15.
CÓMO CAMBIAR EL MUNDO. El poder de la Oración:
Padre Jorge Loring sj
(Conferencia pronunciada en La Casa de la Cristiandad de Puebla. Méjico)
¿Cómo cambiar el mundo?
A esta pregunta se puede responder de distintas maneras. Depende del que
responda. Alguno diría que al mundo se le cambia con metralletas y campos de
concentración.
Pero los cristianos tenemos otros métodos. Como dijo Pío XII, si queremos un
mundo mejor, hagamos mejores a los hombres. No es posible tener un mundo
mejor con hombres malvados. Mientras que el hombre sea egoísta, avaricioso,
ambicioso, lujurioso, vicioso, el mundo tiene que ir mal. Necesariamente
tiene que ir mal. Si queremos un mundo mejor, tenemos que hacer mejores a
los corazones de los hombres,
No son las estructuras lo más importante para que el mundo sea mejor. Son
los hombres que están en esas estructuras,
Pero es muy fácil que nos dejemos llevar de la tentación de señalar con el
dedo los defectos de los demás. Ya dijo Jesucristo: «No mires la paja en el
ojo ajeno; fíjate en la viga que tienes en tu propio ojo».
Pues más que atender a los defectos de los demás, vamos a pensar en nuestros
propios defectos. Si cada uno de nosotros se propusiera ser mejor, no hay
duda que el mundo sería mejor. Algo del mundo mejoraría si nosotros
mejoramos.
Vamos a preocuparnos de ser nosotros mejores y así el mundo será un poco
mejor.
***
Pero un cristiano no puede contentarse con preocuparse de sí mismo. Un
cristiano tiene que preocuparse también de los demás. Nosotros tenemos que
preocuparnos de hacer mejores también a los demás. Y esto se logra de dos
maneras: una, por medio del apostolado, y otra por medio de la oración.
El apostolado es necesario. El apostolado seglar es hoy fundamental en el
mundo. Y hoy aquí en Puebla tenéis un ejemplo.
Yo estoy aquí gracias a un grupo de amigos que me han traído. Yo vine a
Puebla desde Méjico D.F, hace una semana, a dar conferencias en la
Universidad lberoamericana y en la UPAED. Y un amigo que me oyó en la
Universidad UPAED me dijo que esto había que repetirlo. Bueno, pues aquí
estoy de nuevo en Puebla para hablar sobre este tema. Y esta noche de la
Sábana Santa en este mismo centro.
Los seglares pueden hacer mucho, muchísimo, ayudando al sacerdote. Dándole
campo de trabajo, como esta misma mañana que he estado hablando por la radio
en la emisora H.R. ¿Por qué? Porque estos amigos me han proporcionado la
ocasión. Ellos se mueven. Ellos buscan el modo. Y esta mañana he estado
predicando por los micrófonos de la H.R. Digo predicando porque el sacerdote
lo que tiene que hacer es hablar de Dios. Y yo he hablado de Dios. Me lo han
permitido las circunstancias. Según el tema y las preguntas que me hacían.
Con la ayuda de los seglares que me lo han organizado he estado una semana
en Querétaro, otra en Cuernavaca y ayer mismo hablé en Méjico D.F. Pero he
de decir en honor de estos amigos, que en Querétaro he batido un récord:
porque en una semana he dado quince conferencias. Algún día, cuatro. Se debe
a los amigos que me las organizaron. Yo no conocía a nadie en Querétaro. Si
no me las organizan, esto no hubiera sido posible.
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Los seglares pueden hacer mucho, Primero, ayudando al sacerdote y
proporcionándole campo de trabajo. Y segundo, supliéndole en montones de
cosas. Cualquier seglar puede suplir al sacerdote en montones de cosas.
Menos en decir misa y confesar, en todo lo demás puede suplir un seglar.
Decir misa no, hay que estar ordenado de sacerdote. Y para confesar también.
Pero en muchísimas cosas pueden los seglares suplir al sacerdote. y de esta
manera hacer una gran labor.
Los seglares pueden hacer mucho también en su apostolado personal: un buen
consejo a un amigo, ayudar a otro, etc.
***
Y además con la oración. En el mundo materialista que vivimos parece que la
oración no tiene lugar. Pero, ¿no es una utopía eso de que con la oración va
a ser mejor el mundo? iQuién se preocupa hoy de la oración y de ser santo!
¿Es que le interesa a alguien ser santo? A la gente le gusta tener dinero,
salud, belleza, poder. iPero virtud y santidad! ¿A quién le interesa?
