EL REGALO MÁS GRANDE: LA EUCARISTÍA
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Escrito por Autores varios
El Observador de la Actualidad, No. 882
Jesús, abandonado en tantos sagrarios - Escandalosa indiferencia hacia la Eucaristía
- ¿Eucaristías aburridas? ¡Que le pregunten al padre Pío!
- Razones muy cojas para no ir a Misa - Nos arrodillamos porque...
- Reglas mínimas de «urbanidad» ante Jesucristo Eucarístico
- Esto es para los que quieran expresar con el cuerpo su adoración a Cristo
- Por una visita al Santísimo
Jesús, abandonado en tantos sagrarios
Aunque los templos se llenan el domingo, y todavía comulga un considerable número de fieles, ¿qué ocurre el resto de los días?, y, en especial, ¿qué ocurre con los sagrarios? ¡Jesús está tan solo!
Escribe el padre Ángel Peña, O.A.R., en su libro Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera:
«Nosotros, ¿qué hacemos de la Eucaristía? El mundo en que vivimos está lleno de frío y oscuridad espiritual, porque falta el fuego de Dios. Muchos hombres viven en las tinieblas del pecado, sin luz ni calor interior. Y ahí está Jesús, el fuego divino, esperándonos en el sagrario de nuestras iglesias. ¿Hasta cuándo? ¿Por qué no vamos por el mundo entero, proclamando las ventajas y bendiciones de este fuego divino?
«Decía Paul Claudel: ‘Los que tenéis luz ¿qué hacéis con ella, si el mundo está en tinieblas?’. Debemos incendiar la Tierra por los cuatro costados con el fuego que brota del Corazón eucarístico de Jesús. Sin embargo, Jesús está solo y se siente solo. ¿Dónde están los católicos que dejan abandonado al Cristo del sagrario? ¿Dónde están los verdaderos cristianos? Ser cristiano es ser de Cristo y amarlo con todo el corazón. Pero a Cristo, el Dios amigo, hecho hombre, solamente lo encontraremos en la Eucaristía. Por eso, debemos ser cristianos eucarísticos y centrar nuestra vida en Jesús Eucaristía. El sagrario de Jesús debe ser el punto de partida y de llegada de todas nuestras iniciativas humanas... Contar con Él para todo y no hacer nada sin Él».
QUEJA CELESTIAL
El ya fallecido presbítero italiano Stefano Gobbi (1930-2011), fundador del Movimiento Sacerdotal Mariano, habría recibido este mensaje de la Virgen en la festividad del Corpus Christi de 1979, dirigido a los sacerdotes:
«Hijos predilectos, desgraciadamente en estos tiempos las tinieblas han oscurecido también el Tabernáculo: en torno a él hay tanto vacío, tanta indiferencia, tanta negligencia. Cada día aumentan las dudas, las negaciones y los sacrilegios. El Corazón Eucarístico de Jesús es herido de nuevo por los suyos en su propia Casa, en el mismo lugar donde ha puesto su divina morada entre vosotros. Volved a ser los adoradores perfectos... Llevad a todos a Jesús en la Eucaristía: a la adoración, a la Comunión, a un amor más grande. Ayudad a todos a acercarse a Jesús Eucarístico de una manera digna, cultivando en los fieles la conciencia del pecado, invitándolos a acercarse a la Comunión sacramental en estado de Gracia, educándolos en la Confesión frecuente y advirtiéndoles que la Confesión es necesaria a quien se halla en pecado mortal para recibir la Sagrada Eucaristía. Hijos predilectos, oponed un dique a la multiplicación de los sacrilegios: nunca como en estos tiempos se han hecho tantas Comuniones de manera tan indigna. La Iglesia está profundamente herida por la difusión de las Comuniones sacrílegas. Ha llegado el tiempo en que vuestra Madre Celestial dice ‘Basta’».
