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LA VIDA DON DE DIOS
TEMAS FUNDAMENTALES DE BIOETICA

 

III. MANIPULACION GENETICA

1. Experimentación humana

2. Manipulación genética

3. Diagnóstico prenatal

4. Terapia genética

5. Investigación y experimentación sobre embriones humanos

6. Congelación de embriones

7. Eugenesia

8. Hibridación

9. Clonado y partenogénesis

10.Trasplantes de órganos

11.Manipulación cerebral

 

Bioética - Respetar el don de la vida  regalo de Dios

 

 

                    III. MANIPULACION GENETICA

 

1. EXPERIMENTACION HUMANA

 La difusión de técnicas de intervención sobre los procesos de la procreación humana plantea gravísimos problemas morales, relativos al respeto debido al ser humano desde su misma concepción y a la dignidad de la persona, de su sexualidad y de la transmisión de la vida.

Gracias al progreso de las ciencias biológicas y médicas, el hombre dispone de medios terapéuticos cada vez más eficaces, pero puede también adquirir nuevos poderes, preñados de consecuencias imprevisibles, sobre el inicio y los primeros estadios de la vida humana. El rápido desarrollo de los descubrimientos tecnológicos ‑que permiten  intervenir sobre los embriones y los fetos humanos con modalidades y fines de diverso género: diagnósticos y terapéuticos, científicos y comerciales‑, hace que "nuestro tiempo, más que los tiempos pasados, necesite la sabiduría ‑del designio de Dios‑ para humanizar más las cosas nuevas que el hombre va descubriendo. Está en peligro el destino del mundo, a no ser que surjan hombres más sabios".

La biología y la medicina contribuyen con sus aplicaciones al bien integral de la vida humana, cuando desde el momento en que acuden a la persona humana respetan su dignidad de criatura de Dios. Pero ningún biólogo o médico puede pretender decidir el origen y el destino de los hombres, en nombre de su competencia científica. La vida humana participa del misterio de la persona. No puede ser reducida a consideraciones parciales. Para el creyente, la vida humana se abre al misterio transcendente del Dios vivo.[1]

La situación actual de la conciencia humana frente al valor de la vida humana denota una notable ambigüedad. Por una parte, se afirma el valor de la vida; pero, por otra, de hecho la vida humana es violada, manipulada y destruida constantemente. En las mismas clínicas se realizan abortos, suprimiendo miles de vidas, y fecundaciones artificiales para lograr una vida. Esta ambigüedad se manifiesta en la diversa actitud ante los diversos experimentos que hoy se llevan a cabo con los hombres. Para aclararnos, en la experimentación humana hay que distinguir la experimentación terapéutica de la simple experimentación sin relación directa con la terapia de la persona sometida a experimentación.

Pío XII ya dio la clave para discernir la moralidad de la experimentación humana. El criterio supremo para discernir la moralidad de un experimento es la consideración del hombre como persona. No existe ningún valor que justifique el reducir al hombre a objeto o medio, ni la ciencia, "pues la ciencia no es el valor más alto al que todos los otros órdenes de valores están ordenados", ni un interés injustificado del mismo paciente, pues el hombre no puede disponer arbitrariamente de sí mismo:

El paciente no puede conferir más derechos que los que él mismo posee. En lo que concierne al paciente, él no es dueño absoluto de sí mismo, de su cuerpo, de su espíritu. No puede, por tanto, disponer libremente de sí mismo, como a él le plazca. (Discurso del 14‑9‑1952)

Con estos límites, hay que afirmar que el valor absoluto del hombre en cuanto persona hace que no se puede realizar con él lícitamente ningún experimento sin su libre consentimiento:

Nadie puede entrometerse en su esfera sin recibir de él específica autorización; él es el único responsable de los compromisos asumidos frente a sí mismo, frente a la comunidad y frente a Dios; nadie puede sustituirlo en sus acciones...Sólo en caso de urgencia, el consentimiento será presumible con tal de que se haga a su favor.[2]

Esto hace ilícitos los experimentos llevados a cabo sobre encarcelados, sobre condenados a muerte, los experimentos tristemente célebres llevados a cabo por los nazis y tantos experimentos actuales que sacrifican la integridad y hasta la vida de seres humanos en aras de la investigación y del progreso científico.

Por lo que se refiere a la experimentación terapéutica de nuevos medicamentos y de nuevas prácticas médicas, es preciso, por tanto, el libre consentimiento de la persona objeto del experimento y que éste no le cause daño, al privarla de otros medicamentos seguros o exponiéndola a efectos secundarios perjudiciales, aunque no deseados, del nuevo tratamiento.

En cuanto a la experimentación no terapéutica, en bien de la sociedad, otorgado el consentimiento de la persona sometida al experimento, se puede aceptar el riesgo que supone toda novedad, con tal de que no se ponga en peligro la vida o la integridad psicosomática y exista una razonable proporción entre el posible daño y el bien que se pretende con el experimento...Pero nunca es lícito someter a experimentación la vida humana. Pues, en todo caso, se trata de la vida humana, es decir, del hombre en su totalidad unificada. Juan Pablo II se lo recordaba a los participantes a un Congreso sobre la experimentación biológica, el 23‑10‑1982:

El hombre es, también para vosotros, el término último de la investigación científica, el hombre entero, espíritu y cuerpo, aunque el objeto inmediato de las ciencias que vosotros profesáis sea el cuerpo con todos sus órganos y tejidos. Pero el cuerpo del hombre no es independiente del espíritu como el espíritu no es independiente del cuerpo por la unidad profunda y por la interferencia mutua que existe entre ellos. La unidad sustancial entre espíritu y cuerpo, e indirectamente con el cosmos, es tan esencial que toda actividad humana, incluso la más espiritual, está en cierto modo penetrada y colorada por la condición corpórea; mientras el cuerpo ha de ser igualmente gobernado y orientado por el espíritu...En consecuencia, no siento ninguna inquietud ante las experimentaciones biológicas realizadas por científicos que, como vosotros, tienen un profundo respeto de la persona humana, porque estoy seguro que sus experimentos contribuirán al bien integral del hombre.

Este bien integral del hombre, del que habla el Papa, no es sólo el bien individual y privado, sino que siempre tiene en cuenta la dimensión social del hombre.[3] La investigación humana, si es humana, mira al hombre, a todo el hombre y a todos los hombres. En definitiva se trata del principio, que debería ser claro para todos: no es el hombre para el progreso, sino el progreso para el hombre. Este criterio básico se obnubila, sin embargo, cuando se hace un ídolo del progreso y a él se sacrifica todo, hasta la humanidad del hombre. La Gaudium et spes, del concilio Vaticano II, lo formulaba así:

La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre. Pues éste, con su acción, no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se transciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene...Por tanto, esta es la norma de la actividad humana: que, de acuerdo a los designios y voluntad divinos, sea conforme al auténtico bien del género humano y permita al hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación.(n.35)

¿Cómo puede una cultura asumir la ciencia y la tecnología con todo su dinamismo, sin perder su identidad?, se preguntaba Juan Pablo II, dirigiéndose a los científicos en Hiroshima, el 25‑2‑1981. Y les respondía:

Para ello, es preciso evitar tres tentaciones. La primera es la tentación de buscar el progreso por sí mismo. La segunda es la tentación de someter el progreso tecnológico a la utilidad económica según la lógica de la ganancia y de la expansión económica sin fin. Y en tercer lugar, la tentación de someter el desarrollo económico a la conquista y conservación del poder, como sucede cuando se emplea con fines militares y cuando se  manipula a los pueblos para poder dominarlos.

