramente terreno. El Reino de Dios, en cambio, "no es de este
mundo, no es de aquí"(Jn. 18,36). Se dan además determinadas concepciones
que, intencionadamente,ponen el acento sobre el Reino y se presentan como
"reino-céntricas", las cuales dan relieve a la imagen de una Iglesia que no
piensa en sí misma, sino que se dedica a testimoniar y servir al Reino.
Es una "Iglesia para los demás", -se dice- como"Cristo es el hombre para los
demás". Se describe el cometido de la Iglesia, como si debiera proceder en
una doble dirección; por un lado, promoviendo los llamados "valores del
Reino", cuales son la paz, la justicia, la libertad, la fraternidad; por
otro, favoreciendo el diálogo entre los pueblos, las culturas, las
religiones, para que, enriqueciéndose mutuamente, ayuden al mundo a
renovarse y a caminar cada vez más hacia el Reino. Junto a unos aspectos
positivos, estas concepciones manifiestan a menudo otros negativos.
Ante todo, dejan en silencio a Cristo: el Reino, del que hablan, se basa en
un "teocentrismo", por que Cristo, -dicen- no puede ser comprendido por
quien no profesa la fe cristiana, mientras que pueblos, culturas y
religiones diversas pueden coincidir en la única realidad divina, cualquiera
que sea su nombre. Por el mismo motivo, conceden privilegio al misterio de
la creación, que se refleja en la diversidad de culturas y creencias, pero
no dicen nada sobre el misterio de la redención. Además, el Reino, tal como
lo entienden, termina por marginar o menospreciar a la Iglesia, como
reacción a un supuesto "eclesiocentrismo" del pasado y porque consideran a
la Iglesia misma sólo un signo, por lo demás no exento de ambigüedad.
|p18 Ahora bien, no es éste el Reino de Dios que conocemos por la
Revelación, el cual no puede ser separado ni de Cristo ni de la Iglesia.
Como ya queda dicho, Cristo no sólo ha anunciado el Reino, sino que en él el
Reino mismo se ha hecho presente y a llegado a su cumplimiento: "Sobre todo,
el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo
del hombre, quien vino "a servir y a dar su vida por la redención de muchos"
(Mc. 10,45)"(22). El Reino de Dios no es un concepto , una doctrina o un
programa sujeto a libre elaboración, sino que es ante todo una persona que
tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios
invisible(23). Si se separa el Reino de la persona de Jesús, no existe ya el
Reino de Dios revelado por él, y se termina por distorsionar tanto el
significado del Reino -que corre el riesgo de transformarse en un objetivo
puramente humano o ideológico- como la identidad de Cristo, que no aparece
ya como el Señor, al cual debe someterse todo (cf. 1 Cor. 15,27).
Asimismo, el Reino no puede ser separado de la Iglesia. Ciertamente, ésta no
es fin para sí misma, ya que esté ordenada al Reino de Dios, del cual es
germen, signo e instrumento. Sin embargo, a la vez que se distingue de
Cristo y del Reino, está indisolublemente unida a ambos. Cristo ha dotado a
la Iglesia, su Cuerpo, de la plenitud de los bienes y medios de salvación;
el Espíritu Santo mora en ella, la vivifica con sus dones y carismas, la
santifica, la guía y la renueva sin cesar(24). De ahí deriva una relación
singular y única que, aunque no excluya la obra de Cristo y del Espíritu
Santo fuera de los confines visibles de la Iglesia, le confiere un papel
específico y necesario. De ahí también el vínculo especial de la Iglesia con
el Reino de Dios y de Cristo, dado que tiene "la misión de anunciarlo e
instaurarlo en todos los pueblos"(25).
|p19 Es en esta visión de conjunto donde se comprende la realidad del Reino.
Ciertamente, éste exige la promoción de los bienes humanos y de los valores
que bien pueden llamarse "evangélicos", porque están íntimamente unidos a la
Buena Nueva. Pero esta promoción, que la Iglesia siente también muy dentro
de sí, no debe separarse ni contraponerse a los otros cometidos
fundamentales, como son el anuncio de Cristo y de su Evangelio, la fundación
y el desarrollo de comunidades que actúan entre los hombres la imagen viva
del Reino. Con esto no hay que tener miedo a caer en una forma de
"eclesiocentrismo". Pablo VI, que afirmó la existencia de "un vínculo
profundo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización"(26), dijo también que
la Iglesia "no es fin para sí misma, sino fervientemente solícita de ser
toda de Cristo, en Cristo y para Cristo, y toda igualmente de los hombres
entre los hombres y para los hombres"(27).
|p20 LA IGLESIA AL SERVICIO DEL REINO
20. La Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del Reino. Lo está,
ante todo, mediante el anuncio que llama a la conversión; éste es el primer
y fundamental servicio a la venida del Reino en las personas y en la
sociedad humana. La salvación escatológica empieza, ya desde ahora con la
novedad de vida en Cristo: "A todos los que la recibieron les dio el poder
de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre"(Jn. l,l2). La
Iglesia, pues, sirve al Reino, fundando comunidades e instituyendo Iglesias
particulares, llevándolas a la madurez de la fe y de la caridad, mediante la
apertura a los demás, con el servicio a la persona y a la sociedad, por la
comprensión y estima de las instituciones humanas. La Iglesia, además, sirve
al Reino difundiendo en el mundo los "valores evangélicos", que son
expresión de ese Reino y ayudan a los hombres a acoger el designio de Dios.
Es verdad, pues, que la realidad incipiente del Reino puede hallarse también
fuera de los confines de la Iglesia, en la humanidad entera, siempre que
ésta viva los "valores evangélicos" y esté abierta a la acción del Espíritu
que sopla donde y como quiere (cf.Jn. 3,8); pero además hay que decir que
esta dimensión temporal del Reino es incompleta, si no está en coordinación
con el Reino de Cristo, presente en la Iglesia y en tensión hacia la
plenitud escatológica.(28). Las múltiples perspectivas del Reino de Dios(29)
no debilitan los fundamentos y las finalidades de la actividad misionera,
sino que los refuerzan y propagan. La Iglesia, es sacramento de salvación
para toda la humanidad y su acción no se limita a los que aceptan su
mensaje.
Es fuerza dinámica en el camino de la humanidad hacia el Reino escatológico;
es signo y a la vez promotora de los valores evangélicos entre los
hombres(30). La Iglesia contribuye a este itinerario de conversión al
proyecto de Dios, con su testimonio y su actividad, como son el diálogo, la
promoción humana, el compromiso por la justicia y la paz, la educación, el
cuidado de los enfermos, la asistencia a los pobres y a los pequeños,
salvaguardando siempre la prioridad de las realidades trascendentes
espirituales, que son premisas de la salvación escatológica. La Iglesia,
finalmente, sirve también al Reino con su intercesión, al ser éste por su
naturaleza don y obra de Dios, como recuerdan las parábolas del Evangelio y
la misma oración enseñada por Jesús. Nosotros debemos pedirlo, acogerlo,
hacerlo crecer dentro de nosotros; pero también debemos cooperar para que el
Reino sea acogido y crezca entre los hombres, hasta que Cristo "entregue a
Dios Padre el Reino" y "Dios sea todo en todo" (l Cor. 15, 24.28).
CAPITULO III
EL ESPIRITU SANTO PROTAGONISTA DE LA MISION
|p21 "En el momento culminante de la misión mesiánica de Jesús, el Espíritu
Santo se hace presente en el misterio pascual con toda su subjetividad
divina: como el que debe continuar la obra salvífica, basada en el
sacrificio de la cruz. Sin duda esta obra es encomendada por Jesús a los
hombres: a los Apóstoles y a la Iglesia. Sin embargo, en estos hombres y por
medio de ellos, el Espíritu Santo sigue siendo el protagonista trascendente
de la realización de esta obra en el espíritu del hombre y en la historia
del mundo"(31). El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la
misión eclesial; su obra resplandece de modo eminente en la misión ad
gentes, como se ve en la Iglesia primitiva por la conversión de Cornelio
(cf. Act. 10), por las decisiones sobre los problemas que surgían (cf. Act.
15), por la elección de los territorios y de los pueblos (cf. Act. 16,6ss).
El Espíritu actúa por medio de los Apóstoles, pero al mismo tiempo actúa
también en los oyentes: "Mediante su acción, la Buena Nueva toma cuerpo en
las conciencias y en los corazones humanos y se difunde en la historia. En
todo está el Espíritu Santo que da la vida"(32).
|p22 EL ENVIO "HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA" (Act. l,8)
22.Todos los evangelistas, al narrar el encuentro del Resucitado con los
Apóstoles, concluyen con el mandato misional: "Me ha sido dado todo poder en
el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes.
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt.
28, 18-20; cf. Mc. 16, 15-18; Lc. 24,46-49; Jn. 20, 21-23). Este envío es
envío en el Espíritu, como aparece claramente en el texto de san Juan:
Cristo envía a los suyos al mundo, al igual que el Padre le ha enviado a él
y por esto les da su Espíritu. A su vez, Lucas relaciona estrictamente el
testimonio que los Apóstoles deberán dar de Cristo con la acción del
Espíritu, que les hará capaces de llevar a cabo el mandato recibido.
|p23 Las diversas formas del "mandato misionero" tienen puntos comunes y
también acentuaciones características. Dos elementos, sin embargo, se hallan
en todas las versiones. Ante todo, la dimensión universal de la tarea
confiada a los Apóstoles: "A todas las gentes" (Mt. 28,19); "por todo el
mundo...a toda la creación"(Mc. 16,15); "a todas las naciones"(Act. 1,8). En
segundo lugar, la certeza dada por el Señor de que en esa tarea ellos no
estarán solos, sino que recibirán la fuerza y los medios para desarrollar su
misión. En esto está la presencia y el poder del Espíritu, y la asistencia
de Jesús: "Ellos salieron a prerdicar por todas partes, colaborando el Señor
con ellos"(Mc. 16,20). En cuanto a las diferencias de acentuación en el
mandato, Marcos presenta la misión como proclamación o Kerigma: "Proclaman
la Buena Nueva" (Mc. 16,15).
Objetivo del evangelista es guiar a sus lectores a repetir la confesión de
Pedro: "Tú eres Pedro" (Mc. 8, 29) y proclamar, como el Centurión romano
delante de Jesús muerto en la cruz: "Verdaderamente este hombre Hijo de
Dios" (Mc. 15,39). En Mateo el acento misional está puesto en la fundación
de la Iglesia y en su enseñanza (cf. Mt. 28, 19-20; 16,18). En él, pues,
este mandato pone de relieve que la proclamación del Evangelio debe ser
completada por una específica catequesis de orden eclesial y sacramental. En
Lucas, la misión se presenta como testimonio (cf. 24,48; Act. 1,8), cuyo
objeto ante todo es la resurrección (cf. Act. 1,22). El misionero es
invitado a creer en la fuerza transformadora del Evangelio y a anunciar lo
que tan bien describe Lucas, a saber, la conversión al amor y a la
misericordia de Dios, la experiencia de una liberación total hasta la raíz
de todo mal, el pecado.
Juan es el único que habla explícitamente de "mandato" - palabra que
equivale a "misión"- relacionando directamente la misión que Jesús confía a
sus discípulos con la que él mismo ha recibido del Padre: "Como tú me has
enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo"(Jn. 17,18). Todo el
sentido misionero del Evangelio de Juan está expresado en la "oración
sacerdotal": "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y al que tu has enviado Jesucristo" (Jn. 17,3).
Fin último de la misión es hacer partícipes de la comunión que existe entre
el Padre y el Hijo: los discípulos deben vivir la unidad entre sí,
permaneciendo en el Padre y en el Hijo, para que el mundo conozca y crea
(cf. Jn. 17, 21- 23). Es éste un significativo texto misionero que nos hace
entender que se es misionero ante todo por lo que se es, en cuanto Iglesia
que vive profundamente la unidad en el amor, antes de serlo por lo que se
dice o se hace. Por tanto, los cuatro evangelios, en la unidad fundamental
de la misma misión, testimonian un cierto pluralismo que refleja
experiencias y situaciones diversas de las primeras comunidades cristianas;
este pluralismo es también fruto del empuje dinámico del mismo Espíritu;
invita a estar atentos a los diversos carismas misioneros y a las distintas
condiciones ambientales y humanas. Sin embargo, todos los evangelistas
subrayan que la misión de los discípulos es colaboración con la de Cristo:
"Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt.
28, 20). La misión, por consiguiente, no se basa en las capacidades humanas,
sino en el poder del Resucitado.
|p24 EL ESPIRITU GUIA LA MISION
24 La misión de la Iglesia, al igual que la de Jesús, es obra de Dios o,
como dice a menudo Lucas, obra del Espíritu. Después de la resurrección y
ascensión de Jesús, los Apóstoles viven una profunda experiencia que los
transforma: Pentecostés. La venida del Espíritu Santo los convierte en
testigos o profetas (cf. Act. l,8; 2, 17-18), infundiéndoles una serena
audacia que les impulsa a trasmitir a los demás su experiencia de Jesús y la
esperanza que los anima. El Espíritu les da la capacidad de testimoniar a
Jesús con "toda libertad"(35). Cuando los evangelizadores salen de
Jerusalén, el Espíritu asume aún más la función de "guía" tanto en la
elección de las personas como de los caminos de la misión. Su acción se
manifiesta de modo especial en el impulso dado a la misión que de hecho,
según palabras de Cristo, se extiende desde Jerusalén a toda Judea y
Samaría, hasta los últimos confines de la tierra. Los Hechos recogen seis
síntesis de los "discursos misioneros" dirigidos a los judíos en los
comienzos de la Iglesia (cf. Act.2, 22-39; 3, l2-26; 4, 9-l2; 5, 29-32; 10,
34-43; 13, 16-41).
Estos discursos-modelo, pronunciados por Pedro y por Pablo, anuncian a Jesús
e invitan a la "conversión", es decir, a acoger a Jesús por la fe y a
dejarse transformar en él por el Espíritu.Pablo y Bernabé se sienten
empujados por el Espíritu hacia los paganos (cf. Act. 13, 46-48), lo cual no
sucede sin tensiones y problemas. ¿Cómo deben vivir su fe en Jesús los
gentiles convertidos? ¿Están ellos vinculados a las tradiciones judías y a
la ley de la circuncisión? En el primer Concilio, que reúne en Jerusalén a
miembros de diversas Iglesias, alrededor de los Apóstoles, se toma una
decisión reconocida como proveniente del Espíritu: para hacerse cristiano no
es necesario que un gentil se someta a la ley judía (cf. Act. 15, 5-11.28).
Desde aquel momento la Iglesia abre sus puertas y se convierte en la casa
donde todos pueden entrar y sentirse a gusto, conservando la propia cultura
y las propias tradiciones, siempre que no estén en contraste con el
Evangelio
|p25 Los misioneros han procedido según esta línea, teniendo muy presentes
las expectativas y esperanzas, las angustias y sufrimientos, la cultura de
la gente para anunciar la salvación en Cristo. Los discursos de Listra y
Atenas (cf. Act. 14, 11-17; 17, 22-31) son considerados como modelos para la
evangelización de los paganos. En ellos Pablo "entra en diálogo con los
valores culturales y religiosos de los diversos pueblos. A los habitantes de
Licaonia, que practicaban una religión de tipo cósmico, les recuerda
experiencias religiosas que se refieren al cosmos; con los griegos discute
sobre filosofía y cita a sus poetas (cf. 17, 18.26.28). El Dios al que
quiere revelar está ya presente en su vida; es él, en efecto, quien los ha
creado y el que dirige misteriosamente los pueblos y la historia.
Sin embargo, para reconocer al Dios verdadero, es necesario que abandonen
los falsos dioses que ellos mismos han fabricado y abrirse a aquel a quien
Dios ha enviado para colmar su ignorancia y satisfacer la espera de sus
corazones (cf. Act. 17, 27- 30). Son discursos que ofrecen un ejemplo de
inculturación del Evangelio. Bajo la acción del Espíritu, la fe cristiana se
abre decisivamente a las "gentes" y el testimonio de Cristo se extiende a
los centros más importantes del Mediterráneo oriental para llegar
posteriormente a Roma y al extremo occidente. Es el Espíritu quien impulsa a
ir cada vez más lejos, no sólo en sentido geográfico, sino también más allá
de las barreras étnicas y religiosas, para una misión verdaderamente
universal.
|p26 EL ESPIRITU HACE MISIONERA A TODA LA IGLESIA
26 El Espíritu mueve al grupo de los creyentes a "hacer comunidad", a ser
Iglesia. Tras el primer anuncio de Pedro, el día de Pentecostés, y las
conversiones que se dieron a continuación, se forma la primera comunidad
(cf. 2,42-47; 4, 32-35). En efecto, uno de los objetivos centrales de la
misión es reunir al pueblo para la escucha del Evangelio, en la comunión
fraterna, en la oración y la Eucaristía. Vivir "la comunión fraterna"
(koinonía) significa tener "un solo corazón y una sola alma"(Act. 4,32),
instaurando una comunión bajo todos los aspecto:humano, espiritual y
material. De hecho, la verdadera comunidad cristiana, se compromete también
a distribuir los bienes terrenos para que no haya indigentes y todos puedan
tener acceso a los bienes "según su necesidad" (Act. 2, 45; 4, 35). Las
primeras comunidades, en las que reinaba "la alegría y sencillez de
corazón"(Act. 2,46) eran dinámicamente abiertas y misioneras y "gozaban de
la simpatía de todo el pueblo" (Act. 2,47). Aun antes de ser acción, la
misión es testimonio e irradiación(34).
|p27 Los Hechos indican que la misión, dirigida primero a Israel y luego a
las gentes, se desarrolla a muchos niveles. Ante todo, existe el grupo de
los Doce que, como único cuerpo guiado por Pedro, proclama la Buena Nueva.
