Preparemos los caminos del Señor: Mensaje de los obipos peruanos para la Navidad 2003
Introducción
1. El 28 de agosto último, la Comisión de la Verdad y Reconciliación cumplió
con entregarnos el Informe Final de “sus investigaciones sobre el proceso de
violencia de origen político que se vivió en el Perú entre los años 1980 y
2000”. Nosotros asumimos dicho Informe, con las limitaciones que pueda
tener, porque es un trabajo valioso y punto de partida para seguir adelante,
pues, como lo dijimos en nuestro Mensaje del pasado 21 de Agosto: “El Perú
quiere conocer la verdad, busca la justicia y anhela la reconciliación”.
2. Como Pastores de la Iglesia nos encontramos hoy muy preocupados por los
últimos enfrentamientos políticos que afectan negativamente a los grandes
objetivos del Perú. Hacemos un llamado a la paz y a la serenidad en búsqueda
de un clima de esperanza para nuestro pueblo.
3. En este tiempo de vigilante espera para celebrar la Navidad, nos
dirigimos a todos los Peruanos de “buena voluntad”, para que caminando al
lado de nuestros hermanos “más pequeños” (Mt 25,40), preparemos el camino
del Señor (Mt 3,3).
Yo confieso que he pecado mucho...
4. Miremos, con los ojos de Jesús, la reciente historia de nuestra patria,
particularmente el período que va de 1980 al 2000, marcado de luces y
sombras que nos interpelan.
5. Hay “luces” por las que debemos dar gracias a Dios. Tanto en la ciudad
como en el campo fueron muchos los que ofrecieron su vida por causa de la
justicia, levantaron su voz profética para acabar con la espiral de
violencia política, como otros tantos “samaritanos” se compadecieron de los
heridos y se acercaron para socorrerlos, compartieron llanto y dolor ante la
muerte o desaparición de sus seres queridos.
6. Lamentablemente, hubo también “sombras” que oscurecieron nuestra
historia: asesinato de personas y poblaciones, ejecuciones arbitrarias,
desapariciones forzadas, torturas, tratos inhumanos, violaciones sexuales;
destrucción de nuestros escasos medios de producción y servicios,
discriminación y exclusión, desplazados, la frustración de muchos niños y
jóvenes.
7. En este contexto de conversión y arrepentimiento, la Iglesia en el Perú y
todos los peruanos debemos pedir perdón por nuestros pecados de obra y
omisión que permitieron y encubrieron la violación de los más elementales
derechos humanos. Pedir perdón también por la corrupción pública o privada,
el afán de lucro, las estructuras sociales injustas, la indiferencia, la
marginación y el olvido de tantos hermanos y hermanas, de manera especial de
los más pobres del Perú.
8. Sin embargo, no debemos desesperar. Contamos con la ayuda de Dios y con
la reserva moral que todavía existe en nuestra Patria, para levantarnos y
todos juntos forjar “nuevos cielos y nueva tierra, en la que habite la
justicia” (2Pe 3,13).
Ir a las raíces de la injusticia
9. En 1968, los Obispos reunidos en Medellín denunciaron la existencia de
“una situación de injusticia que puede
llamarse de violencia institucionalizada”; al mismo tiempo expresaron una
profunda preocupación: “No hay que abusar de la paciencia de un pueblo”[1].
“A la luz de la doctrina social de la Iglesia se aprecia también, más
claramente, la gravedad de los pecados sociales que claman al cielo, porque
generan violencia, rompen la paz y la armonía entre las comunidades de una
misma nación, entre las naciones y entre las diversas partes del
Continente”[2].
10. A pesar de los años transcurridos, lo que los Obispos del Perú dijimos
en 1971 tiene validez para nuestros días: “Compartimos con las naciones del
Tercer Mundo el ser víctimas de sistemas que explotan nuestros recursos
económicos, controlan nuestras decisiones políticas, nos imponen la
dominación cultural de sus valores y de su civilización de consumo. Esta
situación, denunciada por el Episcopado Latinoamericano en Medellín, se
refuerza y mantiene por la estructura interna de nuestros países, de
creciente desigualdad económica, social y cultural, de perversión de la
política que no sirve al bien de todos sino al de unos pocos”[3].
