II CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO DOCUMENTOS FINALES DE MEDELLIN
Septiembre de 1968
(vea resumen y observaciones)
INTRODUCCION
|p1 La Iglesia Latinoamericana, reunida en la Segunda Conferencia General de
su Episcopado, centró su atención en el hombre de este continente, que vive
un momento decisivo de su proceso histórico. De este modo ella no se
ha"desviado" sino que se ha "vuelto" hacia el hombre <1>, consciente de que
"para conocer a Dios es necesario conocer al hombre" <2>.
La Iglesia ha buscado comprender este momento histórico del hombre
latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se
manifiesta el misterio del hombre <3>.
|p2 Esta toma de conciencia del presente se torna hacia el pasado. Al
examinarlo, la Iglesia ve con alegría la obra realizada con tanta
generosidad y expresa su reconocimiento a cuantos han trazado los surcos del
Evangelio en nuestras tierras, aquellos que han estado activa y
caritativamente presentes en las diversas culturas, especialamente
indígenas, del continente; a quienes viven prolongando la tarea educadora de
la Iglesia en nuestras ciudades y nuestros campos. Reconoce también que no
siempre, a lo largo de su historia, fueron todos sus miembros, clérigos o
laicos, fieles al Espíritu de Dios. Al mirar el presente comprueba gozosa la
entrega de muchos de sus hijos y también la fragilidad de sus propios
mensajeros <4>. Acata el juicio de la historia sobre esas luces y sombras, y
quiere asumir plenamente la responsabilidad histórica que recae sobre ella
en el presente.
|p3 No basta por cierto reflexionar, lograr mayor clarividencia y hablar; es
menester obrar. No ha dejado de ser esta la hora de la palabra, pero se ha
tornado, con dramática urgencia, la hora de la acción. Es el momento de
inventar con imaginación creadora la acción que corresponde realizar, que
habrá de ser llevada a término con la audacia del Espírtu y el equilibrio de
Dios. Esta asamblea fue invitada a "tomar decisiones y a establecer
proyectos, solamente si estábamos dispuestos a ejecutarlos como compromiso
personal nuestro, aun a costa de sacrificio" <5>.
|p4 América Latina está evidentemente bajo el signo de la transformación y
el desarrollo. Transformación que, además de producirse con una rapidez
extraordinaria, llega a tocar y conmover todos los niveles del hombre, desde
el económico hasta el religioso.
Esto indica que estamos en el umbral de una nueva época histórica de nuestro
continente, llena de un anhelo de emancipación total, de liberación de toda
servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva. Percibimos
aquí los prenuncios en la dolorosa gestación de una nueva civilización. No
podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo por una rápida
transformación y desarrollo como un evidente signo del Espíritu que conduce
la historia de los hombres y de los pueblos hacia su vocación <6>. No
podemos dejar de descubrir en esta voluntad cada día más tenaz y apresurada
de transformación, las huellas de la imagen de Dios en el hombre, como un
potente dinamismo. Progresivamente ese dinamismo lo lleva hacia el dominio
cada vez mayor de la naturaleza, hacia una más profunda personalización y
cohesión fraternal y también hacia un encuentro con Aquel que ratifica,
purifica y ahonda los valores logrados por el esfuerzo humano.
|p5 El hecho de que la transformación a que asiste nuestro continente
alcance con su impacto la totalidad del hombre se presenta como un signo y
una exigencia.
No podemos, en efecto, los cristianos, dejar de presentir la presencia de
Dios, que quiere salvar al hombre entero, alma y cuerpo <7>. En el día
definitivo de la salvación Dios resucitará también nuestros cuerpos, por
cuya redención gemimos ahora, al tener las primicias del Espíritu <8>. Dios
ha resucitado a Cristo y, por consiguiente, a todos los que creen en El.
Cristo, activamente presente en nuestra historia, anticipa su gesto
escatológico no sólo en el anhelo impaciente del hombre por su total
redención, sino también en aquellas conquistas que, como signos
pronosticadores, va logrando el hombre a través de una actividad realizada
en el amor <9>.
|p6 Así como otrora Israel, el primer Pueblo, experimentaba la presencia
salvífica de Dios cuando lo liberaba de la opresión de Egipto, cuando lo
hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así también
nosotros, nuevo Pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que
salva, cuando se da "el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno
y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más
humanas. Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados
del mínimum vital y las carencias morales de los que están mutilados por el
egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso
del tener y del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o
de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la
miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades
sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura.
Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los
demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el
bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por
parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la
fuente y el fin. Más humanas, por fin, y especialmente, la fe, don de Dios
acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de
Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios
vivo, Padre de todos los hombres" <10>.
|p7 En esta transformación, detrás de la cual se expresa el anhelo de
integrar toda la escala de valores temporales en la visión global de la fe
cristiana, tomamos conciencia de la "vocación original" de América Latina:
"vocación a aunar en una síntesis nueva y genial, lo antiguo y lo moderno,
lo espiritual y lo temporal, lo que otros nos entregaron y nuestra propia
originalidad" <11>.
|p8 En esta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se ha
renovado el misterio de Pentecostés. En torno a María, Madre de la Iglesia,
que con su patrocinio asiste a este continente desde su primera
evangelización, hemos implorado las luces del Espíritu Santo y, perseverando
en la oración, nos hemos alimentado del pan de la Palabra y de la
Eucaristía. Esta Palabra ha sido intensamente meditada.
Nuestra reflexión se encaminó hacia la búsqueda de una nueva y más intensa
presencia de la iglesia en la actual transformación de América Latina, a la
luz del Concilio Vaticano II, de acuerdo al tema señalado para esta
Conferencia.
Tres grandes áreas, sobre las que recae nuestra solicitud pastoral, han sido
abordadas en relación con el proceso de transformación del continente.
En primer lugar, el área de la promoción del hombre y de los pueblos hacia
los valores de la justicia, la paz, la educación y la familia.
En segundo lugar, se atendió a la necesidad de una adaptada evangelización y
maduración en la fe de los pueblos y sus élites, a través de la catequesis y
la liturgia.
Finalmente se abordaron los problemas relativos a los miembros de la
Iglesia, que requieren intensificar su unidad y acción pastoral a través de
estructuras visibles, también adaptadas a las nuevas condiciones del
continente.
Las siguientes conclusiones son el resultado de la labor realizada en esta
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en la esperanza
de que todo el Pueblo de Dios, alentado por el Espíritu, comprometa sus
fuerzas para su plena realización.
|PI LA JUSTICIA
1. Hechos
|p1 Existen muchos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano
<1>. En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos
colectivos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama
al cielo <2>.
Quizás no se ha dicho suficientemente que los esfuerzos llevados a cabo han
sido capaces, en general, de asegurar el respeto y la realización de la
justicia en todos los sectores de las respectivas comunidades nacionales.
Las familias no encuentran muchas veces posibilidades concretas de educación
para sus hijos. La juventud reclama su derecho
a ingresar en la universidad o centros superiores de perfeccionamiento
intelectual o técnico-profesional; la mujer, su igualdad de derecho y de
hecho con el hombre; los campesinos, mejores condiciones de vida; o si son
productores, mejores precios y seguridad en la comercialización. La
creciente clase media se siente afectada por la falta de expectativa. Se ha
iniciado un éxodo de profesionales y técnicos a países más desarrollados.
Los pequeños artesanos e industriales son presionados por intereses mayores
y no pocos grandes industriales de Latinoamérica van pasando progresivamente
a depender de empresas mundiales. No podemos ignorar el fenómeno de esta
casi universal frustración de legítimas aspiraciones que crea el clima de
angustia colectiva que estamos viviendo.
|p2 La falta de integración sociocultural, en la mayoría de nuestros países,
ha dado origen a la superposición de culturas. En lo económico se
implantaron sistemas que contemplan sólo las posibilidades de sectores con
alto poder adquisitivo.
Esta falta de adaptación a la idiosincrasia y a las posibilidades de nuestra
población, origina, a su vez, una frecuente inestabilidad política y la
consolidación de instituciones puramente formales. A todos ellos debe
agregarse la falta de solidaridad, que lleva, en el plano individual y
social, a cometer verdaderos pecados, cuya cristalización aparece evidente
en las estructuras injustas que caracterizan la situación de América Latina.
2. Fundamentación doctrinal
|p3 La Iglesia Latinoamericana tiene un mensaje para todos los hombres que,
en este continente, tienen "hambre y sed de justicia". El mismo Dios que
crea al hombre a su imagen y semejanza, crea la "tierra y todo lo que en
ella se contiene para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de
modo que los bienes creados puedan llegar a todos, en forma más justa" <3>,
y le da poder para que solidariamente transforme y perfeccione el mundo <4>.
Es el mismo Dios quien, en la plenitud de los tiempos, envía a su Hijo para
que hecho carne, venga a liberar a todos los hombres de todas las
esclavitudes a que los tiene sujetos el pecado <5>, la ignorancia, el
hambre, la miseria y la opresión, en una palabra, la injusticia y el odio
que tienen su origen en el egoísmo humano.
Por eso, para nuestra verdadera liberación, todos los hombres necesitamos
una profunda conversión a fin de que llegue a nosotros el "reino de
justicia, de amor y de paz". El origen de todo menosprecio del hombre, de
toda injusticia, debe ser buscado en el desequilibrio interior, debe ser
buscado en el desequilibrio interior de la libertad humana, que necesitará
siempre, en la historia, una permanente labor de rectificación. La
originalidad del mensaje cristiano no consiste directamente en la afirmación
de la necesidad de un cambio de estructuras, sino en la insistencia en la
conversión del hombre, que exige luego este cambio. No tendremos un
continente nuevo sin nuevas y renovadas estructuras; sobre todo, no habrá
continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio sepan ser
verdaderamente libres y responsables.
|p4 Solo a la luz de Cristo se esclarece verdaderamente el misterio del
hombre. En la Historia de la Salvación la obra divina es una acción de
liberación integral y de promoción del hombre en toda su dimensión, que
tiene como único móvil el amor. El hombre es "creado en Cristo Jesús" <6>,
hecho en El "criatura nueva" <7>. Por la fe y el bautismo es transformado,
lleno del don del Espíritu, con un dinamismo nuevo, no de egoísmo sino de
amor, que lo impulsa a buscar una nueva relación más profunda con Dios, con
los hombres sus hermanos, y con las cosas.
El amor, "la ley fundamental de la perfección humana, y por lo tanto de la
transformación del mundo" <8> no es solamente el mandato supremo del Señor;
es también el dinamismo que debe mover a los cristianos a realizar la
justicia en el mundo, teniendo como fundamento la verdad y como signo la
libertad.
|p5 Así es como la Iglesia quiere servir al mundo, irradiando sobre él una
luz y una vida que sana y eleva la dignidad de la persona humana <9>,
consolida la unidad de la sociedad <10> y da un sentido y un significado más
profundo a toda la actividad de los hombres.
Ciertamente para la Iglesia, la plenitud y la perfección de la vocación
humana se lograrán con la inserción definitiva de cada hombre en la Pascua o
triunfo de Cristo, pero la esperanza de tal realización consumada, antes de
adormecer debe "avivar la preocupación
de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia
humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbro del siglo
nuevo" <11>. No confundimos progreso temporal y Reino de Cristo; sin
embargo, el primero, "en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad
humana, interesa en gran medida al Reino de Dios" <12>.
La búsqueda cristiana de la justicia es una exigencia de la enseñanza
bíblica. Todos los hombres somos humildes administradores de los bienes. En
la búsqueda de la salvación debemos evitar el dualismo que separa las tareas
temporales de la santificación. A pesar de que estamos rodeados de
imperfecciones, somos hombres de esperanza. Creemos que el amor a Cristo y a
nuestros hermanos será no solo la gran fuerza liberadora de la justicia y la
opresión, sino la inspiradora de la justicia social, entendida como
concepción de vida y como impulso hacia el desarrollo integral de nuestros
pueblos.
3. Proyecciones de pastoral social
|p6 Nuestra misión pastoral es esencialmente un servicio de inspiración y de
educación de las conciencias de los creyentes, para ayudarles apercibir las
responsabilidades de su fe, en su vida personal y en su vida social. Esta
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano señala las
exigencias más importantes, teniendo en cuenta el juicio de valor que, sobre
la situación económica y social del mundo de hoy, han hecho ya los últimos
Documentos del Magisterio y que en el continente latinoamericano tienen
plena vigencia.
Orientaciones del cambio social
|p7 Estimamos que las comunidades nacionales han de tener una organización
global. En ellos toda la población, muy especialmente las clases populares,
han de tener, a través de estructuras territoriales y funcionales, una
participación receptiva y activa, creadora y decisiva, en la construcción de
una sociedad. Esas estructuras intermedias entre la persona y el estado
deben ser organizadas libremente, sin indebida intervención de la autoridad
o de grupos dominantes, en vista de su desarrollo y su participación
concreta en la realización del bien común total. Constituyen la trama vital
de la sociedad. Son también la expresión real de la libertad y de la
solidaridad de los ciudadanos.
a> La Familia
|p8 Sin desconocer el carácter insustituible de la familia, como grupo
natural, la consideramos aquí como estructura intermedia, en cuanto que el
conjunto de familias debe asumir su función en el proceso de cambio social.
Las familias latinoamericanas deberán organizarse económica y culturalmente
para que sus legítimas necesidades y aspiraciones sean tenidas en cuenta, en
los niveles donde se toman las decisiones fundamentales que puedan
promoverlas o afectarlas. De este modo asumirán un papel representativo y de
participación eficaz en la vida de la comunidad global.
Además de la dinámica que le toca desencadenar al conjunto de familias de
cada país, es necesario que los gobiernos establezcan una legislación y una
sana y actualizadas política familiar.
b> La organización profesional
|p9 La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se dirige
a todos aquellos que, con el esfuerzo diario, van creando los bienes y
servicios que permiten la existencia y el desarrollo de la vida humana.
Pensamos muy especialmente en los millones de hombres y mujeres
latinoamericanos, que constituyen el sector campesino y obrero. Ellos en su
mayoría, sufren, ansían y se esfuerzan por un cambio que humanice y
dignifique su trabajo. Sin desconocer la totalidad del significado humano
del trabajo, aquí lo consideramos como estructura intermedia, en cuanto
constituye la función que da origen a la organización profesional en el
campo de la producción.
c> Empresas y economía
|p10 En el mundo de hoy, la producción encuentra su expresión concreta en la
empresa,
tanto industrial como rural, que constituye la base fundamental y dinámica
del proceso económico global. El sistema empresarial latinoamericano y, por
él, la economía actual, responden a una concepción errónea sobre el derecho
de propiedad de los medios de producción y sobre la finalidad misma de la
economía. La empresa, en una economía verdaderamente humana, no se
identifica con los dueños del capital, porque es fundamental comunidad de
personas y unidas de trabajo, que necesita de capitales para la producción
de bienes. Una persona o un grupo de personas no pueden ser propiedad de un
individuo, de una sociedad, o de un Estado.
El sistema liberal capitalista y la tentación del sistema marxista
parecieran agotar en nuestro continente las posibilidades de transformar las
estructuras económicas. Ambos sistemas atentan contra la dignidad de la
persona humana; pues uno, tiene como presupuesto la primacía del capital, su
poder y su discriminatoria utilización en función del lucro; el otro, aunque
ideológicamente sostenga un humanismo, mira más bien el hombre colectivo, y
en la práctica se traduce en una concentración totalitaria del poder del
Estado. Debemos denunciar que Latinoamérica se ve encerrada entre entas dos
opciones y permanece dependiendo de uno u otro de los centros de poder que
canalizan su economía.
Hacemos, por ello, un llamado urgente a los empresarios, a sus
organizaciones y a las autoridades políticas, para que modifiquen
radicalmente la valoración, las actitudes y las medidas con respecto a la
finalidad, organización y funcionamiento de las empresas. Merecen aliento
todos aquellos empresarios que, individualmente o a través de sus
organizaciones, hacen esfuerzos por orientar a las empresas según las
directivas del magisterio social de la Iglesia. De todo ello dependerá
fundamentalmente que el cambio social y económico en Latinoamérica se
encamine hacia una economía verdaderamente humana.
|p11 Por otra parte, este cambio será fundamental para desencadenar el
verdadero proceso de desarrollo e integración latinoamericanos. Muchos de
nuestros trabajadores, si bien van adquiriendo conciencia de la necesidad de
este cambio, experimentan simultáneamente una situación de dependencia de
los sistemas e instituciones económicas inhumanas; situación que, para
muchos de ellos, linda con la esclavitud, no sólo física sino profesional,
cultural, cívica y espiritual.
Con la lucidez que surge del conocimiento del hombre y de sus aspiraciones,
debemos reafirmar que ni el monto de los capitales, ni la implantación de
las más modernas técnicas de producción, ni los planes económicamente,
estarán eficazmente al servicio del hombre, si los trabajadores, salvada la
"necesaria unidad de dirección de la empresa", no son incorporados con toda
la proyección de su ser humano, mediante la "activa participación de todos
en la gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con
acierto" <13>, y en los niveles de la macroeconomía, decisivos en el ámbito
nacional e internacional.
d> Organización de los trabajadores
|p12 Por ello, la organización sindical campesina y obrera, a la que los
trabajadores tienen derecho, deberá adquirir suficiente fuerza y presencia
en la estructura intermedia profesional. Sus asociaciones tendrán una fuerza
solidaria y responsable, para ejercer el derecho de representación y
participación en los niveles de la producción y de la comercialización
nacional, continental e internacional. Así deberán ejercer su derecho de
estar representados, también, en los niveles políticos, sociales y
económicos, donde se toman las decisiones que se refieren al bien común. Por
lo mismo, las organizaciones sindicales deberán emplear todos los medios a
su alcance para formar moral, económica y técnicamente a quienes han de
ejercer estas responsabilidades.
e> Unidad en la acción
|p13 La socialización, entendida como proceso sociocultural de
personalización y de solidaridad crecientes, nos induce a pensar que todos
los sectores de la sociedad, pero en este caso, principalmente el sector
económico social, deberán superar, por la justicia y la fraternidad, los
antagonismos, para convertirse en agentes del desarrollo nacional y
continental. Sin esta unidad, Latinoamérica no logrará liberarse del
neocolonialismo a que está sometida, ni por consiguiente realizarse en
libertad, con sus características propias en
lo cultural, sociopolítico y económico.
f> Transformación del campo
|p14 Esta Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano no
quiere dejar de expresar su preocupación pastoral por el amplio sector
campesino, que si bien está comprendido en todo lo anteriormente dicho,
requiere, por sus especiales características, una atención urgente. Si bien
se deberán contemplar la diversidad de situaciones y recursos de las
distintas naciones, no cabe duda que hay un denominador común en todas
ellas: la necesidad de una promoción humana de las poblaciones campesinas e
indígenas. Esta promoción no será
viable si no se lleva a cabo una auténtica y urgente reforma de las
estructuras y de la política agrarias. Este cambio estructural y su política
correspondiente no se limitan a una simple distribución de tierras. Es
indispensable hacer una adjudicación de las mismas bajo determinadas
condiciones que legitimen su ocupación y aseguren su rendimiento, tanto en
beneficio de las familias campesinas, cuanto de la economía del país. Esto
exigirá, además de aspectos jurídicos y técnicos, cuya determinación no es
competencia nuestra, la organización de los campesinos en estructuras
intermedias eficaces, principalmente en formas cooperativas, y estímulo
hacia la creación de centros urbanos en los medios rurales, que permitan el
acceso de la población campesina a los bienes de la cultura, de la salud, de
un sano esparcimiento en las decisiones locales y en aquellas que inciden en
la economía y en la política nacional. Esta elevación del medio rural
contribuirá al necesario proceso de industrialización y a la participación
en las ventajas de la civilización urbana.
g> Industrialización
|p15 No cabe duda de que el proceso de industrialización es irreversible y
necesario para preparar una independencia económica en la moderna económica
mundial. La industrialización será un factor decisivo para elevar los
niveles de vida de nuestros pueblos y proporcionarles mejores condiciones
para el desarrollo integral. Para ello es indispensable que se revisen los
planes y se reorganicen las macroeconomías nacionales, salvando la legítima
autonomía de nuestras naciones, las justas reivindicaciones de los países
más débiles y la deseada integración económica del continente, respetando
siempre los inalienables derechos de las personas y de las estructuras
intermedias, como protagonistas de este proceso.
La reforma política
|p16 Ante la necesidad de un cambio global en las estructuras
latinoamericanas, juzgamos que dicho cambio tiene como requisito, la reforma
política.
El ejercicio de la autoridad política y sus decisiones tienen como única
finalidad el bien común. En Latinoamérica tal ejercicio y decisiones con
frecuencia aparecen apoyando sistemas que atentan contra el bien común o
favorecer a grupos privilegiados. La autoridad deberá asegurar eficaz y
permanentemente a través de normas jurídicas, los derechos y libertades
inalienables de los ciudadanos y el libre funcionamiento de las estructuras
intermedias.
La autoridad pública tiene la misión de propiciar y fortalecer la creación
de mecanismos de participación y de legítima representación de la población,
o si fuera necesario, la creación de nuevas formas. Queremos insistir en la
necesidad de vitalizar y fortalecer la organización municipal y comunal,
como punto de partida hacia la vida departamental, provincial, regional y
nacional.
La carencia de una conciencia política en nuestros países hace
imprescindible la acción educadora de la Iglesia, con objeto de que los
cristianos consideren su participación en la vida política de la Nación como
un deber de conciencia y como el ejercicio de la caridad, en su sentido más
noble y eficaz para la vida de la comunidad.
Información y concientización
|p17 Deseamos afirmar que es indispensable la formación de la conciencia
social y la
percepción realista de los problemas de la comunidad y de las estructuras
sociales. Debemos despertar la conciencia social y hábitos comunitarios en
todos los medios y grupos profesionales, ya sea en lo que respecta al
diálogo y vivencia comunitaria dentro del mismo grupo, ya sea en sus
relaciones con grupos sociales más amplios <obreros, campesinos,
profesionales liberales, clero, religiosos, funcionarios>.
Esta tarea de concientización y de educación social deberá integrarse en los
planes de Pastoral de conjunto en sus diversos niveles.
|p18 El sentido de servicio y realismo exige de la Jerarquía de hoy una
mayor sensibilidad y objetividad sociales. Para ello, hace falta el contacto
directo con los distintos grupos, socio-profesionales, en encuentros que
proporcionen a todos una visión más completa de la dinámica social. Tales
encuentros se consideran como instrumento que puede facilitar al Episcopado
una acción colegiada, útil para garantizar una armonización de pensamientos
y actividades en una sociedad en cambio.
Las Conferencias Episcopales propiciarán la organización de cursos,
encuentros, como medio de integración de los responsables de las actividades
sociales, ligadas a la pastoral. Además de sacerdotes, religiosos y laicos,
se podría invitar a dirigentes que trabajen en programas nacionales e
internacionales de promoción dentro del país. Asimismo los institutos
destinados a preparar personal apostólico de otros países, coordinarán sus
actividades de pastoral social con los respectivos organismos nacionales;
más aún, se buscará la promoción de semanas sociales para elaborar doctrina
social aplicándola a nuestros problemas. Ello permitirá formar la opinión
pública.
|p19 Merecen especial atención los hombres-claves, o sea, aquellas personas
que se encuentran en los niveles de elaboración y de ejecución de decisiones
que repercuten en las estructuras básicas de la vida nacional e
internacional. Las Conferencias Episcopales, por lo mismo, a través de sus
Comisiones de Acción o Pastoral social, promoverán junto con otros
organismos interesados, la organización de cursos para técnicos, políticos,
dirigentes obreros, campesinos, empresarios y hombres de cultura en todos
los niveles.
|p20 Es necesario que las pequeñas comunidades sociológicas de base se
desarrollen, para establecer un equilibrio frente a los grupos minoritarios,
que son los grupos de poder. Esto solo es posible, por la animación de las
mismas comunidades mediante sus elementos naturales y actuantes, en sus
respectivos medios.
La Iglesia, Pueblo de Dios, prestará su ayuda a los desvalidos de cualquier
tipo y medio social, para que conozcan sus propios derechos y sepan hacer
uso de ellos. Para lo cual utilizará su fuerza moral y buscará la
colaboración de profesionales e instituciones competentes.
|p21 La comisión de Justicia y Paz deberá ser promovida en todos los países,
al menos a escala nacional. Estará integrada por personal de alto nivel
moral, calificación profesional y representación de los diferentes sectores
sociales; deberá ser capaz de entablar un diálogo eficaz con personas e
instituciones más directamente responsables de las decisiones que atañen al
bien común, y de detectar todo lo que puede lesionar la justicia y poner en
peligro la paz interna y externa de las comunidades nacionales e
internacionales; ayudará a buscar los medios concretos para lograr las
soluciones adecuadas a cada situación.
|p22 Para el ejercicio de su misión pastoral, las Conferencias Episcopales
crearán su Comisión de Acción o Pastoral Social, para la elaboración
doctrinal y para asumir las iniciativas en el campo de la presencia de la
Iglesia, como animadora del orden temporal, en una auténtica actitud de
servicio. Lo mismo vale para los niveles diocesanos.
Además las Conferencias Episcopales y las Organizaciones católicas se
interesarán en promover la colaboración en el ámbito continental y nacional
con las Iglesias e instituciones no católicas, dedicadas a la tarea de
instaurar la justicia en las relaciones humanas.
"Cáritas", que es un organismo de la Iglesia <14> integrado dentro de la
Pastoral de conjunto, no solamente será una institución de beneficencia,
sino que debe insertarse de modo más operante en el proceso de desarrollo de
América Latina, como una institución verdaderamente promotora.
|p23 La Iglesia reconoce que las instituciones de acción temporal
corresponden a la esfera específica de la sociedad civil, aún siendo creadas
o impulsadas por cristianos. En las actuales situaciones concretas, esta
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano siente el deber
de aportar un estímulo especial a aquellas organizaciones que tienen como
mira la promoción humana y la aplicación de la justicia. La fuerza moral y
animadora de la Iglesia estará consagrada sobre todo, a estimularlas y se
propone actuar, en ese campo, a título supletorio y en situaciones
impostergables.
Finalmente, esta Segunda Conferencia General tiene plena conciencia de que
el proceso de socialización, desencadenado por las técnicas y medios de
comunicación social, hacen de éstos un instrumento necesario y apto para la
educación social, la concientización en orden al cambio de estructuras y la
vigencia de la justicia. Por lo cual insta, sobre todo a los laicos, a su
adecuado empleo en las tareas de promoción humana.
|PII LA PAZ
1. La Situación Latinoamericana y la Paz
|p1 Si "el desarrollo es el nuevo nombre de la paz" <1>, el subdesarrollo
latinoamericano, con características propias en los diversos países, es una
injusta situación promotora de tensiones que conspiran contra la paz.
Sistematizamos estas tensiones en tres grandes grupos, destacando en cada
caso aquellos factores que, por expresar una situación de injusticia,
constituyen una amenaza positiva contra la paz en nuestros países.
Al hablar de una situación de injusticia nos referimos a aquellas realidades
que expresan una situación de pecado; esto no significa desconocer que, a
veces, la miseria en nuestros países puede tener causas naturales difíciles
de superar.
Al hacer este análisis no ignoramos, ni dejamos de valorar los esfuerzos
positivos que se realizan a diversos niveles para construir una sociedad más
justa. No los incluimos aquí porque nuestra intención es llamar la atención,
precisamente, porque aquellos aspectos que constituyen una amenaza o
negación de la paz.
Tensiones entre clases y colonialismo interno:
|p2 Diversas formas de marginalidad, socioeconómicas, políticas, culturales,
raciales, religiosas, tanto en las zonas urbanas como en las rurales;
|p3 Desigualdades excesivas entre las clases sociales, especialmente, aunque
no en forma exclusiva, en aquellos países que se caracterizan por un marcado
biclasismo: pocos tienen mucho <cultura, riqueza, poder, prestigio>,
mientras muchos tienen poco. El Santo Padre describe esta realidad al
dirigirse a los campesinos colombianos; "sabemos que el desarrollo económico
y social ha sido desigual en el gran continente de América Latina; y que
mientras ha favorecido a quienes lo promovieron en un principio, ha
descuidado la masa de las poblaciones nativas, casi siempre abandonadas a un
innoble nivel de vida y a veces tratadas y explotadas duramente" <2>.
|p4 Frustraciones crecientes: el fenómeno universal de las expectativas
crecientes asume en América Latina una dimensión particularmente agresiva.
La razón es obvia: las desigualdades impiden sistemáticamente la
satisfacción de las legítimas aspiraciones de los sectores postergados. Se
generan así las frustraciones crecientes.
Semejante estado de ánimo se constata también en aquellas clases medias que,
ante graves crisis, entran en un proceso de desintegración y
proletarización;
|p5 Formas de opresión de grupos y sectores dominantes: sin excluir una
eventual voluntad de opresión se observa más frecuentemente una
insensibilidad lamentable de los sectores más favorecidos frente a la
miseria de los sectores marginados. De ahí las palabras del Papa a los
dirigentes: "que vuestro oído y vuestro corazón sean sensibles a las voces
de quienes piden pan, interés, justicia" <3>.
No es raro comprobar que estos grupos o sectores, con excepción de algunas
minorías, califican de acción subversiva todo intento de cambiar un sistema
social que favorece la permanencia de sus privilegios;
|p6 Poder ejercido injustamente por ciertos sectores dominantes. Como una
consecuencia normal de las actitudes mencionadas, algunos miembros de los
sectores dominantes recurren, a veces, al uso de la fuerza para reprimir
drásticamente todo intento de reacción. Les será muy fácil encontrar
aparentes justificaciones ideológicas <v.gr. anticomunismo> o prácticas
<conservación del "orden"> para cohonestar este proceder;
|p7 Creciente toma de conciencia de los sectores oprimidos. Todo lo
procedente resulta cada vez más intolerable por la progresiva toma de
conciencia de los sectores oprimidos frente a su situación. A ellos se
refería el Santo Padre cuando decía a los campesinos: "hoy el problema se ha
agravado porque habéis tomado conciencia de vuestras necesidades y de
vuestros sufrimientos, y...no podéis tolerar que estas condiciones deban
perdurar sin ponerles solícito remedio" <4>.
La visión estática de la situación descrita en los párrafos precedentes se
agrava cuando se proyecta hacia el futuro; la educación de base, la
alfabetización, aumentarán la toma de conciencia, y la explosión demográfica
multiplicará los problemas y tensiones. No hay que olvidar tampoco los
movimientos que existen de todo tipo, interesados cada vez más en aprovechar
y exacerbar estas tensiones. Por tanto, si hoy la paz se ve ya seriamente
amenazada, la agravación automática de los problemas provocará consecuencias
explosivas.
Tensiones internacionales y neocolonialismo externo
|p8 Nos referimos aquí, particularmente, a las consecuencias que entraña
para nuestros países su dependencia de un centro de poder económico, en
torno al cual gravitan. De allí resulta que nuestras naciones, con
frecuencia, no son dueñas de sus bienes ni de sus decisiones económicas.
Como es obvio, esto no deja de tener sus incidencias en lo político, dada la
interdependencia que existe entre ambos campos.
Nos interesa subrayar especialmente dos aspectos de este fenómeno.
|p9 Aspecto económico. Analizamos sólo aquellos factores que más influyen en
el empobrecimiento global y relativo de nuestros países, constituyendo por
lo mismo una fuente de tensiones internas y externas.
a> Distorsión creciente del comercio internacional. A causa de la
depreciación relativa de los términos del intercambio, las materias primas
valen cada vez menos con relación al costo de los productos manufacturados.
Ello significa que los países productores de materias primas - sobre todo si
se trata de monoproductores - permanecen siempre pobres, mientras que los
países industrializados se enriquecen cada vez más. Esta injusticia,
denunciada claramente por la Populorum progressio <5> malogra el eventual
efecto positivo de las ayudas externas; constituye, además, una amenaza
permanente para la paz, porque nuestros países perciben cómo "una mano les
quita lo que la otra les da" <6>.
b> Fuga de capitales económicos y humanos. La búsqueda de seguridad y el
criterio de lucro individual lleva a muchos miembros de los sectores
acomodados de nuestros países a invertir sus ganancias en el extranjero. La
injusticia de este procedimiento ha sido ya denunciada categóricamente por
la Populorum progressio <7>. A ello se le agrega la fuga de técnicos y
personal competente, hecho tan grave como la fuga de capitales, o acaso más,
por el alto costo de la formación de profesionales y el valor multiplicador
de su acción.
c> Evasión de impuestos y fuga de ganancias y dividendos. Diversas compañías
extranjeras que actúan en nuestros medios <también algunas nacionales>
suelen evadir con sutiles subterfugios los sistemas tributarios
establecidos. Comprobamos también que a veces envían al extranjero las
ganancias y los dividendos sin contribuir con adecuadas reinversiones al
progresivo desarrollo de nuestros países.
d> Endeudamiento progresivo. No es raro verificar que, en el sistema de
créditos internacionales, no se tienen en cuenta siempre las verdaderas
necesidades y posibilidades de nuestros países. Corremos así el riesgo de
abrumarnos de deudas cuya satisfacción absorbe la mayor parte de nuestras
ganancias <8>.
e> Monopolios internacionales e imperialismo internacional del dinero.
