DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - TERCERA PARTE: LA PEDAGOGÍA DE LA FE
La pedagogía de la fe
“ Yo enseñé a Efraín a caminar, tomándole por los brazos... Con lazos
humanos los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a
un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer ” (Os
11,3-4).
? Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban
sobre las parábolas. El les dijo: A vosotros se os ha dado el misterio del
Reino de Dios. A sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado ”
(Mc 4,10-11.34).
“ Uno solo es vuestro Maestro, Cristo ” (Mt 23,10)
137. Jesús cuidó atentamente la formación de los discípulos que envió en
misión. Se presentó a ellos como el único Maestro y al mismo tiempo amigo
paciente y fiel; (475) su vida entera fue una continua enseñanza; (476)
estimulándoles con acertadas preguntas (477) les explicó de una manera más
profunda cuanto anunciaba a las gentes; (478) les inició en la oración;
(479) les envió de dos en dos a prepararse para la misión; (480) les
prometió primero y envió después el Espíritu del Padre para que les guiara a
la verdad plena (481) y les sostuviera en los inevitables momentos de
dificultad. (482) Jesucristo es “ el Maestro que revela a Dios a los hombres
y al hombre a si mismo, el Maestro que salva, santifica y guía, que está
vivo, que habla, exige, que conmueve, que endereza, juzga, perdona, camina
diariamente con nosotros en la historia; el Maestro que viene y que vendrá
en la gloria ”. (483) En Jesucristo, Señor y Maestro, la Iglesia encuentra
la gracia transcendente, la inspiración permanente, el modelo convincente
para toda comunicación de la fe
Significado y finalidad de esta parte
138. En la escuela de Jesús Maestro, el catequista une estrechamente su
acción de persona responsable con la acción misteriosa de la gracia de Dios.
La catequesis es, por esto, ejercicio de una “ pedagogía original de la fe ”
(484)
La transmisión del Evangelio por medio de la Iglesia es, ante todo y
siempre, obra del Espíritu Santo y tiene en la revelación el fundamento y la
norma básica, tal como se expone en el primer capítulo de esta parte.
Pero el Espíritu se vale de personas que reciben la misión de anunciar el
Evangelio y cuyas capacidades y experiencias humanas entran a formar parte
de la pedagogía de la fe.
Brotan de aquí una serie de cuestiones ampliamente tratadas a lo largo de la
historia de la catequesis, referentes al acto catequético, a las fuentes, a
los métodos, a los destinatarios y al proceso de inculturación.
En el capítulo segundo no se pretende hacer un tratamiento exhaustivo de
ellas, sino que se exponen sólo aquellos puntos que tienen hoy particular
importancia para toda la Iglesia. Corresponderá a los directorios y a otros
instrumentos de trabajo de las distintas Iglesias particulares considerar de
manera apropiada los problemas específicos.
CAPÍTULO 1
La pedagogía de Dios, fuente y modelo de la pedagogía de la fe (485)
La pedagogía de Dios
139. “ Como a hijos os trata Dios; y ¿qué hijo hay a quien su padre no
corrige? ” (Hb 12,7). La salvación de la persona, que es el fin de la
revelación, se manifiesta también como fruto de una original y eficaz “
pedagogía de Dios ” a lo largo de la historia. En analogía con las
costumbres humanas y según las categorías culturales de cada tiempo, la
Sagrada Escritura nos presenta a Dios como un padre misericordioso, un
maestro, un sabio (486) que toma a su cargo a la persona —individuo y
comunidad— en las condiciones en que se encuentra, la libera de los vínculos
del mal, la atrae hacia sí con lazos de amor, la hace crecer progresiva y
pacientemente hacia la madurez de hijo libre, fiel y obediente a su palabra.
A este fin, como educador genial y previsor, Dios transforma los
acontecimientos de la vida de su pueblo en lecciones de sabiduría (487)
adaptándose a las diversas edades y situaciones de vida. A través de la
instrucción y de la catequesis pone en sus manos un mensaje que se va
transmitiendo de generación en generación, (488) lo corrige recordándole el
premio y el castigo, convierte en formativas las mismas pruebas y
sufrimientos. (489) En realidad, favorecer el encuentro de una persona con
Dios, que es tarea del catequista, significa poner en el centro y hacer
propia la relación que Dios tiene con la persona y dejarse guiar por El.