Dios ha puesto todas las cosas bajo el dominio del hombre, pero el hombre es "la única criatura que ha querido por sí misma". No puede, pues, ser considerada como cosa o medio nunca. Sólo Dios es Señor de la vida humana desde su comienzo hasta su término.

Bioética: Manipulación genética

 

2. MANIPULACION GENETICA

El hombre científico, en la actualidad, se siente ebrio de poder y pretende hacer el papel de creador. Superando los linderos de la ciencia ficción, el hombre  busca el dominio de su misma naturaleza tratando de manipular las fuentes de la vida. Poner las manos en el "árbol de la vida" le llena de entusiasmo, admiración y estupor. Es una fuerte tentación.  El desmedido afán de novedad, el deseo incontrolado de poder científico‑técnico y la curiosidad llevan a nuestra época a límites increíbles en lo que se llama el genio genético o conjunto de ciencias y técnicas de manipulación de los genes y de las células vivientes. Gracias a los descubrimientos de la biología, el hombre ha entrado en una nueva era: la manipulación del mundo ha desembocado en la manipulación del hombre por el hombre, descendiendo hasta los manantiales de la vida humana. Como escribe G.B. Garbelli:

Tras la época de la física, que ha marcado la primera mitad de nuestro siglo, con el descubrimiento de los misterios del átomo, la desintegración nuclear y sus aplicaciones, hemos entrado en la que podría denominarse la era de la biología. Las conquistas más recientes de las modernas disciplinas bioquímicas y biológicas son el resultado de una apasionante investigación y comprensión de los mecanismos celulares más íntimos y ofrecen a la humanidad un poder inimaginable hace tan sólo algunos años, hasta tal punto que no se puede excluir que el hombre llegue a incidir sobre los mecanismos más íntimos y delicados que sustentan la base de la vida e, incluso, llegue a poder cambiar, para bien o para mal, la misma humanidad y los restantes seres vivientes.[4]

El proyecto genoma humano es el intento científico más importante de la biología moderna. El genoma es un conjunto de instrucciones, agrupadas en unidades de información, denominadas genes, que conjuntamente forman los cromosomas, situados en el núcleo de cada célula del organismo humano. Todas nuestras células, desde la primera que se formó en nuestra concepción al fundirse el gameto de nuestro padre con el de nuestra madre, hasta un total aproximado de cien trillones, que forman un organismo adulto, tienen idéntica carga genética.

Por genoma humano se entiende, pues, el conjunto de genes, que integran el patrimonio biológico del individuo y que contienen las claves de la herencia. Su conocimiento o lectura hace posible entender los procesos de transmisión de todo tipo de características, incluidas las patológicas. El control de la información genética abre, por tanto, perspectivas insospechadas: ¿Será posible manipular el genoma?, ¿cabrá eliminar las taras físicas del embrión?, ¿habrá que discutir sobre la posible muerte de ese embrión ante la demostrada presencia en él de graves defectos, con lo que se entraría en una nueva variante de la eutanasia?

El profesor norteamericano Friedman, en una reunión de científicos sobre el genoma humano, realizada en noviembre de 1990 en Valencia, se preguntaba ya si las modificaciones genéticas con fines terapéuticos debían limitarse a las células somáticas o si, por el contrario, podrían existir circunstancias morales o políticas en que fuese posible e incluso necesaria la terapia genética en células germinales. La pregunta misma ya es aterradora. Dicho en palabras simples, esta manipulación significa que ya no se manipulan células normales como las somáticas, sino aquellas que están encargadas de la reproducción, con lo que los efectos de la manipulación serían heredados.

Se sabe todavía muy poco de las consecuencias que podrán acarrear experiencias de este tipo. Aterrado por el horizonte que se abre ante nosotros, en el mismo congreso, el premio nóbel de Medicina, el francés Jean Dausset advirtió del gravísimo riesgo que se corre de producir series humanas, esto es, auténticas legiones de esclavos de diferente tipo: soldados, trabajadores manuales, etc.

Pero, aparte de estos riesgos, hay otro riesgo mayor y más radical, pues es la raíz de todas las manipulaciones posibles. Se trata de caer en el reduccionismo científico como método y como estrategia en relación al hombre. Este reduccionismo lleva a explicar los fenómenos humanos como procesos de mecanismos puramente químicos o físicos. La genética molecular reduce el hombre a ser neuronal. Con este reduccionismo se hace la explicación del código genético, la explicación del origen de la vida y de su evolución, y hasta la explicación del pensamiento mismo. El hombre resulta explicado como una combinación de tipo mecánico: es el hombre máquina. Con esta concepción del hombre, no tiene nada de extraño que la ciencia actual esté trabajando en la producción de la vida, la concepción y la gestación en la frigidez del laboratorio, como se produce una máquina en la fábrica.

Pero ¿es equivalente descripción y explicación? La descripción de los procesos neuronales, ¿nos pueden dar la explicación del hombre? Si la descripción no basta para darnos el significado auténtico de una casa, de una obra de arte, ¿bastará para descubrirnos el valor del hombre? Si no se puede explicar lo que es una casa describiendo el número, color y forma de sus ladrillos, ¡mucho menos el hombre!.

En los programas de manipulación genética tales como el proyecto  internacional Genoma humano no falta la intención transformativa de la misma naturaleza humana. Pero, en general, lo que suscita el entusiasmo y el aplauso de los medios de comunicación es la proclamada intención terapéutica de las manipulaciones genéticas. Con ellas se pretende corregir enfermedades hereditarias y, también, salir al paso de la degeneración biológica que, dicen, acecha a la humanidad. El deterioro del patrimonio genético de la humanidad se debe a la falta de selección natural, debida a la misma medicina, que se ha vuelto contra sí misma al salvar vidas defectuosas, que sin ella hubieran muerto. Para remediar esta situación, la manipulación genética se propone corregir las taras hereditarias y controlar así el deterioro genético de la humanidad.