Queremos subrayar que los principales culpables de la dependencia económica
de nuestros países son aquellas fuerzas que, inspiradas en el lucro sin
freno, conducen a la dictadura económica y al "imperialismo internacional
del dinero" <9> condenado por Pío XI en la Quadragesimo anno y por Pablo VI
en la Populorum progressio.
|p10 Aspecto político. Denunciamos aquí el imperialismo de cualquier signo
ideológico, que se ejerce en América Latina, en forma indirecta y hasta con
intervenciones directas.
Tensiones entre los países de América Latina
|p11 Nos referimos aquí a un fenómeno especial de origen histórico-político
que todavía enturbia las relaciones cordiales entre algunos países y pone
trabas a una colaboración realmente constructiva. Sin embargo, el proceso de
integración, bien entendido, se presenta como una necesidad imperiosa para
América Latina. Sin pretender dar normas sobre los aspectos técnicos,
realmente complejos, de esta necesidad, juzgamos oportuno destacar su
carácter pluridimensional. La integración, en efecto, no es un proceso
exclusivamente económico; se presenta, más bien, con amplias dimensiones que
abrazan al hombre totalmente considerado: social, político, cultural,
religioso, racial.
Como factores que favorecen las tensiones entre nuestras naciones,
subrayamos:
|p12 Un nacionalismo exacerbado en algunos países. Ya la Populorum
progressio <10> denunció lo nocivo de esta actitud, precisamente allí donde
la debilidad de las economías nacionales exige la solidaridad de esfuerzos,
conocimientos y medios financieros.
|p13 Armamentismo. En determinados países se comprueba una carrera
armamentista que supera el límite de lo razonable. Se trata frecuentemente
de una necesidad ficticia que responde a intereses diversos y no a una
verdadera necesidad de la comunidad nacional. Una frase de Populorum
proressio resulta particularmente apropiada al respecto: "cuando tantos
pueblos tienen hambre, cuando tantos hogares sufren miseria, cuando tantos
hombres viven sumergidos en la ignorancia...toda carrera de armamentos se
convierte en un escándalo intolerable" <11>.
2. REFLEXIÓN DOCTRINAL
Visión cristiana de la paz
|p14 La realidad descrita constituye una negación de la paz, tal como la
entiende la tradición cristiana.
Tres notas caracterizan, en efecto, la concepción cristiana de la paz.
a> La paz es, ante todo, obra de la justicia <12>. Supone y exige la
instauración de un orden justo <13> en el que los hombres puedan realizarse
como hombres, en donde su dignidad sea respetada, sus legítimas aspiraciones
satisfechas, su acceso a la verdad reconocido, su libertad personal
garantizada. Un orden en el que los hombres no sean objetos, sino agentes de
su propia historia.
La paz en América Latina no es, por lo tanto, la simple ausencia de
violencias y derramamientos de sangre. La opresión ejercida por los grupos
de poder puede dar la impresión de mantener la paz y el orden, pero en
realidad no es sino "el germen continuo e inevitable de rebeliones y
guerras" <15>.
La paz sólo se obtiene creando un orden nuevo que "comporta una justicia más
perfecta entre los hombres" <16>. En este sentido, el desarrollo integral
del hombre, el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas,
es el nombre nuevo de la paz.
b> La paz, en segundo lugar, es un quehacer permanente <17>. La comunidad
humana se realiza en el tiempo y está sujeta a un movimiento que implica
constantemente cambio de estructuras, transformación de actitudes,
conversión de corazones.
La "tranquilidad del orden", según la definición agustiniana de la paz, no
es, pues, pasividad ni conformismo. No es, tampoco, algo que se adquiera una
vez por todas; es el resultado de un continuo esfuerzo de adaptación a las
nuevas circunstancias, a las exigencias y desafíos de una historia
cambiante. Una paz estática y aparente puede obtenerse con el empleo de la
fuerza; una paz auténtica implica lucha, capacidad inventiva, conquista
permanente <18>.
La paz no se encuentra, se construye. El cristiano es un artesano de la paz
<19>. Esta tarea, dada la situación descrita anteriormente, reviste un
carácter especial en nuestro continente; para ello, el Pueblo de Dios en
América Latina, siguiendo el ejemplo de Cristo deberá hacer frente con
audacia y valentía al egoísmo, a la injusticia personal y colectiva.
c> La paz es, finalmente, fruto del amor <20>, expresión de una real
fraternidad entre los hombres: fraternidad aportada por Cristo, Príncipe de
la Paz, al reconciliar a todos los hombres con el Padre. La solidaridad
humana no puede realizarse verdaderamente sino en Cristo quien da la Paz que
el mundo no puede dar <21>. El amor es el alma de la justicia. El cristiano
que trabaja por la justicia social debe cultivar siempre la paz y el amor en
su corazón.
La paz con Dios es el fundamento último de la paz interior y de la paz
social. Por lo mismo, allí donde dicha la paz social no existe; allí donde
se encuentran injustas desigualdades sociales, políticas, económicas y
culturales, hay un rechazo del don de la paz del Señor; más aún, un rechazo
del Señor mismo <22>.
Problema de la violencia en América Latina
|p15 La violencia constituye uno de los problemas más graves que se plantean
en América Latina. No se puede abandonar a los impulsos de la emoción y de
la pasión una decisión de la que depende todo el porvenir de los países del
continente. Faltaríamos a un grave deber pastoral si no recordáramos a la
conciencia, en este dramático dilema, los criterios que derivan de la
doctrina cristiana y del amor evangélico.
Nadie se sorprenderá si reafirmamos con fuerza nuestra fe en la fecundidad
de la paz. Ese es nuestro ideal cristiano. "La violencia no es ni cristiana
ni evangélica" <23>. El cristiano es pacífico y no se ruboriza de ello. No
es simplemente pacifista, porque es capaz de combatir <24>. Pero prefiere la
paz a la guerra. Sabe que "los cambios bruscos o violentos de las
estructuras serían falaces, ineficaces en sí mismos y no conformes
ciertamente a la dignidad del pueblo, la cual reclama que las
transformaciones necesarias se realicen desde dentro, es decir, mediante una
conveniente toma de conciencia, una adecuada preparación y esa efectiva
participación de todos, que la ignorancia y las condiciones de vida, a veces
infrahumanas, impiden hoy que sea asegurada" <25>.
|p16 Si el cristiano cree en la fecundidad de la paz para llegar a la
justicia, cree también que la justicia es una condición ineludible para la
paz. No deja de ver que América Latina se encuentra, en muchas partes, en
una situación de injusticia que puede llamarse de violencia
institucionalizada cuando, por defecto de las estructuras de la empresa
industrial y agrícola, de la economía nacional e internacional, de la vida
cultura y política, "poblaciones enteras faltas de lo necesario, viven en
una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo
mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la
vida social y política" <26>, violándose así derechos fundamentales. Tal
situación exige transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente
renovadoras. No debe, pues, extrañarnos que nazca en América Latina "la
tentación de la violencia". No hay que abusar de la paciencia de un pueblo
que soporta durante años una condición que difícilmente aceptarían quienes
tienen una mayor conciencia de los derechos humanos.
Ante una situación que atenta tan gravemente contra la dignidad del hombre y
por lo tanto contra la paz, nos dirigimos, como pastores, a todos los
miembros del pueblo cristiano
para que asuman su grave responsabilidad en la promoción de la paz en
América Latina.
|p17 Quisiéramos dirigir nuestro llamado, en primer lugar, a los que tienen
una mayor participación en la riqueza, en la cultura o en el poder. Sabemos
que hay en América Latina dirigentes que son sensibles a las necesidades y
tratan de remediarlas. Estos mismos reconocen que los privilegiados en su
conjunto, muchas veces, presionan a los gobernadores por todos los medios de
que disponen, e impiden con ello los cambios necesarios. En algunas
ocasiones, incluso, esta resistencia adopta formas drásticas con destrucción
de vidas y bienes.
Por lo tanto les hacemos un llamamiento urgente a fin de que no se valgan de
la posición pacífica de la Iglesia para oponerse, pasiva o activamente, a
las transformaciones profundas que son necesarias. Si se retienen
celosamente sus privilegios y, sobre todo, so los defienden empleando ellos
mismos medios violentos, se hacen responsables ante la historia de provocar
"las revoluciones explosivas de la desesperación" <27>. De su actitud
depende, pues, en gran parte el porvenir pacífico de los países de América
Latina.
|p18 Son, también, responsables de la injusticia todos los que no actúan en
favor de la justicia con los medios de que disponen, y permanecen pasivos
por temor a los sacrificios y a los riesgos personales que implica toda
acción audaz y verdaderamente eficaz. La justicia y, consiguientemente, la
paz se conquistan por una acción dinámica de concientización y de
organización de los sectores populares, capaz de urgir a los poderes
públicos, muchas veces impotentes en sus proyectos sociales sin el apoyo
popular.
|p19 Nos dirigimos finalmente a aquellos que, ante la gravedad de la
injusticia y las resistencias ilegítimas al cambio, ponen su esperanza en la
violencia. con Pablo VI reconocemos que su actitud "encuentra frecuentemente
su última motivación en nobles impulsos de justicia y solidaridad <28>. No
hablamos aquí del puro verbalismo que no implica ninguna responsabilidad
personal y aparta de las acciones pacíficas fecundas, inmediatamente
realizables.
Si bien es verdad que la insurrección revolucionaria puede ser legítima en
el caso "de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los
derechos fundamentales de la persona y damnificase peligrosamente el bien
común del país" <29>, ya provenga de una persona ya de estructuras
evidentemente injustas, también es cierto que la violencia o " revolución
armada" generalmente, "engendra nuevas injusticias, introduce nuevos
desequilibrios y provoca nuevas ruinas: no se puede combatir un mal real al
precio de un mal mayor" <30>.
Si consideramos, pues, el conjunto de las circunstancias de nuestros países,
si tenemos en cuenta la preferencia del cristiano por la paz, la enorme
dificultad de la guerra civil, su lógica de violencia, los males atroces que
engendra, el riesgo de provocar la intervención extranjera por ilegítima que
sea, la dificultad de construir un régimen de justicia y de libertad
partiendo de un proceso de violencia, ansiamos que el dinamismo del pueblo
concientizado y organizado se ponga al servicio de la justicia y de la paz.
Hacemos nuestras, finalmente, las palabras del Santo Padre dirigidas a los
nuevos sacerdotes y diáconos en Bogotá cuando, refiriéndose a todos los que
sufren, les dice así: "seremos capaces de comprender sus angustias y
transformarlas no en cólera y violencia, sino en la energía fuerte y
pacífica de obras constructivas" <31>.
3. CONCLUSIONES PASTORALES
|p20 Frente a las tensiones que conspiran contra la paz, llegando incluso a
insinuar la tentación de la violencia; frente a la concepción cristiana de
la paz que se ha descrito, creemos que el Episcopado Latinoamericano no
puede eximirse de asumir responsabilidades bien concretas. Porque crear un
orden social justo, sin el cual la paz es ilusoria, es una tarea
eminentemente cristiana.
A nosotros, pastores de la Iglesia, nos corresponde educar las conciencias,
inspirar, estimular y ayudar a orientar todas las iniciativas que
contribuyen a la formación del hombre. Nos corresponde también denunciar
todo aquello que, al ir contra la justicia, destruye la paz.
En este espíritu creemos oportuno adelantar las siguientes líneas
pastorales:
|p21 Despertar en los hombres y en los pueblos, principalmente con los
medios de comunicación social, una viva conciencia de justicia,
infundiéndoles un sentido dinámico de responsabilidad y solidaridad;
|p22 Defender, según el mandato evangélico, los derechos de los pobres y
oprimidos, urgiendo a nuestros gobiernos y clases dirigentes para que
eliminen todo cuanto destruya la paz social: injusticias, inercia,
venalidad, insensibilidad;
|p23 Denunciar enérgicamente los abusos y las injustas consecuencias de las
desigualdades excesivas entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles,
favoreciendo la integración;
|p24 Hacer que nuestra predicación, catequesis y liturgia, tengan en cuenta
la dimensión social y comunitaria del cristianismo, formando hombres
comprometidos en la construcción de un mundo de paz;
|p25 Procurar que en nuestros colegios, seminarios y universidades, se forme
un sano sentido crítico de la situación social y se fomente la vocación de
servicio. Consideramos asimismo de notable eficacia las campañas de orden
diocesano y nacional que movilicen a todos los fieles y organismos
llevándolos a una reflexión similar;
|p26 Invitar también a las diversas confesiones y comuniones cristianas y no
cristianas a colaborar en esta fundamental tarea de nuestro tiempo;
|p27 Alentar y favorecer todos los esfuerzos del pueblo por crear y
desarrollar sus propias organizaciones de base, por la reivindicación y
consolidación de sus derechos y por la búsqueda de una verdadera justicia;
|p28 Pedir el perfeccionamiento de la administración judicial cuyas
deficiencias a menudo ocasionan serios males;
|p29 Urgir para que en muchos de nuestros países se detenga y revise el
actual proceso armamentista, que constituye a veces una carga excesivamente
desproporcionada con las legítimas exigencias del bien común en detrimento
de imperiosas necesidades sociales. La lucha contra la miseria es la
verdadera guerra que deben afrontar nuestras naciones;
|p30 Invitar a los obispos, a los responsables de las diversas confesiones
religiosas y a los hombres de buena voluntad de las naciones desarrolladas,
a que promuevan en sus respectivas esferas de influencia, especialmente
entre los dirigentes políticos y económicos, una conciencia de mayor
solidaridad frente a nuestras naciones subdesarrolladas, haciendo reconocer,
entre otras cosas, precios justos a nuestras materias primas;
|p31 Interesar a las universidades de América Latina, con motivo del
vigésimo aniversario de la solemne Declaración de los Derechos Humanos, en
realizar investigaciones para verificar el estado de su aplicación en
nuestos países;
|p32 Denunciar la acción injusta que en el orden mundial llevan a cabo
naciones poderosas contra la autodeterminación de pueblos débiles, que
tienen que sufrir los efectos sangrientos de la guerra y de la invasión,
pidiendo a los organismo internacionales competentes medidas decididas y
eficaces;
|p33 Alentar y elogiar las iniciativas y trabajos de todos aquellos que, en
los diversos campos de la acción, contribuyen a la creación de un orden
nuevo que asegure la paz en el seno de nuestros pueblos.
|PIII FAMILIA Y DEMOGRAFÍA
|p1 No es fácil, por varias razones, una reflexión sobre la familia en
América Latina. Porque la idea de familia se encarna en realidades
sociológicas sumamente diversas. Porque la
familia ha sufrido, tal vez más que otras instituciones, los impactos de las
mudanzas y transformaciones sociales. Porque en América Latina la familia
sufre de modo especialmente grave las consecuencias de los círculos viciosos
del subdesarrollo: malas condiciones de vida y cultura, bajo nivel de
salubridad, bajo poder adquisitivo, transformaciones que no siempre se
pueden captar adecuadamente.
1. LA FAMILIA EN SITUACIÓN DE CAMBIO EN AMERICA LATINA
|p2 La familia sufre en América Latina, como también en otras partes del
mundo, la influencia de cuatro fenómenos sociales fundamentales:
a> El paso de una sociedad rural a una sociedad urbana, que conduce a la
familia de tipo patriarcal hacia un nuevo tipo de familia, de mayor
intimidad, con mejor distribución de responsabilidades y mayor dependencias
de otras micro sociedades;
b> El proceso de desarrollo consigo abundantes riquezas para algunas
familias, inseguridad para otras y marginalidad social para las restantes;
c> El rápido crecimiento demográfico, que si bien no debe ser tomado como la
única variable demográfica y mucho menos como la causa de todos los males de
América Latina, sí engendra varios problemas tanto de orden socioeconómico
como de orden ético y religioso;
d> El proceso de socialización que resta a la familia algunos aspectos de su
importancia social y de sus zonas de influencia, pero que deja intactos sus
valores esenciales y su condición de institución básica de la sociedad
global.
|p3 Estos fenómenos producen en la familia de América latina algunas
repercusiones que se traducen en problemas de cierta gravedad. En la
imposibilidad de catalogarlos todos, apuntamos los que parecen tener mayor
trascendencia, más frecuente incidencia o mayor resonancia socio-pastoral:
a> Bajísimo índice de nupcialidad. América Latina cuenta con los más bajos
índices de nupcialidad en relación a su población. Esto indica un alto
porcentaje de uniones ilegales, aleatorias y casi sin estabilidad, con todas
las consecuencias que de allí se derivan;
b> Alto porcentaje de nacimientos ilegítimos y de uniones ocasionales,
factor que pesa fuertemente sobre la explosión demográfica;
c> Creciente y alto índice de disgregación familiar, sea por el divorcio,
tan fácilmente aceptado y legalizado en no pocas partes, sea por abandono
del hogar <casi siempre por parte del padre>, sea por los desórdenes
sexuales nacidos de una falsa noción de masculinidad;
d> Acentuación del hedonismo y del erotismo como resultante de la asfixiante
propaganda propiciada por la civilización de consumo;
e> Desproporción de los salarios con las condiciones de la familia;
f> Serios problemas de vivienda por insuficiente y defectuosa política al
respecto;
g> Mala distribución de los bienes de consumo y civilización, como
alimentación, vestuario, trabajo, medios de comunicación, descanso y
diversiones, cultura y otros;
h> Imposibilidad material y moral, para muchos jóvenes, de constituir
dignamente una familia, lo cual hace que surjan muchas células familiares
deterioradas.
Nuestro deber pastoral nos lleva a hacer un apremiante llamado a los que
gobiernan y a
todos los que tienen alguna responsabilidad al respecto, para que den a la
familia el lugar que le corresponde en la construcción de una ciudad
temporal digna del hombre, y le ayuden a superar los graves males que la
afligen y que pueden impedir su plena realización.
2. PAPEL DE LA FAMILIA LATINOAMERICANA
|p4 "Un hecho muestra bien el vigor y la solidez de la institución
matrimonial y familiar: las profundas transformaciones de la sociedad
contemporánea, a pesar de las dificultades a que han dado origen, con
muchísima frecuencia manifiestan, de varios modos la verdadera naturaleza de
tal institución" <1>.
Es por tanto necesario tener en cuenta la doctrina de la Iglesia para fijar
una acción pastoral que lleve a la familia latinoamericana a conservar o
adquirir los valores fundamentales que la capacitan para cumplir su misión.
Entre estos, queremos señalar tres especialmente: la familia formadora de
personas, educadora en la fe, promotora del desarrollo.
Formadora de personas
|p5 "Esta misión de ser célula primera y vital de la sociedad, la familia la
ha recibido directamente de Dios" <2>.
"Es, pues, deber de los padres, crear un ambiente de familia animado por el
amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezcan la
educación íntegra, personal y social de los hijos" <3>.
"Permanece en cada hombre la obligación de conservar lo esencial a toda
persona humana, en la que sobresalen los valores de la inteligencia, de la
voluntad, de la conciencia y de la fraternidad...la familia es un primer
lugar, como la madre y nodriza de esta educación" <4>.
Esta doctrina del Concilio Vaticano II nos hace ver la urgencia de que la
familia cumpla su cometido de formar personalidades integrales, para lo cual
cuenta con muchos elementos.
En efecto, la presencia e influencia de los modelos distintos y
complementarios del padre y de la madre <masculino y femenino>, el vínculo
del afecto mutuo, el clima de confianza, intimidad, respeto y libertad, el
cuadro de vida social con una jerarquía natural pero matizada por aquel
clima, todo converge para que la familia se vuelva capaz de plasmar
personalidades fuertes y equilibradas para la sociedad.
Educadora de la fe
|p6 "Los esposos cristianos son para sí mismos, para sus hijos y demás
familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Son para sus
hijos los primeros predicadores de la fe y los primeros educadores" <5>, y
debe "inculcar la doctrina cristiana y las virtudes evangélicas a los hijos
amorosamente recibidos de Dios" <6> y realizar esta misión "mediante la
palabra y el ejemplo" <7>, de tal manera que "gracias a los padres que
precederán con el ejemplo y la oración en familia, los hijos y aún los demás
que viven en el círculo familiar encontrarán más fácilmente el camino del
sentido humano, de la salvación y de la santidad" <8>.
Sabemos que muchas familias en América Latina han sido incapaces de ser
educadoras en la fe, o por no estar bien instituidas o por estar
desintegradas; otras porque han dado esta educación en términos de mero
tradicionalismo, a veces con aspecto míticos y supersticiosos. De ahí la
necesidad de dotar a la familia actual de elementos que le restituyan su
capacidad evangelizadora, de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
Promotora del desarrollo
|p7 "La familia es la primera escuela de las virtudes sociales que necesitan
todas las demás sociedades...Encuentran en la familia los hijos la primera
experiencia de una sana sociedad humana...y se introducen poco a poco en la
sociedad civil y en la Iglesia" <9>.
Además "la familia es escuela del más rico humanismo" <10> y el "humanismo
completo es el desarrollo integral" <11>. "La familia, en la que coinciden
diversas generaciones y se ayudan mutuamente para adquirir una sabiduría más
completa, y para saber armonizar los
derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social,
constituye el fundamento de la sociedad" <12>. "En ella los hijos, en un
clima de amor, aprenden juntos con mayor facilidad la recta jerarquía de las
cosas, al mismo tiempo que se imprimen de modo como natural en el alma de
los adolescentes formas probadas de cultura a medida que van creciendo"
<13>. "A los padres corresponde el preparar en el seno de la familia a sus
hijos...para conocer el amor de Dios hacia todos los hombres, el enseñarles
gradualmente, sobre todo con el ejemplo, a preocuparse de las necesidades
del prójimo, tanto materiales como espirituales" <14>; así la familia
cumplirá su misión si "promueve la justicia y demás obras buenas al servicio
de todos los hermanos que padecen necesidad" <15>. De aquí que "el bienestar
de la persona y de la sociedad humana esté ligada estrechamente a una
favorable situación de la comunidad conyugal y familiar <16>, pues es esta
un factor importantísimo en el desarrollo.
"Por ello todos los que influyen en las comunidades y grupos sociales deben
contribuir eficazmente al progreso del matrimonio y de la familia" <17>.
3. PROBLEMAS DE DEMOGRAFÍA EN AMERICA LATINA
|p8 La cuestión demográfica reviste en nuestro continente una complejidad y
delicadeza peculiares: es cierto que existe, hablando en general, un rápido
crecimiento de población, debido menos a los nacimientos, que al bajo índice
de mortalidad infantil, a la vez que creciente índice de longevidad; pero es
cierto, también, que la mayoría de nuestros países adolece de subpoblación y
necesita aumento demográfico hasta como factor de desarrollo; también es
cierto que las condiciones socio-económicas-culturales, excesivamente bajas,
se muestran adversas a un crecimiento demográfico pronunciado.
|p9 Como Pastores, sensibles a los problemas de nuestra gente, haciendo
nuestros sus dolores y angustias, juzgamos necesario enunciar algunos puntos
fundamentales sobre esta materia. Todo enfoque unilateral, como toda
solución simplista respecto de estos problemas, son incompletos y por lo
tanto equivocados. Aparece como particularmente dañosa la adopción de una
política demográfica antinatalista que tiende a suplantar, sustituir o
relegar al olvido una política de desarrollo, más exigente, pero la única
aceptable. "Trátase en efecto, no de suprimir los comensales sino de
multiplicar el pan" <18>.
|p10 En este sentido la Encíclica Humanae vitae, con el carácter social que
en ella ocupa un lugar prominente y que la coloca al lado de la Populorum
progressio, tiene para nuestro continente una importancia especial. Pues
ante nuestros problemas y aspiraciones la Encíclica:
a> Acentúa la necesidad imperiosa de salir al encuentro del desafío de los
problemas demográficos con una respuesta integral y enfocada hacia el
desarrollo;
b> Denuncia toda política fundada en un control indiscriminado de
nacimientos, es decir, a cualquier precio y de cualquier manera, sobre todo
cuando éste aparece como condición para prestar ayudas económicas;
c> Se yergue como defensora de valores inalienables: el respeto a la persona
humana, especialmente de los pobres y marginados, el aprecio de la vida, el
amor conyugal;
d> Contiene una invitación y un estímulo para la formación integral de las
personas mediante una autoeducación de los matrimonios cuyos elementos
principales son: el autodominio, el rechazo de soluciones fáciles pero
peligrosas por ser alienantes y deformadoras, la necesidad de la gracia de
Dios para cumplir la ley, la fe como animadora de la existencia y un
humanismo nuevo liberado del erotismo de la civilización burguesa.
|p11 La aplicación de la Encíclica, en la parte que se refiere a la ética
conyugal, como lo reconoce el mismo Papa, "aparecerá fácilmente a los ojos
de muchos difícil y hasta imposible en la práctica" <19>. Conscientes de
esas dificultades de todos nuestros hijos, y empeñados en ofrecer nuestro
apoyo a todos indistintamente, pero de modo particular a aquellos que
escuchan la palabra del Papa y tratan de vivir el ideal que ella propone,
indicamos los siguientes puntos:
a> La enseñanza del Magisterio en la Encíclica es clara e inequívoca sobre
la exclusión de los medios artificiales para hacer voluntariamente infecundo
el acto conyugal;
b> Pero el mismo Santo Padre reafirmó, al inaugurar esta Segunda Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano: "esta norma no constituye una ciega
carrera hacia la superpoblación; ni disminuye la responsabilidad ni la
libertad de los cónyuges, a quienes no prohíbe una honesta y razonable
limitación de la natalidad, ni impide las terapéuticas legítimas ni el
progreso de las investigaciones científicas" <20>;
c> La vida sacramental, sobretodo como un camino para una progresiva
maduración humana y cristiana del matrimonio, es un derecho y más aún un
deber, y corresponderá a nosotros, Pastores, facilitar ese camino a los
matrimonios cristianos;
d> La ayuda mutua que los matrimonios se proporcionan al reunirse,
respaldados por peritos en ciencias humanas y por sacerdotes imbuidos de
espíritu pastoral, puede ser inestimable para los que, a pesar de las
dificultades, procuran alcanzar el ideal propuesto;
e> Formulamos el propósito y procuraremos cumplirlo, no solo de prestar
"nuestro servicio a las almas en estas grandes dificultades...con corazón de
Buen Pastor" <21>, sino sobre todo de subrayar nuestra propia solidaridad
con los matrimonios que sufren, por medio de nuestra propia abnegación
personal y colectiva, en la pobreza real, en el celibato asumido con
sinceridad y vivido con seriedad y alegría, en la paciencia y dedicación a
los hombres, en la obediencia a la Palabra de Dios, y sobre todo en la
caridad llevada hasta el heroísmo.
4. RECOMENDACIONES PARA UNA PASTORAL FAMILIAR
|p12 Por varios factores históricos, étnicos, sociológicos, y hasta
caracterológicos, la institución familiar siempre tiene en América latina
una importancia global muy grande. Es cierto que en las grandes ciudades
pierde parte de esa importancia. En las áreas rurales, que forman aún la
mayor parte del continente, a pesar de todos los cambios externos, la
familia continúa desempeñando un papel primordial en lo social, en lo
cultural, lo ético y lo religioso.
Por eso, y más aún por su condición de formadora de personas, educadora en
la fe y promotora del desarrollo, pero también a fin de sanar todas las
carencias que ella padece y que tiene graves repercusiones, juzgamos
necesario dar a la pastoral familiar una prioridad en la planificación de la
Pastoral de conjunto; sugerimos que ésta sea planeada en diálogo con los
casados que, por su experiencia humana y los carismas propios del sacramento
del matrimonio, pueden ayudar eficazmente en ella.
Esta pastoral familiar debe tener, entre otras, algunas metas y
orientaciones fundamentales que a continuación enunciamos.
|p13 Procurar, desde los años de la adolescencia, una sólida educación para
el amor, que integre y al mismo tiempo sobrepase la simple educación sexual,
inculcando en los jóvenes de ambos sexos la sensibilidad y la conciencia de
los valores esenciales: amor, respeto, don de sí.
|p14 Difundir la idea y facilitar en la práctica una preparación para el
matrimonio accesible a todos los que se van a casar y tan integral como sea
posible: física, sociológica, moral y espiritual.
|p15 Elaborar y difundir una espiritualidad matrimonial basada al mismo
tiempo en una clara visión del laico en el mundo y en la Iglesia, y en una
teología del matrimonio como sacramento.
|p16 Inculcar en los jóvenes y, sobre todo, en los recién casados, la
conciencia y la convicción de una paternidad realmente responsable.
|p17 Despertar en los esposos la necesidad del diálogo conyugal que los
lleve a una unidad profunda y a un espíritu de corresponsabilidad y
colaboración.
|p18 Facilitar el diálogo entre padres e hijos que ayude a superar en el
seno de la familia el conflicto generacional y haga del hogar un lugar donde
se realice el encuentro de las generaciones <22>.
|p19 Hacer que la familia sea verdaderamente "Iglesia doméstica": comunidad
de fe, de oración, de amor, de acción evangelizadora, escuela de catequesis.
|p20 Llevar todas las familias a una generosa apertura para con las otras
familias, inclusive de confesiones cristianas diferentes; y sobre todo las
familias marginadas o en proceso de desintegración; apertura hacia la
sociedad, hacia el mundo y hacia la vida de la Iglesia.
|p21 Queremos, por fin, estimular a aquellos matrimonios que se esfuerzan
por vivir la santidad conyugal y realizan el apostolado familiar, así como a
los que, "de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad, una
prole más numerosa para educarla dignamente" <23>.
Bien planteada y bien ejecutada, mediante los movimientos familiares, tan
meritorios, o mediante otras formas, la pastoral familiar contribuirá
ciertamente a hacer de nuestras familias una fuerza viva <y no, como podría
acontecer, un peso muerto> al servicio de la construcción de la Iglesia, del
desarrollo a realizar y de las necesarias transformaciones en nuestro
continente.
|PIV EDUCACION
|p1 Esta Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que se
ha propuesto comprometer a la Iglesia en el proceso de transformación de los
pueblos latinoamericanos, fija muy especialmente suatención en la educación,
como un factor y decisivo en el desarrollo del continente.
1. CARACTERÍSTICAS DE LA EDUCACIÓN EN AMERICA LATINA
|p2 Hay que reconocer, ante todo, que se están haciendo esfuerzos muy
considerables en casi todos nuestros países, extender la educación en sus
diversos niveles, y son grandes los méritos que en ese esfuerzo corresponden
tanto a los gobiernos, como a la Iglesia y a los demás sectores responsables
de la educación.
Con todo, el panorama general de la educación se ofrece a nuestra vida con
características a la vez de drama y de reto. Al decir esto, no nos miran un
espíritu pesimista, sino un afán de superación.
Considerando la urgencia del desarrollo integral del hombre y de todos los
hombres en la gran comunidad latinoamericana, los esfuerzos educativos
adolecen de serias deficiencias e inadecuaciones.
|p3 Existe, en primer lugar, el vasto sector de los hombres "marginados" de
la cultura, los analfabetos, y especialmente los analfabetos indígenas,
privados a veces hasta el beneficio elemental de la comunicación por medio
de una lengua común. Su ignorancia es una servidumbre inhumana. Su
liberación, una responsabilidad de todos los hombres latinoamericanos. Deben
ser liberados de sus prejuicios y supersticiones, de sus complejos e
inhibiciones, de sus fanatismos, de su sentido fatalista, de su
incomprensión temerosa del mundo en que viven, de su confianza y de su
pasividad.
