20. LA VERDADERA IGLESIA DE CRISTO, LA LIBERTAD RELIGIOSA: Padre Jorge Loring sj
(Conferencia pronunciada en el Cine Avenida de Cuenca en 1967)
Como tema de la conferencia de hoy,
se me ha ocurrido que era interesante hablaros sobre la libertad religiosa.
Porque esta ley que se acaba de llevar a las Cortes Españolas sobre la
libertad civil en materia religiosa, como respuesta a la declaración del
Concilio Vaticano II sobre libertad religiosa, hace que el tema sea de
enorme actualidad y de enorme transcendencia para nosotros.
El documento sobre la libertad religiosa del Concilio Vaticano ll ha tenido
una laboriosa gestación. Ha tenido seis redacciones sucesivas, y a él se han
dedicado tres debates en el Aula Conciliar en los que han intervenido ciento
veinte oradores. Esto da idea de la transcendencia del documento que se
estaba elaborando.
Voy a hablaros, primero, en qué consiste la libertad religiosa; después, de
los límites de la libertad religiosa, y, finalmente expondré cómo la Iglesia
Católica es la que Cristo fundó en San Pedro.
* * *
Primero, qué no es libertad religiosa.
Como la expresión se reduce a dos palabras -libertad religiosa-, fácilmente
se entiende mal.
De suyo, habría que decir, como dice la ley: «libertad civil en materia
religiosa». Pero para abreviar, decimos siempre: «libertad religiosa». Y
esto puede entenderse mal. Porque puede parecer que libertad religiosa
significa que hay libertad de religiones, libertad para practicar cualquier
religión, como si todas las religiones fueran igualmente buenas, como si
fuera indiferente ser de una religión u otra.
Y no es eso.
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Libertad religiosa -dice el Concilio- no significa que todas las religiones
sean igualmente buenas.
Libertad religiosa no significa que uno pueda escoger la religión que quiera
con la misma indiferencia con que se puede apuntar en un club de fútbol o en
otro.
Porque los equipos de fútbol son todos moralmente indiferentes. No hay
ninguna razón moral para elegir un equipo de fútbol u otro. Moralmente
hablando todos los equipos de fútbol son indiferentes. Son iguales.
No es lo mismo cuando se trata de religión.
Las religiones no pueden ser todas igualmente buenas, porque son
contradictorias entre sí, y dos afirmaciones contradictorias no pueden las
dos tener razón al mismo tiempo. Si yo digo que Cervantes nació en España, y
otro dice que nació en lnglaterra, no podemos los dos tener razón al mismo
tiempo. Si nosotros creemos en el Misterio de la Santísima Trinidad, es
decir, que en Dios hay tres Personas distintas, y los Testigos de Jehová lo
niegan, no podemos los dos tener razón al mismo tiempo. Si nosotros creemos
en la Eucaristía y los luteranos no, no podemos tener razón todos.
Por eso libertad religiosa no significa que dé lo mismo una religión u otra.
Dice el Concilio: «el hombre tiene obligación de buscar la verdad, y la
verdad total se encuentra en la Iglesia Católica». Luego el mismo Concilio
que proclama el derecho del hombre a la libertad religiosa, libertad civil
en materia religiosa, el mismo Concilio afirma que el hombre tiene
obligación de buscar la verdad, y que la verdad total se encuentra en la
Iglesia Católica. No podemos contentarnos con una verdad fragmentada. Las
medias verdades son las peores mentiras, porque tienen apariencia de verdad.
En otras religiones hay parte de verdad. Pero no la verdad total. Para que
una cosa sea buena, debe serlo totalmente, no basta que sea parcialmente
buena. Si te vas a comprar una chaqueta y tiene un agujero en un codo, no la
quieres, aunque las solapas estén bien. Si la chaqueta no está totalmente en
buenas condiciones, pides otra. Lo bueno, o es totalmente bueno o deja de
ser bueno.
***
Luego, ¿en qué consiste la libertad religiosa?
Dice el Concilio: «es inmunidad de coacción».
El hombre no puede ser coaccionado en materia religiosa. El hombre es libre
para practicar la religión que a él, en conciencia, le parezca bien. No se
puede forzar a nadie a una práctica religiosa; ni se puede impedir a nadie
una práctica religiosa.
Cada cual tiene que practicar libremente la religión que quiera. Porque la
religión es algo espontáneo, que debe salir libremente de la propia voluntad
del hombre. Nunca la práctica de la religión puede ser resultado de una
coacción externa.