Esta intervención en los genes humanos recibe el nombre de ingeniería genética cuando pretende la transformación del patrimonio genético del hombre. Es algo que hubiera deseado Nietzsche o Hitler: mejorar la raza. Pero hoy, la revolución genética va más lejos, queriendo manipular la misma especie humana.[5]

Pero es preciso afirmar que el deterioro genético, que está a la base de la ingeniería genética, no es un dato científico, sino algo que corresponde a una visión utilitarista del hombre en la que se valora al hombre, ser personal, no por lo que es, sino por lo que tiene: fuerza, músculos, belleza, inteligencia o capacidad productiva. Esta mentalidad utilitarista no respeta el misterio inalienable de la persona humana.[6] De aquí la constatación de Juan Pablo II, en su primera encíclica Redemptor hominis:

El hombre actual parece estar siempre amenazado por lo que produce...Los frutos de su actividad se traducen muy pronto y de manera a veces imprevisible contra el mismo hombre. Precisamente los productos que contienen una parte especial de su genialidad y de su iniciativa, pueden ser dirigidos de manera radical contra él mismo, convirtiéndose en instrumentos de una autodestrucción inimaginable... El progreso de la técnica, por tanto, no puede por menos de engendrar múltiples inquietudes. La primera inquietud se refiere a la cuestión fundamental: ¿este progreso, cuyo autor es el hombre, hace la vida del hombre sobre la tierra, en todos sus aspectos, más humana?; ¿la hace más digna del hombre? ¿El hombre, en cuanto hombre, en el contexto de este progreso, se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos?.(Cfr n.14)

Las intervenciones sobre el patrimonio cromosómico y genético que no son terapéuticas, sino que tienen como fin seleccionar el sexo u otras cualidades, "son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su identidad".

La idolatría tecnológica de nuestra época lleva con frecuencia a olvidar que, en estos experimentos, está en juego la persona humana. La genética humana supone un salto cualitativo respecto a la genética de los otros seres vivos. No se puede extrapolar un experimento hecho con las plantas o los animales, sin más, al hombre:

La manipulación genética se hace arbitraria e injusta cuando reduce la vida a un objeto, cuando olvida que está actuando sobre un sujeto humano; o cuando lo trata según criterios no fundados en la realidad integral de la persona humana, con el riesgo de poner en peligro su dignidad.[7]

La valoración ética sólo puede hacerse desde el hombre en cuanto tal, desde la dignidad que le corresponde por el hecho de ser persona y no del reconocimiento de la ley, de la ciencia, del resultado estadístico mayoritario, de los intereses económicos o políticos o de los "beneficios" que pueda reportar a la humanidad. El parámetro de los "beneficios" es algo tan ambiguo que puede llevar a algo como lo que afirma uno de los "padres" de la primera "niña‑probeta", el Dr. Edwars:

Yo creo que los beneficios que se pueden derivar sobrepasan toda objeción que pueda hacerse al estudio de los embriones en el laboratorio...; yo creo que la necesidad de conocer es mayor que el respeto que se merece un embrión precoz...Estos embriones no son embriones de reserva conservados en las clínicas que tratan casos de esterilidad mediante la concepción in vitro, sino que se trata de oocitos preovulatorios tomados de mujeres fértiles que consienten en donarlos. Estos oocitos recogidos son fertilizados in vitro sin ninguna intención de transferir los embriones al útero femenino: son simplemente usados con fines de investigación, para estudios de observación o experimentales.[8]

Esto no hace inmoral la terapia genética, con tal de que sea realmente terapia, curación de enfermedades genéticas y no manipulación o transformación del patrimonio genético del hombre. Mejorar la vida humana no es nunca, ni puede pretenderse, crear un nuevo tipo de hombre. Por ello, dada la delicadeza de tales intervenciones, es preciso estar muy atentos a los riesgos que suponen para el paciente y para la humanidad entera.  Cada descubrimiento científico o técnico, hoy, en poquísimo tiempo, llega al último rincón de la tierra. Hoy se hace más palpable la dimensión social del hombre.  

En nuestra sociedad industrializada ha penetrado profundamente la preocupación por la calidad de la vida. De la preocupación por la supervivencia se ha pasado al deseo de bienestar, de poseer una buena calidad de vida. Atender con todos los medios que nos ofrece la ciencia a la calidad de la vida es una exigencia moral innegable, con tal de que se trate de acciones orientadas a crear condiciones favorables para el desarrollo integral de todo ser humano. Sin embargo, invocar la calidad de vida, tiene con frecuencia, connotaciones muy ambiguas, degradantes incluso de la condición humana. El concepto calidad de vida entendido desde una visión prevalentemente económica, es muy parcial y, por tanto, sin validez alguna para iluminar decisiones referentes a la vida humana:

Los valores del ser son sustituidos por los del tener. El único fin que cuenta es la consecución del propio bienestar material. La llamada calidad de vida se interpreta principal o exclusivamente como eficiencia económica, consumismo desordenado, belleza y goce de la vida física, olvidando las dimensiones más profundas -relacionales, espirituales y religiosas- de la existencia (EV 23).

Lo mismo hay que decir de las cualidades físicas o mentales... Ante un ser con deficiencias físicas o psíquicas, el concepto de calidad de la vida no puede ser invocado para justificar la negación de esa vida; debe ser, sí, invocado para darle la mejor acogida posible en la familia y en la sociedad y para posibilitarle una vida humana lo más plena posible.

A la luz de estos criterios la Donum vitae da una respuesta clara a las preguntas sobre la moralidad de las modernas técnicas biomédicas que actúan sobre los procesos de la reproducción humana y sobre la vida humana en sus fases iniciales. Brevemente, paso a presentar algunos de estos problemas con la respuesta de la Congregación de la Fe.

 

Diagnóstico prenatal - Bioética

3. DIAGNOSTICO PRENATAL

El diagnóstico prenatal puede dar a conocer las condiciones del embrión o del feto cuando todavía está en el seno materno; y permite prever, más precozmente y con mayor eficacia, algunas intervenciones terapéuticas, médicas o quirúrgicas. Entre las técnicas que actualmente se emplean para el diagnóstico prenatal están: la ecografía, que se sirve de ultrasonidos para detectar las características somáticas y estructurales del feto; es una técnica no traumática ni invasiva, que puede repetirse normalmente hasta tres veces por embarazo sin causar daño ni al feto ni a la madre; esta técnica, sin embargo, no revela las anomalías genéticas o cromosómicas. Una segunda técnica es la fetoscopia, que sí es invasiva, pues consiste en la introducción del fetoscopio ‑construido de fibras luminosas‑ en el interior del útero. Esta técnica permite extraer sangre del feto o del cordón umbilical o tejidos fetales para analizarlas y ver si se dan anomalías genéticas. Comporta grandes riesgos de aborto. Estos riesgos se dan igualmente en la placentocentesis. Hoy, aparte la ecografía, el procedimiento más usado es el de la amniocentesis, es decir, la extracción de líquido amniótico para el análisis bioquímico‑genético, con el que se pueden detectar algunos defectos del sistema nervioso central del feto.[9]

El diagnóstico prenatal es lícito si los métodos utilizados, con el consentimiento de los padres debidamente informados, salvaguardan la vida y la integridad del embrión y de su madre, sin exponerlos a riesgos desproporcionados. La obligación de evitar riesgos desproporcionados exige un auténtico respeto del ser humano y la rectitud de la intención terapéutica. Esto comporta que:

El médico antes de todo deberá valorar atentamente las posibles consecuencias negativas que el uso necesario de una determinada técnica de exploración puede tener sobre el ser concebido, y evitará el recurso a procedimientos diagnósticos de cuya honesta finalidad y sustancial inocuidad no se poseen suficientes garantías. Y así, como sucede frecuentemente en las decisiones humanas, si debe afrontar un coeficiente de riesgo, el médico se preocupará de verificar que quede compensado por la verdadera urgencia del diagnóstico y por la importancia de los resultados que a través suyo pueden alcanzarse en favor del concebido mismo.[10]

El diagnóstico prenatal, por tanto, es lícito "si respeta la vida e integridad del embrión humano y si se orienta hacia su custodia o hacia su curación" (DV I,2). Pero, el diagnóstico prenatal se opone gravemente a la moral cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una sentencia de muerte.