La tarea de educación de estos hermanos nuestros no consiste propiamente en
incorporarlos a las estructuras culturales que existen en torno de ellos, y
que pueden ser también opresores, sino en algo mucho más profundo. Consiste
en capacitarlos para que ellos mismos, como autores de su propio progreso,
desarrollen de una manera creativa y original un mundo cultural, acorde con
su propia riqueza y que sea fruto de sus propios esfuerzos. Especialmente en
el caso de los indígenas se han de respetar los valores propios de su
cultura, sin excluir el diálogo creador con otras culturas.
|p4 La educación formal, o sistemática, se extiende cada vez más a los niños
y jóvenes latinoamericanos, aunque gran número de ellos queda todavía fuera
de los sistemas escolares. Cualitativamente está lejos de ser lo que exige
nuestro desarrollo, mirando al futuro.
Sin olvidar las diferentes que existen, respecto a los sistemas educativos,
entre los diversos países del continente, nos parece que el contenido
programático es, en general, demasiado abstracto y formalista. Los métodos
didácticos están más preocupados por la transmisión de los conocimientos que
por la creación entre otros valores, de un espíritu crítico. Desde el punto
de vista social, los sistemas educativos están orientados al mantenimiento
de las estructuras sociales y económicas imperantes, más que a su
transformación. Es una educación uniforme, cuando la comunidad
latinoamericana ha despertado a la riqueza de su pluralismo humano; es
pasiva, cuando ha sonado la hora para nuestros pueblos de descubrir su
propio ser, pletórico de originalidad; está orientada a sostener una
economía basada en el ansia de "tener más" en el gozo de su
autorrealización, por el servicio y el amor.
En especial, la formación profesional de nivel intermedio y superior,
sacrifica con frecuencia la profundidad humana en aras del pragmatismo y del
inmediatismo, para ajustarse a las exigencias de los mercados de trabajo.
Este tipo de educación es responsable de poner a los hombres al servicio de
la economía, y no ésta al servicio del hombre.
|p5 En estos momentos aflora también una preocupación nueva por la educación
a-sistemática, de creciente importancia: medios de comunicación social,
movimientos juveniles y cuanto contribuye a la creación de una cierta
cultura popular y al aumento de deseo de cambio.
|p6 La democratización de la educación es un ideal que está todavía lejos de
conseguirse en todos los niveles, sobre todo en el universitario, ya que
nuestras universidades no han tomado suficientemente en cuenta las
peculiaridades latinoamericanas, trasplantado con frecuencia esquemas de
países desarrollados, y no han dado suficiente respuesta a los problemas
propios de nuestro continente. La Universidad ha conservado frecuentemente
estudios tradicionales, casi sin carreras de duración intermedia aptas para
nuestra situación socio-económica. No ha estado, siempre y en todo lugar,
debidamente abierta a la investigación ni al diálogo interdisciplinario,
indispensable para el progreso de la cultura y el desarrollo de la sociedad.
Particularmente, en cuanto a la universidad católica, señalamos una
insuficiencia en la instauración del diálogo entre la Teología y las
diversas ramas del saber, que respete la debida autonomía de las ciencias y
aporte la luz del Evangelio para la convergencia de los valores humanos en
Cristo.
|p7 La educación latinoamericana, en una palabra, está llamada a dar una
respuesta al reto del presente y del futuro, para nuestro continente. Sólo
así será capaz de liberar a nuestros hombres de las servidumbres culturales,
sociales, económicas y políticas que oponen a nuestro desarrollo. Cuando
hablamos así no perdemos de vista la dimensión sobrenatural que se inscribe
en el mismo desarrollo, el cual condiciona la plenitud de la vida cristiana.
2. EL SENTIDO HUMANISTA Y CRISTIANO DE LA EDUCACIÓN
La educación liberadora como respuesta a nuestras necesidades
|p8 Nuestra reflexión sobre este panorama, nos conduce a proponer una visión
de la educación, más conforme con el desarrollo integral que propugnamos
para nuestro continente; la llamaríamos la "educación liberadora"; esto es,
la que convierte el educando
en sujeto de su propio desarrollo. La educación es efectivamente el medio
clave para liberar a los pueblos de toda servidumbre y para hacerlos
ascender "de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas"
<1>, teniendo en cuenta que el hombre es el responsable y el "artífice
principal de su éxito o de su fracaso" <2>.
Para ello, la educación en todos sus niveles debe llegar a ser creadora,
pues hade
anticipar el nuevo tipo de sociedad que buscamos en América Latina; debe
basar sus esfuerzos en la personalización de las nuevas generaciones,
profundizando la conciencia de su dignidad humana, favoreciendo su libre
autodeterminación y promoviendo su sentido comunitario.
Debe ser abierta al diálogo, para enriquecerse con los valores que la
juventud intuye y descubre como valederos para el futuro y así promover la
comprensión de los jóvenes entre sí y con los adultos. Esto permitirá a los
jóvenes "lo mejor del ejemplo y de las enseñanzas de sus padres y maestros y
formar la sociedad del mañana" <3>.
Debe además la educación afirmar con sincero aprecio, las peculiaridades
locales y nacionales e integrarlas en la unidad pluralista del continente y
del mundo. Debe, finalmente, capacitar a las nuevas generaciones para el
cambio permanente y orgánico que implica el desarrollo.
Esta es la educación liberadora que América Latina necesita para redimirse
de las servidumbres injustas y, antes que nada, de nuestro propio egoísmo.
Esta es la educación que reclama nuestro desarrollo integral.
La educación liberadora y la misión de la Iglesia
|p9 Como toda liberación es ya un anticipo de la plena redención de Cristo,
la Iglesia de América Latina se siente particularmente solidaria con todo
esfuerzo educativo tendiente a liberar a nuestros pueblos <4>. Cristo
pascual, "imagen del Dios invisible" <5>, es la meta que el designio de Dios
establece al desarrollo del hombre, para que "alcancemos todos la estatura
del hombre perfecto" <6>.
Por esto, todo "crecimiento en humanidad" <7> nos acerca a "reproducir la
imagen del Hijo para que El sea el primogénito entre muchos hermanos" <8>.
La Iglesia, en cuanto a su misión específica, debe promover e impartir la
educación cristiana a la que todos los bautizados tienen derecho, para que
alcancen la madurez de su fe. En cuanto servidora de todos los hombres, la
Iglesia busca colaborar mediante sus miembros, especialmente laicos, en las
tareas de promoción cultural humana, en todas las formas que interesan a la
sociedad. En el ejercicio de este derecho y servicio, junto con los demás
sectores responsables, la obra educadora de la Iglesia no debe ser
obstaculizada con discriminaciones de ningún género.
Esta es la visión alentadora que sobre la educación de América Latina
presenta hoy la Iglesia. Ella, es decir, todos los cristianos, sumarán sus
esfuerzos con humildad, desinterés y deseo de servir, a la tarea de crear la
nueva educación que requieren nuestros pueblos, en este despertar de un
nuevo mundo.
3. ORIENTACIONES PASTORALES
Líneas generales
La segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano recomienda
algunos criterios y orientaciones que se juzgan fundamentales.
|p10 Reconociendo la trascendencia de la educación sistemática mediante o
colegios, para la promoción del hombre, conviene no identificar la educación
con cualquiera de los instrumentos concretos.
Dentro del concepto educativo moderno, esta trascendencia es enorme, pues la
educación es la mejor garantía del desarrollo personal y del progreso
social, ya que, conducida rectamente, no sólo prepara a los autores del
desarrollo, sino que es también ella la mejor distribuidora del fruto del
mismo que consiste en las conquistas culturales de la humanidad,
constituyéndose en el elemento más rentable de la nación.
|p11 Este concepto rebasa la mera institucionalidad de los centros docentes
y proyecta su dinámica apostólica hacia otros sectores que reclaman
urgentemente la presencia y el compromiso de la Iglesia. Por ello, esta
Conferencia Episcopal hace un llamado a los responsables de la educación
para que ofrezcan las oportunidades educativas a todos los hombres en orden
a la posesión evolucionada de su propio talento y de su propia personalidad,
a fin de que, mediante ella, logren por sí mismos su integración en la
sociedad, con plenitud de participación social, económica, cultural,
política y religiosa.
En consecuencia, exhorta a los agentes de la educación al cumplimiento de
sus deberes y a la custodia de sus derechos. La Iglesia, a su vez, por su
misión de servicio, se compromete a utilizar todos los medios a su alcance.
|p12 Se dirige, en primer lugar, a los padres de familia, "Los primeros y
principales educadores" <19>. No pueden quedar marginados del proceso
educativo. Es urgente ayudarles a tomar conciencia de sus deberes y
derechos, y facilitarles la participación directa en las actividades y aún
en la organización de los centros docentes, a través de las Asociaciones de
Padres de Familia, que deben ser creadas o fomentadas donde ya existen, a
nivel local, nacional e internacional.
|p13 Por lo que se refiere a los educandos insiste en que se tome en cuenta
su problemática. La juventud pide ser oída con relación a su propia
formación. Es preciso no olvidar, que el alumno tiende a su
auto-perfeccionamiento y por ello se le deben presentar los valores, para
que él tome una actitud de aceptación personal frente a los mismos. La
autoeducación, que debe ser sabiamente ordenada, es un requisito
indispensable para lograr la verdadera comunidad de educandos.
|p14 En cuanto a los educadores se debe, ante todo, valorar su misión
decisiva en la transformación de la sociedad y llegar a una decisión
consciente y valiente, en la preparación, selección y promoción del
profesorado.
La selección y promoción deberá insistir fundamentalmente en las dotes
humanas de personalidad y actitud de servicio en permanente evolución; y
para la preparación debe la Iglesia Latinoamericana apoyar los institutos de
formación del personal docente, confesional o no.
Debe además, la Iglesia trabajar para que se les retribuya convenientemente
con todas las prestaciones sociales y colaborando con ellos en sus justos
reclamos.
|p15 Dentro de la comunidad educativa ocupan hoy lugar preferente los grupos
juveniles que salvan la distancia creciente entre el mundo adulto y el mundo
de los jóvenes. Por ello esta Conferencia Episcopal recomienda la formación
de movimientos juveniles que realicen toda clase de actividades, de acuerdo
con sus propios intereses y con una suficiente, gradual y cada vez mayor
dirección de los propios jóvenes. Además estima que debe darse oportunidad a
los que tengan cualidades humanas para formarse como líderes.
|p16 La Iglesia toma conciencia de la suma importancia de la Educación de
Base. En atención al gran número de analfabetos y marginados en América
Latina, la Iglesia, sin escatimar sacrificio alguno, se comprometerá a la
Educación de Base, la cual aspira no sólo a alfabetizar, sino a capacitar al
hombre para convertirlo en agente de su desarrollo integral.
Con relación a la escuela
|p17 La Iglesia, servidora de la humanidad, se ha preocupado, a través de la
historia, de la educación, no sólo catequética, sino integral del hombre. La
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reafirma esta
actitud de servicio y proseguirá preocupándose por medio de sus Institutos
Educacionales, a los cuales reconoce plena validez, de continuar esta labor
adaptada a los cambios históricos. Asimismo alienta a los educadores
católicos y congregaciones docentes a proseguir incansablemente en su
abnegada función apostólica y exhorta a su renovación y actualización,
dentro de la línea propuesta por el Concilio y por esta misma Conferencia.
En consecuencia recomienda la obtención de los títulos correspondientes al
ejercicio de su profesión educadora.
|p18 Procúrase aplicar la recomendación del Concilio frente a una efectiva
democratización de la escuela católica, de tal manera que todos los sectores
sociales, sin discriminación alguna, tengan acceso a ella y adquieren en la
misma una auténtica conciencia social que informe su vida.
|p19 La escuela católica deberá:
a> Ser una verdadera comunidad formada por todos los elementos que la
integran;
b> Integrarse en la comunidad local y estar abierta a la comunidad nacional
y latinoamericana;
c> Ser dinámica y viviente, dentro de una oportuna y sincera experimentación
renovadora;
d> Estar abierta al diálogo ecuménico;
e> Partir de la escuela para llegar a la comunidad, transformando la misma
escuela en centro cultural, social y espiritual de la comunidad; partir de
los hijos para llegar a los padres y a las familias; partir de la educación
escolar, para llegar a los demás medios de educación.
|p20 En orden a lograr una escuela católica, abierta y democrática, esta
Conferencia Episcopal apoya el derecho que los padres y los alumnos tienen
de escoger su propia escuela y de obtener los medios económicos pertinentes,
dentro de las exigencias del bien común.
Con relación a la Universidad Católica
|p21 La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano recuerda
a las universidades católicas: que deben ser ante todo Universidades, es
decir, órganos superiores, consagrados a la investigación y a la enseñanza,
donde la búsqueda de la verdad sea un trabajo común entre profesores y
alumnos y así se cree la cultura en sus diversas manifestaciones.
Para lograr el fin anteriormente enunciado, las universidades católicas
deben instituir el diálogo de las disciplinas humanas entre sí, por una
parte, y con el saber teológico por otra, en íntima comunión con las
exigencias más profundas del hombre y de la sociedad, respetando el método
propio de cada disciplina.
Para ello la enseñanza teológica debe estar en todos los sectores de la
universidad en armónica integración. Procurarán tener a este efecto su
propia Facultad de Teología, o por lo menos, un Instituto superior de
formación teológica <10>.
|p22 De acuerdo con el Concilio Vaticano II, las universidades católicas han
de esforzarse por integrar activamente a sus profesores, alumnos y graduados
en la comunidad universitaria, suscitando su respectiva responsabilidad y
participación en la vida y quehacer universitario, en la medida en que las
circunstancias concretas lo aconsejan.
|p23 La Universidad debe estar integrada en la vida nacional y responder con
espíritu creador y valentía a las exigencias del propio país. Deberá
auscultar las necesidades reales, para la creación de sus facultades e
institutos y para establecer las carreras intermedias de capacitación
técnica, en vista al desarrollo de la comunidad, de la Nación y del
continente.
|p24 Para la constante renovación de las tareas universitarias es importante
promover una permanente evaluación de los métodos y estructuras de nuestras
universidades.
Con relación al planeamiento
|p25 Dada la complejidad actual de los problemas educacionales en los países
latinoamericanos, la pastoral educacional no puede concebirse como una serie
de actividades y normas desconectadas, sino como resultados de un verdadero
planeamiento, continuamente renovado, compuesto de los siguientes elementos:
a> Reconocimiento de las urgencias en la Pastoral de conjunto;
b> Elaboración de las metas educacionales, fijando las prioridades;
c> Censo y ordenamiento de los recursos humanos disponibles;
d> Censo de los instrumentos y medios institucionales, financieros y otros;
e> Elaboración de las etapas del plan.
|p26 En los asuntos de pastoral educacional es conveniente que se procure
gradualmente, dentro del respeto a personas y grupos, una adecuada
articulación entre los organismos episcopales de educación y los organismos
correspondientes de las Conferencias de Religiosos y de las Federaciones de
Colegios Católicos.
|p27 Compete a los cristianos estar presentes en todas las posibles
iniciativas del campo de la educación y de la cultura e informarlas para que
a todos llegue el plan divino de la salvación.
|p28 Para atender a gran número de alumnos de las universidades y escuelas
no católicas será necesario organizar equipos de sacerdotes, de religiosos o
de laicos educadores, responsables de tareas apostólicas de esas
instituciones.
|p29 La actitud de la Iglesia en el campo de la educación, no puede ser la
de contraponer la escuela confesional a la no confesional, la escuela -
privada - a la oficial, sino la de colaboración abierta y franca entre
escuela y escuela, universidad y universidad, entre las escuelas y las
iniciativas extraescolares de formación de educación, entre los planes de
educación de la Iglesia y los del Estado; "colaboración que exige el bien de
la comunidad universal de los hombres" <11>. Esta coordinación no constituye
peligro para el carácter confesional de las escuelas católicas; antes bien
es un deber post-conciliar de las mismas, según el nuevo concepto de
presencia de la Iglesia en el mundo de hoy,
|p30 La Iglesia debe procurar prioritariamente el mejoramiento de las
universidades católicas existentes, antes de promover la creación de nuevas
instituciones.
|p31 Búsquese también una coordinación efectiva entre las instituciones
educacionales de la Iglesia y los organismos nacionales e internacionales,
interesados en la educación.
|PV LA JUVENTUD
1. SITUACIÓN DE LA JUVENTUD
|p1 La juventud, tema "digno del máximo interés y de grandísima actualidad"
<1>, constituye hoy no solo el grupo más numeroso de la sociedad
latinoamericana, sino también una gran fuerza nueva de presión.
Ella se presenta, en gran parte del continente, como un nuevo cuerpo social
<con riesgo de detrimento en la relación con los otros cuerpos>, portador de
sus propias ideas y valores y de su propio dinamismo interno. Busca
participar activamente, asumiendo nuevas responsabilidades y funciones,
dentro de la comunidad latinoamericana.
Con frecuencia, la imposibilidad de participación en la vida de la sociedad,
provoca en ella una cierta obligada marginalidad.
|p2 Vive en una época de crisis y de cambios que son causa de conflictos
entre las diversas generaciones <2>. Conflictos que están exigiendo un
sincero esfuerzo de comprensión y diálogo, tanto de parte de los jóvenes
como de los adultos. Se trata de una crisis que abarca todos los órdenes y
que a la par que produce un efecto purificador, entraña también
frecuentemente la negación de grandes valores.
|p3 Mientras un sector de la juventud acepta pasivamente las formas
burguesas de la sociedad <dejándose llevar a veces por el indiferentismo
religioso>, otro rechaza con marcado radicalismo el mundo que han plasmado
sus mayores por considerar su estilo de vida falto de autenticidad; rechaza
igualmente una sociedad de consumo que masifica y
deshumaniza al hombre. Esta insatisfacción crece más y más.
La juventud, particularmente sensible a los problemas sociales reclama los
cambios profundos y rápidos que garanticen una sociedad más justa; reclamos
que a menudo se siente tentada a expresar por medio de la violencia <3>. Es
un hecho comprobable que el excesivo idealismo de los jóvenes los expone
fácilmente a la acción de grupos de diversas tendencias extremistas <4>.
|p4 Los jóvenes son más sensibles que los adultos a los valores positivos
del proceso de secularización. Se esfuerzan por construir un mundo más
comunitario que vislumbran quizás con más claridad que los mayores. Están
más abiertos a una sociedad pluralista y a una dimensión más universal de la
fraternidad.
Su actitud religiosa se caracteriza por el rechazo de una imagen desfigurada
de Dios que a veces les ha sido presentada y por la búsqueda de auténticos
valores evangélicos.
|p5 Frecuentemente los jóvenes identifican a la Iglesia con los obispos y
los sacerdotes. Al no habérseles llamado a una plena participación en la
comunidad eclesial, no se consideran ellos mismos Iglesia. El lenguaje
ordinario de transmisión de la Palabra <predicaciones, escritos pastorales>,
les resulta a menudo extraño y por lo mismo no tiene mayor repercusión en
sus vidas.
Esperan de los Pastores no sólo que difundan principios doctrinales sin que
los corroboren con actitudes y realizaciones concretas. Se da el caso de
jóvenes que condicionan la adhesión a sus pastores a la coherencia de sus
actitudes con la dimensión social del Evangelio. "El mundo, dice Pablo VI,
nos observa hoy de modo particular con relación a la pobreza, a la sencillez
de vida..." <5>.
|p6 La tendencia a reunirse en grupos o comunidades juveniles se muestra
cada vez más fuerte dentro de la dinámica de los movimientos juveniles en
Latinoamérica; rechazan los jóvenes las organizaciones demasiado
institucionalizadas, las estructuras rígidas y las formas de agrupación
masiva.
Las comunidades juveniles arriba mencionadas se caracterizan, en general,
por ser grupos naturales <a "medida humana">, de reflexión evangélica y
revisión de vida, en torno a un compromiso cristiano ambiental.
|p7 Sin desconocer el significado de las acciones masivas entre los jóvenes,
el excesivo valor de la Jerarquía otorga a veces a sus resultados <cuya
importancia es sobre todo numérica> dificulta la tarea de aquellos
movimientos educativos y apostólicos que se esfuerzan por una presencia de
fermento e irradiación.
|p8 Los movimientos juveniles esperan de la Jerarquía de la Iglesia mayor
apoyo moral, cuando se comprometen en la aplicación concreta de los
principios de doctrina social enunciados por los Pastores.
|p9 En síntesis: la juventud aporta indudablemente un conjunto de valores,
acompañados no obstante de aspectos negativos.
Cabe mencionar, en primer término, una tendencia a la personalización,
conciencia de sí mismos, creatividad, que por contraste los lleva a rechazar
los valores de la tradición. Poseen un idealismo excesivo que los lleva a
desconocer realidades innegables que han de ser aceptadas, y a adoptar un
inconformismo radical cuyas manifestaciones características se dan casi en
todos los países y que los impulsa a pretender construir todo de nuevo con
prescindencia absoluta del pasado.
Característica de la juventud es también la espontaneidad que la lleva a una
menosprecio no siempre justificado de las formas institucionales, de las
normas, de la autoridad y del formalismo.
Presenta, finalmente, un conjunto de valores en el plano de la relación
comunitaria, v. gr., ciertas formas de responsabilidad, una voluntad de
autenticidad y de sinceridad, una aceptación de los demás, tales como son y
un franco reconocimiento del carácter pluralista de la sociedad. Esta
tendencia comunitaria, por otra parte, le hace correr el peligro de
encerrarse en pequeños grupos agresivos.
2. CRITERIOS BÁSICOS PARA UNA ORIENTACIÓN PASTORAL
|p10 Antes de pasar a considerar las actitudes concretas que deben adoptarse
con relación a la juventud, será oportuno esbozar la visión general que de
ella tiene la Iglesia.
La Iglesia ve en la juventud la constante renovación de la vida de la
humanidad y describe en ella un significado de sí misma: "La Iglesia es la
verdadera juventud del mundo" <6>.
|p11 Ve en efecto en la juventud el renovado comienzo y la persistencia de
la vida, o sea, una forma de superación de la muerte.
Esto no tiene sólo un sentido biológico sino también socio-cultural,
sicológico y espiritual.
En efecto, frente a las culturas que muestran signos de vejez y caducidad,
la juventud está llamada a aportar una revitalización; a mantener una "fe en
la vida" <7>, a conservar su "facultad de alegrarse con lo que comienza"
<8>. Ella tiene la tarea de reintroducir permanentemente el "sentido de la
vida" <9>. Renovar las culturas y el espíritu, significa aportar y mantener
vivos nuevos sentidos de la existencia. La juventud está, pues, llamada a
ser como una perenne "reactualización de la vida".
|p12 En la juventud así entendida, descubre también la Iglesia un signo de
sí misma.
Un signo de su fe, pues la fe es la interpretación escatológica de la
existencia, su sentido pascual, y por ello, la "novedad" que encierra el
Evangelio. La fe, anuncio del nuevo sentido de las cosas, es la renovación y
rejuvenecimiento de la humanidad. Desde esta perspectiva la Iglesia invita a
los jóvenes "a sumergirse en las claridades de la fe" <10> y de este modo a
introducir la fe en el mundo para vencerlas formas espirituales de muerte,
es decir "las filosofías del egoísmo, del placer, de la desesperanza y de la
nada" <11>, filosofías que implantan en la cultura formas viejas y caducas.
Es la juventud un símbolo de la Iglesia, llamada a una constante renovación
de sí misma, o sea a un incesante rejuvenecimiento <12>.
3. RECOMENDACIONES PASTORALES
|p13 La Iglesia, adoptando una actitud francamente acogedora hacia la
juventud, habrá de discernir los aspectos positivos y negativos que presenta
en la actualidad.
Por una parte quiere auscultar atentamente las actitudes de los jóvenes que
son manifestación de los signos de los tiempos: la juventud enuncia valores
que renuevan las diversas épocas de la historia; quiere aceptarla con gozo
en su seno y en sus estructuras y promoverlas hacia una activa participación
en las tareas humanas y espirituales.
Por otra parte, en consonancia con las ansias de sinceridad que muestra la
juventud, hay que llamarla a una constante profundización de su autenticidad
y a una autocrítica de sus propias deficiencias, presentándole a la vez los
valores permanentes para que sean reconocidos por ella.
Todo esto manifiesta la sincera voluntad de la Iglesia de adoptar una
actitud de diálogo con la juventud. Dentro de esta línea pastoral, la
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reconociendo en
la juventud no sólo su fuerza numérica, sino también su papel cada vez más
decisivo en el proceso de transformación del continente, así como su papel
irreemplazable en la misión profética de la Iglesia, formula recomendaciones
pastorales relativas a la juventud en general y a los movimientos juveniles
en particular.
Con respecto a la juventud en general
|p14 Desarrollar, en todos los niveles, en los sectores urbanos y rural,
dentro de la Pastoral de conjunto, una auténtica pastoral de juventud. Esta
pastoral ha de tender a la educación de la fe de los jóvenes a partir de su
vida, de modo que les permita su plena participación en la comunidad
eclesial, asumiendo consciente y cristianamente su compromiso temporal.
Esta pastoral implica:
a> La necesidad de elaborar una pedagogía orgánica de la juventud, a través
de la cual se estimulen en los jóvenes una sólida formación humana y
cristiana y los esfuerzos por
forjarse una auténtica personalidad. Personalidad que los capacite, por una
parte, para asimilar con criterios lúcidos y verdadera libertad, todos los
elementos positivos de las influencias que reciben a través de los distintos
medios de comunicación social y que les permita, por otra, frente al proceso
de despersonalización y masificación que acecha de modo particular a la
juventud. Pedagogía que eduque también en el sentido <valor y relatividad>
de lo institucional;
b> La necesidad de un conocimiento de la realidad socio-religiosa de la
juventud, constantemente actualizado;
c> La necesidad de promover centros de investigación y estudio en lo
referente a la participación de la juventud en la solución de los problemas
del desarrollo;
d> En particular, por parte de los ministros de la Iglesia, un diálogo
sincero y permanente con la juventud, tanto de movimientos organizados, como
sectores no organizados, a través de los Consejos Pastorales u otras formas
de diálogo.
|p15 La actitud de diálogo implica la respuesta a los legítimos y vehementes
reclamos pastorales de la juventud, en los que ha de reconocerse un llamado
de Dios. De allí que esta Conferencia Episcopal recomiende:
a> Que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una
Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder
temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo hombre y de
todos los hombres;
b> Que la predicación, los escritos pastorales y, en general, el lenguaje de
la Iglesia sean simples y actuales, teniendo en cuenta la vida real de los
hombres de nuestro tiempo;
c> Que se viva en la Iglesia, en todos los niveles, un sentido de la
autoridad, con carácter de servicio, exento de autoritarismo.
|p16 Procurar que en todos los centros educacionales de la Iglesia y en
aquellos otros donde ella debe realizar su presencia, se capacite a los
jóvenes, a través de una auténtica orientación vocacional <que tenga en
cuenta los diferentes estados de vida> para asumir su responsabilidad
social, como cristianos en el proceso de cambio latinoamericano.
Con respecto a los movimientos juveniles
|p17 Que se tenga muy en cuenta la importancia de las organizaciones y
movimientos católicos de juventud, en particular aquellos de índole nacional
e internacional.
Que se les conceda una mayor confianza a los dirigentes laicos y se
reconozca la autonomía propia de los movimientos seglares.
Que se los consulte en la elaboración de la pastoral juvenil, a nivel
diocesano, nacional y continental.
Que se estimule su acción evangelizadora en la transformación de las
personas y de las estructuras.
Que se favorezcan sus esfuerzos en vista a la formación de líderes de la
comunidad.
Que se haga una distribución más racional de los sacerdotes que permita una
mejor atención de los movimientos juveniles.
Que se dé a la formación de asesores de juventud <sacerdotes, religiosos,
religiosas y laicos> la importancia que tienen en un continente con mayoría
de jóvenes.
|p18 Que se favorezca en todos los niveles el encuentro, el intercambio y la
acción en común de los movimientos y organizaciones juveniles católicos con
otras instituciones de juventud.
|p19 Que se alienten las iniciativas de carácter ecuménico, entre los grupos
y organizaciones de juventud, según las orientaciones de la Iglesia.
|p20 Que se considere la posibilidad y la conveniencia de contar con la
colaboración de seglares, y entre ellos de jóvenes, con carácter de
consultores, en los distintos Departamentos del CELAM.
|PVI PASTORAL POPULAR
1. SITUACIÓN
|p1 En la gran masa de bautizados de América Latina, las condiciones de fe,
creencias y prácticas cristianas son muy diversas, no sólo de un país a
otro, sino entre regiones de un mismo país, y entre los diversos niveles
sociales. Se encuentran grupos étnicos semi-paganizados; masas campesinas
que conservan una profunda religiosidad y masas de marginados con
sentimientos religiosos, pero de muy baja práctica cristiana.
Hay un proceso de transformación cultural y religiosa. La evangelización del
continente experimenta serias dificultades, que se ven agravadas por la
explosión demográfica, las migraciones internas, los cambios
socio-culturales, la escasez de personal apostólico y la deficiente
adaptación de las estructuras eclesiales.
Hasta ahora se ha contado principalmente con una pastoral de conservación,
basada en una sacramentalización con poco énfasis en una previa
evangelización. Pastoral apta sin duda en una época en que las estructuras
sociales coincidían con las estructuras religiosas, en que los medios de
comunicación de valores <familia, escuela y otros> estaban impregnados de
valores cristianos y donde la fe transmitía casi por la misma inercia de la
tradición.
Hoy, sin embargo, las mismas transformaciones del continente exigen una
revisión de esa pastoral, a fin de que se adapte a la diversidad y
pluralidad culturales del pueblo latinoamericano.
|p2 La expresión de la religiosidad popular es fruto de una evangelización
realizada desde el tiempo de la Conquista, con características especiales.
Es una religiosidad de votos y promesas, de peregrinaciones y de un
sinnúmero de devociones, basada en la recepción de los sacramentos,
especialmente del bautismo y de la primera comunión, recepción que tiene más
bien repercusiones sociales que un verdadero influjo en el ejercicio de la
vida cristiana.
Se advierte en la expresión de la religiosidad popular una enorme reserva de
virtudes auténticamente cristianas, especialmente en orden a la caridad, aún
cuando muestre deficiencias su conducta moral. Su participación en la vida
cultual oficial es casi nula y su adhesión a la organización de la Iglesia
es muy escasa.
Esta religiosidad, más bien de tipo cósmico, en la que Dios es respuesta a
todas las incógnitas y necesidades del hombre, puede entrar en crisis, y de
hecho ya ha comenzado a entrar, con el conocimiento científico del mundo que
nos rodea.
|p3 Esta religiosidad pone a la Iglesia ante el dilema de continuar siendo
Iglesia universal o de convertirse en secta, al no incorporar vitalmente a
sí, a aquellos hombres que se expresan con ese tipo de religiosidad. Por ser
Iglesia, y no secta, deberá ofrecer su mensaje de salvación a todos los
hombres, corriendo quizás el riesgo de que no todos lo acepten del mismo
modo y en la misma intensidad.
Los grados de pertenencia en toda sociedad humana son diversos; las
lealtades, el sentido de solidaridad, no se expresan siempre del mismo modo.
En efecto, los distintos grupos de personas captan de modo diverso los
objetivos de la organización y responden de distintas maneras a los valores
y normas que el grupo profesa.
Por otra parte la sociedad contemporánea manifiesta una tendencia
aparentemente contradictoria; una inclinación a las expresiones masivas en
el comportamiento humano y, simultáneamente, como una reacción, una
tendencia hacia las pequeñas comunidades donde pueden realizarse como
personas.
Desde el punto de vista de la vivencia religiosa sabemos que no todos los
hombres aceptan y viven el mensaje religioso de la misma manera. Aun a nivel
personal, un mismo hombre experimenta etapas distintas en su respuesta a
Dios y, a nivel social, no todos manifiestan su religiosidad ni su fe de un
modo unívoco. El pueblo necesita expresar su fe de un modo simple,
emocional, colectivo.
|p4 Al enjuiciar la religiosidad popular no podemos partir de una
interpretación cultural occidentalizada, propia de las clases media y alta
urbanas, sino del significado que esa religiosidad tiene en el contexto de
la subcultura de los grupos rurales y urbanos marginados.
Sus expresiones pueden estar deformadas y mezcladas en cierta medida con un
patrimonio religioso ancestral, donde la tradición ejerce un poder casi
tiránico; tienen el peligro de ser fácilmente influidas por prácticas
mágicas y supersticiones que revelan un carácter más bien utilitario y un
cierto temor a lo divino, que necesitan de la intercesión de seres más
próximos al hombre y de expresiones más plásticas y concretas. Esas
manifestaciones religiosas pueden ser, sin embargo, balbuceos de una
auténtica religiosidad, expresada con los elementos culturales de que se
dispone.