BUENOS DESEOS
Hay mucha gente llena de buenos deseos que quisiera dar a Cristo Eucarístico una atención tal como se merece, pero..., ¿quién puede darse en verdad el lujo, con esta vida tan acelerada, de ir primero al templo a visitar el Santísimo Sacramento antes de encaminarse a la escuela o al trabajo? Es verdad, parece demasiado; cuando mucho se puede esperar una pasada rápida cuando ya va uno de regreso a casa, ¡pero es la hora del calor y del tráfico, y todo el mundo ya quiere comer y descansar! Así que el sagrario vuelve a quedarse sin visitas.
Sin embargo, hay un número creciente de católicos que verdaderamente están descubriendo qué es lo verdaderamente importante. Escribe Eulogio López desde España: «Resulta que, en todo el mundo, parroquias en estado letárgico despiertan y comienzan a llenarse de fieles tras una decisión tan sencilla como ésa: sacar al Santísimo, que se le vea, y abrir las puertas para que la gente entre a adorarle, es decir, lo que más molesta a Satán.
«En pocas palabras, con la exposición y adoración del Santísimo estamos viviendo una verdadera revolución silenciosa. Convendría no estropearlo con tonterías. Muchas comunidades parroquiales han abandonado de repente la tibieza para vivir una resurrección de la fe. Podemos hablar de la clásica, y cada vez más pujante, Adoración Nocturna, pero han surgido otras muchas. Por ejemplo, en Estados Unidos ha nacido la Sociedad Misionera de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento: sacerdotes que se dedican a promover la adoración perpetua (es decir, día y noche). Una asociación que ya ha conseguido que una parroquia se apunte a la adoración perpetua en Moscú y otra en Kazajistán, mientras en Filipinas existen 500 adoraciones perpetuas».
El cambio se puede hacer. Hay que pasar de los buenos deseos a la acción, lanzar un plan para que no haya ningún sagrario abandonado, y reparar ahí, delante de Jesús, tantos sacrilegios cometidos contra Él.
Diana R. García B.
TESTIMONIO - Escandalosa indiferencia hacia la Eucaristía
Nacido en la antigua Unión Soviética, monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, Kazajstán, denuncia la irreverente actitud de tantos católicos de Occidente hacia la Eucaristía:
«Yo crecí en la clandestinidad soviética, y fui educado por sacerdotes mártires y confesores. Y cuando mi familia dejó la URSS yo tenía 12 años. Cuando nos despedimos de nuestro párroco, que era un mártir confesor, él nos dijo: ‘Cuando ustedes lleguen a Alemania estén atentos, no vayan a las iglesias donde se da la Sagrada Comunión en la mano’. Cuando yo escuché estas palabras no podía entenderlas.
«Cuando llegamos a Alemania fuimos a una Misa, y observé como se daba la Comunión, de una manera tan simple y superficial, y cuando volvimos a casa le dije a mi mamá: ‘Pero mamá, esto era como la distribución de bizcochos en la escuela!’; lo dije con toda la inocencia infantil. Después anduvimos por otros templos, y la misma situación. Cuando volvimos a casa mi madre comenzó a llorar, y dijo: ‘Yo no puedo entender cómo se puede recibir a Nuestro Señor Jesucristo, presente con toda su Divina Majestad en esta Sagrada Hostia, de una manera así, superficial’, y comenzó a llorar. Estas escenas me tocaron tan profundamente a la edad de 12 años, que nunca me dejaron en la vida. Tampoco nunca pude entender hasta hoy, siendo sacerdote y obispo, cómo se puede recibir a Nuestro Señor Jesucristo, ¡a nuestro divino Señor Jesucristo!, de una manera, así, tan pobre de gestos, de adoración, de reverencia».
¿Eucaristías aburridas? ¡Que le pregunten al padre Pío!
Extracto de una entrevista hecha a san Pío de Pietrelcina, el sacerdote de los estigmas (1)
Padre, ¿ama el Señor el Sacrificio de la Misa?