Por lo tanto libertad religiosa es inmunidad de coacción. Al hombre no se le
puede coaccionar a practicar una religión, ni a que deje de practicar la que
a él, en conciencia, le parezca que deba practicar.
***
En España teníamos libertad religiosa en el sentido de que a nadie se le
coaccionaba a hacerse católico. En España el que quería ser católico era
católico. Y al que no era católico, no por eso se le metía en la cárcel. El
que quería ser protestante, mahometano o budista, no sufría ninguna coacción
para que dejara su religión. En este sentido había en España libertad
religiosa, porque a nadie se le coaccionaba a ser católico.
También en España había libertad religiosa en el sentido de que cada cual
podía practicar privadamente la religión que quisiera. El que era hinduista,
podía ser hinduista. El que era musulmán, podía ser musulmán. El que era
judío, podía ser judío. El que era protestante, podía ser protestante. Todos
los hombres tenían libertad para poder practicar, en privado, la religión
que quisieran. En este sentido en España había libertad religiosa.
Pero en España no había libertad religiosa para las manifestaciones públicas
de religiones no católicas.
En España las únicas manifestaciones religiosas públicas permitidas eran las
de la Religión Católica, pues la casi totalidad del pueblo español profesa
la Religión Católica. En esto, para las demás religiones, no había libertad.
Pero viene el Concilio y dice: «el hombre es libre para practicar en privado
y en público la religión que él, en conciencia, crea que debe practicar».
Entonces hay que cambiar la legislación española. Antes no se permitía la
manifestación pública de religiones no católicas, porque la religión
católica era la religión del Estado y de la gran mayoría de los españoles.
El Estado respondiendo a la voluntad de la gran mayoría de los españoles,
impedía las manifestaciones religiosas contrarias a la católica. Pero hoy,
como el Concilio dice que el hombre tiene derecho a practicar la religión
que él estime conveniente, tanto en privado como en público, el Estado tiene
que proteger también a la minoría no católica para que pueda manifestar
públicamente la religión que crea conveniente.
***
El Concilio admite la confesionalidad del Estado: «El Estado puede proteger
una religión concreta por considerarla verdadera, o por tener una
vinculación especial con la historia de ese pueblo, o por encontrar en ella
especiales valores para el desarrollo social del país, con tal de que
respete la libertad de los demás».
El Estado español puede seguir siendo oficialmente católico, puesto que la
religión católica es la de la gran mayoría de los españoles. Esto no se
opone a la doctrina del Concilio sobre libertad religiosa. Pero aunque el
Estado sea católico, este Estado debe proteger también la libertad de la
minoría no católica.
Esta es la nueva situación en España después de la doctrina del Concilio
Vaticano lI.
***
Pero, naturalmente, toda libertad de un hombre está limitada siempre por los
derechos de los demás. Mi libertad termina donde empieza el derecho ajeno.
El hombre tiene libertad de practicar en privado y en público la religión
que él crea, en conciencia, que debe practicar; pero siempre respetando, y
sin lesionar,los derechos de los demás.
Por eso, Mons. Guerra Campos, Obispo Auxiliar de Madrid, en una entrevista
que yo le vi hace unos días por Televisión Española, entre otras cosas muy
interesantes, dijo: «El Estado no puede hacer discriminación de personas por
razón de su religión. Pero el Estado tiene que proteger los derechos de los
ciudadanos». Por lo tanto, si un profesor de Física, por ejemplo, aprovecha
su puesto de docencia para difundir el ateísmo, se le puede privar de la
enseñanza de la Física. No porque sea ateo, ni porque sea protestante, sino
porque desde la cátedra de Física, está difundiendo el ateísmo, o una
religión no católica, lesionando los derechos de los padres de los alumnos
que tienen el derecho de que sus hijos se eduquen en su propia religión, que
es la católica: la de la mayoría de los españoles.
Por lo tanto, los derechos de los padres a que sus hijos se eduquen en la
religión católica es lo que limita la libertad de que cada cual manifieste
sus opiniones religiosas en momentos inoportunos.
Porque si este señor, en privado, le habla a un amigo que quiere oírle, es
distinto. Pero aprovechar su cátedra, su puesto de enseñanza, para difundir
ideas religiosas contrarias a la voluntad de los padres de los alumnos, que
tienen, repito, el derecho de educar a sus hijos en católico, no es lícito.
Esto limita la libertad religiosa de este profesor que no es católico, y no
puede hacer propaganda en su cátedra de ideas religiosas contrarias a la
religión católica.
