16. CÓMO AYUDAR A LOS MORIBUNDAS Y A LOS DlFUNTOS: Padre Jorge Loring sj
Quiero informarles a Vds. de un par
de cosas que yo descubrí en mis primeros años de jesuita, y que a lo largo
de la vida me han llenado de consuelo apostólico. Por eso las conservo hasta
hoy. Las practico hasta hoy.
Y pienso seguir practicándolas.
Es el modo de ayudar a los moribundos, y el modo de ayudar a los difuntos:
las dos partes que va a tener esta conferencia.
Creo que la mejor obra de caridad que podemos hacer es ayudar a una persona
a bien morir, y ayudar a un alma que está en el purgatorio, que no puede
hacer nada por ella misma, pero que desde aquí le podemos ayudar muchísimo.
Pues vamos a ver si digo algo de esto.
***
Primero: Ayudar a los moribundos.
Miren Vds., evidentemente que los colegios son una gran obra. Y por eso la
Iglesia defiende la enseñanza religiosa frente a todos esos que quieren
barrer de España la enseñanza religiosa. Ella mantiene los colegios por
encima de todo, porque es una obra fundamental en la educación católica.
Esto es clarísimo.
También es clarísimo que muchas personas que han pasado por un colegio de
religiosos, mantienen a lo largo de su vida esa formación que recibieron en
el colegio de religiosos. Mantienen una fe. Mantienen un hogar cristiano,
porque desde pequeños los educaron así. Por lo tanto, no hay duda la gran
labor que realizan los colegios religiosos. Ahora bien, hay mucha gente que
pasó por colegios religiosos y después se les olvida todo, lo tiran todo por
la borda y orientan su vida por caminos totalmente distintos de todo lo que
aprendieron en el colegio de religiosos.
Esto es así. Y todos conocemos nombres de personas famosas que han seguido
este segundo camino.
***
¿Qué quiero decir?
Que los colegios son una gran cosa, y la Iglesia quiere que haya colegios y
haya educación religiosa.
Pero, hay un riesgo siempre. Estos niños, estos jóvenes, a quienes les
dedicamos tanto tiempo, tanto esfuerzo, tanto sacrificio, tanto interés, ¿se
van a mantener toda la vida en este camino? Quizás, si. Algunos, quizás no.
Pero, lo que yo hago con un moribundo, eso no se estropea ya. Si yo logro
que un moribundo se arrepienta de sus pecados, pida perdón a Dios, muera en
gracia y se salve, eso no se estropea ya. El interés que yo pongo por ayudar
a un moribundo es la obra de caridad más eficaz y más apostólica de todas
las que puedo hacer. Porque todas las demás personas a quienes yo procuro
ayudar apostólicamente, quizás conserven todo lo que trabajo con ellas; pero
no sé. No sé qué rumbo van a tomar a lo largo de su vida
Ahora, lo que haga yo con un moribundo, ése es trabajo seguro. Si yo logro
ayudar a un moribundo a que muera en gracia, es solución definitiva. Eso ya
no se estropea.
Por eso es tan eficaz apostólicamente ayudar a bien morir a las personas.
Es el mayor favor que yo puedo hacer a una persona. Lo va a disfrutar toda
la eternidad. Esto puedo hacerlo de palabra con un familiar, o con un amigo
a quien visito en su lecho de muerte. Pero también puedo ayudar a los
moribundos de todo el mundo.
¿Cómo les ayudo a bien morir? Rezando por ellos. Pidiendo por ellos.
Sencillo. Si la oración es eficaz, si la oración es infalible en algo, es
cuando pido por un moribundo.
Cristo en el Evangelio nos habla muchísimo de «Pedid y recibiréis», «Buscad
y hallaréis»: de la fuerza de la oración. Cristo habla en el Evangelio
incluso con frases hiperbólicas: «Pídele a esa higuera que se traslade al
mar, y la higuera se trasladará al mar». La fuerza de la oración es
impresionante.
Sólo hace falta una condición para que la oración sea eficaz: que yo pida lo
que conviene; porque si yo pido lo que no conviene, Dios, naturalmente, no
me hace caso.
Como la madre de familia, que cuando el niño se echa a llorar porque quiere
el cuchillo de cocina, la madre no le da el cuchillo de cocina, porque se va
a cortar. Le da un sonajero, le da un juguete; pero no le da el cuchillo de
cocina.
