DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS QUINTA PARTE: LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA PARTICULAR
La catequesis en la Iglesia particular
“ Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó
Doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de
expulsar los demonios ” (Mc 3, 13-15).
“ Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la
carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te
digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia ” (Mt
16,17-18).
La Iglesia de Pentecostés, impulsada por el Espíritu Santo, va engendrando
las Iglesias de Jerusalén ” (Hch 8,1); “ La Iglesia de Dios que está en
Corinto ” (1 Co 1,2); “ Las Iglesias de Asia ” (1 Co 16,19); “ Las Iglesias
de Judea ” (Ga 1,22); “ Las siete Iglesias: Efeso, Esmirna, Pérgamo,
Tiatira, Sardes, Filadelfia, Laodicea ” (cf Ap 1,20-3,14).
Significado y finalidad de esta parte
215. De cuanto queda expuesto en las partes precedentes acerca de la
naturaleza de la catequesis, su contenido, su pedagogía y sus destinatarios,
nace la pastoral catequética que, de hecho, se realiza en la Iglesia
particular.
Esta quinta parte expone los elementos más importantes.
216. El primer capítulo trata del ministerio catequético y sus agentes. La
catequesis es una responsabilidad común pero diferenciada. Los obispos,
presbíteros, diáconos, religiosos y fieles laicos actúan en ella según su
respectiva responsabilidad y carismas.
La formación de los catequistas, analizada en el segundo capítulo, es
elemento decisivo en la acción catequizadora. Si es importante dotar a la
catequesis de buenos instrumentos de trabajo, más importante es aún preparar
buenos catequistas.
En el tercer capítulo se estudian los ‘lugares’ donde, de hecho, se realiza
la catequesis.
En el cuarto capítulo se analizan los aspectos más directamente
organizativos de la catequesis: los organismos responsables, la coordinación
de la catequesis y algunas tareas propias del servicio catequético.
Las indicaciones y sugerencias aquí propuestas no pueden llevarse a cabo de
modo inmediato y a la vez en todos los lugares de la Iglesia. En las
naciones o regiones donde la acción catequética no ha podido alcanzar un
suficiente nivel de desarrollo, estas orientaciones y sugerencias señalan
una serie de metas a alcanzar gradualmente.
CAPÍTULO 1
El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular y sus agentes
La Iglesia particular (640)
217. El anuncio, la transmisión y la vivencia del Evangelio se realizan en
el seno de una Iglesia particular (641) o diócesis. (642) La Iglesia
particular está constituida por la comunidad de los discípulos de Jesucristo
(643) que viven en un espacio sociocultural determinado. En cada Iglesia
particular “ se hace presente la Iglesia universal con todos sus elementos
esenciales ”. (644) Realmente, la Iglesia universal, fecundada como primera
célula el día de Pentecostés por el Espíritu Santo, “ da a luz a las
Iglesias particulares como hijas y se expresa en ellas ”. (645) La Iglesia
universal, como Cuerpo de Cristo, se manifiesta así como “ Cuerpo de las
Iglesias ”. (646)
218. El anuncio del Evangelio y la Eucaristía son los dos pilares sobre los
que se edifica y en torno a los cuales se congrega la Iglesia particular. Al
igual que la Iglesia universal, también “ ella existe para evangelizar ”.
(647)
La catequesis es una acción evangelizadora básica de toda Iglesia
particular. Mediante ella, la diócesis ofrece a todos sus miembros y a todos
los que se acercan con el deseo de entregarse a Jesucristo, un proceso
formativo que les permita conocer, celebrar, vivir y anunciar el Evangelio
dentro de su propio horizonte cultural. De esta manera, la confesión de fe,
meta de la catequesis, puede ser proclamada por los discípulos de Cristo “
en su propia lengua ” (648) Como en Pentecostés, hoy también la Iglesia de
Cristo, “ presente y operante ” (649) en las Iglesias particulares, “ habla
todas las lenguas ” (650) ya que, cual árbol que crece, echa sus raíces en
todas las culturas.
El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular
219. En el conjunto de ministerios y servicios, con los que la Iglesia
particular realiza su misión evangelizadora, ocupa un lugar destacado el
ministerio de la catequesis. (651) En él cabe señalar los rasgos siguientes:
a) En la Diócesis la catequesis es un servicio único, (652) realizado de
modo conjunto por presbíteros, diáconos, religiosos y Laicos, en comunión
con el obispo. Toda la comunidad cristiana debe sentirse responsable de este
servicio. Aunque los sacerdotes, religiosos y laicos realizan en común la
catequesis, lo hacen de manera diferenciada, cada uno según su particular
condición en la Iglesia (ministros sagrados, personas consagradas, fieles
cristianos) (653) A través de ellos, en la diversidad de sus funciones, el
ministerio catequético ofrece de modo pleno la palabra y el testimonio
completos de la realidad eclesial. Si faltase alguna de estas formas de
presencia la catequesis perdería parte de su riqueza y significación.
b) Se trata, por otra parte, un servicio eclesial, indispensable para el
crecimiento de la Iglesia. No es una acción que pueda realizarse en la
comunidad a título privado o por iniciativa puramente personal. Se actúa en
nombre de la Iglesia, en virtud de la misión confiada por ella.
c) El ministerio catequético tiene, en el conjunto de los ministerios y
servicios eclesiales, un carácter propio, que deriva de la especificidad de
la acción catequética dentro del proceso de la evangelización. La tarea del
catequista, como educador de la fe, difiere de la de otros agentes de la
pastoral (litúrgica, caritativa, social...) aunque, obviamente, ha de actuar
en coordinación con ellos.
d) Para que el ministerio catequético en una Diócesis sea fructífero,
necesita contar con otros agentes, no necesariamente catequistas directos,
que apoyen y respalden la actividad catequética realizando tareas que son
imprescindibles, como: la formación de catequistas, la elaboración de
materiales, la reflexión, la organización y planificación. Estos agentes,
junto con los catequistas, están al servicio de un único ministerio
catequético diocesano, aunque no todos realicen las mismas funciones, ni por
el mismo título.
La comunidad cristiana y la responsabilidad de catequizar
220. La catequesis es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana. La
iniciación cristiana, en efecto, “ no deben procurarla solamente los
catequistas o los sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles ”. (654)
La misma educación permanente de la fe es un asunto que atañe a toda la
comunidad. La catequesis es, por tanto, una acción educativa realizada a
partir de la responsabilidad peculiar de cada miembro de la comunidad, en un
contexto o clima comunitario rico en relaciones, para que los catecúmenos y
catequizandos se incorporen activamente a la vida de dicha comunidad.
De hecho, la comunidad cristiana sigue el desarrollo de los procesos
catequéticos, ya sea con niños, con jóvenes o con adultos, como un hecho que
le concierne y compromete directamente. (655) Más aún, la comunidad
cristiana al final del proceso catequético acoge a los catequizados en un
ambiente fraterno “ donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo
que han aprendido ”(656)
221. Pero la comunidad cristiana no sólo da mucho al grupo de los
catequizandos, sino que también recibe mucho de él. Los nuevos convertidos,
sobre todo los jóvenes y adultos, al convertirse a Jesucristo, aportan a la
comunidad que los acoge una nueva riqueza humana y religiosa. Así, la
comunidad crece y se desarrolla, ya que la catequesis no sólo conduce a la
madurez de la fe a los catequizandos, sino a la madurez de la misma
comunidad como tal.
Aunque toda la comunidad cristiana es responsable de la catequesis, y aunque
todos sus miembros han de dar testimonio de la fe, no todos reciben la
misión de ser catequistas. Junto a la misión originaria que tienen los
padres respecto a sus hijos, la Iglesia confía oficialmente a determinados
miembros del Pueblo de Dios, especialmente llamados, la delicada tarea de
transmitir orgánicamente la fe en el seno de la comunidad. (657)
El Obispo, primer responsable de la catequesis en la Iglesia particular
222. El Concilio Vaticano II pone de relieve la importancia eminente que, en
el ministerio episcopal, tiene el anuncio y la transmisión del Evangelio: “
Entre las principales tareas de los obispos destaca la predicación del
Evangelio ”. (658) En la realización de esta tarea los obispos son, ante
todo, “ pregoneros de la fe ” (659) tratando de ganar nuevos discípulos para
Cristo y son, al mismo tiempo, “ maestros auténticos ” (660) transmitiendo
al pueblo que se les ha encomendado la fe que ha de profesar y vivir. En el
ministerio profético de los obispos, el anuncio misionero y la catequesis
son dos aspectos íntimamente unidos. Para desempeñar esta función los
obispos reciben “ el carisma cierto de la verdad ”. (661)
Los obispos son “ los primeros responsables de la catequesis, los
catequistas por excelencia ”. (662) En la historia de la Iglesia es patente
el papel preponderante de grandes y santos obispos que marcan, con sus
iniciativas y sus escritos, el período más floreciente de la institución
catecumenal. Concebían a la catequesis como una de las tareas básicas de su
ministerio. (663)
223. Esta preocupación por la actividad catequética llevará al obispo a
asumir “ la alta dirección de la catequesis ” (664) en la Iglesia
particular, lo que implica entre otras cosas:
— Asegurar en su Iglesia la prioridad efectiva de una catequesis activa y
eficaz, “ promoviendo la participación de las personas, de los medios e
instrumentos, así como de los recursos económicos necesarios ”. (665)
— Ejercer la solicitud por la catequesis con una intervención directa en la
transmisión del Evangelio a los fieles, velando al mismo tiempo por la
autenticidad de la confesión de fe y por la calidad de los textos e
instrumentos que deban utilizarse. (666)
— “ Suscitar y mantener una verdadera mística de la catequesis, pero una
mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz ” (667)
actuando con el convencimiento profundo de la importancia de la catequesis
para la vida cristiana de una Diócesis.
— Cuidar de que “ los catequistas se preparen de la forma debida para su
función, de suerte que conozcan con claridad la doctrina de la Iglesia y
aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas
pedagógicas ” (668)
— Establecer en la diócesis un proyecto global de catequesis, articulado y
coherente, que responda a las verdaderas necesidades de los fieles y que
esté convenientemente ubicado en los planes pastorales diocesanos. Tal
proyecto ha de estar coordinado, igualmente, en su desarrollo, con los
planes de la Conferencia episcopal.
