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ATEÍSMO Y CIENCIA DE HOY:
Padre Jorge Loring sj
(Conferencia pronunciada en la Universidad de Deusto. Bilbao)
Voy a dedicar la conferencia de hoy a
hablar sobre el ateísmo.
He de decir, primero, que a Dios se le puede conocer por distintos caminos.
Hay gente que ha llegado al conocimiento de Dios por una experiencia
personal. Porque lo siente. Porque lo vive. Por una vivencia íntima. Lo ha
tenido tan cerca, tan dentro de sí, que no puede dudar de su existencia.
Como el que ha tenido un dolor de muelas. No necesita que le expliquen lo
que es.
Es el caso de San Pablo o el de André Frossard, como dice en su libro «Dios
existe, yo me lo encontré». Entró ateo en una iglesia y salió católico.
Pero no es éste el modo único, ni el más frecuente, de conocer a Dios.
Hoy vamos a intentar decir unas cuantas cosas que nos ayuden de conocer a
Dios por medio del entendimiento. No se trata de reducir la fe a la razón.
La fe transciende la razón, pero es razonable. Si no lo fuera, los creyentes
seríamos unos estúpidos.
Por otra parte, ya nos lo dijo San Juan: «A Dios no lo ha visto nadie.
Dios es espíritu». Con los ojos de la cara a Dios no se le ve. Eso no es
nuevo. Eso lo sabemos de siempre. A Dios no lo ha visto nadie. A Jesucristo
sí, porque Jesucristo es Dios hecho Hombre, con cuerpo de hombre; pero a
Dios-Creador no lo ha visto nadie. Porque Dios es espíritu, y el espíritu no
se ve con los ojos de la cara. Pero esto no significa que Dios no exista.
Hay muchas cosas que existen y no se ven con los ojos de la cara. Los ojos
no ven lo muy pequeño, y por eso necesitamos un microscopio; ni lo muy
lejano, y por eso nos servimos de unos prismáticos. Y desde luego los ojos
de la cara no sirven para conocer el amor. ¿Me vais a negar que existe el
amor? Sois padres de familia. Tenéis amor a vuestras esposas. A vuestro
hijos. Los solteros tenéis novia: tenéis amor a vuestras novias. ¿Quién ha
visto el amor? ¿De qué color es el amor? ¿Es azul? ¿Es rojo? ¿Es verde? ¿Qué
forma tiene el amor? ¿Es triangular? ¿Es cuadrado? ¿Es rectangular? ¡Nadie
ha visto el amor! Vemos personas que se aman, pero el amor no se ve. ¡Y el
amor existe! Pero el amor es algo espiritual. Por eso no se ve con los ojos
de la cara. Por eso el amor tampoco tiene peso. ¿Cuántos gramos o kilos pesa
tu amor? El amor no se pesa con una balanza, el amor no se mide con un
metro, porque la balanza y el metro sirven para pesar y medir cosas
materiales. Pero el amor no se mide con metro ni con balanza. ¡Y hay amor!
¡Y hay grados de amor! Hay quien ama mucho y hay quien ama poco. Pero el
amor es una cosa espiritual. Y lo espiritual no se ve con los ojos de la
cara, ni se mide con instrumentos materiales ¡Pero existe el amor!.
Ni el telescopio sirve para ver a Dios, ni el microscopio para ver a Cristo
en la Eucaristía. Tampoco el ojo capta una sinfonía de Beethoven, ni el oído
admira un cuadro de Velázquez. Para cada conocimiento es necesario el órgano
adecuado.
Los sentidos son una fuente de conocimientos, pero no es la única ni la
mejor .Cuando Descartes dice «pienso, luego existo» hace un razonamiento
totalmente válido, aunque sea al margen de los sentidos.
Los sentidos ayudan a la inteligencia que opera con los datos que éstos le
proporcionan. Los mismos sentidos se complementan mutuamente para la
percepción de la realidad. Pero solos no bastan.
Hay cosas que nuestros ojos no ven; pero existen.
Así es Dios. Dios es algo espiritual, a quien no vemos; pero lo vamos a
conocer con el entendimiento. Y lo que conocemos con el entendimiento vale
más que lo que conocemos con los ojos de la cara. Os lo demuestro.
Los ojos muchas veces nos engañan. Muchas veces ves una cosa con los ojos, y
parece lo que no es. Y no hablo del que ve fantasmas, y después no hay
tales. No, no. Algo mucho más corriente. Tú miras la Luna llena, y tú, ¿qué
ves en el horizonte? Un gran disco rojo, precioso. Los ojos, ¿qué te dan?:
Un disco. Lo que te dan los ojos es que la Luna es como un plato. Sin
embargo, la Luna es una esfera. La Luna es esférica como una pelota. Pero
los ojos lo que te dan es un disco, un plato. Tú, por el estudio, sabes que
la Luna es esférica como una pelota. ¡Los ojos te engañan!
La Luna llena en el horizonte parece más grande que en el cenit. ¿Es que se
ha desinflado? No, si es una bola de piedra. Es un fenómeno óptico. ¡Los
ojos engañan!
Si en invierno me asomo de noche a contemplar el cielo estrellado, detrás
del gigante Orión veo la preciosidad de Sirio, una de las estrellas más
inestables que conocemos. Pues, a lo mejor, lo que estamos viendo ya no
existe. Sirio ha podido haber explotado, como le pasa a algunas estrellas, y
todavía no nos hemos enterado, pues la explosión tardará ocho años en
llegarnos. Está a ocho años de luz. La estamos viendo y es posible que ya no
exista. ¡Los ojos nos engañan!