Está luego la comunidad de los creyentes que, con su modo de vivir y actuar,
da testimonio del Señor y convierte a los paganos (cf. Act. 2, 46-47). Están
también los enviados especiales, destinados a anunciar el Evangelio.
Y así, la comunidad cristiana de Antioquía envía sus miembros a misionar:
después de haber ayunado, rezado y celebrado la Eucaristía, esta comunidad
percibe que el Espíritu Santo ha elegido a Pablo y a Bernabé para ser
enviados (cf. Act. 13,1-4). En sus orígenes, por tanto, la misión es
considerada como un compromiso comunitario y una responsabilidad de la
Iglesia local, que tiene necesidad precisamente de "misioneros"para lanzarse
hacia nuevas fronteras. Junto a aquellos enviados había otros que
atestiguaban espontáneamente la novedad que había transformado sus vidas y
luego ponían en conexión las comunidades en formación con la Iglesia
apostólica. La lectura de los Hechos nos hace entender que,al comienzo de la
Iglesia, la misión ad gentes, aun contando ya con misioneros "de por
vida",entregados a ella por una vocación especial, de hecho era considerada
como un fruto normal de la vida cristiana, un compromiso para todo creyente
mediante el testimonio personal y el anuncio explícito, cuando era posible.
|p28 EL ESPIRITU ESTA PRESENTE Y OPERANTE EN TODO TIEMPO Y LUGAR
28 El Espíritu se manifiesta de modo particular en la Iglesia y en sus
miembros; sin embargo,su presencia y acción son universales, sin límite
alguno de espacio ni de tiempo(35). El Concilio Vaticano II recuerda la
acción del Espíritu en el corazón del hombre, mediante las "semillas de la
palabra", incluso en las iniciativas religiosas, en los esfuerzos de la
actividad humana encaminados a la verdad, al bien y a Dios(36). El Espíritu
ofrece al hombre "su luz y su fuerza...a fin de que pueda responder a su
máxima vocación" mediante el Espíritu "el hombre llega por la fe a
contemplar y saborear el misterio del plan divino"; más aún, "debemos creer
que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma que
sólo Dios conoce, se asocien a este misterio pascual"(37). En todo caso, la
Iglesia "sabe también que el hombre, atraído sin cesar por el Espíritu de
Dios, nunca jamás será del todo indiferente ante el problema religioso" y
"siempre deseará...saber, al menos confusamente, el sentido de su vida, de
su acción y de su muerte"(38).
El Espíritu, pues, está en el origen de la pregunta existencial y religiosa
del hombre, la cual surge no sólo de situaciones contingentes, sino de la
estructura misma de su ser(39). La presencia y la actividad del Espíritu no
afectan únicamente a los individuos, sino también a la sociedad, a la
historia, a los pueblos, a las culturas ya las religiones. En efecto, el
Espíritu se halla en el origen de los nobles ideales y de las iniciativas de
bien de la humanidad en camino; "con admirable providencia guía el curso de
los tiempos y renueva la faz de la tierra"(40). Cristo resucitado "obra ya
por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando
el anhelo del siglo futuro, sino también, por eso mismo, alentando,
purificando y corroborando los generosos propósitos con que la familia
humana intenta hacer más llevadera su vida y someter la tierra a este
fin"(41). Es también el Espíritu quien esparce "las semillas de la Palabra",
y los prepara para su madurez en Cristo (42).
|p29 Así el Espíritu que "sopla donde quiere" (Jn. 3, 8) y "obraba ya en el
mundo aun antes de que Cristo fuera glorificado" (43), que " llena el mundo
y todo lo mantiene unido, que sabe todo cuando se habla "(Sab 1, 7), nos
lleva a abrir más nuestra mirada para considerar su acción presente en todo
tiempo y lugar(44). Es una llamada que yo mismo he hecho repetidamente y que
me ha guiado en mis encuentros con los pueblos más diversos. La relación de
la Iglesia con las demás religiones está guiada por un doble respeto:
"Respeto por el hombre en su búsqueda de respuesta a las preguntas más
profundas de la vida, y respeto por la acción del Espíritu en el
hombre"(45). El encuentro interreligioso de Asís, excluida toda
interpretación equívoca, ha querido reafirmar mi convicción de que "toda
auténtica plegaria está movida por el Espíritu Santo, que está presente
misteriosamente en el corazón de cada persona"(46).
Este Espíritu es el mismo que se ha hecho presente en la encarnación, en la
vida, muerte y resurrección de Jesús y que actúa en la Iglesia. No es, por
consiguiente, algo alternativo a Cristo, ni viene a llenar una especie de
vacío, como a veces se da por hipótesis que exista entre Cristo y el Logos.
todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en la historia de los pueblos,
así como en las culturas y religiones tiene un papel de preparación
evangélica (47), y no puede menos de referirse a Cristo, Verbo encarnado por
obra del Espíritu, "para que, hombre perfecto, salvara a todos y
recapitulara todas las cosas"(48). La acción universal del Espíritu no hay
que separarla tampoco de la peculiar acción que despliega en el Cuerpo de
Cristo que es la Iglesia. En efecto, es siempre el Espíritu quien actúa, ya
sea cuando vivifica la Iglesia y la impulsa a anunciar a Cristo, ya sea
cuando siembra y desarrolla sus dones en todos los hombres y pueblos,
guiando a la Iglesia a descubrirlos, promoverlos y recibirlos mediante el
diálogo. Toda clase de presencia del Espíritu ha de ser acogida con estima y
gratitud; pero el discernirla compete a la Iglesia, a la cual Cristo ha dado
su Espíritu para guiarla hasta la verdad completa(cf. Jn. 16,13).
|p30 Nuestra época, con la humanidad en movimiento y búsqueda, exige un
nuevo impulso en la actividad misionera de la Iglesia. Los horizontes y las
posibilidades de la misión se ensanchan, y nosotros los cristianos estamos
llamados a la valentía apostólica, basada en la confianza en el Espíritu !El
es el protagonista de la misión! En la historia de la humanidad son
numerosos los cambios periódicos que favorecen al dinamismo misionero. La
Iglesia, guiada por el Espíritu, ha respondido siempre a ellos con
generosidad y previsión. Los frutos no han faltado. Hace poco se ha
celebrado el milenario de la evangelización de la Rus' y de los pueblos
eslavos y se está acercando la celebración del V Centenario de la
evangelización de América. Asimismo se han conmemorado recientemente los
centenarios de las primeras misiones en diversos países de Asia, Africa y
Oceanía. Hoy la Iglesia debe afrontar otros desafíos, proyectándose hacia
nuevas fronteras, tanto en la primera misión ad gentes, como en la nueva
evangelización de pueblos que han recibido ya el anuncio de Cristo. Hoy se
pide a todos los cristianos, a alas Iglesias particulares y a la Iglesia
universal la misma valentía que movió a los misioneros del pasado y las
misma disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu.
CAPITULO IV LOS INMENSOS HORIZONTES DE LA MISION AD GENTES
|p31 El Señor Jesús envió a sus Apóstoles a todas las personas y pueblos, y
a todos los lugares de la tierra. Por medio de los Apóstoles la Iglesia
recibió una misión universal, que no conoce confines y concierne a la
salvación en toda su integridad, de conformidad con la plenitud de vida que
Cristo vino a traer (cf.Jn. 10,10); ha sido enviada "para manifestar y
comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos"(49). Esta misión
es única, al tener el mismo origen y finalidad; pero en el interior de la
Iglesia hay tareas y actividades diversas. Ante todo,se da la actividad
misionera que vamos a llamar misión ad gentes, con referencia al Decreto
conciliar: se trata de una actividad primaria de la Iglesia, esencial y
nunca concluida. En efecto, la Iglesia "no puede sustraerse a la perenne
misión de llevar el Evangelio a cuantos -y son millones de hombres y
mujeres- no conocen todavía a Cristo Redentor del hombre. Esta es la
responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado y
diariamente vuelve a confiar a su Iglesia"(50).
UN MARCO RELIGIOSO, COMPLEJO Y EN MOVIMIENTO |p32 Hoy nos encontramos ante
una situación religiosa bastante diversificada y cambiante; los pueblos
están en movimiento; realidades sociales y religiosas, que tiempo atrás eran
claras y definidas, hoy día se transforman en situaciones complejas. Baste
pensar en algunos fenómenos como el urbanismo, las migraciones masivas, el
movimiento de prófugos, la descristianización de países de antigua
cristiandad, el influjo pujante del Evangelio y de sus valores en naciones
de grandísima mayoría no cristiana, el pulular de mesianismos y sectas
religiosas. Es un trastocamiento tal de situaciones religiosas y sociales,
que resulta difícil aplicar concretamente determinadas distinciones y
categorías eclesiales a las que ya estábamos acostumbrados. Antes del
Concilio ya se decía de algunas metrópolis o tierras cristianas que se
habían convertido en "países de misión"; ciertamente la situación no ha
mejorado en los años sucesivos.
Por otra parte, la actividad misionera ha dado ya abundantes frutos en todas
las partes del mundo, debido a lo cual hay ya Iglesias establecidas, a veces
tan sólidas y maduras que proveen adecuadamente a las necesidades de las
propias comunidades y envían también personal para la evangelización a otras
Iglesias y territorios. Surge de aquí el contraste con áreas de antigua
cristiandad, que es necesario reevangelizar. Tanto es así que algunos se
preguntan si aún se puede hablar de actividad misionera específica o de
ámbitos precisos de la misma, o más bien se debe admitir que existe una
situación misionera única, no habiendo en consecuencia más que una sola
misión, igual por todas partes. La dificultad de interpretar esta realidad
compleja y mudable respecto al mandato de evangelización, se manifiesta ya
en el mismo "vocabulario misionero"; por ejemplo, existe una cierta duda en
usar los términos "misiones" y "misioneros", por considerarlos superados y
cargados de resonancias históricas negativas. Se prefiere emplear el
substantivo "misión en singular y el adjetivo "misionero", para calificar
toda actividad de la Iglesia.
Tal entorpecimiento está indicando un cambio real que tiene aspectos
positivos. La llamada vuelta o "repatriación" de las misiones a la misión de
la Iglesia, la confluencia de la misionología en la eclesiología y la
inserción de ambas en el designio trinitario de salvación, han dado un nuevo
respiro a la misma actividad misionera, concebida no ya como una tarea al
margen de la Iglesia, sino inserta en el centro de su vida, como compromiso
básico de todo el Pueblo de Dios. Hay que precaverse, sin embargo, contra el
riesgo de igualar situaciones muy distintas y de reducir, si no hacer
desaparecer , la misión y los misioneros ad gentes. Afirmar que toda la
Iglesia es misionera no excluye que haya una específica misión ad gentes; al
igual que decir que todos los católicos deben ser misioneros, no excluye que
haya "misioneros ad gentes y de por vida", por vocación específica.
LA MISION AD GENTES CONSERVA SU VALOR |p33 Las diferencias en cuanto a la
actividad dentro de esta misión de la Iglesia, nacen no de razones
intrínsecas a la misión misma, sino de las diversas circunstancias en las
que ésta se desarrolla(51). Mirando al mundo actual, desde el punto de vista
de la evangelización, se pueden distinguir tres situaciones. En primer
lugar, aquella a la cual se dirige la actividad misionera de la Iglesia:
pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales donde Cristo y su
Evangelio no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas
suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propio ambiente
y anunciarla a otros grupos.
Esta es propiamente la misión ad gentes(52). Hay también comunidades
cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; tienen un gran
fervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente
y sienten el compromiso de la misión universal. En ellas se desarrolla la
actividad o atención pastoral de la Iglesia. Se da, por último, una
situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad,
pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de
bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya
como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de
su Evangelio. En este caso es necesaria una "nueva evangelización" o
"reevangelización"
|p34 La actividad misionera específica, o misión ad gentes, tiene como
destinatarios "a los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en
Cristo", "a los que están alejados de Cristo", entre los cuales la Iglesia
"no ha arraigado todavía"(53), y cuya cultura no ha sido influenciada aún
por el Evangelio.(54). Esta actividad se distingue de las demás actividades
aclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no cristianos, debido a la
ausencia o insuficiencia del anuncio evangélico y de la presencia eclesial.
Por tanto, se caracteriza como tarea de anunciar a Cristo y a su Evangelio,
de edificación de la Iglesia local, de promoción de los valores del Reino.
La peculiaridad de esta misión ad gentes está en el hecho de que se dirige a
los "no cristianos". Por tanto, hay que evitar que esta "responsabilidad más
específicamente misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a
confiar a su Iglesia"(55)., se vuelva una flaca realidad dentro de la misión
global del Pueblo de Dios, y consiguientemente, descuidada u olvidada.
Por lo demás, no es fácil definir los confines entre atención pastoral a los
fieles, nueva evangelización y actividad misionera específica, y no es
pensable crear entre ellas barreras o recintos estancados. No obstante, es
necesario mantener viva la solicitud por el anuncio y por la fundación de
nuevas Iglesias en los pueblos y grupos humanos donde no existen, porque
ésta es la tarea primordial de la Iglesia, que ha sido enviada a todos los
pueblos, hasta los confines de la tierra. Sin la misión ad gentes, la misma
dimensión misionera de la Iglesia estaría privada de su significado
fundamental y de su actuación ejemplar.
Hay que subrayar, además, una real y creciente interdependencia entre las
diversas actividades salvíficas de la Iglesia: cada una influye en la otra,
la estimula y la ayuda. El dinamismo misionero crea intercambio entre las
Iglesias y las orienta hacia el mundo exterior, influyendo positivamente en
todos los sentidos. Las Iglesias de antigua cristiandad, por ejemplo, ante
la dramática tarea de la nueva evangelización, comprenden mejor que no
pueden ser misioneros respecto a los no cristianos de otros países o
continentes, si antes no se preocupan seriamente de los no cristianos en su
propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión
ad extra, y viceversa.
A TODOS LOS PUEBLOS, NO OBSTANTE LAS DIFICULTADES |p35 La misión ad gentes
tiene ante sí una tarea inmensa que de ningún modo está en vías de
extinción. Al contrario, bien sea bajo el punto de vista numérico por el
aumento demográfico, o bien bajo el punto de vista sociocultural por el
surgir de nuevas relaciones, comunicaciones y cambios de situaciones, parece
destinada hacia horizontes todavía más amplios. La tarea de anunciar a
Jesucristo a todos los pueblos se presenta inmensa y desproporcionada
respecto a las fuerzas humanas de la Iglesia. Las dificultades parecen
insuperables y podrían desanimar, si se tratara de una obra meramente
humana. En algunos países está prohibida la entrada de misioneros; en otros,
está prohibida no sólo la evangelización, sino también la conversión e
incluso el culto cristiano. En otros lugares los obstáculos son de tipo
cultural: la transmisión del mensaje evangélico resulta insignificante o
incomprensible, y la conversión está considerada como un abandono del propio
pueblo y cultura.
|p36 No faltan tampoco dificultades internas al Pueblo de Dios, las cuales
son ciertamente las más dolorosas. Mi predecesor Pablo VI señalaba, en
primer lugar, "la falta de fervor, tanto más grave cuanto que viene de
dentro. Dicha falta de fervor se manifiesta en la fatiga y desilusión, en la
acomodación al ambiente y en el desinterés, y sobre todo en la falta de
alegría y de esperanza"(56). Grandes obstáculos para la actividad misionera
de la Iglesia son también las divisiones pasadas y presentes entre los
cristianos(57), la descristianización de países cristianos, la disminución
de vocaciones al apostolado, los antitestimonios de fieles que en su vida no
siguen el ejemplo de Cristo. Pero una de las razones más graves del escaso
interés por el compromiso misionero es la mentalidad indiferentista,
ampliamente difundida, por desgracia, incluso entre los cristianos,
enraizada a menudo en concepciones teológicas no correctas y marcada por un
relativismo religioso que termina por pensar que "una religión vale la
otra".
Podemos añadir -como decía el mismo Pontífice- que no faltan tampoco
"pretextos que parecen oponerse a la evangelización. Los más insidiosos son
ciertamente aquellos para cuya justificación se quieren emplear ciertas
enseñanzas del Concilio"(58). A este respecto, recomiendo vivamente a los
teólogos y a los profesionales de la prensa cristiana que intensifiquen su
propio servicio a la misión, para encontrar el sentido profundo de su
importante labor, siguiendo la recta vía del sentire cum Ecclesia. Las
dificultades internas y externas no deben hacernos pesimistas o inactivos.
Lo que cuenta - aquí como en todo sector de la vida cristiana - es la
confianza que brota de la fe, o sea, de la certeza de que no somos nosotros
los protagonistas de la misión, sino Jesucristo y su Espíritu. Nosotros
únicamente somos colaboradores y, cuando hayamos hecho todo lo que hemos
podido, debemos decir: "Siervos inútiles somos; hemos hecho lo que debíamos
hacer"(Lc. 17,10).
AMBITOS DE LA MISION AD GENTES |p37 La misión ad gentes en virtud del
mandato universal de Cristo no conoce confines. Sin embargo, se pueden
delinear varios ámbitos en los que se realiza, de modo que se pueda tener
una visión real de la situación. a) Ambitos territoriales: La actividad
misionera ha sido definida normalmente en relación con territorios
concretos. El Concilio Vaticano II ha reconocido la dimensión territorial de
la misión ad gentes(59), que también hay es importante, en orden a
determinar responsabilidades, competencias y límites geográficos de acción.
Es verdad que a una misión universal debe corresponder una perspectiva
universal. En efecto, la Iglesia no puede aceptar que límites geográficos o
dificultades de índole política sean obstáculo para su presencia misionera.
Pero también es verdad que la actividad misionera ad gentes, al ser
diferente de la atención pastoral a los fieles y de la nueva evangelización
de los no practicantes, se ejerce en territorios y entre grupos humanos bien
definidos.