Lo que hace sospechoso de inmoralidad al diagnóstico prenatal es su frecuente conexión intencional con el aborto. A partir de las informaciones ofrecidas por el diagnóstico prenatal se ha difundido una mentalidad homicida. Basta pensar en los miles de abortos ‑mal llamados terapéuticos, cuando son abortos selectivos o eugenésicos‑ de niños afectados de malformaciones, de enfermedades, de graves minusvalías, incluso incurables...Es inaceptable el juicio previo sobre la calidad de vida o sobre la felicidad o infelicidad del niño minusválido. La historia de muchos de ellos es un testimonio de alegría, de inteligencia y de amor. Y la vida de muchos esposos, con un hijo así, se ha renovado gracias a la ternura, al afecto y atenciones que dicho hijo ha suscitado en ellos, en la familia y en su ambiente. Los criterios materialistas y hedonistas sobre la calidad de la vida son inhumanos y, por tanto, falsos e inmorales:

Los diagnósticos prenatales, que no presentan dificultades morales si se realizan para determinar eventuales cuidados necesarios para el niño aún no nacido, con mucha frecuencia son ocasión para proponer o practicar el aborto. Es el aborto eugenésico, cuya legitimación en la opinión pública procede de una mentalidad que acoge la vida sólo en determinadas condiciones, rechazando la limitación, la minusvalidez, la enfermedad (EV 14)... Semejante mentalidad es ignominiosa y totalmente reprobable, porque pretende medir el valor de la vida humana siguiendo parámetros de "normalidad" y de bienestar físico, abriendo así el camino a la legalización incluso del infanticidio y de la eutanasia (EV 63).

No es humano, ‑ni moralmente lícito, por tanto‑ negar el valor humano de un hijo minusválido, aunque comporte sufrir con sus limitaciones e incapacidades. Un hijo que, con su presencia, obliga a romper el egoísmo, es un don inestimable para el matrimonio, "comunidad de amor". La estima, la solicitud constante y el respeto que como ser personal reclama es la mejor escuela dentro de la familia sobre la dignidad humana, sobre el valor de la persona por lo que es y no por lo que tiene o produce. El niño subnormal, con sus limitaciones, es un manantial perenne de amor y humanidad para nuestra sociedad hedonista y mercantilizada. Tratarlo como persona humana, sin avergonzarse de él ante los demás, sin superprotecciones innecesarias, condividiendo sus limitaciones y sufrimientos, ayudándole a gozar la vida que comparte con nosotros es ser hombre maduro, pues la madurez humana se mide, ‑no por la capacidad de poder, de gozar o producir‑, sino por la capacidad de amar

En la cruz de Cristo se nos ha manifestado cómo el amor transforma el aparente fracaso y triunfo de la muerte en victoria sobre la muerte. El amor hace la cruz gloriosa.

Aun cuando fuese posible modificar el patrimonio genético para obtener hijos según el gusto y deseo de los padres, sería inmoral, inhumano, pretenderlo para mejorar el tipo de hombre. El "superhombre" perfecto es la negación del hombre. Esto no quiere decir que no sea deseable y recomendable intentar curar las enfermedades y anomalías del embrión desde los primeros instantes de su aparición. 

El esfuerzo de la ciencia será humano, moralmente recto, siempre que esté transido de respeto por la dignidad de la vida humana. La obra de nuestras manos es, antes de nada, obra de Dios. El primer deber del hombre no es dominar la vida, sino acogerla y promoverla. Sólo Dios es Señor de la vida. Atentar contra la vida es atentar contra Dios:

          Tú has creado mis entrañas,

          me has tejido en el seno materno.

          Te alabo

          porque me has formado como un prodigio;

          son admirables tus obras.

          Tú conocías hasta el fondo de mi alma,

          no desconocías mis huesos,

          cuando, en lo oculto, me iba formando

          y entretejiendo en lo profundo de la tierra.

          Aún informe me veían tus ojos.(Salmo 139,13‑16)

Enraizada en Dios, la vida conduce a Dios: "Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Col 3,3). En Cristo llegamos a ser hijos de Dios, animados por su Espíritu, herederos de la vida eterna. Quien se deje guiar por la fe no puede despreciar nunca la vida ni ninguna vida. Por consiguiente:

‑La mujer que solicitase un diagnóstico con la decidida intención de proceder al aborto en el caso de que se confirmase la existencia de una malformación o anomalía, cometería una acción gravemente ilícita.

‑Igualmente obraría de modo contrario a la moral el cónyuge, los parientes o cualquier otra persona que aconsejase o impusiese el diagnóstico a la gestante con el mismo propósito de llegar en su caso al aborto.

‑También será responsable de cooperación ilícita el especialista que, al hacer el diagnóstico o al comunicar sus resultados, contribuyese voluntariamente a establecer o a favorecer la concatenación entre diagnóstico prenatal y aborto.

‑Por último, se debe condenar, como violación del derecho a la vida de quien ha de nacer y como transgresión de los prioritarios derechos y deberes de los cónyuges, una directriz o un programa de las autoridades civiles y sanitarias, o de organizaciones científicas, que favoreciese de cualquier modo la conexión entre diagnóstico prenatal y aborto, o que incluso indujese a las mujeres gestantes a someterse al diagnóstico prenatal planificado, con objeto de eliminar los fetos afectados o portadores de malformaciones o enfermedades hereditarias.(DV I,2 Cfr. CEC 2274s)


Terapia genética - Bioética

4. TERAPIA GENETICA

Intervenir en los primeros estadios del desarrollo del embrión para curar sus malformaciones es una meta ambiciosa de la investigación genética. El ya citado proyecto Genoma humano, en sus mejores intenciones, es lo que pretende. Y todos están de acuerdo en reconocer su valor e importancia para un futuro mejor del porvenir de la humanidad. Pero el mismo hecho del multiplicarse de estudios y congresos sobre este proyecto, nos advierte de los riesgos que implica la precoz manipulación de los genes humanos. Son riesgos difíciles de calibrar, pues está en juego la integridad del desarrollo y de la historia personal de cada individuo. Como criterio moral la Donum vitae nos da el matizado principio que sigue:

Como en cualquier acción médica sobre un paciente, son lícitas las intervenciones sobre el embrión humano siempre que respeten la vida y la integridad del embrión, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual.(I,3)

Esto es lo que ya había formulado Juan Pablo II el 29‑10‑ 1983, dirigiéndose a la Asamblea General de la Asociación Médica Mundial.