La pedagogía de Cristo
140. Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a la humanidad a su
Hijo, Jesucristo. El entregó al mundo el don supremo de la salvación,
realizando su misión redentora a través de un proceso que continuaba la “
pedagogía de Dios ”, con la perfección y la eficacia inherente a la novedad
de su persona. Con las palabras, signos, obras de Jesús, a lo largo de toda
su breve pero intensa vida, los discípulos tuvieron la experiencia directa
de los rasgos fundamentales de la “ pedagogía de Jesús ”, consígnándolos
después en los evangelios: la acogida del otro, en especial del pobre, del
pequeño, del pecador como persona amada y buscada por Dios; el anuncio
genuino del Reino de Dios como buena noticia de la verdad y de la
misericordia del Padre; un estilo de amor tierno y fuerte que libera del mal
y promueve la vida; la invitación apremiante a un modo de vivir sostenido
por la fe en Dios, la esperanza en el Reino y la caridad hacia el prójimo;
el empleo de todos los recursos propios de la comunicación interpersonal,
como la palabra, el silencio, la metáfora, la imagen, el ejemplo, y otros
tantos signos, como era habitual en los profetas bíblicos. Invitando a los
discípulos a seguirle totalmente y sin condiciones, (490) Cristo les enseña
la pedagogía de la fe en la medida en que comparten plenamente su misión y
su destino.
La pedagogía de la Iglesia
141. Desde sus comienzos la Iglesia, que es “ en Cristo como un sacramento ”
(491) vive su misión en continuidad visible y actual con la pedagogía del
Padre y del Hijo. Ella, “ siendo nuestra Madre es también educadora de
nuestra fe ”. (492)
Estas son las razones profundas por las que la comunidad cristiana es en sí
misma catequesis viviente. Siendo lo que es, anuncia, celebra, vive y
permanece siempre como el espacio vital indispensable y primario de la
catequesis.
La Iglesia ha generado a lo largo de los siglos un incomparable patrimonio
de pedagogía de la fe: sobre todo el testimonio de las catequistas y de los
catequistas santos; una variedad de vías y formas originales de comunicación
religiosa como el catecumenado, los catecismos, los itinerarios de vida
cristiana; un valioso tesoro de enseñanzas catequéticas, de expresiones
culturales de la fe, de instituciones y servicios de la catequesis. Todos
estos aspectos constituyen la historia de la catequesis y entran con derecho
propio en la memoria de la comunidad y en el que hacer del catequista.
La pedagogía divina, acción del Espíritu Santo en todo cristiano
142. “ Dichoso el hombre a quien corriges tú, Yahvéh, a quien instruyes con
tu ley ”. (9 Sal 94,12) En la escuela de la Palabra de Dios acogida en la
Iglesia, gracias al don del Espíritu Santo enviado por Cristo, el discípulo
crece como su Maestro en “ sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los
hombres ” (Lc 2,52) y es ayudado para que se desarrolle en él la “ educación
divina ”recibida, mediante la catequesis y las aportaciones de la ciencia y
de la experiencia. (493) De este modo, conociendo cada vez más el misterio
de la salvación, aprendiendo a adorar a Dios Padre y “ siendo sinceros en el
amor ”, trata de “ crecer en todo hacia Aquel que es la cabeza, Cristo ” (Ef
4,15).
Se puede decir que la pedagogía de Dios alcanza su meta cuando el discípulo
llega “ al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo
” (Ef 4,13). Por eso no se puede ser maestro y pedagogo de la fe de otros,
sino se es discípulo convencido y fiel de Cristo en su Iglesia.
