Medellín - 40 años: Mensaje de la Conferencia Episcopal de Venezuela
Mensaje de la Conferencia Episcopal de Venezuela ante los cuarenta años de
la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín.
Introducción
1. Del 26 de agosto hasta el 7 de septiembre de 1968 tuvo lugar en la ciudad
de Medellín (Colombia) la II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano. Días antes, el 24 de agosto, Pablo VI, primer Papa que
visitaba América Latina, desde la Catedral de Santafé de Bogotá, en el marco
de la celebración del 39º Congreso Eucarístico Internacional, dirigió un
saludo anticipado a las delegaciones de obispos presentes para la magna
asamblea. En este año 2008 se cumplen, pues, cuarenta años de este
acontecimiento tan significativo para la vida de la Iglesia en nuestra
región. Por eso los Arzobispos y Obispos de Venezuela, en unión con los
demás miembros del pueblo de Dios, al recordar estas importantes efemérides,
se unen al gozo que experimenta la Iglesia en América Latina, que camina,
impulsada por el Espíritu, en la fe en Jesucristo, como signo e instrumento
de salvación para los habitantes de este "continente de la esperanza".
A la luz del Concilio Vaticano II y de la realidad latinoamericana
2. La decisión de celebrar una II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano se fraguó al calor del Concilio Vaticano II. En las
postrimerías del Concilio, en 1965, tuvieron lugar en Roma encuentros entre
los obispos latinoamericanos para acordar y pedir al Papa la celebración de
dicha conferencia, que permitiera la adaptación del Concilio a la realidad
de nuestra Iglesia en América Latina. Así, pues, Medellín nació, se preparó
y realizó como fruto de una coincidencia histórica de dos hechos
significativos: Primero, el impacto histórico, renovador, del Concilio
Vaticano II que acababa de clausurarse el 7 de diciembre de 1965; segundo,
los comienzos del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, que había sido
creado en 1955 en Río de Janeiro (Brasil), en el marco de la primera
Conferencia General y que ayudó a moldear, incluso antes del Vaticano II, la
fisonomía de una identidad eclesial latinoamericana como misterio de
comunión al servicio del pueblo de Dios. Estos dos hechos constituyeron el
fértil terreno que hizo madurar el fruto de Medellín.
3. Es preciso recordar que el Concilio fue el principio inspirador e
iluminador de esta Conferencia, con miras sobre todo a su aplicación en
nuestro continente; el enunciado del tema, acogido después como título de
los documentos resultantes, lo expresa claramente: La Iglesia en la actual
transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II. La
fuerza y la novedad la suministraba, en amplia medida, el Concilio,
especialmente a través de la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el
mundo actual, Gaudium et spes, de la Constitución dogmática sobre la
Iglesia, Lumen Gentium, así como los otros documentos del mismo Concilio. Y,
con la creación del CELAM, aunque todavía se encontrara en una etapa
inicial, se contaba ya con una caja de resonancia y un motor al servicio de
pueblos unidos por la Iglesia, con la viva conciencia de su responsabilidad
histórica en el anuncio profético del Evangelio.
4. Un tercer elemento, no menos importante, que va a determinar la
convocatoria, preparación, desarrollo y conclusiones de la II Conferencia lo
constituye la situación social, política y económica de los pueblos de
América Latina en ese entonces. La miseria y la marginación de grandes masas
se consideraba fruto de las injusticias y desigualdades, y producía serios
interrogantes a la acción pastoral de la Iglesia y demandaba respuestas
decisivas. Muchos de los gobiernos del continente eran dictaduras o sistemas
autoritarios, y cundía el militarismo. A la par que varias naciones sufrían
el impacto y el desgaste de guerrillas de signo ideológico marxista,
alentados por la experiencia de la revolución cubana. Por otra parte, en el
seno mismo de la Iglesia, particularmente en América Latina, había sido
considerable el impacto de la encíclica del Papa Pablo VI, Populorum
progressio, de tanta apertura social, que condenaba severamente tanto al
marxismo como al capitalismo y sus concepciones acerca del hombre y del
desarrollo, y que propugnaba el concepto de desarrollo integral, fundado en
una concepción del hombre basada en una antropología coherente y con mucha
solidez teórica y doctrinal, muy diversa de la pobreza conceptual que deriva
de las ideologías; esto daba consistencia a la doctrina social de la Iglesia
que tanta relevancia había adquirido en esos años.