Los presbíteros, pastores y educadores de la comunidad cristiana
224. La función propia del presbítero en la tarea catequizadora brota del
sacramento del Orden que ha recibido. “ Por el sacramento del Orden, los
presbíteros se configuran con Cristo sacerdote, como ministros de la Cabeza,
para construir y edificar todo su Cuerpo que es la Iglesia, como
cooperadores del orden episcopal ”. (669) Por esta ontológica configuración
con Cristo, el ministerio de los presbíteros es un servicio configurador de
la comunidad, que coordina y potencia los demás servicios y carismas.
En relación con la catequesis, el sacramento del Orden constituye a los
presbíteros en “ educadores en la fe ”. (670) Tratan, por ello, de que los
fieles de la comunidad se formen adecuadamente y alcancen la madurez
cristiana. (671) Sabiendo, por otra parte, que su “ sacerdocio ministerial ”
(672) está al servicio del “ sacerdocio común de los fieles ”. (673) los
presbíteros fomentan la vocación y la tarea de los catequistas, ayudándoles
a realizar una función que brota del Bautismo y se ejerce en virtud de una
misión que la Iglesia les confía. Los presbíteros llevan a cabo, de esta
manera, la recomendación del Concilio Vaticano II, cuando les pide que “
reconozcan y promuevan la dignidad de los laicos y la parte que les
corresponde en la misión de la Iglesia. (674)
225. Más en concreto, destacan como tareas propias del presbítero en la
catequesis, y particularmente del párroco, las siguientes: (675)
— suscitar en la comunidad cristiana el sentido de la común responsabilidad
hacia la catequesis, como tarea que a todos atañe, así como el
reconocimiento y aprecio hacia los catequistas y su misión;
— cuidar la orientación de fondo de la catequesis y su adecuada
programación, contando con la participación activa de los
propios catequistas, y tratando de que esté “ bien estructurada y bien
orientada ”. (676)
— fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como
catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta
tarea sus mejores desvelos;
— integrar la acción catequética en el proyecto evangelizador de la
comunidad y cuidar, en particular, el vínculo entre catequesis, sacramentos
y liturgia;
— garantizar la vinculación de la catequesis de su comunidad con los planes
pastorales diocesanos, ayudando a los catequistas a ser cooperadores activos
de un proyecto diocesano común.
La experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad
depende, en grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote.
Los padres de familia, primeros educadores de la fe de sus hijos (677)
226. El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de
la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y
paterno. Los hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de
Jesús que los padres manifiestan, hasta tal punto, que esta primera
experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que
dura toda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar
tiene, por ello, un carácter “ insustituible ”(678)
Esta primera iniciación se consolida cuando, con ocasión de ciertos
acontecimientos familiares o en fiestas señaladas, “ se procura explicar en
familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos ”. (679)
Esta iniciación se ahonda aún más si los padres comentan y ayudan a
interiorizar la catequesis más sistemática que sus hijos, ya más crecidos,
reciben en la comunidad
cristiana. En efecto, “ la catequesis familiar precede, acompaña y enriquece
toda otra forma de catequesis ”. (680)
227. Los padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la
responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos, (681) a los que
testifican y transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Esta
acción educativa, a un tiempo humana y religiosa, es un “ verdadero
ministerio ” (682) por medio del cual se transmite e irradia el Evangelio
hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y
escuela de vida cristiana. Incluso, a medida que los hijos van creciendo, el
intercambio es mutuo y, “ en un diálogo catequético de este tipo, cada uno
recibe y da ”. (683)
Por ello es preciso que la comunidad cristiana preste una atención
especialísima a los padres. Mediante contactos personales, encuentros,
cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres,
ha de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en
la fe a sus hijos. Esto es aún más urgente en los lugares en los que la
legislación civil no permite o hace difícil una libre educación en la fe.
(684) En estos casos, la “ iglesia doméstica ” (685) es, prácticamente, el
único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica
catequesis.
Los religiosos en la catequesis
228. La Iglesia convoca particularmente a las personas de vida consagrada a
la actividad catequética y desea “ que las comunidades religiosas dediquen
el máximo de sus capacidades y de sus posibilidades a la obra específica de
la catequesis ” (686)
La aportación peculiar de los religiosos, de las religiosas y de los
miembros de sociedades de vida apostólica a la catequesis brota de su
condición específica. La profesión de los consejos evangélicos, que
caracteriza a la vida religiosa, constituye un don para toda la comunidad
cristiana. En la acción catequética diocesana, su aportación original y
específica nunca podrá ser suplida por la de los sacerdotes y laicos. Esta
contribución original brota del testimonio público de su consagración, que
les convierte en signo viviente de la realidad del Reino: “ La profesión de
estos consejos en un estado de vida estable reconocido por la Iglesia es lo
que caracteriza la vida consagrada a Dios ” (687) Aunque los valores
evangélicos deben ser vividos por todo cristiano, las personas de vida
consagrada “ encarnan la Iglesia deseosa de entregarse a la radicalidad de
las bienaventuranzas (688) El testimonio de los religiosos, unido al
testimonio de los laicos, muestra el rostro total de la Iglesia que es, toda
ella, signo el Reino de Dios. (689)
229. “ Muchas familias religiosas, masculinas y femeninas, nacieron para la
educación cristiana de los niños y de los jóvenes, particularmente los más
abandonados ”. (690) Ese mismo carisma de los fundadores hace que muchos
religiosos y religiosas colaboren hoy en la catequesis diocesana de adultos.
En el curso de la historia siempre “ se han encontrado muy comprometidos en
la acción catequética de la Iglesia ”. (691)
Los carismas fundacionales (692) no quedan al margen cuando ¡os religiosos
participan en la tarea catequética. Manteniendo intacto el carácter propio
de la catequesis, los carismas de las diversas comunidades religiosas
enriquecen una tarea común con unos acentos propios, muchas veces de gran
hondura religiosa, social y pedagógica. La historia de la catequesis
demuestra la vitalidad que estos carismas han proporcionado a la acción
educativa de la Iglesia.
Los catequistas laicos
230. La acción catequética de los fieles laicos tiene, también, un carácter
peculiar debido a su particular condición en la Iglesia: “ el carácter
secular es propio de los laicos ”. (693) Los laicos ejercen la catequesis
desde su inserción en el mundo, compartiendo todo tipo de tareas con los
demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión del Evangelio una
sensibilidad y unas connotaciones específicas: “ esta evangelización..,
adquiere una nota específica por el hecho de que se realiza dentro de las
comunes condiciones de la vida en el mundo ”. (694)
En efecto, al vivir la misma forma de vida que aquellos a quienes
catequizan, los catequistas laicos tienen una especial sensibilidad para
encarnar el Evangelio en la vida concreta de los seres humanos. Los propios
catecúmenos y catequizandos pueden encontrar en ellos un modelo cristiano
cercano en el que proyectar su futuro como creyentes.
231. La vocación del laico para la catequesis brota del sacramento del
Bautismo, es robustecida por el sacramento de la Confirmación, gracias a los
cuales participa de la “misión sacerdotal, profética y real de Cristo ”
(695) Además de la vocación común al apostolado, algunos laicos se sienten
llamados interiormente por Dios para asumir la tarea de ser catequistas. La
Iglesia suscita y discierne esta llamada divina y les confiere la misión de
catequizar. El Señor Jesús invita así, de una forma especial, a hombres y
mujeres, a seguirle precisamente en cuanto maestro y formador de discípulos.
Esta llamada personal de Jesucristo, y la relación con El, son el verdadero
motor de la acción del catequista. “ De este conocimiento amoroso de Cristo
es de donde brota el deseo de anunciarlo, de evangelizar, y de llevar a
otros al “sí” de la fe en Jesucristo ” (696)
Sentirse llamado a ser catequista y recibir de la Iglesia la misión para
ello, puede adquirir, de hecho, grados diversos de dedicación, según las
características de cada uno. A veces, el catequista sólo puede ejercer este
servicio de la catequesis durante un período limitado de su vida, o incluso
de modo meramente ocasional, aunque siempre como un servicio y una
colaboración preciosa. No obstante, la importancia del ministerio de la
catequesis aconseja que en la diócesis exista, ordinariamente, un cierto
número de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la
catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia, y que —en comunión con
los sacerdotes y el Obispo— contribuyan a dar a este servicio diocesano la
configuración eclesial que le es propia. (697)
Diversos tipos de catequista, hoy especialmente necesarios
232. El tipo o figura del catequista en la Iglesia presenta modalidades
diversas, ya que las necesidades de la catequesis son variadas.
— “ Los catequistas de tierras de misión ”. (698) a quienes se aplica por
excelencia el título de catequista: “ sin ellos no se habrían edificado
Iglesias hoy día florecientes ”. (699) Los hay que tienen “ la función
específica de la catequesis ” (700) y los hay también que
“ cooperan en las distintas formas de apostolado ”. (701)
— En algunas Iglesias de antigua cristiandad, con gran escasez de clero, se
deja sentir la necesidad de una figura en cierto modo análoga a la del
catequista de tierras de misión. Se trata, en efecto, de hacer frente a
necesidades imperiosas: la animación comunitaria de pequeñas poblaciones
rurales, carentes de la presencia asidua del sacerdote; la conveniencia de
una presencia y penetración misioneras “ en las barriadas de las grandes
metrópolis ”. (702)
— En aquellas situaciones de países de tradición cristiana que reclaman una
“ nueva evangelización ”. (703) la figura del catequista de jóvenes y la del
catequista de adultos se hacen imprescindibles para animar procesos de
catequesis de iniciación. Estos catequistas deben atender también a la
catequesis permanente. En estos menesteres el papel del sacerdote será,
igualmente, fundamental.
— Sigue siendo básica la figura del catequista de niños y adolescentes, con
la delicada misión de inculcar “ las primeras nociones de catequesis y
preparar para los sacramentos de la Reconciliación, primera Comunión y
Confirmación ”. (704) Esta tarea se hace hoy aún más imperiosa cuando esos
niños y adolescentes “ no reciben en sus hogares una formación religiosa
conveniente ”. (705)
— Un tipo de catequista que conviene promover es el del catequista para
encuentros presacramentales. (706) destinado al mundo de los adultos, con
ocasión del Bautismo o de la primera Comunión de los hijos, o con motivo del
sacramento del Matrimonio. Es una tarea con una originalidad propia en la
que con frecuencia pueden confluir la acogida, el primer anuncio y la
posibilidad de un primer acompañamiento en la búsqueda de la fe.
