DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS: Prefacio
1. El Concilio Vaticano II prescribió la redacción de un “ Directorio sobre
la formación catequética del pueblo cristiano”.(1) En cumplimiento de este
mandato conciliar, la Congregación para el Clero se sirvió de una Comisión
especial de expertos y consultó a las Conferencias episcopales del mundo,
que remitieron numerosas sugerencias y observaciones al respecto. El texto
preparado fue revisado por una Comisión teológica ad hoc y por la
Congregación para la Doctrina de la Fe. El 18 de marzo de 1971 fue
definitivamente aprobado por Pablo VI y promulgado el 11 de abril del mismo
año, con el título Directorium Catechisticum Generale.
2. Los treinta años transcurridos desde la clausura del Concilio Vaticano II
hasta el umbral del tercer milenio, constituyen —sin duda— un tiempo muy
rico en orientaciones y promoción de la catequesis. Ha sido un tiempo que,
de algún modo, ha vuelto a hacer presente la vitalidad evangelizadora de la
Iglesia de los orígenes y a impulsar oportunamente las enseñanzas de los
Padres, favoreciendo el retorno actualizado al Catecumenado antiguo. Desde
1971, el Directorium Catechisticum Generale ha orientado a las Iglesias
particulares en el largo camino de renovación de la catequesis,
proponiéndose como punto de referencia tanto en cuanto a los contenidos como
en cuanto a la pedagogía y los métodos a emplear.
Un camino recorrido por la catequesis en ese período se ha caracterizado por
doquier por la generosa dedicación de muchas personas, por iniciativas
admirables y por frutos muy positivos para la educación y la maduración de
la fe de niños, jóvenes y adultos. Sin embargo, no han faltado —al mismo
tiempo— crisis, insuficiencias doctrinales y experiencias que han
empobrecido la calidad de la catequesis debido, en gran parte, a la
evolución de! contexto cultural mundial y a cuestiones eclesiales no
originadas en la catequesis.
3. Fi Magisterio de la Iglesia nunca ha dejado, en estos años, de ejercer
con perseverancia su solicitud pastoral en favor de la catequesis. Numerosos
Obispos y Conferencias episcopales, en todos los continentes, han impulsado
de manera notable la catequesis, publicando Catecismos valiosos y
orientaciones pastorales, promoviendo la formación de peritos y favoreciendo
la investigación catequética. Estos esfuerzos han sido fecundos y han
redundado favorablemente sobre la actividad catequética de las Iglesias
particulares. Una aportación particularmente rica para la renovación
catequética fue el Ritual de la iniciación cristiana de adultos, promulgado
el 6 de Enero de 1972 por la Congregación para el Culto Divino.
Es obligado recordar, de manera especial, el ministerio de Pablo VI, el
Pontífice que guió a la Iglesia durante el primer período postconciliar. A
este propósito, Juan Pablo II se manifiesta así:
“ Mi venerado predecesor Pablo VI sirvió a la catequesis de la Iglesia de
manera especialmente ejemplar con sus gestos, su predicación, su
interpretación autorizada del Concilio Vaticano II
—que él consideraba como la gran catequesis de los tiempos modernos—, con su
vida entera ”.(2)
4. Un hito decisivo para la catequesis fue la reflexión realizada por la
Asamblea General de! Sínodo de los obispos acerca de la evangelización del
mundo contemporáneo, que se celebró en octubre de 1974. Las proposiciones de
esta Asamblea fueron presentadas al papa Pablo VI, que promulgó la
Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, de! 8 de Diciembre de 1975. Este
documento presenta, entre otros, un principio de particular importancia: la
catequesis como acción evangelizadora dentro del ámbito de la misión general
de la Iglesia. La actividad catequética, de ahora en adelante, deberá ser
considerada como partícipe siempre de las urgencias y afanes propios del
mandato misionero para nuestro tiempo.
Además, la última Asamblea Sinodal convocada por Pablo VI en octubre de 1977
escogió la catequesis como tema de análisis y reflexión episcopal. Este
Sínodo vio “ en la renovación catequética un don precioso de! Espíritu Santo
a la Iglesia de hoy ” (3)
5. Juan Pablo II asumió en 1978 esta herencia y formuló sus primeras
orientaciones en la Exhortación apostólica Catechesi Tradendae, del 16 de
octubre de 1979. Esta Exhortación forma una unidad totalmente coherente con
la Exhortación Evangelii Nuntiandi y vuelva a situar plenamente a la
catequesis en el marco de la evangelización.
A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II ha ofrecido un magisterio
constante de muy alto valor catequético. Entre sus discursos, cartas y
enseñanzas escritas destacan las doce Encíclicas:
desde Redemptor Hominis a Ut Unum Sint. Estas Encíclicas constituyen por sí
mismas un cuerpo de doctrina sintético y orgánico, en orden a la aplicación
de la renovación de la vida eclesial postulada por cl Concilio Vaticano II.
En cuanto al valor catequético de estos documentos del Magisterio de Juan
Pablo II destacan: Redemptor Hominis (4 marzo 1979), Dives in Misericordia
(30 noviembre 1980), Dominum et
Vivificantem (18 mayo 1986) y, en razón de la reafirmación de la validez
permanente del mandato misionero, Redemptoris Missio (7 diciembre 1990).
6. Por otra parte, las Asambleas Generales, ordinarias y extraordinarias,
del Sínodo de los Obispos han tenido una particular incidencia en el campo
de la catequesis. Por su particular relieve deben señalarse las Asambleas
Sinodales de 1980 y de 1987, sobre la misión de la familia y sobre la
vocación de los laicos bautizados. A los trabajos sinodales siguieron las
correspondientes Exhortaciones apostólicas de Juan Pablo II Famíliaris
Consortio (22 noviembre 1981) y Christifideles Laici (30 diciembre 1988). El
mismo Sínodo extraordinario de 1985 ha influido, también, de manera decisiva
sobre el presente y futuro de la catequesis de nuestro tiempo. En aquella
ocasión se hizo balance de los veinte años de aplicación del Concilio
Vaticano II, y los Padres sinodales propusieron al Santo Padre la
elaboración de un Catecismo universal para la Iglesia Católica. La propuesta
de la Asamblea sinodal extraordinaria de 1985 fue acogida favorablemente y
hecha propia por Juan Pablo II. Culminado el paciente y complejo proceso de
su elaboración, el Catecismo de la Iglesia Católica fue entregado a los
obispos y a las Iglesias particulares mediante la Constitución apostólica
Fidei Depositum clii octubre 1992.
7. Este acontecimiento de tan profunda significación y el conjunto de hechos
y de intervenciones magisteriales anteriormente señalados, imponían el deber
de una revisión del Directorium Catechesticum Generale, a fin de adaptar
este valioso instrumento teológico-pastoral a la nueva situación y a las
nuevas necesidades. Recoger tal herencia y sistematizarla sintéticamente en
orden a la actividad catequética, siempre en la perspectiva de la presente
etapa de la vida de la Iglesia, es un servicio de la Sede Apostólica a
todos.
El trabajo para la reelaboración del Directorio General para la Catequesis,
promovido por la Congregación para el Clero, ha sido realizado por un grupo
de Obispos y de expertos en teología y en catequesis. Seguidamente, ha sido
sometido a consulta de las Conferencias episcopales, de diversos peritos e
Institutos o Centros de estudios catequéticos; y ha sido en el respeto
substancial a la inspiración y contenidos del texto de 1971.
Evidentemente, la nueva redacción del Directorio General para la Catequesis
ha debido conjugar dos exigencias principales:
— por una parte, el encuadramiento de la catequesis en la evangelización,
postulado en particular por las Exhortaciones Evangelii Nuntiandi y
Catechesi Tradendae;
— por otra parte, la asunción de los contenidos de la fe propuestos por el
Catecismo de la Iglesia Católica.
8. El Directorio General para la Catequesis, conservando la estructura
básica del texto de 1971, se articula del siguiente modo:
— Una Exposición Introductoria, en la que se ofrecen pautas y orientaciones
para la interpretación y la comprensión de las situaciones humanas y
eclesiales, desde la fe y la confianza en la fuerza de la semilla del
Evangelio. Son breves diagnósticos en orden a la misión.
— La Primera Parte (4) se articula en tres capítulos y enraíza de forma más
acentuada la catequesis en la Constitución conciliar Dei Verbum, situándola
en el marco de la evangelización presente en Evangelii Nuntiandi y Catechesi
Tradendae. Propone, asimismo, una clarificación sobre la naturaleza de la
catequesis.
— La Segunda Parte (5) consta de dos capítulos. En el primero, bajo el
título “ Normas y criterios para la presentación del mensaje evangélico en
la catequesis ”, con nueva articulación y en una perspectiva enriquecida, se
recogen en su totalidad los contenidos del capítulo correspondiente del
texto anterior. El capítulo segundo, completamente nuevo, está al servicio
de la presentación del Catecismo de la Iglesia Católica, como texto de
referencia para la transmisión de la fe en la catequesis y para la redacción
de los Catecismos locales. El texto ofrece también principios básicos en
orden a la elaboración de los Catecismos por las Iglesias particulares y
locales.
— La Tercera Parte (6) aparece bastante renovada, formulando también la
sustancia de una pedagogía de la fe, inspirada en la pedagogía divina;
cuestión ésta que concierne tanto a la teología como a las ciencias humanas.
— La Cuarta Parte (7) tiene por título “ Los destinatarios de la catequesis
”. En cinco breves capítulos, se atiende a las muy diversas situaciones de
las personas a las que se dirige la catequesis, a los aspectos relativos a
la situación socio-religiosa y de modo especial, a la cuestión de la
inculturación.
— La Quinta Parte (8) coloca, como centro de gravitación, la Iglesia
particular, que tiene el deber primordial de promover, programar, supervisar
y coordinar toda la actividad catequizadora. Adquiere un particular relieve
la descripción de los respectivos roles de los diversos agentes (que tienen
siempre su referencia en el Pastor de la Iglesia particular) y de las
exigencias formativas en cada caso.
— La Conclusión exhorta a una intensificación de la acción catequética en
nuestro tiempo y corona la reflexión y las directrices con una llamada a la
confianza en la acción del Espíritu Santo y en la eficacia de la Palabra de
Dios sembrada en el amor.
9. La finalidad del presente Directorio es, obviamente, la misma que
perseguía el texto de 1971. Se propone, en efecto, indicar “ los principios
teológico-pastorales de carácter fundamental
—tomados del Magisterio de la Iglesia y particularmente del Concilio
Ecuménico Vaticano II— por los que pueda orientarse y regirse más
adecuadamente la acción pastoral del ministerio de la palabra ” y, en
concreto, de la catequesis. (9) El propósito fundamental era y es ofrecer
reflexiones y principios, más que aplicaciones inmediatas o directrices
prácticas. Tal camino y método se emplea, sobre todo, por la siguiente
razón: únicamente si desde el principio se entiende con rectitud la
naturaleza y los fines de la catequesis, como también las verdades y valores
que deben transmitirse, podrán evitarse defectos y errores en materia
catequética. (10)
Es competencia específica de los Episcopados la aplicación más concreta de
estos principios y enunciados, mediante orientaciones y Directorios
nacionales, regionales o diocesanos, Catecismos y demás medios que resulten
idóneos para promover eficazmente la catequesis.
10. Es evidente que no todas las partes del Directorio tienen la misma
importancia. Lo que se dice de la divina revelación, de la naturaleza de la
catequesis y de los criterios con los que hay que presentar el mensaje
cristiano, tiene valor para todos. En cambio, las partes que se refieren a
la situación presente, a la metodología y a la manera de adaptar la
catequesis a las diferentes situaciones de edad o de contexto cultural,
deben más bien recibirse como sugerencias e indicaciones.
11. Los destinatarios del Directorio son principalmente los Obispos, las
Conferencias episcopales y, en general, cuantos, bajo su mandato y
presidencia, desempeñan una responsabilidad en el campo de la catequesis. Es
obvio que el Directorio puede ser un instrumento válido para la formación de
los candidatos al sacerdocio, para la formación permanente de los
presbíteros y para la formación de los catequistas.
Una finalidad inmediata del Directorio es prestar ayuda para la redacción de
Directorios catequéticos y Catecismos. De acuerdo con las sugerencias
formuladas por muchos Obispos, se incluyen numerosas notas y referencias,
que pueden ser muy útiles para la elaboración de los mencionados
instrumentos.
12. Puesto que el Directorio se dirige a Iglesias particulares, cuyas
situaciones y necesidades pastorales son muy diversas, es evidente que
únicamente las situaciones comunes o intermedias han podido ser tomadas en
consideración. Esto sucede, igualmente, cuando se describe la organización
de la catequesis en los diversos niveles. Al utilizar el Directorio téngase
presente esta observación. Como ya se advertía en el texto de 1971, lo que
será insuficiente en aquellas regiones donde la catequesis ha podido
alcanzar un alto nivel de calidad y de medios, quizá parecerá excesivo en
aquellos lugares donde la catequesis no ha podido todavía experimentar tal
progreso.
13. Al publicar este documento, nuevo testimonio de la solicitud de la Sede
Apostólica por el ministerio catequético, se espera que sea acogido,
examinado y estudiado con gran atención, teniendo en cuenta las necesidades
pastorales de cada Iglesia particular; y también que pueda estimular en el
futuro estudios e investigaciones más profundas, que respondan a las
necesidades de la catequesis y a las normas y orientaciones del Magisterio
de la Iglesia.
Que la Bienaventurada Virgen María, Estrella de la nueva evangelización,
guíe al conocimiento de Jesucristo, Maestro y Señor.