El multiplicarse de las jóvenes Iglesias en tiempos recientes no debe crear
ilusiones. En los territorios confiados a estas Iglesias, especialmente en
Asia, pero también en Africa, América Latina y Oceanía, hay vastas zonas sin
evangelizar; a pueblos enteros y áreas culturales de gran importancia en no
pocas naciones no ha llegado aún el anuncio evangélico y la presencia de la
Iglesia local(60). Incluso en países tradicionalmente cristianos hay
regiones confiadas al régimen especial de la misión ad gentes, grupos y
áreas no evangelizadas. Se impone, pues, incluso en estos países, no sólo
una nueva evangelización sino también, en algunoscasos, una primera
evangelización (61). Las situaciones, con todo, no son homogéneas. Aun
reconociendo que las afirmaciones sobre la responsabilidad de la Iglesia no
son creíbles, si no están respaldadas por un serio esfuerzo de nueva
evangelización en los países de antigua cristiandad, no parece justo
equiparar la situación de un pueblo que no ha conocido nunca a Jesucristo
con la de otro que lo ha conocido, lo ha aceptado y después lo ha rechazado,
aunque haya seguido viviendo en una cultura que ha asimilado en gran parte
los principios y valores evangélicos. Con respecto a la fe, son dos
situaciones sustancialmente distintas.
De ahí que, el criterio geográfico, aunque no muy preciso y siempre
provisional, sigue siendo válido todavía para indicar las fronteras hacia
las que debe dirigirse la actividad misionera. Hay países, áreas geográficas
y culturales en que faltan comunidades cristianas autóctonas; en otros
lugares éstas son tan pequeñas, que no son un signo claro de la presencia
cristiana; a bien estas comunidades carecen de dinamismo para evangelizar su
sociedad o pertenecen a poblaciones minoritarias, no insertadas en la
cultura nacional dominante. En el Continente asiático, en particular, hacia
el que debería orientarse principalmente la misión ad gentes, los cristianos
son una pequeña minoría, por más que a veces se den movimientos
significativos de conversión y modos ejemplares de presencia cristiana.
b) Mundos y fenómenos sociales nuevos: Las rápidas y profundas
transformaciones que caracterizan el mundo actual, en particular el Sur,
influyen grandemente en el campo misionero: donde antesexistían situaciones
humanas y sociales estables, hoy día todo está cambiado. Piénsese, por
ejemplo, en la urbanización y en el incremento masivo de las ciudades, sobre
todo donde es más fuerte la presión demográfica. Ahora mismo, en no pocos
países, más de la mitad de la población vive en algunas megalópolis, donde
los problemas humanos a menudo se agravan incluso por el anonimato en que se
ven sumergidas las masas humanas. En los tiempos modernos la actividad
misionera se ha desarrollado sobre todo en regiones aisladas, distantes de
los centros civilizados e inaccesibles por las dificultades de comunicación,
de lengua y de clima. Hoy la imagen de la misión ad gentes quizá esté
cambiando: lugares privilegiados deberían ser las grandes ciudades, donde
surgen nuevas costumbres y modelos de vida, nuevas formas de cultura, que
luego influyen sobre la población. Es verdad que la "opción por los últimos"
debe llevar a no olvidar los grupos humanos más marginados y aislados, pero
también es verdad que no se pueden evangelizar las personas o los pequeños
grupos descuidando, por así decir, los centros donde nace una humanidad
nueva con nuevos modelos de desarrollo.El futuro de las jóvenes naciones se
está formando en las ciudades. Hablando del futuro no se puede olvidar a los
jóvenes, que en numerosos países representan ya más de la mitad de la
población. ¿Cómo hacer llegar el mensaje a los jóvenes no cristianos, que
son el futuro de Continentes enteros? Evidentemente ya no bastan los medios
ordinarios de la pastoral; hacen falta asociaciones e instituciones, grupos
y centros apropiados, iniciativas culturales y sociales para los jóvenes.
He ahí un campo en el que los movimientos eclesiales modernos tienen amplio
espacio para trabajar con empeño. Entre los grandes cambios del mundo
contemporáneo, las migraciones han producido un fenómeno nuevo: los no
cristianos llegan en gran número a los países de antigua cristiandad,
creando nuevas ocasiones de comunicación e intercambios culturales, lo cual
exige a la Iglesia la acogida, el diálogo, la ayuda y, en una palabra, la
fraternidad. Entre los emigrantes, los refugiados ocupan un lugar destacado
y merecen la máxima atención. Estos son ya muchos millones en el mundo y no
cesan de aumentar; han huido de condiciones de opresión política y de
miseria inhumana, de carestías y sequías de dimensiones catastróficas. La
Iglesia debe acogerlos en el ámbito de su solicitud apostólica. Finalmente,
se deben recordar las situaciones de pobreza, a menudo intolerable, que se
dan en no pocos países y que, con frecuencia, son el origen de las
migraciones de masa. La comunidad de los creyentes en Cristo se ve
interpelada por estas situaciones inhumanas: el anuncio de Cristo y del
Reino de Dios debe llegar a ser instrumento de rescate humano para estas
poblaciones.
c) Areas culturales o areópagos modernos: Pablo, después de haber predicado
en numerosos lugares, una vez llegado a Atenas se dirige al areópago donde
anuncia el Evangelio usando un lenguaje adecuado y comprensible en aquel
ambiente (cf. Act. 17, 22-31). El areópago representaba entonces el centro
de la cultura del docto pueblo ateniense, y hoy puede ser tomado como
símbolo de los nuevos ambientes donde debe proclamarse el Evangelio. El
primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está
unificando a la humanidad y transformándola -como suele decirse- en una
"aldea global". Los medios de comunicación social han alcanzado tal
importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y
formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos
individuales, familiares y sociales.
Las nuevas generaciones, sobre todo, crecen en un mundo condicionado por
estos medios. Quizás se ha descuidado un poco este areópago: generalmente se
privilegian otros instrumentos para el anuncio evangélico y para la
formación cristiana, mientras los medios de comunicación social se dejan a
la iniciativa de individuos o de pequeños grupos, y entran en la
programación pastoral sólo a nivel secundario. El trabajo en estos medios,
sin embargo, no tiene solamente el objetivo de multiplicar el anuncio. Se
trata de un hecho más profundo, porque la evangelización misma de la cultura
moderna depende en gran parte de su influjo. No basta, pues, usarlos para
difundir el mensaje cristiano y el Magisterio de la Iglesia, sino que
conviene integrar el mensaje mismo en esta "nueva cultura" creada por la
comunicación moderna. Es un problema complejo, ya que esta cultura nace, aun
antes que de los contenidos, del hecho mismo de que existen nuevos modos de
comunicar con nuevos lenguajes, nuevas técnicas, nuevos comportamientos
sicológicos. Mi predecesor Pablo VI decía que: "la ruptura entre Evangelio y
cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo"(62) y el campo de la
comunicación actual confirma plenamente este juicio.
Existen otros muchos areópagos del mundo moderno hacia los cuales debe
orientarse la actividad misionera de la Iglesia. Por ejemplo, el compromiso
por la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos; los derechos del
hombre y de los pueblos, sobre todo los de las minorías; la promoción de la
mujer y del niño; la salvaguardia de la creación, son otros tantos sectores
que han de ser iluminados con la luz del Evangelio. Hay que recordar,
además, el vastísimo areópago de la cultura, de la investigación científica,
de las relaciones internacionales que favorecen el diálogo y conducen a
nuevos proyectos de vida. Conviene estar atentos y comprometidos con estas
instancias modernas. Los hombres se sienten como navegantes en el mar
tempestuoso de la vida, llamados siempre a una mayor unidad y solidaridad:
las soluciones a los problemas existenciales deben ser estudiadas,
discutidas y experimentadas con la colaboración de todos. Por esto los
organismos y encuentros internacionales se demuestran cada vez más
importantes en muchos sectores de la vida humana, desde la cultura a la
política, desde la economía a la investigación. Los cristianos, que viven y
trabajan en esta dimensión internacional, deben recordar siempre su deber de
dartestimonio del Evangelio.
|p38 Nuestro tiempo es dramático y al mismo tiempo fascinador. Mientras por
un lado los hombres dan la impresión de ir detrás de la prosperidad material
y de sumergirse cada vez más en el materialismo consumístico, por otro,
manifiestan la angustiosa búsqueda de sentido, la necesidad de interioridad,
el deseo de aprender nuevas formas y modos de concentración y de oración. No
sólo en las culturas impregnadas de religiosidad, sino también en las
sociedades secularizadas, se busca la dimensión espiritual de la vida como
antídoto a la deshumanización. Este fenómeno así llamado del "retorno
religioso" no carece de ambigüedad, pero también encierra una invitación. La
Iglesia tiene un inmenso patrimonio espiritual para ofrecer a la humanidad:
en Cristo, que se proclama "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn. 14,6). Es
la vía cristiana para el encuentro con Dios, para la oración, la ascesis, el
descubrimiento del sentido de la vida. También éste es un areópago que hay
que evangelizar.
FIDELIDAD A CRISTO Y PROMOCION DE LA LIBERTAD DEL HOMBRE |p39 Todas las
formas de la actividad misionera están marcadas por la conciencia de
promoverla libertad del hombre, anunciándole a Jesucristo. La Iglesia debe
ser fiel a Cristo, del cual es el Cuerpo y continuadora de su misión. Es
necesario que ella camine "por el mismo sendero que Cristo; es decir, por el
sendero de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación propia
hasta la muerte, de la que surgió victorioso por su resurrección"(63). La
Iglesia, pues, tiene el deber de hacer todo lo posible para desarrollar su
misión en el mundo y llegar a todos los pueblos; tiene también el derecho
que le ha dado Dios para realizar su plan. La libertad religiosa, a veces
todavía limitada o coartada, es la premisa y la garantía de todas las
libertades que aseguran el bien común de las personas y de los pueblos. Es
de desear que la auténtica libertad religiosa sea concedida a todos en todo
lugar; ya con este fin la Iglesia despliega su labor en los diferentes
países, especialmente en los de mayoría católica, donde tiene un mayor peso.
No se trata de un problema de religión o de minoría, sino más bien de un
derecho inalienable de toda persona humana. Por otra parte, la Iglesia se
dirige al hombre en el pleno respeto de su libertad(64). La Misión no coarta
la libertad, sino más bien la favorece.
La Iglesia propone, no impone nada: respeta las personas y las culturas, y
se detiene ante el sagrario de la conciencia. A quienes se oponen con los
pretextos más variados a la actividad misionera la Iglesia; ella va
repitiendo: !Abrid las puertas a Cristo! Me dirijo a todas las Iglesias
particulares, jóvenes y antiguas. El mundo va unificándose cada vez más, el
espíritu evangélico debe llevar a la superación de las barreras culturales y
nacionalísticas, evitando toda cerrazón. Benedicto XV ya amonestaba a los
misioneros de su tiempo a que, si acaso "se olvidaban de la propia dignidad,
pensasen en su patria terrestre más que en la del cielo"(65). La misma
amonestación vale hoy para las Iglesias particulares: !Abrid las puertas a
los misioneros!, ya que "una Iglesia particular que se desgajara
voluntariamente de la Iglesia universal perdería su referencia al designio
de Dios y se empobrecería en su dimensión eclesial"(66).
DIRIGIR LA ATENCION HACIA EL SUR Y HACIA EL ORIENTE |p40 La actividad
misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia. Mientras
se aproxima el final del segundo milenio de la Redención, es cada vez más
evidente que las gentes que todavía no han recibido el primer anuncio de
Cristo son la mayoría de la humanidad. El balance de la actividad misionera
en los tiempos modernos es ciertamente positivo: la Iglesia ha sido fundada
en todos los Continentes; es más, hoy la mayoría de los fieles y de las
Iglesias particulares ya no están en la vieja Europa sino en los Continentes
que los misioneros han abierto a la fe. Sin embargo, se da el caso de que
"los confines de la tierra", a los que debe llegar el Evangelio; se alejan
cada vez más, y la sentencia de Tertuliano, según la cual "El Evangelio ha
sido anunciado en toda la tierra ya todos los pueblos"(67) está muy lejos de
su realización concreta: la misión ad gentes está todavía en los comienzos.
Nuevos pueblos comparecen en la escena mundial y también ellos tienen el
derecho a recibir el anuncio de la salvación. El crecimiento demográfico del
Sur y de Oriente, en países no cristianos, hace aumentar continuamente el
número de personas que ignoran la redención de Cristo. Hay que dirigir,
pues, la atención misionera hacia aquellas áreas geográficas y aquellos
ambientes culturales que han quedado fuera del influjo evangélico. Todos los
creyentes en Cristo deben sentir como parte integrante de su fe la solicitud
apostólica de transmitir a otros su alegría y su luz. Esta solicitud debe
convertirse, por así decirlo, en hambre y sed de dar a conocer al Señor,
cuando se mira abiertamente hacia los inmensos horizontes del mundo no
cristiano.
CAPITULO V LOS CAMINOS DE LA MISION
|p41 "La actividad misionera, en última instancia, la manifestación del
propósito de Dios, o epifanía, y su realización en el mundo y en la
historia, en la que Dios, por medio de la misión, perfecciona abiertamente
la historia de la salvación"(69) ¿Qué camino sigue la Iglesia para conseguir
ese resultado? La misión es una realidad unitaria, pero compleja, y se
desarrolla de diversas maneras, entre las cuales algunas son de particular
importancia en la situación de la Iglesia y del mundo.
LA PRIMERA FORMA DE EVANGELIZACION ES EL TESTIMONIO |p42 El hombre
contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros;(69) cree más en la
experiencia de la doctrina,en la vida y los hechos que en las teorías. El
testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la
misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el "Testigo" por
excelencia (Ap.1,5; 3,14) y el modelo del testimonio cristiano. El Espíritu
Santo acompaña el camino de la Iglesia y la asocia al testimonio que de él
da de Cristo (Jn. 15,26-27). La primera forma de testimonio es la vida misma
del misionero,la de la familia cristiana y de la comunidad eclesial, que
hace visible un nuevo modo de comportarse. El misionero que, aun con todos
los límites y defectos humanos, vive con sencillez según el modelo de
Cristo, es un signo de Dios y de las realidades trascendentales. Pero todos
en la Iglesia, esforzándose por imitar al divino Maestro, pueden y deben dar
este testimonio,(70) que en muchos casos es el único modo posible de ser
misioneros. El testimonio evangélico, al que el mundo es más sensible, es el
de la atención a las personas y el de la caridad para con los pobres y los
pequeños, con los que sufren. La gratuidad de esta actitud y de estas
acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el hombre,
hace surgir unas preguntas precisas que orientan hacia Dios y el Evangelio.
Incluso el trabajar por la paz, la justicia, los derechos del hombre, la
promoción humana, es un testimonio del Evangelio, si es un signo de atención
de las personas y está ordenado al desarrollo integral del hombre.(71)
|p43 El cristiano y las comunidades cristianas viven profundamente
insertados en la vida de sus pueblos respectivos y son signo del Evangelio
incluso por la fidelidad a su patria, a su pueblo, a su cultura nacional,
pero siempre con la libertad que Cristo ha traído. El cristianismo está
abierto a la fraternidad universal, porque todos los hombres son hijos del
mismo Padre y hermanos en Cristo. La Iglesia está llamada a dar su
testimonio de Cristo, asumiendo posiciones valientes y proféticas ante la
corrupción del poder político o económico; no buscando la gloria o bienes
materiales; usando sus bienes para el servicio de los más pobres e imitando
la sencillez de vida de Cristo. La Iglesia y los misioneros deben dar
también testimonio de humildad, ante todo en sí mismos, lo cual se traduce
en la capacidad de un examen de conciencia, a nivel personal y comunitario,
para corregir en los propios comportamientos lo que es antievangélico y
desfigura el rostro de Cristo.
EL PRIMER ANUNCIO DE CRISTO SALVADOR |p44 El anuncio tiene la prioridad
permanente en la misión: la Iglesia no puede substraerse al mandato
explícito de Cristo; no puede privar a los hombres de la "Buena Nueva" de
que son amados y salvados por Dios. "La evangelización también debe contener
siempre -como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo- una clara
proclamación de que en Jesucristo, se ofrece la salvación a todos los
hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios"(72). Todas las
formas de la actividad misionera están orientadas hacia esta proclamación
que revela e introduce el misterio escondido en los siglos y revelado en
Cristo (Ef.3, 3-9; Col. 1,25-29), el cual es el centro de la misión y de la
vida de la Iglesia, como base de toda evangelización. En la compleja
realidad de la misión, el primer anuncio tiene una función central e
insustituible, porque introduce "en el misterio del amor de Dios, quien
llama a iniciar una comunicación personal con él en Cristo" (73) y abre la
vía para la conversión .
La fe nace del anuncio, y toda comunidad eclesial tiene su origen y vida en
la respuesta de cada fiel a esta anuncio.(74)Como la economía salvífica está
centrada en Cristo, así la actividad misionera tiende a la proclamación de
su misterio.El anuncio tiene por objeto a Cristo crucificado, muerto y
resucitado: en él se realiza la plena y auténtica liberación del mal, del
pecado y de la muerte; por él, Dios da la "Buena Nueva" que cambia al hombre
y a la historia de la humanidad, y que todos los pueblos tienen el derecho a
conocer. Este anuncia se hace en el contexto de la vida del hombre y de los
pueblos que lo reciben. Debe hacerse además con una actitud de amor y de
estima hacia quien escucha, con un lenguaje concreto y adaptado a las
circunstancias. En este anuncio el Espíritu actúa e instaura una comunión
entre el misionero y los oyentes, posible en la medida en que uno y otros
entran en comunión, por Cristo, con el Padre.(75)
|p45 Al hacerse en unión con toda la comunidad eclesial, el anuncio nunca es
un hecho personal. El misionero está presente y actúa en virtud de un
mandato recibido y, aunque se encuentre solo, está unido por vínculos
invisibles, pero profundos, a la actividad evangelizadora de toda la
Iglesia(76). Los oyentes, pronto o más tarde, vislumbran a través de él la
comunidad que lo ha enviado y lo sostiene.El anuncio está animado por la fe,
que suscita entusiasmo y fervor en el misionero. Como ya se ha dicho, los
Hechos de los Apóstoles expresan esta actitud con la palabra "parresía" que
significa hablar con franqueza y valentía; este término se encuentra también
en San Pablo: "Confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros
el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas" (l Tes. 2,2).