Pedagogía divina y catequesis
143. La catequesis, en cuanto comunicación de la Revelación divina, se
inspira radicalmente en la pedagogía de Dios tal como se realiza en Cristo y
en la Iglesia, toma de ella sus líneas constitutivas y, bajo la guía del
Espíritu Santo, desarrolla una sabia síntesis de esa pedagogía, favoreciendo
así una verdadera experiencia de fe y un encuentro filial con Dios. De este
modo la catequesis:
— es una pedagogía que se inserta y sirve al “ diálogo de la salvación ”
entre Dios y la persona, poniendo de relieve debidamente el destino
universal de esa salvación; en lo que concierne a Dios, subraya la
iniciativa divina, la motivación amorosa, la gratuidad, el respeto de la
libertad; en lo que se refiere al hombre, pone en evidencia la dignidad del
don recibido y la exigencia de crecer constantemente en El; (494)
— acepta el principio del carácter progresivo de la Revelación, de la
transcendencia y carácter misterioso de la Palabra de Dios, así como su
adaptación a las diversas personas y culturas;
— reconoce la centralidad de Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne, que
determina a la catequesis como “ pedagogía de la encarnación“, por la que el
Evangelio se ha de proponer siempre para la vida y en la vida de las
personas;
— reconoce el valor de la experiencia comunitaria de la fe, como propia del
Pueblo de Dios, de la Iglesia;
— se enraíza en la relación interpersonal y hace suyo el proceso del
diálogo;
— se hace pedagogía de signos, en la que se entrecruzan hechos y palabras,
enseñanza y experiencia; (495)
— encuentra tanto su fuerza de verdad como su compromiso permanente de dar
testimonio en el inagotable amor divino, que es el Espíritu Santo, ya que
ese amor de Dios es la razón última de su revelación. (496)
La catequesis se configura de este modo como proceso, o itinerario, o camino
del seguimiento del Cristo del Evangelio en el Espíritu hacia el Padre,
emprendido con vistas a alcanzar la madurez en la fe “ según la medida del
don de Cristo ” (Ef 4,4) y las posibilidades y necesidades de cada uno.
Pedagogía original de la fe (497)
144. La catequesis, que es por tanto pedagogía en acto de la fe, al realizar
sus tareas no puede dejarse inspirar por consideraciones ideológicas o por
intereses meramente humanos; (498) no confunde la acción salvífica de Dios,
que es pura gracia, con la acción pedagógica del hombre, pero tampoco las
contrapone y separa. El diálogo que Dios mantiene amorosamente con cada
persona se convierte en su inspiración y norma; de ese diálogo la catequesis
es “ eco ” incansable, buscando constantemente el diálogo con las personas,
según las indicaciones fundamentales que ofrece el Magisterio de la Iglesia.
(499)
He aquí unos objetivos concretos que inspiran sus opciones metodológicas:
— promover una progresiva y coherente síntesis entre la adhesión plena del
hombre a Dios (fides qua) y los contenidos del mensaje cristiano (fides
quae);
— desarrollar todas las dimensiones de la fe, por las cuales ésta llega a
ser una fe conocida, celebrada, vivida, hecha oración; (500)
— impulsar a la persona a confiarse “ por entero y libremente a Dios ”:
(501) inteligencia, voluntad, corazón y memoria;
— ayudar a la persona a discernir la vocación a la que el Señor la llama.
La catequesis desarrolla así una acción que es, al mismo tiempo, de
iniciación, de educación y de enseñanza.
Fidelidad a Dios y fidelidad a la persona (502)
145. Jesucristo constituye la viva y perfecta relación de Dios con el hombre
y del hombre con Dios. De El recibe la pedagogía de la fe “ una ley
fundamental para toda la vida de la Iglesia (y por tanto para la
catequesis): la fidelidad a Dios y al hombre, en una misma actitud de amor ”
(503)
Por eso, será auténtica aquella catequesis que ayude a percibir la acción de
Dios a lo largo de todo el camino educativo, favoreciendo un clima de
escucha, de acción de gracias y de oración, (504) y que a la vez propicie la
respuesta libre de las personas, promoviendo la participación activa de los
catequizandos.
La “ condescendencia ” (505) de Dios, escuela para la persona
146. Queriendo hablar a los hombres como a amigos, (506) Dios manifiesta de
modo particular su pedagogía adaptando con solícita providencia su modo de
hablar a nuestra condición terrena. (507)
Eso comporta para la catequesis la tarea nunca acabada de encontrar un
lenguaje capaz de comunicar la Palabra de Dios y el Credo de la Iglesia, que
es el desarrollo de esa Palabra, a las distintas condiciones de los oyentes;
(508) y a la vez manteniendo la certeza de que, por la gracia de Dios, esto
es posible, y de que el Espíritu Santo otorga el gozo de llevarlo a cabo.