En el fenómeno religioso existen motivaciones distintas que, por ser
humanas, son mixtas, y pueden responder a deseos de seguridad, contingencia,
importancia, y simultáneamente a necesidad de adoración, gratitud hacia el
Ser Supremo. Motivaciones que se plasman y expresan en símbolos diversos. La
fe llega al hombre envuelta siempre en un lenguaje cultual y por eso en la
religiosidad natural pueden encontrarse gérmenes de un llamado de Dios.
En su camino hacia Dios, el hombre contemporáneo se encuentra en diversas
situaciones, Esto reclama de la Iglesia, por una parte, una adaptación de su
mensaje y por lo tanto diversos modos de expresión en la presentación del
mismo. Por otra, exige a cada hombre, en la medida de lo posible, una
aceptación más personal y comunitaria del mensaje de la revelación.
2. PRINCIPIOS TEOLÓGICOS
|p5 Una pastoral popular se puede basar en los criterios teológicos que a
continuación se enuncian.
La fe, y por consiguiente la Iglesia, se siembran y crecen en la
religiosidad culturalmente diversificada de los pueblos. Esta fe, aunque
imperfecta, puede hallarse aún en los niveles culturales más bajos.
Corresponden precisamente a la tarea evangelizadora de la Iglesia descubrir
en esa religiosidad la "secreta presencia de Dios" <1>, el "destello de
verdad que ilumina a todos" <2>, la luz del Verbo, presente ya antes de la
encarnación o de la predicación apostólica, y hacer fructificar esa
simiente.
Sin romper la caña quebrada y sin extinguir la mecha humeante <3>, la
Iglesia acepta con gozo y respeto, purifica e incorpora al orden de la fe,
los diversos "elementos religiosos y humanos" <4> que se encuentran ocultos
en esa religiosidad como "semillas del Verbo" <5>, y que constituyen o
pueden constituir una "preparación evangélica" <6>.
|p6 Los hombres adhieren a la fe y participan en la Iglesia en diversos
niveles. No se ha de suponer fácilmente la existencia de la fe detrás de
cualquier expresión religiosa aparentemente cristiana. Tampoco ha de negarse
arbitrariamente el carácter de verdadera adhesión creyente y de
participación eclesial real, una cuando débil, a toda expresión que
manifieste elementos espurios o motivaciones temporales, aun egoístas. En
efecto, la fe, como acto de una humanidad peregrina en el tiempo, se ve
mezclada en la imperfección de motivaciones mixtas.
|p7 Es igualmente propio de la fe, aún incipiente y débil, un dinamismo y
una exigencia que la llevan a superar constantemente sus motivaciones
inauténticas para afirmarse en otras más auténticas. Pertenece, pues, al
acto de fe, bajo el impulso del Espíritu Santo, aquel dinamismo interior por
el que tiende constantemente a perfeccionar el momento de apropiación
salvífica convirtiéndolo en acto de donación y entrega absoluta de sí.
|p8 Por consiguiente, la Iglesia de América Latina, lejos de quedar
tranquila con la idea de que el pueblo en su conjunto posee ya la fe, y de
estar satisfecha con la tarea de conservar la fe del pueblo en sus niveles
inferiores, débiles y amenazados, se propone y establece seguir una línea de
pedagogía pastoral que:
a> Asegure una seria re-evangelización de las diversas áreas humanas del
continente;
b> Promueva constantemente una re-conversión y una educación de nuestro
pueblo en la fe a niveles cada vez más profundos y maduros, siguiendo el
criterio de una pastoral dinámica, que en consonancia con la naturaleza de
la fe, impulse al pueblo creyente hacia la doble dimensión personalizante y
comunitaria.
|p9 Según la voluntad de Dios los hombres deben santificarse y salvarse no
individualmente, sino constituidos en comunidad <7>. Esta comunidad es
convocada y congregada en primer lugar por el anuncio de la Palabra del Dios
vivo <8>. Sin embargo, "no se edifica ninguna comunidad cristiana si ella no
tiene por raíz y quicio la celebración de la Santísima Eucaristía" <9>,
"mediante la cual la Iglesia continuamente vive y crece" <10>.
3. RECOMENDACIONES PASTORAL
|p10 Que se realicen estudios serios y sistemáticos sobre la religiosidad
popular y sus manifestaciones, sea en universidades católicas, sea en otros
centros de investigación socio-religiosa.
|p11 Que se estudie y realice una pastoral litúrgica y catequética adecuada,
no sólo de pequeños grupos, sino de la totalidad del pueblo de Dios,
partiendo de un estudio de las subculturas propias, de las exigencias y de
las aspiraciones de los hombres.
|p12 Que se impregnen las manifestaciones populares, como romerías,
peregrinaciones, devociones diversas, de la palabra evangélica. Que se
revisen muchas de las devociones a los santos para que no sean tomados sólo
como intercesores sino también como modelos de vida de imitación de Cristo.
Que las devociones y los sacramentales no lleven al hombre a una aceptación
semi-finalista sino que lo eduquen para ser co-creador y gestor con Dios de
su destino.
|p13 Que se procure la formación del mayor número de comunidades eclesiales
en las parroquias, especialmente rurales o de marginados urbanos.
Comunidades que deben basarse en la Palabra de Dios y realizarse, en cuanto
sea posible, en la celebración eucarística, siempre en comunión con el
obispo y bajo su dependencia.
La comunidad se formará en la medida en que sus miembros tengan un sentido
de pertenencia <de "nosotros"> que los lleve a ser solidarios en una misión
común, y logren una participación activa, consciente y fructuosa en la vida
litúrgica y en la convivencia comunitaria. Para ello es menester hacerlos
vivir como comunidad, inculcándoles un objetivo común: el de alcanzar la
salvación mediante la vivencia de la fe y del amor.
|p14 Para la necesaria formación de estas comunidades, que se ponga en
vigencia cuanto antes el diaconado permanente y se llame a una participación
más activa en ellas a los religiosos, religiosas, catequistas especialmente
preparados y apóstoles seglares.
|p15 La pastoral popular deberá tender a una exigencia cada vez mayor para
lograr una personalización y vida comunitaria, de modo pedagógico,
respetando las etapas diversas en el caminar hacia Dios. Respeto que no
significa aceptación e inmovilismo, sino llamado repetido a una vivencia más
plena del Evangelio, y una conversión reiterada. A este fin, que se
estructuren organismos pastorales necesarios y convenientes <nacionales,
diocesanos, parroquiales>, y que se subraye la importancia de los medios de
Comunicación Social para una catequesis apropiada. Finalmente, que se
estimulen las misiones basadas sobre todo en los núcleos familiares o de
barrios, que den un sentido de la vida más de acuerdo con las exigencias del
Evangelio.
|PVII PASTORAL DE LAS ELITES
1. HECHOS
|p1 Las élites son, en nuestro contexto, de modo general: los grupos
dirigentes más adelantados, dominantes en el plano de la cultura, de la
profesión, de la economía y del poder; de modo especial: dentro de estos
mismos grupos, las minorías comprometidas que ejercen una influencia actual
o potencial en los distintos niveles de decisión cultural, profesional,
económica, social o política <1>.
|p2 Conscientes de la dificultad de presentar una clasificación adecuada,
señalamos, sin embargo, como pertenecientes a la élite cultural, los
artistas, hombres de letras y universitarios <profesores y estudiantes>; a
la élite profesional, los médicos, abogados, educadores <profesionales
liberales>, ingenieros, agrónomos, planificadores, economistas, expertos
sociales, técnicos de comunicación social <tecnólogos>; a la élites
económico-social, los industriales, banqueros, líderes sindicales <obreros y
campesinos>, empresarios, comerciantes, hacendados; a la élite de los
poderes políticos y militares: los políticos, los que ejercen el poder
judicial, los militares.
|p3 Partiendo del punto de vista de que se trata, en general, de círculos
específicos y compactos, conviene examinar en primer término sus actitudes,
mentalidades y enucleaciones en función del cambio social, para considerar
posteriormente las manifestaciones de su fe, su espíritu eclesial y también
social, en confrontación con la pastoral actual de la Iglesia, señalando,
finalmente, algunas recomendaciones pastoral.
|p4 Hemos comprobado que resulta difícil realizar un análisis exacto y
profundo, por la carencia de datos precisos, en estos diferentes campos.
Para un análisis de este tipo, sería necesario escuchar más a los técnicos y
a los laicos. Sin embargo, presentamos las siguientes observaciones.
Tipos
|p5 Por razón de método, y teniendo en cuenta el carácter relativo de toda
tipología - que comporta necesariamente matices y simplificaciones - y
tratándose de una clasificación en función del cambio social, señalaremos
los siguientes grupos: los tradicionalistas o conservadores, los
desarrollistas y los revolucionarios que pueden ser marxistas, izquierdistas
no marxistas o ideológicamente indefinidos <2>.
|p6 Los tradicionalistas o conservadores manifiestan poca o ninguna
conciencia social, tienen mentalidad burguesa y por lo mismo no cuestionan
las estructuras sociales. En general se preocupan por mantener sus
privilegios que ellos identifican con el "orden establecido". Su actuación
en la comunidad posee un carácter paternalista y asistencial, sin ninguna
preocupación por la modificación del statu-quo.
Sin embargo, algunos conservadores actúan muchas veces bajo el influjo del
poder económico nacional o internacional, con alguna preocupación
desarrollista.
Se trata de una mentalidad que frecuentemente se detecta en algunos medios
profesionales, en sectores económico-sociales y del poder establecido. Esta
hace que varios sectores gubernamentales actúen en beneficio de los grupos
tradicionalistas o conservadores, lo que a veces da lugar a la corrupción y
a la ausencia de un sano proceso de personalización y socialización de las
clases populares. Las fuerzas militares apoyan en diversas partes esta
estructura y, a veces, intervienen para reforzarla.
|p7 Los desarrollistas se ocupan preferentemente de los medios de
producción, que según ellos deben ser modificados en calidad y cantidad.
Atribuyen gran valor a la tecnificación y al planeamiento de la sociedad.
Sostienen que el pueblo marginado debe ser integrado en la sociedad, como
productor y consumidor. Ponen más énfasis en el progreso económico que en la
promoción social del pueblo, en vista de la participación de todos en las
decisiones que interesan al orden económico y político.
Es la mentalidad que se observa con frecuencia entre los tecnólogos y las
varias Agencias que procuran el desarrollo de los países.
|p8 Los revolucionarios cuestionan la estructura económico-social. Desean su
cambio
radical, tanto en los objetivos como en los medios. Para ellos, el pueblo es
o debe ser el sujeto de este cambio, de modo que participe en las decisiones
para el ordenamiento de todo el proceso social. Esta actitud puede
observarse con mayor frecuencia entre los intelectuales, investigadores
científicos y universitarios.
Actitudes de la fe
|p9 Reconociendo que en todos estos ambientes muchos viven en fe conforme a
su conciencia, y aún realizan un trabajo positivo de concientización y
promoción humana, notamos, desde el punto de vista del cambio social,
ciertas manifestaciones de esta fe.
|p10 En el grupo de los conservadores o tradicionalistas, se encuentra con
más frecuencia la separación entre fe y responsabilidad social. La fe
aparece más como una adhesión a un credo y a principios morales. La
pertenencia a la Iglesia es más de tipo tradicional y, a veces, interesada.
Dentro de estos grupos, más que verdadera crisis de fe, se da crisis de
religiosidad.
|p11 Entre los desarrollistas pueden encontrarse diversas ganas de fe, desde
el indiferentismo hasta la vivencia personal. Tienden a considerar a la
Iglesia como instrumento más o menos favorable al desarrollo. En estos
grupos se percibe más claramente el impacto de la desacralización debida a
la mentalidad técnica.
Es de notar en algunos de estos grupos, especialmente entre los
universitarios y los profesionales jóvenes, una tendencia que desemboca en
el indiferentismo religioso o en una visión humanística que excluye la
religión, debido sobre todo a su preocupación por los problemas sociales.
|p12 Los revolucionarios tienden a identificar unilateralmente le fe con la
responsabilidad social. Poseen un sentido muy vivo de servicio para con el
prójimo, a la vez que experimentan dificultades en la relación personal con
Dios trascendente en la expresión litúrgica de la fe. Dentro de estos grupos
se da con más frecuencia una crisis de fe. En cuanto a la Iglesia, critican
determinadas formas históricas y algunas manifestaciones de los
representantes oficiales de la Iglesia en su actitud frente a lo social y en
su vivencia concreta en este mismo orden.
2. PRINCIPIOS
|p13 En todos estos ambientes, la evangelización debe orientarse hacia la
formación de una fe personal, adulta, interiormente formada, operante y
constantemente confrontada con los desafíos de la vida actual en esta fase
de transición.
Esta evangelización debe estar en relación con los "signos de los tiempos".
No puede ser atemporal ni ahistórica. En efecto, los "signos de los
tiempos", que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden
social, constituyen un "lugar teológico" e interpelaciones de Dios.
Por otra parte, esta evangelización se debe realizar a través del testimonio
personal y comunitario que se expresará, de manera especial, en el contexto
del mismo compromiso temporal.
La evangelización de que venimos hablando debe explicar los valores de
justicia y fraternidad, contenidos en las aspiraciones de nuestros pueblos,
en una perspectiva escatológica.
La evangelización necesita, como soporte, de una Iglesia-signo.
3. RECOMENDACIONES PASTORALES
De carácter general
|p14 Es necesario animar, dentro de las élites, las minorías comprometidas,
creando - en lo posible - equipos de base que hagan uso de la pedagogía de
la Revisión de Vida, haciéndoles comprender al mismo tiempo que son
apóstoles de su propio ambiente y estimulando, además, contactos con los
demás grupos en la vida parroquial, diocesana y
nacional. No se separe esta pastoral propia de las élites de la pastoral
total de la Iglesia.
|p15 Procúrese que los sacramentos y la vida litúrgica, sobre la base de una
relación personal con Dios y con la comunidad, tomen su sentido de sostén y
desarrollo, en el amor de Dios y del prójimo, como expresión de comunidad
cristiana.
|p16 En la formación del clero es preciso prestar mayor atención a este tipo
de pastoral especializada, preparando - también mediante estudios
profesionales y técnicos cuando fuere preciso -asesores especializados para
estos grupos.
De carácter especial
Artistas y hombres de letras
|p17 a> Teniendo en cuenta el importante papel que los artistas y hombres de
letras están llamados a desempeñar en nuestro continente - especialmente en
relación a su autonomía cultural -como intérpretes naturales de sus
angustias y esperanzas y generadores de valores autóctonos que configuran la
imagen nacional, esta Conferencia Episcopal considera particularmente
importante la presencia de la Iglesia en estos ambientes.
b> Tal presencia de la Iglesia deberá revestir un carácter de diálogo, ajeno
a toda preocupación moralizante o confesional, en actitud de profundo
respeto a la libertad creadora, sin detrimento de la responsabilidad moral.
c> La Iglesia Latinoamericana deberá dar, en su ámbito propio, el debido
lugar a los artistas y hombres de letras, requiriendo su concurso para la
expresión estética de la palabra litúrgica, de la música sacra y de los
lugares de culto.
Universitarios <Estudiantes>
|p18 a> Ante la urgente necesidad de una efectiva presencia de la Iglesia en
el medio universitario, esta Segunda Conferencia Episcopal ruega que se
tenga en cuenta las recomendaciones prácticas del Encuentro Episcopal sobre
pastoral universitaria realizado en Buga <Colombia> en febrero de 1967.
b> Del mismo modo, ruega a las Jerarquías locales mayor comprensión de los
problemas propios de los universitarios, procurando valorar antes que
condenar indiscriminadamente las nobles motivaciones y las justas
aspiraciones muchas veces contenidas en sus inquietudes y protestas,
tratando de canalizarlas debidamente a través de un diálogo abierto.
c> Teniendo en cuenta el hecho de que miles de jóvenes latinoamericanos,
estudian en Europa y América del Norte, el CELAM procurará, de acuerdo con
la Jerarquía de esos países, proveer a la debida atención pastoral de los
mismos cuidando, al mismo tiempo, de mantener viva en ellos la conciencia
del compromiso de servicio para con sus países de origen.
Grupos económico-sociales
|p19 a> La experiencia demuestra que en el ámbito de estas élites es posible
la creación de grupos y organizaciones especializadas, cuyas metas y
metodología deben mantenerse en constante revisión a la luz del contexto
latinoamericano y de la pastoral social de la Iglesia.
b> Sin subestimar las formas asistenciales de acción social, la pastoral de
la Iglesia deberá orientar preferentemente a estos grupos hacia un
compromiso en el plano de las estructuras socio-económicas que conduzcan a
las necesarias reformas de las mismas.
c> La Iglesia debe prestar una atención especial a las minorías activas
<líderes
sindicales y cooperativistas> que en los ambientes rural y obrero están
realizando un importante trabajo de concientización y promoción humana,
apoyando y acompañando pastoralmente sus preocupaciones por el cambio
social.
Poderes militares
|p20 Con relación a las fuerzas armadas, la Iglesia deberá inculcarles que,
además de sus funciones normales específicas, ellas tienen la misión de
garantizar las libertades políticas de los ciudadanos en lugar de ponerles
obstáculos. Por lo demás, las fuerzas armadas tienen la posibilidad de
educar, dentro de sus propios cuadros, a los jóvenes reclutas en orden a la
futura participación, libre y responsable, en la vida política del país.
Poderes políticos
|p21 a> Deberá procurarse que existan entre la Iglesia y el poder
constituido, contactos y diálogo a propósito de las exigencias de la moral
social, no excluyéndose, donde fuere necesario, la denuncia a la vez
enérgica y prudente de las injusticias y de los excesos del poder.
b> La acción pastoral de la Iglesia estimulará a todas las categorías de
ciudadanos a colaborar en los planes constitutivos de los gobiernos y a
contribuir, también por medio de la crítica sana dentro de una oposición
responsable; al progreso del bien común.
c> La Iglesia deberá mantener siempre su independencia frente a los poderes
constituidos y a los regímenes que los expresan, renunciando si fuere
preciso aún a aquellas formas legítimas de presencia que, a causa del
contexto social, la hacen sospechosa de alianza con el poder constituido y
resultan, por eso mismo, un contra-signo pastoral <3>.
d> La Iglesia, sin embargo, deberá colaborar en la formación política de las
élites a través de sus movimientos e instituciones educativas.
e> Nótese, finalmente, que también en América Latina "con el desarrollo
cultural, económico y social, se consolida en la mayoría el deseo de
participar más plenamente en la ordenación de la comunidad política...La
conciencia más viva de la dignidad humana ha hecho que...surja el propósito
de establecer un orden político-jurídico que proteja mejor en la vida
pública los derechos de la persona, como son el derecho de libre reunión, de
libre asociación, de expresar las propias opiniones y de profesar privada y
públicamente la religión" <4>.
|PVIII CATEQUESIS
1. NECESIDAD DE UNA RENOVACIÓN
|p1 Frente a un mundo que cambia y frente al actual proceso de maduración de
la Iglesia en América Latina, el Movimiento Catequístico siente la necesidad
de una profunda renovación. Renovación que manaifieste la voluntad de la
Iglesia y de sus responsables, de llevar adelante su misión fundamental:
educar eficazmente la fe de los jóvenes y de los adultos, en todos los
ambientes. Fallar en esto sería traicionar, a un mismo tiempo, a Dios que le
ha confiado su Mensaje y al hombre que lo necesita para salvarse.
|p2 La renovación catequística no puede ignorar un hecho: que nuestro
continente vive en gran parte de una tradición cristiana y que ésta
impregna, a la vez, la existencia de los individuos y el contexto social y
cultural. A pesar de observarse un crecimiento en el proceso de
secularización, la religiosidad popular es un elemento válido en América
latina. No puede prescindirse de ella, por la importancia, seriedad y
autenticidad con que es vivida por muchas personas, sobre todo en los
ambientes populares. La religiosidad popular puede ser ocasión o punto de
partida para un anuncio de la fe. Sin embargo se impone una revisión y un
estudio científico de la misma, para purificarla de elementos que la hagan
inauténtica no
destruyendo, sino, por el contrario, valorizando sus elementos positivos. Se
evitará así un estancamiento en formas del pasado, algunas de las cuales
aparecen hoy, además de ambiguas, inadecuadas a aún nocivas.
|p3 Como consecuencia, los responsables de la catequesis se encuentran ante
una serie de tareas complejas y difíciles de conjugar:
- Promover la evolución de formas tradicionales de fe, propias de una gran
parte del pueblo cristiano, y también suscitar formas nuevas;
- Evangelizar y catequizar masas innumerables de gentes sencillas,
frecuentemente analfabetas; y, al mismo tiempo, responder a las necesidades
de los estudiantes y de los intelectuales que son las porciones más vivas y
dinámicas de la sociedad;
- Purificar, cuando es necesario, formas tradicionales de presencia; y, al
mismo tiempo, descubrir una nueva manera de estar presente en las formas
contemporáneas de expresión y comunicación en una sociedad que se
seculariza;
- Asegurar, por fin, el conjunto de estas tareas utilizando todos los
recursos actuales de la iglesia; y, al mismo tiempo, renunciar a formas de
influencia y actitudes de vida que no sean evangélicas.
2. CARACTERÍSTICAS DE LA RENOVACIÓN
|p4 Al presentar su Mensaje renovado, la catequesis debe manifestar la
unidad del plan de Dios.
Sin caer en confusiones o en identificaciones simplistas, se debe manifestar
siempre la unidad profunda que existe entre el proyecto salvífico de Dios,
realizado en Cristo, y las aspiraciones del hombre; entre la hostoria de la
salvación y la historia humana; entre la Iglesia, Pueblo de Dios, y las
comunidades temporales; entre la acción reveladora de Dios y la experiencia
del hombre; entre los dones y carismas sobrenaturales y los valores humanos.
Excluyendo así toda dicotomía o dualismo en el cristiano, la catequesis
prepara la realización progresiva del Pueblo de Dios hacia su cumplimiento
escatológico, que tiene ahora su expresión en la liturgia.
|p5 Por otra parte, la catequesis debe conservar siempre su carácter
dinámico evolutivo.
La toma de conciencia del mensaje cristiano se hace profundizando cada vez
más en la comprensión auténtica de la verdad revelada. Pero esa toma
progresiva de conciencia crece al ritmo de la emergencia de las experiencias
humanas, individuales y colectivas. Por eso, la fidelidad de la Iglesia a la
revelación tiene que ser y es dinámica.
La catequesis no puede, pues, ignorar en su renovación los cambios
económicos, demográficos, sociales y culturales sufridos en América Latina.
3. PRIORIDADES EN LA RENOVACIÓN CATEQUÍSTICA
|p6 De acuerdo con esta teología de la revelación, la catequesis actual debe
asumir totalmente las angustias y esperanzas del hombre de hoy, a fin de
ofrecerle las posibilidades de una liberación plena, las riquezas de una
salvación integral en Cristo, el Señor. Por ello debe ser fiel a la
transmisión del Mensaje bíblico, no solamente en su contenido intelectual,
sino también en su realidad vital encarnada en los hechos de la vida del
hombre de hoy.
Las situaciones históricas y las aspiraciones auténticamente humanas forman
parte indispensable del contenido de la catequesis; deben ser interpretadas
seriamente, dentro de su contexto actual, a la luz de las experiencias
vivenciales del Pueblo de Israel, de Cristo, y de la comunidad eclesial, en
la cual el Espíritu de Cristo resucitado vive y opera continuamente.
|p7 América latina vive hoy un momento histórico que la catequesis no puede
desconocer: el proceso de cambio social, exigido por la actual situación de
necesidad e injusticia en que se hallan marginados grandes sectores de la
sociedad. Las formas de esta evolución global y
profunda podrán ser diferentes: progresivas o más o menos rápidas. Y es
tarea de la catequesis ayudar a la evolución integral del hombre, dándole su
auténtico sentido cristiano, promoviendo su motivación en los catequizados y
orientándola para que sea fiel al Evangelio.
|p8 Es necesario subrayar también en una pastoral latinoamericana las
exigencias del pluralismo. Las situaciones en que se desenvuelve la
catequesis son muy diversas: desde las de tipo patriarcal, en que las formas
tradicionales son todavía aceptadas, hasta las más avanzadas formas de la
civilización urbana contemporánea. Conviene, por ende, destacar la riqueza
que debe existir en la diversidad de puntos de vista y de formas que se dan
en la catequesis. Tanto más cuanto que ésta debe adaptarse a la diversidad
de lenguas y de mentalidades y a la variedad de situaciones y culturas
humanas.
Es imposible, en vista de esto, querer imponer moldes fijos y universales.
Con un sincero intercambio de colaboración, debemos guardar la unidad de la
fe en la diversidad de formas.
|p9 A pesar de este pluralismo de situaciones, nuestra catequesis tiene un
punto común en todos los medios de vida: tiene que ser eminentemente
evangelizadora, sin presuponer una realidad de fe, sino después de oportunas
constataciones.
Por el hecho de que sean bautizados los niños pequeños, confiando en le fe
de la familia, ya se hace necesaria una "evangelización de los bautizados",
como una etapa en la educación de su fe. Y esta necesidad es más urgente,
teniendo en cuenta la desintegración que en muchas zonas ha sufrido la
familia, la ignorancia religiosa de los adultos y la escasez de comunidades
cristianas de base.
Dicha evangelización de los bautizados tiene un objetivo concreto: llevarlos
a un compromiso personal con Cristo y a una entrega consciente en la
obediencia de la fe. De ahí la importancia de una revisión de la pastoral de
la confirmación, así como de nuevas formas de un catecumenado en la
catequesis de adultos, insistiendo en la preparación para los sacramentos.
También debemos revisar todo aquello que en nuestra vida o en nuestras
instituciones pueda ser un obstáculo para la "re-evangelización" de los
adultos, purificando así el rostro de la Iglesia ante el mundo.
|p10 Para los cristianos tiene una importancia particular la forma
comunitaria de vida, como testimonio de amor y de unidad.
No puede, por tanto, la catequesis limitarse a las dimensiones individuales
de la vida. Las comunidades cristianas de base, abiertas al mundo e
insertadas en él, tienen que ser el fruto de la evangelización, así como el
signo que confirma con hechos el Mensaje de Salvación.
En esta catequesis comunitaria se debe tener en cuenta la familia, como
primer ambiente natural donde se desarrolla el cristiano. Ella debe ser el
objeto de la acción catequística, para que sea dignificada y sea capaz de
cumplir su misión. Y al mismo tiempo la familia, "iglesia doméstica", se
convierte en agente eficaz de la renovación catequística.
|p11 Se debe hacer resaltar el aspecto totalmente positivo de la enseñanza
catequística con su contenido de amor. Así se fomentará un sano ecumenismo,
evitando toda polémica y se creará un ambiente propicio a la justicia y la
paz.
|p12 La catequesis se halla frente a un fenómeno que está influyendo
profundamente en los valores, en las actitudes y la vida misma del hombre:
los medios de comunicación social.
Este fenómeno constituye un hecho histórico irreversible que en América
Latina avanza rápidamente y conduce en breve plazo a una cultura universal:
"la cultura de la imagen". Este es un signo de los tiempos que la Iglesia no
puede ignorar.
De la situación creada por este fenómeno debe partir la catequesis para una
presentación encarnada del mensaje cristiano. Es pues, urgente una seria
investigación sobre el efecto de los medios de comunicación social y una
búsqueda de la forma más adecuada de dar una respuesta, utilizándolos en la
tarea evangelizadora, como también una seria evaluación de las realizaciones
actuales.
4. MEDIOS PARA LA RENOVACIÓN CATEQUÍSTICA
|p13 Para la realización del trabajo catequístico, se impone un mínimum de
organización que, partiendo del orden nacional y diocesano, llegue a las
distintas comunidades primarias.
La organización de tipo nacional, con sus obvias relaciones internacionales,
facilitará evidentemente y prestará agilidad al trabajo en la diócesis y
otros ambientes con mayor y más eficaz aprovechamiento de las técnicas,
personal especializado y posibilidades económicas.
|p14 Esta renovación exige personal adecuado, para formar la comunidad
cristiana. De aquí que, supuesto el necesario testimonio de la propia vida,
se sugieren los siguientes puntos:
- La preparación de dirigentes y orientadores catequistas con dedicación
exclusiva;
- La formación de catequistas con un conocimiento básico y una visión amplia
de las condiciones sico-sociológicas del medio humano en el que han de
trabajar, así como de las religiones primitivas, en algunos lugares, y de
los recursos de evangelización que han sido empleados;
- La promoción de catequistas laicos, preferentemente originarios de cada
lugar, y la formación en el ministerio de la Palabra, de los diáconos.
|p15 El lenguaje que habla la Iglesia reviste una importancia particular. Se
trata tanto de las formas de la enseñanza simple -catecismo, homilía - en
las comunidades locales, como de las formas más universales de la palabra
del Magisterio. Se impone un trabajo permanente para que se haga perceptible
cómo el Mensaje de Salvación, contenido en la Escritura, la liturgia, el
Magisterio y el testimonio, es hoy palabra de vida. No basta, pues, repetir
o explicar el Mensaje. Sino que hay que expresar incesantemente, de nuevas
maneras, el "Evangelio" en relación con las formas de existencia del hombre,
teniendo en cuenta los ambientes humanos, éticos y culturales y guardando
siempre la fidelidad a la Palabra revelada.
|p16 Para que la renovación sea eficaz, se necesita un trabajo de reflexión,
orientación y evaluación en los diferentes aspectos de la catequesis. Han de
multiplicarse por todas partes los Institutos Catequísticos, los equipos de
trabajo, en que pastores, catequistas, teólogos, especialistas en ciencias
humanas, entren en diálogo y trabajen conjuntamente a partir de la
experiencia, a fin de proponer formas nuevas de palabra y acción, de
elaborar el material pedagógico correspondiente y vivificar y evaluar, en
cada caso, su validez. Es necesario que estos equipos sean dotados de medios
de trabajo adecuados y de la indispensable libertad de acción.
5. CONCLUSIONES
|p17 a> Renovar la catequesis, promoviendo la evolución de las formas
tradicionales de la fe, insistiendo en la catequesis permanente de los
adultos <Nos, 1,2,3>.
b> Evitar toda dicotomía o dualismo entre lo natural y sobrenatural <Nº4>.
c> Guardar fidelidad al Mensaje revelado, encarnado en los hechos actuales
<Nº6>.
d> Orientar y promover a través de la catequesis la evolución integral del
hombre y los cambios sociales <Nº7>.
e> Respetar en la unidad el pluralismo de situaciones <Nº8>.
f> Promover la evangelización de los bautizados; en la confirmación para
adolescentes y jóvenes; en un nuevo catecumenado, para los adultos <Nº9>.
g> Dar todo su valor catequístico a la familia y a los cursos
pre-matrimoniales <Nº10>.
h> Emplear los medios de comunicación social <Nº12>.
i> Fomentar la organización de la catequesis a nivel nacional y diocesano
<Nº13>.
j> Formar catequistas laicos, preferentemente autóctonos <Nº14>.
k> "Adaptar el lenguaje eclesial al hombre de hoy, salvando la integridad
del Mensaje" <Nº15>.
l> Impulsar trabajos de reflexión y experimentación e Institutos y equipos
de trabajo, con la suficiente amplitud y libertad <Nº16>.
|PIX LITURGIA
1. LÍNEAS GENERALES DE LA SITUACIÓN ACTUAL EN AMERICA LATINA
|p1 Se comprueba la pluralidad de situaciones en la renovación litúrgica:
mientras en unas partes dicha aplicación se realiza con crecientes
esfuerzos, en otras es aún débil. En general resulta insuficiente. Falta una
mentalización sobre el contenido de la reforma, la cual es especialmente
importante para el clero, cuyo papel en la renovación litúrgica es básico.
Por lo demás hay que reconocer que la variedad de culturas plantea difíciles
problemas de ampliación <lengua, signos>.
Se tiene la impresión de que el Obispo no siempre ejerce de modo eficaz su
papel de liturgo, promotor, regulador y orientador del culto.
Si bien las traducciones litúrgicas han significado un paso de avance, los
criterios que para ello se han seguido no han permitido llegar al grado de
adaptación necesaria.
La liturgia no está integrada orgánicamente con la educación religiosa,
echándose de menos la mutua compenetración.