“ Finalmente, hermanos, orad por nosotros para que la Palabra de Dios siga
propagándose y adquiriendo gloria, como entre vosotros ” (2 Ts 3,1).
En el Vaticano, 15 de agosto de 1997
SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA B.V. MARIA
DARÍO CASTRILLÓN Hoyos
Arzobispo Emérito de Bucaramanga
Pro-Prefecto
CRESCENZIO SEPE
Arzobispo tit. de Grado
Secretario
EXPOSICIÓN INTRODUCTORIA
El anuncio del evangelio en el mundo contemporáneo
“ Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte
cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte
cayó en pedregal, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no
tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó, y por no tener
raíz se secó.
Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio
fruto.
Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron
fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento ”(Mc 4,3-8).
14. Esta Exposición Introductoria pretende estimular a los pastores y a los
agentes de la catequesis a tomar conciencia de la necesidad de mirar siempre
el campo de la siembra y a hacerlo desde la fe y la misericordia. La
interpretación del mundo contemporáneo que aquí se presenta tiene,
obviamente, un carácter de provisionalidad, inherente con la contingencia
histórica.
“ Una vez salió un sembrador a sembrar ” (Mc 4,3)
15. Esta parábola es fuente inspiradora para la evangelización. “ La semilla
es la Palabra de Dios ” (Lc 8,11). El sembrador es Jesucristo. Anunció el
Evangelio en Palestina hace dos mil años y envió a sus discípulos a
sembrarlo en el mundo. Jesucristo, hoy, presente en la Iglesia por medio de
su Espíritu, sigue sembrando la Palabra del Padre en el campo del mundo.
La calidad del terreno es siempre muy variada. El Evangelio cae “ a lo largo
del camino ” (Mc 4,4) cuando no es realmente escuchado; o cae “ en pedregal
” (Mc 4,5), sin penetrar a fondo en la tierra; o “ entre abrojos ” (Mc 4,7),
sofocándose enseguida en el corazón de muchas personas, distraídas por mil
afanes. Pero una parte cae “ en tierra buena ” (Mc 4,8), en hombres y
mujeres abiertos a la relación personal con Dios y solidarios con el
prójimo, y da fruto abundante.
Jesús, en la parábola, comunica la buena noticia de que el Reino de Dios
llega a pesar de las dificultades del terreno, las tensiones, los conflictos
y los problemas del mundo. La semilla del Evangelio fecunda la historia de
los hombres y anuncia una cosecha abundante. Jesús hace asimismo una
advertencia: sólo en el corazón bien dispuesto germina la Palabra de Dios.
Una mirada al mundo desde la fe
16. La Iglesia continúa sembrando el Evangelio de Jesús en el gran campo de
Dios. Los cristianos, insertos en los más variados contextos sociales, miran
al mundo con los mismos ojos con que Jesús contemplaba la sociedad de su
tiempo. El discípulo de Jesucristo, en efecto, participa desde dentro de “
los gozos y esperanzas, de las tristezas y angustias de los hombres de
nuestro tiempo ”, (11) mira la historia humana y participa en ella, no sólo
con la razón sino con la fe. A la luz de ésta, el mundo aparece, a un
tiempo, “ fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la
servidumbre del pecado y liberado por Cristo, crucificado y resucitado, una
vez que fue quebrantado el poder del Maligno ”. (12)
El cristiano sabe que en toda realidad y acontecimiento humano subyacen al
mismo tiempo:
— la acción creadora de Dios, que comunica a todo su bondad;
— la fuerza que proviene del pecado, que limita y entorpece al hombre;
— el dinamismo que brota de la Pascua de Cristo, como germen de renovación,
que confiere al creyente la esperanza de una “ consumación ” definitiva.
(13)
Una mirada al mundo, que prescindiese de alguno de estos tres aspectos, no
sería auténticamente cristiana. Es importante, por eso, que la catequesis
sepa iniciar a los catecúmenos y a los catequizados en una lectura teológica
de los problemas modernos. (14)
EL CAMPO DEL MUNDO
17. Como madre de los hombres, lo primero que ve la Iglesia, con profundo
dolor, es “ una multitud ingente de hombres y mujeres: niños, adultos y
ancianos, en una palabra, de personas humanas concretas e irrepetibles, que
sufren el peso intolerable de la miseria ” (15) Ella, por medio de una
catequesis en la que la enseñanza social de la Iglesia ocupe su puesto, (16)
desea suscitar en el corazón de los cristianos “ el compromiso por la
justicia ” (17) y la “ opción o amor preferencial por los pobres ”, (18) de
forma que su presencia sea realmente luz que ilumine y sal que transforme.
Los derechos humanos
18. La Iglesia, al analizar el campo del mundo, es muy sensible a todo lo
que afecta a la dignidad de la persona humana. Ella sabe que de esa dignidad
brotan los derechos humanos, (19) objeto constante de la preocupación y del
compromiso de los cristianos. Por eso su mirada no se interesa sólo por los
indicadores económicos y sociales, (20) sino también por los culturales y
religiosos. Lo que ella busca es el desarrollo integral de las personas y de
los pueblos. (21)
La Iglesia advierte con gozo que “ una beneficiosa corriente atraviesa y
penetra ya todos los pueblos de la tierra, cada vez más conscientes de la
dignidad del hombre ”(22) Esta conciencia se expresa en la viva solicitud
por el respeto a los derechos humanos y el más decidido rechazo a sus
violaciones. El derecho a la vida, al trabajo, a la educación, a la creación
de una familia, a la participación en la vida pública, a la libertad
religiosa son, hoy, especialmente reclamados.
19. Sin embargo, en bastantes lugares, y en aparente contradicción con la
sensibilidad por la dignidad de la persona, los derechos humanos son
claramente violados.(23) Y así se generan, en esos lugares, otras formas de
pobreza, que no se sitúan sólo en el plano material: se trata de una pobreza
cultural y religiosa que preocupa, igualmente, a la comunidad eclesial. La
negación o imitación de los derechos humanos, en efecto, empobrece a la
persona y a los pueblos igual o más que la privación de los bienes
materiales. (24)
La obra evangelizadora de la Iglesia tiene, en este vasto campo de los
derechos humanos, una tarea irrenunciable: manifestar la dignidad inviolable
de toda persona humana. En cierto sentido es “ la tarea central y unifiadora
del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a
prestar a la familia humana ”. (25) La catequesis ha de prepararles para esa
tarea.
La cultura y las culturas
20. El sembrador sabe que la semilla penetra en terrenos concretos y que
necesita absorber todos los elementos necesarios para poder fructificar.
(26) Sabe también que, a veces, algunos de esos elementos pueden perjudicar
la germinación y la cosecha.
La Constitución Gaudium et Spes subraya la gran importancia de la ciencia y
de la técnica en la gestación y desarrollo de la cultura moderna. El
espíritu científico que dimana de ellas “ modifica profundamente la
tendencia cultural y las maneras de pensar ”(27) con grandes repercusiones
humanas y religiosas. La racionalidad científica y experimental está
profundamente enraizada en el hombre de hoy.
Sin embargo, la conciencia de que ese tipo de racionalidad no puede
explicarlo todo gana hoy cada vez más terreno. Los propios hombres de
ciencia constatan que, junto al rigor de la experimentación, es necesario
otro tipo de sabiduría para poder comprender en profundidad al ser humano.
La reflexión filosófica sobre el lenguaje hace ver, por ejemplo, que el
pensamiento simbólico es una forma de acceso al misterio de la persona
humana, inaccesible de otro modo. Se convierte, así, en indispensable un
tipo de racionalidad que no divida al ser humano, que integre su
afectividad, que lo unifique, dando un sentido más integral a su vida.
21. Junto a esta “ forma de cultura más universal ” (28) hoy se constata
también un creciente deseo de revalorizar las culturas autóctonas. La
pregunta del Concilio sigue viva: “ ¿De qué forma hay que favorecer el
dinamismo y la expansión de la nueva cultura sin que perezca la fidelidad
viva a la herencia de las tradiciones? ” (29)
— En muchos lugares se toma conciencia de que las culturas tradicionales son
agredidas, por las influencias exteriores dominantes y por la imitación
alienante de formas de vida importadas. De esta manera, se van destruyendo
gradualmente la identidad y los valores propios de los pueblos.
— También se constata la enorme influencia de los medios de comunicación los
cuales, muchas veces, por intereses económicos o ideológicos, imponen una
visión de la vida que no respeta la fisonomía cultural de los pueblos a los
que se dirige.
La evangelización tiene, así, en la inculturación uno de sus mayores
desafíos. La Iglesia, a la luz del Evangelio, ha de asumir todos los valores
positivos de la cultura y de las culturas, (30) y discernir aquellos
elementos que obstaculizan a las personas y a los pueblos el desarrollo de
sus auténticas potencialidades.
La situación religioso-moral
22. Entre los elementos que componen el patrimonio cultural de un pueblo, el
factor religioso-moral tiene para el sembrador una particular relevancia. En
la cultura actual se da una persistente difusión de la indiferencia
religiosa: “ Son muchos los que, hoy en día, se desentienden de esta íntima
y vital unión con Dios o la niegan de forma explícita ” (31)
El ateísmo, en cuanto negación de Dios, “ es uno de los fenómenos más graves
de nuestro tiempo ”? (32) Adopta formas diversas, pero especialmente hoy
aparece bajo la forma del secularismo, que consiste en una visión autónoma
del hombre y del mundo “ que se explica por sí mismo sin que sea necesario
recurrir a Dios ” (33)
En el ámbito específicamente religioso, se dan signos de una “ vuelta a lo
sagrado ” (34) y de una nueva sed de las cosas trascendentes y divinas. El
mundo actual testifica, de una manera cada vez más amplia y viva, “ el
despertar de una búsqueda religiosa ” (35) Este fenómeno, ciertamente, no
carece de ambigüedad. (36) El amplio desarrollo de las sectas y de los
nuevos movimientos religiosos, y el resurgir del “ fundamentalismo ”, (37)
son datos que interpelan seriamente a la Iglesia y que se deben analizar con
cuidado.
23. La situación moral que hoy se observa está muy relacionada con la
religiosa. En efecto, se detecta un oscurecimiento de la verdad ontológica
de la persona humana. Y esto sucede como si el rechazo de Dios quisiera
significar la ruptura interior de las aspiraciones del ser humano. (38) Se
asiste así, en muchas partes, a un “ relativismo ético que quita a la
convivencia civil cualquier
punto seguro de referencia moral ” (39)
La evangelización encuentra en el terreno religioso-moral un campo
preferente de actuación. La misión primordial de la Iglesia, en efecto, es
anunciar a Dios, ser testimonio de El ante el mundo. Se trata de dar a
conocer el verdadero rostro de Dios y su designio de amor y de salvación en
favor de los hombres, tal como Jesús lo reveló.
Para preparar a tales testigos es necesario que la Iglesia desarrolle una
catequesis que propicie el encuentro con Dios y afiance un vínculo
permanente de comunión con Él.
LA IGLESIA EN EL CAMPO DEL MUNDO
La fe de los cristianos
24. Los discípulos de Jesús están inmersos en el mundo como levadura pero,
al igual que en todo tiempo, no quedan inmunes de experimentar el influjo de
las situaciones humanas.
Por ello, es necesario plantearse la situación actual de la fe de los
cristianos.
La renovación catequética en la Iglesia, desarrollada durante los últimos
decenios, ha dado ya frutos muy positivos. (40) La catequesis de niños, de
jóvenes y de adultos ha dado origen a un tipo de cristiano verdaderamente
consciente de su fe y coherente con ella en su vida. Ha favorecido en ellos,
en efecto:
— una nueva experiencia viva de Dios, como Padre misericordioso;
— un redescubrimiento más hondo de Jesucristo, no sólo en su divinidad, sino
también en su verdadera humanidad;
— el sentirse, todos, corresponsales de la misión de la Iglesia en el mundo;
— la toma de conciencia de las exigencias sociales de la fe.
25. Sin embargo, ante el panorama religioso actual, se hace necesario que
los hijos de la Iglesia verifiquen: “ ¿en qué medida están también ellos
afectados por la atmósfera de secularismo y relativismo ético? ”. (41)
Un primer grupo está constituido por el “ gran número de personas que
recibieron el bautismo pero viven al margen de toda vida cristiana ”. (42)
Se trata, en efecto, de una muchedumbre de cristianos no practicantes (43)
aunque en el fondo del corazón de muchos el sentimiento religioso no haya
desaparecido del todo. Despertarles a la fe es un verdadero reto para la
Iglesia.
Junto a éstos, están también las “ gentes sencillas (44) que se expresan a
menudo con sentimientos religiosos muy sinceros y con una “ religiosidad
popular ” (45) muy arraigada. Tienen una cierta fe, “ pero conocen poco los
fundamentos de la misma ” (46)
También existen numerosos cristianos, intelectualmente más cultivados, pero
con una formación religiosa recibida sólo en la infancia, que necesitan
replantear y madurar su fe bajo una luz distinta. (47)
26. No falta, tampoco, un cierto número de bautizados que, lamentablemente,
ocultan su identidad cristiana sea por una forma de diálogo interreligioso
mal entendida, sea por una cierta reticencia a dar testimonio de su fe en
Jesucristo en la sociedad contemporánea.
Estas situaciones de la fe de los cristianos reclaman con urgencia del
sembrador el desarrollo de una nueva evangelización, (48) sobre todo en
aquellas Iglesias de tradición cristiana donde el secularismo ha hecho más
mella. En esta nueva situación, necesitada de evangelización, el anuncio
misionero y la catequesis, sobre todo a jóvenes y adultos, constituyen una
clara prioridad.