Sí, porque con él regenera el mundo.
¿Cuánta gloria le da la Misa a Dios?
Una gloria infinita.
¿Qué debemos hacer durante la Santa Misa?
Compadecernos y amar.
Padre, ¿cómo debemos asistir a la Santa Misa?
Como asistieron la Santísima Virgen y las piadosas mujeres. Como asistió san Juan al Sacrificio Eucarístico y al Sacrificio cruento de la Cruz.
Padre, ¿qué beneficios recibimos al asistir a la Santa Misa?
No se pueden contar. Los veréis en el Paraíso. Cuando asistas a la Santa Misa, renueva tu fe y medita en la Víctima que se inmola por ti a la Divina Justicia, para aplacarla y hacerla propicia. No te alejes del altar sin derramar lágrimas de dolor y de amor a Jesús, crucificado por tu salvación.
Padre, dígame todo lo que sufre usted durante la Santa Misa.
Sufro todo lo que Jesús sufrió en su Pasión, aunque sin proporción, sólo en cuanto lo puede hacer una creatura humana. Y esto, a pesar de cada una de mis faltas y por su sola bondad.
¿En qué momento de la Misa sufre usted más?
En la Consagración y en la Comunión.
¿Quien le limpia la sangre durante la Santa Misa?
Nadie.
Padre, durante la Misa, ¿dice usted las siete palabras que Jesús dijo en la Cruz?
Sí, indignamente, pero también yo las digo.
¿Y a quién le dice: «Mujer, he aquí a tu hijo»?
Se lo digo a Ella: He aquí a los hijos de tu Hijo.
¿Sufre usted la sed y el abandono de Jesús?
Sí.
¿En qué momento?
Después de la Consagración.
¿Hasta qué momento?
Suele ser hasta la Comunión.
¿Qué es la sagrada Comunión?
Es toda una misericordia interior y exterior, todo un abrazo. Pídele a Jesús que se deje sentir sensiblemente.
Cuando viene Jesús, ¿visita solamente el alma?
El ser entero.
¿Qué hace Jesús en la Comunión?
Se deleita en su creatura.
Padre, ¿por qué llora usted al pronunciar la última frase del Evangelio de San Juan: «Y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (2)?
¿Te parece poco? Si los Apóstoles, con sus ojos de carne, han visto esa gloria, ¿cómo será la que veremos en el Hijo de Dios, en Jesús, cuando se manifieste en el Cielo?
¿Qué unión tendremos entonces con Jesús?
La Eucaristía nos da una idea.
¿Asiste la Santísima Virgen a su Misa?
¿Crees que la Mamá no se interesa por su Hijo?
¿Y los ángeles?
En multitudes.
¿Qué hacen?
Adoran y aman.
¿Le gustaría oficiar más de una Misa cada día?
Si yo pudiese, no querría bajar nunca del Altar. (3)
NOTAS:
1) No se publicó hasta 1974 en el libro Así habló el Padre Pío, con el imprimátur de monseñor Fanton, obispo auxiliar de Vincencia.
2) Se refiere a Juan 1, 1-18, texto del Evangelio que desde el siglo XIII y hasta 1969 siempre se leía al final de la Misa.
3) La Misa diaria con el padre Pío duraba entre dos y tres horas porque él siempre perdía la noción del tiempo al caer en éxtasis, especialmente en la Consagración —que duraba en promedio una hora—. Mas la gente no se aburría; al contrario, hacía filas interminables para alcanzar un lugarcito en el templo a fin de participar en la Eucaristía.
Razones muy cojas para no ir a Misa
Las explica el padre Jorge Loring, S.J.
A veces se oye decir: «Yo no voy a Misa porque no siento nada. Es que a mí la Misa no me dice nada. Es que no le veo sentido a la Misa. Es que me aburro en Misa». Voy a decir alguna cosa sobre esto.