Preparación y desarrollo
5. Una vez convocada por el Papa la II Conferencia, la directiva del CELAM
se dedicó a la preparación de la asamblea con la colaboración activa de un
equipo multidisciplinar. Se elaboró un documento base. Éste fue enviado a
todas las Conferencias Episcopales para recoger sus reacciones, que fueron
muy variadas, y posteriormente se hizo una nueva redacción. En dicho
documento, tras la introducción general, se presentaba la realidad
latinoamericana en sus diversas facetas, complementada por anexos de corte
estadístico que sustentaban la visión; se esbozaba luego una reflexión
teológica en la que aparecían ya grandes temas abordados posteriormente en
la Conferencia (Reino de Dios como horizonte último, la liberación en su
comprensión amplia y teológica) y se apuntaban las líneas pastorales que
serían enriquecidas en Medellín mismo.
6. Finalmente, durante casi dos semanas, los obispos asistentes a la
asamblea deliberaron con la ayuda de expertos. La metodología seguida en
Medellín fue de gran importancia. Se abría un nuevo esquema mental basado en
el -al mismo tiempo clásico- ver, juzgar y actuar. Se comenzó con la
reflexión sobre los signos de los tiempos en América Latina, para pasar
enseguida a una lectura teológica de los mismos y a sus consecuencias
pastorales: la Iglesia que mira hacia el mundo, la Iglesia en su misión
evangelizadora y la Iglesia en su propias estructuras. Para la discusión se
presentaron siete ponencias. Al final se aprobaron dieciséis documentos
agrupados en tres áreas: la promoción humana (justicia, paz, familia y
demografía, educación, juventud), la evangelización y el crecimiento en la
fe (pastoral de las masas, pastoral de élites, catequesis, liturgia) y la
Iglesia visible y sus estructuras (laicos, sacerdotes, religiosos, formación
del clero, pobreza de la Iglesia, pastoral de conjunto, colegialidad, medios
de comunicación social).
Ideas fundamentales de Medellín
7. Las ideas fundamentales que durante la preparación, discusión y en las
conclusiones, aparecen como características de Medellín, son las siguientes:
La vocación del hombre a su desarrollo integral: Cada hombre es portador de
una "semilla divina" que ha sido plantada en él desde el comienzo. Debe
desarrollarla hasta la plenitud final en el encuentro definitivo con el
Señor de la gloria. Esto exige del creyente una fidelidad personal a la
llamada divina. Pero exige también la creación de ciertas condiciones de
vida -sociales, económicas y políticas- que hagan posible al hombre su
desarrollo integral, participando activamente en los bienes de la
civilización y de la cultura, pasando de condiciones menos humanas a
condiciones más humanas. En Medellín la Iglesia latinoamericana centró su
atención en el hombre de un continente, que vive un momento decisivo de su
proceso histórico, lleno de opresiones, injusticias y marginación. La
Iglesia ha buscado comprender este momento histórico a la luz de la palabra,
que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre.
La idea de una salvación integral que abarca la totalidad del hombre y del
mundo: Esta salvación -que la Iglesia ofrece como signo e instrumento- exige
la liberación total del hombre de la servidumbre del pecado y sus
consecuencias (ignorancia, opresión, miseria, hambre y muerte) y la
incorporación de la vida nueva por la gracia, principio y germen de
eternidad. La Iglesia en América Latina mira al hombre concreto, pequeño y
frágil, pobre y oprimido, pero rico en posibilidades y esperanzas, y le
entrega la totalidad vital del mensaje de salvación: le anuncia el evangelio
del Reino, lo congrega en la unidad de la Eucaristía, lo hace partícipe de
los frutos del Espíritu.