Esto es muy importante, porque muchos de vosotros sois padres y hay que
tener ideas claras sobre esto.
***
Un padre tiene derecho a que su hijo se eduque en su propia religión. Por
eso el gobierno español ha dado esta nueva ley de libertad religiosa de modo
que los padres no católicos puedan pedir que sus hijos no aprendan religión
católica.
Tienen derecho a ello. Si aquí viene un mahometano o un protestante, aunque
el niño esté en un colegio de jesuitas, si el padre no quiere que su hijo
estudie la religión católica, el niño no va a clase de religión católica.
Porque el padre que es adventista, hebreo o mahometano, tiene derecho a que
su hijo no estudie la religión católica.
Por lo tanto, los padres tienen derecho a que sus hijos se eduquen en la
religión que ellos quieran.
***
Segundo: los católicos tenemos la obligación de enseñar a nuestros hijos la
religión católica.
Yo oí decir a un hombre: «Padre, con esto de la libertad religiosa yo voy a
dejar que mis hijos escojan la religión que quieran».
Pues no señor. Libertad religiosa no significa que tú dejes que tus hijos
escojan la religión que quieran. No señor. Tú tienes la obligación de educar
a tus hijos en católico. Porque los hijos, mientras son pequeños, tienen que
ser educados en todo.
Lo mismo que tú les enseñas a ser limpios, y si no les educas, el niño será
sucio, porque eso de lavarse..., no le apetece. El agua está muy fría.
Y tú le educas para que estudie.
Tú no dejas al niño que estudie o juegue. No.
Porque como tú no le hagas estudiar, el niño se dedica a jugar. Porque él no
ve la necesidad de estudiar.
Y le enseñas a comer bien, para que sepa comer con educación.
Y le enseñas a hablar bien, para que hable castellano con corrección, y no
de cualquier manera; que no diga «rompido», sino «roto», etc., etc.
Tú enseñas y obligas al niño a que hable bien, a que estudie, a que coma
bien, a que tenga modales educados, a que sea limpio. Después de mayor lo
hará libremente. Pero ahora no.
Por eso le enseñas. Porque el niño no está capacitado por sí mismo para
elegir lo bueno. El niño por sí mismo elige lo cómodo, lo fácil, lo
divertido. Eso es natural. Y tú, para educarle bien, le impones tus
criterios de higiene, de educación, de trabajo.
Pues lo mismo en religión.
No se trata de meter la religión a martillazos, obligándole a confesar y a
comulgar contra su voluntad. Puedes preguntarle si hace mucho que no se
confiesa, y recomendarle que no lo deje mucho tiempo. Pero no mandarle a
confesar si él no desea hacerlo. Te expones a que haga un sacrilegio. Hay
que procurar que lo haga libremente. Se trata de crear en casa un ambiente,
un clima de fe, en el que el niño acepte la fe con naturalidad, como se le
hace aceptar otras muchísimas cosas.
Pero no se puede abandonar la formación religiosa de los hijos. A tu hijo
tienes que educarle en la religión que tú crees verdadera. Tienes obligación
de transmitir a tus hijos los bienes que tú tienes. Y la religión es el
supremo de los bienes. Mucho más que la cultura. Y mucho más que el
apellido, una fortuna o un título nobiliario. La fe es el mayor bien que
puedes transmitir a tu hijo. Tú tienes obligación de transmitir a tu hijo
esa religión que tú consideras verdadera.
Por eso también tienes obligación de preocuparte y conocer lo que los
maestros enseñan a tus hijos en el colegio. Y si los maestros deforman la
religión, y ponen en peligro la fe de tus hijos, tienes la obligación de
quitarlos de ese colegio. Tienes obligación de que tus hijos reciban una
formación católica integral, razonada, firme, sólida, que les sirva de
orientación en la vida. No puedes descuidar eso.
***
Después, cuando el hijo sea mayor, podrá decidir él. Nosotros, al ser
mayores, tenemos que hacer un acto de aceptación de la religión que hemos
recibido de nuestros padres. Aceptación que puede hacerse de una manera
explícita o implícita. Desde el momento que tú vienes a misa, que te
confiesas, que comulgas, que rezas, ya estás haciendo un acto de aceptación
de la fe que recibiste de tus padres. Desde el momento que yo practico una
religión de una manera libre y voluntaria, estoy haciendo un acto de
aceptación implícita.