La vida interna de la comunidad eclesial
27. Es importante considerar también la vida misma de la comunidad eclesial,
su calidad interna.
Una primera consideración es descubrir cómo en la Iglesia se ha acogido y
han ido madurando los frutos del Concilio Vaticano II. Los grandes
documentos conciliares no han sido letra muerta:
se constatan sus efectos. Las cuatro constituciones —Sacrosanctum Concilium,
Lumen Gentium, Dei Verbum y Gaudium et Spes— han fecundado a la Iglesia. En
efecto:
— La vida litúrgica es comprendida más profundamente como fuente y culpen de
la vida eclesial.
— El Pueblo de Dios ha adquirido una conciencia más viva del “ sacerdocio
común (49) originado en el Bautismo. Así mismo, se descubre más y más la
vocación universal a la santidad y un sentido más vivo del servicio a la
caridad.
— La comunidad eclesial ha adquirido un sentido más vivo de la Palabra de
Dios. La Sagrada Escritura, por ejemplo, es leída, gustada y meditada de una
manera más intensa.
— La misión de la Iglesia en el mundo se percibe de una manera nueva. Sobre
la base de una renovación interior, el Concilio ha abierto a los católicos a
la exigencia de una evangelización vinculada necesariamente con la promoción
humana, a la necesidad de diálogo con el mundo, con las culturas y
religiones, y a la urgente búsqueda de la unidad entre los cristianos.
28. En medio de esta fecundidad se deben reconocer también “ defectos y
dificultades en la recepción del Concilio ”. (50) A pesar de una doctrina
eclesiológica tan amplia y profunda, se ha debilitado el sentido de
pertenencia eclesial; se constata, con frecuencia, una “ desafección hacia
la Iglesia ”; (51) se la contempla, muchas veces, de forma unilateral, como
mera institución, privada de su misterio.
En algunas ocasiones, se han dado posiciones parciales y contrapuestas en la
interpretación y aplicación de la renovación pedida a la Iglesia por el
Concilio Vaticano II. Tales ideologías y comportamientos han conducido a
fragmentaciones y a dañar el testimonio de comunión, indispensable para la
evangelización.
La acción evangelizadora de la Iglesia, y en ella la catequesis, debe buscar
más decididamente una sólida cohesión eclesial. Para ello es urgente
promover y ahondar una auténtica eclesiología de comunión, (52) a fin de
generar en los cristianos una sólida espiritualidad eclesial.
Situación de la catequesis: vitalidad y problemas
29. Muchos son los aspectos positivos de la catequesis en estos últimos
años, que muestran su vitalidad. Entre ellos cabe destacar:
— El gran número de sacerdotes, religiosos y laicos que se consagran con
entusiasmo y constancia a la catequesis. Es una de las acciones eclesiales
más relevantes.
— También hay que destacar el carácter misionero de la catequesis actual y
su tendencia a asegurar la adhesión a la fe por parte de los catecúmenos y
de los catequizandos, en medio de un mundo donde el sentido religioso se
oscurece. En esta dinámica se toma clara conciencia de que la catequesis
debe adquirir el carácter de la formación integral, y no reducirse a una
mera enseñanza: deberá empeñarse, en efecto, en suscitar una verdadera
conversión. (53)
— En sintonía con lo anterior, tiene extraordinaria importancia el
incremento que va adquiriendo la catequesis de adultos (54) en el proyecto
de catequesis de numerosas Iglesias particulares. Esta opción aparece como
prioritaria en los planes pastorales de muchas diócesis. Igualmente, en
algunos movimientos y grupos eclesiales ocupa un lugar central.
— Favorecido sin duda por las orientaciones recientes del Magisterio, el
pensamiento catequético ha ganado, en nuestro tiempo, en densidad y
profundidad. En este sentido, muchas Iglesias particulares cuentan ya con
adecuadas y oportunas orientaciones pastorales.
30. Algunos problemas, sin embargo, deben hoy ser examinados con particular
cuidado, tratando de encontrar solución a los mismos:
— El primero se refiere a la concepción de la catequesis como escuela de fe,
como aprendizaje y entrenamiento de toda la vida cristiana, concepción que
no ha penetrado plenamente en la conciencia de los catequistas.
En lo que concierne a la orientación de fondo, el concepto de “Revelación ”
impregna ordinariamente la actividad catequética; sin embargo, el concepto
conciliar de “Tradición ” tiene un menor influjo en cuanto elemento
realmente inspirador. De hecho, en muchas catequesis, la referencia a la
Sagrada Escritura es casi exclusiva, sin que la reflexión y la vida dos
veces milenaria de la Iglesia (55) la acompañe de modo suficiente. La
naturaleza eclesial de la catequesis aparece, en este caso, menos clara. La
interrelación entre la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición y el
Magisterio, “ cada uno a su modo ”, (569 no fecunda aún de modo armonioso la
transmisión catequética de la fe.
— Respecto a la finalidad de la catequesis, que trata de propiciar la
comunión con Jesucristo, es necesaria una presentación más equilibrada de
toda la verdad del misterio de Cristo. A veces se insiste sólo en su
humanidad, sin hacer explícita referencia a su divinidad; en otras
ocasiones, menos frecuentes en nuestro tiempo, se acentúa tan exclusivamente
su divinidad que no se pone de relieve la realidad del misterio de la
Encarnación del Verbo. (57)
— Acerca del contenido de la catequesis, subsisten varios problemas. Existen
ciertas lagunas doctrinales sobre la verdad de Dios y del hombre, sobre el
pecado y la gracia, y sobre los novísimos. Existe la necesidad de una más
sólida formación moral; se advierte una inadecuada presentación de la
historia de la Iglesia y una escasa relevancia de su doctrina social. En
algunas regiones proliferan catecismos y textos de iniciativa particular,
con tendencias selectivas y acentuaciones tan diversas que llegan a dañar la
necesaria convergencia en la unidad de la fe. (58)
— “ La catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y
sacramental ”. (59) A menudo, sin embargo, la práctica catequética muestra
una vinculación débil y fragmentaria con la liturgia: una limitada atención
a los signos y ritos litúrgicos, una escasa valoración de las fuentes
litúrgicas, itinerarios catequéticos poco o nada conectados con el año
litúrgico y una presencia marginal de celebraciones en los itinerarios de la
catequesis.
— En lo que concierne a la pedagogía, después de una acentuación excesiva
del valor del método y de las técnicas por parte de algunos, no se atiende
aún debidamente a las exigencias y originalidad de la pedagogía propia de la
fe. (60) Se cae con facilidad en el dualismo “ contenido-método ”, con
reduccionismos en uno u otro sentido. Respecto a la dimensión pedagógica, no
se ha ejercido siempre el necesario discernimiento teológico.
— Por lo que concierne a la diversidad de culturas en relación al servicio
de la fe, está el problema de saber transmitir el Evangelio en el horizonte
cultural de los pueblos a los que se dirige, de modo que pueda ser percibido
realmente como una gran noticia para la vida de las personas y de la
sociedad. (61)
— La formación al apostolado y a la misión es una de las tareas
fundamentales de la catequesis. Sin embargo, mientras crece en la actividad
catequética una nueva sensibilidad para formar a los fieles laicos para el
testimonio cristiano, el diálogo interreligioso y el compromiso en el mundo,
la educación en el sentido de la “ misión ad gentes ” es aún débil e
inadecuada. A menudo, la catequesis ordinaria concede a las misiones una
atención marginal y de carácter ocasional.
LA SIEMBRA DEL EVANGELIO
31. Analizado el terreno, el sembrador envía a sus operarios a anunciar el
Evangelio por todo el mundo, comunicándoles la fuerza de su Espíritu. Al
mismo tiempo les muestra cómo leer los signos de los tiempos y les pide una
preparación muy cuidada para realizar la siembra.
Cómo leer los signos de los tiempos
32. La voz del Espíritu que Jesús, de parte del Padre, ha enviado a sus
discípulos resuena también en los acontecimientos mismos de la historia.
(62) Tras los datos cambiantes de la situación actual, y en las motivaciones
profundas de los desafíos que se le presentan a la evangelización, es
necesario descubrir “ los signos de la presencia y del designio de Dios ”
(63) Se trata de un análisis que debe hacerse a la luz de la fe, con actitud
de comprensión. Valiéndose de las ciencias humanas, (64) siempre necesarias,
la Iglesia trata de descubrir el sentido de la situación actual dentro de la
historia de la salvación. Sus juicios sobre la realidad son siempre
diagnósticos para la misión.
Algunos retos para la catequesis
33. Para poder expresar su vitalidad y eficacia, la catequesis debe asumir,
hoy, los siguientes desafíos y opciones:
— ante todo debe ser propuesta como un servicio fundamental, interior a la
evangelización de la Iglesia, y con un acentuado carácter misionero;
— debe dirigirse a sus destinatarios de siempre, que han sido y siguen
siendo los niños, los adolescentes, los jóvenes y los adultos, y debe
hacerlo a partir, sobre todo, de estos últimos;
— a ejemplo de la catequesis patrística, debe moldear la personalidad
creyente y, en consecuencia, ser una verdadera y propia escuela de pedagogía
cristiana;
— debe anunciar los misterios esenciales del cristianismo, promoviendo la
experiencia trinitaria de la vida en Cristo como centro de la vida de fe;
* debe considerar, como tarea prioritaria, la preparación y formación de
catequistas dotados de una profunda fe.
PRIMERA PARTE
LA CATEQUESIS EN LA MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA
La catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia
“ Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda la creación ”(Mc
16,15).
“ Id y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que
yo os he mandado ” (Mt 28, 19-20).
“ Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y
seréis mis testigos... hasta los confines de la tierra ” (Hch 1,8).
El mandato misionero de Jesús
34. Jesús, después de su resurrección, envió de parte del Padre al Espíritu
Santo para que llevase a cabo desde dentro la obra de la salvación y animase
a los discípulos a continuar su propia misión en el mundo entero, como él a
su vez había sido enviado por el Padre. El fue el primero y más grande
evangelizador. Anunció el Reino de Dios, (65) como nueva y definitiva
intervención divina en la historia, y definió este anuncio como “ el
Evangelio ”, es decir, la buena noticia. A él dedicó toda su existencia
terrena: dio a conocer el gozo de pertenecer al Reino, (66) sus exigencias y
su “ carta magna ”, (67) los misterios que encierra, (68) la vida fraterna
de los que entran en él, (69) y su plenitud futura. (70)
Significado y finalidad de esta parte
35. Esta primera parte trata de definir el carácter propio de la catequesis.
El capítulo primero, de fundamentación teológica, recuerda brevemente el
concepto de Revelación expuesto en la Constitución conciliar Dei Verbum.
Dicha concepción determina, de manera específica, el modo de concebir el
ministerio de la Palabra. Los conceptos de Palabra de Dios, Evangelio, Reino
de Dios y Tradición, presentes en esta Constitución dogmática, fundamentan
el significado de catequesis. Junto a ellos, el concepto de evangelización
es referente obligado para la catequesis. Su dinámica y sus elementos, son
expuestos, con una nueva y profunda precisión, en la Exhortación apostólica
Evangelii Nuntiandi.
El capítulo segundo sitúa a la catequesis en el marco de la evangelización y
la pone en relación con las otras formas del ministerio de la Palabra de
Dios. Gracias a esta relación se descubre más fácilmente el carácter propio
de la catequesis.
El capítulo tercero analiza más directamente la catequesis en sí misma: su
naturaleza eclesial, su finalidad vinculativa de comunión con Jesucristo,
sus tareas, y la inspiración catecumenal que la anima.
La concepción que se tenga de la catequesis condiciona profundamente la
selección y organización de sus contenidos (cognoscitivos, experienciales,
comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se
requiere para la consecución de sus objetivos.
El término “ catequesis ” ha experimentado una evolución semántica durante
los veinte siglos de la historia de la Iglesia. En este Directorio la
concepción de catequesis se inspira en los Documentos del Magisterio
Pontificio post-conciliar y, sobre todo, en Evangelii Nuntiandi, Catechesi
Tradendae y Redemptoris Missio.
CAPITULO 1
La revelación y su transmisión mediante la evangelización
“ Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido
con toda clase de bendiciones espirituales, en Cristo,... dándonos a conocer
el misterio de su voluntad, según su designio benevolente, que en El se
propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer
que todo tenga a Cristo por Cabeza ” (Ef1,3-10).
La Revelación del designio benevolente de Dios
36. “ Dios, creando y conservando el universo por su Palabra, ofrece a los
hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo ”. (71) El hombre,
que por su naturaleza y vocación es “ capaz de Dios ”, cuando escucha el
mensaje de las criaturas puede alcanzar la certeza de la existencia de Dios
como causa y fin de todo y que El puede revelarse al hombre.
La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II ha descrito la
Revelación como el acto por el cual Dios se manifiesta personalmente a los
hombres. Dios se muestra, en efecto, como quien quiere comunicarse a Sí
mismo, haciendo a la persona humana partícipe de su naturaleza divina.(72)
Es así como realiza su designio de amor.
“ Quiso Dios, en su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el
misterio de su voluntad., para invitar a los hombres a la comunicación
consigo y recibirlos en su compañía ”. (73)
37. Este designio benevolente (74) del Padre, revelado plenamente en
Jesucristo, se realiza con la fuerza del Espíritu Santo.
