El dolor, ¿enigma o misterio?: el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán comentando Salvifici Doloris de Juan Pablo II
Publicamos un resumen de la intervención que pronunció Javier Lozano
Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Salud, en Aquisgrán
(Alemania) sobre el sentido del dolor en la carta apostólica Salvifici
doloris del papa Juan Pablo II.
«El dolor es una experiencia desagradable, sensorial y emotiva, asociada con
un daño que sufre el organismo» (definición de la Asociación Internacional
para el Estudio del Dolor).
El dolor puede ser síntoma de enfermedades o una enfermedad en sí mismo. En
el primer caso constituye una señal de alarma fisiológica útil; en el
segundo, no tiene finalidad y puede constituir punto de partida para otra
patología orgánica o psicológica.
La intensidad del dolor es subjetiva (umbral del dolor): hay personas que
soportan el dolor más que otras; se observa frecuentemente una diferencia de
tolerancia al dolor de parte de la misma persona según la causa del mismo y,
sobre todo, de acuerdo con su situación psicológica.
El dolor en las grandes religiones no cristianas
En el hinduismo la causa del sufrimiento es el «karma», que se origina como
consecuencia de las acciones malas que se han cometido en la vida presente o
en anteriores reencarnaciones. Se libera alguien del «karma» mediante el
conocimiento de la verdad y el anuncio de la palabra de Dios. Dios es el
remedio.
En el budismo el problema del dolor se expresa en «las cuatro nobles
verdades»: 1) Todo es sufrimiento. 2) Su causa es la pasión-ansiedad
egoísta. 3) Sólo el «nirvana» puede eliminar la causa. Ya se hace en esta
vida, pero será plena en el futuro. 4) El sendero que conduce al «nirvana»
es «la óctuple rectitud»: esto es, la rectitud de visión, de pensamiento, de
palabra, de acción, de vida, de esfuerzo, de atención, y de meditación.
En el islamismo el dolor se origina por la oposición a la palabra de Dios.
Dios es quien puede remediar el dolor.
En la religión africana tradicional el sufrimiento lo provocan los espíritus
o los ancestros que se han ofendido por los delitos cometidos contra la vida
u otras faltas morales, como el robo, la esclavitud, etc. La solución al
dolor será primero identificar el espíritu al que se ha ofendido y luego
ofrecerle sacrificios.
En estos esquemas encontramos una cierta constante: la causa del dolor es la
falta cometida. Bajo este aspecto no nos encontramos lejos del cristianismo,
en el cual también se fija como causa del dolor una falta del todo especial
como es el pecado original.
Donde se extrema la diferencia entre estas religiones y el cristianismo es
en la solución al problema. Quien se encuentra más lejos de la solución
cristiana es el budismo, puesto que piensa en superarlo por una acción
meramente humana; en cambio, las demás religiones siempre ofrecen como
solución una ligazón con la divinidad.
Dentro de este marco delineamos ahora las líneas maestras del pensamiento de
Juan Pablo II, tomándolo de la carta apostólica Salvifici doloris.
Como título de mi intervención he elegido «El dolor, ¿enigma o misterio?»,
porque para el papa Juan Pablo II el dolor es un enigma que sólo se resuelve
en el misterio.
Antes de adentrarnos en el tema anticipo una precisión terminológica: en el
desarrollo del pensamiento de Juan Pablo II usaremos la palabra
«sufrimiento» tanto para englobar el dolor físico como cualquier otra clase
de dolores
El enigma del sufrimiento
Así comienza el Papa a tratar el problema del sufrimiento. No esconde que se
trata de algo complejo y enigmático, intangible, y que se debe tratar con
todo respeto, con toda compasión y aun con temor; pero ello no excusa de
tratar de comprenderlo, pues sólo así se podrá superar.
