Catolicismo ¿religión machista?
Pregunta:
He leído un manifiesto que se ha difundido por Internet, con el título
“Entre el monoteísmo hebreo y el Olimpo de los dioses”, en el que desde unas
posiciones feministas se acusa a las religiones del abuso machista a lo
largo de largo de la historia. La crítica se acaba dirigiendo especialmente
a la Biblia en general y al catolicismo en particular. Me gustaría que me
orientasen sobre esta cuestión.
Respuesta:
Quienes pretenden buscar el origen del machismo en las religiones, como es
el caso del manifiesto al que te refieres, cometen un grave error. El origen
del machismo está en la "ley del más fuerte". Es decir, su raíz está en la
vivencia de las relaciones humanas a nivel animal. El hombre tiene más
fuerza física que la mujer, y al igual que en el reino animal el macho
domina por lo general a la hembra, eso conlleva una posibilidad real de
abuso.
Sin embargo, por encima de este nivel irracional, la religión fomenta el
nivel espiritual en las relaciones humanas, por lo que no cabe duda de que
la religión lejos de ser la causa del machismo, ha sido un instrumento
importante para mitigarlo. Es verdad, que al mismo tiempo que la religión
potencia la superación de la "ley del más fuerte", lo hace también en
categorías que son deudoras en parte del contexto cultural circundante. Pero
eso es absolutamente normal y explicable, ya que la religión no es sino la
revelación de Dios vertida en categorías humanas, las cuales no pueden dejar
de estar influenciadas por el contexto social del momento.
Si bien es cierto que Dios se revela en la Biblia bajo la imagen de "Padre";
también lo es que la reflexión teológica ha tenido mucho cuidado en insistir
que Dios no tiene sexo, sino que es un ser espiritual y no carnal. Es más,
también existen en la Biblia un buen número de imágenes en las que Dios se
revela con metáforas femeninas. Por ejemplo, Isaías 49,15: “¿Es que puede
una madre no conmoverse por el fruto de sus entrañas....? Pues aunque esto
ocurriese, yo nunca me olvidaré de tí.”. También es digno de mención el que
existan libros bíblicos (Judit y Ester) que exalten modelos heroicos
femeninos.
Es muy frecuente que las críticas que los grupos de presión feministas hacen
sobre los textos sagrados caigan en juicios anacrónicos. Así, por ejemplo,
consideran un signo de machismo la imagen bíblica en la que Eva es formada a
partir de la costilla de Adán, cuando resulta que en el contexto histórico
machista en que esa imagen fue plasmada, suponía una fundamentación
teológica y antropológica de que la mujer es de la misma dignidad que el
hombre.
En el manifiesto al que nos referimos, sacan a colación algunos textos
secundarios de San Pablo (como aquellos en los que se afirma que la mujer
debe callar y taparse la cabeza 1 Cor 11, 3-7, etc...), que son claramente
fruto del contexto cultural en el que fueron escritos, siendo así que la
Iglesia jamás ha extraído de ellos afirmaciones de nivel dogmático o moral;
mientras que, por el contrario, el citado manifiesto silencia las cuestiones
claves del mensaje bíblico en las que está en juego verdaderamente la
igualdad entre el hombre y la mujer. Ponemos dos ejemplos claves
silenciados:
a) La monogamia: Verdadera consecución del cristianismo. ¿Acaso la poligamia
no supone el sometimiento absoluto a unos valores machistas? El principio
básico que posibilita la igualdad entre el hombre y la mujer es: "Una mujer
para un hombre, y un hombre para una mujer." Si se dice que la democracia no
comenzó a existir hasta que se reconoció socialmente el principio de que
vale lo mismo el voto de todos los ciudadanos; así también la monogamia es
el “abc” de la lucha por el reconocimiento de la dignidad de la mujer.
b) El rechazo del divorcio: «Quien repudie a su mujer y se case con otra,
comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con
otro, comete adulterio » (Marcos 10, 11-12). Es decir, Jesucristo exige la
fidelidad matrimonial, al mismo nivel, al hombre y a la mujer.
Por otra parte, es ya un tópico muy extendido el considerar que el
sacerdocio masculino es un signo de machismo. Supone un desconocimiento de
la fundamentación mísitica de la espiritualidad católica: Las religiosas se
desposan con Jesucristo; mientras que los sacerdotes -imagen de Cristo- se
desposan con la Iglesia. La mística de la espiritualidad católica se
configura, por lo tanto, en torno a la imagen del desposorio. El desenfoque
de la cuestión está en hacer del asunto del sacerdocio una prolongación del
debate que la sociedad civil sostiene sobre la legítima promoción de la
mujer. No es correcto proyectar en una cuestión netamente teológica unos
esquemas que le son totalmente extraños (machismo-feminismo). El error está
en pensar que el sacerdocio es un derecho en orden a la igualdad y a la
promoción de la mujer. Esto es volver a los esquemas preconciliares en los
que el sacerdocio pudo ser vivido en ocasiones, más como una promoción
social que como un servicio de entrega. A este respecto, merece la pena
recordar la siguiente anécdota: una feminista preguntó a un arzobispo por
qué se excluía del centro de la Iglesia a la mitad del género humano; el
prelado le respondió que "el centro no es el sacerdocio, sino el amor". Y es
que, el único carisma superior que debe ser apetecido es la caridad. Los más
grandes en el Reino de los Cielos no serán los ministros sino los santos.
El mismo manifiesto que estamos criticando, critica la mitología griega
porque representa las divinidades femeninas con rasgos siempre incompletos.
En la mitología griega la mujer no tiene un referente simbólico de plenitud
en el que sentirse identificado. Y, sin embargo, se olvidan de contrastar
este hecho con la veneración católica a la Virgen María; en la que
encontramos la cumbre de la mayor perfección a la que ha llegado el género
humano. Y, por cierto, sin que para ello necesitase ser sacerdote!!!
(cortesía de http://www.loiola.org/machismo.htm)