En 1987 nos llegó la noticia de la explosión de una estrella que se destruyó
hace 170.000 años, y que habíamos observado sin sospechar que ya no existía
Muchas veces lo que ves con los ojos es mentira. Y tienes que ver con el
entendimiento para tener una noción clara de la verdad. Porque los ojos te
pueden engañar. Por eso digo que cuando conoces una cosa con el
entendimiento tiene mucha más fuerza que cuando la conoces sólo con los ojos
de la cara.
***
Nosotros vamos a conocer a Dios por el entendimiento, porque como conozcas
una cosa con el entendimiento, bien aplicado, puedes estar seguro de que no
te equivocas. Os pongo un ejemplo.
Si alguien me demostrara matemáticamente que el hijo es más viejo que su
madre, aunque yo no supiera encontrar el punto donde está el fallo de la
demostración, no por eso me dejaría convencer, pues mi entendimiento me
advierte claramente que se trata de un engaño. Porque yo sé que es imposible
que el hijo sea mayor que su madre. Si yo os digo: «No he contado las
estrellas del cielo, no sé cuántas son; pero me atrevo a afirmar que el
número de las estrellas del cielo es: o par o impar». Claro, si no es par,
es impar. Porque con vuestro entendimiento sabéis que el número que sea, el
que sea, lo mismo da uno que otro; el que sea, es par o impar. Y no hay más.
Vuestro entendimiento comprende que esto es verdad. No tiene vuelta de hoja.
Si yo te digo: «el todo es mayor que su parte», me das la razón. Con el
entendimiento caes en la cuenta de que el todo es siempre mayor que su
parte. El conjunto de todos vosotros es siempre mayor que parte de vosotros.
Leer un libro entero siempre es más que leer sólo parte del libro. Claro que
sí.
Estos conocimientos que adquieres con el entendimiento bien aplicado tienen
mucha más fuerza, más firmeza, más seguridad, que las cosas que vemos con
los ojos. Lo comprendes con tanta claridad y con tanta seguridad que tienes
la certeza de que nunca, nadie, puede convencerte de lo contrario.
Por tanto aunque a Dios no se le ve con los ojos de la cara, no importa.
Lo conocemos con el entendimiento, que tiene más fuerza todavía.
***
Pues vamos a conocer a Dios por el entendimiento. Dice San Pablo en el
capítulo primero de la carta a los Romanos# que «es inexcusable que no
conozcamos a Dios al ver las maravillas de la Naturaleza».
Y
en el Libro de la Sabiduría se dice más. Al principio del capítulo trece,
dice: «el que después de contemplar la Naturaleza no cree en Dios, es un
necio». ¡Un necio! Palabra de Dios. Lo dice la Santa Biblia.
¿Por qué? Porque si tenemos entendimiento, al conocer la Naturaleza, tenemos
que caer en la cuenta de que hay un Dios. ¿Por qué? Porque la Naturaleza me
enseña que tiene que haber alguien que haya hecho la Naturaleza. La
Naturaleza es tan maravillosa, la Naturaleza tiene unas leyes tan
complicadas, la Naturaleza hace unas cosas tan fenomenales que no tenemos
más remedio que pensar en el talento del que ha hecho la Naturaleza.
Leí un artículo de un catedrático de Madrid, el Dr. Menéndez, que decía:
«Quien estudiando la Naturaleza desconoce a Dios, Autor de la Naturaleza, es
lo mismo que el que examina y observa una máquina automática e ignora el
ingeniero que la ha proyectado. Estando yo en la Bazán, me enseñaron un
torno automático de seis cuchillas, que hacían al mismo tiempo cada una, una
cosa distinta. Y el obrero no hacía más que mirar. Y la misma máquina hacía
el trabajo fenomenalmente. La máquina sola. Y ahora digo yo, ¿habrá un necio
que diga: qué talento tiene esta máquina! ¡Qué fenomenal! ¡Fíjate! ¡Qué
máquina tan inteligente! ».
¡No hombre, no! La máquina no tiene inteligencia. La máquina es de hierro.
Y
el hierro no tiene inteligencia. La inteligencia la tiene el ingeniero que
ha proyectado la máquina. Y el obrero que la ha preparado. Después la
máquina funciona. Funciona maravillosamente. Hace piezas muy difíciles. Pero
la máquina no piensa. La máquina hace sólo lo que el ingeniero que la ha
proyectado ha dispuesto que haga. Pero el talento no es de la máquina. Que
la máquina es de hierro. El talento es del ingeniero.
Cuando contemplo el Moisés de Miguel Ángel pienso en el talento del artista
que ha sacado esa escultura de un bloque de piedra.