Dice el Papa: el sufrimiento va más allá de la enfermedad, pues existe el
sufrimiento físico y el espiritual. Además del sufrimiento individual, está
el sufrimiento colectivo, que se da debido a los errores y transgresiones de
los humanos, en especial en las guerras. El sufrimiento tiene un sujeto y es
el individuo quien lo sufre. Sin embargo, no permanece encerrado en el
individuo, sino que genera solidaridad con las demás personas que también
sufren; ya que el único en tener una conciencia especial de ello es el
hombre y todo hombre. El sufrimiento entraña así solidaridad. Es difícil
precisar la causa del sufrimiento, o del mal que va junto al sufrimiento. El
hombre se la pregunta a Dios y con frecuencia reniega de él, porque piensa
no encontrar dicha causa.
Primero se necesita situar el enigma en su justa dimensión y empezar a
buscar su causa. El sufrimiento, dice el Papa, consiste en la experiencia de
la privación del bien. La privación del bien es el mal. La causa del
sufrimiento es así un mal. Siendo su principio la privación, se impone la
pregunta: ¿por qué hubo esta privación, quién la causó?
Para responder, abandona el Papa ya el terreno del enigma y se pasa al del
misterio. Dentro de la fe cristiana, el misterio no es oscuridad sino
claridad deslumbrante. Nos ayuda a comprenderlo un poco su raíz etimológica;
viene del griego muo o muein, que significa cerrar los ojos. No en el
sentido de proceder a ciegas, sino en el de cerrar los ojos, que se origina
cuando viene un encandilamiento. Además, el misterio cristiano no es sólo
algo que se contempla, sino que se experimenta. Sólo en la experiencia del
misterio puede adentrarse en su comprensión. Sólo viviendo el misterio del
sufrimiento cristiano se puede comprender un poco qué significa el
sufrimiento.
El mal y el sufrimiento
Nos dice el Papa que en el lenguaje bíblico del Antiguo Testamento,
inicialmente sufrimiento y mal se identifican. Pero, gracias a la lengua
griega, especialmente en el Nuevo Testamento, se distingue sufrimiento y
mal. Sufrimiento es una actitud pasiva o activa frente a un mal, o mejor,
frente a la ausencia de un bien que se debiera tener.
En efecto, en el libro de Job y en algunos otros libros la respuesta es que
la causa del mal es la transgresión del orden natural creado por Dios.
Sufrimiento y desorden serían lo mismo, o al menos se piensa que el
sufrimiento es causado por el desorden. Ésta es la tesis de los amigos de
Job. Sin embargo, Dios refuta esta tesis aprobando la inocencia de Job; su
sufrimiento queda como misterio: no todo sufrimiento viene por transgresión;
éste es una prueba de la justicia de Job. Es un preanuncio de la pasión del
Señor. Más aún, se afirma que el sufrimiento es una pena infligida para
corregirse, esto es, para que del mal se siga un bien, para la conversión.
Cristo transforma el sufrimiento
Da ahora el Papa otro paso y llega al centro del misterio de la siguiente
forma: Cristo en su vida mortal suprime con los milagros el dolor, asume el
dolor de todos y conscientemente lo padece en su cruz. La única respuesta
podrá venir sólo del amor de Dios en la cruz. La solución al problema del
sufrimiento la da Dios Padre: consiste en que «entrega» a su Hijo. El mal es
el pecado, y el sufrimiento la muerte. Con la cruz vence al pecado, y con su
resurrección, la muerte.
En el cántico del siervo de Dios, en el profeta Isaías, se ve todavía con
mayor fuerza que en los evangelios lo que significa el sufrimiento en la
pasión de Cristo. Es un sufrimiento redentor. Su profundidad se mide por la
profundidad del mal histórico en el mundo y en especial porque la persona
que lo padece es Dios. Cristo da respuesta al problema del sufrimiento con
la misma materia de la pregunta.
El sufrimiento genera amor hacia el que sufre, un amor desinteresado para
ayudarlo aliviándolo. La parábola del buen samaritano converge con lo dicho
por Cristo en el Juicio final: «Estuve enfermo y me visitasteis»: Cristo
mismo es el que es curado y socorrido en el que cayó en manos de bandidos.
El sentido del sufrimiento es hacer el bien con el sufrimiento y hacer el
bien al que sufre.