Lleva consigo:
— la revelación de Dios, de su “ verdad íntima ”, (75) de su “ secreto ”,
(76) así como de la verdadera vocación y dignidad de la persona humana; (77)
— el ofrecimiento de la salvación a todos los hombres, como don de la gracia
y de la misericordia de Dios, (78) que implica la liberación del mal, del
pecado y de la muerte; (89)
— la definitiva llamada para reunir a todos los hijos dispersos en la
familia de Dios, realizando así entre los hombres la unión fraterna. (10)
La Revelación: hechos y palabras
38. Dios, en su inmensidad, para revelarse a la persona humana, utiliza una
pedagogía: (81) se sirve de acontecimientos y palabras humanas para
comunicar su designio; y lo hace progresivamente, por etapas, (82) para
mejor acercarse a los hombres. Dios, en efecto, obra de tal manera que los
hombres llegan al conocimiento de su plan salvador mediante los
acontecimientos de la historia de la salvación y las palabras divinamente
inspiradas que los acompañan y explican.
“ Este plan de la Revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente
ligadas, de forma que
— las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan;
— a su vez, las palabras proclaman las obras y esclarecen el misterio
contenido en ellas ” (83)
39. También la evangelización, que transmite al mundo la Revelación, se
realiza con obras y palabras. Es, a un tiempo, testimonio y anuncio, palabra
y sacramento, enseñanza y compromiso.
La catequesis, por su parte, transmite los hechos y las palabras de la
Revelación: debe proclamarlos y narrarlos y, al mismo tiempo, esclarecer los
profundos misterios que contienen. Aún más, por ser la Revelación fuente de
luz para la persona humana, la catequesis no sólo recuerda las maravillas de
Dios hechas en el pasado sino que, a la luz de la misma Revelación,
interpreta los signos de los tiempos y la vida de los hombres y mujeres, ya
que en ellos se realiza el designio de Dios para la salvación del mundo.
(84)
Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación
40. Dios se reveló progresivamente a los hombres, por medio de los profetas
y de los acontecimientos salvíficos, hasta que culminó su revelación
enviando a su propio Hijo: (85)
“ Jesucristo, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras,
signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, y con
el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación ”.
(86)
Jesucristo no sólo es el mayor de los profetas sino que es el Hijo eterno de
Dios hecho hombre. El es, por tanto, el acontecimiento último hacia el que
convergen todos los acontecimientos de la historia de la salvación. (87) El
es, en efecto, “ la Palabra única, perfecta y definitiva del Padre ”. (88)
41. El ministerio de la Palabra debe destacar esta admirable característica,
propia de la economía de la Revelación: el Hijo de Dios entra en la historia
de los hombres, asume la vida y la muerte humanas y realiza la alianza nueva
y definitiva entre Dios y los hombres. Es tarea propia de la catequesis
mostrar quién es Jesucristo: su vida y su misterio, y presentar la fe
cristiana como seguimiento de su persona. (89) Para ello, ha de apoyarse
continuamente en los evangelios, que “ son el corazón de toda la Escritura,
por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha
carne, nuestro Salvador ” (90)
El hecho de que Jesucristo sea la plenitud de la Revelación es el fundamento
del “ cristocentrismo ” (91) de la catequesis: el misterio de Cristo, en el
mensaje revelado, no es un elemento más junto a otros, sino el centro a
partir del cual los restantes elementos se jerarquizan y se iluminan.
La transmisión de la Revelación por medio de la Iglesia, obra del Espíritu
Santo
42. La Revelación de Dios, culminada en Jesucristo, está destinada a toda la
humanidad: “ Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad ” (1 Tm 2,4). En virtud de esta voluntad salvífica
universal, Dios ha dispuesto que la Revelación se transmitiera a todos los
pueblos, a todas las generaciones, y permaneciese íntegra para siempre. (92)
43. Para cumplir este designio divino, Jesucristo instituyó la Iglesia sobre
el fundamento de los Apóstoles y, enviándoles de parte del Padre el Espíritu
Santo, les mandó predicar el Evangelio por todo el mundo. Los Apóstoles, con
palabras, obras y escritos, cumplieron fielmente este mandato. (93)
Esta Tradición apostólica se perpetúa en la Iglesia y por la Iglesia. Toda
ella, pastores y fieles, vela por su conservación y transmisión. El
Evangelio, en efecto, se conserva íntegro y vivo en la Iglesia: los
discípulos de Jesucristo lo contemplan y meditan sin cesar, lo viven en su
existencia diaria y lo anuncian en la misión. El Espíritu Santo fecunda
constantemente la Iglesia en esta vivencia del Evangelio, la hace crecer
continuamente en la inteligencia del mismo, y la impulsa y sostiene en la
tarea de anunciarlo por todos los confines del mundo. (94)
44. La conservación íntegra de la Revelación, Palabra de Dios contenida en
la Tradición y en la Escritura, así como su continua transmisión, están
garantizadas en su autenticidad. El Magisterio de la Iglesia, sostenido por
el Espíritu Santo y dotado del “ carisma de la verdad ”, ejerce la función
de “ interpretar auténticamente la Palabra de Dios ” (95)
45. La Iglesia, “ sacramento universal de salvación ”, (96) movida por el
Espíritu Santo, transmite la Revelación mediante la evangelización: anuncia
la buena nueva del designio salvífico del Padre y, en los sacramentos,
comunica los dones divinos.
A Dios que se revela se le debe la obediencia de la fe, por la cual el
hombre se adhiere libremente al “ Evangelio de la gracia de Dios ” (Hch
20,24), con asentimiento pleno de la inteligencia y de la voluntad. Guiado
por la fe, don del Espíritu, el hombre llega a contemplar y gustar al Dios
del amor, que en Cristo ha revelado las riquezas de su gloria. (97)
La evangelización (98)
46. La Iglesia “existe para evangelizar ”, (99) esto es, para “ llevar la
Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo,
transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad ”. (100)
El mandato misionero de Jesús comporta varios aspectos, íntimamente unidos
entre sí: “ anunciad ” (Mc 16,15), “ haced discípulos y enseñad ”, (101)
“sed mis testigos ”, (102) “ bautizad ”, (103) “ haced esto en memoria mía ”
(Le 22,19), “ amaos unos a otros ” (Jn 15,12). Anuncio, testimonio,
enseñanza, sacramentos, amor al prójimo, hacer discípulos: todos estos
aspectos son vías y medios para la transmisión del único Evangelio y
constituyen los elementos de la evangelización.
Algunos de estos elementos revisten una importancia tan grande que, a veces,
se tiende a identificarlos con la acción evangelizadora. Sin embargo, “
ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja
y dinámica que comporta la evangelización ” (104) Se corre el riesgo de
empobrecerla e, incluso, de mutilarla. Al contrario, ella debe desplegar “
toda su integridad ” (105) e incorporar sus intrínsecas bipolaridades:
testimonio y anuncio, (106) palabra y sacramento, (107) cambio interior y
transformación social, (108) Los agentes de la evangelización han de saber
operar con una “ visión global ” (109) de la misma e identificarla con el
conjunto de la misión de la Iglesia. (110)
El proceso de la evangelización
47. La Iglesia, aun conteniendo en sí permanentemente la plenitud de los
medios de salvación, obra de modo gradual. (111) El decreto conciliar Ad
Gentes ha clarificado bien la dinámica del proceso evangelizador: testimonio
cristiano, diálogo y presencia de la caridad (nri. 11-12), anuncio del
Evangelio y llamada a la conversión (n. 13), catecumenado e iniciación
cristiana (n. 14), formación de la comunidad cristiana, por medio de los
sacramentos, con sus ministerios (nn. 15-18) (112) Este es el dinamismo de
la implantación y edificación de la Iglesia.
48. Según esto, hemos de concebir la evangelización como el proceso, por el
que la Iglesia, movida por el Espíritu, anuncia y difunde el Evangelio en
todo el mundo, de tal modo que ella:
— Impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal,
asumiendo y renovando las culturas; (113)
— da testimonio (114) entre los pueblos de la nueva manera de ser y de vivir
que caracteriza a los cristianos;
— y proclama explícitamente el Evangelio, mediante el “ primer anuncio (115)
llamando a la conversión. (116)
— Inicia en la fe y vida cristiana, mediante la “ catequesis ” (117) y los “
sacramentos de iniciación ”, (118) a los que se convierten a Jesucristo, o a
los que reemprenden el camino de su seguimiento, incorporando a unos y
reconduciendo a otros a la comunidad cristiana. (119)
— Alimenta constantemente el don de la comunión (120) en los fíeles mediante
la educación permanente de la fe (homilía, otras formas del ministerio de la
Palabra), los sacramentos y el ejercicio de la caridad;
— y suscita continuamente la misión, (121) al enviar a todos los discípulos
de Cristo a anunciar el Evangelio, con palabras y obras, por todo el mundo.
49. El proceso evangelizador, (122) por consiguiente, está estructurado en
etapas o “ momentos esenciales ”: (123) la acción misionera para los no
creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción
catequético-iniciatoria para los que optan por el Evangelio y para los que
necesitan completar o reestructurar su iniciación; y la acción pastoral para
los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana.
(124) Estos momentos, sin embargo, no son etapas cerradas: se reiteran
siempre que sea necesario, ya que tratan de dar el alimento evangélico más
adecuado al crecimiento espiritual de cada persona o de la misma comunidad.
El ministerio de la Palabra de Dios en la evangelización
50. El ministerio de la Palabra (125) es elemento fundamental de la
evangelización. La presencia cristiana en medio de los diferentes grupos
humanos y el testimonio de vida necesitan ser esclarecidos y justificados
por el anuncio explícito de Jesucristo, el Señor. “ No hay evangelización
verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las
promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios ” (126)
También quienes son ya discípulos de Cristo necesitan ser alimentados
constantemente con la Palabra de Dios para crecer en su vida cristiana.
(127)
El ministerio de la Palabra, al interior de la evangelización, transmite la
Revelación por medio de la Iglesia, valiéndose de “ palabras ” humanas. Pero
éstas siempre están referidas a las “ obras ”: a las que Dios realizó y
sigue realizando, especialmente en la liturgia; al testimonio de vida de los
cristianos; a la acción transformadora que éstos, unidos a tantos hombres de
buena voluntad, realizan en el mundo. Esta palabra humana de la Iglesia es
el medio de que se sirve el Espíritu Santo para continuar el diálogo con la
humanidad. El es, efectivamente, el agente principal del ministerio de la
Palabra y por quien “ la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por
ella en el mundo ” (128)
El ministerio de la Palabra se ejerce “ de forma múltiple ” (129) La
Iglesia, desde la época apostólica, (130) en su deseo de ofrecer la Palabra
de Dios de la manera más conveniente, ha realizado este ministerio a través
de formas muy variadas. (131) Todas ellas sirven para canalizar aquellas
funciones básicas que el ministerio de la Palabra está llamado a desplegar.
Funciones y formas del ministerio de la Palabra de Dios
51. Las principales funciones del ministerio de la Palabra son las
siguientes:
— Convocatoria y llamada a la fe
Es la función que más inmediatamente se desprende del mandato misionero de
Jesús. Se realiza mediante el “ primer anuncio ”, dirigido a los no
creyentes: aquellos que han hecho una opción de increencia, los bautizados
que viven al margen de la vida cristiana, los que pertenecen a otras
religiones.. .(132) El despertar religioso de los niños, en las familias
cristianas, es también una forma eminente de esta función.
— La función de iniciación
Aquel que, movido por la gracia, decide seguir a Jesucristo es “ introducido
en la vida de la fe, de la liturgia y de la caridad del Pueblo de Dios ”.
(133) La Iglesia realiza esta función, fundamentalmente, por medio de la
catequesis, en íntima relación con los sacramentos de la iniciación, tanto
si van a ser recibidos como si ya se han recibido. Formas importantes son:
la catequesis de adultos no bautizados, en el catecumenado; la catequesis de
adultos bautizados que desean volver a la fe, o de los que necesitan
completar su iniciación; la catequesis de niños y jóvenes, que tiene de por
sí un carácter iniciatorio. También la educación cristiana familiar y la
enseñanza religiosa escolar ejercen una función de iniciación.
— La educación permanente de la fe
En diversas regiones es llamada también “ catequesis permanente ”.(134) Se
dirige a los cristianos iniciados en los elementos básicos, que necesitan
alimentar y madurar constantemente su fe a lo largo de toda la vida. Es una
función que se realiza a través de formas muy variadas: “ sistemáticas y
ocasionales, individuales y comunitarias, organizadas y espontáneas, etc. ”
(135)
— La función litúrgica
El ministerio de la Palabra tiene, asimismo, una función litúrgica, ya que
cuando se realiza al interior de una acción sagrada es parte integrante de
la misma. (136) Este ministerio se expresa de modo eminente a través de la
homilía. Otras formas, son las intervenciones y exhortaciones durante las
celebraciones de la palabra. Hay que referirse también a la preparación
inmediata a los diversos sacramentos y a las celebraciones sacramentales,
sobre todo a la participación de los fieles en la Eucaristía, que es la
forma frontal de la educación de la fe.
— La función teológica
Trata de desarrollar la inteligencia de la fe, situándose en la dinámica de
la “ fides quaerens intellectum ”, es decir, de la fe que busca entender.
(137) La teología, para cumplir esta función, necesita confrontarse o
dialogar con las formas filosóficas del pensamiento, con los humanismos que
configuran la cultura y con las ciencias del hombre. Se canaliza a través de
formas que promueven “ la enseñanza sistemática y la investigación
científica de las verdades de la fe ”. (138)
52. Formas importantes del ministerio de la Palabra son: el primer anuncio o
predicación misionera, la catequesis pre y post bautismal, la forma
litúrgica y la forma teológica. Ocurre, a menudo, que tales formas —por
circunstancias pastorales— deben asumir más de una función. La catequesis,
por ejemplo, junto a su función de iniciación, debe asumir frecuentemente
tareas misioneras. La misma homilía, según las circunstancias, convendrá que
asuma las funciones de convocatoria y de iniciación orgánica.