Pues lo mismo: examinas la Naturaleza, y ves que hace cosas fenomenales:
los panales de las abejas o las flores de un rosal. Pero la Naturaleza no
tiene talento. Es materia. Y el talento es de orden espiritual. El talento
lo tiene el que ha hecho la Naturaleza. Cuando tú estudias la Naturaleza y
ves, por ejemplo, las leyes matemáticas que rigen el cosmos, te quedas
admirado. Esto es impresionante. Por eso decía James Jeans, astrónomo
norteamericano contemporáneo: «El cosmos es obra de un gran matemático». Por
eso dice la Biblia: «Los cielos cantan la gloria de Dios». Porque cuando
estudias el cosmos y caes en la cuenta de la técnica matemática que rige el
movimiento de las estrellas, no tienes más remedio que reconocer la
inteligencia del Autor del cosmos. El movimiento de las estrellas está
formulado matemáticamente por Newton y Kepler. Newton y Kepler son
astrónomos que observan el movimiento de las estrellas y formulan
matemáticamente el movimiento de las estrellas. Pero Newton y Kepler no
hacen esas leyes. Esas leyes regían el movimiento de las estrellas
muchísimos años antes de que nacieran Newton y Kepler . El hombre no hace
las leyes de la Naturaleza, las encuentra en ella. Y entonces tenemos que
pensar en ese matemático que ha puesto las leyes matemáticas en la
Naturaleza. Ése es Dios.
Lo mismo podríamos decir de las leyes químicas. Leí un libro de un
soviético, Oparin, en el que explica químicamente cómo pudo ser el origen de
la vida. No hay dificultad desde el punto de vista católico. Pudo ser así.
No digamos que fue así. Pudo ser. Es una hipótesis. Él opina que una
combinación de metano, amoníaco y vapor de agua, con unas descargas
eléctricas formaron los primeros aminoácidos, los primeros ácidos nucleicos
que son la base de la vida. Bueno, pudo ser así. Este libro se llama: «El
origen de la vida». Está lleno de fórmulas químicas y de leyes químicas. Muy
bien, señor biólogo, Vd. me explica cómo ha comenzado la vida en el mundo.
Bien. Pero, y esas leyes químicas, ¿no suponen una inteligencia? Pues a ese
Ser inteligente que ha hecho las leyes químicas, que han dado origen a los
ácidos nucleicos, aminoácidos, a las proteínas, y a la evolución de la vida,
a esa inteligencia que ha puesto esas leyes fenomenales en la Naturaleza, a
éste le llamo Dios.
Lo mismo la función clorofílica de las plantas. La hoja verde es una fábrica
de oxígeno, un laboratorio de química. Transforma el anhídrido carbónico que
echamos al respirar en oxígeno con la luz del Sol. Gracias a la función
clorofílica de las plantas no se agota el oxígeno de la atmósfera que
gastamos al respirar. Pues la función clorofílica de las plantas se realiza
según unas leyes. Precisamente un grupo de científicos de la Universidad de
Sevilla ha logrado repetir en el laboratorio lo que hacen las plantas, al
descubrir las leyes que emplean. Por el estudio de las leyes químicas que
hay en la Naturaleza, yo descubro a Dios. Veo a Dios detrás de esas leyes.
Lo mismo las leyes biológicas: por ejemplo, la maravilla de la gestación de
una criatura. ¿Me queréis decir si no es maravilloso que de la unión de un
espermatozoide microscópico masculino y de un óvulo microscópico femenino, a
los nueve meses nazca un niño que se parece a su madre o que tiene el genio
de su padre.? Que tiene su mismo modo de ser. ¿Me queréis explicar esto?
Padres de familia que habéis engendrado hijos, y no sabéis cómo se
desarrolla el hijo en el seno de su madre. Decía la madre de los Macabeos,
cuando iban a martirizar a sus hijos: «Hijos míos, sed fieles a Dios, que a
Él le debéis la vida. Que yo os he formado en mis entrañas, y no sé cómo os
he formado; y no sé cómo os he hecho; ha sido Dios quien os ha formado en
mis entrañas».
El médico, el ginecólogo, estudia el desarrollo de un feto y sabe cuándo el
embarazo va bien y cuándo va mal. Hay unas leyes que rigen eso. Pero los
hijos nacían así muchísimos años antes de que los médicos supieran cómo se
desarrollaba el embarazo. Ha habido alguien que ha hecho unas leyes que
rigen el desarrollo de una vida en el seno de su madre.
¿Habéis pensado alguna vez en la maravilla de un huevo de gallina.?
Calentándolo veintiún días a cuarenta y dos grados centígrados sale un
pollito saltando y piando. En la yema y la clara que tienes en el plato
antes de hacerte una tortilla, ¿dónde está el pico, y los ojitos, y las
patitas, y las alitas? Todo eso sale calentándolo. ¡Qué maravilla!
Naturalmente que hay unas leyes que rigen la formación del pollito.
Es decir: en la Naturaleza hay unas leyes matemáticas, químicas, biológicas,
etc. Estas leyes de la Naturaleza me hablan de una inteligencia:
la inteligencia de Dios.
La ley, el orden, la organización, la técnica, es fruto de una inteligencia.
Si un día naufragas en alta mar, y agarrado a un madero lIegas a una isla
desierta, y allí te encuentras una cabaña, aunque tú no veas a nadie, a
ningún hombre, ninguna huella de hombre (ni un zapato, ni un trapo, ni una
lata de sardinas vacía), si te encuentras una cabaña, sabes que es obra de
un hombre. Si tú en esa isla te encuentras unas estacas clavadas en el
suelo, unos palos en forma de techo y una puerta giratoria, aunque no veas a
ningún hombre, tú sabes que esa cabaña es obra de la inteligencia de un
hombre. Tú sabes que esa cabaña no se ha formado al amontonarse los palos
caídos de un árbol. Porque los palos caídos de un árbol no forman una
cabaña, sino un montón de leña. No ves al hombre; pero lo reconoces al ver
la obra del hombre.