"Orando...también por mí, para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca y
pueda dar a conocer con valentía el misterio del Evangelio, del cual soy
embajador entre cadenas, y pueda hablar de él valientemente como conviene"
(Ef. 6, 19-20). Al anunciar a Cristo a los no cristianos, el misionero está
convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción
del Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad
sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del
pecado y de la muerte.
El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a
esta esperanza, de modo que el misionero no se desalienta ni desiste de su
testimonio,incluso cuando es llamado a manifestar su fe en un ambiente
hostil o indiferente. Sabe que el Espíritu del Padre habla en
él.(Mt.10,17-20; Lc. 12,11-12) y puede repetir con los Apóstoles: "Nosotros
somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo" (Act.5,32). Sabe
que no anuncia una verdad humana, sino la "Palabra de Dios", la cual tiene
una fuerza intrínseca y misteriosa (Rom.1,16) La prueba suprema es el don de
la vida, hasta aceptar la muerte para testimoniar la fe en Jesucristo. Como
siempre en la historia cristiana, los "mártires", es decir, los testigos,
son numerosos e indispensables para el camino del Evangelio. También en
nuestra época hay muchos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, así
como laicos; a veces héroes desconocidos que dan la vida como testimonio de
la fe. Ellos son los anunciadores y los testigos por excelencia.
|p46 El anuncio de la Palabra de Dios tiende a la conversión cristiana, es
decir, a la adhesión plena y sincera a Cristo y a su Evangelio mediante la
fe. La conversión es un don de Dios, obra de la Trinidad; es el Espíritu que
abre las puertas de los corazones, a fin de que los hombres puedan creer en
el Señor y "confesarlo" (1Cor.12,3). De quien se acerca a él por la fe,
Jesús dice: "Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo
atrae"(Jn. 6.44). La conversión se expresa desde el principio con una fe
total y radical, que no pone límites ni obstáculos al don de Dios. Al mismo
tiempo, sin embargo, determina un proceso dinámico ypermanente que dura toda
la existencia exigiendo un esfuerzo continuo por pasar de la vida "según la
carne" a la vida "según el Espíritu"(Rom.8, 3-13). La conversión significa
aceptar, con decisión personal, la soberanía de Cristo y hacerse discípulos
suyos.
La Iglesia llama a todos a esta conversión siguiendo el ejemplo de Juan
Bautista que preparaba los caminos hacia Cristo, proclamando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados" (Mc. l,4), y los caminos de Cristo
mismo, el cual, "después que Juan fue entregado, marchó...a Galilea t
proclamaba la Buena Nueva de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de
Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc. 1, 14-15). Hoy
la llamada a la conversión, que los misioneros dirigen a los no cristianos,
se pone en tela de juicio o pasa en silencio. Se ve en ella un acto de
"proselitismo"; se dice que basta ayudar a los hombres a ser más hombres o
más fieles a la propia religión; que basta formar comunidades capaces de
trabajar por la justicia, la libertad, la paz, la solidaridad. Pero se
olvida que toda persona tiene el derecho a escuchar la Buena Nueva de Dios
que se revela y se da en Cristo, para realizar en plenitud la propia
vocación. La grandeza de este acontecimiento resuena en las palabras de
Jesús a la Samaritana: "Si conocierais el don de Dios" y en el deseo
inconsciente, pero ardiente de la mujer: Señor, dame de esa agua, para que
no tenga más sed" (Jn. 4, 10.15).
|p47 Los Apóstoles, movidos por el Espíritu Santo, invitaban a todos a
cambiar de vida, a convertirse y a recibir el bautismo. Inmediatamente
después del acontecimiento de Pentecostés, Pedro habla a la multitud de
manera persuasiva: "Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y
a los demás Apóstoles: "Qué hemos de hacer, hermanos?" Pedro les contestó:
"Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de
Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo" (Act. 2,37-38). Y bautizó aquel día cerca de tres mil
personas. Pedro mismo,después de la curación del tullido, habla a la
multitud y repite: "arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros
pecados sean borrados" (Act. 3,19).La conversión a Cristo está relacionada
con el bautismo, no sólo por la praxis de la Iglesia, sino por voluntad del
mismo Cristo,que envió a hacer discípulos a todas las gentes y a bautizarlas
(Mt.28,19); está relacionada también por la exigencia intrínseca de recibir
la plenitud de la nueva vida en él: "En verdad, en verdad te digo: -dice
Jesús a Nicodemo- el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar
en el Reino de Dios" (Jn.3,5). En efecto, el bautismo nos regenera a la vida
de los hijos de Dios, nos une a Jesucristo y nos unge en el Espíritu Santo:
no es un mero sello de la conversión, como un signo exterior que la
demuestra y la certifica, sino que es un sacramento que significa y lleva a
cabo este nuevo nacimiento por el Espíritu; instaura vínculos reales e
inseparables con la Trinidad; hace miembros del Cuerpo de Cristo, que es la
Iglesia.
Todo esto hay que recordarlo, porque no pocos, precisamente donde se
desarrolla la misión ad gentes, tienden a separar la conversión a Cristo del
bautismo, considerándolo como no necesario. Es verdad que en ciertos
ambientes se advierten aspectos sociológicos relativos al bautismo que
oscurecen su genuino significado de fe y su valor eclesial. Esto se debe a
diversos factores históricos y culturales, que es necesario remover donde
todavía subsisten, a fin de que el sacramento de la regeneración espiritual
aparezca en todo su valor. A este cometido deben dedicarse las comunidades
eclesiales locales. También es verdad que no pocos personas afirman que
están interiormente comprometidas con Cristo y con su mensaje, pero no
quieren estarlo sacramentalmente, porque, a causa de sus prejuicios o de las
culpas de los cristianos, no llegan a percibir la verdadera naturaleza de la
Iglesia, misterio de fe y de amor(77). Deseo alentar, pues, a estas personas
a abrirse plenamente a Cristo, recordándoles que, si sienten el atractivo de
Cristo, él mismo ha querido a la Iglesia como "lugar" donde pueden
encontrarlo realmente. Al mismo tiempo, invito a los fieles y a las
comunidades cristianas a dar auténtico testimonio de Cristo con su nueva
vida. Ciertamente, cada convertido es un don hecho a la Iglesia y comporta
una grave responsabilidad para ella, no sólo porque debe ser preparado para
el bautismo con el catecumenado y continuar luego con la instrucción
religiosa, sino porque ,especialmente si es adulto, lleva consigo, como una
energía nueva, el entusiasmo de la fe, el deseo de encontrar en la Iglesia
el Evangelio vivido. Sería una desilusión para él, si después de ingresar en
la comunidad eclesial encontrase en la misma una vida que carece de fervor y
sin signos de renovación.No podemos predicar la conversión, si no nos
convertimos nosotros mismos cada día.
FORMACION DE IGLESIAS LOCALES |p48 La conversión y el bautismo introducen en
la Iglesia, donde ya existe, o requieren la constitución de nuevas
comunidades que confiesen a Jesús Salvador y Señor. Esto forma parte del
designio de Dios, al cual plugo "llamar a los hombres a participar de su
vida no sólo individualmente, sin mutua conexión alguna entre ellos, sino
constituirlos en un pueblo en el que sus hijos, que estaban dispersos, se
congreguen en unidad"(78). La misión ad gentes tiene este objetivo: fundar
comunidades cristianas, hacer crecer las Iglesias hasta su completa madurez.
Esta es una meta central y específica de la actividad misionera, hasta el
punto de que ésta no puede considerarse desarrollada, mientras no consiga
edificar una nueva Iglesia particular, que funcione normalmente en el
ambiente local. De esto habla ampliamente del Decreto Ad gentes(79). Después
del Concilio se ha ido desarrollando una línea teológica para subrayar que
todo el misterio de la Iglesia está contenido en cada Iglesia particular,
con tal de que ésta no se aísle, sino que permanezca en comunión con la
Iglesia universal y, a su vez, se haga misionera. Se trata de un trabajo
considerable y largo, del cual es difícil indicar las etapas precisas, con
las que se termina la acción propiamente misionera y se pasa a la actividad
pastoral. No obstante, algunos puntos deben quedar claros.
|p49 Es necesario, ante todo, tratar de establecer en cada lugar comunidades
cristianas que sean un "exponente de la presencia de Dios en el mundo"(80) y
crezcan hasta llegar a ser Iglesias. A pesar del gran número de diócesis,
existen todavía grandes áreas en que las Iglesias locales o no existen en
absoluto o son insuficientes con respecto a la extensión del territorio y a
la densidad y variedad de la población; queda por realizar un gran trabajo
de implantación y desarrollo de la Iglesia. Esta fase de la historia
eclesial, llamada plantatio Ecclesiae, no está terminada; es más, en muchos
agrupamientos humanos debe empezar aún. La responsabilidad de este cometido
recae sobre la Iglesia universal y sobre las Iglesias particulares, sobre el
Pueblo de Dios entero y sobre todas las fuerzas misioneras. Cada Iglesia,
incluso la formada por neoconvertidos, es misionera por naturaleza, es
evangelizada y evangelizadora, y la fe siempre debe ser presentada como un
don de Dios para vivirlo en comunidad (familias, parroquias, asociaciones) y
para irradiarlo fuera, sea con el testimonio de vida, sea con la palabra. La
acción evangelizadora de la comunidad cristiana, primero en su propio
territorio y luego en otras partes, como participación en la misión
universal, es el signo más claro de madurez en la fe. Es necesaria una
radical conversión de la mentalidad para hacerse misioneros, y esto vale
tanto para las personas como para las comunidades. El Señor llama siempre a
salir de uno mismo, a compartir con los demás los bienes que tenemos,
empezando por el más precioso que es la fe. A la luz de este imperativo
misionero se deberá medir la validez de los organismos, movimientos,
parroquias u obras de apostolado de la Iglesia. Sólo haciéndose misionera la
comunidad cristiana podrá superar las divisiones y tensiones internas y
recobrar su unidad y vigor de fe. Las fuerzas misioneras provenientes de
otras Iglesias y países deben actuar en comunión con las Iglesias locales
para el desarrollo de la comunidad cristiana. En particular, concierne a
ellas -siguiendo siempre lasdirectrices de los Obispos y en colaboración con
los responsables del lugar- promover la difusión de la fe y la expansión de
la Iglesia en los ambientes y grupos no cristianos; y animar en sentido
misionero a las Iglesias locales, de manera que la preocupación pastoral
vaya unida siempre a la preocupación de la misión ad gentes. Cada Iglesia
hará propia, entonces, la solicitud de Cristo, Buen Pastor, que se entrega a
su grey y al mismo tiempo, se preocupa de las "otras ovejas que no son de
este redil" (Jn. 10,15).
|p50 Esta solicitud constituirá un motivo y un estímulo para una renovada
acción ecuménica. Los vínculos existentes entre actividad ecuménica y
actividad misionera hacen necesario considerar dos factores concomitantes.
Por una parte se debe reconocer que "la división de los cristianos perjudica
a la causa santísima de la predicación del Evangelio a toda criatura y
cierra a muchos las puertas de la fe" (81). El hecho de que la Buena Nueva
de la reconciliación sea predicada por los cristianos divididos entre sí
debilita su testimonio, y por esto es urgente trabajar por la unidad de los
cristianos, a fin de que la actividad misionera sea más incisiva. Al mismo
tiempo, no debemos olvidar que los mismos esfuerzos por la unidad
constituyen de por sí un signo de la obra de reconciliación que Dios realiza
en medio de nosotros. Por otra parte, es verdad que todos los que han
recibido el bautismo en Cristo están en una cierta comunión entre sí, aunque
no perfecta. Sobre esta base se funda la orientación dada por el Concilio
"En cuanto lo permitan las condiciones religiosas, promuévase la acción
ecuménica de forma que, excluida toda especie tanto de indiferentismo y
confusionismo como de emulación insensata, los católicos colaboren
fraternalmente con los hermanos separados, según las normas del Decreto
sobre el Ecumenismo, mediante la profesión común en cuanto sea posible, de
la fe en Dios y en Jesucristo delante de las naciones y den vida a la
cooperación en asuntos sociales y técnicos, culturales y religiosos"(82). La
actividad ecuménica y el testimonio concorde de Jesucristo,por parte de los
cristianos pertenecientes a diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, ha
dado ya abundantes frutos. Es cada ves más urgente que ellos colaboren y den
testimonio unidos, en este tiempo en el que sectas cristianas y
paracristianas siembran confusión con su acción. La expansión de estas
sectas constituye una amenaza para la Iglesia católica y para todas las
comunidades eclesiales con las que ella mantiene un diálogo. Donde sea
posible y según las circunstancias locales, la respuesta de los cristianos
deberá ser también ecuménica.
LAS "COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE" FUERZA EVANGELIZADORA |p51 Un fenómeno
de rápida expansión en las jóvenes Iglesias, promovido, a veces, por los
Obispos y sus Conferencias como opción prioritaria de la pastoral, lo
constituyen las "comunidades eclesiales de base" (conocidas también con
otros nombres), que están dando prueba positiva como centros de formación
cristiana y de irradiación misionera. Se trata de grupos de cristianos a
nivel familiar o de ámbito restringido, los cuales se reúnen para la
oración, la lectura de la Escritura, la catequesis, para compartir problemas
humanos y eclesiales de cara a un compromiso común. Son un signo de
vitalidad de la Iglesia, instrumento de formación y de evangelización, un
punto de partida válido para una nueva sociedad fundada sobre la
"civilización del Amor". Estas comunidades descentralizan y articulan la
comunidad parroquial a la que permanecen siempre unidad; se enraízan en
ambientes populares y rurales, convirtiéndose en fermento de vida cristiana,
de atención a los últimos, de compromiso en pos de la transformación de la
sociedad. En ellas cada cristiano hace una experiencia comunitaria, gracias
a la cual también él se siente un elemento activo, estimulado a ofrecer su
colaboración en las tareas de todos. De este modo, las mismas comunidades
son instrumento de evangelización y de primer anuncio, así como fuente de
nuevos ministerios, a la vez que, animadas por la caridad de Cristo, ofrecen
también una orientación sobre el modo de superar divisiones, tribalismos y
racismos. En efecto, toda comunidad, para ser cristiana, debe formarse y
vivir en Cristo, en la escucha de la Palabra de Dios, en la oración centrada
en la Escritura, en la comunión expresada en la unión de corazones y
espíritus, así como en el compartir según las necesidades de los miembros
(Act. 2, 42-47). Cada comunidad -recordaba Pablo VI- debe vivir unida a la
Iglesia particular y universal, en sincera comunión con los Pastores y el
Magisterio, comprometida en la irradiación misionera y evitando toda forma
de cerrazón y de instrumentalización ideológica(83). Y el Sínodo de los
Obispos ha afirmado: "Porque la Iglesia es comunión, las así llamadas nuevas
comunidades de base, si verdaderamente viven en la unidad con la Iglesia,
son verdadera expresión de comunión más profunda. Por ello, dan una gran
esperanza para la vida de la Iglesia(84).
ENCARNAR EL EVANGELIO EN LAS CULTURAS DE LOS PUEBLOS |p52 Al desarrollar su
actividad misionera entre las gentes, la Iglesia encuentra diversas culturas
y se ve comprometida en el proceso de inculturación. Es esta una exigencia
que ha marcado todo su camino histórico, pero hoy es particularmente aguda y
urgente. El proceso de inserción de la Iglesia en las culturas de los
pueblos requiere largo tiempo: no se trata de una mera adaptación externa,
ya que la inculturación "significa una íntima transformación de los
auténticos valores culturales mediante su integración en el cristianismo y
la radicación delcristianismo en las diversas culturas"(85). Es, pues, un
proceso profundo y global que abarca tanto el mensaje cristiano, como la
reflexión y la praxis de la Iglesia. Pero es también un proceso difícil,
porque no debe comprometer en ningún modo las características y la
integridad de la fe cristiana. Por medio de la inculturación la Iglesia
encarna el Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce
a los pueblos con sus culturas en su misma comunidad;(86) transmite alas
mismas sus propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y
renovándolas desde dentro (87). Por su parte, con la inculturación, la
Iglesia se hace signo más comprensible de lo que es e instrumento más apto
para la misión.Gracias a esta acción de las Iglesias locales, la misma
Iglesia universal se enriquece con expresiones y valores en los diferentes
sectores de la vida cristiana, como la evangelización, el culto, la
teología, la caridad; conoce y expresa aún mejor el misterio de Cristo, a la
vez que es alentada a una continua renovación. Estos temas, presentes en el
Concilio y en el Magisterio posterior, los he confrontado repetidas veces en
mis visitas pastorales a las Iglesias jóvenes(88). La inculturación es un
camino lento que acompaña toda la vida misionera y requiere la aportación de
los diversos colaboradores de la misión ad gentes, la de las comunidades
cristianas a medida que se desarrollan, la de los Pastores que tienen la
responsabilidad de discernir y fomentar su actuación.
|p53 Los misioneros, provenientes de otras Iglesias y países, deben
insertarse en el mundo sociocultural de aquellos a quienes son enviados,
superando los condicionamientos del propio ambiente de origen. Así, deben
aprender la lengua de la región donde trabajan, conocer las expresiones más
significativas de aquella cultura, descubriendo sus valores por experiencia
directa. Solamente con este conocimiento los misioneros podrán llevar a los
pueblos de manera creíble y fructífera el conocimiento del misterio
escondido (cf. Rom. 16,25-27; Ef. 3,5). Para ellos no se trata ciertamente
de renegar a la propia identidad cultural, sino de comprender, apreciar,
promover, y evangelizar la del ambiente donde actúan y, por consiguiente,
estar en condiciones de comunicar realmente con él. asumiendo un estilo de
vida que sea signo de testimonio evangélico y de solidaridad con la gente.