Si nosotros pedimos a Dios lo que no conviene, Dios no nos lo da. Nos dará
otra cosa, pero no lo que pedimos. ¿Me conviene o no me conviene? Yo no sé,
Dios sabrá.
Yo pido que me toque la lotería: ¡a ver si me toca el gordo! A cuántas
personas, a lo mejor, no les conviene que les toque el gordo! Puede ser su
ruina espiritual.
Yo pido la salud. En orden a la vida eterna, que es lo importante, a lo
mejor gano más cielo con la enfermedad.
Ahora, lo que sí sé, es que si yo pido la conversión de un moribundo, eso
conviene seguro. La condición indispensable es que yo pida una cosa buena.
Esta condición se cumple si yo pido la conversión de un moribundo. Eficacia
segura, infalibilidad segura.
No hay más que una dificultad: que el otro quiera. Si el otro no quiere, no
hay nada que hacer. Porque Dios no salva a nadie contra su voluntad. Dios no
mete a la gente a empujones en el cielo. Hace falta que el otro quiera.
Porque si el otro rechaza la gracia, nada.
Pero es evidente que si yo pido para un moribundo un aumento de gracia, ese
moribundo recibe el aumento de gracia. Eso es infalible. Ahora, ese
moribundo, ¿aceptará el aumento de gracia, o no lo aceptará? No sé. Quizás
el otro rechace el aumento de gracia. Entonces no sirve.
Pero como yo pido por todos los que van a morir hoy en el mundo, no todos
van a rechazar la gracia recibida.
Mañana pediré por los de mañana. Y pasado por los de pasado. Pero hoy, voy a
pedir por todos los que van a morir hoy. Yo pido un aumento de gracia para
todos los que van a morir hoy. Y Dios, seguro que les da ese aumento de
gracia, porque pido una cosa buena.
Por lo tanto, gracias a mi oración, todos los que van a morir hoy, van a
recibir un aumento de gracia. ¿Algunos la rechazarán? Pues quizás, sí. Pero,
¿y el que la aproveche? Alguno se aprovechará. ¿Cuántos? No sé. ¿Uno? ¿Cien?
¿Mil?.
Alguno se aprovechará. Algunos de esos hombres iban a rechazar una gracia,
que era suficiente, pero no era eficaz; no les bastaba. Pero al recibir esa
nueva gracia que yo les consigo, piden perdón, se arrepientan, y se salvan.
Y se han salvado gracias a mí. Gracias a la oración que yo he hecho por
ellos Porque han correspondido a una gracia que no tenían.
Dios les había dado la gracia suficiente. Pero este aumento de gracia que yo
he pedido para ellos, y que Dios no me la niega, hace que la gracia
suficiente haya resultado eficaz.
Si yo logro con mi oración de todos los días, un aumento de gracia, y algún
moribundo cada día gracias a ese aumento de gracia pide perdón, se
arrepiente y se salva, fijaos, ¡la cantidad de gente que se puede haber
salvado gracias a mi oración!
***
Y, ¿qué oración hago para que se salven? ¿Cuándo hago esa oración?
Yo la hago en la santa Misa. En el punto central de la Misa. En el momento
de la consagración. En la elevación, cuando estoy elevando la Sagrada Forma,
y cuando estoy elevando la sangre de Cristo en el cáliz, yo digo esto:
«Señor mío y Dios mío: que tu santa redención consiga mi salvación eterna y
la de todos los que van a morir hoy. Amén».
«Señor mío y Dios mío» que es un acto de fe evangélico. Lo dijo Santo Tomás.
Además es una devoción muy española y muy popular. Siempre nos han enseñado
de pequeños que en la elevación digamos mirando a la Sagrada Forma y mirando
al cáliz: «Señor mío y Dios mío».
Después de este acto de fe tan bonito, tan español y tan evangélico «Señor
mío y Dios mío», añado: «que tu santa redención» que se está repitiendo en
la misa. El sacrificio de la misa es la repetición de la muerte de Cristo en
la cruz.
Sigo: «...que tu santa redención consiga mi salvación eterna». Todos podemos
tener un mal cuarto de hora. ¡Dios nos tenga de su mano! Hay que ser
humildes y reconocer nuestra fragilidad. Tendría poca gracia que ayudemos a
otros a morir, y nos condenemos nosotros: «triste cosa será, pero posible».