La Iglesia se manifiesta como sacramento de unidad y al servicio del pueblo
de Dios: Ella expresa y realiza en el tiempo la comunión del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. Lleva a los hombres a la unión íntima con Dios
por la Palabra y el Sacramento. Asume las aspiraciones de los hombres a la
unidad y los congrega en el único Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo
del Espíritu Santo. Para hacer esto una realidad más tangible se requiere de
una profunda renovación de las estructuras eclesiales. En esta línea,
Medellín propone asumir las comunidades cristianas de base como "el primero
y fundamental núcleo eclesial", que permita el trato personalizado y
fraterno de sus miembros, y exhorta a una renovación de la pastoral que
abarque las estructuras diocesanas, la parroquia y demás instancias
eclesiales a partir de una visión de conjunto y de una planificación, que
incida en la praxis y eficacia de la acción evangelizadora de la Iglesia.
Herencia y vigencia de Medellín
8. La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano constituye un
hito fundamental en la historia y en la pastoral de la Iglesia en nuestra
región. Los obispos se propusieron encaminar a la Iglesia hacia la búsqueda
de una nueva y más intensa presencia en la actual transformación de América
Latina, a la luz del Concilio Vaticano II. De allí surgió un compromiso de
renovación profunda y la necesidad de una mayor presencia y diálogo con el
mundo. A la luz del Evangelio, del Concilio Vaticano II y del magisterio
pontificio, la Iglesia escrutó e interpretó "los signos de los tiempos" en
América Latina. Asumió así su misión salvadora en orden a la promoción
integral del hombre latinoamericano. Analizó sus formas de evangelización y
decidió revisar sus estructuras visibles y promover una pastoral coordinada.
9. Medellín dio impulso al concepto y la vivencia de la colegialidad
episcopal en América Latina, comenzada trece años antes en Río de Janeiro.
En este sentido, la Iglesia latinoamericana, digna heredera del espíritu del
Concilio Plenario de Roma, realizado en las postrimerías del siglo XIX, fue
pionera en la recuperación de esta dimensión teológica del episcopado,
puesta de manifiesto expresamente en la Constitución dogmática sobre la
Iglesia, Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II. Las siguientes
Conferencias (Puebla 1979, Santo Domingo 1993 y Aparecida 2007) continuarán
las sendas de renovación pastoral de la Iglesia latinoamericana y su
compromiso con la promoción integral del hombre trazadas en la II
Conferencia. Medellín hizo posible que la Iglesia en América Latina tuviera
un mayor reconocimiento, particularmente desde Europa, en cuanto a su propia
identidad.
10. Medellín llamó la atención sobre la pobreza injusta como uno de los
hechos más resaltantes de la realidad latinoamericana: "Muchos tienen poco y
pocos tienen mucho" (Papa Pablo VI). Hizo una lectura teológica de esta
realidad y afirmó que la miseria es una injusticia que clama al cielo, por
lo tanto, es pecado, y la liberación de la pobreza es salvación. La lucha
contra la injusticia social por parte de los cristianos pertenece a la
esencia de la fe. La indiferencia y la explotación son, por el contrario,
incompatibles con la fe en Jesucristo. Medellín puso las bases de la opción
preferencial por los pobres, realizada por la Iglesia latinoamericana en la
III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla (1979) y
significó un estímulo a la llamada "teología de la liberación". Se dio así
inicio a un proceso renovador que produjo grandes tensiones al interior de
la Iglesia en América Latina, no exento de interpretaciones ideológicas y
radicales, de retrocesos y repliegues, y también de necesarias
clarificaciones por parte del magisterio, pero, al mismo tiempo, con frutos
bastantes positivos en el campo de la acción social y del compromiso de los
cristianos con la transformación y la construcción de una sociedad más justa
y solidaria.