Son insuficientes los peritos capacitados para apoyar la renovación
litúrgica.
2. FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA Y PASTORAL
Elementos doctrinales
|p2 La presencia del Misterio de la Salvación, mientras la humanidad
peregrina hacia su plena realización en la Parusía del Señor, culmina en la
celebración de la liturgia eclesial <1>. La liturgia es acción de Cristo
Cabeza y de su Cuerpo que es la Iglesia <2>. Contiene, por tanto, la
iniciativa salvadora que viene del Padre por el Verbo y en el Espíritu
Santo, y la respuesta de la humanidad en los que se injerten por la fe y la
caridad en el Cristo recapitulador de todas las cosas <3>. Como quiera que
no vivimos aún en la plenitud del Reino <4>, toda celebración litúrgica está
esencialmente marcada por la tensión entre lo que ya es una realidad y lo
que aún no se verifica plenamente <5>; es imagen de la Iglesia a la vez
santa y necesitada de purificación <6>; tiene un sentido de gozo y una
dolorosa conciencia del pecado. En una palabra, vive en la esperanza <7>.
|p3 La liturgia, momento en que la iglesia es más perfectamente ella misma,
realiza indisolublemente unidas la comunión con Dios y entre los hombres
<8>, y de tal modo que aquella es la razón de ésta <9>. Si busca ante todo
la alabanza de la gloria de la gracia <10>, es consciente también de que
todos los hombres necesitan de la gloria de Dios <11> para ser
verdaderamente hombres. Y por lo mismo el gesto litúrgico no es auténtico
sino implica un compromiso de caridad, un esfuerzo siempre renovado por
sentir como siente Cristo Jesús <12>, y una continua conversión.
La institución divina de la liturgia no puede jamás considerarse como un
adorno contingente de la vida eclesial, puesto que "ninguna comunidad
cristiana se edifica si no tiene su raíz y eje en la celebración de la
santísima Eucaristía, por la que ha de comenzarse toda educación del
espíritu de comunidad.
Esta celebración, para ser sincera y plena, debe conducir tanto a las varias
obras de caridad y a la mutua ayuda, como a la acción misionera y a las
varias formas del testimonio cristiano" <13>.
|p4 En la hora presente de nuestra América Latina, como en todos los
tiempos, la
celebración litúrgica corona y comporta un compromiso con la realidad humana
<14>, con el desarrollo y con la promoción, precisamente porque toda la
creación está insertada en el designio salvador que abarca la totalidad del
hombre <15>.
Principios pastorales
|p5 En la hora actual de nuestro continente, ciertos estados o momentos de
la vida y ciertas actividades humanas representan una importancia vital para
el futuro. Entre los primeros cabe destacar la familia, la juventud, la vida
religiosa y el sacerdocio; entre las segundas, la promoción humana y todo lo
que está o puede oponerse a su servicio; la educación, la evangelización y
las diversas formas de acción apostólica.
|p6 Siendo la sagrada liturgia la presencia del Misterio de la salvación,
mira en primer lugar a la gloria del Padre <16>. Pero esa misma gloria <17>
se comunica a los hombres y por eso la celebración litúrgica, mediante el
conjunto de signos con que ella expresa la fe, aporta:
a> Un conocimiento y una vivencia más profunda de la fe <18>;
b> Un sentido de la trascendencia de la vocación humana <19>;
c> Un robustecimiento del espíritu de comunidad <20>;
d> Un mensaje cristiano de gozo y esperanza <21>;
e> La dimensión misionera de la vida eclesial <22>;
f> La exigencia que plantea la fe de comprometerse con las realidades
humanas <23>.
Todas estas dimensiones deben estar presentes allí donde cada estado de vida
realiza alguna actividad humana.
|p7 Para que la liturgia pueda realizar en plenitud estos aportes, necesita:
a> Una catequesis previa sobre el misterio cristiano y su expresión
litúrgica <24>;
b> Adaptarse y encarnarse en el genio de las diversas culturas <25>;
c> Acoger, por tanto, positivamente la pluralidad en la unidad, evitando
erigir la uniformidad como principio "a priori" <26>;
d> Mantenerse en una situación dinámica que acompañe cuanto hay de sano en
el proceso de la evolución de la humanidad <27>;
e> Llevar a una experiencia vital de la unión entre la fe, la liturgia y la
vida cotidiana, en virtud de la cual llegue el cristiano al testimonio de
Cristo <28>.
No obstante, la liturgia, que interpela al hombre, no puede reducirse a la
mera expresión de una realidad humana, frecuentemente unilateral o marcada
por el pecado, sino que la juzga, conduciéndola a su pleno sentido cristiano
<29>.
3. RECOMENDACIONES
Referentes al Obispo
|p8 El Concilio Vaticano II reconoce al Obispo el derecho a reglamentar la
liturgia y le urge el deber de promoverla en el seno de la Iglesia local
<30>. A él le incumbe:
a> Ante todo la responsabilidad pastoral de promover singular y
colectivamente la vida litúrgica;
b> Celebrar frecuentemente como "gran sacerdote de su grey", rodeado de su
presbiterio y ministros en medio de su pueblo <31>;
c> Una función moderadora "ad norman juris" y según el espíritu de la
Constitución de Sagrada Liturgia <32>; y
d> Valerse de la Comisión diocesana o interdiocesana recomendadas por el
Concilio, compuestas de expertos en liturgia, Biblia, pastoral, música y
arte sacro <33>.
Referentes a las Conferencias Episcopales
|p9 La renovación comunitaria y jerárquica necesita, de la intervención de
"diversas asambleas territoriales de Obispos legítimamente constituida"
<34>. A ellas corresponde una función reglamentadora, dentro de los límites
establecidos, que aseguren la fidelidad de la imagen eclesial que cada
comunidad cristiana debe ofrecer de la Iglesia universal.
|p10 Para lograr mejor estas finalidades, la Segunda Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano:
a> Desea que se confiera a las Conferencias Episcopales facultades más
amplias en materia litúrgica, a fin de poder realizar mejor las adaptaciones
necesarias, teniendo en cuenta las exigencias de cada asamblea;
b> Recomienda que, dadas las peculiares circunstancias de los territorios
misionales, sus Ordinarios se reúnan para estudiar las adaptaciones
necesarias, y presentarlas a la autoridad competente <35>.
Servicios del CELAM
|p11 La coincidencia de problemas comunes y la necesidad de contar con
grupos de expertos debidamente preparados, aconsejan, además, el incremento
de los servicios que puede proporcionar el Departamento de Liturgia del
CELAM. Tales son:
a> Un servicio de información, documentación bibliográfica y coordinación,
prestado por el Secretariado Ejecutivo del Departamento, que se propone
mantener en permanente comunicación a los Episcopados de Latinoamérica;
b> Un servicio de la investigación y formación que ya ha comenzado a prestar
el Instituto de Liturgia Pastoral de Medellín, con vistas a la adaptación
más profunda de la liturgia a las necesidades y culturas de América Latina
<36>. Para ello es necesario que se comprenda y facilite la agrupación de
expertos tanto en liturgia, Sagrada Escritura y pastoral, como en ciencias
antropológicas, cuyos trabajos abran el camino a un progreso legítimo <37>;
c> Una oficina de coordinación de los musicólogos, artistas y compositores
para aunar los esfuerzos que se están realizando en nuestras naciones, en
orden a proporcionar una música digna de los sagrados misterios <38>;
d> Un servicio de asesoramiento técnico, tanto para la conservación del
patrimonio artístico como para la promoción de nuevas formas artísticas
<39>;
e> Un servicio editorial para diversas publicaciones que sirvan de
instrumento valioso para la pastoral litúrgica, sin que interfiera el ámbito
de otras publicaciones.
Los servicios mencionados presuponen la existencia de bibliotecas
especializadas suficientemente provistas.
Sugerencias particulares
|p12 La celebración de la Eucaristía en pequeños grupos y comunidades de
base puede tener verdadera eficacia pastoral; a los obispos corresponde
permitirla teniendo en cuenta las circunstancias de cada lugar.
|p13 A fin de que los sacramentos alimenten y robustezcan la fe en la
situación presente de Latinoamérica, se aconseja establecer, planificar e
intensificar una pastoral sacramental comunitaria, mediante preparaciones
serias, graduales y adecuadas para el bautismo <a los padres y padrinos>,
confirmación, primera comunión y matrimonio <40>.
Es recomendable la celebración comunitaria de la penitencia mediante una
celebración de la Palabra y observando la legislación vigente, porque
contribuye a resaltar la dimensión eclesial de este sacramento y hace más
fructuosa la participación en el mismo.
|p14 Foméntense las sagradas celebraciones de la Palabra, conservando su
relación con los sacramentos en los cuales ella alcanza su máxima eficacia,
y particularmente con la Eucaristía <41>. Promuévanse las celebraciones
ecuménicas de la Palabra, a tenor del Decreto sobre Ecumenismo Nº8 y según
las normas del Directorio Nº33-35.
|p15 Siendo tan arraigadas en nuestro pueblo ciertas devociones populares,
se recomienda buscar formas más a propósito que les den contenido litúrgico,
de modo que sean vehículos de fe y de compromiso con Dios y con los hombres
<42>.
LA IGLESIA VISIBLE Y SUS ESTRUCTURAS
|PX MOVIMIENTOS DE LAICOS
1. HECHOS
|p1 Nos proponemos revisar la dimensión apostólica de la presencia de los
laicos en el actual proceso de transformación de nuestro continente.
Para una revisión más completa deberán ser tenidas en cuenta otras relativas
de esta misma Conferencia Episcopal, relativas al compromiso de los laicos,
en orden a la Justicia y Paz, la Familia y demografía, Juventud y otras.
|p2 Recordemos, una vez más, las características del momento actual de
nuestros pueblos en el orden social: desde el punto de vista objetivo, una
situación de subdesarrollo, delatada por fenómenos masivos de marginalidad,
alienación y pobreza, y condicionada, en última instancia, por estructuras
de dependencia económica, política y cultural con respecto a las metrópolis
industrializadas que detentan el monopolio de la tecnología y de la ciencia
<neo-colonialismo> <1>. Desde el punto de vista subjetivo, la toma de
conciencia de esta misma situación, que provoca en amplios sectores de la
población latinoamericana actitudes de protesta y aspiraciones de
liberación, desarrollo y justicia social <2>.
Esta compleja realidad sitúa históricamente a los laicos latinoamericanos
ante el desafío de un compromiso liberador y humanizante.
|p3 Por otra parte, la modernización refleja de los sectores más dinámicos
de la sociedad latinoamericana, acompañada por la creciente tecnificación y
aglomeración urbana, se manifiesta en fenómenos de movilidad, socialización
y división de trabajo. Tales fenómenos tienen por efecto la importancia
creciente de los grupos y ambientes funcionales - fundados sobre el trabajo,
la profesión o función -, frente a las comunidades tradicionales de carácter
vecinal o territorial.
Dichos medios funcionales constituyen en nuestros días los centros más
importantes de decisión en el proceso del cambio social, y los focos donde
se condensa al máximo la conciencia de la comunidad.
Estas nuevas condiciones de vida obligan a los movimientos de laicos en
América Latina a aceptar el desafío de un compromiso de presencia,
adaptación permanente y creatividad.
|p4 La insuficiente respuesta a estos desafíos y, muy especialmente, la
inadecuación a las
nuevas formas de vida que caracterizan a los sectores dinámicos de nuestra
sociedad, explican en gran parte las diferentes formas de crisis que afectan
a los movimientos de apostolado de los laicos.
En efecto, ellos cumplieron una labor decisiva en su tiempo. Pero, por
circunstancias posteriores, o se encerraron en sí mismos, o se aferran
indebidamente a estructuras demasiadas rígidas, o no supieron ubicar
debidamente su apostolado en el contexto de un compromiso histórico
liberador.
Por otra parte, muchos de ellos no reflejan un medio sociológico compacto ni
han adoptado quizás la organización y la pedagogía más apropiadas para un
apostolado de presencia y compromiso en los ambientes funcionales donde se
gesta, en gran parte, el proceso de cambio social.
|p5 Pueden señalarse también, entre los factores que han favorecido la
crisis de muchos movimientos, la débil integración del laicado
latinoamericano en la Iglesia, el frecuente desconocimiento, en la práctica,
de su legítima autonomía, y la falta de asesores debidamente preparados para
las nuevas exigencias del apostolado de los laicos.
|p6 Finalmente, no es posible desconocer los valiosos servicios que los
movimientos de laicos han prestado y continúan prestando con renovado vigor
a la promoción cristiana del hombre latinoamericano. Su presencia en muchos
ambientes, pese a los obstáculos a y a las dolorosas crisis de crecimiento,
es cada vez más efectiva y notoria. Por otra parte no puede dejarse de ver
el trabajo y la reflexión de muchas generaciones de militantes cristianos.
2. CRITERIOS TEOLÓGICO-PASTORALES
|p7 En el seno del Pueblo de Dios, que es la Iglesia, hay unidad de misión y
diversidad de carismas, servicios y funciones, "obra del único e idéntico
Espíritu" <3>, de suerte que a todos, a su modo, cooperan unánimemente en la
obra común <4>.
|p8 Los laicos, como todos los miembros de la Iglesia, participan de la
triple función profética, sacerdotal y real de Cristo, en vista al
cumplimiento de su misión eclesial. Pero realizan específicamente esta
misión en el ámbito de lo temporal, en orden a la construcción de la
historia, "gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios"
<5>.
|p9 Lo típicamente laical está constituido, en efecto, por el compromiso en
el mundo, entendido éste como marco de solidaridad humanas, como trama de
acontecimientos y hechos significativos, en una palabra, como historia.
Ahora bien, comprometerse es ratificar activamente la solidaridad en que
todo hombre se halla inmerso, asumiendo tareas de promoción humana en la
línea de un determinado proyecto social.
El compromiso así entendido, debe estar marcado en América Latina por las
circunstancias peculiares de su momento histórico presente, por un signo de
liberación, de humanización y de desarrollo.
Por demás está decir que el laico goza de autonomía y responsabilidad
propias en la opción de su compromiso temporal. Así se lo reconoce la
Gaudium et spes cuando dice que los laicos
"conscientes de las exigencias de la fe y vigorizados con sus energías,
acometan sin vacilar, cuando sea necesario, nuevas iniciativas y llévenlas a
buen término...No piensen que sus pastores estén siempre en condiciones de
poderles dar inmediatamente solución concreta en todas las cuestiones, aún
graves, que surjan. No es esta su misión. Cumplan más bien los laicos su
propia función con la luz de la sabiduría cristiana y con la observancia
atenta de la doctrina del Magisterio" <6>. Y, como lo dice el llamamiento
final de la Populorum Progressio, "a los seglares corresponde, con su libre
iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de
espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las
estructuras de la comunidad en que viven" <7>.
|p10 Por mediación de la conciencia, la fe, que opera por la caridad, está
presente en el compromiso temporal del laico como motivación, iluminación y
perspectiva escatológica que da su sentido integral a los valores de
dignidad humana, unión fraterna y libertad, que
volveremos a encontrar limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados
en el Día del Señor <8>. "Enseña también la Iglesia que la esperanza
escatológica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que más
bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio" <9>.
|p11 Ahora bien, como la fe exige ser compartida e implica, por lo mismo,
una exigencia de comunicación o de proclamación, se comprende la vocación
apostólica de los laicos en el interior, y no fuera, de su propio compromiso
temporal.
Más aún, al ser asumido este compromiso en el dinamismo de la fe y de la
caridad, adquiere en sí mismo un valor que coincide con el testimonio
cristiano. La evangelización del laico, en esta perspectiva, no es más que
la explicitación o la proclamación del sentido trascendente en este
testimonio.
Viviendo "en las ocupaciones del mundo y en las condiciones ordinarias de la
vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida",
los laicos están llamados por Dios allí "para que, desempeñado su propia
profesión, guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la
santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento...A ellos
corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las cuales están
estrechamente vinculados" <10>.
|p12 El apostolado de los laicos tiene mayor transparencia de signo y mayor
densidad eclesial cuando se apoya en el testimonio de equipos o de
comunidades de fe, a las que Cristo ha prometido especialmente su presencia
aglutinante <11>. De este modo los laicos cumplirán más cabalmente con su
misión de hacer que la Iglesia "acontezca" en el mundo, en la tarea humana y
en la historia.
3. RECOMENDACIONES PASTORALES
|p13 Conforme a las obvias prioridades derivadas de la situación
latinoamericana arriba descrita, y en armonía con los progresos de la
teología del laicado, inspirada en el Vaticano II, promuévase con especial
énfasis y urgencia la creación de equipos apostólicos o de movimientos
laicos en los ambientes o estructuras funcionales donde se elabora y decide
en gran parte, el proceso de liberación y humanización de la sociedad a que
pertenece; se los dotará de una coordinación adecuada y de una pedagogía
basada en el discernimiento de los signos de los tiempos en la trama de los
acontecimientos.
|p14 Apóyese y aliéntese decididamente, allí donde ya existen, dichos
equipos o movimientos; y no se abandone a sus militantes, cuando, por las
implicaciones sociales del Evangelio, son llevados a compromisos que
comportan dolorosas consecuencias <12>.
|p15 Reconociendo la creciente interdependencia entre las naciones y el peso
de estructuras internacionales de dominación que condicionan en forma
decisiva el subdesarrollo de los pueblos periféricos, asuman también los
laicos su compromiso cristiano en el nivel de los movimientos y organismos
internacionales para promover el progreso de los pueblos más pobres y
favorecer la justicia de las naciones.
|p16 Los movimientos de apostolado laical, situados en el plano de una más
estrecha colaboración con la jerarquía, que tanto han contribuido a la
acción de la Iglesia, siguen teniendo vigencia como apostolado organizado.
Han de ser, por lo tanto, promovidos; evitando, sin embargo, ir "más allá
del límite de vida útil de asociaciones y métodos anticuados" <13>.
|p17 Promuévase una genuina espiritualidad de los laicos a partir de su
propia experiencia de compromiso en el mundo, ayudándoles a entregarse a
Dios en el servicio de los hombres y enseñándoles a descubrir el sentido de
la oración y de la liturgia como expresión y alimento de esa doble recíproca
entrega. "Siguiendo el ejemplo de Cristo, quien ejerció el artesanado,
alégrense los cristianos de poder ejercer todas sus actividades temporales
haciendo una síntesis vital del esfuerzo humano, familiar, profesional,
científico o técnico, con los valores religiosos, bajo cuya altísima
jerarquía todo coopera a la gloria de Dios" <14>.
|p18 Préstese el debido reconocimiento y apoyo a los distintos movimientos
internacionales de apostolado de los laicos, que a través de sus organismos
de coordinación promueven y edifican con tanto sacrificio este apostolado en
el continente, atentos a las exigencias peculiares de su problemática
social.
4. MOCIONES
|p19 La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano formula
votos para que cuanto antes procedan las Conferencias Episcopales Nacionales
a la realización de los estudios necesarios para cumplir lo establecido en
el número 26 del Decreto Apostolicam actuositatem, en su propio ámbito
nacional, para crearse un consejo que ayude a la "obra apostólica de la
Iglesia, tanto en el campo de la evangelización y de la santificación, como
en el caritativo, social y otros semejantes".
|p20 Y pide al CELAM proceda también a realizar un estudio, en colaboración
con los laicos interesados en las diversas naciones latinoamericanas, acerca
de la posibilidad, oportunidad, y forma de crear un consejo semejante en el
plano regional latinoamericano, como está en el párrafo citado, para
disponer de una adecuada plataforma de encuentro, estudio, diálogo y
servicio a nivel continental.
|PXI SACERDOTES
1. OBSERVACIONES SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL
Motivación
|p1 Los grandes cambios del mundo de hoy en América Latina afectan
necesariamente a los presbíteros en su ministerio y en su vida.
Por ello los Obispos hemos querido reflexionar con el propósito de
contribuir a orientar la renovación sacerdotal en esta hora compleja del
continente.
Diversidad de situaciones concretas
|p2 Las consecuencias de los cambios no son las mismas en todos los países
ni en todos los sectores de cada país. Afectan de un modo particular a las
personas jóvenes y a los sacerdotes, que están comprometidos en los puntos
claves de la presente situación de cambio.
Estas consecuencias se caracterizan de modo especial por la mayor
valorización de algunos aspectos del ministerio y de la vida sacerdotal, y
por el eclipse de otros.
En ambos casos sedan elementos positivos y negativos. La suma de ellos
resulta más bien constructiva y generadora de esperanzas.
Lo cuantitativo y lo cualitativo en la distribución de los sacerdotes
|p3 Como causa global de la insuficiencia pastoral en América Latina mucho
se trae a cuenta la escasez numérica de los presbíteros, más aún cuando se
la pondera en relación con el crecimiento demográfico.
Esto es verdad, a pesar de la generosa integración de presbíteros de
iglesias hermanas y a pesar de que no pocas familias religiosas procuran
establecer fundaciones en zonas no suficientemente provistas de clero
diocesano.
Reconocemos, con todo, que hay errores de orden distributivo que influyen en
la calidad del trabajo pastoral:
a> Lo primero que hiere la vista es la excesiva acumulación de personal en
las Iglesias desarrolladas, y la ausencia de elementos en regiones
necesitadas, en la misma nación y hasta en la misma diócesis o ciudad;
b> Hay Iglesias que abundan en clero parroquial, pero carecen de sujetos
especializados. Hay regiones e Iglesias que se beneficiarían, si recibieran
<siquiera temporalmente>, la ayuda de sacerdotes especializados cuyos
servicios no se aprovechan suficientemente.
Consideración de los carismas sacerdotales
|p4 El sacerdocio jerárquico es enriquecido ciertamente por la acción
renovadora del Espíritu Santo, que provee siempre de carismas a su Iglesia.
Es, sin embargo, posible comprobar en este campo que los Superiores no
siempre prestan la suficiente atención a la diferenciación carismática; lo
que afecta negativamente a una mayor eficacia del ministerio sacerdotal.
Por otra parte, no faltan sacerdotes que confunden los dones del Espíritu
Santo con simples inclinaciones naturales e intereses individuales, sin
tener debidamente en cuenta las perspectivas de la comunidad, para cuyo
servicio son otorgados los carismas.
Aspectos de crisis personal
|p5 Existe, ante todo, un peligro para la misma fe del presbítero de hoy.
Contribuye a ello todo un conjunto de elementos de especial complejidad.
Caba señalar principalmente cierta superficialidad en la formación mental y
una inseguridad doctrinal, ocasionadas tanto por el imperante relativismo
ideológico y por cierta desorientación teológica <1>, como por los actuales
avances, sobre todo de las ciencias antropológicas y de las ciencias de la
Revelación, de los que muchos presbíteros no poseen la necesaria información
o no han llegado a tener una suficiente asimilación de síntesis.
Se percibe, además, en esta hora de transición, una creciente desconfianza
en las estructuras históricas de la Iglesia, que, llega, en algunos, al
menosprecio de todo lo institucional, comprometiendo los mismos aspectos de
institución divina.
Nos parece que este peligro para la fe es, en definitiva, el elemento más
pernicioso para el presbítero de hoy.
|p6 El sacerdote de hoy siente la necesidad de una expresión más vivencial
de su oración, de su ascesis y de su consagración.
La superación de la dicotomía entre la Iglesia y el Mundo y la necesidad de
una mayor presencia de la fe en los valores temporales, exigen la adopción
de nuevas formas de espiritualidad según las orientaciones del Vaticano II.
No pocos presbíteros, antes de asegurar un tránsito valedero a formas
nuevas, se emancipan de lo tradicional con el riesgo de caer en un
desastroso debilitamiento de su vida espiritual.
Este decaimiento de la espiritualidad es particularmente peligroso, porque
el presbítero transfiere fácilmente su propia crisis a la comunidad en la
que vive.
|p7 En relación con el celibato sacerdotal, un laudable ahondamiento en el
valor afectivo de la persona humana y una exacerbación del erotismo en el
medio ambiente, unidos al frecuente descuido de la vida espiritual y a otras
causas, han abierto camino a nueva y variada problemática.
Unos apoyan sus argumentos en razones de tipo pastoral o sicológico, o
aducen reflexiones teológicas que delimitan la distinción entre carisma y
ministerio; mientras otros pretenden disminuir la fuerza misma del
compromiso contraído en la consagración.
|p8 En el ministerio presbiteral es fácil advertir hoy una tensión entre las
nuevas exigencias de la misión y cierto modo de ejercer la autoridad, que
puede implicar una crisis de obediencia.
La conciencia más viva de la dignidad y responsabilidad de la persona, la
mayor sensibilidad actual por el orden de los valores más bien que por el
orden de las normas, la nueva concepción del ministerio jerárquico como
estructura colegial, el sentido de la autoridad como servicio, la distinción
entre la obediencia específica del religioso y la obediencia propia del
presbítero <2>, son rasgos de un nuevo clima positivo, pero
portador de tensiones.
Si a ello se agregan los defectos inevitables de las personas, se
comprenderá fácilmente la presencia de un conjunto de problemas delicados en
el ejercicio del ministerio sacerdotal.
En este orden de cosas cabe señalar, sobre todo, un peligroso ofuscamiento,
en algunos, de valor del magisterio papal y episcopal, que puede conllevar
no sólo una falta de obediencia, sino de fe.
|p9 También surgen dudas en lo que concierne a la propia vocación
sacerdotal. Las motivan varios factores característicos de esta hora de
renovación eclesial:
a> La creciente valoración del papel del laico en el desarrollo del mundo y
de la Iglesia;
b> La discusión moderna sobre el papel y la figura del sacerdote en la
sociedad;
c> La superficialidad con que se percibe y vive el propio sacerdocio, en
servicios religiosos de rutina y en una forma de vida aburguesada.
|p10 Se da también una crisis en sacerdotes que por su edad y por la
formación recibida se sienten como incapacitados para asumir los cambios de
renovación promovidos por el Concilio.
|p11 Muchos sacerdotes lamentan que la revisión del régimen beneficial,
lenta por su propia complejidad, mantenga aún a sus iglesias en lamentable
penuria y demanden a cuantos serán afectados por las imprescindibles
reformas administrativas, que faciliten la pronta aplicación de las
indicaciones conciliares.
2. ELEMENTOS DE REFLEXIÓN PASTORAL
Sacerdocio de Cristo
|p12 En la Nueva Alianza, Cristo Jesús, Señor resucitado, es el único
sacerdote siempre activo ante el Padre en favor de los hombres.
El ministerio jerárquico de la Iglesia, sacramento en la tierra de esta
única mediación, hace que los sacerdotes actúen entre los hombres "in
persona Christi".
A ellos también se aplica participativamente lo que Pablo VI dijera de
Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: "...no eres diafragma sino cauce; no eres
obstáculo sino camino; no eres un profeta cualquiera, sino el intérprete
único y necesario del misterio religioso...Tú eres el puente entre el reino
de la tierra y el reino del cielo...Tú eres necesario, eres suficiente para
nuestra salvación..." <3>.
|p13 En su sacerdocio Cristo ha unificado la triple función de Profeta, de
Liturgo y de Pastor, estableciendo con ello una peculiar originalidad en el
ministerio sacerdotal de su Iglesia.
Por eso los sacerdotes, aun dedicados a tareas ministeriales en las que se
acentúa alguno de los aspectos de esta triple misión, ni deberán olvidar los
otros, ni debilitar la intrínseca unidad de la acción total de su
ministerio, porque el sacerdocio de Cristo es indivisible <4>.
Comunión jerárquica
|p14 En el Cuerpo místico de Cristo, los obispos y los presbíteros son
consagrados por el sacramento del orden para ejercer el sacerdocio
ministerial como un conjunto orgánico que manifiesta y hace presente a
Cristo Cabeza. Los presbíteros, tanto diocesanos como religiosos, son
incorporados a este conjunto orgánico para ser cooperadores del Orden
episcopal <5>.
De ahí se deduce, como consecuencia inevitable, la íntima unión de amistad,
de amor, de preocupaciones, intereses y trabajos, entre obispos y
presbíteros, de manera que no se puede concebir un obispo desligado o ajeno
a sus presbíteros, ni un presbítero alejado del ministerio de su obispo. Así
todos los sacerdotes, vinculados entre sí por una verdadera "fraternidad
sacramental" <6>, deben saber convivir y actuar unidos en la solidaridad de
una
misma consagración.
|p15 La adecuada co-responsabilidad entre obispos y presbíteros pide el
ejercicio de un diálogo, en el que haya mutua libertad y comprensión tanto
con respecto a los asuntos a tratar como a la manera de discutirlos.
Esto ayudará a comprender mejor la misión común del sacerdocio ministerial y
aportará un clima nuevo, en el cual será más fácil superar ciertas tensiones
de obediencia, por la búsqueda en comunión de la voluntad del Padre.
Comunidad eclesial
|p16 Los obispos, junto con los presbíteros, han recibido "el ministerio de
la comunidad" <7>, por el cual deben dedicarse a edificar y a guiar la
comunidad eclesial como signos e instrumentos de su unidad <8>.
Los presbíteros actúan en la comunidad como miembros específicos que
comparten con todo el Pueblo de Dios el mismo misterio y la misma y única
misión salvadora.
En la comunidad los laicos, por su sacerdocio común, gozan del derecho y
tienen el deber de aportar una indispensable colaboración a la acción
pastoral. Por esto, es deber de los sacerdotes dialogar con ellos no de una
manera ocasional, sino de modo constante e institucional <9>.
Lo mismo dígase con respecto a los religiosas y a los religiosos no
presbíteros.
Servicio del mundo
|p17 Todo sacerdote ministerial es tomado de entre los hombres y constituido
en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios <10>.
La consagración sacramental del orden sitúa al sacerdote en el mundo para el
servicio de los hombres.
Es de particular importancia subrayar que la "consagración" sacerdotal es
conferida por Cristo en orden a la "misión" de salvación del hombre.
Esto exige en todo sacerdote una especial solidaridad de servicio humano,
que se exprese en una viva dimensión misionera, que le haga poner sus
preocupaciones ministeriales al servicio del mundo con su grandioso devenir
y con sus humillantes pecados; e implica también un contacto inteligente y
constante con la realidad, de tal modo que su consagración resulte una
manera especial de presencia en el mundo, más bien que una segregación de él
<11>.
|p18 El mundo latinoamericano se encuentra empeñado en un gigantesco
esfuerzo por acelerar el proceso de desarrollo en el continente.
En esta tarea corresponde al sacerdote un papel específico e indispensable.
El no es meramente un promotor del progreso humano.
Descubriendo el sentido de los valores temporales, deberá procurar conseguir
la "síntesis del esfuerzo humano, familiar, profesional, científico o
técnico, con los valores religiosos, bajo cuya altísima jerarquía todo
coopera a la gloria de Dios" <12>.
Para ello ha de procurar, por la palabra y la acción apostólica suya y de la
comunidad eclesial, que todo el quehacer temporal adquieran su pleno sentido
de liturgia espiritual, incorporándolo vitalmente en la celebración de la
Eucaristía.
|p19 Para promover el desarrollo integral del hombre formará a los laicos y
los animará a participar activamente con conciencia cristiana en la técnica
y elaboración del progreso. Pero en el orden económico y social, y
principalmente en el orden político, en donde se presentan diversas opciones
concretas, al sacerdote como tal no le incumbe directamente la decisión, ni
el liderazgo, ni tampoco la estructuración de soluciones.
3. ALGUNAS CONCLUSIONES DE ORIENTACIÓN
Espiritualidad
|p20 La espiritualidad sacerdotal ha de ser una vivencia personal,
intrínsecamente vinculada
con su acción ministerial <13>.
Entre todas las exigencias de esta espiritualidad ninguna es superior ni más
necesaria que la de una profunda y permanente vida de fe.
Por ella el sacerdote debe hacer visible la perfecta unidad de Cristo con el
Padre: "Quien me ve a Mí, ve al Padre" <14>, y poder testificar con san
Pablo: "sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo" <15>.
Importa, pues, ante todo, que el sacerdote sea el hombre de oración por
antonomasia.
Un sacerdote cuya vida no fuere testimonio de este espíritu de fe, jamás
podrá ser reconocido como digno ministro de Cristo, el Señor.
|p21 La caridad pastoral infundida por el sacramento del orden debe impulsar
hoy a los sacerdotes a trabajar más que nunca por la unidad de los hombres,
hasta dar la vida por ellos, como lo hiciera el Buen Pastor <16>.