Termino: «...que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de
todos los que van a morir hoy Amén».
Esto lo digo todos los días en la Santa Misa, mientras tengo la Sagrada
Forma en mis manos, y mientras tengo el cáliz.
Dice San Alfonso María de Ligorio que quien pide su salvación, se salva.
Por mi salvación y por la de los demás. Hoy por los de hoy, mañana por los
de mañana y pasado por los de pasado.
Evidente, que mi oración conseguirá que alguno, que iba a morir en pecado,
porque la gracia que tenía no le bastaba, con el aumento de gracia que yo le
consigo pida perdón y se salve.
Qué fenomenal obra de caridad con ese moribundo que se iba a condenar y
gracias a mí se ha salvado.
Y cuando él en el cielo sepa que se salvó gracias a mí, porque he pedido por
él, y le he conseguido un aumento de gracia, ¡fijaos el ejército de amigos
que tendremos en el cielo pidiendo a Dios e interesándose por nuestras
cosas!
Por eso digo, qué eficaz obra de caridad, qué fenomenal obra de apostolado,
pedir cada día por todos los que van a morir hoy. No hay duda que alguno se
aprovechará de ese aumento de gracia que le hemos conseguido con nuestra
oración.
***
Segundo:ayudar a los difuntos.
Para ayudar a los difuntos la Iglesia tiene el tesoro de las indulgencias.
Es un tesoro espiritual que tiene la Iglesia.
A mí me da pena cuando veo católicos que menosprecian las indulgencias.
Prescinden de las indulgencias. Como si no existieran. Es despreciar un
capitalazo espiritual.
Yo digo una cosa: si la Iglesia legisla sobre las indulgencias, es porque
son una realidad. La Iglesia no nos va a engañar. Cuando la Iglesia dispone,
reforma y aplica las indulgencias, es porque esto es una realidad.
No vamos a pensar que la Iglesia nos está engañando, y nos habla de una cosa
que es pura imaginación. Y la Iglesia legisla sobre las indulgencias.
Acaba de hacer una reforma de las indulgencias.En esta reforma de las
indulgencias que ha hecho la Iglesia, ha quitado aquello que decíamos antes:
«Trescientos días de indulgencia», «Siete años de indulgencia». Aquello lo
ha quitado porque se prestaba a confusiones. La gente se creía que esos
trescientos días eran trescientos días de purgatorio. Realmente no era eso.
Era otra cosa más complicada. Prescindo. No digo lo que había antes, que lo
han reformado, sino lo que hay ahora.
***
Hoy la Iglesia ha dejado dos tipos de indulgencia: indulgencia parcial,
indulgencia plenaria. Y nada más.
¿Qué es indulgencia parcial?
Lo voy a explicar de modo que me entendáis, no con las palabras teológicas y
técnicas.
Indulgencia parcial significa que la Iglesia me duplica mi mérito. Lo
multiplica por dos. Si yo doy un beso a una medalla, ese beso vale según mi
fervor. Si yo doy un beso muy frío, vale mucho menos que si doy un beso
fervoroso. Entonces el valor de mi beso a la medalla, a la estampa, al
crucifijo, a la Virgen, el valor de mi beso en orden a la vida eterna,
depende de mi fervor. Si este objeto está indulgenciado con indulgencia
parcial, se merece el doble. El fervor que yo pongo, se multiplica por dos.
Ésa es la indulgencia parcial.
¿Y qué es indulgencia plenaria?
lndulgencia plenaria es que suprime el purgatorio. Si la gana un moribundo
no pasa por el purgatorio. Si la aplicamos a uno que está en el purgatorio,
sale del purgatorio.
Primero, hay que decirlo, porque no todo el mundo lo sabe, el purgatorio es
dogma de fe. La existencia del purgatorio es dogma de fe. La gente se cree
que el purgatorio es lo mismo que el limbo. ¡No señor! El limbo no es dogma
de fe y el purgatorio, sí. Está definido en los Concilios de Lyón y de
Florencia.
San Pablo habla de que podemos ayudar a los difuntos. Pues si podemos ayudar
a los difuntos, es a los del purgatorio. Los que están en el cielo, no
necesitan ayuda. Y a los que están en el infierno, no les sirve de nada.
