Joseph Ratzinger se presenta
Discurso de presentación a la Academia Pontificia de las Ciencias
El discurso de presentación del cardenal Joseph Ratzinger al haber sido
nombrado, el 13 de noviembre de 2000, miembro de la Academia Pontificia de
las Ciencias, junto al cardenal Carlo María Martini, arzobispo emérito de
Milán. Se pide a los nuevos académicos que se presenten.
* * *
Señor Presidente, estimados colegas, nací en 1927 en Marktl, en Baviera del
Norte. Cursé mis estudios filosóficos y teológicos inmediatamente después de
la guerra, desde 1946 a 1951. En este período, la formación teológica de la
facultad de Munich estuvo esencialmente determinada por el movimiento
bíblico, litúrgico y ecuménico del tiempo entre las dos Guerras Mundiales.
El estudio bíblico fue fundamental y esencial en nuestra formación, y el
método histórico-crítico ha sido siempre muy importante para mi propia
formación y trabajo teológico subsiguiente.
En general, nuestra formación se orientó históricamente, y por eso, aunque
mi área de especialidad fue la teología sistemática, mi disertación doctoral
y mi trabajo postdoctoral presentaron argumentos históricos. Mi disertación
doctoral se centró en la noción de pueblo de Dios en San Agustín; en este
estudio, me fue posible observar cómo Agustín mantuvo diálogo con diversas
formas de Platonismo, el Platonismo de Plotino por un lado y de Porfirio por
el otro. La filosofía de Porfirio fue una re-fundación del Politeísmo y una
fundación filosófica de las ideas de la religión griega clásica, combinada
con elementos de religiones orientales. Al mismo tiempo, Agustín mantuvo
diálogo con la ideología romana, especialmente después de la ocupación de
Roma por los godos en el 410, y por eso fue muy fascinante para mí observar
cómo a través de estos diferentes diálogos y culturas él define la esencia
de la religión cristiana. Él vio la fe cristiana, no en continuidad con las
religiones anteriores, sino mejor aún en continuidad con la filosofía,
entendida como la victoria de la razón sobre la superstición. Así pues,
comprender la idea original de Agustín y de muchos otros Padres sobre la
posición del cristianismo en este período de la historia del mundo fue muy
interesante para mí y, si Dios me da tiempo, espero desarrollar esta idea
más adelante.
Mi trabajo postdoctoral se centró en San Buenaventura, un teólogo
franciscano del siglo XIII. Descubrí un aspecto de la teología de
Buenaventura no basado en la literatura previa, a saber, su relación con una
nueva idea de historia concebida por Joaquín de Fiore en el siglo XII.
Joaquín entendió la historia como la progresión desde un período del Padre
(un tiempo difícil para los seres humanos bajo la ley), a un segundo período
de la historia, el del Hijo (con más libertad, más franqueza, más
fraternidad), a un tercer período de la historia, el período definitivo de
la historia, el tiempo del Espíritu Santo. Según Joaquín, éste debió ser un
tiempo de reconciliación universal, de reconciliación entre el este y el
oeste, entre cristianos y judíos, un tiempo sin ley (en el sentido paulino),
un tiempo de verdadera fraternidad en el mundo. La interesante idea que
descubrí fue que una significativa corriente entre los franciscanos estaba
convencida de que San Francisco de Asís y la Orden Franciscana marcaron el
principio de este tercer período de la historia, y fue su ambición
actualizarlo; Buenaventura mantuvo un diálogo crítico con esta corriente.
Tras finalizar mi trabajo postdoctoral me ofrecieron un cargo en la
Universidad de Bonn para enseñar teología fundamental, y en este período la
eclesiología, la historia y la filosofía de la religión eran mis principales
áreas de trabajo.
Desde 1962 a 1965 tuve la maravillosa oportunidad de estar presente en el
Concilio Vaticano II como un experto; éste fue un tiempo muy grato de mi
vida, en el cual me fue posible formar parte de esta reunión, no sólo entre
obispos y teólogos, sino también entre continentes, distintas culturas, y
distintas escuelas de pensamiento y de espiritualidad en la Iglesia.
