Manda el porro a la porra
Carta Pastoral del Obispo de Palencia,
José Ignacio Munilla Aguirre,
a los Jóvenes
Manda el porro a la porra |
El título de esta carta no es invento mío, no pretendo ser original. Lo escuché por primera vez en el estribillo de una canción cristiana. Me llamó la atención porque es una expresión un tanto provocativa, que bien puede darnos pie para abordar el problema moral de la relación de los jóvenes con las drogas. Poco importa que sea botellón, porros, rayas, pastillas, etc. Ya te imaginas de lo que quiero hablarte.
Con frecuencia, dentro de la Iglesia, hablamos de vosotros los jóvenes y
de vuestros problemas. Sois objeto de esperanza y de preocupación para
muchos de nosotros. Pero quizás nos falta hablar directamente con
vosotros. El caso es que esta carta ha caído en tus manos de una forma u
otra… El caso es que tú tienes fe, o la has tenido, o no sabes muy bien
si la tienes o no… El caso es que has consumido drogas alguna vez, o al
menos te lo han propuesto, o ¡quién sabe! si eres consumidor esporádico
o habitual… De lo que sí estoy seguro es de que has visto las drogas de
cerca y de que tienes conocidos que las consumen.
¿No hay problema?
No es cuestión de mirar para otro lado o de meter la cabeza debajo del
ala. Aquí hay un problema muy gordo. En el mes de septiembre se dio a
conocer el dato, de que España es el país europeo que lidera el ranking
de consumo de drogas. En los últimos diez años el consumo de cocaína se
ha multiplicado por cuatro y el de cannabis se ha duplicado. Por si
fuera poco, la edad de inicio en la droga es cada vez más temprana.
Los problemas originados son fuertes y de muchos tipos: psiquiátricos
(esquizofrenias, psicosis, depresiones…), psicológicos (desinhibición,
falta de reflejos…), físicos (apetito desmedido, propensión a ataques de
corazón, problemas respiratorios…), familiares, afectivos, laborales,
escolares, de amistades, etc.
Pero, desde mi punto de vista, el prisma principal desde el que debe ser
abordado el consumo de las drogas es el moral. A mí no me gustaría que
un joven decidiese dejar las drogas, presionado solamente por motivos
médicos, laborales, policiales, familiares, etc. Todas esas cosas, aun
siendo importantísimas, son externas, y no servirían de mucho si no
descubrimos el “bien moral”, como la razón principal de nuestras
decisiones. Imagino que te preguntarás qué es el bien moral… Ten un poco
de paciencia e intentaremos explicarlo.
No estamos ante la droga de la curiosidad
Los comienzos de la droga pudieron ser achacables a la curiosidad por lo
desconocido, al morbo de lo prohibido, etc. Hoy en día, sin embargo, no
creo que nadie entre en el mundo de la drogas por "desinformación" o por
mera "curiosidad". A los niños, desde pequeños, se les habla del tema y,
según van creciendo, ven a su alrededor, con sus propios ojos, las
desastrosas consecuencias que acarrea. Sin embargo, la mera información,
por sí misma, no ha sido capaz de detener esta "epidemia".
Tampoco estamos hoy ante la droga de la rebeldía
Hubo un tiempo en el que la droga pudo verse acompañada de connotaciones
contestatarias. Era la droga de la rebeldía y la insumisión, con
especial incidencia en el mundo hippie y en otros movimientos radicales.
Han pasado esos tiempos. Hoy en día fumarse un porro, lejos de ser un
signo de rebeldía, es signo de integración y sumisión a la cultura
dominante.
El problema que hoy se plantea es muy distinto al de la lucha rebelde
por la libertad que en un tiempo movió masas. Ya tenemos la libertad, y
ahora, ¿qué hacemos con ella?
Droga de la “falta de sentido”
La droga de nuestros días se impone por defecto, quiero decir, por falta
de ideales firmes y trascendentes. Es como si el organismo estuviese
bajo de defensas, y entonces coge fácilmente cualquier virus que ande
por ahí suelto. Nos falta afirmarnos en el sentido de nuestra
existencia, caer en la cuenta de que nuestra vida responde a una
vocación.
Esta es la cuestión clave: La cuestión del sentido. ¿Para qué tantos
sacrificios, metas, obstáculos, agobios? Difícilmente se le puede pedir
a alguien que se sacrifique en el día a día, si no le ha sido mostrado
el sentido de su existencia. Solamente cuando descubrimos que venimos
del amor y que volvemos a él, venciendo el sufrimiento y la muerte, es
cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos.
Los cristianos hemos descubierto en Jesucristo la “clave del sentido” de
la existencia, y es la que te proponemos. Este es el bien moral del
hombre: descubrir su vocación al amor y entregarse a ella. Como
comprenderás, las drogas no tienen sitio en esta perspectiva.
Existe la tentación. La carne es débil
Pero, con lo anterior, no quiero decirte que aquí lo importante sea
tener las ideas claras, y que con eso ya esté todo solucionado. Por
desgracia, las cosas no son tan sencillas. Nuestros ideales conviven con
nuestras debilidades. Jesucristo mismo dijo: “El espíritu es fuerte,
pero la carne es débil” (Mt. 26, 41). De lo cual se deduce que hemos de
disponernos a la batalla espiritual. El que no lucha, sucumbe
espiritualmente. Eso es seguro.