Una acción estrictamente terapéutica que se proponga como objetivo la curación de diversas enfermedades, como las originadas por defectos cromosómicos, será en principio considerada deseable, supuesto que tienda a promover verdaderamente el bienestar personal del individuo, sin causar daño a su integridad y sin deteriorar sus condiciones de vida. Una acción de este tipo se sitúa en la lógica de la tradición moral cristiana.

Este principio básico lleva a rechazar todas las intervenciones técnicas que no respetan la vida y la integridad del embrión, como la congelación y manipulaciones de embriones para su observación o para investigaciones científicas y, menos aún, para fines comerciales. Explícitamente lo afirma Juan Pablo II, dirigiéndose a los participantes al Convenio de la Academia Pontificia de las Ciencias, el 23‑10‑1982:

Yo condeno del modo más explícito y formal las manipulaciones experimentales del embrión humano, porque el ser humano, desde el momento de su concepción hasta la muerte, no puede ser explotado por ninguna razón.

 

5. INVESTIGACION Y EXPERIMENTACION SOBRE EMBRIONES HUMANOS

En la valoración moral, la Donum vitae distingue entre la investigación científica de los embriones humanos y la experimentación técnica sobre ellos, aunque su conexión sea un hecho que no se puede olvidar.

La investigación científica de los embriones, prescindiendo de su finalidad, sería lícita cuando existiera la certeza moral de que no causará daño alguno a su vida y a su integridad ni a la de la madre. Pero toda investigación, aunque se limite a la observación del embrión, será ilícita cuando, a causa de los métodos empleados o de los efectos inducidos, implique un riesgo para la integridad física o la vida del embrión.[11]

En cuanto a la experimentación técnica sobre los embriones humanos, sin una finalidad terapéutica para el sujeto mismo, es siempre condenable porque hace de la persona humana un objeto o medio, sin respetar, pues, su dignidad personal:

Ninguna finalidad, aunque fuese en sí misma noble, como la previsión de una utilidad para la ciencia, para otros seres humanos o para la sociedad, puede justificar de algún modo las experiencias sobre embriones o fetos humanos vivos, viables o no, dentro del seno materno o fuera de él. El consentimiento informado, requerido para la experimentación clínica en el adulto, no puede ser otorgado por los padres, ya que estos no pueden disponer de la integridad ni de la vida del ser que debe todavía nacer.

Utilizar el embrión humano o el feto, como objeto o instrumento de experimentación, es un delito contra su dignidad de ser humano, que tiene derecho al mismo respeto  debido al niño ya nacido y a toda persona humana...La praxis de mantener en vida embriones humanos in vivo o in vitro, para fines experimentales o comerciales, es completamente contraria a la dignidad humana.(DV I 4)

Sólo cabe una excepción, que lejos de contradecir, confirma este principio: "En el supuesto de que la experimentación sea claramente terapéutica, cuando se trate de terapias experimentales utilizadas en beneficio del embrión como intento extremo de salvar su vida, y a falta de otras terapias eficaces, puede ser lícito el recurso a fármacos o procedimientos todavía no enteramente seguros" (Ibidem).

Si se trata, pues, de embriones vivos, sean viables o no, deben ser respetados como todas las personas humanas; la experimentación no directamente terapéutica sobre embriones es ilícita.[12] Esto vale para los embriones obtenidos in vivo y también para los obtenidos in vitro:

Los embriones humanos obtenidos in vitro son seres humanos y sujetos de derechos: su dignidad y su derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento de su existencia. Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como material biológico disponible.(DV I 5)

En la práctica habitual de la fecundación in vitro no se transfieren todos los embriones al cuerpo de la mujer; algunos son destruidos y otros son congelados. La Iglesia, igual que condena el aborto provocado, prohíbe también atentar contra la vida de estos seres humanos:

Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de los embriones humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se obtengan mediante la fecundación artificial o mediante la fisión gemelar.(DV I 5)

El investigador, que se comporta así, usurpa el lugar de Dios y, aunque no sea consciente de ello, se constituye en señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente a quien permitirá vivir y a quien mandará a la muerte, eliminando seres humanos indefensos.

Y por lo que respeta a "los cadáveres de embriones o fetos humanos, voluntariamente abortados o no, deben ser respetados como los restos mortales de los demás seres humanos...También en el caso de los fetos muertos, como cuando se trata de cadáveres de personas adultas, toda práctica comercial es ilícita".

 Embriones congelados: Bioética

6. CONGELACION DE EMBRIONES

Un caso particular de manipulación inhumana ‑e ilícita, pues‑ es la congelación de embriones:

La misma congelación de embriones, aunque se realice para mantener en vida al embrión ‑crioconservación‑, constituye una ofensa al respeto debido a los seres humanos, por cuanto les expone a graves riesgos de muerte o de daño a la integridad física, les priva al menos temporalmente de la acogida y de la gestación materna y les pone en una situación susceptible de nuevas lesiones y manipulaciones.(DV I 6)

Los métodos de observación o de experimentación, ‑hay que repetirlo‑, que causan daños o imponen riesgos graves y desproporcionados a los embriones obtenidos in vitro, como es la congelación, son moralmente ilícitos. Todo ser humano ha de ser respetado por sí mismo, y no puede quedar reducido a un puro y simple valor instrumental en beneficio de otros, ni aún de su hermano gemelo, como sería la pretensión de la fisión gemelar, que permite seguir en el laboratorio el desarrollo del embrión idéntico al embrión transferido al seno de la madre o, en el caso de un defecto en el embrión implantado, usar el sobrante como material biológico para repararlo:

Por haber sido producidos in vitro, estos embriones, no transferidos al cuerpo de la madre y denominados embriones sobrantes, quedan expuestos a una suerte absurda, sin que sea posible ofrecerles vías de supervivencia seguras y lícitamente perseguibles.(DV I 5)

La prácticas de experimentación, que pueden dañar o destruir el embrión; las que suponen un retraso en su implantación; las que, al no hacer referencia al beneficio del embrión, retrasan y evitan su implantación, como la congelación de embriones humanos para su mera observación científica; todas estas prácticas ‑como el cultivo indiscriminado de embriones para, después de una selección técnica, transferir sólo los más aptos‑ no conceden al embrión la cualidad de vida humana, vulnerando la inalienable dignidad de la persona humana. 

 

Eugenesia - Bioética

7. EUGENESIA

La eugenética, como indica su nombre (buen origen, buen linaje), es la intervención sobre el patrimonio cromosómico y genético, no con fines terapéuticos, sino en orden a la producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo o a otras cualidades prefijadas. Es el intento de mejorar la raza mediante la selección y promoción de los "mejores" y la eliminación de los "inferiores" o inadecuados para la existencia común. Entra en las pretensiones eugenésicas el deseo de tener un hijo superperfecto mediante la selección de óvulos y de esperma obtenidos de donantes superdotados.