La conversión y la fe
53. La evangelización, al anunciar al mundo la Buena Nueva de la Revelación,
invita a hombres y mujeres a la conversión y a la fe. (139) La llamada de
Jesús, “ convertíos y creed el Evangelio ” (Mc 1,15), sigue resonando, hoy,
mediante la evangelización de la Iglesia.
La fe cristiana es, ante todo, conversión a Jesucristo, (140) adhesión plena
y sincera a su persona y decisión de caminar en su seguimiento, (141) La fe
es un encuentro personal con Jesucristo, es hacerse discípulo suyo. Esto
exige el compromiso permanente de pensar como El, de juzgar como El y de
vivir como El lo hizo. (142) Así, el creyente se une a la comunidad de los
discípulos y hace suya la fe de la Iglesia. (143)
54. Este “ sí ” a Jesucristo, plenitud de la Revelación del Padre, encierra
en sí una doble dimensión: la entrega confiada a Dios y el asentimiento
cordial a todo lo que El nos ha revelado. Esto sólo es posible por la acción
del Espíritu Santo. (144)
“ Por la fe,
— el hombre se entrega entera y libremente a Dios
— y le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo
libremente a lo que Dios ha revelado. (145)
“ Creer entraña, pues, una doble referencia: a la persona y a la verdad; a
la verdad por confianza en la persona que lo atestigua ” (146)
55. La fe lleva consigo un cambio de vida, una “ metanoia ”, (147) es decir,
una transformación profunda de la mente y del corazón:
hace así que el creyente viva esa “ nueva manera de ser, de vivir, de vivir
juntos, que inaugura el Evangelio ”. (148) Y este cambio de vida se
manifiesta en todos los niveles de la existencia del cristiano: en su vida
interior de adoración y acogida de la voluntad divina; en su participación
activa en la misión de la Iglesia; en su vida matrimonial y familiar; en el
ejercicio de la vida profesional; en el desempeño de las actividades
económicas y sociales.
La fe y la conversión brotan del corazón, es decir, de lo más profundo de la
persona humana, afectándola por entero. Al encontrar a Jesucristo, y al
adherirse a El, el ser humano ve colmadas sus aspiraciones más hondas:
encuentra lo que siempre buscó y además de manera sobreabundante. (149) La
fe responde a esa “ espera ”, (150) a menudo no consciente y siempre
limitada, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre mismo y sobre el
destiño que le espera. Es como un agua pura (151) que reaviva el camino del
ser humano, peregrino en busca de su hogar.
La fe es un don de Dios. Sólo puede nacer en el fondo del corazón humano
como fruto de “ la gracia que previene y ayuda ”, (152) y como respuesta,
enteramente libre, a la moción del Espíritu Santo, que mueve el corazón y lo
convierte a Dios, “ dándole la dulzura en el asentir y creer a la verdad ”
(153)
La Virgen María vivió de la manera más perfecta estas dimensiones de la fe.
La Iglesia venera en ella “ la realización más pura de la fe ”. (154)
El proceso de conversión permanente
56. La fe es un don destinado a crecer en el corazón de los creyentes. (155)
La adhesión a Jesucristo, en efecto, da origen a un proceso de conversión
permanente que dura toda la vida. (86) Quien accede a la fe es como un niño
recién nacido (157) que, poco a poco, crecerá y se convertirá en un ser
adulto, que tiende al “ estado de hombre perfecto ”, (158) a la madurez de
la plenitud de Cristo.
En el proceso de la fe y de la conversión se pueden destacar, desde el punto
de vista teológico, varios momentos importantes:
a) El interés por el Evangelio. El primer momento se produce cuando en el
corazón del no creyente, del indiferente o del que pertenece a otra
religión, brota, como consecuencia del primer anuncio, un interés por el
Evangelio, sin ser todavía una decisión firme. Ese primer movimiento del
espíritu humano en dirección a la fe, que ya es fruto de la gracia, recibe
varios nombres:
“ atracción a la fe ”, (159) “ preparación evangélica ”, (160) inclinación a
creer, “ búsqueda religiosa ”. (161) La Iglesia denomina “ simpatizantes ”
(162) a los que muestran esta inquietud.
b) La conversión. Este primer interés por el Evangelio necesita un tiempo de
búsqueda (163) para poder llegar a ser una opción firme. La decisión por la
fe debe ser sopesada y madurada. Esa búsqueda, impulsada por la acción del
Espíritu Santo y el anuncio del kerigma, prepara la conversión, que será
—ciertamente—— “ inicial ”, (164) pero que lleva consigo la adhesión a
Jesucristo y la voluntad de caminar en su seguimiento. Sobre esta “ opción
fundamental” descansa toda la vida cristiana del discípulo del Señor.(165)
c) La profesión de fe. La entrega a Jesucristo genera en los creyentes el
deseo de conocerle más profundamente y de identificarse con El. La
catequesis les inicia en el conocimiento de la fe y en el aprendizaje de la
vida cristiana, favoreciendo un camino espiritual que provoca un “ cambio
progresivo de actitudes y costumbres ”, (166) hecho de renuncias y de
luchas, y también de gozos que Dios concede sin medida. El discípulo de
Jesucristo es ya apto, entonces, para realizar una viva, explícita y
operante profesión de fe. (167)
d) El camino hacia la perfección. Esa madurez básica, de la que brota la
profesión de fe, no es el punto final en el proceso permanente de la
conversión. La profesión de fe bautismal se sitúa en los cimientos de un
edificio espiritual destinado a crecer. El bautizado, impulsado siempre por
el Espíritu, alimentado por los sacramentos, la oración y el ejercicio de la
caridad, y ayudado por las múltiples formas de educación permanente de la
fe, busca hacer suyo el deseo de Cristo: “ Vosotros sed perfectos como
vuestro Padre celestial es perfecto ”. (168) Es la llamada a la plenitud que
se dirige a todo bautizado.
57. El ministerio de la Palabra está al servicio de este proceso de
conversión plena. El primer anuncio tiene el carácter de llamar a la fe; la
catequesis el de fundamentar la conversión, estructurando básicamente la
vida cristiana; y la educación permanente de la fe, en la que destaca la
homilía, el carácter de ser el alimento constante que todo organismo adulto
necesita para vivir. (169)
Diferentes situaciones socio-religiosas ante la evangelización
58. La evangelización del mundo se encuentra ante un panorama religioso muy
diversificado y cambiante, en el que se pueden distinguir, fundamentalmente,
“ tres situaciones ” ‚ (170) que piden respuestas adecuadas y diferenciadas.
a) La situación de aquellos “ pueblos, grupos humanos, contextos
socioculturales, donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde
faltan comunidades cristianas suficientemente maduras como para poder
encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos ” (171)
Esta situación reclama la misión ad gentes, (172) con una acción
evangelizadora centrada, preferentemente, en los jóvenes y en los adultos.
Su peculiaridad consiste en el hecho de dirigirse a los no cristianos
invitándoles a la conversión. La catequesis, en esta situación, se
desarrolla ordinariamente en el interior del catecumenado bautismal.
b) Hay, además, situaciones en que, en un contexto sociocultural
determinado, están presentes de manera muy significativa “ comunidades
cristianas dotadas de estructuras eclesiales adecuadas y sólidas, que tienen
un gran fervor de fe y de vida; que irradian el testimonio del Evangelio en
su ambiente, y sienten el compromiso de la misión universal ”. (173) Estas
comunidades necesitan una intensa acción pastoral de la Iglesia, puesto que
son personas y familias con un hondo sentido cristiano. En tal situación, es
necesario que la catequesis de niños, adolescentes y jóvenes desarrolle
verdaderos procesos de iniciación cristiana, bien articulados, que les
permitan acceder a la edad adulta con una fe madura, y que de evangelizados
se conviertan en evangelizadores. También en estas situaciones, los adultos
son destinatarios de modalidades diversas de formación cristiana.
c) En muchos países de tradición cristiana, y a veces también en las
Iglesias más jóvenes, se da una “ situación intermedia ”, (174) ya que en
ella “ grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o
incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una
existencia alejada de Cristo y de su Evangelio ”.(175) Esta situación
requiere una nueva evangelización. Su peculiaridad consiste en que la acción
misionera se dirige a bautizados de toda edad, que viven en un contexto
religioso de referencias cristianas, percibidas sólo exteriormente. En esta
situación, el primer anuncio y una catequesis fundante constituyen la opción
prioritaria.
Mutua conexión entre las acciones evangelizadoras correspondientes a estas
situaciones
59. Estas situaciones socio-religiosas son, obviamente, diferentes y no es
justo equipararlas. Tal diversidad, que siempre se ha dado en la misión de
la Iglesia, adquiere hoy, en este mundo cambiante, una novedad. En efecto,
frecuentemente conviven juntas en un mismo territorio. En muchas grandes
ciudades, por ejemplo, la situación que reclama una “ misión ad gentes ” y
la que pide una “ nueva evangelización ” coexisten simultáneamente. Junto a
ellas, están dinámicamente presentes comunidades cristianas misioneras,
alimentadas por una “ acción pastoral ” adecuada. Hoy es frecuente, que en
el territorio de una Iglesia particular, haya que atender al conjunto de
estas situaciones. “ No es fácil definir los confines entre atención
pastoral a los fieles, nueva evangelización y acción misionera específica, y
no es pensable crear entre ellos barreras o compartimentos estancos ”. (176)
De hecho, “ cada una influye en la otra, la estimula y la ayuda ”. (177)
Por eso, en orden al mutuo enriquecimiento de unas acciones evangelizadoras
que conviven juntas, conviene tener presente que:
— La “ misión ad gentes ”, sea cual sea la zona o el ámbito en que se
realice, es la responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha
confiado a su Iglesia y, por tanto, es el paradigma del conjunto de la
acción misionera de la Iglesia. La “ nueva evangelización ” no puede
suplantar o sustituir a la “ misión ad gentes ”, que sigue siendo la
actividad misionera específica y tarea primaria. (178)
— “ El modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal, que es
formación específica que conduce al adulto convertido a la profesión de su
fe bautismal en la noche pascual ” . (179) Esta formación catecumenal ha de
inspirar, en sus objetivos y en su dinamismo, a las otras formas de
catequesis.
— “ La catequesis de adultos, al ir dirigida a personas capaces de una
adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma
principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente
necesarias, de alguna manera se ordenan (180) Esto implica que la catequesis
de las otras edades debe tenerla como punto de referencia, y articularse con
ella en un proyecto catequético coherente de pastoral diocesana.
De este modo, la catequesis, situada en el interior de la misión
evangelizadora de la Iglesia como “ momento ” esencial de la misma, recibe
de la evangelización un dinamismo misionero que la fecunda interiormente y
la configura en su identidad. El ministerio de la catequesis aparece, así,
como un servicio eclesial fundamental en la realización del mandato
misionero de Jesús.
La catequesis en el proceso de la evangelización
“ Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron no lo
ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas
del Señor, su poder, las maravillas que realizó ” (Sal 78,3-4).
“ Apolo había sido catequizado en el camino del Señor y, con fervor de
espíritu, hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente a Jesús ” (Hch
18,25).
60. En este capítulo se muestra la relación de la catequesis con los otros
elementos de la evangelización, de la que es parte integrante.
En este sentido se describe, en primer lugar, la relación de la catequesis
con el primer anuncio, que se realiza en la misión. Se muestra, después, la
íntima conexión entre la catequesis y los sacramentos de la iniciación
cristiana. A continuación se hace ver el papel fundamental de la catequesis
en la vida ordinaria de la Iglesia en su tarea de educar permanentemente en
la fe.
Hay que dar una consideración especial a la relación de la catequesis con la
enseñanza religiosa escolar, ya que ambas acciones están profundamente
relacionadas y, junto a la educación cristiana familiar, son fundamentales
para la formación de la infancia y de la juventud.
61. El primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que, de hecho,
viven en la indiferencia religiosa. Asume la función de anunciar el
Evangelio y llamar a la conversión. La catequesis, “ distinta del primer
anuncio del Evangelio ”, (181) promueve y hace madurar esta conversión
inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad
cristiana. La relación entre ambas formas del ministerio de la Palabra es,
por tanto, una relación de distinción en la complementariedad.
El primer anuncio, que todo cristiano está llamado a realizar, participa del
“ id ” (182) que Jesús propuso a sus discípulos: implica, por tanto, salir,
adelantarse, proponer. La catequesis, en cambio, parte de la condición que
el mismo Jesús indicó, “ el que crea ”, (183) el que se convierta, el que se
decida. Las dos acciones son esenciales y se reclaman mutuamente: ir y
acoger, anunciar y educar, llamar e incorporar.
62. En la práctica pastoral, sin embargo, las fronteras entre ambas acciones
no son fácilmente delimitables. Frecuentemente, las personas que acceden a
la catequesis necesitan, de hecho, una verdadera conversión. Por eso, la
Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso
catequizador esté dedicada a asegurar la conversión. (184) En la “ misión ad
gentes ”, esta tarea se realiza en el “ precatecumenado ”. (185) En la
situación que requiere la “ nueva evangelización ” se realiza por medio de
la “ catequesis kerigmática ”, que algunos llaman “ precatequesis ”, (186)
porque, inspirada en el precatecumenado, es una propuesta de la Buena Nueva
en orden a una opción sólida de fe. Sólo a partir de la conversión, y
contando con la actitud interior de “ el que crea ”, la catequesis
propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación de la
fe. (187)
El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas
misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de promover una
intervención institucionalizada del primer anuncio, como la actuación más
directa del mandato misionero de Jesús. La renovación catequética debe
cimentarse sobre esta evangelización misionera previa.