***
A
Dios no se le ve con los ojos de la cara; pero lo reconocemos con nuestra
inteligencia. Porque al ver las maravillas de la Naturaleza, caemos en la
cuenta de la inteligencia de ése que ha hecho el Universo, de ése que ha
hecho la Naturaleza; a ése que ha puesto esas leyes en la Naturaleza; y a
ése le llamamos Dios.
Si esto es así, ¿cómo es posible que haya hombres de ciencia ateos?
Mirad: este año he estado hablando por Televisión durante tres meses.
Empecé a primeros de enero de este año, y estuve hablando hasta Semana
Santa. Hablaba todas las semanas, los domingos por la noche, después de la
película. Diez minutitos, por la Segunda Cadena. Cada día tocaba un tema. En
tres meses pude hablar de muchas cosas. Uno de los días hablé del ateísmo
científico. Yo me había preparado unas cuartillas para sujetarme a un texto.
Sobre todo para cronometrar el tiempo, para no divagar, sino concretarme a
unas ideas bien expuestas.
Lo emitían los domingos, pero yo grababa los jueves.
Pues llegó un jueves por la mañana a Madrid en el expreso. El día que yo iba
a hablar sobre el ateísmo científico. Cuando llegó a Madrid (se me ocurrió
en el tren), tomo un taxi y me voy al Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, a hablar con el P.Antonio Romañá, un padre jesuita, antiguo
amigo mío. Al que yo he oído muchas conferencias. Es un hombre de una gran
altura intelectual, un hombre científico de fama internacional. Ha sido más
de treinta años Director del Observatorio de Astrofísica del Ebro, pertenece
a las principales Sociedades Internacionales de Astronomía del mundo, y es
miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas; allí tiene un
despacho donde él trabaja.
Me fui a verle al Consejo, y a leerle mis cuartillas. Le dije:
-Mire, Padre, esta tarde voy a grabar en Prado del Rey un espacio de
Televisión sobre el ateísmo científico, y quisiera leerle el texto para que
Vd. me asesore. A ver qué le parece.
Le leí las cuartillas, y tuve la satisfacción de que a él le gustó todo lo
que yo había escrito; pero me dijo cosas que yo no sabía y que nunca me
hubiera atrevido a decir por Televisión. Pero claro, si me lo dice él, un
hombre científico de fama internacional, de una fenomenal categoría
intelectual, entonces yo, citando al P. Romañá, dije esto por Televisión:
«Hay hombres de ciencia ateos, pero su ateísmo hay que buscarlo por otros
caminos, no por razones científicas; porque no hay ningún argumento
científico que demuestre que no hay Dios. En cambio, hay muchas razones
científicas que apoyan la fe del creyente».
Esto lo he dicho por Televisión, apoyado en la autoridad del P.Romañá:
«Hay hombres de ciencia ateos, pero su ateísmo hay que buscarlo por otros
caminos, no por razones científicas; porque no hay ningún argumento
científico que demuestre que no hay Dios; en cambio hay muchas razones
científicas que apoyan la fe del creyente». Textualmente. Como me lo dijo el
P. Romañá.
No hay argumentos que demuestren que no hay Dios. No los hay.
Entonces, ¿ cómo hay hombres ateos?
Vamos a analizar un poco por qué hay hombres ateos. Hombres que no creen.
¿Cuáles son los caminos que llevan al ateísmo?
Voy a seguir un poco el esquema de un libro de otro padre jesuita, el
P.Pedraz, que lleva muchos años en Puerto Rico. Escribe muy bien. Sobre todo
con una lógica convincente. Tiene un libro tremendamente persuasivo. Ya el
título tiene garra. Lo titula: «¿De veras que el cristianismo no convence?»
Expone cómo el cristianismo es plenamente convincente. En este libro analiza
el P.Pedraz las distintas clases de ateos.
Primero: hay hombres que son ateos por ignorantes. Porque no saben religión.
iAh, pero si éste es una eminencia en Matemáticas! iPero si éste es una
eminencia en Química! iDe acuerdo! Es una eminencia en ese ramo de la
Ciencia; pero de Religión sabe muy poco. Sabrá mucha Química, mucha
Biología, y mucha Medicina, pero si no sabe Religión, ¿cómo le va a
convencer lo que ignora? Si no estudia Religión, no sabe Religión. Y
entonces, ¿por qué no es católico? ¿Por qué vive de espaldas a la Religión ?
iPorque no sabe Religión! Sabe mucha Medicina, pero si no sabe Religión, no
le puede convencer lo que no conoce.
Claro. Muchos hombres de ciencia son ateos porque son ignorantes en el
terreno religioso. No saben Religión.
Segundo: otros, lo que tienen es una formación religiosa infantil. Saben de
Religión lo que estudiaron cuando niños, y no han vuelto a estudiar
Religión. Y ahora que se han hecho mayores y han aumentado su cultura
general, conservan de Religión sólo lo que aprendieron de niños, ¿cómo van a
resolver sus problemas de adulto con soluciones de niño? La Religión que
saben no les sirve. Y entonces resulta que la Religión no les convence,
porque la única Religión que saben es la que aprendieron en la escuela
cuando eran niños. Si no han estudiado más, si no saben más, entonces se han
quedado con formación religiosa infantil. Un adulto necesita otros enfoques,
otra argumentación. Es como el traje de Primera Comunión. Se te ha quedado
pequeño. Cuando hiciste la Primera Comunión estabas muy mono con tu traje de
marinerito. iPero no te lo puedes poner ahora! iPorque lo revientas! iPorque
no te va! Pues lo mismo. La formación religiosa que recibiste de niño, para
niño te iba muy bien. Pero ahora de hombre tienes que saber religión a lo
hombre. No a lo niño. Por eso el que se ha quedado con una formación
religiosa infantil se llena de problemas, de dudas y de dificultades. Si tú
estudias Religión a lo hombre, verás cómo te convences. Porque te puedes
convencer. Pero hace falta que estudies Religión a lo hombre. La Religión
infantil, a tu edad, no te va.