El hombre libremente debe abrazar la religión que él crea que debe abrazar,
cuando es mayor.
Ahora bien, esto no significa que al llegar a mayor diga: «Bueno, ahora voy
a pensar si me gusta más hacerme protestante o budista».Voy a hablar un poco
de esto. Porque tenemos libertad civil para dejar la religión católica; pero
no libertad moral.
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Dice el Concilio Vaticano I: «Ningún católico tiene justo motivo para dejar
la Iglesia Católica».
Por lo tanto podemos decir que es muy difícil que uno deje la Iglesia
Católica sin culpa moral. Ni siquiera por haber perdido la fe.
Añade el Concilio Vaticano I, y también lo dijo el de Trento, y antes lo
dijo San Agustín: «Dios no niega a nadie la gracia de la fe, sin culpa
precedente».
Es decir, que nosotros tenemos que tener confianza en que, si ponemos de
nuestra parte, nunca nos faltará la fe. Esto es muy importante para
nosotros. Y muy consolador. Si nosotros ponemos de nuestra parte, nunca nos
faltará la fe. Lo dice San Agustín. Y lo repiten el Concilio de Trento y el
Vaticano I: «Dios no abandona jamás a nadie, si no es Él abandonado
primero». Es decir, «Dios no niega a nadie la gracia de la fe, sin culpa
precedente». Esto es muy importante. Mientras tengamos buena voluntad, y
procuremos ser fieles a Dios, no perderemos la gracia de la fe. Porque Dios
no nos abandona.
***
-Padre, entonces, ¿los católicos que abandonan la Iglesia Católica?
Pues cometen un pecado de apostasía, que es una traición a la verdadera fe
de Cristo. Después veremos cómo la única Iglesia fundada por Cristo es la
Iglesia Católica. Por eso dice el Concilio Vaticano II: «La Iglesia de
Cristo subsiste hoy en la Iglesia Católica».
Mirad, vamos a hablar aquí con toda sinceridad.
«Nadie tiene que dejar la Iglesia Católica para ser mejor».
¡Nadie!
La Iglesia Católica no es obstáculo para la virtud. Nadie tiene que dejar la
Iglesia Católica para ser más casto, ni más humilde, ni más obediente, ni
más sacrificado, ni más caritativo, ni para practicar todas las virtudes en
el grado más heroico.
La prueba son los santos. Los santos han practicado la virtud en el grado
más heroico, y no han encontrado obstáculo en la Iglesia Católica.
Ahí tenemos a San Juan de Dios, a San Pedro Claver, a San Pedro Nolasco, a
San Vicente de Paúl, a San Juan Bosco, etc. etc. Ninguno de estos tuvo que
dejar la Iglesia Católica para ser santo.
Luego la Iglesia Católica no es obstáculo para la virtud.
En la Iglesia Católica hay un margen ilimitado de perfección.
***
Con lo cual yo tampoco quiero decir que todos los no católicos sean malos.
Fuera de la Iglesia Católica también hay virtud.
Sabemos que hay protestantes de buena fe y muy virtuosos, muy cumplidores, y
excelentes personas. Y al mismo tiempo, por desgracia, hay muchos católicos
indeseables.
Pero claro, tampoco es justo poner en un platillo de la balanza los
protestantes ejemplares y en el otro los malos católicos. Porque también hay
protestantes que no cumplen. Si comparamos protestantes ejemplares,
comparémoslos con los santos de la Iglesia Católica, que son el mejor
exponente de lo que da de sí la Iglesia Católica. Los santos son los que han
vivido la plenitud del catolicismo. Pero no comparemos los buenos
protestantes con los católicos indeseables. Esa comparación no es justa.
Por lo tanto, repito: hay muchos católicos que no cumplen; pero eso no
significa que la Iglesia Católica no sea capaz de virtud. Tú para ver si un
árboI es bueno, no miras la fruta podrida que ha caído del árbol; miras los
frutos que cuelgan de sus ramas. Luego miremos los santos, que son la fruta
sana que cuelga de las ramas del árbol de la Iglesia; y no la fruta podrida
que ha caído, que se ha desgajado de la vida de la gracia.
Termino con este punto. El que haya protestantes excelentes personas, no
convierte, por su buena voluntad, el error en verdad.
La buena fe del equivocado no hace verdad lo que no es verdad. La buena fe
del equivocado le justifica a él. Si está de buena fe y es virtuoso, Dios lo
salvará porque no es culpable. Pero el error sigue siendo error.