Las comunidades eclesiales que se están formando, inspiradas en el
Evangelio, podrán manifestar progresivamente la propia experiencia cristiana
en manera y forma originales, conforme con las propias tradiciones
culturales, con tal de que estén siempre en sintonía con las exigencias
objetivas de la misma fe. A este respecto, especialmente en relación con los
sectores de inculturación más delicados, las Iglesias particulares del mismo
territorio deberán actuar en comunión entre sí(90) y con toda la Iglesia,
convencidas de que sólo la atención tanto a la Iglesia universal como a las
Iglesias particulares las harán capaces de traducir el tesoro de la fe en la
legítima variedad de sus expresiones(91). Por esto, los grupos evangelizados
ofrecerán los elementos para una "traducción" del mensaje evangélico (92)
teniendo presente las aportaciones positivas recibidas a través de los
siglos gracias al contacto del cristianismo con las diversas culturas, sin
olvidar los peligros de alteraciones que a veces se han verificado.
|p54 A este respecto, son fundamentales algunas indicaciones.La
inculturación, en su recto proceso debe estar dirigida por dos principios:
"la compatibilidad con el Evangelio de las varias culturas a asumir y la
comunión con la Iglesia universal"(94). Los Obispos, guardianes del
"depósito de la fe" se cuidarán de la fidelidad y, sobre todo, del
discernimiento,(95) para lo cual es necesario un profundo equilibrio; en
efecto, existe el riesgo de pasar acríticamente de una especie de alienación
de la cultura a una supervaloración de la misma, que es un producto del
hombre, en consecuencia, marcada por el pecado. También ella debe ser
"purificada, elevada y perfeccionada" (96).Este proceso necesita una
gradualidad, para que sea verdaderamente expresión de la experiencia
cristiana de la comunidad: "Será necesaria una incubación del misterio
cristiano en el seno de vuestro pueblo -decía Pablo VI en Kampala-, para que
su voz nativa, más límpida y franca, se levante armoniosa en el coro de las
voces de la Iglesia universal"(97). Finalmente, la inculturación debe
implicar a todo el pueblo de Dios,no sólo a algunos expertos, ya que se sabe
que el pueblo reflexiona sobre el genuino sentido de la fe que nunca
conviene perder de vista. Esta inculturación debe ser dirigida y estimulada,
pero no forzada, para no suscitar reacciones negativas en los cristianos:
debe ser expresión de la vida comunitaria, es decir, debe madurar en el seno
de la comunidad, y no ser fruto exclusivo de investigaciones eruditas. La
salvaguardia de los valores tradicionales es efecto de una fe madura.
EL DIALOGO CON LOS HERMANOS DE OTRAS RELIGIONES
|p55 El diálogo interreligioso forma parte de la misión evangelizadora de la
Iglesia. Entendido como método y medio para un conocimiento y
enriquecimiento recíproco, no está en contraposición con la misión ad
gentes; es más, tiene vínculos especiales con ella y es una de sus
expresiones. En efecto, esta misión tiene como destinatarios a los hombres
que no conocen a Cristo y su Evangelio, y que en su gran mayoría pertenecen
a otras religiones. Dios llama a sí a todas las gestes en Cristo, queriendo
comunicarles la plenitud de su revelación y de su amor; y no deja de hacerse
presente de muchas maneras, no sólo en cada individuo, sino también en los
pueblos mediante sus riquezas espirituales, cuya expresión principal y
esencial son las religiones, aunque contengan "lagunas, insuficiencias y
errores"(98). Todo ello ha sido subrayado ampliamente por el Concilio
Vaticano II y por el Magisterio posterior, defendiendo siempre que "la
salvación viene de Cristo y que el diálogo no dispensa de la
evangelización"(99). A la luz de la economía de la salvación, la Iglesia no
ve un contraste entre el anuncio de Cristo y el diálogo interreligioso; sin
embargo siente la necesidad de compaginarlos en el ámbito de la misión ad
gentes. En efecto, conviene que estos dos elementos mantengan su vinculación
íntima y, al mismo tiempo, su distinción, por lo cual no deben ser
confundidos, ni instrumentalizados, ni tampoco considerados equivalentes,
como si fueran intercambiables. Recientemente escrito a los Obispos de Asia:
"Aunque la Iglesia reconoce con gusto cuanto hay de verdadero y de santo en
las tradiciones religiosas del Budismo, del Hinduismo y del Islam reflejos
de aquella verdad que ilumina a todos los hombres-,sigue en pie su deber y
su determinación de proclamar sin titubeos a Jesucristo, que es "el camino,
la verdad y la vida"...El hecho de que los seguidores de otras religiones
puedan recibir la gracia de Dios y ser salvados por Cristo
independientemente de los medios ordinarios que él ha establecido, no quita
la llamada a la fe y al bautismo que Dios quiere para todos los
pueblos"(100). En efecto, Cristo mismo, "al inculcar con palabras explícitas
la necesidad de la fe y el bautismo...confirmó al mismo tiempo la necesidad
de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una
puerta"(101). El diálogo debe ser conducido y llevado a término con la
convicción de que la Iglesia es el camino ordinario de salvación y que sólo
ella posee la plenitud de los medios de salvación.(102)
|p56 El diálogo no nace de una táctica o de un interés, sino que es una
actividad con motivaciones, exigencias y dignidad propias: es exigido por el
profundo respeto hacia todo lo que en el hombre ha obrado el Espíritu, que
"sopla donde quiere"(Jn. 3,8)(103) . Con ello la Iglesia trata de descubrir
las "semillas de la Palabra"(104) el "destello de aquella Verdad que ilumina
a todos los hombres"(105), semillas y destellos que se encuentran en las
personas y en las tradiciones religiosas de la humanidad. El diálogo se
funda en la esperanza y en la caridad, y dará frutos en el Espíritu. Las
otras religiones constituyen un desafío positivo para la Iglesia de hoy; en
efecto, la estimulan tanto a descubrir y a conocer los signos de la
presencia de Cristo y de la acción del Espíritu, como a profundizar la
propia identidad y a testimoniar la integridad de la Revelación, de que es
depositaria para el bien de todos.De aquí deriva el espíritu que debe animar
este diálogo en el ámbito de la misión. El interlocutor debe ser coherente
con las propias tradiciones y convicciones religiosas y abierto para
comprender las del otro, sin disimular o cerrarse, sino con una actitud de
verdad, humildad o lealtad, sabiendo que el diálogo puede enriquecer a cada
uno. No debe darse ningún tipo de abdicación ni de irenismo, sino el
testimonio recíproco para un progreso común en el camino de búsqueda y
experiencia religiosa y, al mismo tiempo, para superar prejuicios,
intolerancias y malentendidos. El diálogo tiende a la purificación y
conversión interior que, si se alcanza con docilidad al Espíritu, será
espiritualmente fructífero.
|p57 Un vasto campo se le abre al diálogo, pudiendo asumir múltiples formas
y expresiones, desde los intercambios entre expertos de las tradiciones
religiosas o representantes oficiales de las mismas, hasta la colaboración
para el desarrollo integral y la salvaguardia de los valores religiosos;
desde la comunicación de las respectivas experiencias espirituales hasta el
llamado "diálogo de vida", por el cual los creyentes de las diversas
religiones atestiguan unos a otros en la existencia cotidiana los propios
valores humanos y espirituales, y se ayudan a vivirlos para edificar una
sociedad más justa y fraterna. Todos los fieles y las comunidades cristianas
están llamados a practicar el diálogo, aunque no al mismo nivel y de la
misma forma. Para ello es indispensable la aportación de los laicos que "con
el ejemplo de su vida y con la propia acción pueden favorecer la mejora de
las relaciones entre los seguidores de las diversas religiones"(106),
mientras algunos de ellos podrán también ofrecer una aportación de búsqueda
y de estudio(107). Sabiendo que no pocos misioneros y comunidades cristianas
encuentran en ese camino difícil y a menudo incomprensible del diálogo la
única manera de dar sincero testimonio de Cristo y un generoso servicio al
hombre, deseo alentarlos a perseverar con fe y caridad, incluso allí donde
sus esfuerzos no encuentran acogida y respuesta. El diálogo es un camino
para el Reino y seguramente dará sus frutos, aunque los tiempos y momentos
los tiene fijados el Padre (Act.l,7).
PROMOVER EL DESARROLLO EDUCANDO LAS CONCIENCIAS |p58 La misión ad gentes se
despliega aun hoy día, mayormente, en aquellas regiones del Sur del mundo
donde es más urgente la acción para el desarrollo integral y la liberación
de toda opresión. La Iglesia siempre ha sabido suscitar, en las poblaciones
que ha evangelizado, un impulso hacia el progreso, y ahora mismo los
misioneros, más que en el pasado, son conocidos también como promotores de
desarrollo por gobiernos y expertos internacionales, los cuales se
maravillan del hecho de que se consigan notables resultados con escasos
medios.En la Encíclica Sollicitudo rei socialis he afirmado que "la Iglesia
no tiene soluciones técnicas que ofrecer al problema del subdesarrollo en
cuanto tal", sino que "da su primera contribución a la solución del problema
urgente del desarrollo cuando proclama la verdad sobre Cristo, sobre sí
misma y sobre el hombre, aplicándola a una situación concreta"(108). La
Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Puebla afirmó que "el mejor
servicio al hermano es la evangelización, que lo prepara a realizarse como
hijo de Dios, lo libera de las injusticias y lo promueve
integralmente"(109). La misión de la Iglesia no es actuar directamente en el
plano económico, técnico, político o contribuir materialmente al desarrollo,
sino que consiste esencialmente en ofrecer a los pueblos no un "tener más",
sino un "ser más", despertando las conciencias con el Evangelio. El
desarrollo humano auténtico debe echar sus raíces en una evangelización cada
vez más profunda"(110). La Iglesia y los misioneros son también promotores
de desarrollo con sus escuelas, hospitales, imprentas, universidades,
granjas agrícolas experimentales. Pero el desarrollo de un pueblo no deriva
primordialmente ni del dinero ni de las ayudas materiales, ni de las
estructuras técnicas, sino más bien de la formación de las conciencias, de
la madurez de la mentalidad y de las costumbres. Es el hombre el
protagonista del desarrollo, no el dinero ni la técnica. La Iglesia educa
las conciencias revelando a los pueblos al Dios que buscan, pero que no
conocen; la grandeza del hombre creado a imagen de Dios y amado por él; la
igualdad de todos los hombres como hijos de Dios; el dominio sobre la
naturaleza creada y puesta al servicio del hombre; el deber de trabajar para
el desarrollo del hombre entero y de todos los hombres.
|p59 Con el mensaje evangélico la Iglesia ofrece una fuerza liberadora y
promotora de desarrollo, precisamente porque lleva a la conversión del
corazón y de la mentalidad; ayuda a reconocer la dignidad de cada persona;
dispone a la solidaridad, al compromiso, al servicio de los hermanos;
inserta al hombre en el proyecto de Dios, que es la construcción del Reino
de paz y justicia, a partir ya de esta vida. Es la perspectiva bíblica de
los "nuevos cielos y nueva tierra" (Is.65,17; 2 Pe 3,13; Ap 21,1), la que ha
introducido en la historia el estímulo y la meta para el progreso de la
humanidad. El desarrollo del hombre viene de Dios, del modelo de Jesús Dios
y hombre, y debe llevar a Dios.(111). He ahí por qué entre el anuncio
evangélico y promoción del hombre hay una estrecha conexión. La aportación
de la Iglesia y de su obra evangelizadora al desarrollo de los pueblos
abarca no sólo el Sur del mundo, para combatir la miseria y el
subdesarrollo, sino también el Norte, que está expuesto a la miseria moral y
espiritual causada por el "superdesarrollo"(112). Una cierta modernidad
arreligiosa, dominante en algunas partes del mundo, se basa sobre la idea de
que, para hacer al hombre más hombre, baste enriquecerse y perseguir el
crecimiento técnicoeconómico. Pero un desarrollo sin alma no puede bastar al
hombre, y el exceso de opulencia es nocivo para él, como lo es el exceso de
pobreza. El Norte del mundo ha construido un "modelo de desarrollo" y lo
difunde en el Sur, donde el espíritu religioso y los valores humanos, allí
presentes, corren el riesgo de ser inundados por la ola del consumismo.
"Contra el hambre cambia la vida" es el lema surgido en ambientes
eclesiales, que indica a los pueblos ricos el camino para convertirse en
hermanos de los pobres; es necesario volver a una vida más austera que
favorezca un nuevo modelo de desarrollo, atento a los valores éticos y
religiosos. La actividad misionera lleva a los pobres luz y aliento para un
verdadero desarrollo, mientras que la nueva evangelización debe crear en los
ricos, entre otras cosas, la conciencia de que ha llegado el momento de
hacerse realmente hermanos de los pobres en la común conversión hacia el
"desarrollo integral", abierto al Absoluto (113).
LA CARIDAD, FUENTE Y CRITERIO DE LA MISION |p60 "La Iglesia en todo el mundo
-dije en mi primera visita pastoral al Brasil- quiere ser la Iglesia de los
pobres...quiere extraer toda la verdad contenida en las bienaventuranzas de
Cristo y sobre todo en esta primera "Bienaventurados los pobres de
espíritu..." Quiere enseñar esta verdad y quiere ponerla en práctica, igual
que Jesús vino a hacer y enseñar"(114). Las jóvenes Iglesias que en su
mayoría viven entre pueblos afligidos por una pobreza muy difundida,
expresan a menudo esta preocupación como parte integrante de su misión. La
III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, después de
haber recordado el ejemplo de Jesús, escribe que "los pobres merecen una
atención preferencial, cualquiera que sea la situación moral o personal en
que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos,
esta imagen está ensombrecida y aun escarnecida. Por eso, Dios toma su
defensa y los ama. Es así como los pobres son los primeros destinatarios de
la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión
de Jesús"(115). Fiel al espíritu de las bienaventuranzas, la Iglesia está
llamada a compartir con los pobres y los oprimidos de todo tipo. Por esto,
exhorto a todos los discípulos de Cristo y a las comunidades cristianas,
desde las familias a las diócesis, desde las parroquias a los Institutos
religiosos, a hacer una sincera revisión de la propia vida en el sentido de
la solidaridad con los pobres. Al mismo tiempo, doy gracias a los misioneros
quienes, con su presencia amorosa y su humilde servicio, trabajan por el
desarrollo integral de la persona y de la sociedad por medio de escuelas,
centros sanitarios, leproserías, casas de asistencia para minusválidos y
ancianos, iniciativas para la promoción de la mujer y otras similares. Doy
gracias a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los laicos
por su entrega. También aliento a los voluntarios de Organizaciones no
gubernamentales, cada día más numerosos, los cuales se dedican a estas obras
de caridad y de promoción humana. En efecto, son estas numerosas "obras de
caridad" las que atestiguan el espíritu de toda la actividad misionera: el
amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misión, y es también "el único
criterio según el cual todo debe hacerse y no hacerse, cambiarse y no
cambiarse. Es el principio que debe dirigir toda acción y el fin al que debe
tender. Actuando con caridad o inspirados por la caridad, nada es
disconforme y todo es bueno"(116).
CAPITITULO VI RESPONSABLES Y AGENTES DE LA PASTORAL MISIONERA
|p61 No se da testimonio sin testigos, como no existe misión sin misioneros.
Para que colaboren en su misión y continúen su obra salvífica, Jesús escoge
y envía a unas personas como testigos suyos y Apóstoles: "Seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la
tierra"(Act. l,8). Los Doce son los primero agentes de la misión universal:
constituyen un "sujeto colegial" de la misión, al haber sido escogidos por
Jesús para estar con él y ser enviados "a las ovejas perdidas de la casa de
Israel" (Mt. 10,6). Esta colegialidad no impide que en el grupo se distingan
figuras singularmente, como Santiago, Juan y, por encima de todos, Pedro,
cuya persona asume tanto relieve que justifica la expresión: "Pedro y los
demás Apóstoles" Act.2,14.37). Gracias a él se abren los horizontes de la
misión universal en la que posteriormente destacará Pablo, quien por
voluntad divina fue llamado y enviado a los gentiles (cf.Gál.1, 15-16).En la
expansión misionera de los orígenes, junto a los Apóstoles encontramos a
otros agentes menos conocidos que no deben olvidarse: son personas, grupos,
comunidades. Un típico ejemplo de Iglesia local es la comunidad de Antioquía
que de evangelizada, pasa a ser evangelizadora y envía sus misioneros a los
gentiles (cf.Act.13,2-3). La Iglesia primitiva vive la misión como tarea
comunitaria, aún reconociendo en su seno a "enviados especiales" o
"misioneros consagrados a los gentiles", como lo son Pablo y Bernabé.
|p62 Lo que se hizo al principio del cristianismo para la misión universal,
también sigue siendo válido y urgente hoy. La Iglesia es misionera por su
propia naturaleza, ya que el mandato de Cristo no es algo contingente y
externo, sino que alcanza al corazón misma de la Iglesia. Por esto, toda la
Iglesia y cada Iglesia es enviada a las gentes. Las mismas Iglesias más
jóvenes, precisamente "para que ese celo misionero florezca en los miembros
de su patria", deben participar "cuanto antes y de hecho en la misión
universal de la Iglesia, enviando también ellas misioneros a predicar por
todas las partes del mundo el Evangelio, aunque sufran escasez de
clero"(117). Muchas ya actúan así, y yo las aliento vivamente a continuar.