Primero. El cristianismo no es cuestión de sentimientos. Es cuestión de valores. Yo no voy a Misa porque sienta algo. Puede ser que sí, que yo sienta y me emocione. Pero la necesidad de ir a Misa no depende de lo que yo sienta, sino del valor de la Misa. Lo mismo que una madre puede ser que no tenga ganas de atender al niño enfermo. Pero si su hijo es un valor para ella, la madre se desvive por el niño, y lo atiende con gusto, aunque no tenga ganas; porque el hijo es un valor.
Segundo: «Es que a mí la Misa no me dice nada, yo no le veo sentido a la Misa». Esto es lógico que lo diga una persona que no tenga cultura religiosa. No sabe lo que es una Misa. Por eso no sabe apreciar lo que es una Misa. Para saber apreciar un museo hace falta tener cultura. El que no tiene cultura, llega a un museo y se aburre; porque no sabe apreciar lo que valen los cuadros o las esculturas de un museo. Pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciar lo que vale esa joya.
Tercero: «Es que yo me aburro en la Misa». Bueno. Nadie ha dicho que la Misa sea una diversión. Cuando se trata de una diversión, si me gusta, voy; y si no me gusta, no voy. Al que no le gusta el futbol, no va al futbol; no tiene ninguna obligación de ir al futbol. Pero cuando se trata de una obligación, no se trata de que me divierta o me deje de divertir. Yo voy a clase, no porque me divierta ir a clase, sino porque tengo obligación de ir a clase. Yo voy a trabajar, no porque me divierta trabajar, sino porque tengo obligación de trabajar. Lo que es obligatorio no depende de las ganas.
La Misa es una obligación. Las personas podemos conocer a Dios, y tenemos obligación de dar culto a ese Dios que podemos conocer. Las piedras no conocen a Dios, no tienen que dar culto a Dios. Las plantas no conocen a Dios, no tienen que dar culto a Dios....Nosotros somos personas que podemos conocer a Dios, y tenemos obligación de dar culto a Dios, a quien conocemos.
«Pero yo rezo todas las noches». Muy bien, das culto privado a Dios. Pero, además, tenemos obligación de dar culto público porque somos miembros del Pueblo de Dios. Tenemos obligación de unirnos al pueblo de Dios para dar culto a Dios. Y el acto oficial de culto comunitario a Dios es la Misa.
Nos arrodillamos porque...
«Nos arrodillamos ante el Santísimo Sacramento porque sabemos y creemos que en Él está presente el único Dios verdadero».
Benedicto XVI
«Para negar que Jesús está en la Eucaristía tiene uno que ser o un ignorante o un loco, porque la Biblia lo dice muy claro».
Martín Lutero, inventor del protestantismo.
«No creáis que las horas pasadas delante del sagrario son horas perdidas... Lo que se da a Dios nunca se pierde».
Beato Juan Pablo II
«Piensa ante el Sagrario: ¿qué ha hecho Cristo por mí?, ¿qué he hecho yo por Cristo?».
San Alberto Hurtado
«Sabed que acaso ganaréis más en un cuarto de hora de adoración en la presencia de Jesús Sacramentado que en todos los demás ejercicios espirituales del día».
San Alfonso María de Ligorio
«Entre las prácticas de la religión, la Eucaristía es lo que el Sol entre los astros».
San Francisco de Sales.
«Si tuviéramos fe seríamos capaces de ver a Jesucristo en el Santísimo Sacramento como los ángeles lo ven en el Cielo. Él está ahí. Nos espera».
San Juan María Vianney
Reglas mínimas de «urbanidad» ante Jesucristo Eucarístico
1) Al ingresar en un templo o capilla, lo primero que un cristiano debe hacer es identificar de inmediato el lugar donde se encuentra el sagrario, porque dependerá de ello el modo en que debe conducirse.