Mirad: para esto he escrito yo este libro que se llama «PARA SALVARTE»,
compendio de Religión Católica, que es una especie de catecismo de adultos.
Yo he escrito este libro, para que los hombres sepan por qué son católicos,
para que se convenzan de la Religión Católica.
Otros te dicen:
-Es que yo, no acepto dogmas, y la Iglesia es dogmática.
Es verdad. La Iglesia te impone dogmas. Tienes que aceptar sus verdades.
Pero tú no eres libre para pensar lo que quieras. Tú tienes obligación de
pensar la verdad. Y si piensas la mentira, estás equivocado. Nadie es libre
para pensar lo que quiera, y en todas partes hay verdades dogmáticas. Hay
verdades indiscutibles, hay verdades obligatorias. Todos los médicos del
mundo tienen obligación de decir que el órgano de la visión es el ojo.
Ningún médico es libre para decir que el órgano de la visión es la nariz.
Todos tienen que decir que vemos con los ojos. Es indiscutible que vemos con
los ojos.
Todos los químicos del mundo, tienen que decir que la fórmula del agua es
H2O. Ningún químico del mundo es libre para decir que la fórmula del agua es
CINa. Ésta es la fórmula de la sal común, no del agua .Y todos los químicos
del mundo están obligados a decir: agua, H2O. Y no son libres para decir lo
contrario.
Todos los matemáticos del mundo están obligados a decir que ¼ es 3,14 16.
Y
ningún matemático del mundo es libre para decir que ¼ es 8,24 52. No,
hombre, no. Porque si ¼ es la relación de la circunferencia al diámetro, que
es una constante, en el sistema decimal es 3,14 15 92; lo que sea. Y todos
los matemáticos aceptan
¼: 3,14 16. Y ninguno es libre para decir lo contrario. En Matemáticas, en
Física, en Química, en Medicina y en Religión. En todos los campos del saber
hay verdades indiscutibles.
-Pero es que la moral católica es represiva. No me deja hacer lo que me
apetece.
La moral católica no es represiva, sino que ayuda al hombre a que se realice
como hombre Y no se deje lIevar del instinto animal. La moral católica no
quita la libertad al hombre, sino que le ayuda a que la use bien. Es como
las vías del tren. Le obligan a ir por un camino. Pero no le impiden
avanzar. Le ayudan a llegar. Le impiden que se despeñe. Le ayudan al bien,
le defienden del mal. Lo mismo la moral católica. Quita libertad para lo
malo, no para lo bueno. Señala el camino para que el hombre se realice y
cumpla su misión en la vida. Le impide que viva como un animal, como una
fiera. Le ayuda a ser persona humana y a convivir con sus semejantes.
Dios quiere el bien del hombre. Si todos los hombres cumplieran los
mandamientos, la vida sería un pedazo de cielo. Nadie haría daño a nadie, y
todos nos portaríamos con los demás como nos gustaría que los demás se
porten con nosotros.
Cuando Cristo dice que el Reino de los Cielos es una perla preciosa que
merece dejarlo todo por conseguirla, no nos engaña.
Otros no creen porque tienen dificultades. Tienen dudas. Tienen oscuridades.
Tienen problemas. Tienen incógnitas. Bien. Todos podemos tener dudas Y
dificultades. Consiste en estudiarlas. En aclararlas. Pregunta a un
sacerdote que te las aclare. Pero el que uno tenga dificultades, no
significa que la Religión no sea verdad. Significa que nuestro entendimiento
es limitado. Lo mismo que podemos tener dudas en Electrónica, Medicina o
Astronomía. Un físico tiene oscuridades sobre algunos puntos de la Física,
como los agujeros negros del cosmos: pero no por eso reniega de la Física.
Un médico tiene problemas insolubles en Medicina, como el cáncer; pero no
por eso reniega de la Medicina. Un hombre puede tener dudas de fe y ser
creyente. Lo que es una tontería es que un señor, porque tiene dudas de fe,
porque tiene oscuridades, viva de espaldas a Dios. iEso es una barbaridad!
Porque la Religión es verdad aunque tú tengas dudas. Tú puedes conocer la
realidad de un hecho, aunque tengas oscuridades sobre su fenomenología. Tú
sabes que la televisión es un hecho, pero puedes no entender cómo unos palos
en el techo de tu casa recogen las transmisiones que se hacen desde Madrid.
Dice el P.Pedraz, en ese libro que os decía, muy convincente: «EI ateo podrá
tener sus dudas, problemas, oscuridades, incógnitas, pero nunca un ateo
puede estar tan seguro de que no hay Dios, como nosotros podemos estar
seguros de que lo hay». Así es. El ateo será ateo porque tiene dudas,
problemas, oscuridades; pero convencido de que no hay Dios, no puede
estarlo. No tiene argumentos. En cambio, nosotros podemos estar convencidos
de que hay Dios. Después lo veremos.