Por eso son indicaciones pedagógicas válidas para la catequesis aquellas que
permiten comunicar en su totalidad la Palabra de Dios en el corazón mismo de
la existencia de las personas. (509)
Evangelizar educando y educar evangelizando (510)
147. Inspirándose continuamente en la pedagogía de la fe, el catequista
configura un servicio a modo de un itinerario educativo cualificado; es
decir, por una parte, ayuda a la persona a abrirse a la dimensión religiosa
de la vida, y por otra le propone el Evangelio de tal manera que penetre y
transforme los procesos de comprensión, de conciencia, de libertad y de
acción, de modo que haga de la existencia una entrega de sí a ejemplo de
Jesucristo.
A este fin, el catequista conoce y se sirve, desde una perspectiva
cristiana, de los resultados de las ciencias de la educación.
CAPÍTULO II
Elementos de metodología
La diversidad de métodos en la catequesis (511)
148. En la transmisión de la fe, la Iglesia no tiene de por sí un método
propio ni único, sino que, a la luz de la pedagogía de Dios, discierne los
métodos de cada época, asume con libertad de espíritu “ todo cuanto hay de
verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto
sea virtud y cosa digna de elogio ” (Flp 4,8), en síntesis, todos los
elementos que no son contrarios al Evangelio, y los pone a su servicio. Esto
lo confirma de modo admirable la historia de la Iglesia, en la que numerosos
carismas de servicio a la Palabra de Dios han dado origen a muy diversos
métodos. De este modo, “ la variedad en los métodos es un signo de vida y
una riqueza ”, y a la vez una muestra de respeto a los destinatarios. Tal
variedad viene pedida por “ la edad y el desarrollo intelectual de los
cristianos, su grado de madurez eclesial y espiritual y muchas otras
circunstancias personales ” (512)
La metodología de la catequesis tiene por objeto unitario la educación de la
fe; se sirve de las ciencias pedagógicas y de la comunicación aplicadas a la
catequesis; tiene en cuenta las muchas y notables adquisiciones de la
catequética contemporánea.
La relación contenido-método en la catequesis (513)
149. El principio de la “fidelidad a Dios y fidelidad al hombre ” lleva a
evitar toda contraposición, separación artificial o presunta neutralidad
entre método y contenido, afirmando más bien su necesaria correlación e
interacción. El catequista reconoce que el método está al servicio de la
revelación y de la conversión, (514) y por eso ha de servirse de él. Por
otra parte, el catequista sabe que el contenido de la catequesis no es
indiferente a cualquier método, sino que exige un proceso de transmisión
adecuado a la naturaleza del mensaje, a sus fuentes y lenguajes, a las
circunstancias concretas de la comunidad eclesial, a la condición de cada
uno de los fieles a los que se dirige la catequesis.
Por su importancia para la catequesis tanto en el pasado como en el presente
merecen ser recordados el método de iniciación a la Biblia; (515) el método
o “ pedagogía del documento ”, del Símbolo en particular, en cuanto que “ la
catequesis es transmisión de los documentos de la fe ”; (516) el método de
los signos litúrgicos y eclesiales; el método propio de la comunicación a
través de los “ mass-media ”.
Un buen método de catequesis es garantía de fidelidad al contenido.
Método inductivo y deductivo (517)
150. La comunicación de la fe en la catequesis es un acontecimiento de
gracia, realizado por el encuentro de la Palabra de Dios con la experiencia
de la persona, que se expresa a través de signos sensibles y finalmente abre
al misterio. Puede acontecer por diversas vías que no siempre conocemos del
todo.
Atendiendo a la historia de la catequesis, hoy se habla habitualmente de vía
inductiva y deductiva. El método inductivo consiste en la presentación de
hechos (acontecimientos bíblicos, actos litúrgicos, hechos de la vida de la
Iglesia y de la vida cotidiana...) a fin de descubrir en ellos el
significado que pueden tener en la Revelación divina. Es una vía que ofrece
grandes ventajas, ya que es conforme a la economía de la Revelación;
corresponde a una instancia profunda del espíritu humano, la de llegar al
conocimiento de las cosas inteligibles a través de las cosas visibles; y es
también conforme a las características propias del conocimiento de fe, que
consiste en conocer a través de signos.
El método inductivo no excluye, más bien exige el método deductivo, que
explica y describe los hechos procediendo desde sus causas. Pero la síntesis
deductiva tendrá pleno valor sólo cuando se ha hecho el proceso inductivo.