Pues eso es lo único que cambia el mundo. La virtud, la santidad. Si
tuviéramos un mundo de hombres santos, el mundo sería una gloria. Lo malo es
que estamos rodeados en el mundo de gente ambiciosa, materialista, egoísta,
lujuriosa, tirana y opresora. Así no vamos a ningún lado. ¿Cómo nos quejamos
de que el mundo esté como está, si no nos preocupamos de hacer buenos a los
hombres? Lo que tenemos que hacer es un mundo de hombres santos. Esto no es
una utopía. Han existido muchos santos.
¿Y yo por qué no?
Soy jesuita y es lógico que cite a mi padre San Ignacio, fundador de la
Compañía de Jesús. Decía San Ignacio: «San Francisco lo hizo; y yo, ¿por qué
no? Yo lo tengo que hacer. Santo Domingo lo hizo; y yo, ¿por qué no? Yo lo
tengo que hacer». Con la ayuda de Dios, se entiende.
Para ser santo no nace falta ser un genio como Santo Tomás, o San Agustín.
El más humilde de los hombres puede llegar a los altares. San Martín de
Porres, con la escoba. San Alonso Rodríguez, de portero.
¿Por qué vamos nosotros a decir: «eso no es para mí»?
No es para ti si no cuentas con Dios. Tú acude a Dios, que Dios te ayuda.
Y lo que otro pudo hacer, tú también.
Por lo tanto, no creamos que la santidad es cosa para un bicho raro que le
da por ahí. No, no. La santidad es para todos. Cada cual según su situación.
Ayer mismo, en Méjico D.F., comía yo con Mons. Salazar, que está encargado
de llevar a los altares a Juan Diego. Juan Diego, un indio que no tenía gran
cultura.No creo que supiera mucho de ascética y de mística. Pero era un
hombre de enorme fe en la Virgen de Guadalupe, a quien había visto
personalmente; y enormemente entregado a la virtud cristiana. Y va camino de
los altares. Es posible que dentro de un año lo veamos en los altares, según
me dijo Mons. Salazar.
Montones de santos seglares. De chaqueta y corbata, y con manos encallecidas
de obrero. Para ser santo no hay que ser religioso. Hay muchos santos
seglares. Ser santo cada día, cada hora y cada minuto, es difícil.
Pero no es imposible, con la ayuda de Dios. Por tanto, tenemos que pensar en
el valor de la virtud y de la oración, y tenemos que entregarnos a la virtud
y a la oración.
Pero no todo el mundo puede dedicar largas horas a la oración. No todo el
mundo puede dedicar largas horas a la oración formal. Pero hay un modo de
orar muy fácil, que convierte en oración toda la jornada: la oración de
ofrecimiento. «EI ofrecimiento de obras». Yo cada día ofrezco a Dios mis
trabajos, mis penas, mis sufrimientos, y mis alegrías también. Yo ofrezco a
Dios mi día, y convierto mi día en oración. Quizás no pueda yo dedicarme a
hacer cuatro horas de oración. Tengo otros trabajos. Pero puedo convertir mi
trabajo en oración, por medio del ofrecimiento de obras, sabiendo que el
trabajo en gracia de Dios es lo que más vale en el mundo. Esto es la esencia
del Apostolado de la Oración.
***
Además, las cosas que se ofrecen a Dios, se hacen bien. No podemos ofrecer a
Dios chapucerías. Y por supuesto hacerlas con pureza de intención. No cabe
hacerlas por egoísmo, vanagloria, adulación, etc. Esto sería indigno del
Apostolado de la Oración.
***
El Apostolado de la Oración es una asociación internacional.
Primero. - Tiene más de cien años de vida. No hay muchas asociaciones que
puedan decir que tienen más de cien años de vida.
Segundo. - Tiene treinta millones de socios en el mundo.
Tercero. - En estos cien años todos los Papas han escrito algún documento, y
hasta alguna encíclica,apoyando el Apostolado de la Oración y la devoción al
Sagrado Corazón, que es de donde brota el espíritu de ofrecimiento de la
propia vida, característico del Apostolado de la Oración. Dicen los Papas:
León XIII en «Annum Sacrum»: «Es la espiritualidad más segura y provechosa».
Pío XI en «Miserentissimus Redemptor»: «Es el resumen de la Religión y la
norma más perfecta de vida cristiana».
Pío XIl en «Haurietis aquas»: «Es el mejor modo de practicar el
cristianismo».