***
Hay otro tipo de hombres que no aceptan la Religión porque tiene misterios.
En la Religión hay cosas que superan la razón. Las aceptamos porque las dice
Dios, pero no las entendemos. Por ejemplo la Eucaristía.
¿Quién entiende la Eucaristía? Nosotros sabemos que Cristo está en la
Eucaristía porque Él nos lo ha dicho. No porque lo entendamos. O porque se
vea a Cristo mirando en el microscopio una hostia consagrada. A Cristo no se
le ve en la Eucaristía. Pero sabemos que Cristo tomó un pedazo de pan y
dijo: «Esto es mi cuerpo». Y como yo sé que Cristo es Dios y lo puede hacer,
yo me fío de Él. Pero yo no lo entiendo. ¿Cómo voy a entender que en esa
Sagrada Forma esté metido Dios? Lo creo, pero no lo entiendo: es un
misterio.
Y
ése que no cree en la Biblia, después se traga cosas mucho más gordas,
Porque hay montones de cosas en la vida que no entiende, y se las traga. Y
no las entiende. A ver ese hombre, si no sabe electrónica, cómo se explica
que le da a un botón de la «tele», y sale un señor leyendo noticias en
Madrid, o un partido de fútbol en Valencia. ¿Eh? iA ver cómo se lo explica!
¿Cómo vienen por el aire esas imágenes? Con unos palos en el techo de tu
casa y un cable a tu aparato, Y estás viendo un partido. A ver,
iexplícamelo! ¿Lo entiendes? Y sin embargo, aceptas el hecho de la
televisión.
Y
no sabes cómo la radio capta ondas que están aquí mismo. Aquí hay ondas.
Ondas hertzianas. El oído no las capta, pero coges un aparato, un transistor
y capta las ondas. Tú no sabes cómo, y lo aceptas. Porque estás viendo que
un aparato pequeño capta ondas de radio que el oído no capta.
Y
si tú sabes electrónica, pues no sabes medicina. Y a ti te duele aquí y vas
al médico, y te dice: ataque de apéndice. Y vas al quirófano y te rajan, Y
tú, ¿qué sabes si es ataque de apéndice o es cólico nefrítico? Te fías del
médico que sabe si es apéndice o es cólico nefrítico. Pero tú no lo sabes. Y
a ti te duele. Y tú, que eres al que le duele, no sabes si es apéndice o
cólico nefrítico. Y te fías del médico. iTe tienes que fiar! Y el médico se
fía del piloto. Va en un avión. Y el médico sabe Medicina, pero se asoma a
la cabina del avión, y empieza a ver relojes: un vacuómetro, un tacómetro,
un manómetro, un altímetro, etc. El piloto que los entiende, vigila la
compresión del motor, las revoluciones por minuto, la altura, la presión del
aceite, etc. Pero tú con tantos relojes te haces un lío. Y el médico se fía
del piloto. Y el piloto se fía del médico, y el médico y el piloto se fían
de la cocinera, porque no todos sabemos distinguir las setas venenosas de
las comestibles. Si vas a tener que analizar cada alimento que te ponen para
saber que no está envenenado, no puedes comer. Te fías de la cocinera. Nos
tenemos que fiar unos de otros. Y resulta que este hombre que se fía del
médico, del piloto y de la cocinera, y se fía de tanta gente, después no se
fía de Dios. iHombre! Ya te podías fiar de Dios, ¿no? Te tienes que fiar de
los demás, porque si no te fías del prójimo, no puedes dar un paso en la
vida. ¿Y te fías de todo el mundo menos de Dios? iPues vaya una lógica!
***
Pero es más. Es que el hombre que no cree en Dios, se tiene que tragar cosas
mucho más gordas que los que creemos en Dios. Los que creemos en Dios
tenemos explicación para muchas cosas que sin Dios no tienen explicación:
los que no creen en Dios no pueden explicármelas. Por eso recurren a la
salida cómoda del «no sé» propia del agnosticismo. Como no quieren creer en
Dios rechazan la razón que hay para creer y prefieren quedarse en la cómoda
ignorancia del «no sé». Pero esta postura del agnóstico supone muchas más
«tragaderas». Y esto nos lo va a decir nada menos que un soviético.
Supongo, si es que habéis leído un poco el periódico, habréis seguido el
caso de este premio Nobel soviético que se llama Alejandro Solzchenitsyn.
Pues este soviético, Premio Nobel 1970, es creyente. Muchos se creen que en
Rusia todos son comunistas. No hombre, no. En Rusia mandan los comunistas,
pero no todo el mundo es comunista. En Rusia hay mucha gente que cree en
Dios. Los comunistas son ateos; pero hay montones de personas que creen en
Dios, Y uno de ellos es éste: Alejandro Solzchenitsyn, que ha escrito una
oración muy bonita. Dice esto: «Señor, qué fácil me es creer en Ti, porque
si prescindo de Ti, el mundo está lleno de incógnitas».
El católico tiene misterios: la Eucaristía, la Trinidad, la Redención, la
Virginidad de María..., etc. Pero el no católico tiene muchos más misterios.
Porque si quitamos a Dios, la vida tiene muchas cosas que no se explican.
Con Dios se explican muchas cosas que sin Dios, no hay quien las explique.