— Sectores humanos de especial sensibilidad necesitan urgentemente de otros
tipos de catequista. Dichos sectores son: las denominadas personas de la
tercera edad, (707) que necesitan una presentación del Evangelio adaptada a
sus condiciones; las personas desadaptadas y discapacitadas, que necesitan
una pedagogía catequética especial, junto a su plena integración en la
comunidad; (708) los emigrantes y las personas marginadas por la evolución
moderna. (709)
Otras figuras de catequista pueden ser igualmente aconsejables. Cada Iglesia
particular, al analizar su situación cultural y religiosa, descubrirá sus
propias necesidades y perfilará, con realismo, los tipos de catequista que
necesita. Es una tarea fundamental a la hora de orientar y organizar la
formación de los catequistas.
CAPITULO II
La formación para el servicio de la catequesis
La pastoral de catequistas en la Iglesia particular
233. Para el buen funcionamiento del ministerio catequético en la Iglesia
particular es preciso contar, ante todo, con una adecuada pastoral de los
catequistas. En ella varios aspectos deben ser tenidos en cuenta. Se ha de
tratar, en efecto, de:
— Suscitar en las parroquias y comunidades cristianas vocaciones para la
catequesis. En los tiempos actuales, en los que las necesidades de
catequización son cada vez más diferenciadas, hay que promover diferentes
tipos de catequistas. “ Se requerirán, por tanto, catequistas especializados
” . (710) Conviene determinar los criterios de elección.
— Promover un cierto número de “ catequistas a tiempo pleno ”, que puedan
dedicarse a la catequesis de manera más intensa y estable, (711) junto a la
promoción de “ catequistas de tiempo parcial ”, que ordinariamente serán los
más numerosos.
— Establecer una distribución más equilibrada de los catequistas entre los
sectores de destinatarios que necesitan catequesis. La toma de conciencia de
la necesidad de una catequesis de jóvenes y adultos, por ejemplo, obligará a
establecer un mayor equilibrio respecto al número de catequistas que se
dedican a Ja infancia y adolescencia.
— Promover animadores responsables de la acción catequética, que asuman
responsabilidades en el nivel diocesano, zonal o parroquial. (712)
— Organizar adecuadamente la formación de los catequistas, tanto en lo que
concierne a la formación básica inicial como a la formación permanente.
— Cuidar la atención personal y espiritual de los catequistas y del grupo de
catequistas como tal. Esta acción compete, principal y fundamentalmente, a
los sacerdotes de las respectivas comunidades cristianas.
— Coordinar a los catequistas con los demás agentes de pastoral en las
comunidades cristianas, a fin de que la acción evangelizadora global sea
coherente y el grupo de catequistas no quede aislado de la vida de la
comunidad.
Importancia de la formación de los catequistas
234. Todos estos quehaceres nacen de la convicción de que cualquier
actividad pastoral que no cuente para su realización con personas
verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad. Los
instrumentos de trabajo no pueden ser verdaderamente eficaces si no son
utilizados por catequistas bien formados. Por tanto, la adecuada formación
de los catequistas no puede ser descuidada en favor de la renovación de los
textos y de una mejor organización de la catequesis. (713)
En consecuencia, la pastoral catequética diocesana debe dar absoluta
prioridad a la formación de los catequistas laicos. Junto a ello, y como
elemento realmente decisivo, se deberá cuidar al máximo la formación
catequética de los presbíteros, tanto en los planes de estudio de los
seminarios como en la formación permanente. Se recomienda encarecidamente a
los Obispos que esta formación sea exquisitamente cuidada.
Finalidad y naturaleza de la formación de los catequistas
235. La formación trata de capacitar a los catequistas para transmitir el
Evangelio a los que desean seguir a Jesucristo. La finalidad de la formación
busca, por tanto, que el catequista sea lo más apto posible para realizar un
acto de comunicación: “ La cima y el centro de la formación de catequistas
es la aptitud y habilidad de comunicar el mensaje evangélico ”. (714)
La finalidad cristocéntrica de la catequesis, que busca propiciar la
comunión con Jesucristo en el convertido, impregna toda la formación de los
catequistas. (715) Lo que ésta persigue, en efecto, no es otra cosa que
lograr que el catequista pueda animar eficazmente un itinerario catequétíco
en el que, mediante las necesarias etapas: anuncie a Jesucristo; dé a
conocer su vida, enmarcándola en el conjunto de la Historia de la salvación;
explique su misterio de Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros; y ayude,
finalmente, al catecúmeno o al catequizando a identificarse con Jesucristo
en los sacramentos de iniciación. (716) En la catequesis permanente, el
catequista no hace sino ahondar en estos aspectos básicos.
Esta perspectiva cristológica incide directamente en la identidad del
catequista y en su preparación. “ La unidad y armonía del catequista se
deben leer desde esta perspectiva cristocéntrica, y han de construirse en
base a una familiaridad profunda con Cristo y con el Padre en el Espíritu ”.
(717)
236. El hecho de que la formación busque capacitar al catequista para
transmitir el Evangelio en nombre de la Iglesia confiere a toda la formación
una naturaleza eclesial. La formación de los catequistas no es otra cosa que
un ayudar a éstos a sumergirse en la conciencia viva que la Iglesia tiene
hoy del Evangelio, capacitándoles así para transmitirlo en su nombre.
Más en concreto, el catequista —en su formación— entra en comunión con esa
aspiración de la Iglesia que, como esposa, “ conserva pura e íntegramente la
fe prometida al Esposo ” (718) y, como “ madre y maestra ”, quiere
transmitir el Evangelio en toda su autenticidad, adaptándolo a todas las
culturas, edades y situaciones. Esta eclesialidad de la transmisión del
Evangelio impregna toda la formación de los catequistas, confiriéndole su
verdadera naturaleza.
Criterios inspiradores de la formación de los catequistas
237. Para concebir de manera adecuada la formación de los catequistas hay
que tener en cuenta, previamente, una serie de criterios inspiradores que
configuran con diferentes acentos dicha formación:
— Se trata, ante todo, de formar catequistas para las necesidades
evangelizadoras de este momento histórico con sus valores, sus desafíos y
sus sombras. Para responder a él se necesitan catequistas dotados de una fe
profunda, (719) de una clara identidad cristiana y eclesial (720) y de una
honda sensibilidad social. (721) Todo plan formativo ha de tener en cuenta
estos aspectos.
— La formación tendrá presente, también, el concepto de catequesis que hoy
propugna la Iglesia. Se trata de formar a los catequistas para que puedan
impartir no sólo una enseñanza sino una formación cristiana integral,
desarrollando tareas de “ iniciación, de educación y de enseñanza ”. (722)
Se necesitan catequistas que sean, a un tiempo, maestros, educadores y
testigos.
— El momento catequético que vive la Iglesia invita, también, a preparar
catequistas integradores, que sepan superar “ tendencias unilaterales
divergentes ” (723) y ofrecer una catequesis plena y completa. Han de saber
conjugar la dimensión veritativa y significativa de la fe, la ortodoxia y la
ortopraxis, el sentido social y eclesial. La formación ha de ayudar a que
los polos de estas tensiones se fecunden mutuamente.
— La formación de los catequistas laicos no puede ignorar el carácter propio
del laico en la Iglesia y no debe ser concebida como mera síntesis de la
formación propia de los sacerdotes o de los religiosos. Al contrario, se
tendrá muy en cuenta que “ su formación recibe una característica especial
por su misma índole secular, propia del laicado, y por el carácter propio de
su espiritualidad ”.
— Finalmente, la pedagogía utilizada en esta formación tiene una importancia
fundamental. Como criterio general hay que decir que debe existir una
coherencia entre la pedagogía global de la formación del catequista y la
pedagogía propia de un proceso catequético. Al catequista le sería muy
difícil improvisar, en su acción catequética, un estilo y una sensibilidad
en los que no hubiera sido iniciado durante su formación.
Las dimensiones de la formación: el ser, el saber, el saber hacer
238. La formación de los catequistas comprende varias dimensiones. La más
profunda hace referencia al ser del catequista, a su dimensión humana y
cristiana. La formación, en efecto, le ha de ayudar a madurar, ante todo,
como persona, como creyente y como apóstol. Después está lo que el
catequista debe saber para desempeñar bien su tarea. Esta dimensión,
penetrada de la doble fidelidad al mensaje y a la persona humana, requiere
que el catequista conozca bien el mensaje que transmite y, al mismo tiempo,
al destinatario que lo recibe y al contexto social en que vive. Finalmente,
está la dimensión del saber hacer, ya que la catequesis es un acto de
comunicación. La formación tiende a hacer del catequista un educador del
hombre y de la vida del hombre. (724)
Madurez humana, cristiana y apostólica de los catequistas
239. Apoyado en una madurez humana inicial, (725) el ejercicio de la
catequesis, constantemente discernido y evaluado, permitirá al catequista
crecer en equilibrio afectivo, en sentido crítico, en unidad interior, en
capacidad de relación y de diálogo, en espíritu constructivo y en trabajo de
equipo. (726) Se procurará, sobre todo, hacerle crecer en el respeto y amor
hacia los catecúmenos y catequizandos: “ ¿De qué amor se trata? Mucho más
que el de un pedagogo; es el amor de un padre: más aún, el de una madre.
Tal es el amor que el Señor espera de cada anunciador del Evangelio, de cada
constructor de la Iglesia ” (727)
La formación cuidará, al mismo tiempo, que el ejercicio de la catequesis
alimente y nutra la fe del catequista, haciéndole crecer como creyente. Por
eso, la verdadera formación alimenta, ante todo, la espiritualidad del
propio catequista, (728) de modo que su acción brote, en verdad, del
testimonio de su vida. Cada tema catequético que se imparte debe nutrir, en
primer lugar, la fe del propio catequista. En verdad, uno catequiza a los
demás catequizándose antes a sí mismo.
La formación, también, alimentará constantemente la conciencia apostólica
del catequista, su sentido evangelizador. Para ello ha de conocer y vivir el
proyecto de evangelización concreto de su Iglesia diocesana y el de su
parroquia, a fin de sintonizar con la conciencia que la Iglesia particular
tiene de su propia misión. La mejor forma de alimentar esta conciencia
apostólica es identificarse con la figura de Jesucristo, maestro y formador
de discípulos, tratando de hacer suyo el celo por el Reino que Jesús
manifestó. A partir del ejercicio de la catequesis, la vocación apostólica
del catequista, alimentada con una formación permanente, irá constantemente
madurando.