(518)
151. Por otra parte, cuando se hace referencia a los itinerarios operativos,
cabe dar otro sentido: uno es llamado también “ kerigmático ” (o
descendente), que parte del anuncio del mensaje, expresado en los
principales documentos de la fe (Biblia, liturgia, doctrina...) y los aplica
a la vida; el otro, llamado “existencial ” (o ascendente), que arranca de
problemas y situaciones humanas y los ilumina con la luz de la Palabra de
Dios. De por sí son modos de acceso legítimos si se respetan todos los
factores en juego, el misterio de la gracia y el hecho humano, la
comprensión de fe y el proceso de racionalidad.
La experiencia humana en la catequesis (519)
152. La experiencia ejerce diversas funciones en la catequesis, a la luz de
las cuales la existencia misma debe ser siempre debidamente valorada.
a) Hace que nazcan en el hombre intereses, interrogantes, esperanzas e
inquietudes, reflexiones y juicios, que confluyen en un cierto deseo de
transformar la existencia. Es tarea de la catequesis procurar que las
personas estén atentas a sus experiencias más importantes, ayudarlas a
juzgar a la luz del Evangelio las preguntas y necesidades que de estas
experiencias brotan, educar al hombre a vivir la vida de un modo nuevo. De
esta forma la persona será capaz de comportarse de modo activo y responsable
ante el don de Dios.
b) La experiencia ayuda a hacer inteligible el mensaje cristiano. Esto se
ajusta al modo de obrar de Jesús, que se sirvió de experiencias y
situaciones humanas para anunciar realidades escatológicas y transcendentes
e indicar a la vez la actitud ante ellas. En este aspecto, la experiencia es
mediación necesaria para explorar y asimilar las verdades que constituyen el
contenido objetivo de la Revelación.
c) Estas funciones indican que la experiencia asumida por la fe viene a ser
en cierto modo ámbito en el que se manifiesta y realiza la salvación, en la
que Dios, de acuerdo con la pedagogía de la encarnación, se acerca al hombre
con su gracia y lo salva. El catequista debe ayudar a la persona a leer de
este modo lo que está viviendo, para descubrir la invitación del Espíritu
Santo a la conversión, al compromiso, a la esperanza, y así descubrir cada
vez más el proyecto de Dios en su propia vida.
153. La iluminación y la interpretación de la experiencia a la luz de la fe
se convierte en una tarea permanente de la pedagogía catequética, no exenta
de dificultades, pero que no puede descuidarse, so pena de caer en
yuxtaposiciones artificiosas o en comprensiones reducionistas de la verdad.
Esta tarea hace posible una correcta aplicación de la correlación o
interacción entre las experiencias humanas profundas (520) y el mensaje
revelado. Lo testifican ampliamente el anuncio de los profetas, la
predicación de Cristo y las enseñanzas de los apóstoles, que por eso
constituyen el criterio básico y normativo para todo encuentro entre fe y
experiencia humana en el tiempo de la Iglesia.
La memorización en la catequesis (521)
154. La catequesis está vinculada a la “ Memoria ” de la Iglesia que
mantiene viva entre nosotros la presencia del Señor. (522) El ejercicio de
la memoria es, por tanto, un elemento constitutivo de la pedagogía de la fe,
desde los comienzos del cristianismo. Para superar los riesgos de una
memorización mecánica, el ejercicio de la memoria ha de integrarse
armónicamente entre las diversas funciones del aprendizaje, tales como la
espontaneidad y la reflexión, los momentos de diálogo y de silencio, la
relación oral y el trabajo escrito. (523)
En particular, se han de considerar oportunamente como objeto de memoria las
principales fórmulas de la fe, ya que aseguran una exposición más precisa de
la misma y garantizan un rico patrimonio común doctrinal, cultural y
lingüístico. El conocimiento y asimilación de los lenguajes de la fe es
condición indispensable para vivir esa misma fe.
