El desafío de ser hombre en una época de secularismo: humanismo cristiano
«Se ha hecho a sí mismo»: así dicen del hombre al que tienen por modélico,
por ejemplar, en fin, por todo un dechado de virtudes, los imbuidos del
pensamiento dominante de lo políticamente
correcto, que no de lo razonablemente
exigido. En un mundo al margen de Dios, cuando no totalmente
beligerante contra Él, nada tiene de extraño que brille por su ausencia esa
racionalidad que no puede hacerse,
puesto que es un Don, increado y eterno. Quien pretende hacerse
a sí mismo acabará en
cualquier cosa, menos en un ser racional. El hombre laicista, que pregona su
total autonomía, enarbola la bandera de lo inteligente y lo científico,
piensa que Dios y la fe son imaginaciones o sentimientos que nada tienen que
ver con la inteligencia, cosas, en definitiva, arbitrarias o caprichosas...
La más letal de las mentiras está servida.
En su lección magistral de Ratisbona, el pasado septiembre 2006, Benedicto
XVI lo dejó bien claro: donde la arbitrariedad o el capricho son
inconcebibles es precisamente en Dios, Quien todo lo ha creado con su Logos,
«que significa tanto razón como palabra, una razón que es creadora y capaz
de comunicarse, pero precisamente como razón». Sólo en Dios tiene su origen
la racionalidad; por eso, sin Él, el hombre necesariamente la pierde, y es
inútil empeñarse en querer definirlo como racional.
El VIII Congreso Católicos
y vida pública no ha
centrado su atención en algo banal, o en algo puramente teórico, ¡todo lo
contrario! El desafío de ser
hombre es aquel,
precisamente, en lo que nos va la vida, ¡el desafío de conocer su verdad y
su destino! Porque, ¿qué clase de vida humana puede existir al margen de
Quien la ha creado y la sostiene? Chesterton decía que, «cuando el hombre
deja de creer en Dios, ya puede creer en cualquier cosa», y siguiendo su
espléndida sabia ironía puede decirse igualmente que, cuando el hombre deja
de ser imagen de Dios, ya puede ser también cualquier
cosa, que es el letal engaño encerrado en ese engreimiento de que el
hombre puede hacerse a sí
mismo. La experiencia lo desmiente cada día, pero sólo lo comprueban
quienes tienen los ojos abiertos, como el niño que sólo comienza a sonreir
de felicidad, ¡porque empieza a saber quién
es!, cuando su madre, es decir, otro,
le sonríe. Ese lazo,
exactamente, es el secreto del desafío, que no es otro que el de la
libertad, en las antípodas de esa mortal soledad del hacerse
a sí mismo.
Paradójicamente, ¡y por eso del todo
razonablemente -si Dios es amor, es decir, Compañía, su imagen que es el
hombre no puede ser sino compañía-!, la libertad que anhela el corazón de
todo hombre sólo se cumple dando un Sí incondicional
a la Libertad de Quien lo ha creado. Si la independencia que predica la
cultura dominante de la dictadura
del relativismo sólo puede
llevar a la violencia entre los hombres, porque violenta la raíz misma de su
ser, el camino de la paz social, y antes aún de la del corazón de todo
hombre, no puede ser otro que reconocer y vivir la verdad de su radical
dependencia. No hay otro modo de ser hombre.
Suele decirse, a la hora de plantear la acción de
los católicos en la vida pública, que está inspirada en el humanismo
cristiano . Sin embargo, si
la verdad del hombre es una, enraizada en su origen divino, que no es
capricho ni arbitrariedad, sino el Logos que se
hizo carne y habita entre nosotros ,
surge inmediata la pregunta: ¿acaso hay verdadero humanismo que no sea
cristiano? El engaño, sin duda letal, surge cuando se ha perdido la
perspectiva, justamente católica,
es decir, universal, del
cristianismo, cayendo entonces en una triste, e irracional, situación, para
los demás, y en primer lugar para uno mismo: tergiversar su grandeza
infinita, que responde a la sed infinita de todos los hombres, de todos los
lugares y de todos los tiempos, metiéndola bajo un celemín y para unos
cuantos, ya desvirtuada en algo parcial que a nadie puede satisfacer de
veras. El Sí de
la libertad no podemos encerrarlo, teniendo bien en cuenta que a los
católicos no sólo los necesita la vida pública de la sociedad entera, sino
hasta lo más privado de cada familia y de cada persona.
(A&O 521)
Libertad y educación
Ni el término educación ni libertad son obvios. Es necesario desentrañar su
significado y sus connotaciones culturales, porque a veces van en contra de
esos presupuestos, de nuestros deseos y de aquello por lo que luchamos.
Podemos estar luchando por algo que, por falta de conocimiento y conciencia,
puede ir contra los propios bienes que queremos defender, contra la misma
libertad. La libertad moderna se destruye a sí misma. Las sociedades
modernas tienden constantemente hacia el totalitarismo, y esa tendencia no
es posible superarla más que desde otras premisas.
La libertad, y la libertad de educación, que
considero una de las más importantes, están terriblemente amenazadas en
nuestra sociedad. Creo que ha llegado la hora de una resistencia explícita a
las tendencias totalitaristas que determinan mucho del movimiento inerte, de
la inercia de nuestra sociedad. Pienso también que la implantación de la
Educación para la ciudadanía constituye una verdadera invasión en el derecho
fundamental de los padres, y que si ese derecho no pudiera salvaguardarse
adecuadamente, estarían justificadas la objeción de conciencia y la
desobediencia civil. Pero creo que las heridas a la libertad vienen de mucho
más atrás. La escuela pública es un instrumento en manos de los Estados. La
capacidad de controlar la conciencia, los nombres de las cosas, la
experiencia que uno tiene de la propia existencia y de la realidad, está
condicionada a que haya unos instrumentos que puedan llegar a todo el mundo
y que sean unos instrumentos eficaces en manos del poder. En este sentido,
la lucha por la libertad es verdaderamente esencial, para el futuro de una
sociedad humana.
Yo creo que la educación es posible en la misma
medida que seamos capaces de sostenerla sobre otras premisas distintas de
las que rigen el contexto cultural en el que vivimos, y que es necesario
retomar y redescubrir para que puedan surgir testimonios vivos de una
cultura alternativa.
+ Javier Martínez