Ocho claves de lectura de la obra teológica de Joseph Ratzinger
Monseñor Bruno Forte,
arzobispo de Chieti-Vasto
El prelado, quien es también miembro de la Comisión Pontificia
Internacional, comenzó su ponencia, el 17 de junio, presentando como primera
clave un análisis del contexto histórico y cultural en el que maduró la obra
teológica de quien hoy es Benedicto XVI.
Después de 1968, cuando estalló el «tiempo de la utopía», que presentaba la
visión de un Dios esencialmente «inútil» («Deus otiosus»), maduró en
Ratzinger la convicción anti-ideológica que ha caracterizado su obra.
Por otra parte, después de 1989, cuando prevalecieron el «tiempo del
desencanto» y la idea de la «muerte» de Dios («Deus mortuus»), el desafío
ratzingeriano se convirtió en «proponer horizontes de sentido, de alegría y
de esperanza».
En este periodo, afirmó monseñor Bruno Forte, Joseph Ratzinger elaboró el
concepto de «Deus caritas» que muestra que el tema de su primera encíclica
fue por tanto «largamente madurado».
La segunda clave es la tarea que Joseph Ratzinger asumió con su teología:
«dar testimonio con el servicio de la inteligencia a la Palabra entre las
palabras de los hombres», o sea «una diaconía [servicio, ndr.] a la verdad
en la casa de la verdad», es decir la Iglesia.
De hecho, «a Dios no se le encuentra en la soledad» sino en una «comunidad
que hace memoria y narración, que al mismo tiempo es la comunidad
interpretadora de la verdad que se nos ha transmitido».
La tercera clave es el significado de creer. Monseñor Forte, citando las
palabras del mismo Ratzinger, en «Introducción al Cristianismo», observó que
creer «significa dar el propio asentimiento a ese sentido que no somos
capaces de construirnos nosotros mismos, sino sólo de recibir como un don,
de manera que nos basta acogerlo y abandonarnos a él».
El Dios en el que se cree, añadió el prelado ilustrando la cuarta clave de
lectura, puede ser sólo un Dios personal, Dios Padre, que es revelado en la
historia bíblica como Dios viviente, o sea Dios de Jesucristo. No se puede
amar a un Dios desconocido sino sólo a uno personal, que nos dirige la
palabra y al que al mismo tiempo nosotros podemos dirigirnos.
En este contexto, la relación entre hombre y Dios debe caracterizarse por el
paso del «dualismo» que ha contrapuesto lo humano y lo divino, la fe y la
razón, en muchas épocas del espíritu moderno, al «encuentro», la
correspondencia.
Según la quinta clave del pensamiento de Ratzinter, «lo humano y lo divino
se encuentran pero no se confunden en Jesucristo», señaló el prelado. Dios
no es la respuesta a la expectativa del hombre, sino que es siempre
superior, «es el más allá que nos alcanza, nos turba y nos inquieta».
La sexta clave de lectura es la visión de la Iglesia como lugar en el que
habita Dios. «La Iglesia debe vivir siempre en la docilidad al Espíritu y
debe estar dispuesta a reconocer resistencias al Espíritu», subrayó,
indicando la importancia de reconocer las culpas del pasado.
La séptima clave, la visión del más allá (la escatología), según Forte, es
un «tema dominante en el pensamiento ratzingeriano» y afecta, en primer
lugar a la identidad del cristiano: «un prisionero del futuro de Dios», que
debe medir sus decisiones en el horizonte del Dios infinito.
En este sentido, «el cristiano vive en una experiencia anticipada y
anticipadora de las cosas últimas», por la fe y los sacramentos, pero es
también «reserva crítica» porque a veces el cristiano va contra corriente.
La última clave ilustrada por monseñor Forte es la imagen que resume esta
obra teológica, María, síntesis de la eclesiología: «icono concreto y
personal en el que se expresan las coordinadas del pensamiento cristiano».
Moneñor Forte concluyó su intervención subrayando las diferencias entre Juan
Pablo II y Benedicto XVI, dos personalidades emparejadas por el «enfoque
espiritual». Si el Papa Karol Wojtyla era un antropólogo personalista, el
Papa Joseph Ratzinger es un teólogo «casi catequista», portador de la
posibilidad del encuentro de tradiciones y culturas diversas, explicó.