Es necesario, sin embargo, que tales fórmulas, propuestas como síntesis
después de una previa explicación, sean fieles al mensaje cristiano. Entran
ahí algunas fórmulas y textos mayores de la Biblia, del dogma, de la
liturgia, y las oraciones bien conocidas de la tradición cristiana (Símbolo
apostólico, Padre Nuestro, Ave María...). (524)
“ Estas flores, por así decir, de la fe y de la piedad no brotan en los
espacios desérticos de una catequesis sin memoria. Lo esencial es que esos
textos memorizados sean interiorizados y entendidos progresivamente en su
profundidad, para que sean fuente de vida cristiana personal y comunitaria ”
. (525)
155. Con mayor profundidad aún, el aprendizaje de las fórmulas de la fe y su
profesión creyente se han de comprender en el cauce del ejercicio
tradicional y válido de la “ traditio ” y “ redditio ”, gracias al cual, a
la entrega de la fe en la catequesis (traditio) corresponde la respuesta del
hombre a lo largo del camino catequético y después en la vida (redditio)
(526)
Este proceso favorece una mejor participación en la verdad recibida. Es
cabal y madura la respuesta personal que respeta plenamente el sentido
genuino del mensaje de la fe y da muestras de haber comprendido el lenguaje
empleado para transmitirlo (bíblico, litúrgico, doctrinal...).
Función del catequista (527)
156. Ningún método, por experimentado que sea, exime al catequista del
trabajo personal en ninguna de las fases del proceso de la catequesis.
El carisma recibido del Espíritu, una sólida espiritualidad, y un testimonio
transparente de vida cristiana en el catequista constituyen el alma de todo
método; y sus cualidades humanas y cristianas son indispensables para
garantizar el uso correcto de los textos y de otros instrumentos de trabajo.
El catequista es intrínsecamente un mediador que facilita la comunicación
entre las personas y el misterio de Dios, así como la de los hombres entre
sí y con la comunidad. Por ello ha de esforzarse para que su formación
cultural, su condición social y su estilo de vida no sean obstáculo al
camino de la fe, aún más, ha de ser capaz de crear condiciones favorables
para que el mensaje cristiano sea buscado, acogido y profundizado.
El catequista no debe olvidar que la adhesión de fe de los catequizandos es
fruto de la gracia y de la libertad, y por eso procura que su actividad
catequética esté siempre sostenida por la fe en el Espíritu Santo y por la
oración.
Finalmente, tiene una importancia esencial la relación personal del
catequista con el catecúmeno y el catequizando. Esa relación se nutre de
ardor educativo, de aguda creatividad, de adaptación, así como de respeto
máximo a la libertad y a la maduración de las personas.
Gracias a una labor de sabio acompañamiento, el catequista realiza un
servicio de los más valiosos a la catequesis: ayudar a los catequizandos a
discernir la vocación a la que Dios los llama.
La actividad y creatividad de los catequizados (528)
157. La participación activa en el proceso formativo de los catequizandos
está en plena conformidad, no sólo con una comunicación humana verdadera,
sino especialmente con la economía de la revelación y la salvación. De
hecho, en la vida cristiana ordinaria, los creyentes están llamados a dar
respuesta activa, personalmente y en grupo, al don de Dios por medio de la
oración, la participación en los sacramentos y en las demás acciones
litúrgicas, el compromiso eclesial y social, el ejercicio de la caridad, la
promoción de los grandes valores humanos, como la libertad, la justicia, la
paz, y la salvaguardia de la creación.
En la catequesis, por tanto, los catequizandos asumen el compromiso de
ejercitarse en la actividad de la fe, de la esperanza y de la caridad, de
adquirir la capacidad y la rectitud de juicio, de fortalecer su decisión
personal de conversión y de práctica de la vida cristiana.
Los catequizandos, sobre todo cuando son adultos, pueden contribuir con
eficacia al desarrollo de la catequesis, indicando los diversos modos para
comprender y expresar eficazmente el mensaje, tales como: “ aprender
haciendo ”, hacer uso del estudio y del diálogo, intercambiar y confrontar
los diversos puntos de vista.