***
Y nosotros no podemos aceptar el error. Si alguien nos dice: «dos y dos son
cinco», por muy amigo mío que sea, yo no puedo aceptar que dos y dos son
cinco.
¡Por que dos y dos son cuatro! El error no se puede aceptar.
Por muy amigo mío que sea, yo no le digo:
-Chico, tienes razón; lo que tú quieras.
¡No señor! Por mucho que se empeñe, yo le tengo que decir:
-Chico, perdona, pero te has equivocado: dos y dos son cuatro.
Por lo tanto, nuestra benevolencia hacia nuestros hermanos separados no
puede significar que nosotros perdamos nada de la verdad. Porque la verdad
es inmutable. Y nosotros no podemos tergiversarla, mutilarla. Por mucho amor
que tengamos a nuestros hermanos separados, tenemos que mantener íntegra
nuestra verdad. La verdad es intocable. Si se la mutila, deja de ser verdad.
***
«El error no tiene derechos», dijo Pío XIl en 1953. El error no es objeto de
derecho. Propagar el error no es un derecho, es un abuso de derecho.
Sin embargo el Concilio cambia el acento, y de una óptica objetiva pasa a
una óptica subjetiva y dice: el error no tiene derechos, pero la persona sí.
Entonces nosotros respetamos a la persona en su conciencia: no se la puede
coaccionar. El protestante está equivocado, como luego veremos, pero puede
ser que esté de buena fe. Y si no está de buena fe, yo puedo suponer que lo
está. Mientras no me moleste, yo tengo que respetarle a él: si él me respeta
a mí. Yo respeto a la persona. Porque la persona tiene derecho a que se
respete su conciencia. Lo dice el Concilio. La dignidad de la persona humana
nos hace que respetemos sus ideas religiosas. Esto es muy importante. Ningún
hombre puede ser coaccionado a practicar una religión contra su voluntad, ni
se le puede impedir que practique la religión que él desee, en privado y en
público, dentro de los límites debidos. Es decir, respetando los derechos de
los demás.
Por lo tanto, nosotros debemos respetar a los no católicos; pero es
necesario que también ellos nos respeten a nosotros.
***
¿Por qué digo esto?
Voy a poner un ejemplo que es clarísimo.
Si un señor viene a quitarte la cartera, tú no puedes recibirle con la
sonrisa en los labios. Tú te defiendes como puedas. ¡Porque viene a quitarte
la cartera, y la tienes llena de billetes!
Pues yo digo: la fe vale más que el dinero. Y si un señor viene a quitarte
la fe, tú tienes que defenderte. Y si no te defiendes, no estás cumpliendo
con tu obligación.
Lo mismo que tú defiendes la cartera, si la tienes llena de billetes.
Pues la fe vale más que el dinero.
Por eso nosotros respetamos a nuestros hermanos separados mientras ellos
estén en su sitio y no vengan a quitarnos la fe. Pero cuando uno de ellos,
de buena o mala fe (porque de todo esto voy a hablar después) viene a
quitarme mi fe, yo tengo que defenderla con más calor y más entusiasmo que
si me quisiera quitar la cartera.
***
Digo esto porque los no católicos tienen derecho a predicar su religión a
quienes quieran oírles, pero no tienen derecho a meterse por las casas
obligando a que les escuchen católicos que no desean escucharles, y a
quienes ellos fuerzan abusando de la cortedad o indecisión de estos
católicos. A esto no tienen derecho. Y esto es lo que están haciendo los
Testigos de Jehová con su ofensiva insistente por los hogares católicos de
España.
Por cierto que me parece muy importante hacer una distinción entre las
Iglesias protestantes serias, de abolengo histórico, y los Testigos de
Jehová, que son de ayer, pues fueron fundados a finales del siglo pasado, y
que por las falsedades de su doctrina los mismos protestantes los excluyen
de sus asambleas internacionales.
***
Es lógico que el católico no quiera hablar de religión con ellos. El
católico debe exponer sus dificultades sobre religión a un sacerdote que sea
de su confianza. Pero quien no tiene una auténtica formación religiosa está
incapacitado para iluminar sobre problemas de fe. Si a ti te duele el
vientre vas al médico, y no te fías de lo que te diga un aficionado a la
Medicina, que puede confundir un cólico nefrítico con un ataque de apéndice.
***
No creamos que todos los no católicos tienen sinceridad y están de buena
voluntad. Ésta es la verdad. Por que los hay con muy mala idea que atacan a
la gente que sabe poco, para enredarlas y quitarles la fe ¡Ésta es la
realidad!