Se nos dice engañosamente que “hay que ser espontáneos, dejarse llevar
por los propios impulsos…”, olvidando que existe dentro de cada uno de
nosotros una tendencia espontánea al egoísmo, reforzada por los vicios
que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida. El principal
enemigo lo tenemos en nosotros mismos. Quien abre los ojos a esa
realidad, está en una situación privilegiada para orientar la batalla de
su vida. No podemos identificar “deseo” y “voluntad”. Sería un error
gravísimo de nefastas consecuencias. Es imprescindible ejercitarse en
negarnos a nosotros mismos determinados “deseos”, si no queremos padecer
la tiranía de nuestro propio capricho.
Yo, personalmente, no conozco a nadie que se haya iniciado en las drogas
tras una decisión madura y libre. Más bien, he escuchado expresiones
como las siguientes: “empiezas a lo tonto”, “para cuando quieres darte
cuenta…”, etc. En el mundo de las drogas, no te conduces, sino que eres
arrastrado.
Los cristianos comprendemos todavía mejor lo dicho hasta aquí, porque la
Biblia nos descubre la existencia y el influjo en nosotros de un pecado
original que nos arrastra al mal. A esto se añade la tentación de
Satanás y sus ángeles caídos. Jesús experimentó las tentaciones y nos
enseñó a enfrentarnos a ellas con decisión (Mt. 4).
¿En medio del fuego y sin quemarse?
Una tentación, y no pequeña, es la tendencia a complacer al mundo que
nos rodea. Suele ocurrir, curiosamente, que el mismo joven que tiende a
ser un inconformista en el seno familiar, sin embargo, luego pase a ser
complaciente, a ser un “enrollado” en la calle. Te propongo para tu
meditación este pensamiento que recientemente leía en un libro: “Quien
no esté dispuesto a dar la espalda al mundo, se llevará la sorpresa de
que en poco tiempo el mundo le dará la espalda a él”.
Aunque nos suela humillar el reconocerlo, el entorno nos influye
bastante más de lo que suponemos. El ambiente “nos hace”, de la misma
forma que nosotros hacemos el ambiente. No es prudente suponer que
vayamos a estar habitualmente en medio del fuego, sin quemarnos.
Como cristianos debemos acercarnos al necesitado. ¡Y quién más
necesitado que el que padece la esclavitud de las drogas! Pero, no nos
engañemos, ese acercamiento conviene que lo busquemos en la intimidad
del encuentro personal. ¿No te ha ocurrido algún fin de semana, que te
hayas sentido fuera de lugar por verte en medio de un ambiente en el que
todos están “morados”? Difícilmente podrá ser ese el momento para forjar
amistades sinceras o para ayudar a alguien.
La caridad cristiana nos impulsa a hacernos presentes o a ausentarnos,
discerniendo cuándo nuestra presencia ayuda de forma eficaz, o, cuándo,
por el contrario, va a resultar un comodín para “normalizar”
comportamientos anormales. Cuando se nos pide que seamos “tolerantes”
con los compañeros que se drogan, tengamos cuidado de no confundir las
cosas: lo que no podemos es ser convidados de piedra, permaneciendo en
silencio, indiferentes ante la autodestrucción de nuestros propios
amigos.
Ocio y drogas
Una de las características principales de la droga en nuestros días es
su estrecha relación con la cultura del ocio. El consumo de determinadas
drogas está cuasi indisolublemente unido a algunas fiestas, conciertos,
etc.
Hay un dato que es bastante claro: quienes “soportan” o “aguantan” los
días laborables del calendario, suspirando ansiosamente por la llegada
del fin de semana para disfrutar a tope, son los candidatos principales
al consumo de drogas.
Digámoslo claramente: La felicidad no es fruto únicamente de la
diversión. En realidad, si no eres feliz el miércoles, tampoco lo vas a
ser el sábado por la noche. El motivo es muy sencillo: no es lo mismo
“ser alegres” que “ponerse alegres”. La felicidad no está al alcance de
una moneda ni de una sustancia química.
Hay quienes reconocen que la droga no les hace felices, pero que es lo
único que les consuela de no serlo… Lo malo es que quien recurre al
sucedáneo de la felicidad, fácilmente deja de buscar la auténtica.
Volvemos aquí al principio de esta carta: La verdadera felicidad depende
de que el hombre alcance su “bien moral”. Depende, entre otras cosas, de
que sepamos integrar las cruces de nuestra vida en la vocación al amor,
para la que hemos sido creados.
Sé humilde y Dios te bendecirá
¿Tienes ya problemas con las drogas? No lo dudes, PIDE AYUDA. Sé humilde
y Dios te bendecirá. Más vale ponerse una vez rojo, que veinte veces
amarillo. Ya suponemos que tu realidad dista mucho de coincidir con el
“gigante de tus sueños”, pero tampoco tiene nada que ver con el “enano
de tus miedos”. Ni lo uno, ni lo otro: ni gigante ni enano. La verdad es
que Dios te quiere como eres, pero te sueña distinto. Y, ¿sabes qué? Los
sueños de Dios, a diferencia de los nuestros, ¡se hacen realidad!
Hay muchas razones para luchar por la verdadera libertad, por una vida
sin drogas. Tantas, como razones para el amor, la fe y la esperanza.
Dios no sólo te pide que dejes la droga, sino que te da su “gracia” para
poder hacerlo. Y… ¿qué es la gracia, sino la compañía de Dios que camina
junto a ti? ¡No te sentirás nunca solo en ese camino de liberación!
+ José Ignacio Munilla Aguirre
Obispo de Palencia