Respuesta espontánea del Papa Benedicto XVI a sacerdotes sobre la pastoral integrada
Segunda de las cinco respuestas espontáneas que ofreció Benedicto XVI a
otras tantas preguntas de los sacerdotes de la diócesis de Albano, donde se
encuentra la residencia pontificia de Castel Gandolfo. El encuentro tuvo
lugar el 31 de agosto 2006.
--Monseñor Gianni Macella, párroco de Albano: En los últimos años, en
sintonía con el proyecto de la Conferencia episcopal italiana para el
decenio 2000-2010, estamos tratando de realizar un proyecto de "pastoral
integrada". Son muchas las dificultades. Vale la pena recordar al menos el
hecho de que muchos de los sacerdotes estamos aún vinculados a una praxis
pastoral poco misionera y que parecía consolidada, pues estaba unida a un
contexto "de cristiandad" como suele decirse; por otra parte, muchas de las
peticiones de numerosos fieles dan por supuesto que la parroquia es como una
especie de "supermercado" de servicios sagrados. Por eso, Santidad, quisiera
preguntarle: una pastoral "integrada" ¿es sólo cuestión de estrategia, o hay
una razón más profunda por la que debemos seguir trabajando en este sentido?
BENEDICTO XVI: Confieso que con su pregunta he escuchado por primera vez la
expresión "pastoral integrada". Me parece haber entendido su contenido:
debemos tratar de integrar en un único camino pastoral tanto a los diversos
agentes pastorales que existen hoy, como las diversas dimensiones del
trabajo pastoral. Así, yo distinguiría las dimensiones de los sujetos del
trabajo pastoral, y trataría de integrarlo todo en un único camino pastoral.
En su pregunta, usted ha dado a entender que existe un nivel que podríamos
llamar "clásico" del trabajo en la parroquia para los fieles que han quedado
—y tal vez aumentan— dando vida a la parroquia. Esta es la pastoral clásica,
que siempre es importante. De ordinario distingo entre evangelización
continuada —porque la fe continúa, la parroquia vive— y nueva
evangelización, que trata de ser misionera, de ir más allá de los confines
de los que ya son "fieles" y viven en la parroquia, o se benefician, tal vez
también con una fe "reducida", de los servicios de la parroquia.
Me parece que en la parroquia tenemos tres compromisos fundamentales, que
brotan de la esencia de la Iglesia y del ministerio sacerdotal. El primero
es el servicio sacramental. El bautismo, su preparación y el esfuerzo por
dar continuidad a los compromisos bautismales ya nos ponen en contacto
también con los que no son demasiado creyentes. Podríamos decir que no es
una actividad para conservar la cristiandad, sino un encuentro con personas
que tal vez raramente van a la iglesia. El esfuerzo por preparar el
bautismo, por abrir las almas de los padres, de los familiares, de los
padrinos y las madrinas, a la realidad del bautismo ya puede y debe ser un
compromiso misionero, que va más allá de los confines de las personas ya
"fieles".
Al preparar el bautismo, tratemos de dar a entender que este sacramento es
insertarse en la familia de Dios, que Dios vive y se preocupa de nosotros
hasta el punto de que asumió nuestra carne e instituyó la Iglesia, que es su
Cuerpo, en el que puede asumir de nuevo —por decirlo así— carne en nuestra
sociedad. El bautismo es novedad de vida en el sentido de que, más allá del
don de la vida biológica, necesitamos el don de un sentido para la vida que
sea más fuerte que la muerte y que perdure aunque los padres un día
desaparezcan. El don de la vida biológica sólo se justifica si podemos
añadir la promesa de un sentido estable, de un futuro que, incluso en las
crisis que se presentarán y que no podemos conocer, dará valor a la vida, de
forma que valga la pena vivir, ser criaturas.
Creo que en la preparación de este sacramento, o hablando con los padres que
no aprecian el bautismo, tenemos una situación misionera. Es un mensaje
cristiano. Debemos hacernos intérpretes de la realidad que comienza con el
bautismo. No conozco suficientemente bien el Ritual italiano. En el Ritual
clásico, herencia de la Iglesia antigua, el bautismo comienza con la
pregunta: "¿Qué pedís a la Iglesia de Dios?". Hoy, al menos en el Ritual
alemán, se responde sencillamente: "El bautismo".
Esto no explicita suficientemente qué es lo que se debe desear. En el
antiguo Ritual se decía: "la fe", es decir, una relación con Dios. Conocer a
Dios. "Y ¿por qué pedís la fe?", continúa. "Porque queremos la vida eterna".
Es decir, queremos una vida segura también en las crisis futuras, una vida
que tenga sentido, que justifique el ser hombre.
En cualquier caso, yo creo que este diálogo se debe realizar con los padres
ya antes del bautismo. Sólo para decir que el don del sacramento no es
simplemente una "cosa", no es simplemente "cosificación", como dicen los
franceses, sino que es una actividad misionera.
Luego viene la Confirmación, que conviene preparar en la edad en que las
personas comienzan a tomar decisiones también con respecto a la fe.
Ciertamente, no debemos transformar la Confirmación en una especie de
"pelagianismo", como si en ella uno se hiciera católico por sí mismo, sino
en una unión de don y respuesta.
Por último, la Eucaristía es la presencia permanente de Cristo en la
celebración diaria de la santa misa. Como he dicho ya, es muy importante
para el sacerdote, para su vida sacerdotal, como presencia real del don del
Señor.
