Cultura de la Vida: Mensaje de Juan Pablo II a los Agentes Sanitarios
A los delegados de la Asociación católica de Agentes Sanitarios de Italia
reunidos en Roma - 24/10/1986 -
Difícil situación del mundo sanitario
1. Estoy contento de recibiros y saludaros a vosotros, delegados del III
Congreso nacional de la Asociación Católica de agentes sanitarios, que
habéis venido a Roma de toda Italia para elegir la nueva presidencia, para
revisar el camino recorrido y para reanudarlo con mayor ímpetu, apremiados
también por la difícil situación del mundo sanitario. Vaya también un saludo
a la presidencia, a los consejeros y a los asistentes eclesiásticos de la
asociación.
La enfermedad y la muerte
2. La elección del tema de vuestro congreso: "Hacia una diversa cultura de
la salud", os invita a reflexionar en una realidad muy importante, la que
tiene relación con la vida, la salud, la enfermedad y la muerte, con el fin
de sensibilizar las conciencias sobre algunos aspectos de la cultura que
prevalece hoy y fomentar una toma de conciencia acerca de los valores
necesarios para el desarrollo de una vida auténticamente humana.
Se trata de esclarecer algunos principios que son fundamentales en el
comportamiento humano. No se puede dejar de reflexionar sobre el hecho de
que "la era tecnológica", que incluso ofrece al hombre enormes
posibilidades, está fomentando una mentalidad utilitaria y materialista, que
corre el peligro de quitar al hombre la satisfacción y la alegría por la
propia existencia y el respeto a la vida de los demás.
La secularización, que pretende afirmar y promover los valores humanos
separándolos de la religión y proclamándolos independientes de Dios, está
efectuando un cambio de mentalidad y de sensibilidad incluso en relación con
la enfermedad, con el sufrimiento y con la muerte. De hecho la enfermedad se
valora en términos de producción y de utilidad.
Los hospitales, las clínicas y sanatorios tal vez son lugares donde a los
enfermos se les confía solamente a los recursos de la técnica y de la
ciencia, como únicas armas de curación y de salvación.
De esta manera con frecuencia el enfermo es relegado al anonimato y
permanece solo con un drama que no puede ser superado sólo con los
medicamentos y las intervenciones quirúrgicas.
Los derechos sagrados de la vida a la luz de la Revelación divina
3. A estos amargos frutos lleva una concepción propensa a negar los derechos
sagrados de la vida humana. En esta hipótesis el hombre deja de tener en sí
mismo un significado absoluto y un valor inviolable y se hace, como todas
las demás cosas, manipulable o más todavía instrumento de producción y de
consumo.
Es evidente que una cultura construida sobre un presupuesto del hombre dueño
del hombre no puede por menos de hacer frágil y precaria cualquier base de
los derechos humanos. Y si dicha cultura llegase a ser la predominante, el
futuro de la humanidad estaría seriamente amenazada.
Por desgracia señales de ese futuro están a la vista en el aborto
legalizado, en la eutanasia, en las manipulaciones genéticas, en las
experiencias con embriones humanos, en la fecundación artificial y en la
violencia física, considerada un medio legítimo de lucha.
Esto indica que es necesario y urgente proponer de nuevo los valores de la
cultura cristiana, la cual afirma que el hombre es una criatura ideada y
querida por Dios; que Dios, y no el hombre, es la fuente y la medida del
bien; que existe un orden moral que trasciende al hombre.
Sólo a la luz de la Revelación y de la fe cristiana los valores de la
persona humana, la aspiración a lo trascendente, la libertad y la
responsabilidad encuentran su más profundo y verdadero significado.
A la luz de la Revelación, Dios que es "padre" prohibe al hombre hacerse
"dueño" del hombre y le compromete a hacerse hermano de sus hermanos.
Estos términos simples y perentorios presentan a la persona humana en una
sacralidad natural que toda inteligencia recta puede reconocer, incluso
prescindiendo de una fe religiosa.