En este vínculo esencial de comunión entre la Iglesia universal y las
Iglesias particulares se desarrolla la auténtica y plena condición
misionera."En un mundo que, con la desaparición de las distancias, se hace
cada vez más pequeño, las comunidades eclesiales deben relacionarse entre
sí, intercambiarse energías y medios, comprometerse aunadamente en la única
y común misión de anunciar y de vivir el Evangelio...Las llamadas Iglesias
más jóvenes...necesitan la fuerza de las antiguas, mientras que éstas tienen
necesidad del testimonio y del empuje de las más jóvenes, de tal modo que
cada Iglesia se beneficie de las riquezas de las otras Iglesias"(118).
LOS PRIMEROS RESPONSABLES DE LA ACTIVIDAD MISIONERA |p63 Así como el Señor
resucitado confirió al Colegio Apostólico encabezado por Pedro el mandato de
la misión universal, así esta responsabilidad incumbe al Colegio episcopal
encabezado por el Sucesor de Pedro.(119). Consciente de esta
responsabilidad, en los encuentros con los Obispos siento el deber de
compartirla, con miras tanto a la nueva evangelización como a la misión
universal. Me he puesto en marcha por los caminos del mundo "para anunciar
el Evangelio, para "confirmar a los hermanos" en la fe, para consolar a la
Iglesia, para encontrar al hombre. Son viajes de fe...Son otras tantas
ocasiones de catequesis itinerante, de anuncio evangélico para la
prolongación, en todas las latitudes, del Evangelio y del Magisterio
apostólico dilatado a las actuales esferas planetarias"(120). Mis hermanos
Obispos son directamente responsables conmigo de la evangelización del
mundo, ya sea como miembros del Colegio episcopal, ya sea como pastores de
las Iglesias particulares. El Concilio Vaticano II dice al respecto: "El
ciudadano de anunciar el Evangelio en todo el mundo ertenece al Cuerpo de
los pastores, ya que a todos ellos, en común, dio Cristo el mandato "(121).
El Concilio afirma también que los Obispos "han sido consagrados no sólo
para la salvación del modo el mundo ".(122). Esta responsabilidad colegial
tiene cosecuencias prácticas. Asimismo, "el Sínodo de los Obispos,...entre
los asuntos de importancia general, había de considerar especialmente la
actividad misionera, deber supremo y santísimo de la Iglesia" (123). La
misma responsabilidad se refleja, en diversa medida, en las Conferencias
Episcopales y en sus organismos a nivel continental, que por ello tienen que
ofrecer su propia contribución a la causa misionera.(124). Amplio es también
el deber misionero de cada Obispo, como pastor de una Iglesia particular.
Compete a él,"como rector y centro de unidad en el apostolado diocesano,
promover , dirigir y coordinar la actividad misionera...Procure ,además, que
la actividad apostólica no se limite sólo a los convertidos, sino que se
destine una parte conveniente de operarios y de recursos a la evangelización
de los no cristianos" (125).
|p64 Toda Iglesia particular debe abrirse generosamente a las demás.La
colaboración entre las Iglesia, por medio de una reciprocidad real que las
repare a dar y a recibir, es también fuente de enriquecimiento para todas y
abarca varios sectores de la vida eclesial.A este respecto,es ejemplar la
declaración de los Obispos en Puebla: "Finalmente, ha llegado para América
Latina la hora...de proyectarse más allá de sus propias fronteras, ad
gentes. Es verdad que nosotros mismos necesitamos misioneros. Pero debemos
dar desde nuestra pobreza"(126). Con este espíritu invito a los Obispos y a
las Conferencias Episcopales a poner generosamente en practica todo lo que
sido previsto en las Normas directivas, que la congregación para el Clero
emanó para colaboración entre las Iglesias particulares y, especialmente,
para la mejor distribución del clero en el mundo .(127). La distribución de
la Iglesia es más vasta que la "comunión entre las Iglesias": ésta, además
de la ayuda para la nueva evangelización, debe tener sobre todo una
orientación con miras a la específica índole misionera. Hago una llamada a
todas las Iglesias,jóvenes y antiguas, para que compartan esta preocupación
conmigo, favoreciendo el incremento de las vocaciones misioneras y tratando
de superar las diversas dificultades.
MISIONEROS E INSTITUTOS "AD GENTES" |p65 Entre los agentes de la pastoral
misionera, ocupan aún hoy, como en el pasado, un puesto de fundamental
importancia aquellas personas e instituciones a las que el Decreto Ad gentes
dedica el título: "Los misioneros". (128). A este respecto, se impone ante
todo, una profunda reflexión, para los misioneros mismos,que debido a los
cambios de la misión pueden sentirse inclinados a no comprender ya el
sentido de su vocación, a no saber ya qué espera precisamente hoy de ellos
la Iglesia.Punto de referencia son estas palabras del Concilio: "Aunque a
todo discípulo de Cristo incumbe la tarea de propagar la fe según su
condición, Cristo Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que
quiere, para que lo acompañen y para enviarlos a predicar a las gentes. Por
lo cual, por medio del Espíritu Santo, que distribuye los carismas según
quiere para común utilidad, inspira la vocación misionera en el corazón de
cada uno y suscita al mismo tiempo en la Iglesia institutos que asuman como
misión propia el deber de la evangelización, que pertenece a toda la
Iglesia"(129). Se trata, pues, de una "vocación especial", que tiene como
modelo la de los Apóstoles: se manifiesta en el compromiso total al servicio
de la evangelización; se trata de una entrega que abarca a toda la persona y
toda la vida del misionero, exigiendo de él una donación sin límites de
fuerzas y de tiempo. Quienes están dotados de tal vocación, "enviados por la
autoridad legítima se dirigen por la fe y obediencia a los que están
alejados de Cristo, segregados para la obra a que han sido llamados, como
ministros del Evangelio"(130). Los misioneros deben meditar sobre la
correspondencia que requiere el don recibido por ellos y ponerse al día en
lo relativo a su formación doctrinal y apostólica.
|p66 Los Institutos misioneros, pues, deben emplear todos los recursos
necesarios, poniendo a disposición su experiencia y creatividad con
fidelidad al carisma originaria, para preparar adecuadamente a los
candidatos y asegurar el relevo de lasenergías espirituales, morales y
físicas de sus miembros(131). Que éstos se sientan parte activa de la
comunidad eclesial y que actúen en comunión con la misma. De hecho, "todos
los Institutos religiosos han nacido por la Iglesia y para ella; obligación
de los mismos es enriquecerla con sus propias características en conformidad
con su espíritu peculiar y su misión específica" y los mismos Obispos son
custodios de esta fidelidad al carisma originario(132). Los Institutos
misioneros generalmente han nacido en lasIglesias de antigua cristiandad e
históricamente han sido instrumentos de la Congregación de Propaganda Fide
para la difusión de la fe y la fundación de nuevas Iglesias. Ellos acogen
hoy de manera creciente candidatos provenientes de las jóvenes Iglesias que
han fundado, mientras nuevos Institutos han surgido precisamente en los
países que antes recibían solamente misioneros y que hoy los envían. Es de
alabar esta doble tendencia que demuestra la validez y la actualidad de la
vocación misionera específica de estos Institutos, que todavía "continúan
siendo muy necesarios",(133) no sólo para la actividad misionera ad gentes,
como es su tradición, sino también para la animación misionera tanto en la
Iglesia de la antigua cristiandad, como en las más jóvenes. La vocación
especial de los misioneros ad vitam conserva toda su validez:representa el
paradigma del compromiso misionero de la Iglesia, que siempre necesita
donaciones radicales y totales, impulsos nuevos y valientes. Que los
misioneros y misioneras que han consagrado toda la vida para dar testimonio
del Resucitado entre las gentes, no se dejen atemorizar por dudas,
incomprensiones, rechazos, persecuciones. Aviven la gracia de su carisma
específico y emprendan de nuevo con valentía su camino,prefiriendo -con
espíritu de fe, obediencia y comunión con los propios Pastores- los lugares
más humildes y difíciles.
SACERDOTES DIOCESANOS PARA LA MISION UNIVERSAL |p67 Colaboradores del
Obispo, los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, están llamados
a compartir la solicitud para la misión: "el don espiritual que los
presbíteros recibieron en la ordenación no los prepara a una misión limitada
y restringida, sino a la misión universal y amplísima de salvación "hasta
los confines de la tierra", pues cualquie rministerio sacerdotal participa
de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los
Apóstoles"(134). Por esto, la misma formación de los candidatos al
sacerdocio debe tender a darles "un espíritu enuinamente católico que les
habitúe a mirar más allá de los límites de la propia diócesis, nación, rito,
y lanzarse en ayuda de las necesidades de toda la Iglesia con ánimo
dispuesto para predicar el Evangelio en todas partes"(135). Todos los
sacerdotes deben de tener corazón y mentalidad misioneros, estar abiertos a
las necesidades de la Iglesia y del mundo, atentos a los más alejados y,
sobre todo, a los grupos no cristianos del propio ambiente. Que en la
oración y, particularmente, en el sacrificio eucarístico sientan la
solicitud de toda la Iglesia por la humanidad entera.especialmente los
sacerdotes que se encuentran en áreas de minoría cristiana deben sentirse
movidos por un celo especial y el compromiso misionero. El Señor les confía
no sólo el cuidado pastoral de la comunidad cristiana, sino también y sobre
todo la evangelización de sus compatriotas que no forman parte de su grey.
Los sacerdotes "no dejarán además de estar concretamente disponibles al
Espíritu Santo y al Obispo, para ser enviados a predicar el Evangelio más
allá de los confines del propio país. Esto exigirá en ellos no sólo madurez
en la vocación, sino también una capacidad no común de desprendimiento de la
propia patria, grupo étnico y familia, y una particular idoneidad para
insertarse en otras culturas, con inteligencia y respeto." (136).
|p68 En la Encíclica Fidei donum, Pío XII, con intuición profética, alentó a
los Obispos a ofrecer algunos de sus sacerdotes para un servicio temporal a
las Iglesias de Africa,aprobando las iniciativas ya existentes al respecto.
A veinticinco años de distacia, quise subrayar la gran novedad de aquel
Documento, que ha hecho superar "la dimensión territorial del servicio
sacerdotal para ponerlo a disposición de toda la Iglesia"(137). Hoy se ven
confirmadas la validez y los frutos de esta experiencia; en efecto, los
presbíteros llamados Fidei donum ponen en evidencia de manera singular el
vínculo de comunión entre las Iglesias, ofrecen una aportación valiosa al
crecimiento de comunidades aclesiales necesitadas, mientras encuentran en
ellas frescor y vitalidad de fe. Es necesario, ciertamente, que el servicio
misionero del sacerdote diocesano responda a algunos criterios y
condiciones. Se deben enviar sacerdotes escogidos entre los mejores, idóneos
y debidamente preparados para el trabajo peculiar que les espera(138).
Deberán insertarse en el nuevo ambiente de la Iglesia que los recibe con
ánimo abierto y fraterno y constituirán un único presbiterio con los
sacerdotes del lugar, bajo la autoridad del Obispo(139). Mi deseo es que el
espíritu de servicio aumente en el presbiterio de las Iglesias antiguas y
que sea promovido en el presbiterio de las Iglesias más jóvenes.
FECUNDIDAD MISIONERA DE LA CONSAGRACION |p69 En la inagotable y multiforme
riqueza del Espíritu se sitúan las vocaciones de los Institutos de vida
consagrada, cuyos miembros "dado que por su misma consagración se dedican al
servicio de la Iglesia...están obligados a contribuir de modo especial a la
tarea misional, según el modo propio de su Instituto"(140). La historia da
testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la
propagación de la fe y en la formación de nuevas Iglesias: desde las
antiguas Instituciones monásticas, las Ordenes medievales y hasta las
Congregaciones modernas. a) Siguiendo el Concilio, invito a los Institutos
de vida contemplativa a establecer comunidades en las jóvenes Iglesias para
dar "preclaro testimonio entre los no cristianos de la majestad y de la
caridad de Dios, así como de unión en Cristo"(141). Esta presencia es
beneficiosa por doquier en el mundo no cristiano, especialmente en aquellas
regiones donde las religiones tienen en gran estima la vida contemplativa
por medio de la ascesis y la búsqueda del Absoluto. b) A los Institutos de
la vida activa indico los inmensos espacios para la caridad, el anuncio
evangélico, la educación cristiana, la cultura y la solidaridad con los
pobres, los discriminados, los marginados y oprimidos. Estos Institutos
persigan o no un fin estrictamente misionero, se deben plantear la
posibilidad y la disponibilidad a extender su propia actividad para la
expansión del Reino de Dios. Este petición ha sido acogida en tiempos más
recientes por no pocos Institutos, pero quisiera que se considerasen mejor y
se actuase con vistas a un auténtico servicio. La Iglesia debe dar a conocer
los grandes valores evangélicos de que es portadora; y nadie los atestigua
más eficazmente que quienes hacen profesión de vida consagrada en la
castidad, pobreza y obediencia, con una donación total a Dios y con plena
disponibilidad a servir al hombre y a la sociedad, siguiendo el ejemplo de
Cristo(142).
|p70 Quiero dirigir unas palabras de una especial gratitud a las religiosas
misioneras, en quienes la virginidad por el Reino se traduce en múltiples
frutos de maternidad según el espíritu. Precisamente la misión ad gentes les
ofrece un campo vastísimo para "entregarse por amor de un modo total e
indiviso"(143). El ejemplo y la laboriosidad de la mujer virgen, consagrada
a la caridad hacia Dios y el prójimo, especialmente el más pobre, son
indispensables como signo evangélico entre aquellos pueblos y culturas en
que la mujer debe realizar todavía un largo camino en orden a su promoción
humana y a su liberación. Es de desear que muchas jóvenes mujeres cristianas
sientan el atractivo de entregarse a Cristo con generosidad, y encontrando
en su consagración la fuerza y la alegría para dar testimonio de él entre
los pueblos que aún no lo conocen.
TODOS LOS LAICOS SON MISIONEROS EN VIRTUD DEL BAUTISMO |p71 Los Pontífices
de la época más reciente han insistido mucho sobre la importancia del papel
de los laicos en la actividad misionera(144). En la Exhortación Apostólica
Christifideles laici, también yo me he ocupado explícitamente de la "perenne
misión de llevar el Evangelio a cuantos -y son millones y millones de
hombres y mujeres- no conocen todavía Cristo Redentor del hombre"(145)., y
de la correspondiente responsabilidad de los laicos. La misión es de todo el
Pueblo de Dios: aunque la fundación de una nueva Iglesia requiere la
Eucaristía y, consiguientemente, el ministerio sacerdotal, sin embargo la
misión, que se desarrolla de diversas formas, es tarea de todos los fieles.
La participación de los laicos en la expansión dela fe aparece claramente,
desde los primeros tiempos del cristianismo, por obra de los fieles y
familias y también de toda la comunidad. Esto lo recordaba ya el Papa pío
XII, refiriéndose a las vicisitudes de las misiones, en la primera Encíclica
misionera sobre la historia de las misiones laicales(146). En los tiempos
modernos no ha faltado la participación activa de los misioneros laicos y de
las misioneras laicas. ¿Cómo no recordar el importante papel desempeñado por
éstas, su trabajo en las familias, en las escuelas, en la vida política,
social y cultural y, en particular, su enseñanza de la doctrina cristiana?
Es más, hay que reconocer - y esto es un motivo de gloria- que Algunas
Iglesias han tenido su origen, gracias a la actividad de los laicos y de las
laicas misioneros. El Concilio Vaticano II ha confirmado esta tradición,
poniendo de relieve el carácter misionero de todo el Pueblo de Dios,
concretamente el apostolado de los laicos(147), y subrayando la contribución
específica que éstos están llamados a dar a en la actividad misionera(148).
La necesidad de que todos los fieles compartan tal responsabilidad no es
sólo cuestión de eficacia apostólica, sino de un deber- derecho basado en la
dignidad bautismal, por la cual "los fieles laicos participan, según el modo
que les es propio, en el triple oficio -sacerdotal, profético y real- de
Jesucristo"(149). Ellos, por consiguiente, "tienen la obligación general, y
gozan del derecho, tanto personal como asociadamente, de trabajar para que
el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido en todo el mundo;
obligación que les apremia todavía más en aquellas circunstancias en las que
sólo a través de ellos pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a
Jesucristo"(150). Además, dada su propia índole secular, tienen la vocación
específica de "buscar el Reino de Dios tratando los asuntos temporales y
ordenándolos según Dios"(l5l).
|p72 Los sectores de presencia y de accion misionera de los laicos son muy
amplios "El campo propio... es el mundo vasto y complejo de la política,de
lo social,de la economía ..."(152) a nivel local,nacional e
internacional.Dentro de la Iglesia se presentan diversos tipode servicios,
funciones, ministerios y formas de animación de la vida cristiana.Recuerdo,
como novedad surgida recientemente en no pocas Iglesias, el gran desarrollo
de los "movimientos eclesiales",dotados de dinamismo misionero.Cuando se
integran con humildad en la vida de las Iglesias locales y son acogidos
cordialmente por Obispos y sacerdotes en las estructuras diocesanas y
parroquiales, los Movimientos representan un verdadero don de Dios para
nueva evangelización y para la actividad misionera propiamente dicha. Por
tanto, recomiendo difundirlos y valerse de ellos para dar nuevo vigor, sobre
todo entre los jóvenes, a la vida cristiana y a la evangelización, con una
visión pluralista de los modos de asociarse y de expresarse. Enla actividad
misionera hay que revalorar las varias agrupaciones del laicado, respetando
su índole y finalidades: asociaciones del laicado misionero, organismos
cristianos y hermandades de diversos tipo; que todos se entreguen a la
misión ad gentes y la colavoración con las Iglesias locales. Deeste modo se
favorecerá el crecimiento de un laicado maduro y responsable, cuya
"formación...se oresenta en las jóovenes Iglesias como elemento esencial e
irrenunciable de laplatantatio Ecclesiae"(l53).