Pablo VI en «lnvestigabiles divitias»: «Es la auténtica espiritualidad que
exige nuestro tiempo».
Concilio Vaticano lI: «Es el modo más eficaz para lograr una renovación
espiritual».
Juan Pablo ll en Valencia: «La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es el
mejor medio de llegar a la santidad».
Tenemos documentos de todos los Papas, desde que se fundó el Apostolado de
la Oración, exhortando a los fieles a que se inscriban.
***
Voy a hacer una brevísima historia. Esto comenzó por un padre jesuita, el P.
Gautrelet, francés, que era el Padre Espiritual de una casa de estudios,
donde los jesuitas que no son sacerdotes estudian Filosofía y Teología. Y el
P. Gautrelet, que era el Padre Espiritual, viendo las ansias apostólicas de
aquellos jóvenes jesuitas que estaban deseando entregarse al trabajo
apostólico, pero que lo que tenían que hacer era estudiar Filosofía y
dejarse de otras cosas -porque si por hacer otras actividades no estudiaban
Filosofía o no estudian Teología, serían malos misioneros el día de mañana-
aunque ellos tuvieran ahora unas ansias enormes de empezar a actuar y
volcarse en favor de las misiones. Entonces el P. Gautrelet tuvo una idea
feliz y les dijo:
-Vosotros podéis misionar más con vuestra oración que con vuestra
predicación. Sí señor. Vosotros, estudiantes jesuitas, con vuestra oración,
podéis misionar ayudando a los misioneros.
Esto cayó muy bien entre aquellos jóvenes jesuitas. Y entonces se fundó una
congregación, un grupo de jóvenes jesuitas, con afanes misioneros, que se
unieron para ayudar a los misioneros con sus oraciones.
Fue en 1844, cuando el P. Gautrelet tuvo su plática espiritual a los jóvenes
estudiantes jesuitas en Vals, en Francia. Era el día de San Francisco
Javier, 3 de diciembre de 1844.
En aquellos jóvenes jesuitas ardía el celo apostólico de San Francisco
Javier.
Más tarde, en 1860, uno de los jóvenes que estaba allí, el P.Ramière, dio
forma a una asociación que la titula Apostolado de la Oración. Al P. Ramière
se le ocurre hacer una asociación, no sólo de jesuitas, sino de seglares, de
hombres y de mujeres, de todas las personas que quieran ayudar a las
misiones con su oración.
Así empezó, de forma estructurada, el Apostolado de la Oración que se
vinculó muy pronto a la devoción al Sagrado Corazón.
***
El Apostolado de la Oración empieza con la idea de ayudar a las misiones,
pero años después los franceses se encontraron con que Francia se había
convertido también en un país de misión. Hoy son campo de misión la familia,
el trabajo, las diversiones, la prensa, los espectáculos, las relaciones
entre las naciones, la enseñanza, etc... Estarán mal en Africa, estarán mal
en Oceanía o en la India, pero es que en Francia estamos peor, decían los
franceses.
Y ahora tenemos que decir los españoles: «España, país de misión».
Hace años los españoles veníamos a América a misionar . Hoy tenemos en
España, mejicanos, argentinos, sudamericanos, que vienen a España a reforzar
el clero. Yo acabo de hablar en Salamanca a cien jóvenes de una orden
religiosa mejicana iSon mejicanos! Nosotros trajimos a Méjico la fe, hace
años; ahora vienen los mejicanos a ayudarnos a los españoles. Y lo mismo que
digo de estos mejicanos, sabemos que hay argentinos, y de otras naciones
sudamericanas, que están viniendo a España a ayudar al clero español.
«España país de misión».
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El Apostolado de la Oración ya no se limita sólo a pedir por las necesidades
de las misiones. Ahora tenemos que pedir también por las necesidades
nuestras, del mundo, de Europa, de España, de nuestra diócesis.
En las reuniones que tenemos anualmente los directores diocesanos del
Apostolado de la Oración de España, se nos ha insistido mucho que junto a
las intenciones del Papa, pongamos siempre la intención del Obispo. Porque
tenemos obligación de atender también a nuestra diócesis, a nuestra
parroquia, a nuestro grupo.
El Apostolado de la Oración publica las intenciones del Papa, por la Iglesia
universal, por las misiones y por la necesidades del mundo entero.
Nosotros con nuestra oración de ofrecimiento estamos colaborando a ellas lo
mismo en países de misión que en países en los que la Iglesia está
establecida, pero que tiene grandes dificultades.