En el ejercicio de esta caridad que une al sacerdocio íntimamente con la
comunidad, se encontrará el equilibrio de la personalidad humana, hecha para
el amor, y se redescubrirán las grandes riquezas contenidas en el carisma
del celibato en toda su visión cristológica, eclesiológica, escatológica y
pastoral <17>.
Ministerio
|p22 Una clara consecuencia de la orientación conciliar es la superación de
la uniformidad en la figura del presbítero; los sacerdotes "...ora ejerzan
el ministerio parroquial o supranacional, ora se dediquen a la investigación
o a la enseñanza, ora trabajen con sus manos compartiendo la suerte de los
obreros mismos...ora, en fin, lleven a cabo otras obras apostólicas u
ordenadas al apostolado" <18>, ejercerán su ministerio en consonancia con
las exigencias pastoral de las diferencias carismáticas.
Es menester, sin embargo, recordar con respecto a los carismas, que
corresponde a los que presiden la Iglesia juzgar de la autenticidad y
ordenado ejercicio de tales dones <19>. En este campo ha de tenerse en
cuenta una planificación pastoral, para la mejor distribución de los
sacerdotes, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo.
Diálogo y cooperación
|p23 En vista de la comunión jerárquica del ministerio sacerdotal se sugiere
asegurar en forma institucionalizada la adecuada co-responsabilidad de los
presbíteros con el orden episcopal.
|p24 Tiene extraordinaria importancia dar vida a los "Consejos de Pastoral",
que son innegablemente una de las instituciones más originales sugeridas por
el Concilio y uno de los más eficientes instrumentos de la renovación de la
Iglesia en su acción de Pastoral de conjunto.
|p25 Es contrario al profundo sentido de unidad del presbiterio el
aislamiento en que viven tantos sacerdotes.
Para que pueda realmente compartirse la común responsabilidad sobre la
Iglesia local, recomendamos vivamente que se fomente la vida de los equipos
sacerdotales en sus diversas formas.
Establézcanse centros sacerdotales donde puedan reunirse en un ambiente
fraternal y de frecuente contacto con el obispo, todos los presbíteros con
miras a su perfeccionamiento personal.
Valores culturales
|p26 Es hoy urgente hacer posible la renovación cultural de los prebíteros
proporcionándoles tiempo y medios adecuados.
En primer lugar, será necesario ayudarles a asimilar con profundidad las
grandes orientaciones teológicas del Concilio y los principales progresos de
las ciencias de la Revelación <20>.
Junto con ello, es necesario una mayor adaptación a todo el progreso humano;
la misión
del presbítero, en efecto, exige una cultura encarnada y dinámica,
constantemente actualizada y profundizada, que no se reduzca a un mero
cultivo intelectual, sino que abarque todo el sentido de la "humanitas",
enriquecida con sus valores vividos sacerdotalmente <21>.
Estilo y subsistencia
|p27 Una de las características indispensables de la espiritualidad
sacerdotal, especialmente requerida por nuestra situación continental, es la
pobreza evangélica.
Los presbíteros han de ser testigos del Reino, siendo pobres de corazón e
imitando a Jesucristo, pero valorando y usando pastoralmente los bienes
económicos en favor del Cristo pobre, que se hace cotidianamente presente en
los necesitados <22>.
La pobreza evangélica, que es vivida en la Iglesia de acuerdo a distintas
vocaciones, tendrá que concretarse, para los presbíteros diocesanos, en un
estilo de vida que les dé las posibilidades económicas que se adecúen a un
ministerio de especial situación comunitaria.
Será preocupación de los obispos con su presbiterio, cuidar de la
realización concreta de un sistema de sustentación de los presbíteros que,
por una parte, evite toda apariencia de lucro en relación con lo sagrado y,
por otra, distribuya equitativamente los ingresos diocesanos reunidos
solidariamente por todas las parroquias <23>.
En particular las Conferencias Episcopales deberán conseguir cuanto antes el
funcionamiento de una adecuada previsión social para el clero.
4. SALUDO FRATERNAL
A nuestros Presbíteros
|p28 Los obispos nos sentimos unidos a todos los queridos hermanos que, en
la serenidad y en la paz, vienen afrontando problemas e inquietudes que
ponen de relieve la riqueza de su amor a la Iglesia y a los hombres.
Unidos, trataremos de dar nuestra respuesta a los problemas del hombre
actual. Reflexionaremos juntos apoyándonos en el don de Dios para discernir
los signos de los tiempos. Encontraremos en el Evangelio la imagen más
nítida de Cristo, el Señor.
Contamos con su ayuda para llevar a cabo este servicio en una Iglesia que
acomete con gozo y confianza la tarea de conducir con Cristo, Pastor Eterno,
los hombres todos a la casa del Padre.
Es de justicia, en particular, manifestar nuestro reconocimiento a todos los
sacerdotes que, en un pasado remoto y próximo, vivieron, trabajaron y se
entregaron por los pueblos de América Latina.
No podemos tampoco dejar de testimoniar nuestro íntimo reconocimiento a los
numerosos sacerdotes y religiosos de iglesias hermanas que, dejando patria,
tradiciones y amigos, han venido a sumarse a la tarea apostólica que solos
no podríamos llenar.
A los que están en crisis
|p29 Nos dirigimos, además, a los queridos cooperadores que están padeciendo
las angustias de muy variada crisis después de años vividos en la fidelidad
y la abnegación. Sabemos que su situación es fruto, a veces y en parte, de
sinceridad y autenticidad. Exista entre nosotros una recíproca confianza, y
a pesar de nuestras deficiencias y hasta posibles, aunque no intencionadas,
fallas, crean con espíritu elevado que nosotros, somos también responsables
de ellos ante el Padre, por disposición divina.
Permitan que les ayudemos y, en la convivencia con los hermanos presbíteros
que viven y sufren en la viña del Señor, busquen amparo y solidaridad.
Por encima de todo, no se alejen del contacto íntimo y confiado con Cristo
que no los considera siervos sino amigos, y sepan que por ellos oramos al
Padre de las luces.
A los que se alejaron
|p30 A los presbíteros que, con consentimiento de la autoridad competente, o
sin él como
resultado de una crisis, que en última instancia sólo a Dios corresponde
juzgar, se alejaron del ministerio, les decimos que los sabemos marcados con
el sello del sacerdocio y que los respetamos como hermanos, amándolos como
hijos.
Encontrarán siempre nuestro corazón abierto para prestarles ayuda, en la
medida de nuestras posibilidades, para que, conservando o recuperando el
vínculo visible de la unidad esencial en la Iglesia de Cristo, den
testimonio del Reino para el cual fueron consagrados.
|PXII RELIGIOSOS
1. MISION DEL RELIGIOSO
|p1 La caridad con que amamos a Dios y al prójimo es la única santidad que
cultivan todos los que, guiados por el Espíritu Santo, siguen a Cristo en
cualquier estado de vida y profesión a la que han sido llamados <1>.
En la Iglesia "todos son llamados a la santidad" <2>, tanto los que
pertenezcan a la Jerarquía, como los laicos y religiosos; santidad que se
realiza mediante la imitación del Señor, por amor. Por el bautismo el
cristiano inició su configuración con Cristo <3> que luego, por la acción de
Dios y la fidelidad del hombre, ha de ir creciendo hasta llegar a la edad
perfecta de la plenitud de Cristo <4>. Cada uno ha de procurar alcanzar la
santidad viviendo la caridad según las características propias de su estado
de vida.
|p2 En estos momentos de revisión muchos se preguntan cuál es el puesto que
ocupa el religioso en la Iglesia y en qué consiste su vocación especial
dentro del Pueblo de Dios.
A lo largo de la historia de la Iglesia, la vida religiosa ha tenido
siempre, y ahora con mayor razón, una misión profética: la de ser testimonio
escatológico. Todo cristiano - sea religioso o laico - ha de buscar el Reino
de Dios identificándose, por amor, con Cristo en el misterio de su
Encarnación, Muerte y Resurrección, que culmina en la escatología. Pero lo
propio del religioso, lo más característico, es entregar toda su vida al
servicio de Dios, viviendo así la caridad, mediante "una peculiar
consagración que se funda íntimamente en la del bautismo y la expresa con
mayor plenitud" <5>. Esta consagración peculiar es un compromiso a vivir con
mayor intensidad el aspecto escatológico del cristianismo para ser dentro de
la Iglesia, de un modo especial "testigo de la Ciudad de Dios".
|p3 Es decir, por una parte, el religioso ha de encarnarse en el mundo real
y hoy con mayor audacia que en otros tiempos: no puede considerar ajeno a
los problemas sociales, al sentido democrático, a la mentalidad pluralista,
de los hombres que viven a su alrededor. Y así, las circunstancias concretas
de América Letina <naciones en vía de desarrollo, escasez de sacerdotes>
exigen de los religiosos una especial disponibilidad, según el propio
carisma, para insertarse en la líneas de una pastoral efectiva.
Por otra parte, en medio de un mundo peligrosamente tentado de instalarse en
lo temporal, con un consiguiente enfriamiento de la fe y de la caridad, el
religioso ha de ser signo de que el Pueblo de Dios no tiene una ciudadanía
permanente en este mundo, sino que busca la futura. El estado religioso,
"que deja más libres a sus seguidores frente a los cuidados terrenos,
manifiesta mejor a todos los creyentes los bienes celestiales - presentes ya
en esta vida - y sobre todo da un testimonio de la vida nueva y eterna
conseguida por la Redención de Cristo y prenuncia la Resurrección futura, y
la gloria del Reino Celestial" <6>. O según se expresa en otro lugar "los
religiosos, por su estado, dan preclaro y eximio testimonio de que el mundo
no puede ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las
Bienaventuranzas" <7>.
Si es verdad que el religioso se coloca a cierta distancia de las realidades
del mundo presente, no lo hace por desprecio al mundo, sino con el propósito
de recordar su carácter transitorio y relativo.
|p4 Su testimonio no es algo abstracto, sino existencial, signo de la
santidad trascendente de la Iglesia. Se quiere vivir con mayor plenitud,
mediante esta especial consagración, aquella identificación personal con
Cristo, que se inició en el bautismo. Ella se expresa principalmente
mediante la castidad consagrada, por la que el religioso "se une al Señor
con un amor indiviso" <8>, y por la caridad en la vida comunitaria, que es
un prenuncio de la
perfecta unión con el reino futuro.
En las congregaciones de vida activa la acción apostólica como actividad
misionera, que también tiende a la plenitud escatológica <9>, no es una
labor disociada de la vida religiosa, sino una manifestación del designio de
Dios en la Historia de la Salvación.
|p5 El testimonio del mundo futuro se manifiesta de un modo especial en la
vida religiosa contemplativa que es una presencia y una mediación del
misterio de Dios en el mundo. Le corresponde de un gran papel en la
situación latinoamericana, ya que los acontecimientos con su vida de fe y
abnegación invitan a una visión más cristiana del hombre y del mundo.
Para que este testimonio sea auténtico, se requiera, tanto en la vida activa
como en la contemplativa, un íntimo trato con Dios a través de la oración
personal y una profundización en el sentido de la caridad cuya mejor
expresión es la celebración eucarística.
|p6 A partir de estos principios insistiremos en aquellos aspectos de la
vida religiosa que tienen relación directa con el desarrollo y la pastoral
en América Latina, temas de esta Conferencia.
2. "AGGIORNAMENTO"
|p7 Los cambios provocados en el mundo latinoamericano por el proceso del
desarrollo y, por otra parte, los planes de pastoral de conjunto, a través
de los cuales la Iglesia de América Latina quiere encarnarse en nuestras
concretas realidades de hoy, exigen una revisión seria y metódica de la vida
religiosa y de la estructura de la comunidad. Esta es una condición
indispensable para que los religiosos sean un signo inteligible y eficaz
dentro del mundo actual.
|p8 A veces se interpreta equivocadamente la separación entre la vida
religiosa y el mundo: hay comunidades que mantienen o crean barreras
artificiales, olvidando que la vida comunitaria debe abrirse hacia el
ambiente humano que la rodea para irradiar la caridad y abarcar todos los
valores humanos.
La verdadera caridad tiene como efecto la flexibilidad de espíritu para
adaptarse a toda clase de circunstancias. El religioso ha de tener una
perfecta disponibilidad para seguir el ritmo de la Iglesia y del mundo
actual, dentro del marco que le señala la obediencia religiosa. Debe
adaptarse a las condiciones culturales, sociales y económicas, aunque eso
suponga la reforma de costumbres y constituciones, o la supresión de obras
que hoy han perdido ya su eficacia. Las costumbres, los horarios, la
disciplina, deben facilitar las tareas apostólicas.
|p9 Es necesario tomar en cuenta las inquietudes y los interrogantes de la
juventud, que revelan en general, una actitud de generosidad y compromiso
con el ambiente.
Por otra parte hay que abordar seriamente el "conflicto de generaciones",
que se caracterizan no solamente como un conflicto entre un sistema de
normas y otro de valores, sino por el hecho de que a ciertos valores no se
les da ya un carácter absoluto: este "relativismo" produce en la juventud, y
más aún en los adultos, un estado de inseguridad que llega a afectar los
valores de la vida religiosa y de la misma fe. Es necesario, por tanto, dar
una educación personalizadora que los lleve a realizarse a través de
graduales opciones personales que tengan como meta la vivencia auténtica de
los valores evangélicos.
También notamos que, por esta situación de cambio e inseguridad, se produce
numerosos abandonos en la vida religiosa. En estos casos es necesario un
espíritu de comprensión fraterna que facilite al máximo el reajuste
sicológico y social de quienes dejan sus Institutos.
Vida religiosa y participación en el desarrollo
|p10 El amor fraternal a todos los miembros del Cuerpo Místico ha de nacer
de la "vida escondida con Cristo en Dios" y ha de ser la fuente de todo
apostolado <10>. El apostolado, por su parte, ha de conducir a la unidad de
la caridad. Para los religiosos de vida activa la acción apostólica no puede
considerarse como algo secundario, antes bien, ella "pertenece a la
naturaleza misma de la vida religiosa; toda la vida de sus miembros ha de
estar saturada de espíritu apostólico y toda su obra apostólica ha de estar
animada por el espíritu religioso"
<11>.
La integración de la vida apostólica <en todas sus manifestaciones> en la
vida misma de los institutos religiosos se está presentando en América
Latina como problema de características dramáticas, especialmente entre los
jóvenes, más sensibilizados por los condicionamientos del proceso de
humanización del continente.
A juicio de estos jóvenes aparece una disociación práctica ante el conjunto
de observancias a las que se da el nombre de "vida regular" y la
participación en el desarrollo del hombre latinoamericano.
Esto ocasiona una crítica severa a sus propios institutos y comunidades,
acusando a la vida religiosa, así entendida, de alienación fundamental
respecto a la vida cristiana y de inadaptación al mundo de hoy.
La crisis en las comunidades religiosas toma grandes proporciones mientras
disminuye el número de los que se presentan para ingresar en las mismas.
|p11 Por eso recomendamos a los religiosos:
a> Desarrollar y profundizar una teología y una espiritualidad de la vida
apostólica, pues se necesita adquirir una mentalidad que valore
sobrenaturalmente los elementos penitenciales que encierra el apostolado y
realce el ejercicio de las virtudes teologales y morales que lleva consigo;
b> Tomar conciencia de los graves problemas sociales de vastos sectores del
pueblo en que vivimos.
|p12 La situación actual no puede dejar inactivos a los religiosos. Aunque
no han de intervenir en la dirección de lo temporal, sí han de trabajar
directamente con las personas en un doble aspecto: el de hacerles vivir su
dignidad fundamental humana y el de servirles en orden a los bienes de la
Redención.
Consideramos que la colaboración del religioso en el desarrollo es algo
vital e inherente a su propia vocación. "Cada uno debe aceptar generosamente
su papel, sobre todo quienes por su educación, su situación y su influencia,
tienen mayores posibilidades" <12>.
|p13 A este respecto recordamos a los religiosos la necesidad de:
a> Insistir en una seria formación espiritual, teológica, profunda y
continuada, armonizada con el cultivo y aprecio de los valores humanos;
b> Valorar el apostolado y sus exigencias como elemento esencial de la vida
religiosa. La fidelidad a este aspecto esencial pide a los religiosos la
renovación constante de sus métodos dentro de la continuidad con su propio
patrimonio. Asimilarán así todo lo mejor que vaya surgiendo en la Iglesia y
adaptarán sus sistemas a los nuevos procedimientos y nuevas necesidades;
c> Considerar que el desarrollo se conecta necesariamente con dimensiones de
justicia y caridad. La teología debe intervenir para ponderarlas en orden a
una pastoral que cada vez necesita mayor actualización, dado el dinamismo
del progreso humano;
d> Revisar sinceramente la formación social que se da a los religiosos,
concediendo especial importancia a las experiencias vitales, con miras a la
adquisición de una mentalidad social;
e> Atender, educar, evangelizar y promover sobre todo a las clases sociales
marginadas. Con un espíritu eminentemente misionero, preocuparse por los
numerosos grupos indígenas del continente <13>;
f> Promover un auténtico espíritu de pobreza que lleva a poner efectivamente
al servicio de los demás los bienes que se tienen" <14>;
g> Cumplir lo pedido por Pablo VI referente a la reforma agraria en el caso
de que
posean tierras no necesarias para la obra apostólica <15>.
3. PASTORAL DE CONJUNTO
|p14 Es necesario que en nuestros planes de Pastoral de conjunto, puedan las
Congregaciones religiosas integrarse de acuerdo con el carisma, las
finalidades específicas de cada Instituto y las prioridades pastorales,
aunque para esto sea menester abandonar, a veces, ciertas obras para atender
otras que se consideren más urgentes y necesarias.
Esta íntima participación de los religiosos ha de realizarse desde la etapa
de reflexión y de planificación hasta la de realización, sin olvidar que la
integración real sólo se obtiene cuando las propias comunidades religiosas
<a nivel provincial y local> toman conciencia de la responsabilidad pastoral
colegial y reflexionan en sintonía con los demás grupos y miembros del
Pueblo de Dios.
|p15 Somos conscientes de la indispensable labor apostólica que realizan
religiosos y religiosas. Ellos seguirán siendo, junto al clero diocesano, la
base de la evangelización de América Latina. Sugerimos, sin embargo, que los
religiosos se esfuercen por integrar a los laicos en los trabajos
apostólicos, respetando sinceramente su competencia en el orden temporal y
reconociéndoles su responsabilidad propia dentro de la Iglesia.
|p16 En fin, ya que el trabajo de evangelización supone permanencia y
estabilidad, esta Segunda Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, pide encarecidamente a los Superiores Mayores den
estabilidad al personal religioso que desempeña funciones apostólicas en
América Latina, de acuerdo con los convenios suscritos con los Obispos del
lugar.
Laicos consagrados en la Vida Religiosa y en los Insitutos Seculares
|p17 La más clara conciencia que van tomando los laicos del puesto que les
corresponde dentro de la Iglesia por fuerza de su bautismo, nos hace ver y
apreciar de manera especial el enorme potencial que representan para América
Latina los numerosos hombres y mujeres que, conservando su condición laical,
se han consagrado al Señor en la Vida Religiosa o en los Institutos
Seculares.
Religiosos laicales
|p18 Recordamos ante todo que "la vida religiosa laical, tanto para los
hombres como para las mujeres, constituye en sí misma un estado completo de
profesión de los consejos evangélicos" <16>.
Sin embargo, para que los religiosos laicales puedan cumplir su misión
específica en la América Latina de hoy, es necesario que valoricen su papel
de religiosos laicos. Por sus tareas apostólicas y profesionales,
comunitarias y personales, ellos han de ser un testimonio valioso y un apoyo
eficaz para aquellos laicos que trabajan en las mismas actividades.
|p19 En el campo de la promoción humana los institutos religiosos laicales
deberían diversificarse a la luz de una presencia bien comprendida de la
Iglesia en un mundo en desarrollo. Un modo de esta presencia lo constituyen
las pequeñas comunidades que viven del propio trabajo.
|p20 Los religiosos laicales podrán prestar frecuentemente un apoyo valioso
al ministerio jerárquico. En este sentido adquiere especial importancia, en
la situación actual de América Latina, el trabajo que realizan, por ejemplo,
las religiosas encargadas de vicarías parroquiales en aquellos lugares en
donde no hay presencia sacerdotal permanente.
|p21 Toda esta actualización exige una preparación esmerada que obliga a las
comunidades religiosas a una profunda reflexión cristiana sobre las
condiciones humanas encontradas en América Latina y a una competencia
profesional en los diversos sectores.
|p22 Los trabajos domésticos, necesarios y meritorios, no sean para las
religiosas y
religiosos de institutos de apostolado directo, un impedimento para su labor
específica.
|p23 Una atención especial debe prestarse a la formación espiritual y al
"aggiornamento" de los religiosos laicales para que ellos puedan ser una
señal inteligible que manifieste al hombre latinoamericano su vocación.
Institutos seculares
|p24 Los Institutos seculares, "dada su propia y particular fisonomía, es
decir, la secular" <17>, realizan una especial presencia de la Iglesia en el
mundo. Por eso los miembros de Institutos seculares, mediante una inserción
y una acción profunda y eficiente, en medio de los laicos del Pueblo de
Dios, sean un verdadero fermento en la masa. A ellos toca realizar la
presencia de la Iglesia, de modo especial, en ambientes y actividades
seculares del mundo actual.
Necesidad de centros regionales de decisión
|p25 Dado que la situación de América Latina es muy diferente a la de otras
regiones en todos los órdenes, es muy importante que las decisiones para la
aplicación concreta de las normas generales dadas por los institutos
religiosos, sean tomadas por la competente autoridad nacional o regional. De
otra manera se corre el riesgo de interpretar mal las situaciones concretas
con grave daño para la vida y la actividad de las comunidades religiosas.
Los religiosos en la vida del Pueblo de Dios bajo la coordinación de la
Jerarquía
|p26 Lo propio de los religiosos sólo se entiende relacionándolos con los
otros miembros, funciones y ministerios del Pueblo de Dios.
Los religiosos presbíteros tienen una situación especial: están unidos con
los obispos en el sacerdocio, son consagrados para ser cooperadores del
orden episcopal y pertenecen al clero de la Diócesis en cuanto participan en
obras de apostolado bajo la autoridad de los obispos <18>.
Religiosos y religiosas se integran en la pastoral jerárquica a diversos
niveles: en el presbiterio, en el consejo pastoral, en organismos
supra-diocesanos.
|p27 La diversidad de niveles de integración supone para los superiores
religiosos la misión de coordinar y alimentar las diferentes
participaciones; les toca desarrollar y mantener el sentido de comunidad que
debe ligar la vida religiosa, en sus diversas funciones y ministerios, con
el Pueblo de Dios. Consecuentemente la misión de los superiores, sobre todo
de los Superiores Mayores, deberá integrarse muchas veces en niveles que
rebasan los de la Iglesia local.
|p28 En bien de las pastoral diocesana y nacional, es indispensable que los
obispos se reúnan periódicamente con los superiores religiosos y que las
Conferencias Episcopales inviten a sus asambleas a la Conferencia de
Religiosos y de Religiosas y viceversa, para tratar en un ambiente de
comprensión y cordialidad lo que se refiere a la participación de los
religiosos en la Pastoral de conjunto <19>.
|p29 Un ejemplo de esta coordinación tan necesaria lo encontramos muy bien
logrado en el plano continental, gracias a las relaciones
institucionalizadas ya existentes entre el CELAM y la Conferencia
Latinoamericana de Religiosos <CLAR>. Sea este la oportunidad para pedir a
todos los religiosos y religiosas del continente que secunden la actividad
de sus Conferencias Nacionales y de la CLAR a fin de que esos organismos
sean para el Episcopado interlocutores cada vez más válidos y más eficaces
vehículos de nuestro interés por la vida religiosa.
|p30 Por otra parte esta Segunda Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano considera muy conveniente que haya religiosos y religiosas
de diversas regiones de América Latina presentes en las Congregaciones
Romanas y en particular en la de Religiosos.
|PXIII FORMACIÓN DEL CLERO
1.REALIDAD
Realidad de la Iglesia de América Latina
|p1 "América Latina presenta una sociedad en movimiento, sujeta a cambios
rápidos y profundos" <1>. Esto repercute sobre la misma Iglesia y le exige
una postura frente a esa situación. La Iglesia Latinoamericana debe expresar
su testimonio y su servicio en este continente, enfrentado con problemas tan
angustiosos como los de la integración, desarrollo, profundos cambios y
miseria.
Por otra parte, frente a los múltiples problemas de tipo estrictamente
religioso, la Iglesia se encuentra con un número cada vez más escaso de
sacerdotes, con estructuras ministeriales insuficientes y a veces
inadecuadas para una eficaz labor apostólica.
En este contexto ubicamos la formación del clero, que debe ser instrumento
fundamental de renovación de nuestra Iglesia y respuesta a las exigencias
religiosas y humanas de nuestro continente.
Estado actual del Clero
|p2 La restauración del Diaconado permanente y los problemas particulares
que plantea hoy la existencia sacerdotal, nos llevan al estudio de la
situación actual de la formación del clero.
Diaconado permanente
|p3 En algunos países de América Latina se adelantan experiencias de
formación de diáconos que, por ser incipientes, no han alcanzado el
suficiente grado de madurez que permita su evaluación. Con todo, se nota que
la restauración del Diaconado permanente ha surgido teniendo en cuenta
determinadas exigencias pastorales. Esto ha dado lugar a una relativa
pluralidad de formas en la concepción y preparación de los candidatos a
diáconos, de acuerdo con los ambientes.
Formación sacerdotal
Seminaristas
|p4 La juventud de nuestros seminarios participa de las inquietudes y de los
valores de los jóvenes de hoy. Se nota en ellos deseo de autenticidad;
sensibilidad a los problemas sociales; deseo de justicia y de participación
responsable en los cambios de hoy; mayor deseo de vida auténticamente
comunitaria, de diálogo, de sentido de Iglesia como catolicidad; anhelo de
pobreza y búsqueda de los valores evangélicos; respeto a la persona humana;
espíritu de iniciativa en la pastoral; sentido de libertad y autonomía;
deseo de trabajar para insertarse vitalmente en el ambiente y ayudarse en su
formación; aprecio de los valores esenciales.
Por otra parte, las crisis por las que atraviesan hoy la juventud y la
sociedad se refleja en la vida del seminario. Por ejemplo: tensiones entre
autoridad y obediencia; ansias de total independencia; falta de equilibrio
para discernir lo positivo de lo negativo en las novedades que surgen dentro
de la vida de la Iglesia y del mundo; rechazo de ciertos valores religiosos
tradicionales; exagerado activismo que lleva a descubrir la vida de relación
personal con Dios; desconfianza de los adultos.
Seminarios
|p5 Se comprueba una crisis en los seminarios que se manifiesta
principalmente por una baja notable en la perseverancia y un ingreso cada
vez menor de seminaristas. He aquí algunos puntos reveladores de esta
situación: formadores insuficientemente preparados; falta de unidad de
criterios en el equipo de formadores y de seguridad en los mismos para
defender ciertos valores fundamentales en la formación; inseguridad en la
orientación con
respecto al crecimiento en la fe y a la vocación específica sacerdotal de
los candidatos; apertura a veces brusca de los seminarios, sin la debida
preparación y asistencia a los seminaristas; fallas de formación hacia una
madurez humana plena; carencia en algunos seminarios de un auténtico
espíritu de familia; descenso en la conducción espiritual del seminario.
Igualmente parece que han influido algunos factores externos, tales como: la
crisis de la actual figura del sacerdote, la valoración del laicado y del
matrimonio como posibilidades de participación en la misión de la Iglesia, y
las nuevas oportunidades de promoción social que ofrece el mundo de hoy.
|p6 Al mismo tiempo se nota una afanosa búsqueda de soluciones. Entre los
principios internos que actualmente se llevan a cabo, mencionamos los
siguientes:
a> Hablamos de los seminarios en general se advierte una mayor integración
en el equipo de formadores; actualización de éste a través de cursos y
encuentros de reflexión; esfuerzo por una formación más personal de los
seminaristas, dentro de un ambiente de familia; integración del seminario en
la comunidad eclesial y en la comunidad humana; más contacto del obispo y de
los párrocos con el seminario; mayor apertura a las realidades del mundo
actual y a la familia; renovación de los métodos pedagógicos; aplicación de
una sana sicología en el discernimiento y orientación de los candidatos;
b> En cuanto al seminario menor, incorporación cada vez mayor de personal
laico; inclusive femenino; apertura hacia una orientación vocacional
pluralista; creación de formas nuevas de seminarios menores, tales como
semi-intenados, externados, asistencia a clases en colegios estatales,
privados;
c> Por lo que mira al seminario mayor, una formación más personalizante a
base de equipos y pequeñas comunidades, sobre lo cual la Santa Sede ha dado
orientaciones precisas <2>. En el campo de la formación intelectual: hay
tendencia en centros de estudios comunes, y a que los seminaristas asistan a
universidades católicas y estatales, sobre todo para el estudio de
filosofía.
Como es obvio, la descripción anterior del estado actual de la formación del
clero no implica un juicio de valor sobre hechos, experiencias o métodos
arriba reseñados.
2. PRESUPUESTO TEOLÓGICO
|p7 La razón de ser del seminario debe ubicarse dentro de la perspectiva
bíblica del llamado y de la respuesta. Como centro de formación sacerdotal,
deberá partir de la visión bíblica "ex hominibus assumptus...pro hominibus
constitutus", a fin de lograr en los candidatos aquella madurez humana que
los capacite para ser conductores de hombres. Más aún, como a bautizados se
pide a los seminaristas aquella madurez cristiana que los disponga al
carisma sacerdotal, por el cual están llamados a la configuración con Cristo
Cabeza <3>. Esta configuración peculiar en el sacerdocio de Cristo lo sitúa
en un nivel esencialmente distinto del sacerdocio común de los fieles <4>.
3. ORIENTACIONES PASTORALES
|p8 De acuerdo con lo anterior, teniendo en cuenta la situación
latinoamericana, y sin pretender agotar todos los aspectos de la formación,
que por otra parte se hallan contenidos en los documentos del Concilio
Vaticano II y de la Santa Sede, ofrecemos a continuación algunas
orientaciones pastorales.
Formación espiritual
|p9 Atendiendo al papel especial del sacerdote en América Latina y a las
tareas de la pastoral que esta Conferencia Episcopal viene subrayando, se
estima que la formación específica en los seminarios debe insistir
particularmente sobre algunas actitudes y virtudes, sin pretender que éstas
sean ni las únicas ni las principales.
Capacidad para escuchar fielmente la Palabra de Dios <5>
|p10 Se pide al sacerdote de hoy saber interpretar habitualmente, a la luz
de la fe, las situaciones y exigencias de la comunidad. Dicha tarea
profética exige, por una parte, la capacidad de comprender, con la ayuda del
laicado, la realidad humana y, por otra, como carisma específico del
sacerdote en unión con el obispo, saber juzgar aquellas realidades en
relación con el plan de salvación. Para llegar a esta capacidad se necesita:
a> Una profunda y continuada purificación interior que disponga al hombre
para captar las auténticas exigencias de la Palabra de Dios <sentido de la
dirección espiritual>;
b> Un "sensus fidei", que se profundiza particularmente por:
La Sagrada Escritura asimilada vitalmente en la oración personal, en el
estudio serio del Mensaje y en una activa, consciente y fructuosa
participación en la liturgia <6>;
Una constante confrontación con las enseñanzas del magisterio de la Iglesia.
Con el mismo fin, parece necesario desarrollar una fuerte pasión por la
verdad y una disposición habitual para defenderse de la unilateralidad por
medio de una búsqueda y verificación comunitaria.
Espiritualidad marcada por los consejos evangélicos <7>
|p11 En un período en el cual la pastoral latinoamericana se halla
comprometida en la promoción humana, a fin de que cada hombre se realice a
sí mismo y goce de los bienes de la naturaleza, es necesario que el
sacerdote dé a sus hermanos, de una manera convincente, el testimonio de
saber vivir con equilibrio y libertad la renuncia de aquellos bienes sin
darles un valor absoluto, impidiendo así que se repitan errores ya
conocidos.
|p12 El Concilio Vaticano II y los Sumos Pontífices han reafirmado
recientemente la vigencia del celibato para los sacerdotes <8>. Siendo el
motivo central del celibato la entrega a Cristo y con él a la Iglesia, y
constituyendo al mismo tiempo una forma de caridad pastoral que se confunde
con la consagración total y es testimonio escatológico ante los hombres, es
necesario que se den al seminarista bases muy sólidas para vivirlo
gozosamente en la plenitud del amor. Así, pues, dadas las circunstancias
concretas en que frecuentemente le toca vivir al sacerdote latinoamericano,
es de particular importancia una cuidadosa formación de los seminaristas en
este sentido. Esto exige principalmente una formación gradual de acuerdo con
el desarrollo físico y sicológico; estar en condiciones de realizar una
elección madura, consciente y libre; capacidad de amor y de entrega sin
reserva, lo que a su vez reclama una fe fuerte lo que haga capaz de
responder al llamado de Dios; disciplina ascética y vida de oración que lo
lleve a una madurez en las relaciones con el otro sexo; realización del
sentido de la amistad y capacidad para trabajar en equipo <9>.
