Respuesta del Papa Benedicto XVI a la consulta cómo evangelizar a los jóvenes
Quinta de las cinco respuestas espontáneas que ofreció Benedicto XVI a otras
tantas preguntas de los sacerdotes de la diócesis de Albano, donde se
encuentra la residencia pontificia de Castel Gandolfo. El encuentro tuvo
lugar el 31 de agosto 2006.
--Don Gualtiero Isacchi, responsable del servicio diocesano de pastoral
juvenil: Los jóvenes son objeto de una atención especial por parte de
nuestra diócesis. Las Jornadas mundiales los han puesto al descubierto: son
muchos y entusiastas. Sin embargo, por lo general, nuestras parroquias no
están adecuadamente preparadas para acogerlos; las comunidades parroquiales
y los agentes pastorales no están suficientemente preparados para dialogar
con ellos; los sacerdotes, comprometidos en las diversas tareas, no tienen
el tiempo necesario para escucharlos. Sólo nos acordamos de ellos cuando
resultan un problema o cuando los necesitamos para animar una celebración o
una fiesta... ¿Cómo puede un sacerdote expresar hoy la opción preferencial
por los jóvenes, a pesar de una agenda tan cargada? ¿Cómo podemos servir a
los jóvenes a partir de sus valores, en vez de servirnos de ellos para
"nuestras cosas"?
--BENEDICTO XVI: Ante todo, quisiera subrayar lo que usted ha dicho. Con
motivo de las Jornadas mundiales de la juventud, y también en otras
ocasiones, como recientemente en la Vigilia de Pentecostés, se pone de
manifiesto que en la juventud hay un deseo, una búsqueda también de Dios.
Los jóvenes quieren ver si Dios existe y qué les dice. Por tanto, tienen
cierta disponibilidad, a pesar de todas las dificultades de hoy. También
tienen entusiasmo. Por tanto, debemos hacer todo lo posible por mantener
viva esta llama que se manifiesta en ocasiones como las Jornadas mundiales
de la juventud.
¿Cómo hacerlo? Es nuestra pregunta común. Creo que precisamente aquí debería
realizarse una "pastoral integrada", porque en realidad no todos los
párrocos tienen la posibilidad de ocuparse suficientemente de la juventud.
Por eso, se necesita una pastoral que trascienda los límites de la parroquia
y que trascienda también los límites del trabajo del sacerdote. Una pastoral
que implique también a muchos agentes.
Me parece que, bajo la coordinación del obispo, por una parte, se debe
encontrar el modo de integrar a los jóvenes en la parroquia, a fin de que
sean fermento de la vida parroquial; y, por otra, encontrar para estos
jóvenes también la ayuda de agentes extra-parroquiales. Las dos cosas deben
ir juntas. Es preciso sugerir a los jóvenes que, no sólo en la parroquia
sino también en diversos contextos, deben integrarse en la vida de la
diócesis, para luego volver a encontrarse en la parroquia. Por eso, hay que
fomentar todas las iniciativas que vayan en este sentido.
Creo que es muy importante en la actualidad la experiencia del voluntariado.
Es muy importante que a los jóvenes no sólo les quede la opción de las
discotecas; hay que ofrecerles compromisos en los que vean que son
necesarios, que pueden hacer algo bueno. Al sentir este impulso de hacer
algo bueno por la humanidad, por alguien, por un grupo, los jóvenes sienten
un estímulo a comprometerse y encuentran también la "pista" positiva de un
compromiso, de una ética cristiana.
Me parece de gran importancia que los jóvenes tengan realmente compromisos
cuya necesidad vean, que los guíen por el camino de un servicio positivo
para prestar una ayuda inspirada en el amor de Cristo a los hombres, de
forma que ellos mismos busquen las fuentes donde pueden encontrar fuerza y
estímulo.
Otra experiencia son los grupos de oración, donde aprenden a escuchar la
palabra de Dios, a comprender la palabra de Dios, precisamente en su
contexto juvenil, a entrar en contacto con Dios. Esto quiere decir también
aprender la forma común de oración, la liturgia, que tal vez en un primer
momento les parezca bastante inaccesible. Aprenden que existe la palabra de
Dios que nos busca, a pesar de toda la distancia de los tiempos, que nos
habla hoy a nosotros. Nosotros llevamos al Señor el fruto de la tierra y de
nuestro trabajo, y lo encontramos transformado en don de Dios.
Hablamos como hijos con el Padre y recibimos luego el don de él mismo.
Recibimos la misión de ir por el mundo con el don de su presencia.
También serían útiles algunas clases de liturgia, a las que los jóvenes
puedan asistir. Por otra parte, hacen falta ocasiones en que los jóvenes
puedan mostrarse y presentarse. Aquí, en Albano, según he escuchado, se hizo
una representación de la vida de san Francisco. Comprometerse en este
sentido quiere decir entrar en la personalidad de san Francisco, de su
tiempo, y así ensanchar la propia personalidad. Se trata sólo de un ejemplo,
algo en apariencia bastante singular. Puede ser una educación para ensanchar
la propia personalidad, para entrar en un contexto de tradición cristiana,
para despertar la sed de conocer mejor la fuente donde bebió este santo, que
no era sólo un ambientalista o un pacifista, sino sobre todo un hombre
convertido.
Me ha complacido leer que el obispo de Asís, mons. Sorrentino, precisamente
para salir al paso de este "abuso" de la figura de san Francisco, con
ocasión del VIII centenario de su conversión convocó un "Año de conversión"
para ver cuál es el verdadero "desafío". Tal vez todos podemos animar un
poco a la juventud para que comprenda qué es la conversión, remitiéndonos a
la figura de san Francisco, a fin de buscar un camino que ensanche la vida.
Francisco al inicio era casi una especie de "playboy". Luego, cayó en la
cuenta de que eso no era suficiente. Escuchó la voz del Señor: "Reconstruye
mi casa". Poco a poco comprendió lo que quería decir "construir la casa del
Señor".
Así pues, no tengo respuestas muy concretas, porque se trata de una misión
donde encuentro ya a los jóvenes reunidos, gracias a Dios. Pero me parece
que se deben aprovechar todas las oportunidades que se ofrecen hoy en los
Movimientos, en las asociaciones, en el voluntariado, y en otras actividades
juveniles.
También es necesario presentar la juventud a la parroquia, a fin de que vea
quiénes son los jóvenes. Hace falta una pastoral vocacional. Todo debe
coordinarlo el obispo. Me parece que, a través de la auténtica cooperación
de los jóvenes que se forman, se encuentran agentes pastorales. Así, se
puede abrir el camino de la conversión, la alegría de que Dios existe y se
preocupa de nosotros, de que nosotros tenemos acceso a Dios y podemos ayudar
a otros a "reconstruir su casa". Me parece que, en resumen, nuestra misión,
a veces difícil, pero en último término muy hermosa consiste en "construir
la casa de Dios" en el mundo actual.
Os agradezco vuestra atención y os pido disculpas por lo fragmentario de mis
respuestas. Queremos colaborar juntos para que crezca la "casa de Dios" en
nuestro tiempo, para que muchos jóvenes encuentren el camino del servicio al
Señor.