2) El sagrario o tabernáculo es un pequeño recinto, a modo de caja o armario, donde se guarda la Eucaristía o Santísimo Sacramento, y que no es sino Jesucristo mismo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, aunque bajo la apariencia de pan ázimo.
3) El sagrario puede estar en el «presbiterio» (parte de adelante del templo, más alta que el resto del lugar, y donde se encuentra el altar, el ambón y la sede), o bien en una capilla lateral, que en tal caso recibe el nombre de «capilla del Santísimo».
4) Será posible identificar el sagrario gracias a que junto a él hay una lámpara permanentemente encendida (generalmente roja, pero puede ser blanca o de otro color), diferente de las demás lámparas o velas del lugar; ésta recibe el nombre de «lámpara del sagrario».
5) Al pasar delante del sagrario, el signo externo que se debe realizar es la «genuflexión simple», que consiste en doblar una rodilla hasta tocar el suelo. Si el fiel cristiano estuviera legítimamente impedido de hacer este gesto (por ejemplo, por razones de salud o edad, o porque trae en brazos a un bebé) puede sustituirlo por una reverencia, que significa que, estando de pie, hará una inclinación profunda hacia el sagrario. Mas no es correcto recurrir a tal sustitución por simple comodidad o porque se tiene prisa. También es un grave error (por ejemplo, en las bodas) ponerse vestidos que impidan arrodillarse en el templo, siendo que todo asistente al lugar debería desear más que nada adorar a Dios con todo su ser (alma y cuerpo).
6) En el caso de que el sagrario no esté en el presbiterio sino en la capilla del Santísimo, al pasar delante de ella es obligatoria la genuflexión; y, en cambió, al cruzar delante del altar del templo sólo se hace una inclinación o reverencia.
7) Enseguida, al acomodarse el feligrés en una banca, la sana costumbre es hacer una «genuflexión doble», es decir, poner las dos rodillas sobre el suelo o sobre el reclinatorio, y persignarse. La genuflexión es obligatoria en la Misa al momento de la Consagración. Por razones de salud se puede omitir; pero, de ser posible, el enfermo haría bien en mantenerse de pie como signo de respeto, en lugar de sentarse (gesto de comodidad); y lo mismo habría que pedir a los asistentes no católicos, o darles la opción de que salgan del templo en lo que tiene lugar la Consagración a fin de que el momento más sagrado de toda la Misa, en el que incluso todos los ángeles y santos del Cielo están presentes adorando, no sea tratado con irreverencia.
D. R. G. B.
Esto es para los que quieran expresar con el cuerpo su adoración a Cristo
Como el hombre no está dividido en dos pedazos, es lógico que integre a su actitud espiritual la actitud de su cuerpo delante de su Señor. Aquí hay algunos signos externos de amor que glorifican a Dios:
Genuflexión.- Entrar ante la presencia del Señor y no arrodillarse es ponerse uno ante Dios «de igual a igual», algo que es fruto de la inconsciencia o de la soberbia. La genuflexión es un gesto de humildad, y de adoración y sumisión a Dios; además, es un verdadero acto de fe: si me arrodillo es porque verdaderamente creo que Él está ahí presente. La genuflexión simple (con una rodilla) es adecuada cuando uno va a seguir su camino, y la doble (con dos rodillas) cuando se va a permanecer en adoración o en oración de súplica.
Golpes de pecho.- Es un gesto que expresa no sólo una actitud interior de arrepentimiento sino también de humildad: indica ante Dios nuestra condición de pecadores.
Elevación de las manos.- Expresa súplica (cfr. Sal 28, 2; I Re 8, 22), alabanza o bendición a Dios (cfr. Sal 63, 5) y ofrenda (cfr. Sal 141, 2). San Pablo aconseja a todos los creyentes: «Quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención» (I Tim 2, 8), algo muy practicado entre los primeros cristianos, como atestiguan las pinturas de las catacumbas. El orar en esta postura tiene un tono expresivo no sólo de petición, sino también de reconocimiento de la propia pobreza y de la esperanza depositada en Dios.