Espíritu de servicio
|p13 El sacerdote, como Cristo, está puesto al servicio del pueblo. Esto
pide de él, aceptar sin limitaciones las exigencias y las consecuencias del
servicio a los hermanos y, en primer lugar, la de saber asumir las
realidades y "el sentido del pueblo" en sus situaciones y en sus
mentalidades. Con espíritu de humildad y de pobreza, antes de enseñar debe
aprender, haciéndose todo a todos para llevarlos a Cristo <10>.
Experiencia personal y amor de Cristo
|p14 Como a Pedro, Cristo pedirá al seminarista de hoy un servicio de
entrega total, resultado de un amor personal a El y al Padre por el
Espíritu, pues no quiere siervos sino amigos <11>.
Disciplina
|p15 La disciplina es indispensable, no solamente por el buen orden, sino
sobre todo para la
formación de la personalidad. Para ello es necesario que la disciplina sea
objeto de una adhesión interior, lo cual sólo es posible si los jóvenes
perciben su valor y si tiene por objeto metas esenciales <12>.
Formación intelectual
|p16 Hoy más que nunca es urgente actualizar los estudios de acuerdo con las
orientaciones del Concilio, insistiendo en aquellos aspectos que atañen más
particularmente a la situación actual del continente.
|p17 Cuídese la firmeza doctrinal ante una tendencia a novedades no
suficientemente fundamentadas. Insístase además en una profundización que
alcance a ser posible un alto nivel intelectual, teniendo en cuenta sobre
todo la formación del Pastor <13>.
|p18 Dese una importancia particular al estudio e investigación de nuestras
realidades latinoamericanas en sus aspectos religiosos, social,
antropológico y sicológico.
|p19 En cuanto al profesorado, prevista la capacitación de los futuros
profesores, hay que procurar actualizarlo por medio de encuentros, cursos e
institutos de alcance nacional y latinoamericano, buscando además la
colaboración de profesores especializados, que puedan prestar sus servicios
en los diferentes centros <14>.
Formación pastoral
|p20 Procúrese que los profesores de seminarios tengan experiencia pastoral
y, además, que el clero sea convenientemente actualizado, para que así pueda
colaborar eficazmente en la formación de los futuros sacerdotes <15>.
|p21 En una forma más concreta, y en orden a su futura actividad pastoral,
debe cuidarse la preparación de los seminaristas en algunos aspectos de
particular importancia en nuestro ambiente latinoamericano: formación básica
sobre Pastoral de conjunto, preparación para la iniciación y asistencia de
las comunidades de base, conveniente información y entrenamiento en dinámica
de grupos y relaciones humanas, información adecuada para la utilización de
los medios de comunicación social <16>.
|p22 Por otra parte, ha de procurarse que participen en actividades
pastorales en forma gradual, progresiva y prudente, de manera especial en
época de vacaciones <17>.
Pastoral vocacional
|p23 La pastoral vocacional es la acción de la comunidad eclesial bajo la
Jerarquía para llevar a los hombres a hacer su opción en la Iglesia. Por lo
mismo, toda la comunidad cristiana, unificada y guiada por el obispo, es
responsable solidariamente del desarrollo vocacional, tanto en su aspecto
fundamental cristiano, la vocación en general, como en sus aspectos
específicos: vocaciones sacerdotal, religiosa y laical <18>.
|p24 El sacerdote por su misma misión debe ser el mediador más directo en
las llamadas de Dios: tanto por el ideal que debe encarnar ante a juventud,
como, porque siendo fiel a su vocación, será más sensible a los llamamientos
de Dios en los otros <19>.
|p25 Dado el fenómeno de un número creciente de vocaciones de jóvenes y
adultos, póngase cuidado especial en la promoción y cultivo de estas
vocaciones. Por lo mismo es necesaria una pastoral juvenil que, para ser
plenamente auténtica, debe llevar a los jóvenes, por medio de una maduración
personal y comunitaria, a asumir un compromiso concreto ante la comunidad
eclesial en alguno de los llamados estilos de vida <20>.
Puntos varios
|p26 Procúrese en el seminario una reflexión continua sobre la realidad que
vivimos, a fin de que se sepan interpretar los signos de los tiempos, y se
creen actitudes y mentalidad pastorales adecuadas <21>.
|p27 Todos los que participan en la vida del seminario, aunque en diverso
grado, deben considerarse como formadores.
|p28 Se verifica en América Latina una búsqueda de nuevas formas en la
preparación de los presbíteros. Para que dichas experiencias sean fecundas,
deben ser preparadas maduramente, aprobadas por la autoridad competente,
bien comprendidas por los interesados. Además han de ser seguidas,
controladas, y evaluados sus resultados, teniendo en cuenta por otra parte,
que sean reversibles. Sería también de desear que, una vez demostrada su
validez, se comuniquen a las Conferencias Episcopales de los distintos
países para común utilidad.
|p29 Por razones obvias es conveniente que la formación de los seminaristas,
de ordinario, sea realizada en su propio ambiente.
|p30 Se juzga oportuno que los sacerdotes de otros países, designados para
trabajar en la formación del clero en América Latina, sigan cursos de
adaptación en centros nacionales o internacionales, y que la contemplen con
un tiempo prudencial de
trabajo pastoral <22>.
|p31 Con miras a una mayor economía de fuerzas y mejoramiento de la
enseñanza, se recomiendan iniciativas, como los de seminarios regionales e
interdiocesanos, cuidando que haya simultáneamente una integración de los
obispos responsables y que, en lo posible, abarquen zonas homogéneas humana
y pastoralmente. Igualmente se recomienda Institutos y Facultades de
Filosofía y Teología comunes para candidatos al clero diocesano y religioso.
Esto último ayudará, además, a una mayor integración en la futura labor
pastoral y a una mejor inserción en las realidades del mundo actual <23>.
|p32 Se juzga de mucha utilidad que se intensifiquen la colaboración mutua y
las relaciones entre el CELAM y la Organización de Seminarios
Latinoamericanos <OSLAM>, con las Comisiones Episcopales de Seminarios y con
las Conferencias Nacionales de Religiosos, en todo lo que se refiere a la
información sobre problemas de formación del clero.
Diaconado
|p33 Señalamos a continuación algunas orientaciones generales relativas a la
formación para el Diaconado permanente <24>.
a> Factor indispensable en la formación del futuro diácono será el recíproco
aporte entre éste y la comunidad. Es decir, que el candidato madure su
formación actuando en la comunidad y ésta también contribuya a formarlo.
Además, los métodos de formación habrán de tener en cuenta la sicología del
adulto, excluyendo todo tipo de formación masiva y utilizando los métodos
activos.
b> La primera preocupación de los responsables en la formación de los
futuros diáconos, ha de ser la de capacitarlos para crear nuevas comunidades
cristianas o alentar las existentes, a fin de que el Misterio de la Iglesia
pueda realizarse en ellas con mayor plenitud.
c> En vista de lo anterior, es necesario suscitar en los candidatos una
espiritualidad diaconal propia que en los casados se debe conjugar con una
auténtica espiritualidad conyugal.
d> Dada la diversidad de tareas en que habrá de ejercerse el ministerio
diaconal en América Latina, será necesario que la formación intelectual sea
la vez adecuada a las funciones que han de cumplir y al nivel cultural del
ambiente.
e> De acuerdo con las condiciones de la Iglesia en América Latina, en la
formación del diácono se cuidará también de capacitarlo en orden a una
acción efectiva en los campos de la evangelización y el desarrollo integral.
f> Se recomienda que existan en la diócesis, región o país, equipos
responsables de formación de los candidatos que podrán estar integrados por
presbíteros, diáconos, religiosos y laicos.
|PXIV POBREZA DE LA IGLESIA
1. REALIDAD LATINOAMERICANA
|p1 El Episcopado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las
tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a
la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos
casos a la inhumana miseria.
|p2 Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores
una liberación que no les llega de ninguna parte. "No estáis ahora
escuchando en silencio, pero oímos el grito que sube de vuestro
sufrimiento", ha dicho el Papa a los campesinos en Colombia <1>.
Y llegan también hasta nosotros las quejas de que la Jerarquía, el clero,
los religiosos, son ricos y aliados de los ricos. Al respecto debemos
precisar que con mucha frecuencia se confunde la apariencia con la realidad.
Muchas causas han contribuido a crear esa imagen de una Iglesia jerárquica
rica. Los grandes edificios, las casas de párrocos y de religiosos cuando
son superiores a las del barrio en que viven; los vehículos propios, a veces
justos; la manera de vestir heredada de otras épocas, han sido algunas de
esas causas.
El sistema de aranceles y de pensiones escolares, para proveer a la
sustentación del clero y al mantenimiento de las obras educacionales, ha
llegado a ser mal visto y a formar una opinión exagerada sobre el monto de
las sumas percibidas.
Añadamos a esto el exagerado secreto en que se ha envuelto el movimiento
económico de colegios, parroquias, diócesis: ambiente de misterio que
agiganta las sombras y ayuda a crear fantasías.
Hay también casos aislados de condenable enriquecimiento que han sido
generalizados.
Todo esto ha llevado al convencimiento de que la Iglesia en América Latina
es rica.
|p3 La realidad de muchísimas parroquias y diócesis que son extremadamente
pobres y de tantísimos obispos, sacerdotes y religiosos que viven llenos de
privaciones y se entregan con gran abnegación al servicio de los pobres,
escapa por lo general a la apreciación de muchos y no logra disipar la
imagen deformada que se tiene.
En el contexto de pobreza y aun de miseria en que vive la gran mayoría del
pueblo latinoamericano, los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo
necesario para la vida y una cierta seguridad, mientras los pobres carecen
de lo indispensable y se debaten entre la angustia y la incertidumbre. Y no
faltan casos en que los pobres sienten que sus obispos, o sus párrocos y
religiosos, no se identifican realmente con ellos, con sus problemas y
angustias, que no siempre apoyan a los que trabajan con ellos o abogan por
su suerte.
2. MOTIVACION DOCTRINAL
|p4 Debemos distinguir:
a> La pobreza como carencia de los bienes de este mundo es, en cuanto tal,
un mal. Los profetas la denuncian como contraria a la voluntad del Señor y
las más de las veces como el fruto de la injusticia y el pecado de los
hombres;
b> La pobreza espiritual, es el tema de los pobres de Yahvé <2>. La pobreza
espiritual es la actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de quien lo
espera del Señor <3>. Aunque valoriza los bienes de este mundo no se apega a
ellos y reconoce el valor superior de los
bienes del Reino <4>;
c> La pobreza como compromiso, que asume, voluntariamente y por amor, la
condición de los necesitados de este mundo para testimoniar el mal que ella
representa y la libertad espiritual frente a los bienes, sigue en esto el
ejemplo de Cristo que hizo suyas todas las consecuencias de la condición
pecadora de los hombres <5> y que "siendo rico se hizo pobre" <6>, para
salvarnos.
|p5 En este contexto una Iglesia pobre:
- Denuncia la carencia injusta de los bienes de este mundo y el pecado que
la engendra;
- Predica y vive la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual
y apertura al Señor;
- se compromete ella misma en la pobreza material. La pobreza de la Iglesia
es, en efecto, una constante de la Historia de la Salvación.
|p6 Todos los miembros de la Iglesia están llamados a vivir la pobreza
evangélica. Pero no todos de la misma manera, pues hay diversas vocaciones a
ella, que comportan diversos estilos de vida y diversas formas de actuar.
Entre los religiosos mismos, con misión especial dentro de la Iglesia en
este testimonio, habrá diferencias según los carismas propios.
|p7 Dicho todo esto, habrá que recalcar con fuerza que el ejemplo y la
enseñanza de Jesús, la situación angustiosa de millones de pobres en América
Latina, las apremiantes exhortaciones del Papa y del Concilio, ponen a la
Iglesia Latinoamericana ante un desafío y una misión que no puede soslayar y
al que debe responder con diligencia y audacia adecuadas a la urgencia de
los tiempos.
Cristo nuestro Salvador, no solo amó a los pobres, sino "siendo rico se hizo
pobre", vivió en la pobreza, centró su misión en el anuncio a los pobres de
su liberación y fundó su Iglesia como signo de esa pobreza entre sus
hombres.
Siempre la Iglesia ha procurado cumplir esa vocación, no obstante "tantas
debilidades y ruinas nuestras en el tiempo pasado" <7>. La Iglesia de
América Latina, dadas las condiciones de pobreza y de subdesarrollo del
continente, experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en
gestos, actitudes y normas que le hagan un signo más lúcido y auténtico de
su Señor. La pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad,
testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno de
la misión salvífica encomendada por Cristo.
La situación presente exige, pues, de obispos, sacerdotes, religiosos y
laicos, el espíritu de pobreza que "rompiendo las ataduras de la posesión
egoísta de los bienes temporales, estimula al cristiano a disponer
orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la comunidad" <8>.
La pobreza de la Iglesia y de sus miembros en América Latina debe ser signo
y compromiso. Signo del valor inestimable del pobre a los ojos de Dios;
compromiso de solidaridad con los que sufren.
3 Reflexiones doctrinales
|p8 Por todo eso queremos que la Iglesia de América Latina sea
evangelizadora de los pobres y solidaria con ellos, testigo del valor de los
bienes del Reino y humilde servidora de todos los hombres de nuestros
pueblos. Sus pastores y demás miembros del Pueblo de Dios han de dar a su
vida y sus palabras, a sus actitudes y su acción, la coherencia necesaria
con las exigencias evangélicas y las necesidades de los hombres
latinoamericanos.
Preferencia y solidaridad
|p9 El particular mandato del Señor de "evangelizar a los pobres" debe
llevarnos a una distribución de los esfuerzos y del personal apostólico que
dé preferencia efectiva a los sectores más pobres y necesitados y a los
segregados por cualquier causa, alentando y
acelerando las iniciativas y estudios que con ese fin ya se hacen.
Los obispos queremos acercarnos cada vez más, con sencillez y sincera
fraternidad a los pobres, haciendo posible y acogedor su acceso hasta
nosotros.
|p10 Debemos agudizar la conciencia del deber de solidaridad con los pobres,
a que la caridad nos lleva. Esta solidaridad significa hacer nuestros sus
problemas y sus luchas, saber hablar por ellos.
Esto ha de concentrarse en la denuncia de la injusticia y la opresión, en la
lucha cristiana contra la intolerable situación que soporta con frecuencia
el pobre, en la disposición al diálogo con los grupos responsables de esa
situación para hacerles comprender sus obligaciones.
|p11 Expresamos nuestro deseo de estar siempre muy cerca de los que trabajan
en el abnegado apostolado con los pobrs, para que sientan nuestro aliento y
sepan que no escucharemos voces interesadas en desfigurar su labor.
La promoción humana ha de ser la línea de nuestra acción en favor del pobre,
de manera que respetemos su dignidad personal y le enseñemos a ayudarse a sí
mismo. Con ese fin reconocemos la necesidad de la estructuración racional de
nuestra pastoral y de la integración de nuestros esfuerzos con las de otras
entidades.
Testimonio
|p12 Deseamos que nuestra habitación y estilo de vida sean modestos; nuestro
vestir, sencillo; nuestras obras e instituciones, funcionales, sin aparato
ni ostentación.
Pedimos a sacerdotes y fieles que nos den un tratamiento que convenga a
nuestra misión de padres y pastores, pues deseamos renunciar a títulos
honoríficos propios de otra época.
|p13 Con la ayuda de todo el Pueblo de Dios esperamos superar el sistema
arancelario, reemplazándolo por otrs formas de cooperación económica que
estén desligadas de la administración de los sacramentos.
La administración de los bienes diocesanos o parroquiales ha de estar
integrada por laicos competentes y dirigida al mejor uso en bien de la
comunidad toda <9>.
|p14 En nuestra misión pastoral confiaremos ante todo en la fuerza de la
Palabra de Dios. Cuando tengamos que emplear medios técnicos buscaremos los
más adecuados al ambiente en que deban usarse y los pondremos al servicio de
la comunidad <10>.
|p15 Exhoratmos a los sacerdotes a dar testimonio de pobreza y
desprendimiento de los bienes materiales, como lo hacen tantos
particularmente en regiones rurales y en barrios pobres.
Con empeño procuraremos que tengan una justa aunque modesta sustentación y
la necesaria previsión social. Para ello buscaremos formar un fondo común
entre todas las parroquias y la misma diócesis y también entre las diócesis
del mismo país <11>.
Alentamos a los que se sienten llamados a compartir la suerte de los pobres,
viviendo con ellos y aun trabajando con sus manos, de acuerdo con el Decreto
Presbyterorum ordinis <12>
|p16 Las comunidades religiosas, por especial vocación, deben dar testimonio
de la pobreza de Cristo. Reciban nuestro estímulo las que se sientan
llamadas a formar entre sus miembros pequeñas comunidades, encarnadas
realmente entre los ambientes pobres. serán un llamado continuo para todo el
Pueblo de Dios a la pobreza evangélica.
Esperamos también que puedan cada vez más hacer participar de sus bienes a
los demás, especialmente a los más necesitados, compartiendo con ellos no
solamente lo superfluo, sino lo necesario y dispuestos a poner al servicio
de la comunidad humana los edificios e instrumentos de sus obras <13>.
La distinción entre lo que toca a la comunidad y lo que pertenece a las
obras permitirá
realizar todo esto con mayor facilidad. Igualmente permitirá buscar nuevas
formas para estas obras, en que participen otros miembros de la comunidad
cristiana, en su administración o propiedad.
|p17 Estos ejemplos auténticos de desprendimientos y libertad de espíritu,
harán que los demás miembros del Pueblo de Dios den testimonio análogo de
pobreza. Una sincera conversión ha de cambiar la mentalidad individualista
en otra de sentido social y preocupación por el bien común. La educación de
la niñez y de la juventud en todos sus niveles, empezando por el hogar, debe
incluir este aspecto fundamental de la vida cristiana.
Se traduce este sentido de amor al prójimo cuando se estudia y se trabaja
ante todo como una preparación o realización de un servicio a la comunidad;
cuando se dispone orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la
comunidad.
Servicio
|p18 No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna, sino que quiere ser
humilde servidora de todos los hombres <14>.
Necesitamos acentuar este espíritu en nuestra América Latina.
Queremos que nuestra Iglesia latinoamericana esté libre de ataduras
temporales, de connivencias y de prestigio ambiguo; que "libre de espíritu
respecto a los vínculos de la riqueza" <15>, sea más transparente y fuerte
su misión de servicio; que esté presente en la vida y las tareas temporales,
reflejando la luz de Cristo, presente en la construcción del mundo.
Queremos reconocer todo el valor y la autonomía legítima que tienen las
tareas temporales; sirviéndolas no queremos desvirtuarlas ni desviarlas de
sus propios fines <16>. Deseamos respetar sinceramente a todos los hombres y
escucharlos para servirlos en sus problemas y angustias <17>. Así la
Iglesia, continuadora de la obra de Cristo, "que se hizo pobre por nosotros
siendo rico, para enriquecernos con su pobreza" <18>, presentará ante el
mundo signo claro e inequívoco de la pobreza de su Señor.
|PXV PASTORAL DE CONJUNTO
1. HECHOS
|p1 En nuestro continente, millones de hombres se encuentran marginados de
la sociedad e impedidos de alcanzar la plena dimensión de su destino, sea
por la vigencia de estructuras inadecuadas e injustas, sea por otros
factores, como el egoísmo o la insensibilidad. Por otra parte, en él se está
imponiendo la conciencia de que es necesario poner en marcha o activar un
proceso de integración en todos los niveles: desde la integración de los
marginados a los beneficios de la vida social, hasta la integración
económica y cultural de nuestros países.
|p2 La Iglesia debe afrontar esta situación con estructuras pastorales
aptas, es decir, obviamente marcadas con el signo de la organicidad y de la
unidad. Ahora bien, cuando se examina la realidad desde este punto de vista,
se constatan algunos hechos de signo positivo y otros de signo negativo.
|p3 Entre los primeros podemos mencionar:
a> La conciencia bastante difundida, aunque a veces imprecisa y vaga, de las
ideas de "Pastoral de conjunto" y de "Planificación pastoral", como también
diversas realizaciones efectivas en estas líneas;
b> La vitalización de las vicarías foráneas, la creación de zonas y la
constitución de equipos sacerdotales, por exigencias de acción pastoral
conjunta;
c> La celebración de Sínodos y la constitución, ya comenzada en muchos
lugares, de los Consejos presbiteral y pastoral propiciados por el Concilio;
d> El deseo de los laicos de participar en las estructuras pastorales de la
Iglesia;
e> La importancia adquirida por las Conferencias Episcopales y la misma
existencia de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del
CELAM.
|p4 Entre los hechos de signo negativo figuran los siguientes:
a> Inadecuación de la estructura tradicional en muchas parroquias para
proporcionar una vivencia comunitaria;
b> Sensación bastante generalizada de que las curias diocesanas son
organismos burocráticos y administrativos;
c> Desazón en muchos sacerdotes, proveniente de no encontrar un lugar claro
y satisfactorio en la estructura pastoral; esto ha sido a menudo un factor
decisivo en algunas crisis sacerdotales, como también, por analogía de
situaciones, en las crisis de un número considerable de religiosos y laicos;
d> Actitudes particularistas de personas o instituciones en situaciones que
exigen coordinación;
e> Casos de aplicación desacertada de la Pastoral de conjunto o de la
Planificación, sea por improvisación o incompetencia técnica, sea por
excesiva valoración de los "planes", sea por una concepción demasiado rígida
y autoritaria de su puesta en práctica.
2. PRINCIPIOS DOCTRINALES
|p5 Toda revisión de las estructuras eclesiales en lo que tienen de
reformable, debe hacerse, por cierto, para satisfacer las exigencias de
situaciones históricas concretas, pero también con los ojos puestos en la
naturaleza de la Iglesia. La revisión que debe llevarse a cabo hoy en
nuestra situación continental, ha de estar inspirada y orientada por dos
ideas directrices muy subrayadas en el Concilio: la de comunión y la de
catolicidad <1>.
|p6 En efecto, la Iglesia es ante todo un misterio de comunión católica,
pues en el seno de su comunidad visible, por el llamamiento de la Palabra de
Dios y por la gracia de sus sacramentos, particularmente de la Eucaristía,
todos los hombres pueden participar fraternalmente de la común dignidad de
hijos de Dios <2>, y todos también, compartir la responsabilidad y el
trabajo para realizar la común misión de dar testimonio del Dios que los
salvó y los hizo hermanos en Cristo <3>.
|p7 Esta comunión que une a todos los bautizados, lejos de impedir, exige
que dentro de la comunidad eclesial exista multiplicidad de funciones
específicas, pues para que ella se constituya y pueda cumplir su misión, el
mismo Dios suscita en su seno diversos ministerios y otros carismas que le
asignan a cada cual un papel peculiar en la vida y en la acción de la
Iglesia. Entre los ministerios, tienen lugar particular los que están
vinculados con un carácter sacramental. Estos introducen en la Iglesia una
dimensión estructural de derecho divino. Los diversos ministerios, no sólo
deben estar al servicio de la unidad de comunión, sino que a su vez deben
constituirse y actuar en forma solidaria. En especial, los ministerios que
llevan anexa la función pastoral, episcopado y presbiterado deben ejercerse
siempre en espíritu colegial, y así obispos y presbíteros, al tener que
actuar siempre como miembros de un cuerpo <colegio episcopal o presbiterio,
respectivamente>, "ejemplar" de comunión: "forma facti gregis" <4>.
|p8 Es esencial que todas las comunidades eclesiales se mantengan abiertas a
la dimensión de comunión católica, en tal forma que ninguna se cierra sobre
sí misma. Asegurar el cumplimiento de esta exigencia es tarea que incumbe
particularmente a los ministros jerárquicos, y en forma especialísima a los
obispos, quienes, colegialmente unidos con el Romano Pontífice, su Cabeza,
son el principio de la catolicidad de las Iglesias. Para que dicha abertura
sea efectiva y no puramente jurídica, tiene que haber comunicación real,
ascendente y descendente, entre la base y la cumbre.
|p9 De todo lo dicho se desprende que la acción pastoral de la comunidad
eclesial, destinada a llevar a todo el hombre y a todos los hombres a la
plena comunión de vida con Dios en la comunidad visible de la Iglesia, debe
ser necesariamente global, orgánica y articulada. De aquí, a su vez, se
infiere que las estructuras eclesiales deben ser periódicamente revisadas y
reajustadas en tal forma que pueda desarrollarse armoniosamente lo que se
llama una Pastoral de conjunto; es decir, toda esa obra salvífica común
exigida por la misión de la Iglesia en su aspecto global, "como fermento y
alma de la sociedad que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia
de Dios" <5>.
3. ORIENTACIONES PASTORALES
RENOVACIÓN DE ESTRUCTURAS PASTORALES
Comunidades cristianas de base
|p10 La vivencia de la comunión a que ha sido llamado, debe encontrarla el
cristiano en su "comunidad de base": es decir, una comunidad local o
ambiental, que corresponda a la realidad de un grupo homogéneo, y que tenga
una dimensión tal que permita el trato personal fraterno entre sus miembros.
Por consiguiente, el esfuerzo pastoral de la Iglesia debe estar orientado a
la transformación de esas comunidades en "familia de Dios", comenzando por
hacerse presente en ellas como fermento mediante un núcleo, aunque sea
pequeño, que constituya una comunidad de fe, de esperanza y de caridad <6>.
La comunidad cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo
eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y
expansión de la fe, como también del culto que es su expresión. Ella es,
pues, célula inicial de estructuración eclesial, y foco de la
evangelización, y actualmente factor primordial de promoción humana y
desarrollo.
|p11 Elemento capital para la existencia de comunidades cristianas de base
son sus líderes y dirigentes. Estos pueden ser sacerdotes, diáconos,
religiosos, religiosas o laicos. Es de desear que pertenezcan a la comunidad
por ellos animada. La detención y formación de líderes deberán ser objeto
preferente de la preocupación de párrocos y obispos, quienes tendrán siempre
presente que la madurez espiritual y moral dependen en gran medida de la
asunción de responsabilidades en un clima de autonomía <7>.
Los miembros de estas comunidades, "viviendo conforme a la vocación a que
han sido llamados, ejerciten las funciones que Dios les ha confiado,
sacerdotal, profética y real", y hagan así de su comunidad "un signo de la
presencia de Dios en el mundo" <8>.
|p12 Se recomienda que se hagan estudios serios, de carácter teológico,
sociológico e histórico, acerca de estas comunidades cristianas de base, que
hoy comienzan a surgir, después de haber sido punto clave en la pastoral de
los misioneros que implantan la fe y la Iglesia en nuestro continente. Se
recomienda también que las experiencias que se realicen se den a conocer a
través del CELAM y se vayan coordinado en la medida de lo posible.
Parroquias, vicarías foráneas y zonas
|p13 La visión que se ha expuesto nos lleva a hacer de la parroquia un
conjunto pastoral vivificador y unificador de las comunidades de base. Así
la parroquia ha de descentralizar su pastoral en cuanto a sitios, funciones
y personas, justamente para "reducir a unidad todas las diversidades humanas
que en ellas se encuentran e insertarlas en la universalidad de la Iglesia"
<9>.
|p14 El párroco de ha ser, en esta figura de la parroquia, el signo y el
principio de la unidad, asistido en el ministerio pastoral por la
colaboración de representantes de su pueblo, laicos, religiosos y diáconos.
Mención especial merecen los vicarios cooperadores, quienes aún estando bajo
la autoridad del párroco, no pueden ser ya considerados como simples
ejecutores de sus directivas, sino como de sus colaboradores, ya que forman
parte de un mismo y único presbiterio <10>.
|p15 Cuando cada parroquia no puede ser normalmente atendida o contar con un
párroco residente, puede ser confiada a los cuidados de un diácono o de un
grupo de religiosos o religiosas, a ejemplo de lo que se ha hecho en algunas
regiones con resultados muy positivos.
|p16 La comunidad parroquial forma parte de una unidad más amplia: la de la
victoria foránea o decanato, cuyo titular está llamado a "promover y dirigir
la acción pastoral común en el territorio a él encomendado" <11>. Si varias
vicarías foráneas vecinas son suficientemente homogéneas y caracterizadas en
su problemática pastoral, conviene formar con ellas una zona, que podría
quedar bajo la responsabilidad de un vicario episcopal <12>.
Diócesis
|p17 El hecho de estar presidida por un obispo, hace que una porción del
Pueblo de Dios "constituya una Iglesia particular, en que se encuentra y
opera verdaderamente la Iglesia de Cristo que una, santa, católica y
apostólica" <13>.
El obispo es "testigo de Cristo ante todos los hombres" <14>, y su tarea
esencial es poner a su pueblo en condiciones de testimonio evangélico de
vida y acción. Por consiguiente, sin perjuicio del apostolado que les
compete a todos los bautizados en razón de su acción, debe él preocuparse,
en forma especial, de que los movimientos apostólicos ambientales que ocupan
un lugar tan importante en la estructura pastoral diocesana, se integren
armónicamente en la persecución de dichas metas. En una palabra, el obispo
tiene la responsabilidad de la Pastoral de conjunto en cuanto tal, y todos
en la diócesis han de coordinar su acción con las metas y prioridades
señaladas por él.
|p18 Pero para asumir esta tarea y responsabilidad debe contar el obispo,
antes que nada, con el Consejo Presbiteral, senado suyo en el régimen de la
diócesis, que debe "ayudarlo eficazmente con sus consejos en su ministerio y
función de enseñar, santificar y apacentar al Pueblo de Dios" <15>.
Es muy deseable que también pueda contar el obispo con un Consejo Pastoral
dotado de consistencia y funcionalidad de vida <16>; a este Consejo, que
representa al Pueblo de Dios en la diversidad de sus condiciones y estados
de vida <sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, laicos>, le
corresponde estudiar y sopesar lo que atañe a las obras pastorales, "de tal
manera que se promueva la conformidad con el Evangelio de la vida y acción
del Pueblo de Dios" <17>.
Si el Consejo Presbiteral debe ser el principal canal de diálogo del obispo
con sus presbíteros, el Consejo Pastoral debe serlo de su diálogo con toda
su diócesis.
|p19 La Curia diocesana, como prolongación de la persona misma del obispo en
todos sus aspectos y actividades, debe tener un carácter primordialmente
pastoral <18>, y sería de desear que tuviera representación dentro del
Consejo Presbiteral.
Se recomienda que a los laicos sean encomendados los cargos de la Curia que
puedan ser desempeñados por ellos.
|p20 De trascendental importancia es la figura de los Vicarios del Obispo.
La función de los llamados Vicarios Episcopales y el carácter eminentemente
pastoral de su papel, delineado por el Concilio <19>, no requieren mayores
comentarios. Pero es oportuno subrayar que no se puede seguir considerando
al Vicario General como mero administrador de la diócesis. Siendo el "alter
ego" del obispo, ha de ser un Pastor. En la medida misma en que se
multiplican los Vicarios Episcopales especializados <20>, es indispensables
que el Vicario General sea un hombre penetrado de toda la amplitud de la
misión episcopal.
|p21 Los obispos, en virtud de la consagración sacramental y por la
comunidad jerárquica con la cabeza y miembros del Colegio, son constituidos
miembros del Cuerpo Episcopal" <21>. Por consiguiente deben "mantenerse
siempre unidos entre sí y mostrarse solícitos con todas las Iglesias, ya
que, por institución divina y por imperativo del oficio apostólico, cada uno
juntamente con los otros obispos es responsable de la Iglesia" <22>. El
cumplimiento de este deber redunda en beneficio de la propia diócesis, pues
así la comunión eclesial de sus fieles
se abre a las dimensiones de la catolicidad.