Ojalá todos los católicos estuviéramos tan bien formados en religión que
pudiéramos defender siempre nuestra fe iOjalá!
Los Obispos en la última pastoral colectiva insistían en esto: los católicos
tenemos que estudiar nuestra religión. Tenemos que saber por qué somos
católicos, para saber defenderla. Ojalá sepamos todos defender nuestra
religión. Para eso he escrito yo mi libro «PARA SALVARTE».
Pero mirad, muchas veces no tiene nada de particular que uno te suelte una
objeción, una pega, que tú no sepas responder. Ojalá tengas tanta formación
que sepas responder a todo. Pero si no sabes responder, no te
preocupes: con tal que tú sepas que eso tiene respuesta. Si tú no has
estudiado y no sabes responder, pregunta. Estudia libros -que los hay- de
formación religiosa, para saber responder. Lo que tú no puedes hacer es
quedarte con la duda. «¿Estaré yo engañado?». No. Estás en la verdad, por la
misericordia de Dios. Y todas las pegas que te pongan contra la religión
católica tienen solución. Aunque tú no la sepas. Esto te tiene que dar
tranquilidad. Estudia. Pregunta. Consulta. Toda pega que te pongan ten la
seguridad que tiene explicación.
***
Los protestantes se llaman cristianos y hacen bien en lIamarse así, porque
son seguidores de Cristo. Pero, ¡atención! Se llaman cristianos porque
siguen a Cristo; pero las Iglesias protestantes no han sido fundadas por
Cristo. Una cosa es que sigan a Cristo, y otra es que hayan sido fundadas
por Cristo.
Cristo no pudo fundar las Iglesias protestantes que hay hoy en el mundo,
porque todas ellas nacieron 1500 años después de la muerte de Cristo.
Herejías ha habido siempre. Desde los primeros años del cristianismo ha
habido herejías. Montones de herejías: maniqueos, montanistas, priscilianos,
docetas, donatistas, valdenses, novacianos, nestorianos, cátaros, etc. etc.
Pero las herejías de los primeros siglos de la Iglesia, no conectan con las
actuales Iglesias protestantes. Son independientes unas de otras. No tienen
unidad en su doctrina, ni unidad de gobierno. No forman una misma comunidad
en el tiempo. No tienen nada que ver unas con otras. Son independientes. Se
fueron separando unas de otras con el paso del tiempo. Los metodistas vienen
de los anglicanos, y los bautistas de los calvinistas.
***
El primer protestante fue Lutero. Antes de Lutero no había protestantes.
Prescindo ahora de las razones que movieron a Lutero a separarse, y de los
defectos de la Iglesia Católica de aquel tiempo, que los tenía; como tiene
defectos la Iglesia de hoy, y los tendrá la Iglesia de mañana. Pues la
Iglesia está formada por hombres que somos pecadores, somos limitados, y a
veces nos equivocamos. Lo que la Iglesia tiene de divino, es perfecto. Pero
lo que hay de humano en la Iglesia, es defectuoso. Pero aunque Lutero
tuviera algo de razón en alguna de las cosas por las que censuraba a la
Iglesia de su tiempo, sin embargo, hay que tener en cuenta que los Santos
reformadores no rompieron con la Iglesia para reformarla. La reformaron con
su santidad y su virtud. No rompiendo con ella. Lutero hizo mal en romper
con la Iglesia Católica. Cuando un hijo ve un defecto en su madre, procura
corregirla con cariño; pero no se va de casa dando un portazo. El
rompimiento de Lutero dio origen, al ir subdividiéndose, a todas las
Iglesias protestantes que hay hoy en el mundo: son más de cuatrocientas.
Todas las ramas que se han separado de la Iglesia, terminarán secándose.
Lo mismo que se seca toda rama que se separa del tronco del árbol. Cristo
prometió su asistencia hasta el fin de los tiempos a la Iglesia que Él fundó
en Pedro. No a las que se separen.
***
Por lo tanto debemos saber que las Iglesias protestantes más antiguas
empezaron a partir del año 1500, y no entroncan con Cristo como los
católicos. Si los protestantes quieren entroncar con Cristo, no tienen más
remedio que hacerlo por medio del tronco de la Iglesia Católica del que se
separaron.