Postración.- Indica humildad y adoración en su expresión máxima. En el Antiguo Testamento se empleaba a menudo: «Cayó Abram rostro en tierra» (Gn 17, 3; cfr. Ex 34, 8; Nm 20, 6; Jos 5, 15; I Re 18, 42; etc.). Muchos salmos invitan a postrarse para adorar (cfr. salmos 95, 99 y 116). En el Nuevo Testamento se lee que Cristo se postró al orar a su Padre en Getsemaní (cfr. Mt 26, 39). Los discípulos de Jesús se postraron ante Él al reconocer que era el Hijo de Dios (cfr. Mt 14, 33), pero los Magos de Oriente ya lo habían hecho antes para adorarlo (cfr. Mt 2, 11). Las santas mujeres se postraron abrazándolo por los pies y adorándolo el día de la Resurrección (cfr. 28, 9). Y en actitud de súplica y pidiendo compasión lo hicieron Jairo (cfr. Mc 5, 22), la hemorroísa ((cfr. Mc 5, 33). El Apocalipsis muestra cómo en el Cielo ésta es la postura típica de adoración (cfr. Ap 4,10; 5,8; 5, 14; 7,11; 11,16; 11, 19). La postración se puede hacer estando de rodillas e inclinándose al máximo para finalmente, tocar con la frente en el suelo; la postración total, en cambio, se hace tendiéndose por completo boca abajo, con los brazos extendidos al frente.
Por una visita al Santísimo
Jesús afirma: «Yo soy el Pan de Vida» (Jn 6,34); «El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna y Yo lo resucitaré el último día» (Jn 6, 54).Los protestantes dicen que esto hay que entenderlo de manera simbólica; pero, como dice el padre Ángel Peña, OAR, «la vida eterna no es ninguna cosa simbólica, y no se puede decir que lo primero, comer y beber, es simbólico y lo segundo no». Éstos son algunos testimonios de protestantes que descubrieron la verdad:
James J. Pitts, pastor presbiteriano en Abilene, Texas, asistió a un retiro espiritual en 1998 en un monasterio benedictino. Dice: «Una gran hostia consagrada era colocada en una custodia para adorar a Jesús. Todos estaban de rodillas. Después de unos minutos de leer la Biblia, yo miré la hostia y vi una luz radiante, que brilló como si saliera de ella. De pronto, un sentimiento de amor vino sobre mí, sin saber por qué. Yo me arrodillé». Poco después se hizo católico.
Stephen K. Ray era protestante bautista y profesor de estudios bíblicos. Como su mejor amigo, pastor protestante, decidió hacerse católico, Stephen decidió investigar la historia de la Iglesia, y en 1994 fue con su esposa por primera vez a una Misa. «A media Misa, de pronto, me di cuenta que era la misma liturgia que era celebrada a lo largo del mundo..., y así había sido por dos mil años. La misma antigua liturgia que había sido celebrada por los Apóstoles y todos los santos y predecesores de la primitiva Iglesia. Mi esposa Janet y yo nunca hemos olvidado la experiencia de aquella primera Misa». A raíz de esto se hicieron católicos.
Scott Hahn, ex pastor presbiteriano, cuenta: «Me habían enseñado que la Misa católica era el sacrilegio más grande que un hombre podía cometer. Un día fui a Misa. Observaba y escuchaba atentamente a medida que lecturas, oraciones y respuestas convertían la Biblia en algo vivo. Tras pronunciar las palabras de la Consagración, el sacerdote mantuvo elevada la Hostia. Entonces, sentí que la última sombra de duda se había diluido en mí. Con todo mi corazón musité: Señor mío y Dios mío. ¡Tú estás verdaderamente ahí!». Se hizo católico en 1986.