***
Tengo una frase en mi libro «PARA SALVARTE» de mucho impacto, pero yo estoy
convencido que es así. Si nosotros estamos en gracia de Dios, todo lo que
hacemos tiene un valor inconmensurable. La acción más sencilla que pueda
hacer una persona será barrer. No sé si habrá otra cosa más sencilla. Pues
fíjense Vds., el barrer una escalera, un pasillo o una habitación en gracia
de Dios, vale sobrenaturalmente más que una conferencia de la mayor altura
científica, que sólo la pueden entender media docena de personas en el
mundo, de un científico que no está en gracia de Dios. Ése es el enorme
valor de nuestra acción, en gracia de Dios.
Esto es teológico. Esto es así. ¿Cuál es la razón? Que esta conferencia de
gran altura científica, dada por un premio Nobel, es una obra humana, se
queda en el plano humano. Y fregar un vaso o barrer una habitación o cargar
un saco en gracia de Dios, es un acto de valor sobrenatural. Al estar yo en
gracia de Dios, al conectarme yo al Cuerpo Místico de Cristo, al colaborar
yo a la obra redentora de Cristo, esa obra tan trivial, tan elemental, tan
sencilla, tan vulgar, se eleva a categoría sobrenatural.
***
Expuesto lo que valen mis acciones en gracia de Dios, está claro el sentido
del Apostolado de la Oración. Si mis trabajos, hechos en gracia de Dios, los
ofrezco a Dios, yo estoy ayudando con mi trabajo sencillo, vulgar, trivial,
más que el gran médico que opera, que el gran misionero que predica, que el
gran economista que resuelve problemas. Nosotros ayudamos más a nuestra
Patria, ofreciendo nuestro trabajo, hecho en gracia de Dios, que un político
que no está en gracia de Dios. Ayudo más a la salud de un enfermo,
ofreciendo mi trabajo hecho en gracia de Dios, que el mejor cirujano, que no
está en gracia de Dios. Porque con mi oración ayudo al cirujano a que le
salgan bien las cosas en el quirófano, y al político para que acierte en
buscar el bien de la Patria. Si estas otras obras no se hacen en gracia de
Dios, no superan las limitaciones humanas. Si se hacen en gracia de Dios,
estamos iguales. Pero si el trabajo del político o del economista o del
cirujano, no se hace en gracia de Dios, yo ayudo más con mis oraciones que
el cirujano, el economista o el político.
Esto es así. Entonces, ¿dónde está el gran secreto del Apostolado de la
Oración? Que no desperdiciamos el tesoro que tenemos en las manos. ¡El
capitalazo espiritual que se desperdicia en el mundo! Hay que ver lo que se
sufre en el mundo. Todo el mundo sufre. Enfermedades, angustias económicas,
disgustos morales. ¡Lo que se sufre en el mundo! Y cuantísimas personas no
aprovechan ese dolor, ese sufrimiento y esa pena. Se pierde. El sufrir es un
tesoro, si se hace en gracia de Dios. Si se ofrece a Dios, es un tesoro.
Por ejemplo: un obrero de la Siderúrgica de Nueva Montaña, en Santander,
quedó gravemente herido, con las dos piernas amputadas, por una explosión en
el trabajo. Estando en el Hospital de Valdecilla comentaba:
-«Yo sufro con mucha ilusión porque soy del Apostolado de la Oración, y sé
que no se desperdicia ninguno de mis sufrimientos. Pero me da pena ver
sufrir a mis compañeros que quizás sufren más que yo, y no les va a servir
de nada, pues se pasan el día protestando».
Desperdiciar sufrimiento es una pena porque no sólo no va a servirles a
ellos, sino que tampoco a la Iglesia (a los demás). Es un dolor que se
pierde. EI Apostolado de la Oración es para que nada se pierda. Hay riquezas
que se desperdician porque las desperdiciamos nosotros: una luz encendida
inútilmente; no cerrar un grifo del agua, etc. El Apostolado de la Oración
es para que no se pierda nada de lo que el hombre hace porque todo vale para
salvar al mundo.
El ofrecer el sufrimiento a Dios nos ayuda a sufrir con ilusión. Sufrir por
Dios dulcifica el sufrimiento. Decía Santa Teresa: «Es un sufrir gozando, y
un gozar penando». Es consolador saber que «el sufrimiento pasa, pero el
premio de haber sufrido por amor de Dios, durará eternamente».
***
Junto a Cristo, crucifican dos ladrones. Vamos a suponer que los dos
ladrones crucificados con Cristo, sufren lo mismo que Cristo. Sufrieron
menos, pero en fin, vamos a suponer que sufrieron lo mismo. El sufrimiento
de los dos ladrones no sirvió para nada. El de Cristo, redimió al mundo.