Ahora podemos mencionar el matrimonio: también este sacramento se presenta
como una gran ocasión misionera, porque hoy, gracias a Dios, siguen
queriendo casarse en la iglesia también muchos que no frecuentan demasiado
la iglesia. Es una ocasión para ayudar a estos jóvenes a confrontarse con la
realidad que es el matrimonio cristiano, el matrimonio sacramental. Me
parece también una gran responsabilidad. Lo vemos en los procesos de nulidad
y lo vemos sobre todo en el gran problema de los divorciados que se han
vuelto a casar, que quieren recibir la Comunión y no entienden por qué no es
posible. Probablemente, en el momento del "sí" ante el Señor no entendieron
lo que implica ese "sí". Es unirse al "sí" de Cristo con nosotros. Es entrar
en la fidelidad de Cristo y, por tanto, en el sacramento que es la Iglesia y
así en el sacramento del matrimonio.
Por eso, la preparación para el matrimonio es una ocasión de suma
importancia, tiene una dimensión misionera, para anunciar de nuevo en el
sacramento del matrimonio el sacramento de Cristo, para comprender esta
fidelidad y así hacer comprender luego el problema de los divorciados que se
han vuelto a casar.
Este es el primer sector, el sector "clásico", de los sacramentos, que nos
brinda la ocasión para encontrarnos con personas que no van todos los
domingos a la iglesia y, por tanto, es una ocasión para realizar un anuncio
realmente misionero, una "pastoral integrada". El segundo sector es el
anuncio de la Palabra, con sus dos elementos esenciales: la homilía y la
catequesis.
En el Sínodo de los obispos del año pasado los padres hablaron mucho de la
homilía, poniendo de relieve cuán difícil es encontrar el "puente" entre la
palabra del Nuevo Testamento, escrita hace dos mil años, y nuestro presente.
La exégesis histórico-crítica a menudo no basta para ayudarnos en la
preparación de la homilía. Lo constato yo mismo al tratar de preparar
homilías que actualicen la palabra de Dios, o mejor, dado que la Palabra
tiene una actualidad en sí misma, para hacer que la gente vea, perciba esta
actualidad.
La exégesis histórico-crítica nos dice mucho acerca del pasado, acerca del
momento en que nació la Palabra, acerca del significado que tuvo en el
tiempo de los Apóstoles de Jesús, pero no siempre nos ayuda suficientemente
a comprender que las palabras de Jesús, de los Apóstoles, y también del
Antiguo Testamento, son espíritu y vida: en su palabra el Señor habla
también hoy. Creo que debemos plantear a los teólogos el "desafío" —así lo
hizo el Sínodo— de proseguir, de ayudar más a los párrocos a preparar las
homilías, de hacer ver la presencia de la Palabra: el Señor habla conmigo
hoy y no sólo en el pasado.
En estos últimos días he leído el proyecto de exhortación apostólica
postsinodal. He visto, con satisfacción, que se habla de este "desafío" de
preparar modelos de homilías. Al final, la homilía la prepara el párroco en
su contexto, porque habla a "su" parroquia. Pero necesita ayuda para
comprender y para ayudar a entender este "presente" de la Palabra, que nunca
es una palabra del pasado sino que tiene plena actualidad.
Por último, el tercer sector: la cáritas, la diakonía. Siempre somos
responsables de los que sufren, de los enfermos, de los marginados, de los
pobres. A través del retrato de vuestra diócesis veo que son muchos los que
necesitan de vuestra diakonía y también esta es una ocasión siempre
misionera. Así, me parece que la pastoral parroquial "clásica" se
autotrasciende en los tres sectores y es una pastoral misionera.
Paso ahora al segundo aspecto de la pastoral, tanto con respecto a los
agentes como al trabajo que es preciso realizar. El párroco no puede hacerlo
todo. Es imposible. No puede ser un "solista"; no puede hacerlo todo;
necesita la ayuda de otros agentes pastorales. Me parece que hoy, tanto en
los Movimientos como en la Acción católica, en las nuevas comunidades que
existen, contamos con agentes que deben ser colaboradores en la parroquia
para una pastoral "integrada".
Para esta pastoral "integrada" hoy es importante que los otros agentes que
hay no sólo sean activos, sino que además se integren en el trabajo de la
parroquia. El párroco no debe actuar él solo; debe también delegar. Deben
aprender a integrarse realmente en el trabajo común de la parroquia y,
naturalmente, también en la autotrascendencia de la parroquia en dos
sentidos: autotrascendencia en el sentido de que las parroquias colaboran en
la diócesis, porque el obispo es su pastor común y ayuda a coordinar también
sus compromisos; y autotrascendencia en el sentido de que trabajan para
todos los hombres de este tiempo y tratan también de llevar el mensaje a los
agnósticos, a las personas que están en fase de búsqueda.
Este es el tercer nivel, del que ya hablamos antes ampliamente. Me parece
que las ocasiones señaladas nos dan la posibilidad de encontrarnos con los
que no frecuentan la parroquia, los que no tienen fe o tienen poca fe, y
decirles una palabra misionera. Sobre todo estos nuevos sujetos de la
pastoral, y los laicos que viven en las profesiones de nuestro tiempo, deben
llevar la palabra de Dios también a los ámbitos que para el párroco a menudo
son inaccesibles.
Coordinados por el obispo, tratemos de coordinar estos diversos sectores de
la pastoral, de activar a los diversos agentes y sujetos pastorales en el
compromiso común: por una parte, ayudar a la fe de los creyentes, que es un
gran tesoro; y, por otra, hacer que el anuncio de la fe llegue a todos los
que buscan con corazón sincero una respuesta satisfactoria a sus
interrogantes existenciales.