Comunidad, persona y catequesis (529)
158. La pedagogía catequética es eficaz en la medida en que la comunidad
cristiana se convierte en referencia concreta y ejemplar para el itinerario
de fe de cada uno. Esto sucede si la comunidad se concibe como fuente, lugar
y meta de la catequesis. En concreto, la comunidad viene a ser lugar visible
del testimonio de la fe, cuida la formación de sus miembros, les acoge como
familia de Dios, constituyéndose en ambiente vital y permanente del
crecimiento de la fe. (530)
Junto al anuncio del Evangelio de forma pública y colectiva, será siempre
indispensable la relación de persona a persona, a ejemplo de Jesús y de los
Apóstoles. De ese modo la conciencia personal se implica más fácilmente; el
don de la fe, como es propio de la acción del Espíritu Santo, llega de
viviente a viviente, y la fuerza de persuasión se hace más incisiva. (531)
La importancia del grupo (532)
159. El grupo tiene una función importante en los procesos de desarrollo de
la persona. Esto vale también para la catequesis, en la de los pequeños
porque favorece una buena socializáción; en la de los jóvenes para quienes
el grupo es casi una necesidad vital en la formación de su personalidad; y
en la de los adultos porque promueve un estilo de diálogo, de cooperación y
de corresponsabilidad cristiana.
El catequista, que participa en la vida del grupo y advierte y valora su
dinámica, reconoce y ejerce como cometido primario y específico el de ser,
en nombre de la Iglesia, testigo del Evangelio, capaz de comunicar a los
demás los frutos de su fe madura y de alentar con inteligencia la búsqueda
común.
Además de ser un elemento de aprendizaje, el grupo cristiano está llamado a
ser una experiencia de comunidad y una forma de participación en la vida
eclesial, encontrando en la más amplia comunidad eucarística su plena
manifestación y su meta. Dice Jesús: “ Donde están dos o tres reunidos en mi
nombre, allí estoy en medio de ellos ”. (533)
La comunicación social (534)
160. “ El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación,
que está unificando a la humanidad... Los medios de comunicación social han
alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento
informativo y formativo, de orientación e
inspiración para ios comportamientos individuales, familiares y sociales ”
(535) Por eso, junto a los numerosos medios tradicionales en vigor, “ la
utilización de los mass media ha llegado a ser esencial para la
evangelización y la catequesis ” (536) En efecto, “ la Iglesia se sentiría
culpable ante su Señor si no emplease esos poderosos medios, que la
inteligencia humana perfecciona cada vez más.... en ellos la Iglesia
encuentra una versión moderna y eficaz del púlpito. Gracias a ellos puede
hablar a las masas ” (537)
Entre otros pueden considerarse, si bien a título diferente: televisión,
radio, prensa, discos, grabaciones, vídeos y audios, es decir, toda la gama
de los medios audiovisuales. (538) Cada medio realiza su propio servicio y
cada uno exige un uso específico; en cada uno se han de respetar sus
exigencias y valorar su importancia. (539) Por ello, tales subsidios no
pueden faltar en una catequesis bien programada. Fomentar la ayuda recíproca
entre las Iglesias particulares, a fin de subvenir a los altos costos de
compra y uso de estos medios, es un buen servicio a la causa del Evangelio.
161. La utilización correcta de estos medios exige en los catequistas un
serio esfuerzo de conocimiento, de competencia y de actualización
cualificada. Pero sobre todo, dada la gran influencia que esos medios
ejercen en la cultura, no se debe olvidar que “ no basta usarlos para
difundir el mensaje cristiano y el magisterio de la Iglesia, sino que
conviene integrar el mensaje mismo en esta nueva cultura creada por la
comunicación moderna..., con nuevos lenguajes, nuevas técnicas y nuevos
comportamientos psicológicos ”. (540) Sólo así, con la gracia de Dios, el
mensaje evangélico tiene la capacidad de penetrar en la conciencia de cada
uno y de obtener “ en favor suyo una adhesión y un compromiso verdaderamente
personales ”. (541)
162. Todas las personas relacionadas con estos medios de comunicación,
profesionales y usuarios, han de poder recibir la gracia del Evangelio. Esto
debe alentar a los catequistas a considerar diversas posibilidades según las
distintas personas: los profesionales de los medios, a quienes mostrar el
Evangelio como horizonte de verdad, de responsabilidad, de inspiración; las
familias —tan expuestas al influjo de los medios de comunicación— para
protegerlas y, sobre todo, ayudarlas a adquirir mayor capacidad crítica y
educativa; (542) las generaciones jóvenes, en cuanto usuarios y
protagonistas de la comunicación de los mass-media. A todos hay que recordar
que “ en el uso y recepción de los instrumentos de comunicación urge tanto
una labor educativa del sentido crítico, animado por la pasión por la
verdad, como una labor de defensa de la libertad, del respeto a la dignidad
de la persona, de la elevación de la auténtica cultura de los pueblos ”
(543)