La formación bíblico-teológica del catequista
240. Además de testigo, el catequista debe ser maestro que enseña la fe. Una
formación bíblico-teológica adecuada le proporcionará un conocimiento
orgánico del mensaje cristiano, articulado en torno al misterio central de
la fe que es Jesucristo.
El contenido de esta formación doctrinal viene pedido por los elementos
inherentes a todo proceso orgánico de catequesis:
— las tres grandes etapas de la Historia de la salvación: Antiguo
Testamento, vida de Jesucristo e historia de la Iglesia;
— los grandes núcleos del mensaje cristiano: Símbolo, liturgia, moral y
oración.
En el nivel propio de una enseñanza teológica, el contenido doctrinal de la
formación de un catequista es el mismo que el que la catequesis debe
transmitir. Por otra parte, la Sagrada Escritura deberá ser “ como el alma
de toda esta formación ”. (729) El Catecismo de la Iglesia Católica, será
referencia doctrinal fundamental de toda la formación, juntamente con el
Catecismo de la propia Iglesia particular o local.
241. Esta formación bíblico-teológica debe reunir algunas cualidades:
a) En primer lugar, es preciso que sea una formación de carácter sintético,
que corresponda al anuncio que se ha de transmitir, y donde los diferentes
elementos de la fe cristiana aparezcan, trabados y unidos, en una visión
orgánica que respete la “ jerarquía de verdades ”.
b) Esta síntesis de fe ha de ser tal que ayude al catequista a madurar en su
propia fe, al tiempo que le capacite para dar razón de la esperanza en un
tiempo de misión: “ Se revela hoy cada vez más urgente la formación
doctrinal de los fieles laicos, no sólo por el natural dinamismo de la
profundización de su fe, sino también por la exigencia de dar razón de la
esperanza que hay en ellos, frente al mundo y sus graves y complejos
problemas ”. (730)
c) Debe ser una formación teológica muy cercana a la experiencia humana,
capaz de relacionar los diferentes aspectos del mensaje cristiano con la
vida concreta de los hombres y mujeres, “ ya sea para inspirarla, ya para
juzgarla, a la luz del Evangelio ”. (731) De alguna forma, y manteniéndose
como enseñanza teológica, debe adoptar un talante catequético.
d) Finalmente ha de ser tal que el catequista “ pueda no sólo transmitir con
exactitud el mensaje evangélico, sino también capacitar a los mismos
catequizandos para recibir ese mensaje de manera activa y poder discernir lo
que, en su vida espiritual, es conforme a la fe ”. (732)
Las ciencias humanas en la formación de los catequistas
242. El catequista adquiere el conocimiento del hombre y de la realidad en
la que vive por medio de las ciencias humanas, que han alcanzado en nuestros
días un incremento extraordinario. “ Hay que conocer y emplear
suficientemente en el trabajo pastoral no sólo los principios teológicos
sino también los descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en
psicología y sociología, llevando así a los fieles a una más pura y madura
vida de fe ”. (733)
Es necesario que el catequista entre en contacto al menos con algunos
elementos fundamentales de la psicología: los dinamismos psicológicos que
mueven al hombre, la estructura de la personalidad, las necesidades y
aspiraciones más hondas del corazón humano, la psicología evolutiva y las
etapas del ciclo vital humano, la psicología religiosa y las experiencias
que abren al hombre al misterio de lo sagrado...
Las ciencias sociales proporcionan el conocimiento del contexto
sociocultural en que vive el hombre y que afecta decisivamente a su vida.
Por eso es necesario que en la formación de los catequistas se haga “ un
análisis de las condiciones sociológicas, culturales y económicas, en tanto
que estos datos de la vida colectiva pueden tener una gran influencia en el
proceso de la evangelización ” (734)
Junto a estas ciencias recomendadas explícitamente por el Concilio Vaticano
II, otras ciencias han de estar presentes, de un modo u otro, en la
formación de los catequistas, especialmente las ciencias de la educación y
ciencias de la comunicación.
Criterios que pueden inspirar el empleo de las ciencias humanas en la
formación de los catequistas
243. Estos son:
a) El respeto a la autonomía de las ciencias: “ La Iglesia afirma la
autonomía legítima de la cultura humana y especialmente la de las ciencias
”. (735)
b) El discernimiento evangélico de las diferentes tendencias o escuelas
psicológicas, sociológicas y pedagógicas: sus valores y sus límites.
c) El estudio de las ciencias humanas —en la formación de los catequistas—
no es un fin en sí mismo. La toma de conciencia de la situación existencial,
psicológica, cultural y social del hombre, se hace con vistas a la fe en que
se le quiere educar. (736)
d) La teología y las ciencias humanas, en la formación de catequistas, deben
fecundarse mutuamente. En consecuencia hay que evitar que estas ciencias se
conviertan en la única norma para la pedagogía de la fe, prescindiendo de
los criterios teológicos que dimanan de la misma pedagogía divina. Son
disciplinas fundamentales y necesarias, pero siempre al servicio de una
acción evangelizadora que no es sólo humana. (737)
La formación pedagógica
244. Junto a las dimensiones que conciernen al ser y al saber, la formación
de los catequistas, ha de cultivar también la del saber hacer. El catequista
es un educador que facilita la maduración de la fe que el catecúmeno o el
catequizando realiza con la ayuda del Espíritu Santo. (738)
Lo primero que hay que tener en cuenta en este decisivo aspecto de la
formación es respetar la pedagogía original de la fe. En efecto, el
catequista se prepara para facilitar el crecimiento de una experiencia de fe
de la que él no es dueño. Ha sido depositada por Dios en el corazón del
hombre y de la mujer. La tarea del catequista es solo cultivar ese don,
ofrecerlo, alimentarlo y ayudarlo a crecer. (739)
La formación tratará de que madure en el catequista la capacidad educativa,
que implica: la facultad de atención a las personas, la habilidad para
interpretar y responder a la demanda educativa, la iniciativa de activar
procesos de aprendizaje y el arte de conducir a un grupo humano hacia la
madurez. Como en todo arte, lo más importante es que el catequista adquiera
su estilo propio de dar catequesis, acomodando a su propia personalidad los
principios generales de la pedagogía catequética. (740)
245. Más en concreto: el catequista, particularmente el dedicado
de modo más pleno a la catequesis, habrá de capacitarse para saber programar
en el grupo de catequistas- la acción educativa, ponderando las
circunstancias, elaborando un plan realista y, después de realizarlo,
evaluándolo críticamente. (741) También ha de ser capaz de animar un grupo,
sabiendo utilizar con discernimiento las técnicas de animación grupal que
ofrece la psicología.
Esta capacidad educativa y este saber hacer, con los conocimientos,
actitudes y técnicas que lleva consigo, “ pueden adquirirse mejor, si se
imparten al mismo tiempo que se realizan, por ejemplo durante las reuniones
tenidas para preparar y revisar las sesiones de catequesis ” (742)
El fin y la meta ideal es procurar que los catequistas se conviertan en
protagonistas de su propio aprendizaje, situando la formación bajo el signo
de la creatividad y no de una mera asimilación de pautas externas. Por eso
debe ser una formación muy cercana a la práctica: hay que partir de ella
para volver a ella. (743)
La formación de los catequistas dentro de las comunidades cristianas
246. Entre los cauces de formación de los catequistas destaca, ante todo, la
propia comunidad cristiana. Es en ella donde el catequista experimenta su
vocación y donde alimenta constantemente su sentido apostólico. En la tarea
de asegurar su maduración progresiva como creyente y testigo, la figura del
sacerdote es fundamental. (744)
247. Una comunidad cristiana puede realizar varios tipos de acciones
formativas en favor de sus catequistas:
a) Una de ellas consiste en alimentar constantemente la vocación eclesial de
los catequistas, fomentando en ellos la conciencia de ser enviados por la
Iglesia.
b) También es muy importante procurar la maduración de la fe de los propios
catequistas, a través del cauce normal con el que la comunidad educa en la
fe a sus agentes de pastoral y a los laicos más comprometidos. (745)
Cuando la fe de los catequistas no es todavía madura, es aconsejable que
participen en un proceso de tipo catecumenal para jóvenes y adultos. Puede
ser el proceso ordinario de la propia comunidad o uno creado expresamente
para ellos.
c) La preparación inmediata de la catequesis, realizada con el grupo de
catequistas, es un medio formativo excelente, sobre todo si va seguida de
una evaluación de todo lo experimentado en las sesiones de catequesis.
d) También pueden realizarse, dentro del marco de la comunidad, otras
actividades formativas: cursos de sensibilización a la catequesis, por
ejemplo a comienzo del año pastoral; retiros y connivencias en los tiempos
fuertes del año litúrgico (746) cursos monográficos sobre temas que parezcan
necesarios o urgentes; una formación doctrinal más sistemática, por ejemplo
estudiando el Catecismo de la Iglesia Católica... Son actividades de
formación permanente que, junto al trabajo personal del catequista, aparecen
como muy convenientes. (747)
Escuelas de catequistas y Centros superiores para peritos en catequesis
248. La asistencia a una Escuela de catequistas (748) es un momento
particularmente importante, dentro del proceso formativo de un catequista.
En muchos lugares tales escuelas funcionan a un doble nivel: para “
catequistas de base ” (749) y para “ responsables de catequesis ”.
“ Se recomiendan, asimismo, las iniciativas parroquiales... que tienen por
objeto la formación interior de los catequistas, como las escuelas de
oración, las convivencias fraternas y de coparticipación espiritual y los
retiros espirituales. Estas iniciativas no aíslan a los catequistas, sino
que les ayudan a crecer en la espiritualidad propia y en la comunión entre
ellos ”
249. Estas escuelas tienen la finalidad de proporcionar una formación
catequética, orgánica y sistemática, de carácter básico y fundamental.
Durante un tiempo suficientemente prolongado, se cultivan las dimensiones
más específicamente catequéticas de la formación: el mensaje cristiano, el
conocimiento del hombre y del contexto sociocultural y la pedagogía de la
fe.