La eugenesia reúne "las acciones realizadas bajo control social que pueden mejorar las cualidades hereditarias de las generaciones humanas, tanto en el aspecto físico como en el mental. En otras palabras, trata de mejorar genéticamente las poblaciones humanas".[13]

La razón eugenésica ‑junto con la razón humanitaria, la razón científica, la razón social o la razón económica‑ es invocada para justificar el aborto, la selección de semen para la inseminación artificial o la fecundación in vitro. Con el cribado genético se intenta evitar la descendencia defectuosa; para ello se recurre a la esterilización, a la contracepción o la prohibición de engendrar, impuesta en forma coercitiva o con presiones sociales a las personas con riesgo genético; o, en forma más drástica, eliminando la descendencia defectuosa mediante el aborto o matando al recién nacido.

El eugenismo, tanto impidiendo la procreación de individuos "defectuosos" como favoreciendo la reproducción de individuos "perfectos", supone una discriminación entre los seres humanos, lo que constituye "un grave atentado contra la igualdad, contra la dignidad y contra los derechos fundamentales de la persona humana" (DV III). Cuando los hombres han querido deshacerse de una raza, de un grupo, o de una persona, previamente los han descalificado en su mente y en su corazón. La eugenesia, ‑en cuanto razón eugenésica‑, es una filosofía de muerte.

Si nos remontamos en la historia, nos encontramos con la práctica espartana de arrojar por el desfiladero de Taigetos a los recién nacidos débiles o con malformaciones...Pero, si la consideramos en su concepción moderna, la eugenesia nace con Galton a finales del siglo XIX.[14] Por influjo del darvinismo se vive un optimismo científico que considera a los grupos humanos más desarrollados como los portadores de las mejores cualidades de la herencia humana. Se cree que, aplicando a la especie humana los métodos empleados en la mejora animal, se mejorará fácilmente y en poco tiempo la especie humana. Este optimismo científico se estrelló con los horrores de la eugenesia en la época nazi; la higiene racial manchó para siempre la misma palabra eugenesia.

Pero, de nuevo, en los últimos años, el mito de la ciencia ha resucitado el desaparecido optimismo del comienzo de la eugenesia. La creencia ingenua en el progreso científico, tan ingenua como la fe en el evolucionismo darwinista, unida al temor del cacareado deterioro progresivo del patrimonio genético han devuelto a la eugenesia nueva vigencia.

Por otra parte, la concepción hedonista y utilitarista de la existencia humana, como el elevado costo que acarrea a la sociedad la atención de las personas con deficiencias, empujan a impedir, por todos los medios (englobados en el eufemismo de razón eugenética), la presencia en este mundo de personas deficientes.

La pretensión de la manipulación genética es la de llegar a elegir el sexo, a programar el aspecto físico, el sistema nervioso, el dinamismo intelectual y afectivo, de modo que los padres ya no sólo tengan el numero deseado de hijos, cuando los quieren, sino también como los quieren.

La eugenesia, salvo en el caso de terapia, viola la inviolabilidad de la vida humana, la integridad e irrepetibilidad de cada persona, el derecho a la protección de la vida comenzada, privando con frecuencia al matrimonio y a la familia de su derecho inalienable a la unión conyugal plena, abierta a la vida singular de cada hijo. Y, por supuesto, la eugenesia no tiene en cuenta que, privando a una persona de la vida en este mundo, la priva de la vida eterna.

De todo lo dicho se deduce la conclusión de la Donum vitae:

Estas manipulaciones son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su identidad. No pueden justificarse de modo alguno a causa de posibles consecuencias beneficiosas para la humanidad futura. Cada persona merece respeto por sí misma: en esto consiste la dignidad y el derecho del ser humano desde su inicio.(I,6)

 

Hibridación - Bioética

8. HIBRIDACION

Las técnicas de fecundación in vitro hacen posibles otras formas de manipulación biológica o genética de embriones humanos, como son: los intentos y proyectos de fecundación entre gametos humanos y animales y la gestación de embriones humanos en útero de animales; y la hipótesis y el proyecto de construcción de úteros artificiales para el embrión humano.

Estas técnicas, ya experimentadas con animales (cabra y oveja, por ejemplo) se presentan también como hipótesis para el hombre (inseminación de la hembra del chimpancé con esperma humano), con la intención de producir seres subhumanos para tareas de trabajo repetitivo o desagradables o simplemente como reservas de órganos y tejidos para trasplantes.

En el mes de mayo de 1987, unas declaraciones del profesor Brunetto Chiarelli, de la Universidad de Florencia, suscitaron numerosas reacciones de incredulidad e indignación; el escándalo del posible híbrido hombre‑chimpancé saltó a la opinión pública internacional. Y el profesor J. Moor‑Jankowski, de la Universidad de Nueva York, admitió el hecho de que un investigador norteamericano había fecundado una hembra de chimpancé con esperma humano y que la gestación se había prolongado por un mes hasta que abortó espontáneamente.

El juicio moral es negativo no sólo porque no se puede asegurar la vida de estos embriones, sino porque tales experimentos niegan abiertamente la identidad humana, la dignidad de la persona y de la familia.[15] Al respecto, la Donum vitae es clara y tajante:

Estos procedimientos son contrarios a la dignidad del ser humano propia del embrión y, al mismo tiempo, lesionan el derecho de la persona a ser concebida y a nacer en el matrimonio y del matrimonio.(I,6)

Nadie puede reivindicar, antes de existir, un derecho subjetivo a iniciar la existencia; sin embargo, es legítimo sostener el derecho del niño a tener un origen plenamente humano a través de la concepción adecuada a la naturaleza personal del ser humano: La vida es un don que debe ser concedido de modo conforme a la dignidad tanto del sujeto que la recibe como de los sujetos que la transmiten.

 

Clonación - Bioética

9. CLONADO Y PARTENOGENESIS

Son posibles aún otros experimentos sorprendentes y espantosos, como la duplicación de un embrión en dos embriones idénticos, llamada fisión gemelar; o el clonado o clonación ‑aún no se han puesto de acuerdo los autores sobre la traducción de la palabra inglesa cloning‑, que consiste en la multiplicación indefinida de seres idénticos. La práctica de la escisión gemelar en el campo animal se ha difundido en las granjas experimentales para incentivar la producción múltiple de ejemplares escogidos. Desde 1993 se ha practicado con embriones humanos.

Mediante fisión gemelar un solo ovocito fecundado, es decir, el embrión de una sola célula, en su primer estadio de desarrollo, puede ser dividido en dos ‑como ocurre en el caso natural de los gemelos‑ y dar lugar a dos embriones idénticos, que darán lugar a dos individuos también idénticos. De los dos embriones, obtenidos por fisión gemelar, uno podría ser congelado para ser usado posteriormente en caso de muerte del gemelo o mantenido congelado como reserva de tejidos y de órganos para posibles necesidades de trasplantes en el gemelo que se ha dejado vivir. De este modo los órganos de este embrión, siendo genéticamente idénticos a los del gemelo vivo, evitarían el problema tan frecuente del rechazo del órgano trasplantado.

