NARCOTRÁFICO Y VIOLENCIA SOCIAL: Declaración de los Obispos de la Región Pastoral Noreste
Así dice el Señor: "Practiquen el
derecho y la justicia, no maltraten ni hagan violencia, no derramen
sangre inocente en este lugar" (Jer 22, 2-3).
I SITUACIÓN QUE VIVIMOS
Los Obispos de la Región Noreste de México, como parte que somos de la
sociedad, compartimos con los demás habitantes de estos pueblos y ciudades
el ambiente de tensión, de inseguridad, de temor y desconfianza que provocan
las acciones violentas.
Nos referimos a las cada vez más frecuentes ejecuciones de civiles, de
autoridades, de ex funcionarios públicos y de periodistas; además,
"levantones", secuestros, irrupciones en domicilios particulares o lugares
públicos.
Los operativos de parte de los cuerpos de seguridad y del ejército, con
despliegues espectaculares, generan en el estado de ánimo de la población
zozobra, sensación de impotencia, desánimo y desconfianza en las
autoridades; por otra parte, dichos operativos no resuelven convincentemente
un problema que continúa creciendo como una espiral demoledora, que masacra
de múltiples maneras a las personas, a las familias, y de un modo particular
a los jóvenes y a los niños.
Lamentamos que en las calles de nuestras ciudades, en los ejidos y pequeñas
poblaciones se acrecienten los espacios que sirven a lo que se conoce como
el "narcomenudeo", sean tienditas o domicilios particulares. También es
deplorable que, sea por necesidad, por ignorancia o por ambición de dinero,
siga incrementándose el número de personas que se prestan al tráfico de
estupefacientes, y lo más grave es que algunas autoridades se hagan
cómplices para que tanto el tráfico, como la distribución se realicen
impunemente.
Ante este panorama que refleja una cultura de muerte corremos el riesgo de
perder muchos de los valores humanos trascendentes, que le dan cohesión y
estabilidad a la sociedad.
II VALORES QUE SE DESTRUYEN
Queremos mencionar algunos de los valores que se ven afectados por el
narcotráfico y la violencia social que lleva consigo.
1. LA VIDA
En la realidad que palpamos, en medio del ambiente que crea el
narcotráfico, experimentamos que se va desarrollando el desprecio a la vida
humana, siendo que ésta es el don fundamental más preciado que hemos
recibido del Creador, pues llevamos en ella su imagen y semejanza.
Este es un don que debemos cuidar tanto en nosotros mismos como en los
demás. En el flagelo del narcotráfico, en todas sus fases, existe una fuerza
interna, que atenta directamente contra la vida humana, o porque se le
elimina violentamente, o porque se le destruye poco a poco, víctima de las
adicciones. No debemos olvidar que permanece el mandamiento de Dios: "No
matarás", porque sólo Él es dueño de la vida.
2. LA DIGNIDAD DE LA PERSONA
Descubrimos igualmente, una total desvalorización de la dignidad de la
persona, pues por encima de ella se está poniendo la búsqueda desmedida del
dinero, con todos los intereses mezquinos y acciones fraudulentas que
conlleva.
En efecto, la persona debe ser valorada, respetada y amada por sí misma y no
puede ser utilizada y nadie tiene derecho a degradarla ni a destruirla.
3. EL TRABAJO
El trabajo es un factor inherente a todo ser humano, que contribuye al
desarrollo y dignificación de la persona que lo realiza y de la sociedad que
se ve beneficiada por el servicio que se le ofrece.
El narcotráfico denigra el sentido legítimo del trabajo, ya que busca el
enriquecimiento fácil y rápido a través de una ganancia ilícita, y los
efectos de sus acciones dejan una estela de corrupción, de muerte y
destrucción de personas y del tejido social y familiar.
Lamentablemente, en ese medio se pierde la conciencia y la valoración de lo
que significa la realización de un trabajo digno, que testimonie el esfuerzo
personal y la contribución a la comunidad en la que se vive; por ello no se
vislumbran con claridad las nefastas consecuencias y los riesgos que corren,
junto con sus familias, las personas que deciden colaborar con el
narcotráfico.
4. LEGALIDAD
Las leyes que se elaboran para proteger a la persona y regular las
relaciones entre los individuos en la sociedad, están siendo quebrantadas
por quienes ejercen el negocio del narcotráfico y quienes, desde diversas
instancias, se hacen sus colaboradores, cómplices y protectores.
Sin duda que la corrupción y la impunidad lesionan el estado de derecho y
conducen a socavar las bases legítimas que sustentan el tejido social. Se
crean vacíos de poder que abren la puerta a la ingobernabilidad y a la
sospecha latente, por parte de la ciudadanía, ante quienes ejercen la
autoridad.