Las ventajas de esta formación orgánica son grandes y conciernen a:
— su sistematicidad, al tratarse de una formación menos absorbida por lo
inmediato de la acción;
— su calidad, al contar con formadores especializados;
— su integración con catequistas de diferentes comunidades, que fomentan la
comunión eclesial.
Escuelas para responsables
250. A fin de favorecer la preparación de los responsables de la catequesis
en parroquias o zonas, así como para aquellos catequistas que se van a
dedicar más estable y plenamente a la catequesis, (750) es conveniente a
nivel diocesano o interdiocesano promover escuelas para responsables.
El nivel de estas escuelas será, obviamente, más exigente. Es frecuente que
en ellas, junto a un tronco formativo común, se cultivarán aquellas
especializaciones catequéticas que la diócesis juzgue particularmente
necesarias en su circunstancia.
Puede ser también oportuno, por economía de medios y posibilidades, que la
orientación de estas escuelas esté dirigida, más ampliamente, a los
responsables de las diversas acciones pastorales, convirtiéndose en Centros
de formación de agentes de pastoral.
Sobre una base formativa común (doctrinal y antropológica), las
especializaciones vendrán pedidas por las diferentes acciones pastorales o
apostólicas que se van a encomendar a tales agentes.
Centros superiores para peritos en catequesis
251. Una formación catequética de nivel superior, a la que puedan acceder
también sacerdotes, religiosos y laicos, es de una importancia vital para la
catequesis. Por ello, se renueva el deseo de “ fomentar o crear Institutos
superiores de pastoral catequética con objeto de preparar catequistas
idóneos para dirigir la catequesis a nivel diocesano o dentro de las
actividades a las que se dedican las congregaciones religiosas. Estos
institutos superiores podrán ser nacionales o incluso internacionales. Deben
asemejarse a los estudios universitarios en lo tocante al plan de estudios,
duración de los cursos y condiciones de admisión ”. (751)
Aparte de formar a los que van a asumir responsabilidades directivas en la
catequesis, estos Institutos prepararán también a los profesores de
catequética para seminarios, casas de formación o escuelas de catequistas.
Tales institutos se dedicarán, igualmente, a promover la correspondiente
investigación catequética.
252. Este nivel de formación es muy apto para una fecunda colaboración entre
las Iglesias: “ Aquí es donde podrá manifestar su mayor eficacia la ayuda
material ofrecida por las Iglesias más acomodadas a sus hermanas más pobres.
En efecto, ¿puede una Iglesia hacer algo mejor en favor de otra que ayudarla
a crecer por sí misma como Iglesia? (752) Obviamente, esta colaboración debe
inspirarse en un delicado respeto por las peculiaridades de las Iglesias más
pobres y por su propia responsabilidad.
Es muy conveniente, en el campo diocesano o interdiocesano, tomar conciencia
de la necesidad de formar personas en este nivel superior, como se procura
hacer para otras actividades eclesiales o para la enseñanza de otras
disciplinas.
CAPÍTULO III
Lugares y vías de catequesis
La comunidad cristiana como hogar de catequesis (753)
253. La comunidad cristiana es la realización histórica del don de la “
comunión ” (koizonth),, (754) que es un fruto del Espíritu Santo.
La “ comunión ” expresa el núcleo profundo de la Iglesia universal y de las
Iglesias particulares, que constituyen la comunidad cristiana referencial.
Esta se hace cercana y se visibiliza en la rica variedad de las comunidades
cristianas inmediatas, en las que los cristianos nacen a la fe, se educan en
ella y la viven: la familia, la parroquia, la escuela católica, las
asociaciones y movimientos cristianos, las comunidades eclesiales de base...
Ellas son los “ lugares ” de la catequesis, es decir, los espacios
comunitarios donde la catequesis de inspiración catecumenal y la catequesis
permanente se realizan. (755)
254. La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis. De
la comunidad cristiana nace siempre el anuncio del Evangelio, invitando a
los hombres y mujeres a convertirse y a seguir a Jesucristo. Y es esa misma
comunidad la que acoge a los que desean conocer al Señor y adentrarse en una
vida nueva. Ella acompaña a los catecúmenos y catequizandos en su itinerario
catequético y, con solicitud maternal, les hace partícipes de su propia
experiencia de fe y les incorpora a su seno. (756)
La catequesis siempre es la misma. Pero estos “ lugares ” (757) de
catequización la colorean, cada uno con caracteres originales. Es importante
saber cuál es la función de cada uno de ellos en orden a la catequesis.
La familia como ámbito o medio de crecimiento en la fe
255. Los padres de familia son los primeros educadores en la fe. Junto a los
padres, sobre todo en determinadas culturas, todos los componentes de la
familia tienen una intervención activa en orden a la educación de los
miembros más jóvenes. Conviene determinar, de modo más concreto, en qué
sentido la comunidad cristiana familiar es “ lugar ” de catequesis.
La familia ha sido definida como una “ Iglesia doméstica ”. (758) lo que
significa que en cada familia cristiana deben reflejarse los diversos
aspectos o funciones de la vida de la Iglesia entera: misión, catequesis,
testimonio, oración... La familia, en efecto, al igual que la Iglesia, “ es
un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia
”. (759)
La familia como “ lugar ” de catequesis tiene un carácter único: transmite
el Evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. (760)
Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el
despertar al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación
de la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor
humano, concebido como reflejo del amor de Dios Creador y Padre. Se trata,
en suma, de una educación cristiana más testimonial que de la instrucción,
más ocasional que sistemática, más permanente y cotidiana que estructurada
en períodos. En esta catequesis familiar resulta siempre muy importante la
aportación de los abuelos. Su sabiduría y su sentido religioso son, muchas
veces, decisivos para favorecer un clima verdaderamente cristiano.
El catecumenado bautismal de adultos (761)
256. El catecumenado bautismal es un lugar típico de catequización,
institucionalizado por la Iglesia para preparar a los adultos que desean ser
cristianos a recibir los sacramentos de la iniciación. (762) En el
catecumenado se realiza, en efecto, “ esa formación específica que conduce
al adulto convertido a la profesión de su fe bautismal en la noche pascual
”. (763)
La catequesis que se realiza en el catecumenado bautismal está estrechamente
vinculada a la comunidad cristiana. (764) Desde el momento de su ingreso en
el catecumenado, la Iglesia abraza a los catecúmenos “ con cuidado y amor
maternal, por estar vinculados a ella: son ya de la casa de Cristo ”. (765)
Por eso, la comunidad cristiana “ debe ayudar a los candidatos y a los
catecúmenos durante todo el período de la iniciación: en el precatecumenado,
en el catecumenado y en el tiempo de la mistagogia ” (766)
Esta presencia continua de la comunidad cristiana se expresa de varias
maneras descritas apropiadamente en el Ritual de Iniciación Cristiana de
Adultos. (767)
La parroquia como ámbito de catequesis
257. La parroquia es, sin duda, el lugar más significativo en que se forma y
manifiesta la comunidad cristiana. Ella está llamada a ser una casa de
familia, fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen conscientes de
ser Pueblo de Dios. (768) La parroquia, en efecto, congrega en la unidad
todas las diversidades humanas que en ella se encuentran y las inserta en la
universalidad de la Iglesia. (769) Ella es, por otra parte, el ámbito
ordinario donde se nace y se crece en la fe. Constituye, por ello, un
espacio comunitario muy adecuado para que el ministerio de la Palabra
ejercido en ella sea, al mismo tiempo, enseñanza, educación y experiencia
vital.
La parroquia está experimentando hoy, en muchos países, hondas
transformaciones. Profundos cambios sociales la están afectando. En las
grandes ciudades, “ ha sido sacudida por el fenómeno de la urbanización ”.
(770) No obstante, “ la parroquia sigue siendo una referencia importante
para el pueblo cristiano, incluso para los no practicantes ”. (771) Ella
debe continuar siendo todavía la animadora de la catequesis y “ su lugar
privilegiado ”. (772) sin dejar por eso de reconocer que, en ciertas
ocasiones, la parroquia no puede ser el centro de gravitación de toda la
función eclesial de catequizar, y que tiene necesidad de complementarse con
otras instituciones.
258. Para que la catequesis alcance toda su eficacia dentro de la misión
evangelizadora de la parroquia se requieren algunas condiciones:
a) La catequesis de adultos debe asumir siempre una importancia prioritaria.
(773) Se trata de impulsar “ una catequesis posbautismal, a modo de
catecumenado, que vuelva a proponer algunos elementos del Ritual de
Iniciación Cristiana de Adultos, destinados a hacer captar y vivir las
inmensas riquezas del bautismo recibido ”. (774)
b) Hay que plantearse, con valentía renovada, el anuncio a los alejados y a
los que viven en situación de indiferencia religiosa. (775) En este empeño,
los encuentros presacramentales (preparación al Matrimonio, al Bautismo y a
la primera Comunión de los hijos...) pueden resultar fundamentales. (776)
c) Como referente sólido para la catequesis parroquial se requiere la
existencia de un núcleo comunitario compuesto por cristianos maduros, ya
iniciados en la fe, a los que se les dispense un tratamiento pastoral
adecuado y diferenciado. Este objetivo se podrá alcanzar más fácilmente si
se promueve en las parroquias la formación de pequeñas comunidades
eclesiales. (777)
b)Si se cumplen en la parroquia las anteriores condiciones, que se refieren
principalmente a los adultos, la catequesis destinada a niños, adolescentes
y jóvenes, que sigue siendo siempre imprescindible, se beneficiará
grandemente.
La escuela católica
259. La escuela católica (778) es un lugar muy relevante para la formación
humana y cristiana. La declaración Gravissimum Educationis del Concilio
Vaticano II “ marca un cambio decisivo en la historia de la escuela
católica: el paso de la escuela-institución al de la escuela-comunidad ”
(779)
La escuela católica busca, en no menor grado que las demás escuelas, los
fines culturales y la formación humana de la juventud. Su nota distintiva
es:
— “ crear un ambiente de la comunidad escolar animado por el espíritu
evangélico de libertad y caridad,
— ayudar a los adolescentes para que, en el desarrollo de la propia persona,
crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por el
bautismo,
— y ordenar últimamente toda la cultura humana según el mensaje de la
salvación ”. (780)
El proyecto educativo de la escuela católica tiene que elaborarse en base a
esta concepción propuesta por el Concilio Vaticano II.