El otro procedimiento de la reproducción clónica, que da hijos copia o fotocopia del padre o de la madre, ya se ha aplicado con ciertos anfibios. Consiste en la desnucleación del óvulo, es decir, en quitar el núcleo del óvulo, al que luego se le injerta el núcleo de otra célula no sexual que tiene la dotación cromosómica completa. Una vez trasplantado el nuevo núcleo, que puede ser del padre o de la misma madre ‑en este caso se da la partenogénesis‑, el nuevo producto se coloca en el útero para que continúe el embarazo. Este proceso puede repetirse las veces que se quiera con la misma persona para multiplicar las reproducciones de la misma. Así tendríamos uno o múltiples seres idénticos al "padre" que prestó el núcleo, con las únicas diferencias debidas a las influencias ambientales. El potencial genético e incluso morfológico es el mismo del "padre", es decir, del donante del núcleo, que aporta el DNA.

Con la clonación se obtiene la reproducción sin la aportación de los dos gametos; se trata, pues, de una reproducción asexual. Se habla de lograr con esta técnica la perpetuación y multiplicación de caracteres y tipos humanos con cualidades excepcionales de inteligencia, belleza, fuerza, etc,etc. Como pueden prestar el núcleo ‑que es el decisivo de estas características‑ tanto el hombre como la mujer, una pareja podría tener cada uno sus hijos‑copia de sí mismo. Un uso político dictatorial o racista de la reproducción clónica podría tener gravísimas consecuencias para la humanidad. Dentro de las posibilidades del clonado entra la hipótesis de la fecundación de dos lésbicas, que rechazando la heterosexualidad no quieren renunciar a la maternidad. Otra consecuencia del clonado es el empobrecimiento de la herencia genética, pues el hijo recibe esta herencia de un sólo progenitor.

La autofecundación humana, posible mediante clonado, al prescindir del acto de amor de los dos sexos, no respeta la verdad sexual y personalista de la procreación humana, ya que el hombre es varón o hembra y la conyugalidad se expresa con actos corpóreos y espirituales y no mediante el dominio tecnológico del hombre sobre la procreación y sobre el amor conyugal. La condena moral del clonado, al prescindir no sólo del contexto familiar sino también de la sexualidad, es evidente:

También los intentos y las hipótesis de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante fisión gemelar, clonación, partenogénesis, deben ser considerados contrarios a la moral en cuanto que están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión conyugal.(DV I 6)

Además, el futuro del hijo concebido fuera de la generación normal es una clara indicación más de lo inhumano e inmoral de esta quimera, como la llama E. Sgreccia. Y el hecho de que con el clonado se persiguieran solo fines experimentales, sin pensar en dejar con vida los embriones clonados, no hace más que agrava agravar el juicio moral. La Academia Pontificia para la Vida señala los siguientes “problemas éticos de la clonación humana:

La clonación humana se incluye en el proyecto del eugenismo y, por tanto, está expuesta a todas las observaciones éticas que merece el eugenismo... Es una manipulación radical de la relacionalidad y complementariedad de la procreación humana, pues la clonación tiende a considerar la bisexualidad como un mero residuo funcional, puesto que se requiere un óvulo, privado de su núcleo, para dar lugar al embrión-clon y, por ahora, es necesario un útero para que su desarrollo pueda llegar al final. En la clonación se adopta, por principio, la lógica de la producción industrial: se deberá analizar y favorecer la búsqueda de mercados, perfeccionar la experimentación y producir siempre productos nuevos... Se produce una instrumentalización radical de la mujer, reducida a algunas de sus funciones biológicas (prestadora de óvulos y del útero). ..En la clonación se pervierten las relaciones fundamentales de la persona humana: la filiación, la consanguinidad, el parentesco y la paternidad o maternidad. La mujer puede ser hermana gemela de su madre, carecer de padre biológico y ser hija de su abuelo... La clonación humana merece un juicio negativo también en relación a la dignidad de la persona clonada, que vendrá al mundo como una copia biológica de otro ser, lo que constituye un atentado a su subjetividad personal... La clonación es siempre inmoral por la arbitraria concepción del cuerpo humano, considerado como una máquina compuesta de piezas. El cuerpo humano es parte integrante de la identidad personal de cada uno y no es lícito usar a la mujer para que proporcione óvulos con los cuales realizar experimentos de clonación... Es preciso, finalmente, subrayar una vez más, la diferencia que existe entre la concepción de la vida como don de amor y la visión del ser humano considerado como producto industrial...[16]



Transplante de órganos - bioética

10. TRANSPLANTES DE ORGANOS

Dentro del campo de la manipulación humana entran los trasplantes de órganos, si bien las exigencias éticas no se sitúan tanto en las intervenciones quirúrgicas en sí mismas cuanto en los aspectos personales y sociales que acompañan la acción del trasplante: determinación de la muerte del donador de órganos y sus posibles manipulaciones, la comercialización de los órganos, el coste social y económico en favor de unos pocos, abandonando a la mayoría...

Se llama trasplante o injerto la operación quirúrgica por la que se inserta en el organismo receptor un tejido obtenido del donante. Esta definición genérica incluye los trasplantes autoplásticos: traslado de tejidos de un lugar a otro del mismo organismo; y trasplantes heteroplásticos: traslado de órganos de un organismo a otro organismo. En este segundo caso se dan dos posibilidades: trasplante dentro de la misma especie o trasplante de un órgano de un individuo de una especie al individuo de otra especie: ya sea de vivo a vivo o de muerto a vivo.[17]

Para una valoración moral, los trasplantes autoplásticos no presentan ningún problema. Las partes de un organismo hacen referencia al todo. Es la totalidad de la persona la que rige. No hay duda de que los órganos y funciones orgánicas, miembros, tejidos, etc, están ordenados al bien de todo el organismo humano. Por lo tanto, en caso de necesidad o conveniencia proporcionada para el conjunto, es lícita la extirpación de los órganos y la suspensión de las funciones orgánicas. Y si, para salvar la vida de la persona, se puede admitir la pérdida de un miembro, con mayor razón es lícito el trasplante de un miembro de una parte a otra del cuerpo humano.

En cuanto a los trasplantes heteroplásticos, no hay ningún problema en el trasplante dentro de la misma especie hecho de vivo a vivo cuando se trata "de una parte del cuerpo que no deja, en su funcionalidad, consecuencias sustanciales. Tales son las transfusiones de sangre, una cantidad limitada de piel, esquirlas de huesos, segmentos de tendones, pequeñas secciones de glándulas o de vasos sanguíneos".[18] Y, dado el avance actual de la medicina, hoy es posible lícitamente el trasplante de órganos íntegros, como el riñón, pues ya no supone un grave riesgo ni para el donante ni para el receptor. Es más, la donación de un órgano es una manifestación de amor humano y cristiano.