Después aclararé esto. Por eso dice Solzchenitsyn: «Señor, qué fácil me es
creer en Ti; porque si prescindo de Ti, la vida está llena de obscuridades,
llena de incógnitas, llena de cosas inexplicables». Otro premio Nobel de
Medicina, Alexis Carrel, tiene esta frase: «No soy tan crédulo, como para
ser incrédulo». Porque el incrédulo, el que no cree en Dios, se tiene que
tragar muchas más cosas que el creyente, que el que cree en Dios. Porque los
creyentes aceptamos algún misterio porque nos lo dice Dios y nos fiamos de
Él, pero el no creyente tiene que aceptar montones de cosas que sin Dios no
tienen explicación. Por lo tanto, decimos, nosotros somos creyentes; porque
realmente es muy razonable creer en Dios.
***
Otro tipo de ateo es el que se aparta de Dios por razones afectivas. A
algunos no les conviene creer en Dios. Porque la Religión exige mucho. Les
estorba Ia Religión. Porque viven mucho más cómodos sin creer en Dios.
iCIaro! Si crees en Dios, te obliga una moral, te obliga una honradez, te
obliga una rectitud. Por no querer adaptar tu vida a la fe, tiras la fe por
la borda, Dices:
-Yo no creo en Dios, y así vivo a mis anchas: hago lo que me da la gana, lo
que me apetece, lo que me conviene. Como no creo en Dios, yo tranquilo.
No señor. Ni hablar.
El que tú digas que porque no crees en Dios a vivir tranquilo, eso no
resuelve nada. Porque si hay Dios, el que tú lo niegues no lo destruye, Dios
sigue lo mismo. Y si tú dices que no crees en Dios, ya te enterarás
muchacho, porque te vas a morir. Y en cuanto te mueras, te enteras.
Por lo tanto, es una idiotez decir: «Yo, como no creo en Dios, a vivir ».
No muchacho. No, que eso no resuelve nada.
Dice la Biblia en el capítulo segundo del Libro de la Sabiduría: «Los que
quieren gozar en este mundo como si no hubiera otra vida, se equivocan; pues
Dios ha hecho al hombre para la inmortalidad». Dios sigue igual. Lo aceptes
o no lo aceptes. Dios no desaparece porque un señor diga: «Yo, como no creo
en Dios, yo tranquilo». No hijo. Dios no desaparece.
¿Os cuento un cuento?
Va de cuento:
lban un día de paseo dos peces por el mar. Y un pez le dice al otro:
-Oye, ¿ves esa lombriz? Pues fíjate, está colgada de un hilo. Pues en la
punta del hilo hay una caña, Y esta caña está en manos de un hombre, Y ese
hombre está esperando que uno de nosotros se tire por la lombriz, para
engancharle, y a la sartén.
Y
el otro que se las daba de muy enterado, que no creía nada de eso le
dice:
-Bueno, pues no estás tú antiguo. ¿Y tú crees en el cuento de la sartén?
iPero si eso es un cuento de viejas! iSi eso lo contaba mi abuela! Yo, un
pez moderno, en el siglo de la técnica, ¿me voy a creer cuentos de viejas?
¿Quién ha vuelto de la sartén para contarlo? Hombre, no seas antiguo. iVas a
creer en cuentos de viejas! ¿No quieres la lombriz? iTú te la pierdes! iMía
es!.
Y
este pez «listillo», que no creía cuentos de viejas, que se reía de todo
eso, se tiró por la lombriz, Y lo engancharon y, ia la sartén! iClaro!
Porque el cuento de la sartén no es mentira porque él diga que es mentira.
Existe la sartén Y los hombres que comemos pescado frito. Aunque el otro que
se las daba de enterado decía: «Si eso lo contaba mi abuela; eso es un
cuento antiguo; como el cuento del infierno». Es que las verdades son muy
antiguas. Hace mucho tiempo que dos y dos son cuatro, y no por eso dejan de
ser cuatro. Lo que es verdad, lo fue ayer, lo es hoy y lo será mañana. Y el
infierno que fue verdad para los abuelos, será verdad también para los
nietos. Porque la verdad es la misma. Las verdades dogmáticas no pasan con
el tiempo. Son verdad siempre. Y el que no crea se va a enterar. Porque se
va a morir. Y en cuanto se muera se entera. Cuestión de cien años. Cien años
pasan pronto, Dentro de cien años nos hemos enterrado todos. Aquí no quedará
nadie de nosotros. Ni uno. Los que creemos, nos encontraremos con lo que
creemos. Y los que no crean se encontrarán que se equivocaron. Pero todos
nos vamos a enterar. Porque la muerte nos lo aclarará todo. Por eso es una
tontería decir: «Yo, como no creo, a vivir». No chico, estudia y cree.
Porque como no creas te vas a llevar un chasco.
***
Hay otro tipo de hombres que no creen porque han tenido la desgracia de
recibir el impacto del mal ejemplo de un mal católico. Esto ocurre. Dicen:
«si ése es católico, y hace esto y hace lo otro; pues yo no quiero ser como
ése».
O
de un mal sacerdote. Quiera Dios que nunca en la vida tengáis la desgracia
de tropezar con un mal sacerdote, porque los hay. Si entre los doce
Apóstoles hubo un Judas, entre los cuatrocientos mil que somos hoy...