Capítulo II
LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
La catequesis, “momento ” esencial del proceso de la evangelización
63. La Exhortación apostólica Catechesi Tradendae, cuando sitúa a la
catequesis dentro de la misión de la Iglesia, recuerda que la evangelización
es una realidad rica, compleja y dinámica, que comprende “ momentos ”
esenciales y diferentes entre sí. Y añade: “ La catequesis es uno de esos
momentos —y cuán señalado— en el proceso total de la evangelización ”. (188)
Esto quiere decir que hay acciones que “ preparan ” (189) a la catequesis y
acciones que “ emanan ” (190) de ella.
El “ momento ” de la catequesis es el que corresponde al período en que se
estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa
primera adhesión. Los convertidos, mediante “ una enseñanza y aprendizaje
convenientemente prolongado de toda la vida cristiana ”, (191) son iniciados
en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio.
Se trata, en efecto, “ de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana
”.(192)
64. La catequesis, al realizar con diferentes formas esta función de
iniciación del ministerio de la Palabra, lo que hace es poner los cimientos
del edificio de la fe. (193) Otras funciones de ese mismo ministerio irán
construyendo, después, las diversas plantas de ese mismo edificio.
La catequesis de iniciación es, así, el eslabón necesario entre la acción
misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta
constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción
facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto
de la personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella la acción
misionera no tendría continuidad y sería infecunda. Sin ella la acción
pastoral no tendría raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta
desmoronaría todo el edificio. (194)
En verdad, “ el crecimiento interior de la Iglesia, su correspondencia con
el designio divino, dependen esencialmente de ella ” (195) En este sentido,
la catequesis debe ser considerada momento prioritario en la evangelización.
La catequesis al servicio de la iniciación cristiana
65. La fe, por la que el hombre responde al anuncio del Evangelio, reclama
el Bautismo. La íntima relación entre las dos realidades tiene su raíz en la
voluntad del mismo Cristo, que mandó a sus apóstoles a hacer discípulos a
todas las gentes y a bautizar las. “La misión de bautizar, por tanto, la
misión sacramental, está comprendida en la misión de evangelizar ” (196)
Los que se han convertido a Jesucristo y han sido educados en la fe por la
catequesis, al recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, el
Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, “ son liberados del poder de las
tinieblas; muertos, sepultados y resucitados con Cristo; reciben el Espíritu
de hijos de adopción; y celebran con todo el Pueblo de Dios el memorial de
la muerte y resurrección del Señor ” (197)
66. La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y
está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación,
especialmente al Bautismo, “ sacramento de la fe ”. (198) El eslabón que une
la catequesis con el Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo,
elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis. La finalidad
de la acción catequética consiste precisamente en esto: propiciar una viva,
explícita y operante profesión de fe. (199)
Para lograrlo, la Iglesia transmite a los catecúmenos y a los catequizandos
la experiencia viva que ella misma tiene del Evangelio, su fe, para que
aquéllos la hagan suya al profesarla. Por eso, “ la auténtica catequesis es
siempre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo
ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria
profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y comunicada
constantemente, mediante una ‘traditio’ viva y activa, de generación en
generación ” (200)
Características fundamentales de la catequesis de iniciación
67. El hecho de ser “momento esencial ” del proceso evangelizador, al
servicio de la iniciación cristiana, confiere a la catequesis algunas
características: (201)
— La catequesis es una formación orgánica y sistemática de la fe. El Sínodo
de 1977 subrayó la necesidad de una catequesis “ orgánica y bien ordenada ”,
(202) ya que esa indagación vital y orgánica en el misterio de Cristo es lo
que, principalmente, distingue a la catequesis de todas las demás formas de
presentar la Palabra de Dios.
— Esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de
toda la vida cristiana, “ una iniciación cristiana integral ”, (203) que
propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo, centrado en su Persona. Se
trata, en efecto, de educar en el conocimiento y en la vida de fe, de forma
que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado
por la Palabra de Dios. Se ayudará así al discípulo de Jesucristo a
transformar el hombre viejo, a asumir sus compromisos bautismales y a
profesar la fe desde el “corazón ”. (204)
— La catequesis es una formación básica, esencial, (205) centrada en lo
nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas más básicas de la fe y
en los valores evangélicos más fundamentales. La catequesis pone los
cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su
vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la
vida ordinaria de la comunidad cristiana.
68. En síntesis, la catequesis de iniciación, por ser orgánica y
sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u ocasional; (206)
por ser formación para la vida cristiana, desborda —incluyéndola— a la mera
enseñanza; (207) por ser esencial, se centra en lo “ común ” para el
cristiano, sin entrar en cuestiones disputadas ni convertirse en
investigación teológica. En fin, por ser iniciación, incorpora a la
comunidad que vive, celebra y testimonia la fe. Ejerce, por tanto, al mismo
tiempo, tareas de iniciación, de educación y de instrucción. (208) Esta
riqueza, inherente al catecumenado de adultos no bautizados, ha de inspirar
a las demás formas de catequesis.
LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA EDUCACIÓN PERMANENTE DE LA FE
La educación permanente de la fe en la comunidad cristiana
69. La educación permanente de la fe es posterior a su educación básica y la
supone. Ambas actualizan dos funciones del ministerio de la Palabra,
distintas y complementarias, al servicio del proceso permanente de
conversión.
La catequesis de iniciación pone las bases de la vida cristiana en los
seguidores de Jesús. El proceso permanente de conversión va más allá de lo
que proporciona la catequesis de base o fundante. Para favorecer tal
proceso, se necesita una comunidad cristiana que acoja a los iniciados para
sostenerlos y formarlos en la fe. “ La catequesis corre el riesgo de
esterilizarse si una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge al
catecúmeno en cierta fase de su catequesis ” (209) El acompañamiento que
ejerce la comunidad en favor del que se inicia, se transforma en plena
integración del mismo en la comunidad.
70. En la comunidad cristiana, los discípulos de Jesucristo se alimentan en
una doble mesa: “ la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo de Cristo ” (210)
El Evangelio y la Eucaristía son su constante alimento en el peregrinar
hacia la casa del Padre. La acción del Espíritu Santo hace que el don de la
“ comunión ” y el compromiso de la “ misión ” se ahonden y se vivan de
manera cada vez más profunda.
La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada cristiano, para
acompañarle en su camino hacía la santidad, sino también a la comunidad
cristiana como tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor
a Dios y de amor fraterno, cuanto en su apertura al mundo como comunidad
misionera. El deseo y la oración de Jesús ante el Padre son una llamada
incesante: “ Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos
también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado ”
(211) Acercarse paulatinamente a este ideal requiere, en la comunidad, una
fidelidad grande a la acción del Espíritu Santo, un constante alimentarse
del Cuerpo y de la Sangre del Señor y una permanente educación de la fe, en
la escucha de la Palabra.
En esta mesa de la Palabra de Dios, la homilía tiene un lugar privilegiado,
ya que “ vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la catequesis y
lo conduce a su perfeccionamiento natural; al mismo tiempo impulsa a los
discípulos del Señor a emprender cada día su itinerario espiritual en la
verdad, la adoración y la acción de gracias ”. (212)
Formas múltiples de catequesis permanente
71. Para la educación permanente de la fe, el ministerio de la Palabra
cuenta con muchas formas de catequesis. Entre otras, se pueden destacar las
siguientes:
— El estudio y profundización de la Sagrada Escritura leída no solo en la
Iglesia, sino con la Iglesia y su fe siempre viva. Esto ayuda a descubrir la
verdad divina, de forma que suscite una respuesta de fe. La denominada “
lectio divina ” es forma eminente de este estudio vital de las Escrituras.
(213)
— La lectura cristiana de los acontecimientos, que viene exigida por la
vocación misionera de la comunidad cristiana. Para hacer esta lectura, el
estudio de la doctrina social de la Iglesia es indispensable, ya que “ su
objetivo principal es interpretar esas realidades (las complejas realidades
de la existencia del hombre en la sociedad y en el contexto internacional),
examinando su conformidad o disconformidad con lo que el Evangelio enseña ”.
(214)
— La catequesis litúrgica, que prepara a los sacramentos y favorece una
comprensión y vivencia más profundas de la liturgia. Esta catequesis explica
los contenidos de la oración, el sentido de los gestos y de los signos,
educa para la participación activa, para la contemplación y el silencio.
Debe ser considerada como “ una forma eminente de catequesis. (215)
— La catequesis ocasional que, ante determinadas circunstancias de la vida
personal, familiar, eclesial y social, trata de ayudar a interpretarlas y
vivirlas desde la fe. (216)
— La iniciativas de formación espiritual, que fortalecen las convicciones,
descubren nuevas perspectivas y hacen perseverar en la oración y en los
compromisos del seguimiento de Cristo.
— La profundización sistemática del mensaje cristiano, por medio de una
enseñanza teológica que eduque realmente en la fe, haga crecer en la
inteligencia de la misma y capacite al cristiano para dar razón de su
esperanza en el mundo actual.(217) En cierto sentido, es adecuado denominar
“ catequesis perfectiva ” a esta enseñanza.
72. Es fundamental que la catequesis de iniciación de adultos, bautizados o
no, la catequesis de iniciación de niños y jóvenes y la catequesis
permanente estén bien trabadas en el proyecto catequético de la comunidad
cristiana, para que la Iglesia particular crezca armónicamente, y su
actividad evangelizadora mane de auténticas fuentes. “ Es importante que la
catequesis de niños y jóvenes, la catequesis permanente y la catequesis de
adultos no sean compartimentos estancos e incomunicados... Es menester
propiciar su perfecta complementariedad ”. (218)
CATEQUESIS Y ENSEÑANZA RELIGIOSA ESCOLAR
El carácter propio de la enseñanza religiosa escolar
73. Una consideración especial merece, dentro del ministerio de la Palabra,
el carácter propio de la enseñanza religiosa escolar y su relación con la
catequesis de niños y jóvenes.
La relación entre enseñanza religiosa escolar y catequesis es una relación
de distinción y de complementariedad: “ Hay un nexo indisoluble y una clara
distinción entre enseñanza de la religión y catequesis (219)
Lo que confiere a la enseñanza religiosa escolar su característica propia es
el hecho de estar llamada a penetrar en el ámbito de la cultura y de
relacionarse con los demás saberes. Como forma original del ministerio de la
Palabra, en efecto, la enseñanza religiosa escolar hace presente el
Evangelio en el proceso personal de asimilación, sistemática y crítica, de
la cultura. (220)
En el universo cultural, que interiorizan los alumnos y que está definido
por los saberes y valores que ofrecen las demás disciplinas escolares, la
enseñanza religiosa escolar deposita el fermento dinamizador del Evangelio y
trata de “ alcanzar verdaderamente los demás elementos del saber y de la
educación, a fin de que el Evangelio impregne la mente de los alumnos en el
terreno de su formación y que la armonización de su cultura se logre a la
luz de la fe (221)
Para ello es necesario que la enseñanza religiosa escolar aparezca como
disciplina escolar, con la misma exigencia de sistematicidad y rigor que las
demás materias. Ha de presentar el mensaje y acontecimiento cristiano con la
misma seriedad y profundidad con que las demás disciplinas presentan sus
saberes. No se sitúa, sin embargo, junto a ellas como algo accesorio, sino
en un necesario diálogo interdisciplinario. Este diálogo ha de establecerse,
ante todo, en aquel nivel en que cada disciplina configura la personalidad
del alumno. Así, la presentación del mensaje cristiano incidirá en el modo
de concebir, desde el Evangelio, el origen del mundo y el sentido de la
historia, el fundamento de los valores éticos, la función de las religiones
en la cultura, el destino del hombre, la relación con la naturaleza... La
enseñanza religiosa escolar, mediante este diálogo interdisciplinario,
funda, potencia, desarrolla y completa la acción educadora de la escuela.
(222)
El contexto escolar y los destinatarios de la enseñanza religiosa escolar
74. La enseñanza religiosa escolar se desarrolla en contextos escolares
diversos, lo que hace que, manteniendo su carácter propio, adquiera también
acentos diversos. Estos acentos dependen de las condiciones legales y
organizativas, de la concepción didáctica, de los presupuestos personales de
los educadores y de los alumnos, y de la relación de la enseñanza religiosa
escolar con la catequesis familiar y parroquial.
No es posible reducir a una única forma todas las modalidades de enseñanza
religiosa escolar que se han desarrollado en la historia como consecuencia
de los Acuerdos con los Estados y de las decisiones tomadas por diferentes
Conferencias episcopales. Es, sin embargo, necesario que, de conformidad con
las correspondientes situaciones y circunstancias, la orientación que se dé
a la enseñanza religiosa escolar, responda a su finalidad y a sus peculiares
características. (223)
Los alumnos “ tienen el derecho de aprender, con verdad y certeza, la
religión a la que pertenecen. Este derecho a conocer más a fondo la persona
de Cristo y la integridad del anuncio salvífico que El propone, no puede ser
desatendido. El carácter confesional de la enseñanza religiosa escolar,
desarrollada por la Iglesia según las modalidades y formas establecidas en
cada país, es —por tanto— una garantía indispensable ofrecida a las familias
y a los alumnos que eligen tal enseñanza ”. (224)
Para la Escuela católica, la enseñanza religiosa escolar así identificada y
complementada con otras formas del ministerio de la Palabra (catequesis,
celebraciones litúrgicas...), es parte indispensable de su tarea educativa y
fundamento de su propia existencia. (225)
La enseñanza religiosa escolar, en el marco de la Escuela estatal y en el de
la no confesional, donde la Autoridad civil u otras circunstancias impongan
una enseñanza religiosa común a católicos y no católicos, (226) tendrá un
carácter más ecuménico y de conocimiento interreligioso común.