Luego acepté un cargo en la Universidad de Tubinga (Tübingen), con la
intención de estar más cerca de la «escuela de Tubinga», la cual hizo
teología de una manera histórica y ecuménica. En 1968 se produjo una
explosión sumamente violenta de teología marxista, y por eso cuando me
ofrecieron un cargo en la nueva Universidad de Ratisbona, acepté no sólo
porque pensé que sería interesante colaborar con el desarrollo de una nueva
universidad, sino también porque mi hermano era el director del coro de la
Capilla de la Catedral. Deseaba, asimismo, que fuera un tiempo tranquilo
para desarrollar mi trabajo teológico. Durante mi tiempo libre allí escribí
un libro acerca de la escatología y un libro acerca de los principios de la
teología, tales como el problema del método teológico, el problema de la
relación entre la razón y la revelación, y entre la tradición y la
revelación. La Biblia fue también un punto de principal interés para mí.
Cuando comenzaba a desarrollar mi propia visión teológica, en 1977 el Papa
Pablo VI me nombró arzobispo de Munich, y por eso, al igual que el cardenal
Martini, tuve que interrumpir mi trabajo teológico. En noviembre de 1981, el
Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, me pidió que me desempeñara como
prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El prefecto de la
Congregación es también el presidente de dos importante Comisiones, la
Comisión Teológica Internacional y la Pontificia Comisión Bíblica. La labor
de estos dos organismos, cada uno compuesto por veinte o treinta profesores
propuestos por los obispos del mundo, se realiza en completa libertad y
actúa como conexión entre la Santa Sede y las oficinas de la Curia Romana
por un lado, y el mundo teológico por el otro. Me ha sido muy provechoso
servir como presidente de estas dos Comisiones, porque me permitió continuar
de alguna manera mi contacto con los teólogos y con la teología. En estos
años, las dos Comisiones han publicado un buen número de documentos muy
importantes.
En particular, dos documentos de la Comisión Bíblica fueron muy bien
recibidos por los círculos ecuménicos y por el mundo teológico en general.
El primero era un documento acerca de los métodos de exégesis. En los
cincuenta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial hemos sido testigos
de interesantes avances en metodología, no sólo con el clásico método
histórico-crítico, sino también con nuevos métodos que toman en
consideración la unidad de la Biblia en los diversos desarrollos literarios,
y también nuevos métodos. Creo que este documento fue realmente un hito; fue
muy bien recibido, como dije, por la comunidad científica.
El segundo documento fue publicado el año pasado y se refiere a la relación
entre la Santa Biblia del pueblo judío, el Antiguo Testamento, y el Nuevo
Testamento. Se centra en la cuestión del sentido gracias al cual las dos
partes de la Biblia, cada una con historias muy diferentes, pueden ser
consideradas una sola Biblia, y en qué sentido una interpretación
cristológica del Antiguo Testamento --no tan evidente en el texto como tal--
puede ser justificada, así como nuestra relación para con la interpretación
judía del Antiguo Testamento. En este sentido, la reunión de los dos libros
es asimismo la reunión de dos historias a través de sus culturas y
realizaciones religiosas. Esperamos que este documento también sea muy
beneficioso para el diálogo entre cristianos y judíos.
La Comisión Teológica ha publicado documentos acerca de la interpretación
del dogma, de las faltas de la Iglesia en el pasado --de suma importancia
luego de las peticiones de perdón realizadas en repetidas ocasiones por el
Santo Padre-- y de otros documentos. Actualmente estamos publicando un
documento acerca del diaconado y otro acerca de la revelación y la
inculturación.
Este último argumento, el encuentro entre diferentes culturas, esto es, el
diálogo intercultural e interreligioso, es en la actualidad el tema central
para nosotros en nuestra Congregación. Tras la desaparición de la teología
de la liberación en los años que siguieron a 1989, se desarrollaron nuevas
corrientes en teología; por ejemplo, en América Latina existe una teología
indígena. La idea es re-hacer la teología a la luz de las culturas
pre-colombinas. También nos estamos ocupando del problema de cómo la fe
cristiana puede estar presente en la gran cultura india con sus ricas
tradiciones religiosas y filosóficas.
Las reuniones de la Congregación para la Doctrina de la Fe con obispos y
teólogos, destinada a descubrir cómo es posible una síntesis intercultural
en el presente sin perder la identidad de nuestra fe es emocionante para
nosotros, y yo pienso que es un tema importante incluso para los que no son
cristianos o no son católicos.
Les agradezco por el honor de estar presente entre ustedes.
Puede también descargar en forma *.pdf su libro
"Introducción al
Cristianismo"