¿Por qué? Porque se hizo por amor. La obra de Cristo fue redentora. Fue una
obra sobrenatural. Entonces, si yo elevo al plano sobrenatural mis
sufrimientos, mis penas, mis trabajos, mis angustias, estoy redimiendo el
mundo. Pero si me quedo en un plano totalmente humano, filantrópico,
materialista; eso de poco sirve. Es dolor que se desperdicia, es trabajo que
se desperdicia, es sufrimiento que se desperdicia, si no me uno al Cuerpo
Místico de Cristo para darle un contenido sobrenatural. El gran tesoro que
tenemos nosotros con la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo es que nuestro
sufrimiento, nuestro trabajo, por pequeño que sea, nuestra oración, todo
unido al Cuerpo Místico de Cristo, está revitalizando el Cuerpo Místico de
Cristo. Estoy infiltrando savia sana. Estoy dándole vida al Cuerpo Místico
de Cristo. Estoy colaborando con Cristo en la redención del mundo. Es
doctrina de San Pablo en la carta a los colosenses, capítulo primero,
versículo veinticuatro.
Por el contrario, el que está en pecado mortal es una célula cancerosa. La
persona que está en pecado mortal es una célula cancerosa en el Cuerpo
Místico de Cristo. Está pudriendo el Cuerpo Místico de Cristo, porque está
en pecado mortal. En cambio el que está en gracia de Dios, es una célula
viva que está vitalizando el Cuerpo Místico de Cristo, está enriqueciendo la
vida del Cuerpo Místico de Cristo. Estar en gracia de Dios, y ofrecerle a
Dios nuestro trabajo, nuestras penas, nuestras alegrías, nuestros
sufrimientos y todas nuestras obras, es de un valor extraordinario, y que
mucha gente por desconocimiento, no lo aprovecha. Es una pena tremenda. Y
Dios quiere que colaboremos.
***
En los planes de Dios está nuestra colaboración. ¿Por qué? Pues no sabemos.
Dios lo ha hecho así. No era necesario, pero Dios ha hecho así el mundo.
Miren Vds.: ¿Qué necesidad tenía Dios de la Virgen Santísima para venir al
mundo? Ninguna. Dios pudo haber aparecido en el mundo ya mayor; y haber
muerto en cruz, si quería. Necesidad absoluta de la Virgen, ninguna.
¿No fue un milagro que la Virgen concibiera sin obra de varón? Pues lo mismo
que Dios hizo el milagro de que María concibiera sin obra de varón, Dios
pudo hacer el milagro de que Cristo apareciera en el mundo de mayor.
Dios no necesitaba a la Virgen para venir al mundo. Dios quiso que María
Santísima fuera el instrumento de la redención del mundo. Dios quiso la
colaboración de María Santísima para redimir al mundo. Y así todo.
Por ejemplo, cuando en Caná falta vino, ¿qué necesidad tenía Dios de que
lIenaran las tinajas de agua? Podía haber hecho el milagro sin agua previa.
Las tinajas vacías, y de repente llenas de vino. A Dios el mismo trabajo le
cuesta transformar el agua en vino, que llenar de vino las tinajas vacías.
Pero Dios quiere que las lIenen de agua. Después viene Él, y hace el
milagro.
Lo mismo, cuando Dios da de comer a cinco mil personas en el desierto,
multiplicando los panes, ¿qué necesidad tenía Dios de cinco panes y dos
peces.? Lo mismo de difícil es multiplicar cinco panes y dos peces, que dar
de comer a cinco mil personas sin los previos panes y peces. Lo mismo. Pero
Dios quiere que el hombre ponga de su parte. Que el hombre ponga un
poquitín. Lo que tenemos. ¿Qué tenemos cinco panes? Pues traed acá. Y
multiplica los panes y los peces. Dios quiere nuestra colaboración.
Hay una frase por ahí, que yo la predico siempre que viene a propósito. La
frase es preciosa. Y sobre todo muy exacta. Dice: « Dios pone casi todo, tú
pones casi nada; pero Dios quiere tu casi nada, para poner Él su casi todo».
Todo depende de Dios. Nuestra salud, depende de Dios. La muerte depende de
Dios. El éxito depende de Dios. Todo depende de Dios. Dios pone casi todo.