11. Aunque destaca la importancia del ministerio ordenado (obispos,
presbíteros, diáconos) como servicio indispensable en la Iglesia y la del
laicado organizado, Medellín propuso constituir a la ‘comunidad de base' en
la célula fundamental de la Iglesia, con ello pretendió fomentar la
participación amplia de los fieles en la tarea evangelizadora de la Iglesia
y en la promoción humana, en un ambiente de acogida fraterna, con un mayor
sentido de pertenencia e identidad como miembros del pueblo de Dios, con
pastores (obispos y sacerdotes) más cercanos. En este sentido las
estructuras eclesiales (diócesis, parroquias) y los movimientos y grupos
apostólicos, en el marco de una pastoral planificada y coordinada (pastoral
de conjunto), debían ordenarse a la creación y sostenimiento de las
comunidades de base. Y aunque los logros alcanzados están muy lejos de lo
deseado, ciertamente esta decisión de Medellín produjo un vuelco total en el
estilo de la pastoral tradicional. Después de cuarenta años, las comunidades
de base y la pastoral de conjunto continúan siendo uno de los mayores retos
que se presentan a la misión pastoral de nuestras iglesias en América
Latina.
12. Medellín produjo una gran renovación en el ámbito de la educación
católica en América Latina, en su concepción y praxis, al afirmar que la
educación es el medio clave para liberar a los pueblos de toda servidumbre;
introdujo el concepto de ‘educación liberadora', que convierte al educando
en sujeto de su propio desarrollo; de aquí surgió un mayor compromiso de la
Iglesia y de los educadores católicos con la educación de los más pobres.
Con referencia a la juventud, al constatar que los jóvenes son mayoría en el
continente latinoamericano, y constituyen una fuerza renovadora y llena de
esperanza para el mundo y para la Iglesia, Medellín insta a una profunda
transformación de la pastoral juvenil, que ciertamente se produjo y preparó
el camino a la opción preferencial de Puebla por los jóvenes, que tantos
frutos ha dado en este ámbito. Y, en cuanto a la catequesis, Medellín
consideró necesaria una profunda renovación de la catequesis, a fin de
educar eficazmente la fe de los niños, de los jóvenes y de los adultos, en
todos los ambientes; con su afirmación de su ‘carácter dinámico evolutivo'
estimuló la concepción de la catequesis como un proceso progresivo que
implica etapas y en el que debe participar -junto al catequista- la familia
y la comunidad; esta visión, ciertamente, aportó cambios positivos que
sentaron bases sólidas que prepararon el camino emprendido en la actualidad.
Medellín y Venezuela
13. En Venezuela, la acogida de la II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano fue desigual. En algunos sectores se hizo una interpretación
radical de los documentos. Hubo tensiones. Esto impidió en parte percibir el
esfuerzo de aquellos que, desde la fe, intentaban llevar a la práctica las
conclusiones de los obispos latinoamericanos. Sin embargo, en algunas áreas
pastorales se realizó, con relativo éxito, un gran esfuerzo de renovación,
especialmente en la catequesis, la educación, la pastoral social y la
pastoral juvenil.
14. La conmemoración de los cuarenta años de la Conferencia de Medellín
encuentra a nuestra Iglesia en Venezuela actualmente empeñada en la tarea de
aplicar las orientaciones y normas del Concilio Plenario, reafirmando así
"la voluntad de la Iglesia de construir el Reino de Dios en Venezuela,
fomentando el compromiso de renovación espiritual, personal y comunitaria,
siguiendo la dinámica de la Nueva Evangelización, alentando la proclamación
profética del Evangelio y ofreciendo nuestro aporte eclesial a la gestación
de una nueva sociedad" (Mensaje final, n. 5). Es otro el contexto, otras las
circunstancias, pero es el mismo ímpetu, los mismos anhelos, similares
objetivos y retos. Así, pues, Medellín marcó el sendero, continuado en
Puebla, Santo Domingo y Aparecida; su inspiración sigue vigente, al igual
que sus contenidos y sus desafíos. Por eso, para celebrar este aniversario
sería importante que las diversas instancias eclesiales realizaran
actividades que permitieran conocer y estudiar los documentos de Medellín.
Invocación final
15. El Espíritu Santo, que animó el trabajo de la asamblea de obispos
latinoamericanos en Medellín, inspire nuestra acción pastoral en el aquí y
ahora de América Latina, y particularmente de Venezuela. Y que Nuestra
Señora de Guadalupe, patrona del continente, nos ayude con su intercesión a
ser auténticos discípulos del Señor y entusiastas misioneros de su
Evangelio.
Caracas, 12 de julio de 2008