III REFLEXIÓN QUE OFRECEMOS
No podemos permanecer impasibles y callados ante el estruendo de la
violencia, que sigue bañando de sangre esta región de México y la ola
silenciosa, no menos destructiva que va generando el consumo de
estupefacientes. Paralelamente a esto, constatamos los efectos y nexos
demoledores que aparecen en nuestra sociedad, y que tienen relación directa
con el narcotráfico, como el lavado de dinero, la prostitución, el tráfico
de armas, la violencia intrafamiliar, el soborno, la agresividad social, el
resquebrajamiento de la salud psíquica y física, entre otros.
Esta realidad manifiesta la ausencia y el vacío de Dios, porque en la medida
que excluimos la existencia y la autoridad de Dios, quedamos desprotegidos y
a merced del mismo hombre, de modo que el más ambicioso y poderoso puede
decidir quién debe vivir y quién debe morir y cómo. Ante esto se nos
presenta el reto de dejar entrar a Dios en nuestras vidas, en la familia y
en toda la sociedad. El encuentro con Él nos lleva a la conversión, para
erradicar la violencia y trabajar incansablemente por la paz.
Solamente la conversión a Dios nos lleva a tener conciencia de las
consecuencias graves que tiene la colaboración con el narcotráfico, sea por
acción o por omisión.
Por acción colaboran quienes producen las drogas, quienes las transportan,
quienes las distribuyen, quienes las consumen, quienes lavan el dinero
producto del narco, quienes en el ejercicio de la autoridad impunemente
permiten que se realicen todos estos actos. Por omisión son cómplices
quienes no denuncian y quienes teniendo la responsabilidad de aplicar la
ley, no lo hace. El Papa Juan Pablo II, consideró todas estas actividades
que colaboran con el narcotráfico, como pecados sociales que claman al cielo
(Cf. Exhortación Apostólica La Iglesia en América n. 56)
En esta lucha contra el narcotráfico reconocemos también, que la conversión
debe llegar a tocar las estructuras de desigualdad social y de exclusión que
son de por sí, estructuras violentas, que propician desempleo, bajos
salarios, discriminación, migración forzada y niveles inhumanos de vida.
Todo esto hace vulnerables a muchas personas ante las propuestas de los
negocios ilícitos.
IV LLAMADO QUE HACEMOS
La grave situación provocada por el narcotráfico nos impulsa, como Pastores,
a hacer un llamado apremiante a la comunidad de nuestra Iglesia y a toda la
sociedad, a movernos para poner remedio al sufrimiento de tantos seres
humanos, frenar las muertes y la destrucción del tejido social que el
narcotráfico está produciendo. Creemos firmemente que, desde todas estas
situaciones, Dios nos pide actuar valiente y responsablemente.
A quienes están implicados directamente en el narcotráfico
El valor de la vida humana es un don precioso que Dios nos ha regalado y que
nadie por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia puede quitar ni hacer
daño. Todo lo que sea acabar con ella de manera violenta, no puede tener
cabida en una sociedad civilizada y es un pecado que clama al cielo.
Hacemos un llamado vehemente a quienes producen la droga y la transportan, a
los que se prestan al comercio del narcomenudeo, a los que la consumen, a
los sicarios y a todos los implicados en este nefasto negocio: arrepiéntanse
y cambien de vida.
Busquen la vida y no la muerte. Dios está siempre dispuesto a perdonarles,
sin embargo este perdón conlleva tener la disponibilidad a no ofenderlo más,
reparar los daños y retirarse de esta actividad de muerte.
A las autoridades
Reconocemos la tarea y esfuerzo del Estado por contrarrestar esta plaga
catastrófica. Sin embargo, urge demostrar ante la sociedad que este mal se
quiere extirpar. La misión de la autoridad es proteger a la sociedad de este
mal, que es un problema de seguridad pública y de salud social. También es
necesario que se instrumenten procedimientos que den seguridad a quienes
denuncian estos ilícitos.
Las autoridades han de tener en cuenta que una de las raíces de este
problema, que a ellas les toca solucionar, es la desigualdad social, que
niega oportunidades de desarrollo a la mayor parte de la población, y la
coloca en la tentación de enajenarse en las adicciones y encontrar una
fuente de trabajo en el crimen organizado.
Nosotros creemos que toda autoridad viene de Dios, y que es Él quien pedirá
cuenta de la sangre de cuantos han muerto víctimas de la violencia del
narcotráfico a toda persona investida de autoridad, que por complicidad o
ambición, haya colaborado con ellos.
Urge se revise la legislación que regula este tipo de delitos y se hagan las
modificaciones correspondientes, de modo que se dé una acción coordinada de
los tres niveles, municipal, estatal y federal, para enfrentarlos con mayor
eficacia.
A los comunicadores
Concientes de su importante función social les pedimos fomentar el aprecio
por la vida humana, y desde esta perspectiva, los invitamos a desaprobar
todo lo que atenta contra ella, de modo particular en este momento el
narcotráfico y sus consecuencias. Les pedimos moderación en la difusión de
todo aquello que alimenta el clima de violencia en la sociedad y que
contribuyan, en cambio, con todo aquello que promueva los valores y la
calidad moral de la población.