En otras ocasiones, la enseñanza religiosa escolar podrá tener un carácter
más bien cultural, dirigida al conocimiento de las religiones, y presentando
con el debido relieve la religión católica. (227) También en este caso,
sobre todo si es impartida por un profesor sinceramente respetuoso, la
enseñanza religiosa mantiene una dimensión de verdadera “ preparación
evangélica ”.
7.5. La situación de vida y de fe de los alumnos que asisten a la enseñanza
religiosa escolar se caracteriza por una inestabilidad notable y continua.
La enseñanza religiosa escolar ha de tener en cuenta esta realidad cambiante
para poder alcanzar su finalidad.
La enseñanza religiosa escolar ayuda a los alumnos creyentes a comprender
mejor el mensaje cristiano en relación con los problemas existenciales
comunes a las religiones y característicos de todo ser humano, con las
concepciones de la vida más presentes en la cultura, y con los problemas
morales fundamentales en los que, hoy, la humanidad se ve envuelta.
Por otra parte, los alumnos que se encuentran en una situación de búsqueda,
o afectados por dudas religiosas, podrán descubrir gracias a la enseñanza
religiosa escolar qué es exactamente la fe en Jesucristo, cuáles son las
respuestas de la Iglesia a sus interrogantes, proporcionándoles así la
oportunidad de reflexionar mejor sobre la decisión a tomar.
Finalmente, cuando los alumnos no son creyentes, la enseñanza religiosa
escolar asume las características de un anuncio misionero del Evangelio, en
orden a una decisión de fe, que la catequesis, por su parte, en un contexto
comunitario, ayudará después a crecer y a madurar.
Educación cristiana familiar, catequesis y enseñanza religiosa escolar al
servicio de la educación en la fe
76. La educación cristiana familiar, la catequesis y la enseñanza religiosa
escolar, cada una desde su carácter propio, están íntimamente relacionadas
dentro del servicio de la educación cristiana de niños, adolescentes y
jóvenes. En la práctica, sin embargo, deben tenerse en cuenta, diferentes
elementos variables, que puntualmente se presentan, a fin de proceder con
realismo y prudencia pastoral en la aplicación de las orientaciones
generales.
Por tanto, corresponde a cada diócesis o región pastoral discernir las
diversas circunstancias que concurren, bien en cuanto a la existencia o no
de una iniciación cristiana en el ámbito de las familias para sus propios
hijos, bien en cuanto a los cometidos formativos que en la tradición o
situación local ejercen las parroquias, las escuelas, etc.
En consecuencia, las Iglesias particulares y la Conferencia Episcopal
establecerán las orientaciones propias para los diversos ámbitos, fomentando
unas actividades que son distintas y se complementan.
CAPÍTULO III
Naturaleza, finalidad y tareas de la catequesis
“ Que toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios
Padre ” (Fil 2,11).
77. Clarificado el lugar que ocupa la catequesis dentro de la misión
evangelizadora de la Iglesia, así como sus relaciones con los demás
elementos de la evangelización y con otras formas del ministerio de la
Palabra, en este capítulo se trata de reflexionar de manera específica
sobre:
— la naturaleza eclesial de la catequesis, es decir, el sujeto agente de la
catequesis, la Iglesia animada por el Espíritu;
— la finalidad fundamental que ella busca al catequizar;
— las tareas mediante las cuales procura esta finalidad, y que constituyen
sus objetivos más inmediatos;
— la gradualidad interna del proceso catequético y la inspiración
catecumenal que lo anima.
De esta manera, en este el último capítulo, se profundiza más en el carácter
propio de la catequesis, ya descrito en el capítulo anterior, al analizar
las relaciones que establece con las otras acciones eclesiales.
La catequesis: acción de naturaleza eclesial
78. La catequesis es una acción esencialmente eclesial. (228) El verdadero
sujeto de la catequesis es la Iglesia que, como continuadora de la misión de
Jesucristo Maestro y animada por el Espíritu, ha sido enviada para ser
maestra de la fe. Por ello, la Iglesia, imitando a la Madre del Señor,
conserva fielmente el Evangelio en su corazón. (229) lo anuncia, lo celebra,
lo vive y lo transmite en la catequesis a todos aquellos que han decidido
seguir a Jesucristo.
Esta transmisión del Evangelio es un acto vivo de tradición eclesial: (230)
— La Iglesia, en efecto, transmite la fe que ella misma vive:
su comprensión del misterio de Dios y de su designio de salvación; su visión
de la altísima vocación del hombre; el estilo de vida evangélico que
comunica la dicha del Reino; la esperanza que la invade; el amor que siente
por la humanidad y por todas las criaturas de Dios.
— La Iglesia transmite la fe de forma activa, la siembra en el corazón de
los catecúmenos y catequizandos para que fecunde sus experiencias más
hondas. (231) La profesión de fe recibida de la Iglesia (traditio), al
germinar y crecer a lo largo del proceso catequético, es devuelta (redditio)
enriquecida con los valores de las diferentes culturas. (232) El
catecumenado se convierte, así, en foco fundamental de incremento de la
catolicidad y fermento de renovación eclesial.
79. La Iglesia, al transmitir —en la iniciación cristiana— la fe y la vida
nueva actúa como madre de los hombres, que engendra a unos hijos concebidos
por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios. (233) Precisamente, “ porque
es madre es también la educadora de nuestra fe ”; (234) es madre y maestra,
al mismo tiempo. Por la catequesis alimenta a sus hijos con su propia fe y
los inserta, como miembros, a la familia eclesial. Como buena madre, les
ofrece el Evangelio en toda su autenticidad y pureza, que les es dado, al
mismo tiempo, como alimento adaptado, culturalmente enriquecido y como
respuesta a las aspiraciones más profundas del corazón humano.
Finalidad de la catequesis: la comunión con Jesucristo
80. “ El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto
sino en comunión, en intimidad con Jesucristo ”. (235)
Toda la acción evangelizadora busca favorecer la comunión con Jesucristo. A
partir de la conversión “ inicial ” (236) de una persona al Señor, suscitada
por el Espíritu Santo mediante el primer anuncio, la catequesis se propone
fundamentar y hacer madurar esta primera adhesión. Se trata, entonces, de
ayudar al recién convertido a “ conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se
ha puesto: conocer su ‘misterio’, el Reino de Dios que anuncia, las
exigencias y las promesas contenidas en su mensaje evangélico, los senderos
que El ha trazado a quien quiera seguirle ”. (237) El Bautismo, sacramento
por el que “ nos configuramos con Cristo ”, (238) sostiene con su gracia
este trabajo de la catequesis.
81. La comunión con Jesucristo, por su propia dinámica, impulsa al discípulo
a unirse con todo aquello con lo que el propio Jesucristo estaba
profundamente unido: con Dios, su Padre, que le había enviado al mundo y con
el Espíritu Santo, que le impulsaba a la misión; con la Iglesia, su Cuerpo,
por la cual se entregó; con los hombres, sus hermanos, cuya suerte quiso
compartir.
La finalidad de la catequesis se expresa en la profesión de fe en el (mico
Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo
82. La catequesis es esa forma particular del ministerio de la Palabra que
hace madurar la conversión inicial hasta hacer de ella una viva, explícita y
operativa confesión de fe: “ La catequesis tiene su origen en la confesión
de fe y conduce a la confesión de fe ”. (239)
La profesión de fe, interior al Bautismo, (240) es eminentemente trinitaria.
La Iglesia bautiza “ en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo ”
(Mt 28,l9), (241) Dios uno y trino, a quien el cristiano confía su vida. La
catequesis de iniciación prepara —antes o después de recibir el Bautismo—
para esta decisiva entrega. La catequesis permanente ayudará a madurar esa
profesión de fe continuamente, a proclamarla en la Eucaristía y a renovar
los compromisos que implica. Es importante que la catequesis sepa vincular
bien la confesión de fe cristológica, “ Jesús es Señor ”, con la confesión
trinitaria, “ Creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo ”, ya que
no son más que dos modalidades de expresar la misma fe cristiana. El que,
por el primer anuncio se convierte a Jesucristo y le reconoce como Señor,
inicia un proceso, ayudado por la catequesis, que desemboca necesariamente
en la confesión explícita de la Trinidad.
Con la profesión de fe en el Dios único, el cristiano renuncia a servir a
cualquier absoluto humano: poder, placer, raza, antepasado, Estado,
dinero..., (242) liberándose de cualquier ídolo que lo esclavice. Es la
proclamación de su voluntad de querer servir a Dios y a los hombres sin
ataduras. Y al proclamar la fe en la Trinidad, que es comunión de personas,
el discípulo de Jesucristo manifiesta al mismo tiempo que el amor a Dios y
al prójimo es el principio que informa su ser y su obrar.
83. La profesión de fe sólo es plena si es referida a la Iglesia. Todo
bautizado proclama en singular el Credo, pues ninguna acción es más personal
que ésta. Pero lo recita en la Iglesia y a través de ella, puesto que lo
hace como miembro suyo. El “ creo ” y el “ creemos ” se implican mutuamente.
(243) Al fundir su confesión con la de la Iglesia, el cristiano se incorpora
a la misión de ésta: ser “ sacramento universal de salvación ” para la vida
del mundo. El que proclama la profesión de fe asume compromisos que, no
pocas veces, atraerán persecución. En la historia cristiana son los mártires
los anunciadores y los testigos por excelencia. (244)
Las tareas de la catequesis realizan su finalidad
84. La finalidad de la catequesis se realiza a través de diversas tareas,
mutuamente implicadas. (245) Para actualizarlas, la catequesis se inspirará
ciertamente en el modo en que Jesús formaba a sus discípulos: les daba a
conocer las diferentes dimensiones del Reino de Dios (“ a vosotros se os ha
dado a conocer los misterios del Reino de los cielos ” [Mt 13,11] ), (246)
les enseñaba a orar (“ cuando oréis, decid: Padre... ” [Le 11,2]), (247) les
inculcaba las actitudes evangélicas (“ aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón” [Mt 11,29], les iniciaba en la misión (“ les envió de
dos en dos... ” [Le 10,1]). (248)
Las tareas de la catequesis corresponden a la educación de las diferentes
dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana
integral, “ abierta a todas las esferas de la vida cristiana ” (249) En
virtud de su misma dinámica interna, la fe pide ser conocida, celebrada,
vivida y hecha oración. La catequesis debe cultivar cada una de estas
dimensiones. Pero la fe se vive en la comunidad cristiana y se anuncia en la
misión: es una fe compartida y anunciada. Y estas dimensiones deben ser,
también, cultivadas por la catequesis.
El Concilio Vaticano II expresó así estas tareas: “ La formación catequética
ilumina y robustece la fe, alimenta la vida según el espíritu de Cristo,
lleva a una consciente y activa participación del misterio litúrgico y
alienta a la acción apostólica ” (250)
Tareas fundamentales de la catequesis: ayudar a conocer, celebrar, vivir y
contemplar el misterio de Cristo
85. Las tareas fundamentales de la catequesis son:
— Propiciar el conocimiento de la fe
El que se ha encontrado con Cristo desea conocerle lo más posible y conocer
el designio del Padre que él reveló. El conocimiento de los contenidos de la
fe (fides quae) viene pedido por la adhesión a la fe (fides qua) (251) Ya en
el orden humano, el amor a una persona lleva a conocerla cada vez más. La
catequesis debe conducir, por tanto, a “ la comprensión paulatina de toda la
verdad del designio divino ” (252) introduciendo a los discípulos de
Jesucristo en el conocimiento de la Tradición y de la Escritura, que es la “
ciencia eminente de Cristo ” (Flp 3,8). (253) Este profundizar en el
conocimiento de la fe ilumina cristianamente la existencia humana, alimenta
la vida de fe y capacita también para dar razón de ella en el mundo. La “
entrega del Símbolo ”, compendio de la Escritura y de la fe de la Iglesia,
expresa la realización de esta tarea.
— La educación litúrgica
En efecto, “ Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la
acción litúrgica ” (254) La comunión con Jesucristo conduce a celebrar su
presencia salvífica en los sacramentos y, particularmente, en la Eucaristía
La iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles cristianos a
aquella participación plena, consciente y activa que exige la naturaleza de
la liturgia misma y la dignidad de su sacerdocio bautismal. (255) Para ello,
la catequesis, además de propiciar el conocimiento del significado de la
liturgia y de los sacramentos, ha de educar a los discípulos de Jesucristo “
para la oración, la acción de gracias, la penitencia, la plegaria confiada,
el sentido comunitario, la captación recta del significado de los
símbolos... ”; (256) ya que todo ello es necesario para que exista una
verdadera vida litúrgica.
— La formación moral
La conversión a Jesucristo implica caminar en su seguimiento. La catequesis
debe, por tanto, inculcar en los discípulos las actitudes propias del
Maestro. Los discípulos emprenden, así, un camino de transformación interior
en el que, participando del misterio pascual del Señor, “ pasan del hombre
viejo al hombre nuevo en Cristo ”. (257) El sermón del Monte, en el que
Jesús, asumiendo el decálogo, le imprime el espíritu de las
bienaventuranzas, (258) es una referencia indispensable en esta formación
moral, hoy tan necesaria. La evangelización, “ que comporta el anuncio y la
propuesta moral ”, (259) difunde toda su fuerza interpeladora cuando, junto
a la palabra anunciada, sabe ofrecer también la palabra vivida. Este
testimonio moral, al que prepara la catequesis, ha de saber mostrar las
consecuencias sociales de las exigencias evangélicas. (260)
— Enseñar a orar
La comunión con Jesucristo lleva a los discípulos a asumir el carácter
orante y contemplativo que tuvo el Maestro. Aprender a orar con Jesús es
orar con los mismos sentimientos con que se dirigía al Padre: adoración,
alabanza, acción de gracias, confianza filial, súplica, admiración por su
gloria. Estos sentimientos quedan reflejados en el Padre Nuestro, la oración
que Jesús enseñó a sus discípulos y que es modelo de toda oración cristiana.