Por lo tanto, si podemos ayudar a los difuntos, es a los que están en el
purgatorio.
El purgatorio es dogma de fe.
El alma que está en el purgatorio, sufre mucho; pero no le sirve a sí misma.
No puede merecer para sí. El tiempo de mérito es la Tierra. En la vida
terrena podemos merecer, para bien o para mal. Pero una vez que se acaba la
vida, con la muerte, ya no se merece más. En el purgatorio, no se puede
merecer. Pero nosotros podemos merecer para ellos. Les podemos aplicar una
indulgencia plenaria.
¿Qué significa que yo gane para ellos una indulgencia plenaria? Que la saco
del purgatorio.
Voy a explicar esto un poco más, en plan popular. Me gusta siempre buscar
ejemplos que se entiendan.
¿Qué es eso de la indulgencia plenaria? Con la indulgencia plenaria se te
quitan las cicatrices que dejaron en tu alma los pecados cometidos. Tú
cometes un pecado mortal, y es una herida mortal. Esa herida mata tu alma.
Si no te arrepientes, te condenas.
Si te confiesas del pecado mortal, y se te cura la herida, ya no te
condenas. Te han cerrado la herida, te han curado la herida; pero te han
dejado una cicatriz. Los pecados perdonados dejan cicatrices, y de esas
cicatrices te purificas en el purgatorio, antes de entrar en el cielo;
porque en el cielo no puedes entrar con el rostro lleno de cicatrices. En el
cielo hay que entrar presentable.
Os voy a contar una anécdota.
Conozco yo a una señora, muy elegante. Tuvo un accidente de coche y se hizo
una tremenda cicatriz en la cara, que la afeaba enormemente. Y yo no sé qué
tratamiento de belleza, qué masaje eléctrico, yo no sé cómo se las arregló,
que hoy no tiene cicatriz. Yo, porque lo sé, veo la cicatriz. Pero sólo le
queda una leve línea. Se ha sometido a un tratamiento de belleza, y le han
quitado la cicatriz. Y ahora ha recuperado la belleza que tenía antes.
Eso es el purgatorio: un tratamiento de belleza para el alma. Ese alma que
está llena de cicatrices por todos los pecados mortales perdonados, pero que
han dejado cicatrices. En el purgatorio, se purifican las cicatrices, se
limpian las cicatrices, desaparecen las cicatrices. Y ya puedes entrar en el
cielo presentable, que es cómo hay que entrar en el cielo.
***
Pues esta indulgencia plenaria, yo la puedo ganar o para mí, o para otro.
¿La puedo ganar para mí? Sí señor. Pero hay un problema. Para que yo gane
una indulgencia plenaria para mí, tengo que tener total aborrecimiento de
todo desorden. Porque si yo tengo un afecto desordenado, ya estoy mereciendo
el purgatorio. Quizás, no infierno; pero por lo menos purgatorio. Porque
tengo un afecto desordenado. Si yo tengo un afecto desordenado, no gano la
indulgencia plenaria para mí.
Pero si yo aplico a otro una indulgencia plenaria, no importa que yo tenga
un afecto desordenado. Si yo tengo un afecto desordenado, ya lo pagaré en el
purgatorio. Pero, ¿qué culpa tiene el otro? Yo puedo ganar una indulgencia
plenaria y aplicársela a otro. Es mucho más fácil ganar la indulgencia
plenaria para otro, que para uno mismo. Para uno mismo es mucho más difícil.
Pero para otro, facilísimo. Basta con hacer la obra indulgenciada y poner
las condiciones.
En la reforma de indulgencias han quitado las indulgencias plenarias
diarias, que había muchas, y han dejado cuatro. Nada más que cuatro. Que
son: rezar el rosario en común o delante del Sagrario; media hora de oración
delante del Santísimo; media hora de lectura de Biblia; y hacer el
Vía-Crucis. Cualquiera de estas cuatro cosas tiene indulgencia plenaria cada
día.
Una de las reformas es que sólo se puede ganar una indulgencia plenaria al
día. Antes había las «Toties quoties» como la Porciúncula: que podías ganar
un montón de indulgencias plenarias en un día. Ahora no. La Iglesia ha
decidido dejar una sola plenaria al día.
El Vía-Crucis, que es lo que yo hago todos los días, es rapidísimo de hacer.