A los empresarios y a los banqueros
En su papel y esfuerzo por promover un mayor número y mejores empleos para
contribuir al bienestar social, se ven muchas veces afectados por la falta
de confianza para la inversión que genera el narcotráfico y el crimen
organizado.
Sin embargo los exhortamos para que renuncien a toda tentación de lavado de
dinero y no separen las exigencias éticas de la administración económica,
pues el dinero proveniente del narco, es un dinero manchado y carga con la
responsabilidad de la enfermedad y la muerte de miles y miles de hombres y
mujeres.
A las familias
Sabemos que el fenómeno del narcotráfico de manera muy particular está
afectando a la familia. Por lo que hacemos un llamado a los papás a que
asuman la misión de educar a sus hijos, acompañándolos en cada una de las
etapas de su vida, en la conciencia de que para el narcotráfico, los
principales destinatarios de su mercancía, son los niños y los jóvenes.
A los educadores
En sus manos tienen el deber de subrayar la importancia de los valores
humanos, además de estar atentos a cualquier comportamiento extraño de los
alumnos, para orientarlos junto con los padres de familia. A la vez vigilen
que el narcomenudeo no se filtre al interior de sus escuelas, ni en sus
alrededores.
A los adolescentes
Les pedimos que no se dejen seducir por el placer efímero que ofrece una
droga. Ustedes viven un momento especial que marca su presente y define su
futuro. Ante las constantes propuestas de consumirla acérquense a quienes
verdaderamente los estiman y los pueden ayudar a crecer como personas sanas
y sin adicciones.
A los jóvenes
Reconocemos en ustedes una fuerza social y transformadora, por ello les
exhortamos a no transitar por los caminos que destruyen su vida, es decir,
el vicio y la violencia; a no dejarse condicionar por el desaliento y sin
sentido de la vida, efecto del hedonismo y el materialismo que los rodea.
Aprovechen esta etapa, para edificarse a sí mismos como protagonistas de un
mundo más justo. La Iglesia y la sociedad ponen en ustedes su esperanza.
A la sociedad en general
Convocamos a que toda la sociedad se una para que se desapruebe, se denuncie
y se castigue al narcotráfico y la violencia que de éste se deriva, y que de
una vez por todas se trabaje decididamente contra él.
México es un gran país, que no merece vivir bajo el miedo, bajo la amenaza
de unos cuantos que quieren acabar con sus jóvenes, con sus hombres y
mujeres, creando una cultura de terror y de muerte.
Como Pastores asumimos el compromiso urgente de continuar luchando por la
vida, y hacemos un llamado a la conciencia de todos los hombres y mujeres de
buena voluntad, para trabajar unidos en la estrategia que nos lleve a
construir una cultura de la vida.
A los Agentes de Pastoral
Urge que todos los agentes de pastoral, obispos, sacerdotes, diáconos,
miembros de la vida consagrada, laicos y laicas, en nuestra tarea
evangelizadora y catequética anunciemos fuertemente a Jesucristo como único
Salvador, hagamos un frente común para fomentar los valores de la vida, la
dignidad de la persona y del trabajo, la responsabilidad ciudadana, la
honestidad, la justicia y la paz, para favorecer la reconstrucción del
tejido social.
A los fieles de la Iglesia
Con todos ustedes hermanos y hermanas en Cristo, como servidores de la
sociedad que somos todos, nos proponemos colaborar para combatir los
estragos del narcotráfico y la violencia, e impulsar la esperanza en nuestra
sociedad, para que sea solidaria, justa y pacífica.
Elevemos nuestra oración confiada y llena de esperanza al Dios de la vida, y
a María, Madre del verdadero Dios por quien se vive, para que siga cuidando
a México y a todos los que transitan por nuestras tierras tan queridas.
Evocamos las palabras esperanzadoras del querido y recordado Santo Padre
Juan Pablo II en su IV visita a México: "¡Dios te bendiga México, por los
ejemplos de humanidad y de fe de tus gentes, por los esfuerzos en defender
la familia y la vida!
OBISPOS DE LA REGIÓN PASTORAL NORESTE DE MÉXICO
+ Francisco Robles Ortega
Arzobispo de Monterrey
+ Gustavo Rodríguez Vega + José Lizares Estrada
Obispo Auxiliar de Monterrey Obispo Auxiliar de Monterrey
+ Ramón Calderón Batres + Raúl Vera López, O.P.
Obispo de Linares Obispo de Saltillo
+ Alonso G. Garza Treviño + Ricardo Watty Urquidi, M.Sp.S.
Obispo de Piedras Negras Obispo de Nuevo Laredo
+ Antonio González Sánchez + José Luis Dibildox Martínez
Obispo de Cd. Victoria Obispo de Tampico
+ Roberto O. Balmori Cinta, M.J. + Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Cd. Valles Obispo de Matamoros
Monterrey, N.L.,a 2 de junio del 2005