Este proyecto educativo se realiza en la comunidad educativa escolar, de la
que forman parte todos los que están directamente comprometidos en ella: “
profesores, personal directivo, administrativo y auxiliar; los padres,
figura central en cuanto naturales e insustituibles educadores de sus hijos,
y los alumnos, copartícipes y responsables como verdaderos protagonistas y
sujetos activos del proceso educativo ”. (781)
260. Cuando los alumnos de la escuela católica pertenecen mayoritariamente a
familias que se vinculan a esta escuela en razón del carácter católico de la
misma, el ministerio de la Palabra puede ejercerse allí de múltiples formas:
primer anuncio, enseñanza religiosa escolar, catequesis, homilía. Dos de
estas formas tienen, sin embargo, en la escuela católica, un particular
relieve:
la enseñanza religiosa escolar y la catequesis, cuyo respectivo carácter
propio ya ha quedado indicado. (782)
Cuando los alumnos y sus familias acuden a la escuela católica por la
calidad educativa de la misma, o por otras eventuales circunstancias, la
actividad catequética queda necesariamente limitada y la propia enseñanza
religiosa —cuando es posible realizarla— se ve obligada a acentuar su
carácter cultural. La aportación de este tipo de escuela subsiste siempre:
como un “ servicio de gran valor a los hombres ” (783) y como un elemento
interno a la propia evangelización de la Iglesia.
Dada la pluralidad de circunstancias socioculturales y religiosas en que
ejerce su labor la escuela católica a través de las naciones, resultará
oportuno que los Obispos y las Conferencias Episcopales precisen la
modalidad de actividad catequética que corresponde realizar a la escuela
católica en los respectivos contextos.
Asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles
261. Las diversas “ asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles ”
(784) que se promueven en la Iglesia particular, tienen como finalidad
ayudar a los discípulos de Jesucristo a realizar su misión laical en el
mundo y en la misma Iglesia. En estos ámbitos los cristianos se dedican “ a
la práctica de la vida espiritual, al apostolado, a la caridad y a la
asistencia, y a la presencia cristiana en las realidades temporales. (785)
En todas estas asociaciones y movimientos, para cultivar con hondura estas
dimensiones básicas de la vida cristiana, se imparte, de un modo u otro, una
necesaria formación: “ cada uno con sus propios métodos tiene la posibilidad
de ofrecer una formación profundamente injertada en la misma experiencia de
vida apostólica, como también la oportunidad de completar, concretar y
especificar la formación que sus miembros reciben de otras personas y
comunidades ”. (786)
La catequesis es siempre una dimensión fundamental en la formación de todo
laico. Por eso, estas asociaciones y movimientos tienen ordinariamente “
unos tiempos catequéticos (787) La catequesis, en efecto, no es una
alternativa a la formación cristiana que en ellos se imparte sino una
dimensión esencial de la misma.
262. Cuando la catequesis se realiza dentro de estas asociaciones y
movimientos, deben ser tenidos en cuenta fundamentalmente algunos aspectos.
En particular:
a) Se debe respetar la “ naturaleza propia ” (788) de la catequesis,
tratando de desarrollar toda la riqueza de su concepto, mediante la triple
dimensión de palabra, memoria y testimonio (doctrina, celebración y
compromiso en la vida) (789) La catequesis, sea cual sea el “ lugar ” donde
se realice, es, ante todo, formación orgánica y básica de la fe. Ha de
incluir, por tanto, “ un verdadero estudio de la doctrina cristiana ” (790)
y constituir una seria formación religiosa, “ abierta a todas las esferas de
la vida cristiana. (791)
b) Esto no es óbice para que la finalidad propia de cada una de estas
asociaciones y movimientos, a partir de propios carismas, pueda expresar,
con determinados acentos, una catequesis que deberá permanecer siempre fiel
a su carácter propio. La educación en la espiritualidad particular de una
asociación o movimiento, de una gran riqueza para la Iglesia, siempre será
más propia de un momento posterior al de la formación básica cristiana, que
inicia es común a todo cristiano. Antes hay que educar en lo que es común a
los miembros de la Iglesia que en lo peculiar o diferenciador.
c) Igualmente hay que afirmar que los movimientos y las asociaciones, por lo
que se refiere a la catequesis, no son una alternativa ordinaria a la
parroquia, en la medida que ésta es comunidad educativa de referencia
propiamente tal. (792)
Las comunidades eclesiales de base
263. Las comunidades eclesiales de base se han difundido grandemente en las
últimas décadas. (793) Son grupos cristianos que “ nacen de la necesidad de
vivir todavía con más intensidad la vida de la Iglesia; o del deseo y
búsqueda de una dimensión más humana, que difícilmente pueden ofrecer las
comunidades eclesiales más grandes... ”. (794)
Las comunidades eclesiales de base son “ un signo de vitalidad de la Iglesia
”. (795) En ellas los discípulos de Cristo se reúnen para una atenta escucha
de la Palabra de Dios, para la búsqueda de unas relaciones más fraternas,
para celebrar desde la propia vida los misterios cristianos y para asumir el
compromiso de transformar la sociedad. Junto a estas dimensiones
específicamente cristianas, emergen también importantes valores humanos: la
amistad y el reconocimiento personal, el espíritu de corresponsabilidad, la
creatividad, la respuesta vocacional, el interés por los problemas del mundo
y de la Iglesia. Puede resultar de ello una enriquecedora experiencia
comunitaria, “ verdadera expresión de comunión e instrumento para edificar
una comunión más profunda ”. (796)
Para ser auténtica “ cada comunidad debe vivir unida a la Iglesia particular
y universal, en sincera comunión con los pastores y el magisterio,
comprometida en la irradiación misionera y evitando toda forma de cerrazón y
de instrumentalización ideológica ”. (797)
264. En las comunidades eclesiales de base puede desarrollarse una
catequesis muy fecunda:
— El clima fraterno de que se ven dotadas es lugar adecuado para una acción
catequizadora integral, siempre que se sepa respetar la naturaleza y el
carácter propio de la catequesis.
— Por otra parte, la catequesis da hondura a la vida comunitaria, ya que
asegura los fundamentos de la vida cristiana de los fieles. Sin ella las
comunidades eclesiales de base difícilmente tendrán solidez.
— Finalmente, la pequeña comunidad es meta adecuada para acoger a los que
han terminado un proceso de catequización.
CAPITULO IV
La organización de la pastoral catequética en la Iglesia particular
ORGANIZACIÓN Y EJERCICIO DE LAS RESPONSABILIDADES
El servicio diocesano de la catequesis
265. La organización de la pastoral catequética tiene como punto de
referencia el obispo y la diócesis. El Secretariado diocesano de catequesis
(Officium Catecheticum) es “ un instrumento que emplea el obispo, cabeza de
la comunidad y maestro de la doctrina, para dirigir y orientar todas las
actividades catequéticas de la diócesis ” (798)
266. Las tareas principales del Secretariado diocesano de catequesis son las
siguientes:
a) Hacer un análisis de la situación (799) diocesana a cerca de la educación
de la fe. En él se deberán precisar, entre otras cosas, las necesidades
reales de la diócesis en orden a la actividad catequética.
b) Elaborar un programa de acción (800) que señale objetivos claros,
proponga orientaciones e indique acciones concretas.
c) Promover y formar a los catequistas. A este propósito se crearán los
Centros que se juzguen más oportunos. (801)
d) Elaborar o, al menos, señalar a las parroquias y catequistas los
instrumentos que sean necesarios para el trabajo catequético:
catecismos, directorios, programas para las diversas edades, guías para
catequistas, materiales para uso de los catequizandos, medios
audiovisuales...(802)
e) Impulsar y promover las instituciones específicamente catequéticas de la
diócesis (catecumenado bautismal, catequesis parroquial, equipo de
responsables de catequesis...) que son como “ las células fundamentales ”
(803) de la acción catequética.
J) Cuidar especialmente de la mejora de los recursos personales y materiales
tanto en el nivel diocesano como en el nivel arciprestal o parroquial. (804)
g) Colaborar con el Secretariado para la Liturgia, considerando la especial
relevancia de esta para la catequesis, en particular, en lo que concierne a
la iniciación y al catecumenado.
267. Para realizar estas tareas el Secretariado de catequesis debe contar
con “ un grupo de personas dotadas de competencia específica. La amplitud y
variedad de las cuestiones que tratar postulan la distribución de
responsabilidades entre varias personas verdaderamente especialistas ”.
(805) Conviene que este servicio diocesano esté integrado, ordinariamente,
por sacerdotes, religiosos y laicos.
La catequesis es una acción tan fundamental en la vida de una Iglesia
particular que “ ninguna diócesis puede carecer de Secretariado de
catequesis propio ” (806)
Servicios de colaboración interdiocesana
268. En nuestro tiempo, esta colaboración es extraordinariamente fecunda.
Razones no sólo de proximidad geográfica sino de homogeneidad cultural hacen
aconsejable un trabajo catequético en común. “ Conviene que varias diócesis
unan su acción, aportando para el provecho común las experiencias y los
proyectos, los servicios y los recursos, de modo que las diócesis mejor
dotadas ayuden a las demás y aparezca un programa de acción común que llegue
a toda la región ”. (807)
El servicio de la Conferencia Episcopal
269. “ En el seno de la Conferencia episcopal puede constituirse un
Secretariado o Centro catequético (Officium Catecheticum), cuya tarea
principal será la de ayudar a cada diócesis en materia de catequesis ”.
(808)
De hecho esta posibilidad que establece el Código de Derecho Canónico es una
realidad en la mayor parte de las Conferencias episcopales. Este
Secretariado o Centro Nacional de Catequesis de la Conferencia episcopal se
propone una doble función: (809)
— Servir a las necesidades catequéticas que afectan a todas las diócesis del
territorio. Le conciernen las publicaciones que tengan importancia nacional,
los congresos nacionales, las relaciones con los “ mass media ” y, en
general, todos aquellos trabajos y tareas que exceden las posibilidades de
cada diócesis o región.
— Estar al servicio de las diócesis y regiones para difundir las
informaciones y proyectos catequéticos, coordinar la acción y ayudar a las
diócesis menos promocionadas en materia de catequesis.
Si el Episcopado correspondiente lo considera oportuno, compete además al
Secretariado o Centro nacional la coordinación de su propia actividad con la
de otros Secretariados nacionales del Episcopado y otras instituciones de
catequesis; al mismo tiempo, la colaboración con las actividades
catequéticas de ámbito internacional. Todo esto siempre como organismo de
ayuda a los Obispos de la Conferencia episcopal.