Los hay. Haciendo un daño horrible. Quiera Dios que nunca tropecéis con uno,
porque os quitan la fe. Y la fe es lo que más vale en el mundo. Más que los
millones. Y un mal sacerdote acaba con tu fe. Ojalá que todos los sacerdotes
fuéramos «otros Cristos». Que tenemos obligación de serlo. Dentro de la
fragilidad humana; pero tenemos obligación de esforzarnos por parecernos a
Cristo. Y el que en lugar de ser otro Cristo en la Tierra, lo que hace es
machacar la fe del pueblo con su mal ejemplo y con las cosas que dice, eso
es de una enorme responsabilidad. Por eso digo, que cuando un hombre ha
tenido la desgracia de recibir el impacto de un mal sacerdote,
instintivamente se pone de espaldas a todo lo que ese sacerdote significa.
Pero eso tampoco soluciona nada. Porque si ése es un mal sacerdote, se irá
al infierno como todo mal cristiano. Pero el que ese sacerdote se vaya al
infierno, tampoco te justifica a ti. Porque si tú eres un mal católico,
también te irás al infierno. lréis los dos juntos. Señores, yo estoy
convencido de que hay sacerdotes en el infierno. Porque el que pisotea su
sacerdocio, y se ríe de su sacerdocio, y desprestigia su sacerdocio, y en
lugar de sembrar el bien en las almas y lIevarlas a Dios, como es su
obligación, lo que hace es sembrar el escándalo, la confusión y quitar la fe
de las almas, dará cuenta a Dios. iMenuda responsabilidad! No hay duda de
que tiene que haber sacerdotes en el infierno. Pero el hecho de que haya
malos sacerdotes, no es razón para alejarse de la Iglesia. Si tú te
tropiezas con un mal médico, te buscas otro médico que sea bueno; pero no te
apartas de la Medicina. Si llevas tu coche a un taller y te lo arreglan mal,
te buscas otro taller, pero no te quedas con el coche estropeado. Pues lo
mismo debes hacer con los sacerdotes: si das con uno que no te gusta, te
buscas otro mejor, que los hay.
***
Supuesto esto, resumo ya todo lo dicho.
Hay hombres de ciencia que son ateos; pero su ateísmo hay que buscarlo por
otros caminos, no por razones científicas: no hay ningún argumento
científico que demuestre que no hay Dios. En cambio, hay muchas razones
científicas que apoyan la fe del creyente.
Mira, si hubiera razones científicas que impidieran creer en Dios, no habría
hombres de ciencia creyentes Cuando nos encontramos grandes hombres de
ciencia que son creyentes es porque la ciencia no es obstáculo para creer.
Voy a poneros ejemplos.
Y
no voy a referirme a sabios del siglo pasado como Volta o Ampère (que dieron
sus nombres a las medidas eléctricas voltio y amperio), que eran creyentes.
Me voy a referir a sabios de nuestros días que son creyentes.
Von Braun, el cerebro de los vuelos espaciales americanos, estuvo en España
hace unos meses. Por marzo estuvo Von Braun en España. Pues Von Braun, este
cerebro que es de los hombres más inteligentes del mundo, es creyente. Y
reza todos los días. Yo he leído un artículo suyo en el ABC de Madrid donde
él lo dice.
Otro gran talento, Heisenberg. Premio Nobel de Física. Uno de los talentos
más grandes que hay hoy en el mundo. Ha descubierto la fórmula unitaria de
los tres campos energéticos: gravitatorio, electromagnético y nuclear. Es
una fórmula que Einstein estuvo buscando toda su vida y no dio con ella.
Pues Heisenberg la ha descubierto. Y tuvo una conferencia en Leipzig, que,
según dijo la prensa, sólo media docena de hombres en el mundo fue capaz de
entenderlo. Pues este hombre, de los que saben más Física en el mundo hoy, a
quien sólo es capaz de entenderle media docena de hombres en el mundo, este
hombre, el año 1969 estuvo en Madrid. Tuvo una rueda de prensa. Yo lo he
tomado de la Agencia Cifra. Dijo que él cree en Dios. Que él sabe que Dios
es el Autor del cosmos.
Otros, que también he puesto en mi libro «PARA SALVARTE»: Max Planck, premio
Nobel de Física, autor de la teoría cuántica, un genio. También él cree en
Dios. Paul Dirac, premio Nobel de Física, Profesor de Cambridge, en un
discurso en un Congreso Internacional de Premios Nobel -él Premio Nobel a
hombres Premio Nobel- en Lindau (Alemania) les dice cómo él cree en Dios,
Autor del Universo. Premios Nobel contemporáneos. Grandes talentos de hoy
que creen en Dios.
Mirad, el mismo P.Romañá, del que antes os hablé, me dio esta otra frase que
también he repetido por Televisión: «Hoy en Astrofísica nadie excluye la
idea de creación». Los grandes astrofísicos contemporáneos aceptan a Dios
Creador. La frase es del P. Romañá. Los hombres de ciencia que estudian el
comienzo del cosmos comprenden que hace falta un Creador. Si no, no tiene
explicación el comienzo del cosmos.
***
Pues demos gracias a Dios, que sin merecerlo, hemos nacido en un país
católico, y en una familia católica, y hemos recibido una educación en la
fe. Nosotros desde pequeños hemos creído en estas verdades, en las que creen
los grandes talentos que hoy tiene la Humanidad. Quizás ellos lIegaran a
esta conclusión después de muchas horas de estudio y reflexión. Nosotros nos
lo hemos encontrado. Demos gracias a Dios. No somos ateos. Somos creyentes.
Muchas gracias por vuestra atención.