Conferencias episcopales
|p22 La Conferencia Episcopal ha de constituir en cada país o región
concreta del espíritu de colegialidad que debe animar a cada obispo. Ha de
fortalecer su estructura interna precisando las respectivas
responsabilidades mediante comisiones formadas por obispos competentes, con
asesores especializados. Es recomendable que se empleen una dinámica de
grupo y una técnica de organización operantes, con amplia utilización de los
medios de comunicación social y de opinión pública.
|p23 Su actividad ha de desenvolverse dentro de una auténtica Pastoral de
conjunto y con planes de pastoral que responda siempre a la realidad humana
y a las necesidades religiosas del Pueblo de Dios. Debe ser elemento de
integración de las diversas diócesis, y en especial, factor de equilibrio en
la distribución de personal y de medios <23>. Procurarán también una
auténtica integración de todo el personal apostólico que se ofrece al país
desde el exterior, en particular mediante el diálogo con los organismos
episcopales que lo ofrecen.
|p24 Las Conferencias Episcopales han de asumir decididamente todas las
atribuciones que les ha reconocido o concedido el Concilio, en los campos de
su competencia, y de acuerdo con su conocimiento concreto de la realidad
inmediata.
|p25 Procuren las Conferencias Episcopales que la voz de los respectivos
presbiterios y del laicado del país llegue fielmente hasta ellas. Asimismo,
tengan una más estrecha u operante integración con la Confederación de
Superiores Mayores Religiosos, incorporándolos en el estudio, la elaboración
y la ejecución de la pastoral.
|p26 Para que la acción sea más eficaz, se hace necesario aplicar lo que
dice el Concilio: "el bien de las almas pide la debida circunscripción, no
sólo de las diócesis, sino de las provincias eclesiásticas, de forma que se
provea a las necesidades del apostolado de acuerdo con las circunstancias
sociales y locales" <24>. Conviene plantearse la conveniencia de las
prelaturas personales <25>, para una mejor atención a ciertos grupso étnicos
dispersos en varias circunscripciones eclesiásticas y en situaciones
variadas, incluyendo aquí las situaciones migratorias.
|p27 Las Conferencias Episcopales han de ser los órganos de aplicación de
los acuerdos de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano.
|p28 Para vivir profundamente el espíritu católico estarán las Conferencias
Episcopales en contacto, no solo con el Romano Pontífice y los Organismos de
la Santa Sede, sino también con las Iglesias de otros continentes, tanto
para la mutua edificación de las Iglesias, como para la promoción de la
justicia y de la paz en el mundo.
Organismos continentales
|p29 A nivel continental, el espíritu de colegialidad de los obispos
latinoamericanos en la solución de problemas comunes, se expresa en la
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y en el Consejo
Episcopal Latinoamericano, si bien de diversas maneras <26>. Guardada la
integridad del CELAM como organismo de índole continental, nada impide que,
para una mejor coordinación de los trabajos pastorales, se organicen varios
países abocados a problemas o situaciones similares.
|p30 El CELAM, como órgano de contacto, colaboración y servicio, es una
irreemplazable ayuda para la reflexión y la acción de toda la Iglesia
Latinoamericana <27>.
|p31 Para la mejor consistencia y funcionalidad de este organismo es urgente
una mayor comunicación entre los Departamentos del CELAM y las
correspondientes Comisiones de las Conferencias Nacionales, en razón de los
frentes de trabajo.
|p32 El CELAM ha de integrarse mucho de esta época por una reflexión
integral y continuada y enriquecedora comunión de experiencias en el campo
pastoral. Entre las materias cuyo estudio sería oportuno que abordase,
deberían actualmente figurar las comunidades de base.
|p33 El CELAM debe aumentar sus relaciones con los Organismos
Latinoamericanos y mundiales para un mejor servicio al continente.
Otras exigencias de la Pastoral de conjunto
|p34 La Pastoral de conjunto, teniendo en cuenta el momento actual de la
Iglesia en América latina, además de la ya mencionada reforma de
estructuras, exige:
a> Una renovación personal, y
b> Una acción pastoral debidamente planificada de acuerdo con el proceso de
desarrollo de América Latina.
|p35 La renovación personal implica un proceso de continua mentalización y
"aggiornamento", desde un doble punto de vista:
a> Teológico-pastoral, fundamentado en los Documentos Conciliares y en la
Teología vigente; y
b> Pedagógico, proveniente de un continuo diálogo apoyado en la dinámica de
grupo y en una revisión sobre la acción mediante tipos de pastoral,
tendiente a crear un auténtico sentido comunitario, sin el cual es
totalmente imposible una genuina pastoral de conjunto.
Esta renovación personal debe alcanzar a todas las esferas del Pueblo de
Dios, creando en obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, movimientos y
asociaciones, una sola conciencia eclesial.
|p36 Una acción pastoral planificada exige:
a> Estudio de la realidad del ambiente con la colaboración técnica de
organismos y personas especializadas;
b> Reflexión teológica sobre la realidad detectada;
c> Censo y ordenamiento de los elementos humanos disponibles y de los
materiales de trabajo; el personal especializado se preparará en los
diversos Institutos nacionales o latinoamericanos;
d> determinación de las prioridades de acción;
e> Elaboración del plan pastoral. Se deben seguir para éstos los principios
técnicos y serios de una auténtica planificación, dentro de una integración
en planes de nivel superior;
f> Evaluación periódica de las realizaciones.
|PXVI MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL
1. SITUACION
|p1 La Comunicación Social es hoy una de las principales dimensiones de la
humanidad. Abre una nueva época. Produce un impacto que aumenta en la medida
en que avanzan los satélites, la electrónica y la ciencia en general.
Los medios de comunicación social <MCS> abarcan la persona toda. Plasman al
hombre y la sociedad. Llenan cada vez más su tiempo libre. Forjan una nueva
cultura, producto de la
civilización audiovisual que, si por un lado tiende a masificar al hombre,
por otro favorece su personalización. Esta nueva cultura, por primera vez,
se pone al alcance de todos, alfabetizados o no, lo que no acontecía en la
cultura tradicional que apenas favorecía a una minoría.
Por otra parte, estos medios de comunicación social acercan entre sí a
hombres y pueblos, los convierten en próximos y solidarios, contribuyendo
así al fenómeno de la socialización <1>, uno de los logros de la época
moderna.
|p2 En América Latina los medios de comunicación social son uno de los
factores que más han contribuido y contribuyen a despertar la conciencia de
grandes masas sobre sus condiciones de vida, suscitando aspiraciones y
exigencias de transformaciones radicales. Aunque en forma incipiente,
también vienen actuando como agentes positivos de cambio por medio de la
educación de base, programas de formación y opinión pública.
Sin embargo, muchos de estos medios están vinculados a grupos económicos y
políticos nacionales y extranjeros, interesados en mantener el "statu quo"
social.
|p3 La Iglesia emprendió una serie de iniciativas en este campo. Si algunas
de ellas no llenaron su finalidad pastoral, se debió más que nada a la falta
de una clara visión de lo que es la Comunicación Social en sí misma y al
desconocimiento de las condiciones que impone su uso.
2. JUSTIFICACIÓN
|p4 La Iglesia universal acoge y fomenta los maravillosos inventos de la
técnica que miran principalmente el espíritu humano y han abierto nuevos
caminos a la comunicación entre los hombres, como son la prensa, el cine, la
radio, la televisión, el teatro, los discos <2>.
También en América Latina la Iglesia recibe gozosa la ayuda providencial de
estos medios, con la confiada esperanza de que contribuirán cada vez más a
la promoción humana y cristiana del continente.
|p5 Los medios de comunicación social son esenciales para sensibilizar la
opinión pública en el proceso de cambio que vive Latinoamérica; para ayudar
a encauzarlo y para impulsar los centros de poder que inspiran los planes de
desarrollo, orientándolos según las exigencias del bien común; para divulgar
dichos planes y promover la participación activa de toda la sociedad en su
ejecución, especialmente de las clases dirigentes.
|p6 De igual manera, los medios de comunicación social se convierten en
agentes activos del proceso de transformación, cuando se ponen al servicio
de una auténtica educación integral, apta para desarrollar a todo el hombre,
capacitándolo para ser el artífice de su propia promoción, lo que también se
aplica a la evangelización y al crecimiento de la fe.
Por otra parte, no se puede ignorar que el uso de los medios de comunicación
social ocupa cada vez más el tiempo libre de todas las categorías de
personas que buscan esparcimiento en ellos. Este uso les proporciona al
mismo tiempo información, conocimientos e influencias morales positivas y
negativas.
|p7 En el mundo de hoy la Iglesia no puede cumplir con la misión que Cristo
le confiara de llevar la Buena Nueva "hasta los confines de la tierra" si no
emplea los medios de comunicación social, únicos capaces para llegar
efectivamente a todos los hombres.
La palabra es el vehículo, normal de la fe: fides ex auditu <3>. En nuestros
tiempos la "palabra" también se hace imagen, color y sonido, adquiriendo
formas variadas a través de los diversos medios de comunicación social.
Tales medios, así comprendidos, son un imperativo de los tiempos presentes
para que la Iglesia realice su misión evangelizadora.
|p8 Finalmente, la Comunicación Social y el empleo de sus instrumentos son
para la Iglesia, el medio de presentar a este continente una imagen más
exacta y fiel de sí misma, transmitiendo al gran público no sólo las
noticias relativas a los acontecimientos de la vida eclesial y sus
actividades, sino, sobre todo, interpretando los hechos a la luz del
pensamiento cristiano.
|p9 Por todas estas razones el Decreto "Inter mirifica" urge a todos los
hijos de la Iglesia para que utilicen los medios de comunicación social
eficazmente, sin la menor dilación y con el máximo empeño y a los sagrados
Pastores para que cumplan en este campo su misión, íntimamente ligada a su
deber ordinario de predicar <4>.
3. RECOMENDACIONES PASTORALES
|p10 El influjo siempre creciente y arrollador que la Comunicación Social
ejerce en toda la vida del hombre moderno, impulsa a la Iglesia a estar
presente en este campo con una pastoral dinámica que abarque todos los
sectores de este amplio mundo.
|p11 Reconociendo el derecho de la Iglesia a poseer medios propios, que en
algunos casos son para ella necesarios, es requisito indispensable para
justificar esa posesión, no solo contar con una organización que garantice
su eficacia profesional, económica y administrativa, sino también que
presten un servicio real a la comunidad.
|p12 La inserción de los cristianos en el mundo de hoy, obliga a que éstos
trabajen en los medios de comunicación social ajenos a la Iglesia según el
espíritu de diálogo y servicio que señala la Constitución Gaudium et spes.
El profesional católico, llamado a ser fermento en la masa, cumplirá mejor
su misión si se integra en esos medios para ampliar los contactos entre la
Iglesia y el mundo, al igual que para contribuir a la transformación de
éste.
|p13 Dada la dimensión social de estos medios y la escasez de personal
calificado para actuar en ellos, urge suscitar y promover vocaciones en el
campo de la Comunicación Social, especialmente entre los seglares.
|p14 Este personal debe recibir una adecuada formación apostólica y
profesional, de acuerdo con los diversos niveles y categorías de sus
funciones. Dicha formación ha de incluir aquellos conocimientos teológicos,
sociológicos y antropológicos que exigen las realidades continentales.
|p15 En labor de formación, en relación a la Comunicación Social, se
extenderá a las personas de toda condición, de modo particular a los
jóvenes, par que la conozcan, valoren y estimen como uno de los medios
fundamentales con los que se expresa el mundo contemporáneo, desarrollando
el sentido crítico y la capacidad de tomar con responsabilidad sus propias
decisiones. Es conveniente comenzar esta capacitación ya desde los niveles
inferiores de la educación y debe también incluirse en la catequesis <5>.
|p16 Por su carácter de servidores de la palabra y de educadores del Pueblo
de Dios, es igualmente necesario que se ofrezca a obispos, sacerdotes,
religiosos de uno y otro sexo, cursillos que los informen sobre el
significado de la Comunicación Social y los adiestren en el conocimiento de
las condiciones que rigen el empleo de sus instrumentos. Esta formación debe
ser materia de estudio sistemático en los seminarios y casas de formación
religiosa <6>.
Debido a la importancia que la Iglesia concede a los medios de comunicación
social pedimos a los superiores eclesiásticos que faciliten la capacitación
y dedicación de sacerdotes, religiosos y religiosas a la tarea específica de
formación, asesoría e inspiración de obras apostólicas relacionadas con este
campo <7>.
|p17 A los estudiosos e intelectuales, y particularmente a las secciones
especializadas de las universidades e institutos de medios de comunicación
social, se les pide que profundicen en el fenómeno de la comunicación en sus
diversos aspectos, incluida la teología de la comunicación, a fin de
especificar cada vez más las dimensiones de esta nueva cultura y sus
proyecciones futuras. De igual manera, se solicita promover y utilizar todo
tipo de investigación de enseñe a adaptar mejor el trabajo de los medios de
comunicación social a una más efectiva promoción de las distintas
comunidades.
|p18 Se debe estimular la producción de un material adaptado a las variadas
culturas locales <por ejemplo, artículos de prensa, emisiones radiofónicas y
televisivas> par que promueva los valores autóctonos y sea convenientemente
recibido por los usuarios.
|p19 A fin de lograr los objetivos específicos de la Iglesia, es necesario
crear o fortalecer, en cada país de América Latina, Oficinas Nacionales de
Prensa, Cine, Radio y Televisión, con la autonomía requerida por su trabajo
y con eficiente coordinación entre las mismas <8>.
|p20 Estas Oficinas deben mantener estrecha relación con los Organismos
Continentales <ULAPC, UNDAAL, SALOCIC> e Internacionales. De igual manera,
dichos Organismos han de prestar toda su colaboración al Departamento de
Comunicación Social del CELAM para estructurar planes a nivel
latinoamericano y promover su ejecución.
|p21 Es indispensable favorecer el diálogo sincero y eficaz entre la
Jerarquía y todos aquellos que trabajan en los medios de comunicación
social. Este diálogo deberá ser particularmente mantenido con los
profesionales que actúan en los medios de comunicación social propios de la
Iglesia, a fin de estimularlos y orientarlos pastoralmente.
|p22 Esta actitud de apertura favorece la necesaria libertad de expresión,
indispensable dentro de la Iglesia, siguiendo el espíritu del Concilio
Vaticano II. "La Iglesia...se convierte en señal de la fraternidad que
permite y consolida el diálogo sincero. Lo cual requiere, en primer lugar,
que se promueva en el seno de la Iglesia la mutua estima, respeto y
concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades, para abrir, con
fecundidad siempre creciente, el diálogo entre todos los que integran el
único Pueblo de Dios, tanto los pastores como los demás fieles. Los lazos de
unión de los fieles son mucho más fuertes que los motivos de división entre
ellos. Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo"
<9>.
|p23 Esta Conferencia Episcopal recuerda a los Episcopados Nacionales la
disposición del Decreto Inter mirifica <10> sobre la celebración del Día
Mundial de la Comunicación Social, que ofrece una oportunidad excepcional
para sensibilidad a los fieles sobre la trascendencia de la misma en la vida
del hombre y de la sociedad.
|p24 Las observaciones y orientaciones pastorales que anteceden, ponen de
relieve la importancia que tienen hoy los medios de comunicación social; sin
ellos no podrá lograrse la promoción del hombre latinoamericano y las
necesarias transformaciones del continente. De esto se desprende no solo la
utilidad y conveniencia sino la necesidad absoluta de emplearlos a todos los
niveles y en todas las formas de la acción pastoral de la Iglesia, para
conseguir los fines que se propone esta Asamblea.
FIN
Notas:
De la introduccion:
<1> Cf. Pablo VI, Discurso de clausura del Conc.
Vat. II, 7/12/1965.
<2> Ibid.
<3> Gaudium et spes, 22.
<4> Idem, 43.
<5> Cf. Eugenio de Araujo Sales, La Iglesia en
América Latina y la promoción humana, 28/8/1968.
<6> Populorum progressio, 15.
<7> Gaudium et spes, 3.
<8> Cf. Rom. 8,22-23.
<9> Cf. Gaudium et spes, 38.
<10> Cf. Populorum progressio, 20 y21.
<11> Homilía en la orientación de sacerdotes para
América latina, 3/7/1966.
Del Capítulo I
<1> Cf. Síntesis de esa situación, en "Documento
de Trabajo" de la Segunda Conferencia del Espiscopado Latinoamericano, 1-9.
<2> Populorum progressio, 30.
<3> Gaudium et spes, 69.
<4> Cf. Gen. 1,26; Gaudium et spes, 34.
<5> Cf. Jn. 8, 32-35.
<6> Ef. 2,10.
<7> 2 Cor 5,17.
<8> Gaudium et spes, 38.
<9> Idem, 41.
<10> Idem, 42.
<11> Idem, 39.
<12> Idem, 39
<13> Idem, 68.
<14> Cf. Populorum progressio, 46.
Del Capítulo II
<1> Populorum progressio, 87.
<2> Pablo VI, Discurso a los campesinos en
Mosquera, Colombia, 23/8/1968.
<3> Pablo VI, Alocución en a Misa del Día del
Desarrollo, Bogotá, 23/8/1968.
<4> Pablo VI, Discurso a los campesinos en
Mosquera, Colombia, 23/8/1968.
<5> Cf. Populorum progressio, 56-61.
<6> Cf. Idib., 56.
<7> Cf. Ibid., 24.
<8> Cf. Ibid., 54.
<9> Cf. Ibid., 26.
<10> Cf. Ibid., 62.
<11> Cf. Ibid., 53.
<12> Gaudium et spes, 78.
<13> Pacem in terris, 167 y Populorum progressio,
76.
<14> Pablo VI, Mensaje del 1/1/1968.
<15> Ibid.
<16> Populorum progressio, 76.
<17> Gaudium et spes, 78.
<18> Pablo VI, Mensaje de Navidad, 1967.
<19> Cf. Mt. 5,9.
<20> Gaudium et spes, 78.
<21> Cf. Jn. 14,27.
<22> Cf. Mt. 25, 31-46.
<23> Pablo VI, Alocución en la Misa del Día del
Desarrollo, Bogotá, 23/8/1968; Cf. Pablo VI, Discurso en la Apertura de la
Segunda Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano, Bogotá,
23/8/1968.
<24> Pablo VI, Mensaje del 1/1/1968.
<25> Pablo VI, Alocución en la Misa del Día del
Desarrollo, Bogotá, 23/8/1968.
<26> Cf. Populorum progressio, 30.
<27> Pablo VI, Alocución en la Misa del Día del
Desarrollo, Bogotá, 23/8/1968.
<28> Ibid.
<29> Cf. Populorum progressio, 31.
<30> Idem.
<31> Pablo VI, Discurso a los nuevos sacerdotes y
diáconos, Bogotá, 22/8/1968.
Del Capítulo III
<1> Gaudium et spes, 47.
<2> Apostolicam actuositatem, 11.
<3> Gravissimum educationis, 3.
<4> Gaudium et spes, 61.
<5> Apostolicam actuositatem, 11.
<6> Lumen gentium, 41.
<7> Ibid., 11.
<8> Gaudium et spes, 48.
<9> Gravissimum educationis, 3.
<10> Gaudium et spes, 52.
<11> Populorum progressio, 16.
<12> Gaudium et spes, 52.
<13> Ibid., 61.
<14> Apostolicam actuositatem, 30.
<15>Ibid., 11.
<16> Gaudium et spes, 47 <17> Ibid., 52.
<18> Pablo VI, Discurso ante la ONU, 27, del
4/10/1965.
<19> Humanae vitae, 20.
<20> Pablo VI, Discurso en la apertura de la
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Bogotá,
24/8/1968.
<21> Ibid.
<22> Gaudium et spes, 52.
<23> Ibid., 30.
Del Capítulo IV
<1> Populorum progressio, 20.
<2> Ibid., 15.
<3> Mensaje del Concilio a los jóvenes,
8/12/1965.
<4> Isaías 58,6; 61,1.
<5> Col. 1,15.
<6> Ef. 4,13.
<7> Populorum progressio, 15, 16 y 18.
<8> Rom. 8,29.
<9> Gravissimum educationis, 3.
<10> Idib., 10 y 11; Gaudium et spes, 62.
<11> Gravissimum educationis, 12.
<12> ibid., 12.
Del Capítulo V
<1> Pablo VI, Discurso en la apertura de la
Segunda Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano, Bogotá,
24/8/1968.
<2> Populorum progressio, 10.
<3> Ibid., 30.
<4> Ibid., 11.
<5> Pablo VI, Discurso en la apertura de la
Segunda Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano, Bogotá,
24/8/1968.
<6> Mensaje del Concilio a los jóvenes,
8/12/1965.
<7> Ibid.
<8> Ibid.
<9> Ibid.
<10> Ibid.
<11> Ibid.
<12> Humanae salutis
Del Capítulo VI
<1> Ad gentes, 9.
<2> Nostra aetate, 2.
<3> Mt. 12,20.
<4> Gaudium et spes, 92.
<5> Ad gentes, 11.
<6> Lumen gentium, 16.
<7> Ibid., 9.
<8> Presbyterorum ordinis, 2 y 4.
<9> Ibid., 6.
<10> Lumen gentium, 26.
Del Capítulo VII
<1> En el texto, el concepto de "élite" tiene un
significado meramente descriptivo y designa a los agentes principales del
cambio social sin ningún juicio de valor ni connotación clasista.
<2> Evidentemente se dan grupos intermedios que
propugnan los cambios de estructura en forma gradual y más o menos
acelerada, pero se oponen a la violencia y a los gobiernos de fuerza.
<3> Gaudium et spes, 76.
<4> Ibid., 73.
Del Capítulo IX
<1> Sacrosanctum concilium, 8 y 10.
<2> Ibid. 7
<3> Ef. 1,10.
<4> Lumen gentium, 3 y 5.
<5> Ibid., 48; Sacrosanctum concilium, 8.
<6> Lumen gentium, 8 y Sacrosanctum concilium, 2.
<7> Lumen gentium, 48; Sacrosanctum concilium, 8.
<8> Lumen gentium, 1; Sacrosanctum concilium, 47.
<9> "Nos parece oportuno llamar la atención a
este respecto sobre dos puntos doctrinales: el primero es la dependencia de
la caridad para con el prójimo de la caridad para con Dios. Conocéis los
asaltos que sufre en nuestros días esta doctrina de clarísima e inexpugnable
derivación evangélica..." <Pablo VI, Discurso en la apertura de la Segunda
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Bogotá, 24/8/1968.
<10> Cf. Ef. 1,6.12.14; Sacrosanctum concilium,
10.
<11> Cf. Rom. 3,23; Sacrosanctum concilium, 10.
<12> Cf. Fil. 2,5.
<13> Presbyterorum ordinis, 6.
<14> Gaudium et spes, 43.
<15> Ibid., 41.
<16> Sacrosanctum concilium, 2.
<17> Sobre el sentido bíblico de "gloria", puede
verse esa palabra en el Vocabulario de Teología Bíblica, ed. Herder.
<18> Sacrosanctum concilium, 38.
<19> Gaudium et spes, 41.
<20> Presbyterorum ordinis, 26 y 27.
<21> Sacrosanctum concilium, 5 y 6.
<22> Ibid., 2; Ad gentes, 15.
<23> Gaudium et spes, 43. "Asociar al pueblo de
Dios con la celebración jerárquica y comunitaria de los santos
ritos...ejercitando, no solo formalmente, sino también sincera y
cordialmente la caridad fraterna" Pablo VI, Discurso en la apertura de la
Segunda Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano, Bogotá,
24/8/1968.
<24> Sacrosanctum concilium, 9 y 35,3.
<25> Ibid., 37; Ad gentes, 22; Gaudium et spes,
44.
<26> Sacrosanctum concilium, 37; Lumen gentium,
13.
<27> Gaudium et spes, 1 y 42.
<28> Sacrosanctum concilium, 11 y 48.
<29> Así, por ejemplo, una liturgia exequial no
debe expresar sólo el natural sentido de tristeza, sino también el de la fe
y esperanzas cristianas en la resurrección <Cf. El prólogo del nuevo Ritual
de exequias>.
<30> Sacrosanctum concilium, 22,1 y 41; Christus
Dominus, 15; Lumen gentium, 15 y 26.
<31> Sacrosanctum concilium, 41.
<32> Ibid., 22,1; Inter oecumenici, 22.
<33> Sacrosanctum concilium, 45 y 46; Inter
oecumenici, 47.
<34> Sacrosanctum concilium, 22,2. <35> Ibid.,
40.
<36> Ibid., 15, 16 y 44.
<37> Ibid., 23.
<38> Ibid., 46 y 119.
<39> Ibid., 126, 127 y 129.
<40> Ibid., 59.
<41> Ibid., 35,4.
<42> Ibid., 13.
Del Capítulo X
<1> Populorum progressio, 19, 26, 57 y 59 y
otros.
<2> Ibid., 9.
<3> 1 Cor. 12,11.
<4> Lumen gentium, 32 y 33.
<5> Ibid., 31.
<6> Gaudium et spes, 43.
<7> Populorum proressio, 81.
<8> Lumen gentium, 39.
<9> Gaudium et spes, 21.
<10> Lumen gentium, 31.
<11> Cf. Mt. 18,20.
<12> Cf. Pablo VI, Alocución en la Misa del Día
del Desarrollo, Bogotá, 23/8/1968.
<13> Apostolicam actuositatem, 19.
<14> Gaudium et spes, 43.
Del Capítulo XI
<1> Pablo VI, Discurso en la apetura de la
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Bogotá,
24/8/1968.
<2> Cf. Perfectae caritatis, 14 comparado con
Presbyterorum ordinis 15.
<3> Pablo VI, Discurso a los nuevos sacerdotes y
diáconos, Bogotá, 22/8/1968.
<4> Presbyterorum ordinis, 8.
<5> Lumen gentium, 21.
<6> Presbyterorum ordinis, 8.
<7> Lumen gentium, 20.
<8> Presbyterorum ordinis, 6.
<9> Apostolicam actuositatem, 3.
<10> Cf. Hebr. 5,1.
<11> Presbyterorum ordinis, 3.
<12> Gaudium et spes, 43.
<13> Presbyterorum ordinis, 13.
<14> Jn. 14,9.
<15> 1 Cor. 11,1.
<16> Presbyterorum ordinis, 13.
<17> Presbyterorum ordinis, 16, y Pablo VI,
sacerdotalis coelibatus.
<18> Presbyterorum ordinis, 8.
<19> Lumen gentium, 12 y Apostolicam
autuositatem, 3.
<20> Presbyterorum ordinis, 19.
<21> Ibid., 3.
<22> Ibid., 17.
<23> Ibid., 21.
Del Capítulo XII
<1> Lumen gentium, 41 y 42.
<2> Ibid., 39.
<3> Ibid., 7.
<4> Cf. Ef. 4,13.
<5> Perfectae caritatis, 5.
<6> Lumen gentium, 44.
<7> Ibid., 31.
<8> Optatam totius, 10.
<9> Ad gentes, 9.
<10> Perfectae caritatis, 6.
<11> Ibid., 8; Lumen gentium, 44.
<12> Populorum progressio, 32.
<13> Perfectae caritatis, 20.
<14> Ibid., 13.
<15> Cf. Discurso de S.S. Pablo VI al Episcopado
Latinoamericano, 232/11/1965.
<16> Cf. Perfectae caritatis, 10.
<17> Perfectae caritatis, 11.
<18> Presbyterorum ordinis, 7; Christus Dominus,
34.
<19> Christus Dominus, 35.
Del Capítulo XIII
<1> Discurso de S.S. Pablo VI al Episcopado
Latinoamericano, 23/11/1965.
<2> Cf. Cardenal Gabriel María Garrone, Carta del
23/5/1968.
<3> Presbyterorum ordinis, 6; Lumen gentium, 28.
<4> Lumen gentium, 10.
<5> Dei verbum, 24; Optatam totius, 4, 8 y 16.
<6> Sacrosanctum concilium, 17.
<7> Optatam totius, 9.
<8> Optatam totius, 10; Presbyterorum ordinis,
16; Sacerdotalis coelibatus del 24/7/1967; Pío XII, Sacra virginis del
25/3/1964.
<9> Sacerdotalis caolibatus, 60-72; Optatam
totius, 3,10 y 11; Perfectae caritatis, 12.
<10> Optatam totius 4 y 19; Ecclesiam suam,
passim; Discurso a los nuevos sacerdotes y diáconos, Bogotá, 22/8/1968.
<11> Optatam totius, 8; Discurso a los nuevos
sacerdotes y diáconos, Bogotá, 22/8/1968.
<12> Optatam totius, 11.
<13> Ibid., 15 y 16; Discurso en la apertura de
la Segunda Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano, Bogotá,
24/8/1968.
<14> Optatam totius, 5
<15> Ibid.
<16> Inter mirifica, 16.
<17> Optatam totius, 21.
<18> Ibid., 12; Christus Dominus, 15; Ad gentes,
38; Perfectae caritatis, 24.
<19> Optatam totius, 2; Presbyterorum ordinis,
11; Perfectae caritatis, 24.
<20> Presbyterorum ordinis, 11; Ad gentes, 39 y
41; Optatam totius, 3.
<21> Optatam totius, 4; Ecclesiam suam, 25.
<22> Optatam totius, 5.
<23> Ibid., 7.
<24> Cf. Motu proprio Sacrum diaconatus ordinem,
del 18/6/1967.
Del Capítulo XIV
<1> Pablo VI, Discurso a los campesinos de
Mosquera, Colombia, 23/8/1968.
<2> Cf. Sofonías 2,3; Lc. 1, 46-55.
<3> Cf. Mt. 5,3.
<4> Amós 2, 6-7; 4,1; 5,7; Jer. 5,28; Miq.
6,12-13; Is. 10,2 et passim.
<5> Cf. Fil. 2, 5-8.
<6> 2 Cor. 8,9.
<7> Ecclesiam suam, 50.
<8> Pablo VI, Alocución en la Misa del Día del
Desarrollo, Bogotá, 23/8/1968.
<9> Presbyterorum ordinis, 17.
<10> Gaudium et spes, 69.
<11> Presbyterorum ordinis, 21.
<12> Ibid., 8.
<13> Gaudium et spes, 69.
<14> Ibid., 3; Discurso de clausura del Conc. Vat
II, 7/12/1965.
<15> Pablo VI, Discurso en la apertura de la
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Bogotá,
24/8/1968.
<16> Gaudium et spes, 36.
<17> Ibid., 1-3.
<18> 2 Cor. 8,9.
Del Capítulo XV
<1> Lumen gentium, 13.
<2> Ibid., 9 y 32.
<3> Lumen gentium, 17; Apostolicam actuositatem
3.
<4> 1 Pe. 5,3.
<5> Gaudium et spes, 40.
<6> Lumen gentium, 8.
<7> Gaudium et spes, 55.
<8> Ad gentes, 15.
<9> Apostolicam actuositatem, 10.
<10> Presbyterorum ordinis, 8.
<11> Cf. Motu proprio Ecclesiae sanctae, 19,1.
<12> cf. Ibid., 14,2.
<13> Christus Dominus, 11.
<14> Ibid., 11.
<15> Presbyterorum ordinis, 7.
<16> Cf. Pablo VI, En la Apertura de la Segunda
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Bogotá, 24/8/1968.
<17> Cf. Motu proprio, Ecclesiae sanctae, 16,1.
<18> Christus Dominus, 27.
<19> Ibid., 27.
<20> Cf. Motu proprio Ecclesiae sanctae, 14,2.
<21> Christus Dominus, 4.
<22> Ibid., 6.
<23> Chrsitus Dominus, 6; Motu proprio Ecclesiae
sanctae, 2; Discurso de S.S. Pablo VI al Episcopado Latinoamericano,
23/11/1965.
<24> Christus Dominus, 39.
<25> Presbyterorum ordinis, 10; Motu proprio
Ecclesiae sanctae, 4.
<26> Cf. Discurso de S.S. Pablo VI al Episcopado
Latinoamericano, 23/11/1965.
<27> Ibid., 27.
Del Capítulo XVI
<1> Mater et magistra, 59.
<2> Inter mirifica, 1.
<3> Rom. 10,17.
<4> Inter mirifica, 3.
<5> Ibid., 16.
<6> Ibid., 15 y 16.
<7> Ibid., 15.
<8> Ibid., 21.
<9> Gaudium et spes, 92.
<10> Inter mirifica, 18.
Fin
(vea resumen y observaciones)