Nosotros ponemos casi nada. Pero Dios quiere que pongamos nuestro «casi
nada», para poner Él su «casi todo». Y si nosotros no ponemos el «casi
nada», Dios no pone el «casi todo». Porque quiere nuestra colaboración. Lo
mismo en la multiplicación de los panes, en las bodas de Caná, y en la
Redención de la Humanidad. Dios quiere nuestra colaboración. Y si nosotros
ponemos nuestro poquitín, Dios se vuelca. Después sale todo bien. Pero
porque nosotros hemos puesto nuestra colaboración.
***
Entonces, ¿cuál es nuestra colaboración en esta fenomenal Obra del
Apostolado de la Oración? ¿Cuál es nuestra colaboración, en esta cooperación
a la redención del mundo, a la cristianización del mundo con el Apostolado
de la Oración? Un poquito: el ofrecimiento de obras. Ofrecer nuestras obras.
Lo que hacemos. No tenemos que hacer nada extraordinario. El trabajo de cada
día. Lo que hacemos. Lo más sencillo. Lo más elemental. Pero hacerlo en
gracia de Dios, y ofrecérselo a Dios. Yo ofrezco a Dios lo que tengo. No
tenemos que ofrecer grandes heroísmos, ni obras fenomenales. No, no. Lo que
tengo: mi trabajo diario. Lo que tengo que hacer cada día; pero hacerlo
bien, en gracia de Dios, y ofrecérselo a Dios para la salvación del mundo.
Esto es el Apostolado de la Oración. Sacarle partido a nuestra vida
cotidiana. A las alegrías, penas, dolores, sufrimientos, enfermedades,
disgustos de cada día. Sacarle partido, ofreciéndoselo a Dios, por la
salvación del mundo.
Se trata de una actitud que hay que prolongar durante todo el día. Actitud
de entrega confiada y alegre a la voluntad de Dios -no meramente resignación
pasiva-. El Ofrecimiento de Obras es un momento fuerte de esta actitud. El
Ofrecimiento de obras es un elemento esencial del Apostolado de la Oración,
pues como dijo Pío XII: «Convierte toda la vida en oración dirigida a Dios,
y en un sacrificio de sí mismo por causa del apostolado».
***
Voy a decir sobre el Ofrecimiento de Obras un par de cosas.
El ideal es aprenderse la oración del Ofrecimiento del Apostolado de la
Oración de memoria, que es muy sencilla, y decirla todas las mañanas. Lo
primerito. Levantarnos, y lo primero nuestro Ofrecimiento de Obras. Que esto
no es tan difícil. Es un minuto.
-Es que se me olvida. Es que no me acuerdo...
Bueno, todo es acostumbrarse, y hacerlo, todos los días, al levantarse. Un
minuto. Pero otro momento muy bueno para hacerlo es en la Santa Misa, en el
Ofertorio. Aunque uno lo haya hecho ya por la mañana, en el Ofertorio,
repetirlo. Ofrecimiento de la vida entera.
Lo mejor es rezar la oración todos los días. Pero al menos tener intención
habitual. Me voy a explicar:
Es posible que a mí se me olvide hacer el Ofrecimiento de Obras por la
mañana. Es posible que a mí se me olvide hacerlo, aunque sea mentalmente, en
la Santa Misa. Pero yo puedo tener la intención habitual, porque le he dicho
a Dios:
«Dios mío, yo quiero todos los días ofrecerte todas mis cosas: obras,
trabajos, sufrimientos, penas, alegrías, todo. Yo hago mi intención habitual
de renovar este ofrecimiento a cada latido de mi corazón».
Hago mi intención habitual, y mientras yo no rectifique, vale. Si yo un día
le he dicho «Señor, te ofrezco mi vida, mis trabajos, mis sufrimientos, mis
penas, mis alegrías. Todo te lo ofrezco para la salvación del mundo entero.
Por España, por la Iglesia,y por el mundo entero. Te lo ofrezco cada día, y
a cada momento. A cada latido de mi corazón, te renuevo el ofrecimiento».
Así estoy renovando mi ofrecimiento. Después me acordaré o no me acordaré.
Si me acuerdo mejor. Pero si no me acuerdo, yo ya he buscado un momento, en
una comunión, en un rato de oración, donde he ofrecido toda mi vida al
Señor. Y queda hecho. Mientras yo no lo rectifique, eso vale.
***
Pero además de esta oración del trabajo, del Ofrecimiento de Obras, está la
oración formal. Tenemos que hacer también oración. Tenemos también que
dedicar algún tiempo a Dios cada día. iPero si perdemos a veces horas y
horas delante de la televisión para nada bueno! A veces, para mucho malo.