Yo no sé si tardo cinco minutos. No tardo más. En el Vía-Crucis no hay que
pararse en las catorce estaciones. Ni rezar una cosa en cada estación. Basta
recorrer las estaciones pensando en la Pasión. Y en una capilla pequeña,
como la que tenemos los jesuitas en nuestras casas, la capilla la recorro en
cinco minutos. En cinco minutos recorro, meditando en la Pasión, las
estaciones del Vía-Crucis. Muy sencillo. Y gano la indulgencia plenaria.
Hacer la obra indulgenciada y después, ¿qué condiciones? Pues hay que
confesar los ocho días antes o los ocho días después. Si confieso cada
quince días, vale. Una comunión por cada indulgencia plenaria. Si comulgo
todos los días, vale. Hay que rezar algo por el Papa. Un padrenuestro por
las intenciones del Papa, que lo rezamos siempre, después del rosario o
después del Vía-Crucis.
Fijaos que las condiciones no pueden ser más sencillas. Si yo todos los días
hago un acto que tenga indulgencia plenaria, yo puedo sacar un alma del
purgatorio cada día. Fijaos si esto no es fenomenal. Basta que me preocupe
de rezar el rosario delante del Santísimo o en común; media hora de oración
delante del Santísimo, que lo hacen montones de personas; leer la Biblia
durante media hora o el Vía-Crucis. Con que te preocupes un poquitín, puedes
sacar del purgatorio un alma al día.
Fijaos si esto no es una obra de caridad impresionante. Y después lo que
significa tener en el cielo ese ejército de amigos que saben que tú los
sacaste del purgatorio. Fíjate cómo estarán pidiendo a Dios por tus
necesidades.
Esto que digo, de preocuparse de las almas del purgatorio, me parece
interesantísimo, por lo que tiene de caridad. Podemos aplicarla a un ser
querido; pero también podemos dejarla en manos de Dios y de la Virgen para
que las apliquen a las almas más necesitadas del purgatorio.
***
Hay una cosa que se llama « El voto de ánimas» que lo llaman «acto heroico
de caridad». Yo, sinceramente, pienso que de heroicidad nada.
¿En qué consiste el voto de ánimas? No es voto, se llama así, pero no obliga
bajo pecado. Y puede uno rectificarlo cuando quiera. Pero se llama «voto de
ánimas». ¿Qué significa el voto de ánimas? Significa que yo renuncio a todos
los méritos renunciables, porque hay méritos que son irrenunciables. En mis
buenas obras, yo tengo méritos que son intransferibles. Pero hay otros
méritos que yo puedo renunciar. Pues yo renuncio a todos los méritos que yo
pueda renunciar, y los pongo en manos del Señor y de la Virgen, para que
ellos los distribuyan entre las almas del purgatorio más necesitadas. Que
ellos distribuyan como quieran los méritos míos.
Se llama «acto heroico de caridad», por lo que yo renuncio en favor de las
almas del purgatorio.
Pero yo digo: esto de heroico nada.
Porque si dice Cristo: «Los misericordiosos alcanzarán misericordia», y si
por hacer yo este acto de misericordia, después voy a tener la misericordia
de Dios para conmigo, ¿qué más quiero? Soy yo el que salgo ganando, haciendo
un acto de misericordia. Porque Dios después tendrá misericordia conmigo.
Si yo renuncio a ese tesoro espiritual mío, que he ganado con mis buenas
obras, si con esa pequeña renuncia de mis pobres obras, logro ayudar a
tantas almas que suban a la gloria, y después se interesan por mí, decidme
si no es fenomenal tener en el cielo ese ejército de amigos míos, que saben
que yo les ayudé a entrar en la gloria.
Lo que se van a preocupar por mí.
Por eso decía el Padre Eduardo Fernández Regatillo, S.I., que era un teólogo
de gran notoriedad: «Muchas personas de gran categoría espiritual y
teológica, han hecho el voto de ánimas».
Basta que un día en la misa se haga este ofrecimiento: «Señor, te ofrezco
todo lo que yo pueda renunciar, en beneficio de las almas del purgatorio».
¡Los misericordiosos alcanzarán misericordia!
A ver si os animáis a ayudar a los moribundos y a las almas del purgatorio.
Que vosotros saldréis ganando. Y ellos también.
Muchas gracias.