LA OBRA DE LOS CATEQUISTAS Y LA VARIEDAD DE LOS MINISTERIOS |p73 Entre los
laicos que se hacen evangelizadores se encuentran en en primera línea los
catequistas. El Decreto conciliar misionero los define como "esa legión tan
benemérita de la cuales,"llenos de espíritu apostólico,prestan con grandes
sacrifgicios una ayuda singular y enteramente necesaria para la expansión de
la fe y de la Iglesia"(l54). No sin razón las Iglesias más antiguas, al
entregarse a una nueva evangelización,han incrementado el número de
catequistas e intensificado la catequesis. "El título de "catequista" se
aplica por excelencia a los catequistas en tierras de misión...Sin ellos no
se habrían edificado Iglesias hoy día florecientes "(l55).Aunque ha habido
un incremento de los servicios eclesiales y extraeclesiales, el ministerio
de los catequistas continúa siendo siempre necesario y tiene unas
características peculiares: los catequistas son agentes especializados,
testigos directos, evangelizadores insustituibles , que representan la
fuerza básica de las comunidades cristianas, especialmente en las Iglesias
jóvenes, como varias veces he afirmado y constatado en mis viajes
misioneros. El nuevo Código de Dececho Canónico reconoce sus cometidos,
cualidades y requisitos(l56). Pero no se debe olvidar que que el trabajo de
los catequistas resulta cada vez más difícil y exigente debido a los cambios
eclesiales y culturales en curso. Es válido también en nuestros días lo que
el Concilio mismo sugería: una preparación doctrinaly pedagógica más
cuidadosa, la constante renovación espiritual y apostólica. La necesidad de
"procurar...una condición de vida decorosa y la seguridad social" a los
catequistas(l57).Igualmente, es importante favorecer la creación y el
potenciamiento de las escuelas para catequistas, que, aprobadas por las
Conferencias Episcopales, otorguen títulos oficialmente reconocidos por
éstas últimas.(l58).
|p74 Además de los catequistas, hay que recordar las demás formas de
servicio a la vida de la Iglesia y a la misión, así como otros agentes:
animadores de la oración, del canto y de la liturgia; responsables de
comunidades eclesiales de base y grupos bíblicos; encargados de las obras
caritativas; administradores de los bienes de la Iglesia;dirigentes de los
diversos grupos y asociaciones apostólicas; profesores de religión en las
escuelas. Todos los fieles laicos deben dedicar a la Iglesia parte de su
tiempo, viviendo con coherencia la propia fe.
CONGREGACION PARA LA EVANGELIZACION DE LOS PUEBLOS Y OTRAS ESTRUCTURAS PARA
LA ACTIVIDAD MISIONERA
|p75 Los responsables y los agentes de la pastoral misionera deben sentirse
unidos en la comunión que caracteriza al Cuerpo místico. Por ello Cristo
pidió en la última cena: "Como tú, Padre, en mí y yo en tí, que ellos
también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado"(Jn. l7, 2l). En esta comunión está el fundamento de la fecundidad
de la misión.Pero la Iglesia es también una comunión visible y orgánica, y
por esto la misión requiere igualmente una unión externa y ordenada entre
las diversas responsabilidades y funciones, de manera que todos los miembros
"fdediquen sus esfuerzos con unanimidad a la edificación de la
Iglesia"(l59). Corresponde al Dicasterio misional "dirigir y coordinar en
todo el mundo la obra de evangelización de los pueblos y la cooperación
misionera, salvo la competencia de la congregación para las Iglesias
Orientales"(160). Por ello es de su competencia el que "forme y distribuya a
los misioneros según las nesesidades más urgentes de las regiones..., haga
la planificación, dicte normas, directrices y principios para la adecuada
evangelización y de impulsos"(161). No puedo sino confirmar estas sabias
disposiciones: para impulsar la misión ad gentes es necesario un centro de
promoción, dirección y coordinación como es la Congregación para la
Evangelización de los pueblos. Invito, pues, a las Conferencias Episcopales
y a sus organismos, a los Superiores Mayores de las Ordenes, Congregaciones
e Institutos, a los organismos laicales compremetidos en la actividad
misionera, a colaborar fielmente con dicha Congregación, que tiene la
autoridad necesaria para programar y dirigir la actividad y la cooperación
misionera a nivel universal. La misma Congregación, que cuenta con una larga
y gloriosa experiencia está llamada a desempeñar un papel de primera
importancia a nivel de reflexión, de programas operativos, de los cuales
tiene necesidad la Iglesia para orientarse más decididamente hacia la misión
en sus diversas formas. Para conseguir este fin, la Congregación debe
mantener una estrecha relación con los otros Dicasterios de la Santa Sede,
con las Iglesias particular y con las fuerzas misioneras. En una
eclesiología de comunión, en que la Iglesia es toda ella misionera, pero al
mismo tiempo se ven siempre como indispensables las vocaciones e
instituciones específicas para la labor ad gentes, sigue siendo muy
importante el papel de guía y coordinación del Dicasterio misional para
afrontar conjuntamente las grandes cuestiones de interés común, salvo las
competencias propias de cada autoridad y estructura.
|p76 Para la orientación y coordinación de la actividad misionera a nivel
nacional y regional, son de gran importancia las Conferencias Episcopales y
sus diversas agrupaciones. A ellas les pide el Concilio que " traten..., de
común acuerdo, los asuntos más graves y los problemas más urgentes, pero sin
descuidar las diferencias locales"(l62), así como el problema de la
inculturación. De hecho, existe ya una amplia y contínua acción en este
campo y los frutos son visibles. Es una acción que debe ser intensificada y
mejor concertada con la de otros organismos de las mismas Conferencias, de
manera que las solicitud misionera no quede reducida a la dirección de una
determinado sector u organismo, sino que sea compartida por dos. Que los
mismos organismos e instituciones que se acupan de la actividad misionera
aúnen oportunamente esfuerzos e inicitivas. Que las Conferencias de los
Superiores Mayores tengan también este mismo objetivo en su ámbito, en
contacto con las Conferencias Episcopales, según las indicaciones y normas
establecidas(l63), recurriendo incluso a comisiones mixtas(l64). De modo
análogo, finalmente, hay que promover encuentros y formas de colaboración
entre las diferentes instituciones misioneras, ya sea para la formación y el
estudio(l65), ya sea para la acción apostólica que hay que desarrollar.
CAPITULO VII LA COOPERACION EN LA ACTIVIDAD MISIONERA
|p77 Miembros de la Iglesia en virtud del bautismo, todos los cristianos son
corresponsables de la actividad misionera. La participación de las
comunidades y de cada fiel en este derecho-deber se llama "cooperación
misionera". Tal cooperación se fundamenta y se vive, ante todo, mediante la
unión personal con Cristo: sólo si se está unido a él, como el sarmiento a
la viña (cf. Jn 15,5), se pueden producir buenos frutos. La santidad de la
vida permite a cada cristiano ser fecundo en la misión de la Iglesia: "el
Concilio invita a todos a una profunda renovación interior, a fin de que,
teniendo viva conciencia de la propia responsabilidad en la difusión del
Evangelio, acepten su participación en la obra misionera entre los gentiles"
(166). La participación en la misión universal no se reduce, pues, a algunas
actividades particulares, sino que es signo de la madurez de la fe y de una
vida cristiana que produce frutos. De esta manera el creyente amplía los
confines de su caridad manifestando la solicitud por quienes están lejos y
por quienes están cerca: ruega por las misiones y por las vocaciones
misioneras, ayuda a los misioneros, sigue sus actividades con interés y,
cuando regresan, los acoge con aquella alegría con la que las comunidades
cristianas escuchaban a los Apóstoles las maravillas que Dios había obrado
mediante su predicación (cf.Act. 14,27).
ORACION Y SACRIFICIOS POR LOS MISIONEROS
|p78 Entre las formas de participación, el primer lugar, corresponde a la
cooperación espiritual: oración, sacrificio, testimonio de la vida
cristiana. La oración debe acompañar el camino de los misioneros, para el
anuncio de la Palabra resulte eficaz por medio de gracia divina. San Pablo,
en sus Cartas, pide a menudo a los fieles que recen por él, para que puedan
anunciar el Evangelio con confianza y franqueza. A la oración es necesario
unir el sacrificio. El valor salvífico de todo sufrimiento, aceptado y
ofrecido a Dios con amor, deriva del sacrificio de Cristo, que llama a los
miembros de su Cuerpo místico a unirse a sus padecimientos y completarlos en
la propia carne (cf.Col. l,24).El sacrificio del misionero debe ser
compartido y sostenido por el de todos los fieles. Por esto, recomiendo a
quienes ejercen su ministerio pastoral entre los enfermos, que los instruyan
sobre el valor del sufrimiento, animándolos a ofrecerlo a Dios por los
misioneros.Con tal ofrecimiento los enfermos se hacen también misioneros,
como lo subrayan algunos movimientos surgidos entre ellos y para ellos.
Incluso la misma solemnidad de Pentecostés, inicio de la misión de la
Iglesia, es celebrada en algunas comunidades como "Jornada de sufrimiento
por las misiones".
"HEME AQUI, SEÑOR, ESTOY DISPUESTO, ENVIAME" (cf.Is.6,8)
|p79 La cooperación se manifiesta además en el promover las vocaciones
misioneras. A este respecto, hay que reconocer la validez de las diversas
formas de actividad misionera, pero, al mismo tiempo, es necesario reafirmar
la prioridad de la donación total y perpetua a la obra de las misiones,
especialmente en los Institutos y Congregaciones misioneras, masculinas y
femeninas. La promoción de estas vocaciones es el corazón de la cooperación:
el anuncio del Evangelio requiere anunciadores, la mies necesita obreros, la
misión se hace sobre todo, con hombres y mujeres consagrados de por vida a
la obra del Evangelio, dispuestos a ir por todo el mundo para llevar la
salvación. Deseo, por tanto, recordar y alentar esta solicitud por las
vocaciones misioneras. Consciente de la responsabilidad universal de los
pueblos cristianos, en contribución a la obra misional y al desarrollo de
los pueblos pobres, debemos preguntarnos porqué en varias naciones, mientras
aumentan los donativos, se corre el peligro de que desaparezcan las
vocaciones misioneras, las cuales reflejan la verdadera dimensión de la
entrega a los hermanos. Las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada
son un signo seguro de la vitalidad de una Iglesia.
|p80 Pensando en este grave problema, dirijo mi llamada, con particular
confianza y afecto a la familia y a los jóvenes. Las familias y, sobre todo,
los padres han de ser conscientes de que deben dar "una contribución
particular a la causa misionera de la Iglesia, cultivando las vocaciones
misioneras entre sus hijos e hijas"(167). Una vida de oración intensa, un
sentido real del servicio al prójimo y una generosa participación de las
actividades eclesiales, ofrecen a la familia las condiciones favorables para
la vocación de los jóvenes. Cuando los padres están dispuestos a consentir
que uno de sus hijos marche para la misión, cuando han pedido al Señor esta
gracia, él los recompensará, con gozo, el día que un hijo suyo o hija,
escuche su llamada. A los mismos jóvenes ruego que escuchen la palabra de
Cristo que les dice, igual que a Simón, Pedro y Andrés en la orilla del
lago:"Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres"(Mt. 4,19). Que los
jóvenes tengan la valentía de responder, igual que Isaías:" Heme aquí,
Señor, estoy dispuesto, envíame" (cf Is 6,8). Ellos tendrán ante sí una vida
atrayente y experimentarán la verdadera satisfacción de anunciar la "Buena
Nueva " a los hermanos y hermanas, a quienes guiarán por el camino de la
salvación.
"MAYOR FELICIDAD HAY EN DAR QUE EN RECIBIR "(Act 20,35)
|p81 Son muchas las necesidades materiales y económicas de las misiones; no
sólo para fundar la Iglesia con estructuras mínimas (capillas, escuelas para
catequistas y seminaristas, viviendas), sino también para sostener las obras
de caridad, de educación y promoción humana, campo inmenso de acción,
especialmente es los países pobres. La Iglesia misionera da lo que recibe;
distribuye a los pobres lo que sus hijos más pudientes en recursos
materiales ponen generosamente a su disposición. A este respecto, deseo dar
las gracias a todos aquellos que dan con sacrificio para la obra misionera;
sus renuncias y su participación son indispensables para construir la
Iglesia y testimoniar la caridad. Respecto a las ayudas materiales es
importante comprobar el espíritu con el que se da. Para ello, es necesario
revisar el propio estilo de vida: las misiones no piden solamente ayuda,
sino compartir el anuncio y la caridad para con los pobres. Todo lo que
hemos recibido de Dios -tanto la vida como los bienes materiales- no es
nuestro sino que nos ha sido dado para usarlo. La generosidad en el dar debe
estar siempre iluminada e inspirada por la fe: entonces sí que hay más
alegría en dar que en recibir. La Jornada Misionera Mundial, orientada a
sensibilizar sobre el problema misionero, así como a recoger donativos, es
una cita importante en la vida de la Iglesia, porque enseña cómo se ha de
dar: en la celebración eucarística, esto es, como ofrenda a Dios, y para
todas las misiones del mundo.
NUEVAS FORMAS DE COOPERACION MISIONERA
|p82 La cooperación se abre hoy a nuevas formas, incluyendo no sólo la ayuda
económica, sino también la participación directa. nuevas situaciones
relacionadas con el fenómeno de la movilidad humana exigen a los cristianos
un auténtico espíritu misionero. El turismo a escala internacional es ya un
fenómeno de masas positivo, si se practica con actitud respetuosa en orden a
un mutuo enriquecimiento cultural, evitando ostentaciones y derroches, y
buscando la comunicación humana. Pero a los cristianos se les exige sobre
todo la conciencia de deber ser siempre testigos de la fe y de la caridad en
Cristo. También el conocimiento directo de la vida misionera y de las
comunidades cristianas puede enriquecer y dar vigor a la fe. Son encomiables
las visitas a las misiones, sobre todo por parte de los jóvenes, que van
para prestar un servicio y tener una experiencia fuerte de vida cristiana.
Las exigencias del trabajo llevan hoy a numerosos cristianos de jóvenes
comunidades a regiones donde el cristianismo es desconocido y, a veces,
proscrito o perseguido. Esto pasa también con los fieles de países de
antigua tradición cristiana,que trabajan temporalmente en países no
cristianos. Estas circunstancias son ciertamente una ocasión para vivir y
testimoniar la fe. Durante los primeros siglos, el cristianismo se difundió
sobre todo porque los cristianos, viajando o estableciéndose en regiones
donde Cristo no había sido anunciado, testimoniaban con valentía su fe y
fundaban allí las primeras comunidades.
Más numerosos son los ciudadanos de países de misión y los que pertenecen a
regiones no cristianas, que van a establecerse en otras naciones por motivos
de trabajo, de estudio, o bien obligados por las condiciones políticas o
económicas de sus lugares de origen. La presencia de estos hermanos en los
países de antigua tradición cristiana es un desafío para alas comunidades
eclesiales, animándolas a la acogida, al diálogo, al servicio, a compartir,
al testimonio y al anuncio directo. De hecho, también en los países
cristianos se forman grupos humanos y culturales que exigen la misión ad
gentes. Las Iglesias locales, con la ayuda de personas provenientes de los
países de los emigrantes y de misioneros que hayan regresado, deben ocuparse
generosamente de estas situaciones. La cooperación puede implicar también a
los responsables de la política, de la economía, de la cultura, del
periodismo, además de los expertos de los diversos Organismos
internacionales. En el mundo moderno es cada vez más difícil trazar líneas
de demarcación geográfica y cultural; se da una creciente interdependencia
entre los pueblos, lo cual es un estímulo para el testimonio cristiano y
para la evangelización.
ANIMACION Y FORMACION DEL PUEBLO DE DIOS
|p83 La formación misionera del Pueblo de Dios es obra de la Iglesia local
con la ayuda de los misioneros y de sus Institutos, como así de los miembros
de las Iglesias jóvenes. Esta labor ha de ser entendida no como algo
marginal, sino central en la vida cristiana. Para la misma "nueva
evangelización de los pueblos cristianos, el tema misionero puede ser de
gran ayuda: en efecto, el testimonio de los misioneros conserva su atractivo
incluso para los alejados y los no creyentes, y es trasmisor de valores
cristianos. Las Iglesias locales, por consiguiente, han de incluir la
animación misionera como elemento primordial de su pastoral ordinaria en las
parroquias, asociaciones y grupos, especialmente los juveniles.
Para conseguir este fin, es valiosa ante todo la información mediante la
prensa misionera y los diversos medios audiovisuales. Su papel es de gran
importancia en cuanto ayudan a conocer la vida de la Iglesia universal, las
voces y la experiencia de los misioneros y de las Iglesias locales donde
ellos trabajan.Conviene que en las Iglesias más jóvenes, que no están aún en
condiciones de poseer una prensa y otros instrumentos, los Institutos
misioneros destinen personal y medios para estas iniciativas. Para esta
formación están llamados los sacerdotes y sus colaboradores, los educadores
y profesores, los teólogos, particularmente los que enseñan en los
seminarios y en los centros para laicos. La enseñanza teológica no puede ni
debe prescindir de la misión universal de la Iglesia, el ecumenismo, del
estudio de las grandes religiones y de la misionología. Recomiendo que sobre
todo en los Seminarios y en las Casas de Formación para religiosos y
religiosas se lleven a cabo tales estudios, procurando que algunos
sacerdotes, o alumnos y alumnas, se especialicen en los diversos campos de
las ciencias misionológicas.
Las actividades de animación deben orientarse siempre hacia sus fines
específicos: informar y formar al Pueblo de Dios para la misión universal de
la Iglesia; promover vocaciones ad gentes; suscitar cooperación para la
evangelización. En efecto, no se puede dar una imagen reductiva en la
actividad misionera, como si fuera principalmente ayuda a los pobres,
contribución a la liberación de los oprimidos, promoción del desarrollo,
defensa de los derechos humanos. La Iglesia misionera esta comprometida
también en estos frentes, pero su cometido primario es otro: los pobres
tienen hambre de Dios, y no sólo de pan y de libertad; la actividad
misionera ante todo ha de testimoniar y a anunciar la salvación en Cristo,
fundando las Iglesias locales que son luego instrumentos de liberación en
todos los sentidos.