La constatación de esta realidad pone de relieve la necesidad de una
asociación católica de agentes sanitarios, como la vuestra, la cual quiere
reafirmar con fuerza los valores trascendentes relacionados con la vida
humana, para que sean reconocidos en todos e impulsados con especial amor
allí donde son suprimidos; y quiere ser una presencia cualificada y fuerte
en las estructuras para modificarlas, para acomodarlas a los nuevos tiempos
y para hacerlas más humanas, con el fin de que respondan mejor a las
exigencias de una convivencia más humana y cristiana.
Pero no olvidéis que el valor y la eficacia de vuestra asociación, con su
identidad de asociación católica, están ligados al tesón de sus miembros
para ser, vivir y actuar como cristianos.
Fe y vida, fe y acción, sentido moral y vida cristiana
4. La animación cristiana de los ambientes socio-sanitarios, la acción por
la afirmación de los valores cristianos en la legislación y en las
instituciones socio-sanitarias, la búsqueda de soluciones a los problemas de
acuerdo con el progreso social y científico y en el respeto a la justicia y
a la dignidad de la persona humana, como indican los estatutos de vuestra
asociación (art. 2), requieren, antes incluso que intervenciones, auténticas
y fuertes personalidades cristianas.
Está fuera de duda que nadie puede inserirse en las instituciones y en las
estructuras sanitarias, como por lo demás en toda otra institución, "si no
es científicamente competente, técnicamente capaz y profesionalmente
experto".
Vuestra asociación no cumpliría su cometido, si se contentase con formar
agentes sanitarios competentes sólo profesionalmente, porque "la competencia
científica, la capacidad técnica y la experiencia profesional, aunque son
necesarios, sin embargo no resultan suficientes para restablecer las
relaciones de la convivencia en un orden genuinamente humano" (Pacem in
terris, nn. 149-150).
Por lo tanto, es necesario que entre los miembros de la asociación no se de
ruptura entre la fe y la vida, entre la fe y la acción. Surge, pues, la
exigencia de una sólida formación cristiana de los agentes sanitarios, que
fomente en ellos el culto de los valores humanos y cristianos y el
afinamiento de su conciencia moral, a fin de que vaya a la par con la puesta
al día técnico-profesional; se comprende la necesidad de que crezca en ellos
una fe auténtica y el verdadero sentido de la moral, en la búsqueda sincera
de una relación religiosa con Dios, en quien se fundamenta todo ideal de
bondad y de verdad.
A ese fundamento debe corresponder el descubrimiento del auténtico valor de
la conciencia y de la libertad que lleva al hombre a responder a Dios, a
amarle y a servirle con la vida y con las obras.
Es necesario que los agentes de la sanidad descubran la importancia de la
escucha de la Palabra de Dios, de la oración, de la vida sacramental y de la
lucha diaria para ser fieles a su bautismo, disponibles al servicio de los
hermanos y preparados para dar testimonio de su fe en el corazón de las
diversas y con frecuencia difíciles situaciones existenciales.
Es necesario que ellos se entusiasmen por el anuncio del Evangelio, para que
se difunda con su sencilla y decisiva eficacia como promesa de salvación y
de liberación definitiva del hombre contemporáneo. Existe una fuerte
convicción de que "cuantos más seglares haya impregnados del Evangelio,
responsables de estas realidades y claramente comprometidos en ellas,
competentes para promoverlas y conscientes de que es necesario desplegar su
plena capacidad cristiana, tantas veces oculta y asfixiada, tanto más estas
realidades -sin perder o sacrificar nada de su coeficiente humano, al
contrario, manifestando una dimensión trascendente frecuentemente
desconocida- estarán al servicio de la edificación del reino de Dios y, por
consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús" (Evangelii nuntiandi, 70).
Mientras expreso el augurio de que vuestra asociación siga desempeñando sus
objetivos y crezca y prospere cristianamente, os imparto mi bendición a
vosotros, a todos los miembros de la asociación, a vuestros familiares y a
los enfermos asistidos por vosotros.
Joannes Paulus pp. II