La “ entrega del Padre Nuestro (261) resumen de todo el Evangelio, (262) es,
por ello, verdadera expresión de la realización de esta tarea. Cuando la
catequesis está penetrada por un clima de oración, el aprendizaje de la vida
cristiana cobra toda su profundidad. Este clima se hace particularmente
necesario cuando los catecúmenos y los catequizandos se enfrentan a los
aspectos más exigentes del Evangelio y se sienten débiles, o cuando
descubren —maravillados— la acción de Dios en sus vidas.
Otras tareas relevantes de la catequesis: iniciación y educación para la
vida comunitaria y para la misión
86. La catequesis capacita al cristiano para vivir en comunidad y para
participar activamente en la vida y misión de la Iglesia. El Concilio
Vaticano II señala a los pastores la necesidad de “ cultivar debidamente el
espíritu de comunidad ” (263) y a los catecúmenos la de “ aprender a
cooperar eficazmente en la evangelización y edificación de la Iglesia ”.
(264)
— La educación para la vida comunitaria -
a) La vida cristiana en comunidad no se improvisa y hay que educarla con
cuidado. Para este aprendizaje, la enseñanza de Je; sus sobre la vida
comunitaria, recogida en el evangelio de Mateo, reclama algunas actitudes
que la catequesis deberá fomentar: el espíritu de sencillez y humildad (“ si
no os hacéis como niños... ” [Mt 18,3]); la solicitud por los más pequeños
(“ el que escandalice a uno de estos pequeños... ” [Mt 18,16]); la atención
preferente a los que se han alejado (“ ir en busca de la oveja perdida... ”
[Mt 18,12]); la corrección fraterna (“ amonéstale a solas tú con él... ” [Mt
18,15]); la oración en común ~“ si dos se ponen de acuerdo para pedir
algo... ” [Mt 18,19]); el perdón mutuo (“ hasta setenta veces siete... ” [Mt
18,22]). El amor fraterno aglutina todas estas actitudes (“ amaos unos a
otros como yo os he amado” [Jn 13,34]).
b) En la educación de este sentido comunitario, la catequesis cuidará
también la dimensión ecuménica y estimulará actitudes fraternales hacia los
miembros de otras iglesias y comunidades eclesiales. Por ello, la
catequesis, al proponerse esta meta, expondrá con claridad toda la doctrina
de la Iglesia católica, evitando expresiones o exposiciones que puedan
inducir a error. Favorecerá, además, “ un adecuado conocimiento de las otras
confesiones (265) con las que existen bienes comunes como: “ la Palabra de
Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y
otros dones interiores del Espíritu Santo ”.(266) La catequesis tendrá una
dimensión ecuménica en la medida en que sepa suscitar y alimentar el “
verdadero deseo de unidad ”, (267) hecho no en orden a un fácil irenismo,
sino a la unidad perfecta, cuando el Señor lo disponga y por las vías que El
quiera.
— La iniciación a la misión
a) La catequesis está abierta, igualmente, al dinamismo misionero. (268) Se
trata de capacitar a los discípulos de Jesucristo para estar presentes, en
cuanto cristianos, en la sociedad, en la vida profesional, cultural y
social. Se les preparará, igualmente, para cooperar en los diferentes
servicios eclesiales, según la vocación de cada uno. Este compromiso
evangelizador brota, para los fieles laicos, de los sacramentos de la
iniciación cristiana y del carácter secular de su vocación. (269) También es
importante poner todos los medios para suscitar vocaciones sacerdotales y de
especial consagración a Dios en las diferentes formas de vida religiosa y
apostólica, y para suscitar en el corazón de cada uno la específica vocación
misionera.
Las actitudes evangélicas que Jesús sugirió a sus discípulos, cuando les
inició en la misión, son las que la catequesis debe alimentar: buscar la
oveja perdida; anunciar y sanar al mismo tiempo; presentarse pobres, sin oro
ni alforja; saber asumir el rechazo y la persecución; poner la confianza en
el Padre y en el apoyo del Espíritu Santo; no esperar otro premio que la
dicha de trabajar por el Reino. (270)
b) En la educación de este sentido misionero, la catequesis preparará para
el diálogo interreligioso, que capacite a los fieles para una comunicación
fecunda con hombres y mujeres de otras religiones. (271) La catequesis hará
ver cómo el vínculo de la Iglesia con las religiones no cristianas es, en
primer lugar, el del origen común y el del fin común del género humano, así
como el de las múltiples “ semillas de la Palabra ” que Dios ha depositado
en esas religiones. La catequesis ayudará también a saber conciliar y, al
mismo tiempo, distinguir el “ anuncio de Cristo ” y el “ diálogo
interreligioso ”. Ambos elementos, manteniendo su íntima relación, no deben
ser confundidos ni ser considerados equivalentes. (272) En efecto, “ el
diálogo interreligioso no dispensa de la evangelización ”. (273)
Algunas consideraciones sobre el conjunto de estas tareas
87. Las tareas de la catequesis constituyen, en consecuencia, un conjunto
rico y variado de aspectos. Sobre este conjunto conviene hacer varias
consideraciones:
— Todas las tareas son necesarias. Así como para la vitalidad de un
organismo humano es necesario que funcionen todos sus órganos, para la
maduración de la vida cristiana hay que cultivar todas sus dimensiones: el
conocimiento de la fe, la vida litúrgica, la formación moral, la oración, la
pertenencia comunitaria, el espíritu misionero. Si la catequesis descuidara
alguna de ellas, la fe cristiana no alcanzaría todo su crecimiento.
— Cada una de estas tareas realiza, a su modo, la finalidad de la
catequesis. La formación moral, por ejemplo, es esencialmente cristológica y
trinitaria, llena de sentido eclesial y abierta a su dimensión social. Lo
mismo ocurre con la educación litúrgica, esencialmente religiosa y eclesial,
pero también muy exigente en su compromiso evangelizador en favor del mundo.
— Las tareas se implican mutuamente y se desarrollan conjuntamente. Cada
gran tema catequético, por ejemplo la catequesis sobre Dios Padre, tiene una
dimensión cognoscitiva e implicaciones morales, se interioriza en la oración
y se asume en el testimonio. Una tarea llama a la otra: el conocimiento de
la fe capacita para la misión; la vida sacramental da fuerzas para la
transformación moral.
— Para realizar sus tareas, la catequesis se vale de dos grandes medios: la
transmisión del mensaje evangélico y la experiencia de la vida cristiana.
(274) La educación litúrgica, por ejemplo, necesita explicar qué es la
liturgia cristiana y qué son los sacramentos, pero también debe hacer
experimentar los diferentes tipos de celebración, descubrir y hacer amar los
símbolos, el sentido de los gestos corporales, etc... La formación moral no
sólo transmite el contenido de la moral cristiana, sino que cultiva
activamente las actitudes evangélicas y los valores cristianos.
— Las diferentes dimensiones de la fe son objeto de educación tanto en su
aspecto de “don ” como en su aspecto de “ compromiso ”. El conocimiento de
la fe, la vida litúrgica, el seguimiento de Cristo son, cada uno de ellos,
un don del Espíritu que se acoge en la oración y, al mismo tiempo, un
compromiso de estudio, espiritual, moral, testimonial. Ambas facetas deben
ser cultivadas. (275)
— Cada dimensión de la fe, como la fe en su conjunto, debe ser enraizada en
la experiencia humana, sin que permanezca en la persona como un añadido o un
aparte. El conocimiento de la fe es significativo, ilumina toda la
existencia y dialoga con la cultura; en la liturgia, toda la vida personal
es ofrenda espiritual; la moral evangélica asume y eleva los valores
humanos; la oración está abierta a todos los problemas personales y
sociales. (276)
Como indicaba el Directorio de 1971, “ interesa en gran manera que la
catequesis conserve esta riqueza de aspectos diversos, con tal de que un
aspecto no se separe de los demás, con detrimento de ellos ”. (277)
El catecumenado bautismal: estructura y gradualidad
88. La fe, impulsada por la gracia divina y cultivada por la acción de la
Iglesia, experimenta un proceso de maduración. La catequesis, al servicio de
ese crecimiento, es una acción gradual. La catequesis apropiada está
dispuesta por grados. (278)
En el catecumenado bautismal, la formación se desarrolla en cuatro etapas:
— el precatecumenado, (279) caracterizado porque en él tiene lugar la
primera evangelización en orden a la conversión y se explícita el kerigma
del primer anuncio;
— el catecumenado, (280) propiamente dicho, destinado a la catequesis
integral y en cuyo comienzo se realiza la “ entrega de los Evangelios ”;
(281)
— el tiempo de purificación e iluminación, (282) que proporciona una
preparación más intensa a los sacramentos de la iniciación, y en el que
tiene lugar la “ entrega del Símbolo ” (283) y la “entrega de la Oración del
Señor ”; (284)
— el tiempo de la mystagogia, (285) caracterizado por la experiencia de los
sacramentos y la entrada en la comunidad.
89. Estas etapas, llenas de la sabiduría de la gran tradición catecumenal,
inspiran la gradualidad de la catequesis. (286) En la época de los Padres de
la Iglesia, en efecto, la formación propiamente catecumenal se realizaba
mediante una catequesis bíblica, centrada en la narración de la Historia de
la salvación; la preparación inmediata al Bautismo, por medio de una
catequesis doctrinal, que explicaba el Símbolo y el Padre nuestro, recién
entregados, con sus implicaciones morales; y la etapa que seguía a los
sacramentos de la iniciación, mediante una catequesis mistagógica, que
ayudaba a interiorizarlos y a incorporarse en la comunidad. Esta concepción
patrística sigue siendo un foco de luz para el catecumenado actual y para la
misma catequesis de iniciación.
Ésta, por ser acompañamiento del proceso de conversión, es esencialmente
gradual; y, por estar al servicio del que ha decidido seguir a Jesucristo,
es eminentemente cristocéntrica.
El catecumenado bautismal, inspirador de la catequesis en la Iglesia
90. Dado que la “ misión ad gentes ” es el paradigma de toda la acción
misionera de la Iglesia, el catecumenado bautismal a ella inherente es el
modelo inspirador de su acción catequizadora. (287) Por ello, es conveniente
subrayar los elementos del catecumenado que deben inspirar la catequesis
actual y el significado de esta inspiración.
Antes hay que decir, sin embargo, que entre los catequizandos (288) y los
catecúmenos y entre la catequesis posbautísmal y la catequesis prebautismal,
respectivamente, hay una diferencia fundamental. Esta diferencia proviene de
los sacramentos de iniciación recibidos por los primeros, los cuales “ han
sido ya introducidos en la Iglesia y hechos hijos de Dios por el Bautismo.
Por tanto su conversión se funda en el Bautismo recibido, cuya virtud deben
desarrollar después ”. (289)
91. Supuesta esta diferencia esencial, se consideran ahora algunos elementos
del catecumenado bautismal, que deben ser fuente de inspiración para la
catequesis posbautismal:
— El catecumenado bautismal recuerda constantemente a toda la Iglesia la
importancia fundamental de la función de iniciación, con los factores
básicos que la constituyen: la catequesis y los sacramentos del Bautismo, de
la Confirmación y de la Eucaristía. La pastoral de la iniciación cristiana
es vital en toda la Iglesia particular.
— El catecumenado bautismal es responsabilidad de toda la comunidad
cristiana. En efecto, “ esta iniciación cristiana no deben procurarla
solamente los catequistas y los sacerdotes, sino toda la comunidad de los
fieles, y de modo especial los padrinos ”. (290) La institución catecumenal
acrecienta, así, en la Iglesia la conciencia de la maternidad espiritual que
ejerce en toda forma de educación de la fe. (291)
— El catecumenado bautismal está impregnado por el misterio de la Pascua de
Cristo. Por eso, “ conviene que toda la iniciación se caracterice por su
índole pascual ”. (292) La Vigilia pascual, centro de la liturgia cristiana,
y su espiritualidad bautismal, son inspiración para toda la catequesis.
— El catecumenado bautismal es, también, lugar inicial de inculturación.
Siguiendo el ejemplo de la Encarnación del Hijo de Dios, hecho hombre en un
momento histórico concreto, la Iglesia acoge a los catecúmenos
integralmente, con sus vínculos culturales. Toda la acción catequizadora
participa de esta función de incorporar a la catolicidad de la Iglesia las
auténticas “ semillas de la Palabra ” esparcidas en individuos y pueblos.
(293)
— Finalmente, la concepción del catecumenado bautismal como proceso
formativo y verdadera escuela de fe, proporciona a la catequesis
posbautismal una dinámica y unas características configuradoras: la
intensidad e integridad de la formación; su carácter gradual, con etapas
definidas; su vinculación a ritos, símbolos y signos, especialmente bíblicos
y litúrgicos; su constante referencia a la comunidad cristiana...
La catequesis postbautismal, sin tener que reproducir miméticamente la
configuración del catecumenado bautismal, y reconociendo el carácter de
bautizados que tienen los catequizandos, hará bien en inspirarse en esta “
escuela preparatoria de la vida cristiana ”, (294) dejándose fecundar por
sus principales elementos configuradores.