LA RESPONSABILIDAD PRIMARIA DE LAS OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
|p84 En esta obra de animación el cometido primario corresponde a las Obras
Misionales Pontificias, como he afirmado varias veces en los Mensajes para
la Jornada Mundial de las Misiones. Las cuatro Obras -Propagación de la Fe,
San Pedro Apóstol, Santa Infancia y Unión Misional- tienen en común el
objetivo de promover el espíritu misionero universal en el Pueblo de Dios.
La Unión Misional tiene como fin inmediato y específico la sensibilización y
formación misionera de los sacerdotes, religiosas y religiosas que, a su
vez, deben cultivarla en las comunidades cristianas; además, trata de
promover otras Obras de las que ella es el alma (168).
"La consigna ha de ser ésta: todas las Iglesias para la conversión de todo
el mundo"(169). Estas Obras, por ser del Papa y del Colegio Episcopal,
incluso en el ámbito de las Iglesias particulares, "deben ocupar con todo
derecho el primer lugar, pues son medios para difundir entre los católicos
desde la infancia, el sentido verdaderamente universal y misionero, y para
estimular la recogida eficaz de subsidios en favor de todas las misiones
según las necesidades de cada una"(170). Otro objetivo de las Obras
Misionales es suscitar vocaciones ad gentes de por vida, tanto en las
Iglesias antiguas como en las más jóvenes. Recomiendo vivamente que se
oriente cada vez más a este fin su servicio de animación. En el ejercicio de
sus actividades, estas Obras dependen a nivel universal, de la Congregación
para la Evangelización de los Pueblos y, a nivel local, de las Conferencias
Episcopales y de los Obispos en cada Iglesia particular, colaborando con los
centros de animación existentes: ellas llevan al mundo católico el espíritu
de universalidad y de servicio a la misión, sin el cual no existe auténtica
cooperación.
NO SOLO DAR A LA MISION, SINO TAMBIEN RECIBIR
|p85 Cooperar con las misiones quiere decir no sólo dar, sino también saber
recibir: todas las Iglesias particulares, jóvenes o antiguas, están llamadas
a dar y a recibir en favor de la misión universal y ninguna deberá
encerrarse en sí misma: "En virtud de esta catolicidad - dice el Concilio-,
cada una de las partes colabora con sus dones propios con las restantes
partes y con toda la Iglesia, de tal modo que el todo y cada una de las
partes aumenten a causa de todos los que mutuamente se comunican y tienden a
la plenitud en la unidad...De aquí se derivan...entre las diversas partes de
la Iglesia, unos vínculos de íntima comunión en lo que respecta a riquezas
espirituales, obreros apostólicos y ayudas temporales"(171). Exhorto a todas
las Iglesias, a los Pastores, sacerdotes,religiosos y fieles a abrirse a la
universalidad de la Iglesia, evitando cualquier forma de particularismo,
exclusivismo o sentimiento de autosuficiencia. Las Iglesias locales, aunque
arraigadas en su pueblo y en su cultura, sin embargo deben mantener
concretamente este sentido universal de fe, es decir, dando y recibiendo de
las otras Iglesias dones espirituales, experiencias pastorales del primer
anuncio y de evangelización, personal apostólico y medios materiales. En
efecto, la tendencia a cerrarse puede ser fuerte: las Iglesias antiguas,
comprometidas en la nueva evangelización, piensan que la misión han de
realizarla en su propia casa, y corren el riesgo de frenar el impulso hacia
el mundo no cristiano, concediendo no de buena gana las vocaciones a los
Institutos misioneros, a las Congregaciones religiosas y a las demás
Iglesias.
Sin embargo, es dando generosamente de lo nuestro como recibiremos; y ya hoy
las Iglesias jóvenes -no pocas de las cuales experimentan un prodigioso
florecimiento de vocaciones- son capaces de enviar sacerdotes, religiosos y
religiosas a las antiguas. Por otra parte, estas Iglesias jóvenes sienten el
problema de la propia identidad, de la inculturación, de la libertad de
crecer sin influencias externas, con la posible consecuencia de cerrar las
puertas a los misioneros. A estas Iglesias les digo: lejos de aislaros,
acoged abiertamente a misioneros y medios de las otras Iglesias y enviadlos
también vosotras mismas al mundo. Precisamente por los problemas que os
angustian tenéis necesidad de manteneros en continua comunicación con los
hermanos y hermanas en la fe. Haced valer por todos los medios legítimos las
libertades a las que tenéis derecho, acordándoos de que los discípulos de
Cristo tienen el deber de "obedecer a Dios antes que a los hombres" (Act.
5,29).
DIOS PREPARA UNA NUEVA PRIMAVERA DEL EVANGELIO
|p86 Si se mira superficialmente a nuestro mundo, impresionan no pocos
hechos negativos que pueden llevar al pesimismo. Mas éste es un sentimiento
injustificado: tenemos fe en Dios Padre y Señor, en su bondad y
misericordia. En la proximidad del tercer milenio de la Redención, Dios está
preparando una primavera cristiana, de la que ya se vislumbra su comienzo.
En efecto, tanto en el mundo no cristiano como en el de la antiguatradición
cristiana, existe un progresivo acercamiento de los pueblos a los ideales y
a los valores evangélicos, que la Iglesia se esfuerza en favorecer. Hoy se
manifiesta una nueva convergencia de los pueblos hacia estos valores: el
rechazo de la violencia y de la guerra; el respeto de la persona humana y de
sus derechos; el deseo de libertad, de justicia, y de fraternidad; la
tendencia a superar los racismos y nacionalismos; el afianzamiento de la
dignidad y la valoración de la mujer. La esperanza cristiana nos sostiene en
nuestro compromiso afondo para la nueva evangelización y para la misión
universal, y nos lleva pedir como Jesús nos ha enseñado: "Venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo"(Mt. 6,10).
Los hombres que esperan en Cristo son todavía un número inmenso: los ámbitos
humanos y culturales, que aún no han recibido el anuncio evangélico o en los
cuales la Iglesia está escasamente presente, son tan vastos, que requieren
la unidad de todas las fuerzas. Al prepararse a celebrar el jubileo del año
dos mil, toda la Iglesia está comprometida todavía más en el nuevo adviento
misionero. Hemos de fomentar en nosotros el afán apostólico por transmitir a
los demás la luz y la gloria de la fe, y para este ideal debemos educar a
todo el Pueblo de Dios. No podemos permanecer tranquilos si pensamos en los
millones de hermanos y hermanas nuestros, redimidos también por la sangre de
Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios. Para el creyente, en
singular, lo mismo que para toda la Iglesia, la causa misionera debe ser la
primera, porque concierne al destino eterno de los hombres y responde al
designio misterioso y misericordioso de Dios.
CAPITULO VIII: ESPIRITUALIDAD MISIONERA
|p87 La actividad misionera exige una espiritualidad específica, que
concierne particularmente a quienes Dios ha llamado a ser misioneros.
DEJARSE GUIAR POR EL ESPIRITU
Esta espiritualidad se expresa, ante todo, viviendo con plena docilidad al
Espíritu; ella compromete a dejarse plasmar interiormente por él, para
hacerse cada vez más semejantes a Cristo. No se puede dar testimonio de
Cristo sin reflejar su imagen, la cual se viva en nosotros por la gracia y
por obra del Espíritu. La docilidad al Espíritu compromete además a acoger
los dones de fortaleza y discernimiento, que son rasgos esenciales de la
espiritualidad misionera. Es emblemático el caso de los Apóstoles, quienes
durante la vida publica del Maestro, no obstante su amor por él y la
generosidad de la respuesta a su llamado, se mostraron incapaces de
comprender sus palabras y fueron reacios a seguirle en el camino del
sufrimiento y de la humillación.
El Espíritu los transformará en testigos valientes de Cristo y preclaros
anunciadores de su palabra: será el Espíritu quien los conducirá por los
caminos arduos y nuevos de la misión, siguiendo sus decisiones. También la
misión sigue siendo difícil y compleja como en el pasado y exige igualmente
la valentía y la luz del Espíritu. Vivimos frecuentemente el drama de la
primera comunidad cristiana, que veía cómo fuerzas incrédulas y hostiles se
aliaban "contra el Señor y contra su Ungido (Act. 4,26). Como entonces, hoy
conviene orar para que Dios nos conceda la libertad de proclamar el
Evangelio; conviene escrutar las vías misteriosas del Espíritu y dejarse
guiar por él hasta la verdad completa (cf. Jn. 16,13).
VIVIR EL MISTERIO DE CRISTO "ENVIADO"
|p88 Nota esencial de la espiritualidad misionera es la comunión íntima con
Cristo: no se puede comprender y vivir la misión si no es con referencia a
Cristo, en cuanto enviado a evangelizar. Pablo describe sus actitudes:
"Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo: El cual, siendo de
condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se
despojó de sí mismo tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a
los hombres y apareciendo en su porte como un hombre; y se humilló a sí
mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp. 2, 5-8).
Se describe aquí el misterio de la Encarnación y de la Redención, como
despojamiento total de sí, que lleva a Cristo a vivir plenamente la
condición humana y a obedecer hasta el final el designio del Padre. Se trata
de un anonadamiento que, no obstante, está impregnado de amor y expresa el
amor. La misión recorre este mismo camino y tiene su punto de llegada a los
pies de la cruz. Al misionero se le pide "renunciarse a sí mismo y a todo lo
que tuvo hasta entonces y a hacerse todo para todos"(172): en la pobreza que
lo deja libre para el Evangelio; en el desapego de personas y bienes del
propio ambiente, para hacerse así hermano de aquellos a quienes es enviado y
llevarles a Cristo Salvador. A esto se orienta la espiritualidad del
misionero: "Me he hecho débil con los débiles...Me he hecho todo para todos,
para salvar a toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio" (l
Cor. 9, 22-23). Precisamente porque es "enviado", el misionero experimenta
la presencia consoladora de Cristo, que lo acompaña en todo momento de su
vida. "No tengas miedo...porque yo estoy contigo" (Act. 18, 9-10). Cristo lo
espera en el corazón de cada hombre.
AMAR A LA IGLESIA Y A LOS HOMBRES COMO JESUS LOS HA AMADO
|p89 La espiritualidad misionera se caracteriza, además, por la caridad
apostólica; la de Cristo que vino "para reunir en uno a los hijos de Dios
que estaban dispersos" (jn. ll.52); Cristo, Buen Pastor que conoce a sus
ovejas, las busca y ofrece su vida por ellas (cf. Jn. 10). Quien tiene
espíritu misionero siente el ardor de Cristo por las almas y ama a la
Iglesia, como Cristo. El misionero se mueve a impulsos del "celo por las
almas", que se inspira en la caridad misma de Cristo, y que está hecha de
atención, ternura, compasión, acogida, disponibilidad, interés por los
problemas de la gente. El amor de Jesús es muy profundo:él, que "conocía lo
que hay en el hombre" (Jn. 2, 25), amaba a todos ofreciéndoles la redención,
y sufría cuando ésta era rechazada.
El misionero es el hombre de la caridad: para poder anunciar a todo hombre
que es amado por Dios y que él mismo puede amar, debe dar testimonio de
caridad para con todos, gastando la vida por el prójimo. El misionero es el
"hermano universal "; lleva consigo el espíritu de la Iglesia, su apertura y
atención a todos los pueblos y a todos los hombres, particularmente a los
más pequeños y pobres. En cuanto tal, supera las fronteras y las divisiones
de raza, casta e ideología: es signo del amor de Dios en el mundo, que es
amor sin exclusión ni preferencia. Por último, lo mismo que Cristo, él debe
amar a la Iglesia: "Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella
" (Ef 5, 25) . Este amor hasta dar la vida, es para el misionero un punto de
referencia. Sólo un amor profundo por la Iglesia puede sostener el celo
misionero; su preocupación cotidiana -como dice san Pablo- es "la solicitud
por todas las Iglesias"(2 Cor. ll.28). Para todo misionero y toda comunidad
"la fidelidad a Cristo no puede separarse de la fidelidad a la
Iglesia"(173).
EL VERDADERO MISIONERO ES EL SANTO
|p90 La llamada a la misión deriva de por sí de la llamada a la santidad.
Cada misionero, lo es auténticamente si se esfuerza en el camino de la
santidad: "La santidad es un presupuesto fundamental y una condición
insustituible para la misión salvífica de la Iglesia"(174). La vocación
universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a
la misión. Todo fiel está llamado a la santidad y a la misión. Esta ha sido
la ferviente voluntad del Concilio al desear, "con la claridad de Cristo,
que resplandece sobre la faz de la Iglesia, iluminar a todos los hombres,
anunciando el Evangelio a toda criatura"(175). La espiritualidad misionera
de la Iglesia es un camino hacia la santidad.
El renovado impulso hacia la misión ad gentes exige misioneros santos. No
basta renovar los métodos pastorales, ni organizar y coordinar mejor las
fuerzas eclesiales, ni explorar con mayor agudeza los fundamentos bíblicos y
teológicos de la fe: es necesario suscitar un nuevo "anhelo de santidad"
entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana, particularmente entre
aquellos que son los colaboradores más íntimos de los misioneros(176).
Pensemos, queridos hermanos y hermanas, en el empuje misionero de las
primeras comunidades cristianas. A pesar de la escasez de medio de
transporte y comunicación de entonces, el anuncio evangélico llegó en breve
tiempo a los confines del mundo. Y se trataba de la religión de un hombre
muerto en cruz, "escándalo para los judíos, necedad para los gentiles " (1
Cor 1, 23). En la base de este dinamismo misionero estaba la santidad de los
primeros cristianos y de las primeras comunidades.
|p91 Me dirijo, por tanto, a los bautizados de las comunidades jóvenes y de
las Iglesias jóvenes. Hoy sois vosotros la esperanza de nuestra Iglesia, que
tiene dos mil años: siendo jóvenes en la fe, debéis ser como los primeros
cristianos e irradiar entusiasmo y valentía, con generosa entrega a Dios y
al prójimo; en una palabra, debéis tomar el camino de la santidad. Sólo de
esta manera podréis ser signos de Dios en el mundo y revivir en vuestros
países la epopeya misionera de la Iglesia primitiva. Y seréis también
fermento de espíritu misionero para las Iglesias más antiguas. Por su parte,
los misioneros reflexionan sobre el deber de ser santos, que el don de la
vocación les pide, renovando constantemente su espíritu y actualizando
también su formación doctrinal y pastoral. El misionero ha de ser un
"contemplativo en acción". El halla respuesta a los problemas a la luz de la
Palabra de Dios y con la oración personal y comunitaria.
El contacto con los representantes de las tradiciones espirituales no
cristianas, en particular, las de Asia, me ha corroborado que en el futuro
de la misión depende en gran parte de la contemplación. El misionero, si no
es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble. El misionero
es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir como los
Apóstoles: "Lo que contemplamos. ..acerca de la Palabra de vida..., os lo
anunciamos"(l Jn. l,l-3). El misionero es el hombre de las Bienaventuranzas.
Jesús instruye a los Doce, antes de mandarlos a evangelizar, indicándoles
los caminos de la misión: pobreza, mansedumbre, aceptación de los
sufrimientos y persecuciones, deseo de justicia y de paz, caridad; es decir,
las indica precisamente las Bienaventuranzas, practicadas en la vida
apostólica (Mt. 5,1-12).Viviendo las Bienaventuranzas el misionero
experimenta y demuestra concretamente que el Reino de Dios ya ha venido y
que él lo ha acogido. La característica de toda la vida misionera auténtica
es la alegría interior, que viene de la fe. En un mundo angustiado y
oprimido por tantos problemas, que tiende al pesimismo, el anunciador de la
"Buena Nueva" ha de ser un hombre que a encontrado en Cristo la verdadera
esperanza.
IX CONCLUSION
|p92 Nunca como hoy la Iglesia ha tenido la oportunidad de hacer llegar el
Evangelio, con el testimonio y la palabra, a todos los hombres y a todos los
pueblos. Veo amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser un día
radiante y rica en frutos, si todos los cristianos y, en particular, los
misioneros y las jóvenes Iglesias responden con generosidad y santidad a las
solicitaciones y desafíos de nuestro tiempo. Como los Apóstoles después de
la Ascensión de Cristo, la Iglesia debe reunirse en el Cenáculo con "María,
la Madre de Jesús"(Act. 1,14), para implorar el Espíritu y obtener fuerzas y
valor para cumplir el mandato misionero. También nosotros, mucho más que los
Apóstoles, tenemos necesidad de ser transformados y guiados por el Espíritu.
En vísperas del tercer milenio, toda la Iglesia es invitada a vivir más
profundamente el misterio de Cristo, colaborando con gratitud en la obra de
salvación.
Esto lo hace con María y como María, su madre y modelo: es ella, María, el
ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos
aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la
regeneración de los hombres. Por esto, "la Iglesia, confortada por la
presencia de Cristo,camina en el tiempo hacia la consumación de los siglos y
va al encuentro del Señor que llega. Pero en este camino...procede
recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María"(177). A la
"mediación de María, orientada plenamente hacia Cristo y encaminada a la
revelación de su poder salvífico"(178), confío la Iglesia y, en particular,
aquellos que se dedican a cumplir el mandato misionero en el mundo de hoy.
Como cristo envió a sus Apóstoles en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, así, mientras renuevo el mismo mandato, imparto a todos
vosotros la Bendición Apostólica, en el nombre de la Santísima Trinidad.
Amén.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 7 de diciembre, XXV aniversario del
Decreto Ad gentes, del año 1990, decimotercero de mi Pontificado.
Juan Pablo II