El servicio de la Santa Sede
270. “ El mandato de Cristo de anunciar el Evangelio a toda criatura se
refiere ante todo e inmediatamente a los Obispos con Pedro y bajo la guía de
Pedro ”. (810) En este encargo colegial de Jesús, en orden a anunciar y
transmitir el Evangelio, el ministerio del Sucesor de Pedro desempeña un
papel fundamental. Este ministerio, en efecto, se debe ver “ no sólo como un
servicio global que alcanza a toda la Iglesia desde fuera, sino como
perteneciente a la esencia de cada Iglesia particular desde dentro ”. (811)
El ministerio de Pedro en la catequesis lo ejerce el Papa de modo eminente a
través de sus enseñanzas; él actúa en lo que concierne a la catequesis, de
modo directo y particular por medio de la Congregación para el Clero, la
cual “ ayuda al Romano Pontífice en el ejercicio de su suprema misión
pastoral ” (812)
271. “ De acuerdo con sus funciones, la Congregación para el Clero:
— se ocupa de promover la formación religiosa de los fieles cristianos de
toda edad y condición;
— da las normas oportunas para que la enseñanza de la catequesis se imparta
de modo conveniente;
— vigila para que la formación catequética se realice correctamente;
— concede la aprobación de la Santa Sede prescrita para los Catecismos y los
otros escritos relativos a la formación catequética, con el acuerdo de la
Congregación para la Doctrina de la Fe; (813)
— asiste a los secretariados de catequesis y sigue las iniciativas
referentes a la formación religiosa que tengan carácter internacional,
coordina su actividad y les ofrece su ayuda, si fuere necesario ”. (814)
LA COORDINACIÓN DE LA CATEQUESIS
Importancia de una efectiva coordinación de la catequesis
272. La coordinación de la catequesis es una tarea importante en una Iglesia
particular. En esa coordinación se pueden considerar dos vertientes:
— una interior a la catequesis misma, entre las diversas formas de
catequesis dirigidas a las diferentes edades y ambientes sociales;
— y otra referida a la vinculación de la catequesis con otras formas del
ministerio de la Palabra y con otras acciones evangelizadoras.
La coordinación de la catequesis no es un asunto meramente estratégico, en
orden a una mayor eficacia de la acción evangelizadora, sino que tiene una
dimensión teológica de fondo. La acción evangelizadora debe estar bien
coordinada porque toda ella apunta a la unidad de la fe que sostiene todas
las acciones de la Iglesia.
273. En este apartado se considera:
— la coordinación interna de la catequesis, con vistas a que la Iglesia
particular ofrezca un servicio de catequesis unitario y coherente;
— la vinculación entre la acción misionera y la acción catecumenal, que se
implican mutuamente, en el contexto de la “ misión ad gentes ” (815) o de
una “ nueva evangelización ”; (816)
— la necesidad de una pastoral educativa bien coordinada, dada la
multiplicidad de agentes educativos que inciden en unos mismos
destinatarios, fundamentalmente niños y adolescentes.
El propio Concilio Vaticano II ha recomendado vivamente la coordinación de
toda la acción pastoral para que resplandezca mejor la unidad de la Iglesia
particular. (817)
Un Proyecto diocesano de catequesis articulado y coherente
274. El Proyecto diocesano de catequesis es la oferta catequética global de
una Iglesia particular que integra, de manera articulada, coherente y
coordinada los diferentes procesos catequéticos ofrecidos por la diócesis a
los destinatarios de las diferentes edades de la vida. (818)
En este sentido, toda Iglesia particular, en orden ante todo a la iniciación
cristiana, debe ofrecer, al menos, un doble servicio:
a) Un proceso de iniciación cristiana, unitario y coherente, para niños,
adolescentes y jóvenes, en íntima conexión con los sacramentos de la
iniciación ya recibidos o por recibir y en relación con la pastoral
educativa.
b) Un proceso catequesis para adultos, ofrecido a aquellos cristianos que
necesiten fundamentar su fe, realizando o completando la iniciación
cristiana inaugurada o a inaugurar con el Bautismo.
En no pocas naciones, se presenta hoy la necesidad de un proceso de
catequesis para ancianos, ofrecido a aquellos cristianos que, al abrirse a
una tercera y definitiva fase de la vida humana, desean, acaso por primera
vez, poner sólidos fundamentos a su fe.
275. Estos diversos procesos de catequesis cada uno con posibles variantes
socioculturales, no deben organizarse por separado, como si fueran “
comportamientos estancos e incomunicados entre sí ” (819) Es necesario que
la oferta catequética de la Iglesia particular esté bien coordinada. Entre
estas diversas formas de catequesis “ es menester propiciar su perfecta
complementariedad ” (820)
Como ya ha quedado indicado, el principio organizador, que da coherencia a
los distintos procesos de catequesis que ofrece una Iglesia particular, es
la atención a la catequesis de adultos. Ella es el eje en torno al cual gira
y se inspira la catequesis de las primeras edades y la de la tercera edad.
(821)
El hecho de ofrecer los diferentes procesos de catequesis en un único
Proyecto diocesano de catequesis no quiere decir que el mismo destinatario
haya de recorrerlos uno tras otro. Si un joven llega al umbral de la edad
adulta con una fe bien fundamentada, en rigor no necesita una catequesis de
iniciación de adultos, sino otros alimentos más sólidos que le ayuden en su
permanente maduración en la fe. En el mismo caso se encuentran los que
acceden a la tercera edad con una fe bien enraizada. (822)
Junto a esta oferta, absolutamente imprescindible, de procesos de
iniciación, la Iglesia particular debe ofrecer también procesos
diferenciados de catequesis permanente para cristianos adultos.
La actividad catequética en el contexto de la nueva evangelización
276. AL definir la catequesis como momento del proceso total de la
evangelización, se plantea necesariamente el problema de la coordinación de
la acción catequética con la acción misionera que la precede, y con la
acción pastoral que la continúa. Hay, en efecto, elementos “ que preparan a
la catequesis o emanan de ella ”. (823)
En este sentido, la vinculación entre el anuncio misionero, que trata de
suscitar la fe, y la catequesis de iniciación, que busca fundamentarla, es
decisiva en la evangelización.
De algún modo, esta coordinación es más clara en la situación de la “ misión
ad gentes ”. (824) Los adultos convertidos por el primer anuncio ingresan en
el catecumenado, donde son catequizados.
En la situación que requiere una “ nueva evangelización ”, la coordinación
se hace más compleja, puesto que, a veces, se pretende impartir una
catequesis ordinaria a jóvenes y adultos que necesitan, antes, un tiempo de
anuncio en orden a despertar su adhesión a Jesucristo. Problemas similares
se presentan en relación a la catequesis de los niños y a la formación de
sus padres. (825) Otras veces se ofrecen formas de catequesis permanente a
adultos que necesitan, más bien, un verdadera catequesis de iniciación.
277. La situación actual de la evangelización postula que las dos acciones,
el anuncio misionero y la catequesis de iniciación, se conciban
coordinadamente y se ofrezcan, en la Iglesia particular, mediante un
proyecto evangelizador misionero y catecumenal unitario. Hoy la catequesis
debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero
eficaz. La referencia del decreto Ad Gentes, que sitúa al catecumenado en el
contexto de la acción misionera de la Iglesia, es un criterio de referencia
muy válido para toda la catequesis. (826)
La catequesis en la Pastoral educativa
278. La pastoral educativa en la Iglesia particular debe establecer la
necesaria coordinación entre los diferentes “ lugares ” donde se realiza la
educación en la fe. Es muy conveniente que todos estos canales catequéticos
“ converjan realmente hacia una misma confesión de fe, hacia una misma
pertenencia a la Iglesia y hacia unos compromisos en la sociedad vividos en
el mismo espíritu evangélico ”. (827)
La coordinación educativa se plantea, fundamentalmente, en relación con los
niños, adolescentes y jóvenes. Conviene que la Iglesia particular integre en
un único proyecto de pastoral educativa los diversos cauces y medios que
tienen a su cargo la educación cristiana de la juventud. Todos estos cauces
se complementan mutuamente, sin que ninguno de ellos, aisladamente, pueda
realizar la totalidad de la educación cristiana.
Siendo la misma y única persona del niño o del joven la que recibe estas
diversas acciones educativas, es importante que las diferentes influencias
tengan la misma inspiración de fondo. Cualquier contradicción en esas
acciones es nociva, dado que cada una de ellas tiene su propia especificidad
e importancia.
En este sentido, es de suma importancia para una Iglesia particular contar
con un proyecto de iniciación cristiana que integre las diversas tareas
educativas y tenga en cuenta las exigencias de la nueva evangelización.
ALGUNAS TAREAS PROPIAS DEL SERVICIO CATEQUETICO
Análisis de la situación y de las necesidades
279. La Iglesia particular, al tratar de organizar la acción catequética,
debe partir de un análisis de la situación. “ El objeto de esta
investigación es múltiple, pues abarca el examen de la acción pastoral y el
análisis de la situación religiosa, así como de las condiciones
sociológicas, culturales y económicas, en tanto que estos datos de la vida
colectiva pueden tener una gran influencia en el proceso de la
evangelización ” (828) Se trata de una toma de conciencia de la realidad, en
relación a la catequesis y a sus necesidades.
Más en concreto:
— Se debe tener clara conciencia, dentro del examen de la acción pastoral,
del estado de la catequesis: cómo está ubicada, de hecho, en el proceso
evangelizador; el equilibrio y la articulación entre los diferentes sectores
catequéticos (niños, adolescentes, jóvenes, adultos...); la coordinación de
la catequesis con la educación cristiana familiar, con la educación escolar,
con la enseñanza religiosa escolar, y con las otras formas de educación de
la fe; la calidad interna; los contenidos que se están impartiendo y la
metodología que se utiliza; las características de los catequistas y su
formación.
— El análisis de la situación religiosa está referido, sobre todo, a tres
niveles muy relacionados entre sí: el sentido de lo sagrado, es decir,
aquellas experiencias humanas que, por su hondura, tienden a abrir al
misterio; el sentido religioso, o sea, las maneras concretas de concebir y
de relacionarse con Dios en un pueblo determinado; y las situaciones de fe,
con la diversa tipología de creyentes. Y en conexión con estos niveles, la
situación moral que se vive, con los valores que emergen y las sombras o
contra-valores más extendidos.