Pero aunque no sea malo. Un partido de fútbol, un entretenimiento, un
programa de circo, no tendrán nada de malo; pero pierdo el tiempo
miserablemente. La de horas que perdemos delante de la televisión, o en una
esquina charlando con unos amigos, o en un bar; y a veces no tenemos para
Dios ni cinco minutos al día.
***
Yo suelo sugerir esto:
¿Por qué no nos hacemos el propósito de cada día hacer una visita al
Santísimo Sacramento en una iglesia? Una visita al día. ¿Y no tengo tiempo
para cinco, diez o quince minutos para Dios, que se ha quedado en el
Santísimo Sacramento nada más que por amor a mí? Y yo paso de largo por
delante de una la iglesia, y ni me acuerdo que Él está ahí dentro
esperándome. iHabrá que ver delante de cuántas iglesias paso cada día, y no
entro ni en una! No digo yo que vayas a entrar en cada iglesia por donde
pasas. Eso sería excesivo. Pero ya podía yo entrar, una vez al día, en una
iglesia, y hacer compañía a Jesús Sacramentado cinco minutos, diez minutos,
un cuarto de hora, o media hora: lo que yo pueda. Hacerle compañía. Entrar a
decirle algo. Hablar con Él, que está ahí por amor a mí. Que se ha quedado
en la Eucaristía porque me ama a mí. Y yo paso de largo, como si nada.
Yo pongo un ejemplo:
En una ocasión estaba yo destinado en Montilla, y mi madre la tengo en
Córdoba, que gracias a Dios vive. Tiene noventa años. Está viejecita, pero
todavía va a misa todos los días con su bastoncito. Con sus noventa años.
Pues de Montilla a Córdoba se tarda una hora. Yo iba en moto. Desde Montilla
iba muchas veces a Córdoba, a comprar algo o a cualquier asunto. Yo no tenía
cara para pasar por delante de la puerta donde vive mi madre, y no entrar a
saludarla. Lo digo sinceramente. Cada vez que iba a Córdoba, iba donde vive
mi madre. Le daba un beso: «No puedo entretenerme, adiós». Pero por lo menos
le daba un beso. ¿Pero cómo paso yo por delante de la puerta de mi madre y
no entro? No tengo valor para hacer eso. Me parecería una ingratitud. ¿Que
puedo estar diez minutos? ¿Que puedo estar media hora? ¿Que puedo estar un
minuto? Lo que pueda. Pero por lo menos subo y le doy un beso. Le digo que
tengo prisa y adiós. Hasta otro día. Pero yo no paso de largo por la puerta
de mi madre sin entrar a darle un beso.
Y paso por delante de una iglesia, que no es mi madre, es Cristo el que está
allí, por amor a mí, y que me está esperando, iy yo paso de largo y ni me
acuerdo de Él! ¿Tengo cara para eso? Repito: no voy a entrar en cada una de
las iglesias, porque hay muchas. Pero una vez al día, que entre cinco
minutos a hacerle compañía al Señor. Cinco minutos o una hora, lo que yo
pueda. Pero no pasar de largo sin acordarme de que ahí está Dios.
Por tanto, qué bonito sería que cada cristiano se hiciera el propósito hacer
cada día una visita al Señor. Estar un ratito con Él. Solamente un ratito,
Cuéntale tus cosas. Tus problemas. Tus alegrías. Tus penas. Y si no, como
decía aquél: «Aquí está Juan. Aquí está Juan». ¿Y por qué está aquí Juan?
Porque lo quiere. Aquí está Juan, que ha entrado a saludarte. Y se ha
sentado en un banco. Y «aquí está Juan». No hay más que decir: «aquí está
Juan». Es una presencia amorosa.
iQué raro que no tengas algo que decirle al Señor! Algo que pedirle. Algo
que agradecerle. Manifestarle que le quieres. O pedir por otro. Preocuparte
de las necesidades de otros. Del Papa. De la Iglesia. Del mundo entero.De tu
Patria. De tu pueblo. De tu familia. De tus hijos. De tus padres. De los
enfermos. De los pobres. iPues no hay necesidades en el mundo por las que
deberíamos pedir a Dios continuamente!
En esta visita al Señor podías hacer también el Ofrecimiento de Obras.