¿Por qué sabemos que la Iglesia Católica fue fundada por Cristo? Porque en
la Iglesia Católica, tenemos una serie no interrumpida de más de doscientos
sesenta Papas, legítimos sucesores de San Pedro. De San Pedro a Pablo VI,
por la Historia, seguimos una cadena por la cual hemos recibido la
transmisión legítima del poder que Cristo dio a San Pedro.
Cristo fundó una sola Iglesia.
Dice Cristo en el Evangelio:
-Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
No dice «mis» Iglesias. No. Singular. Una. Luego, ¿cuál es la Iglesia de
Cristo? Una. No muchas. Las Iglesias protestantes son más de cuatrocientas.
Cristo no fundó cuatrocientas Iglesias. No. Una. Entre estas cuatrocientas
hay que buscar cuál es la que fundó Cristo.
***
Cristo al fundar su Iglesia dijo: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia». Su Iglesia la funda sobre Pedro. Cristo hace un juego
de palabras con «Pedro» y «piedra». En arameo, que es la lengua que Cristo
hablaba, se dice con la misma palabra. Exactamente la misma: «kefá». Y
Cristo hace un juego de palabras cuando habla a Pedro y le dice: «Tú eres
³kefá² y sobre esta ³kefá² edificaré mi Iglesia». Cristo hace a Pedro piedra
fundamental de su Iglesia. A Pedro lo hace fundamento. ¡Esto es muy
importante!
Lo hace fundamento porque va a edificar su Iglesia sobre un fundamento.
Las casas no se edifican sobre arena. Se edifican sobre roca. Luego la
Iglesia de Cristo, si queremos que no se la lleve el viento, que no se
derrumbe, hay que edificarla sobre roca, sobre fundamento.
¿Y cuál es el fundamento que Cristo pone a su Iglesia?: Pedro.
Pedro es el fundamento. Y vamos a ver qué es Pedro, para que sea fundamento.
***
Qué hace con Pedro? A Pedro le hace autoridad universal, suprema y única.
Este es el fundamento. A Pedro le dice: «Apacienta mis corderos, apacienta
mis ovejas». Le da autoridad, le da las llaves. Darle las llaves es símbolo
de poder, símbolo de autoridad.
Antiguamente, las ciudades tenían murallas. Antiguamente todas las ciudades
se amurallaban y tenían su puerta. Y la puerta tenía su llave. Y la llave la
tenía la autoridad. Y entonces el símbolo de la autoridad y del poder eran
las llaves.
¿Recordáis el cuadro de Velázquez «La rendición de Breda»? El Príncipe de
Nassau entregaba las llaves de Breda al Marqués de Spínola. Lo mismo en el
cuadro de Pradilla, de la rendición de Granada: los Reyes Católicos reciben
las llaves de Granada del rey Boabdil. Lo que se entregan son las llaves
como símbolo de rendición. Transmisión de autoridad. Transmisión de poder.
Luego cuando Cristo le dice a Pedro que le da las llaves, es que le da
autoridad. Le dice: «Lo que tú ates y lo que tú desates, yo lo ato y desato
arriba». Cristo-Dios ata y desata en el cielo lo que Pedro ata y desata
aquí.
Esto es tener autoridad. Es decir: Cristo hace a Pedro autoridad suprema,
universal y única. Y de esta autoridad suprema, universal y única hace el
fundamento de su Iglesia.
El fundamento no puede faltar.
Es decir, que la Iglesia de Cristo tiene que tener un pontificado, tiene que
tener un papado. Tiene que tener una persona que sea la cabeza visible de la
Iglesia, representante de Cristo, que asuma esta autoridad suprema,
universal y única. Allí donde hay un pontificado, allí está la Iglesia de
Cristo. Porque Cristo edifica su Iglesia sobre una autoridad universal,
suprema y única.
***
Toda sociedad que no quiera perecer, toda sociedad que quiera permanecer,
que no se quiera disgregar, necesita una autoridad que dé unión, que dé
cohesión, que dé disciplina, que organice. Esto es elemental. Por lo tanto
Cristo a su Iglesia le otorgó una autoridad, para que no se desmoronara,
para que no desapareciera con el tiempo, puesto que iba a durar hasta el
final del mundo: «Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos»,
dice Cristo. Cristo establece una autoridad y la hace depositaria de su
doctrina.
Porque para eso funda Cristo la Iglesia: la hace depositaria de su doctrina
y de los medios de santificación que van a ayudar a todos los hombres, a
toda la humanidad de todos los tiempos, a salvarse.
Por eso Cristo a esta sociedad le tiene que dar autoridad. Una autoridad
fuerte. Una autoridad digna de respeto. Una autoridad infalible.