— El análisis socio-cultural de que se ha hablado a propósito de las
ciencias humanas en la formación de los catequistas (829) es, igualmente,
necesario. Hay que preparar a los catecúmenos y catequizandos para una
presencia cristiana en la sociedad.
280. El análisis de la situación, en todos estos niveles, “ debe convencer a
quienes ejercen el ministerio de la Palabra, de que las situaciones humanas
son ambiguas en lo que respecta a la acción pastoral. Es necesario, por
tanto, que los operarios del Evangelio aprendan a descubrir las
posibilidades abiertas a su acción en una situación nueva y diversa...
Siempre es posible un proceso de transformación que permita abrir un camino
a la fe ”. (830)
Este análisis de la situación es un primer instrumento de trabajo, de
carácter referencial, que el servicio catequético ofrece a pastores y
catequistas.
Programa de acción y orientaciones catequéticas
281. Una vez examinada cuidadosamente la situación, es necesario proceder a
la elaboración de un programa de acción. Este programa determina los
objetivos, los medios de la pastoral catequética y las normas que la
orientan, de suerte que respondan perfectamente a las necesidades locales, y
estén en plena armonía con los objetivos y normas de la Iglesia universal.
El programa o plan de acción debe ser operativo, ya que se propone orientar
la acción catequética diocesana o interdiocesana. Por su propia naturaleza
se suele concebir para un período de tiempo determinado, al cabo del cual se
renueva con nuevos acentos, nuevos objetivos y nuevos medios.
La experiencia indica que el programa de acción es de una gran utilidad para
la catequesis, ya que, al marcar unos objetivos comunes, colabora a unir
esfuerzos y a trabajar en una perspectiva de conjunto. Para ello, su primera
condición debe ser el realismo, la sencillez, la concisión y claridad.
282. Junto al programa de acción, más centrado en las opciones operativas,
diversos Episcopados elaboran, a nivel nacional, instrumentos de carácter
más reflexivo y orientador, que proporcionan los criterios para una idónea y
adecuada catequesis. Son llamados de varias maneras: Directorio catequético,
Orientaciones catequéticas, Documento de base, Texto de referencia...
Destinados preferentemente a dirigentes y catequistas, tratan de clarificar
en qué consiste la catequesis: su naturaleza, finalidad, tareas, contenidos,
destinatarios, método. Estos Directorios, o textos de orientaciones
generales establecidos por las Conferencias episcopales o emanados bajos su
autoridad, han de seguir el mismo proceso de elaboración y de aprobación
previstos para los Catecismos. Antes de ser promulgados deben ser sometidos
a la aprobación de la Santa Sede. (831)
Estas directrices u orientaciones catequéticas suelen ser un elemento
realmente inspirador de la catequesis en las Iglesias locales y su
elaboración es recomendada y conveniente porque, entre otras cosas,
constituye un punto de referencia importante para la formación de los
catequistas. Este tipo de instrumento se vincula, íntima y directamente a la
responsabilidad episcopal.
Elaboración de instrumentos y medios didácticos para el acto catequético
283. Junto a los instrumentos dedicados a orientar y planificar el conjunto
de la acción catequética (análisis de situación, programa de acción y
Directorio catequético) están los instrumentos de trabajo de uso inmediato,
que se utilizan dentro del mismo acto catequético. En primer lugar están los
textos didácticos (832) que se ponen directamente en manos de los
catecúmenos y catequizandos. Y junto a ellos están también las guías para
los catequistas y, tratándose de catequesis de niños, para los padres (833)
Asimismo son importantes los medios audiovisuales que se utilizan en
catequesis y sobre los que se debe ejercer el oportuno discernimiento. (834)
El criterio inspirador de estos instrumentos de trabajo ha de ser el de la
doble fidelidad a Dios y a la persona humana, que es una ley fundamental
para toda la vida de la Iglesia. Se trata, en efecto, de saber conjugar una
exquisita fidelidad doctrinal con una profunda adaptación al hombre,
teniendo en cuenta la psicología de la edad y el contexto sociocultural en
que vive.
Brevemente, hay que decir que estos instrumentos catequéticos han de ser
tales:
— “ que conecten con la vida concreta de la generación a la que se dirigen,
teniendo bien presentes sus inquietudes y sus interrogantes, sus luchas y
sus esperanzas ”; (835)
— “ que encuentren el lenguaje comprensible a esta generación ”? (836)
— “ que tiendan realmente a producir en sus usuarios un conocimiento mayor
de los misterios de Cristo, en orden a una verdadera conversión y a una vida
más conforme con el querer de Dios ”. (837)
La elaboración de Catecismos locales: responsabilidad inmediata del
ministerio episcopal
284. Dentro del conjunto de instrumentos para la catequesis sobresalen los
Catecismos. (838) Su importancia deriva del hecho de que el mensaje que
transmiten es reconocido como auténtico y propio por los pastores de la
Iglesia.
Si el conjunto de la acción catequética ha de estar siempre vinculada al
Obispo, la publicación de los Catecismos es una responsabilidad que atañe
muy directamente al ministerio episcopal. Los Catecismos nacionales,
regionales o diocesanos, elaborados con la participación de los agentes de
la catequesis, son responsabilidad última de los obispos, catequistas por
excelencia en las Iglesias particulares.
En la redacción de un catecismo conviene tener en cuenta, sobre todo estos
dos criterios:
— La perfecta sintonía con el Catecismo de la Iglesia Católica, “ texto de
referencia seguro y auténtico... para la composición de los catecismo
locales ”. (839)
— La atenta consideración de las normas y criterios para la presentación del
mensaje evangélico que ofrece el Directorio General para la Catequesis, y
que es también “norma de referencia ” (840) para la catequesis.
285. La “ previa aprobación de la Sede Apostólica ” (841) —que se requiere
para los Catecismos emanados de las Conferencias episcopales— se entiende,
puesto que son documentos mediante los cuales la Iglesia universal, en los
diferentes espacios socioculturales a los que es enviada, anuncia y
transmite el Evangelio y da a luz a las Iglesias particulares, expresándose
en ellas. (842) La aprobación de un Catecismo es el reconocimiento del hecho
de que es un texto de la Iglesia universal para una situación y una cultura
determinadas.
CONCLUSIÓN
286. En la formulación de las presentes orientaciones y directrices no se ha
ahorrado esfuerzo a fin de que toda la reflexión se origine y fundamente en
las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de las posteriores y principales
intervenciones magisteriales de la Iglesia. Asimismo se ha prestado especial
atención a las experiencias de vida eclesial de los diversos pueblos habidas
en este período. A la luz de la fidelidad al Espíritu de Dios se ha
realizado el necesario discernimiento, siempre en orden a la renovación de
la Iglesia y al mejor servicio de la evangelización.
287. El nuevo Directorio General para la Catequesis es propuesto a todos los
pastores de la Iglesia, a sus colaboradores y catequistas, con la esperanza
de que sea un aliento en el servicio que la Iglesia y el Espíritu les
encomienda: favorecer el crecimiento de la fe en aquellos que han creído.
Las orientaciones aquí presentes no solamente quieren indicar y aclarar la
naturaleza de la catequesis y las normas y criterios que rigen este
ministerio evangelizador de la Iglesia, sino que también pretenden alimentar
la esperanza, con la fuerza de la Palabra y el trabajo interior del
Espíritu, en quienes se esfuerzan en este campo privilegiado de la actividad
eclesial.
288. La eficacia de la catequesis es y será siempre un don de Dios, mediante
la obra del Espíritu del Padre y del Hijo.
Esta total dependencia de la catequesis respecto de la intervención de Dios
la enseña el Apóstol Pablo a los corintios cuando les recuerda: “ Yo planté,
Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que
planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer ” (1 Co 3, 6-7).
No hay catequesis posible, como no hay evangelización, sin la acción de Dios
por medio de su Espíritu. (843) En la práctica catequética, ni las técnicas
pedagógicas más avanzadas, ni siquiera un catequista con la personalidad
humana más atrayente, pueden reemplazar la acción silenciosa y discreta del
Espíritu Santo. (844) “ El es, en verdad, el protagonista de toda la misión
eclesial ”. (845) El es el principal catequista; El es el “ maestro interior
” de los que crecen hacia el Señor. (846) En efecto, El es el “ principio
inspirador de toda obra catequética y de los que la realizan ”. (847)
289. Por ello, en la entraña misma de la espiritualidad del catequista están
la paciencia y la confianza en que es Dios mismo quien hace que la semilla
de la Palabra de Dios que ha sido sembrada en tierra buena y labrada con
amor, nazca, crezca y de fruto. El evangelista Marcos es el único en recoger
una parábola en la que Jesús muestra, una tras otra, las etapas del
desarrollo gradual y constante de la semilla sembrada: “ El Reino de Dios es
como un hombre que echa el grano en la tierra: duerma o se levante, de noche
o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el
fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en
la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz porque
ha llegado la siega” (Mc 4, 26-29).
290. La Iglesia, que tiene la responsabilidad de catequizar a los que creen,
invoca al Espíritu del Padre y del Hijo, suplicándole que haga fructificar y
fortalezca interiormente tantos trabajos que, por todas partes, se llevan a
cabo en favor del crecimiento de la fe y del seguimiento de Jesucristo
Salvador.
291. A la Virgen María, que vio a su Hijo Jesús “ crecer en sabiduría, edad
y gracia” (Lc 2,52) acuden también hoy, confiando en su intercesión, los
operarios de la catequesis. En María encuentran éstos el modelo espiritual
para impulsar o consolidar la renovación de la catequesis contemporánea
desde la fe, la esperanza y la caridad. Que por intercesión de la “ Virgen
de Pentecostés ”. (848) brote en la Iglesia una fuerza nueva para engendrar
hijos e hijas en la fe y educarlos hacia la plenitud en Cristo.
Su Santidad el Papa Juan Pablo II, el 25 de agosto de 1997, ha aprobado el
presente Directorio General para la Catequesis y ha autorizado la
publicación.
DARÍO CASTRILLÓN Hoyos
Arzobispo emérito de Bucaramanga
Pro-Prefecto
CRESCENZIO SEPE
Arzobispo tit. de Grado
Secretario