Tratándose de dos personas humanas, donante y receptor, se supone, para su licitud, que el trasplante se realice con plena libertad y consentimiento de ambos y que la intervención tenga suficiente probabilidad de éxito. Por otra parte, como señalan las leyes de casi todos los Códigos nacionales, tratándose de órganos humanos en función del hombre, la cesión de un órgano ha de ser siempre una donación, y no es lícita su comercialización.

En cuanto a los trasplantes de un organismo animal al organismo humano no hay ningún problema moral, con tal de que no produzcan una alteración de la personalidad humana.

El caso del que más se ha discutido es el del trasplante de muerto a vivo. Pero la discusión no versa sobre la intervención en sí misma. En sí mismos estos trasplantes son lícitos, incluido el caso del trasplante de  corazón. El problema está en los abusos a que se presta con relación a la muerte del donante. Es ilícita la aceleración de la muerte para lograr antes los órganos que se van a transplantar. Para que estos trasplantes sean lícitos es preciso estar seguros de que el donante está realmente muerto y, además, es preciso el consentimiento de los familiares a falta del consentimiento explícito del difunto.

Aparte lo señalado, queda una duda en relación a posibles trasplantes en un futuro quizá próximo: ¿Serán lícitos los trasplantes cerebrales o de órganos genitales? La respuesta teóricamente es sencilla: un trasplante es moralmente lícito siempre que con él no se corra el riesgo de alterar la personalidad del receptor.

 

Manipulación cerebral - Bioética

11. MANIPULACION CEREBRAL

Dentro de las manipulaciones a las que puede ser sometido el hombre, ser personal, singular e inviolable, cobra cada día más importancia el llamado control del cerebro humano.

La exploración del cerebro humano, como los experimentos genéticos, afectan al hombre en su totalidad, con el riesgo correspondiente de alterar su personalidad. La utilización de fármacos psicoactivos, la cirugía cerebral, la estimulación electrónica o el control mental, alterando el sistema nervioso central del hombre, pueden inducir al hombre a un comportamiento prefijado científica y técnicamente, sin respetar la libertad y singularidad de la persona humana.

Estas manipulaciones de la mente humana, como extrapolaciones de experimentos sobre animales, pueden tener un uso en la terapia psicológica, pero ofrecen la posibilidad y el peligro de planificar una sociedad psicoprogramada. Rodríguez Delgado, con optimismo ingenuo, ha escrito:

El destino natural de épocas precivilizadas suponía  enfermedades, hambre, sufrimientos, vejez y vida breve. La civilización ha cambiado este destino cruel y salvaje. De modo parecido se hace necesario transformar el salvajismo mental del hombre actual. Su estructura mental ha de ser  planificada con objetivos a definir que dependen de la inteligencia, dignidad y esfuerzo que el hombre de hoy ponga en la concepción de lo que debe ser el hombre del mañana. La realidad biológica y la aceptación del principio de objetividad son los ejes de la planificación de las mentes futuras.[19]

En la exploración del cerebro humano y en la actuación sobre la mente humana hay que tener en cuenta, para su licitud, el ser integral del hombre, respetando su identidad personal, es decir que tengan un valor directamente terapéutico y no manipulador del hombre.

Para concluir, este capítulo, señalaré "otras formas sutiles de manipulación del hombre", citando la Instrucción de los obispos españoles La verdad os hará libres:

Llamamientos compulsivos al consumismo; imposición desde las técnicas de marketing de modelos de conducta de los que están ausentes valores morales básicos; manipulación de la verdad con informaciones sesgadas e inobjetivas; introducción abierta o subliminar de una propaganda ideológica, oficial o de cultura en el poder, frecuentemente antirreligiosa y silenciadora o ridiculizadora de lo católico...; el dirigismo cultural y moral de la vida social..., que constituye no sólo un abuso del poder o del más fuerte, sino que, además, contribuye a imponer concepciones de la vida inspiradas en el agnosticismo, el materialismo y el permisivismo moral.(n.15)



     [1] VARIOS, Manipulación genética y moral cristiana, Madrid 1988; P. RAMSEY, El hombre prefabricado, Madrid 1973.

     [2] G. PERICO, Experimentación clínica, DETM, Madrid 1974, p. 370; S.J. REISER, La medicina e il regno della tecnologia, Milano 1983.

     [3] Cfr. B. HARING, Medicina e manipulazione, Roma 1976.

     [4] G.B. GARBELLI, Manipulación e investigación biológica, en DETM, Madrid 1974, p. 616.

     [5] A. SERRA, Interrogativi dell'ingegneria genetica, Medicina e Morale 3(1984)306-321; J.R. LA CADENA, Genética y condición humana, Madrid 1983; J. JONAS, Technique, morale et génie génétique, Communio 6(1984)46‑65.

     [6] Cf VARIOS, Ingeniería genética, Madrid 1987; J.M. MORETTI.‑O. DE DINECHIN, El desafío genético, Barcelona 1985.

     [7] Juan Pablo II, A la Asociación Médica Mundial, el 29‑10‑1983.

     [8] R.G. EDWARDS, The ethical, scientif and medical implications of human conception in vitro, en Modern Biological Experimentation, Ciudad del Vaticano 1984, p. 193‑249.

     [9] Cfr F. MANTEGAZZA, Tecnologie per la diagnosi prenatale, Medicina e Morale 1(1982)72‑75; el n. 4(1984) de Medicina e Morale es monográfico sobre la diagnosis prenatal.

     [10] Juan Pablo II, Insegnamenti, V, 3(1982)1512.

     [11] VARIOS, El respeto a la vida humana, Bilbao 1981; M. VIDAL, Etica fundamental de la vida humana, Madrid 1985.

     [12] Cfr EV 63.

     [13] J.R. LACADENA, Glosario de términos científicos referentes a la reproducción humana,en Nuevas técnicas de reproducción humana, Madrid 1986, p. 197.

     [14] R. ALVAREZ PELAEZ, Sir Francis Galton, padre de la eugenesia, Madrid 1986.

     [15] L. LOMBARDI VALLAURI,Bioetica, potere, diritto,"Jus" 1‑2(1984)343‑370. E. SGRECCIA, Manual de bioética, p. 326‑327.

[16]Academia Pontificia para la Vida, Reflexiones sobre la clonación, L’Osservatore Romano 11-7-1997.

     [17] Cfr. G. PERICO, Trasplantes, en DETM, Madrid 1974, p. 1137.

     [18] Ibidem, p. 1140.

     [19] J.M. RODRIGUEZ DELGADO, Planificación cerebral del hombre futuro, Madrid 1973, p. 49.

Manipulación cerebral - Bioética

Traducción:

Efecto de mirar televisión mexicana

Antes                                                                                              Después

En el fondo, se trata del efecto de mirar telvisión la que sea

 


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