11. Para que ese tiempo de vergüenza nacional no se repita nunca más, “hemos
de ir a las raíces de ciertas situaciones dolorosas”[4]. En otras palabras,
hacen falta: “transformaciones globales, audaces, urgentes y
profundamente renovadoras”[5].
“Denles ustedes de comer”
12. No podemos quedarnos indiferentes e insensibles “cuando tantos pueblos
tienen hambre, cuando tantos hogares sufren miseria, cuando tantos hombres
viven sumergidos en la ignorancia, cuando aún quedan por construir tantas
escuelas, hospitales, viviendas dignas de este nombre”[6].
13. También es bueno recordar las palabras del Papa Juan Pablo II: “¿Cómo no
hacer atentos nuestros oídos y vigilantes nuestros corazones, comenzando a
poner a disposición aquellos cinco panes y aquellos dos peces que Dios ha
depositado en nuestras manos? Todos podemos hacer algo por ellos, llevando a
cada uno la propia aportación. Ciertamente esto exige renuncias, que suponen
una interior y profunda conversión. Es necesario, sin duda, revisar los
comportamientos consumistas, combatir el hedonismo, oponerse a la
indiferencia y a la exculpación de las responsabilidades”[7].
14. Tratándose de las reparaciones individuales o colectivas, tengamos
presente el camino recorrido por nuestros hermanos y hermanas víctimas de la
violencia política. “Toda falta cometida contra la justicia y la verdad
entraña el deber de reparación, aunque su autor haya sido perdonado. Esta
reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del
daño causado; y obliga en conciencia”[8]. En este
deber de reparación, se debe hacer una clara diferencia entre las
reparaciones (individuales y colectivas) y los programas de desarrollo que
corresponde realizar al Estado.
Por una reconciliación basada en la verdad y la justicia
15. Después de los acontecimientos dolorosos que hemos sufrido y siendo el
Perú un pueblo mayoritariamente cristiano, debemos caminar hacia una
reconciliación integral, basada en la verdad y la justicia. Esto implica
reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos, con el prójimo y con la
naturaleza que nos rodea.
16. Reconciliación significa también reforma institucional, conversión
personal, deshacer las murallas de la marginación, del racismo solapado, de
la desigualdad, de la injusticia.
17. Sólo así, desde la mirada del Señor podemos hablar del perdón y la
misericordia. En efecto, el perdón y la misericordia son la manera suprema
de establecer la justicia y rehacer los lazos entre las personas. Recordemos
que Dios le echa en cara a su pueblo su maldad, pero también le manifiesta
el amor que le tiene (Os 2,21-22). Es Dios quien nos llama al
arrepentimiento y a la conversión. Si este pueblo se arrepiente, el Señor le
ofrece de antemano su perdón. La misericordia no es impunidad, es un llamado
amoroso a la conversión.
18. La oración del “Padre nuestro” nos invita a perdonar, para que también
nosotros recibamos el perdón de Dios: “Perdona nuestras ofensas, como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. El rencor y la sed de
venganza atan, paralizan y alimentan una espiral de violencia y
confrontación permanente. “El perdón no se opone a la justicia, sino a la
venganza”[9].
Conclusión
19. Este tiempo de Adviento y Navidad es un momento particularmente apto
“para que los adversarios se den la mano y los pueblos busquen la unión; que
el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza”[10]. El perdón
es un signo distintivo del cristiano (Mt 5,43-48; Lc 6,27-36), no el odio y
el rencor. No dejemos pasar la oferta de perdón y de vida nueva que trae
consigo el día en que la Virgen María dio a luz a Jesucristo, nuestro
hermano y redentor.
Lima, 13 de diciembre de 2003.
Los Obispos del Perú.
1. Medellín. Conclusiones. II Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano, n.16. 1968.
2. Juan Pablo II. Exhortación Apostólica Postsinodal Iglesia en América, 56.
3. Documento de la Asamblea General del Episcopado sobre la justicia en el
mundo, para el Sínodo de los Obispos # 2. Agosto, 1971.
4. Juan Pablo II, Ayacucho, 1985.
5. Medellín. Conclusiones. II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, n.16. 1968.
6. Pablo VI. Carta Encíclica sobre el desarrollo de los pueblos, 1967, n.53.
7. Juan Pablo II. Mensaje para la Cuaresma de 1996.
8. Catecismo de la Iglesia Católica, 2487.
9. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2002
10.Plegaria Eucarística sobre la Reconciliación II.