***
Y una intención muy particular, que hoy es urgente en España. Como dije
antes, por un proceso amplio y profundo de descristianización, en los
últimos decenios, España se ha convertido en «País de Misión». ¿Queréis un
dato? Sólo el 27% de los bautizados españoles, que son la casi totalidad del
país, cumple los preceptos graves mínimos de la Iglesia: la misa en las
fiestas de precepto y la confesión y comunión por lo menos anual.
Esto es un drama. Hay que pedir por los «alejados». Que los tenéis en casa,
entre vuestros familiares y amigos.
Ha surgido hace poco una iniciativa que se llama «Operación Retorno».
¿Objetivo? Pedir y trabajar para que los alejados vuelvan a la casa del
Padre. Ahí tenéis una importante intención para vuestra oración. Pedir por
«vuestros alejados».
***
Y lo de antes. Yo pidiendo a Dios hago más que los políticos, que los
médicos, que los misioneros. Porque yo hago que Dios ayude a los políticos,
a los médicos y a los sacerdotes a que hagan bien lo que tienen que hacer.
Con mi oración, hago más que con mi acción. Porque mi acción será eficaz si
Dios ayuda; pero si Dios no ayuda, mi acción sirve de muy poco. De poco
sirve mi acción humana si no está Dios detrás ayudando. Yo con mi oración
hago que Dios ayude al político, para que busque el bien de la Patria, y no
su interés personal. Al médico, para que logre curar al enfermo y no se
muera por una equivocación. Y al sacerdote, para que logre salvar almas y
sea eficaz su apostolado.
Por tanto, fe en la oración. Que yo cambio al mundo con la oración. Esto hay
que saberlo: yo cambio al mundo con la oración. Pidiendo a Dios que dé
eficacia a todos los hombres que trabajan por el bien de la humanidad.
***
Ahora bien, dice el refrán: «A Dios rogando y con el mazo dando». Está bien
pedir. Pero no basta pedir. Hay que actuar. Hay que actuar también. Y el
Concilio Vaticano Il anima a los cristianos a su compromiso temporal para
cambiar el mundo. El cristiano debe colaborar en la vertebración del mundo.
El cristiano debe actuar en la política y en acción social con su
testimonio, con su influjo. Debe actuar. No sólo pedir, y luego cruzarse de
brazos, y quedarse en casa.
Me da una alegría enorme ver la cantidad de jóvenes que hay aquí presentes.
Los jóvenes tienen que empezar ya. Porque la actuación os forma.
Hay que formarse actuando. No esperar para cuando seas mayor. Hay que actuar
ya. Lo que puedas, naturalmente. A tu edad no puedes ser director de Banco,
ni director de empresa, pero puedes empezar ya formándote actuando. Que
estáis en la edad de las grandes decisiones de la vida. Por tanto, animaos
jóvenes a prepararos para actuar ya. Con vuestro testimonio y con vuestro
influjo.
Y voy a terminar con esta frase de San Ignacio, tan sabia como todo lo suyo,
donde dice: «Tenemos que trabajar poniendo todo de nuestra parte, como si
Dios no existiera, actuar y buscar todos los medios a nuestro alcance, como
si Dios no existiera; pero después dejar todo el éxito a Dios, como si
nosotros no hubiéramos hecho nada ».
Esta es la actitud del cristiano. No como el comodón que se queda en casa
con los brazos cruzados. No, no. Meter el hombro. Ayuda todo lo que puedas;
pero después no pretendas el triunfo ni el éxito. Una vez que yo he puesto
lo que está de mi parte, que Dios haga lo que Él crea que tiene que hacer.
Dejar el éxito en manos de Dios, para que Él haga lo que convenga en cada
caso.
Por eso animo a todos. Mejicanos: a luchar por el Reino de Cristo, y por un
Méjico católico, al amparo de la Virgen de Guadalupe, que mira a Méjico con
tal predilección, que lo ampara con su manto, como le dijo a Juan Diego.
Y que ha mirado a Méjico con más predilección que a otras naciones. No en
vano dijo el Papa Benedicto XIV. «No lo ha hecho así con otras naciones», a
propósito de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.
La Virgen mira con predilección a Méjico. Porque espera mucho de Méjico.
Lo mismo que el Papa Juan Pablo ll os dijo cuando estuvo aquí. Ese piropo
tan bonito que os lanzó: «Méjico siempre fiel». Menudo piropo. Ya podéis
estar anchos los mejicanos. iQué mejor cosa os podía decir! «Méjico siempre
fiel».Pues pidamos a la Virgen de Guadalupe que nos ayude a todos a hacer un
Méjico auténticamente católico para que irradie su fe al mundo entero.
Nada más. Muchas gracias.