No quiero tocar estos puntos porque sería interminable, pero una de las
cosas que necesita la autoridad de la Iglesia es infalibilidad. Porque si no
fuera infalible, si se equivocara, entonces podría llevar la humanidad a la
perdición. Y si Cristo funda la Iglesia para llevar la humanidad a la
salvación, tiene que asistirla. Ya lo dice: «Yo estaré con vosotros hasta el
final de los tiempos», para que vosotros ayudéis a vuestros hermanos, a
lograr la salvación eterna.
***
Bien. Luego, en resumidas cuentas, lo que quiero decir es que Cristo funda
su Iglesia sobre un fundamento que es el Papado. El fundamento no puede
faltar. Luego donde esté la Iglesia de Cristo tiene que haber Papa. Y donde
no haya Papa no puede estar la Iglesia de Cristo. Al hacer Cristo la
autoridad de Pedro piedra fundamental de su Iglesia, esta autoridad no puede
faltar. Debe perpetuarse a lo largo de los siglos. Los poderes de Pedro a su
muerte necesitan un sucesor para que este fundamento permanezca a lo largo
de la historia. De hecho, en la historia de la Iglesia, siempre se ha
acudido al Obispo de Roma, como autoridad suprema, en todos los litigios de
orden doctrinal.
Donde esté el Papado está la Iglesia de Cristo, y el Papado está donde haya
autoridad universal, suprema y única. Esa autoridad sólo se da en la Iglesia
Católica. Las demás no pueden tenerla. ¿Por qué? Porque la Iglesia de
Cristo, es lógico, tiene que entroncar con Cristo. Hace falta una conexión
hasta San Pedro. Si no, no es de Cristo. La única Iglesia que entronca con
San Pedro es la Católica. Hasta Pablo VI tenemos los católicos una serie de
más de doscientos sesenta Papas, legítimos sucesores de San Pedro. Ninguna
de las demás Iglesias protestantes, entronca con San Pedro, porque todas
ellas nacieron 1500 años después. Esto es historia.
Son ramas desgajadas del tronco de la Iglesia. Antes o después se secarán.
Como se han secado todas las anteriores herejías que se han separado de la
Iglesia Católica, que es la única a quien Cristo ha prometido que durará
hasta el fin del mundo.
Las Iglesias cristianas de Oriente, no católicas, son cristianas porque
siguen a Cristo. Pero en su línea llegan sólo hasta Focio y Cerulario,
alrededor del año 1000, que es cuando se separaron de la Iglesia Católica.
Pero antes del siglo nono, en los siglos llI, IV, V, etc., esas iglesias
obedecían a Roma. Luego, una vez que se separan de Roma, ya no conectan con
Cristo.
Es cierto, como dice el Concilio Vaticano ll en el Decreto sobre ecumenismo,
que esta separación se produjo no sin responsabilidad de ambas partes. Y los
que hoy pertenecen a esas comunidades no pueden ser responsables del pecado
de secesión. La Iglesia Católica los abraza con fraterno respeto. Y, a los
que recibieron el bautismo debidamente, los considera incorporados a Cristo,
y, por tanto, reciben el nombre de cristianos con todo derecho.
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Hoy vivimos tiempos de ecumenismo. Lo quiere la Iglesia. Tiempos en que
todos aspiramos a la unión. Todos queremos formar un sólo rebaño bajo un
solo pastor , como quería Cristo. Por eso tenemos los brazos abiertos para
todos los que quieran la unidad de los cristianos. Llegará el día en que se
dé esta unión, porque hay excelente buena voluntad. Por lo menos en algunos
sectores. Sobre todo en las Iglesias Orientales y en la Iglesia Anglicana.
Los Orientales tienen la misma doctrina que nosotros. Hasta los mismos
sacramentos que nosotros. Los Orientales mantienen el sacerdocio, mantienen
la Eucaristía, mantienen la Virgen: lo mantienen todo. Lo único que los
separa es que no obedecen al Papa. ¡Nada más!
Las Iglesias protestantes tienen muchas más diferencias. La que más se
parece a la católica es la anglicana. Con ella es con la que ha habido más
contactos, y con la que va a ser más fácil unirse; porque mantenemos un
contenido doctrinal muy parecido. Seguramente será la primera que se una.
Quiera Dios que sea pronto.
Quiera Dios que pronto vivamos reunidos en un sólo rebaño, y bajo un solo
pastor, todos los que creemos en Jesucristo.