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EL ESPIRITU SANTO,  DADOR DE VIDA, EN LA IGLESIA, AL CRISTIANO: 1.6 PENTECOSTÉS MANIFESTACION PLENA DE DIOS

 

 

Emiliano Jiménez Hernández
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El Espíritu Santo Dador de Vida, en la Iglesia, al Cristiano

 

 

1.6. PENTECOSTES: MANIFESTACION PLENA DE DIOS


a) Los Apóstoles revestidos del Espíritu


b) Los Apóstoles ebrios del Espíritu 


c) Pentecostés, culmen de la glorificación de Cristo


d) Espíritu de revelación (Ef 1,17)   


e) El Espíritu Santo introduce al cristiano en la vida trinitaria

 

 

 

                  1.6. PENTECOSTES: MANIFESTACION PLENA DE DIOS

 

 

            a) Los Apóstoles revestidos del Espíritu

 

            Pentecostés es para la Iglesia lo que el bautismo fue para Jesús. Cristo resucitado sopla sobre los Apóstoles y les da el Espíritu, pero será en Pentecostés cuando le recibirán en plenitud:

 

Es cierto que después de la resurrección Cristo insufla sobre los apóstoles, dándoles la gracia, pero después les será concedida con prodigalidad, pues les dice: Estoy preparado para dárosla ahora, pero el recipiente no tiene aún capacidad. Recibid ahora la gracia de que sois capaces, pero esperad mucha más. "Permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto" (Lc 24,49). Entonces la recibiréis plenamente. Porque el que recibe, recibe muchas veces parcialmente lo dado, pero el que es revestido queda rodeado del vestido por todas partes. No temáis, dice, las armas y dardos del diablo, porque tendréis la fuerza del Espíritu Santo.

 

Subió, pues, Jesús a los cielos y cumplió la promesa, pues les había dicho: "Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito" (Jn 14,16). Aguardaban expectantes la venida del Espíritu Santo. "Y al cumplirse el día de Pentecostés" (He 2,2), el Espíritu Santo descendió para revestir de fuerza y bautizar a los apóstoles, como les había anunciado el Señor: "Vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo no después de muchos días" (He 1,5). No era parcial la gracia, sino que la fuerza era perfecta. Porque así como el que se sumerge en el agua y es bautizado está rodeado de agua por todas partes, así también fueron completamente bautizados por el Espíritu. Pero el agua rodea por fuera, mas el Espíritu bautiza íntegramente incluso el interior del alma, al igual y más de lo que hace el fuego cuando penetra la masa del hierro, que lo transforma todo en fuego y lo frío se pone hirviendo y lo negro resplandeciente. Si el fuego, siendo un cuerpo, penetra en el hierro y realiza esto, ¿qué no hará el Espíritu Santo que penetra en las interioridades del alma?.[1]

 

            Por el don y la fuerza del Espíritu, posado en forma de lenguas de fuego sobre los apóstoles, la Iglesia es consagrada para la misión, para el testimonio:

 

El ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es Señor de todos. Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo El pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con El; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo... y nos mandó que lo predicáramos al pueblo (He 10,36-42).

 

            En la Iglesia se da la presencia y acción del mismo Espíritu personal que ungió a Jesús como Mesías: "una sola persona, la del Espíritu Santo, en muchas personas, Cristo y nosotros, sus fieles" (H. Mühlen).

 

 

         

Pentecostés manifestación plena de Dios

 

 

   b) Los Apóstoles ebrios del Espíritu

 

            Pentecostés era la fiesta de la recolección, cuyas primicias habían sido ofrecidas el día después de pascua, con lo que ambas fiestas quedaban unidas como principio y fin de la cosecha. Luego, Pentecostés pasó a ser la fiesta de la donación de la Ley de la alianza. Pentecostés será el don pleno de la ley de la nueva alianza: el Espíritu Santo. Las tablas de la ley fueron escritas por el dedo de Dios (Ex 31,18). En adelante ese dedo será el Espíritu Santo (Lc 11,20), que graba la ley nueva en el corazón de los cristianos.

 

            Así como el nuevo santuario es Jesucristo, abierto a todas las naciones, la ley nueva será el Espíritu Santo, que da testimonio de Jesús en todos los pueblos. El signo de las lenguas profetiza la catolicidad de la evangelización. Los discípulos hablan la lengua de todos los pueblos, anuncian en esas lenguas las maravillas de Dios. Los padres de la Iglesia, la liturgia y, sin duda, también ya san Lucas, han visto en este milagro la inversión de la dispersión de Babel (Gén 11,1-9).

 

"Pero otros burlándose decían: están llenos de mosto" (He 2,8). Decían la verdad, aunque fuera de burla. Porque el vino era realmente nuevo: la gracia del Nuevo Testamento. Pero este vino nuevo procedía de la viña espiritual que ya había dado muchas veces fruto en los profetas y que había rebrotado en el Nuevo Testamento. Porque así como de manera visible la viña permanece siempre la misma, pero a sus tiempos da frutos nuevos, de igual manera el mismo Espíritu, permaneciendo lo que es, actuó también muchas veces en los profetas y ahora se ha mostrado en modo nuevo y admirable. En efecto, la gracia vino también sobre los Padres, pero ahora ha venido sobreabundantemente. Cierto que allí participaban del Espíritu Santo, pero aquí han sido plenamente bautizados.[2]

 

Pero Pedro, que tenía el Espíritu Santo y era consciente de ello, dice: "Israelitas", que predicáis a Joel sin conocer las Escrituras, "éstos no están ebrios como vosotros pensáis", sino como está escrito: 'Se embriagarán de la abundancia de tu casa y les darás a beber de los torrentes de tus delicias' (Sal 35,9). Están ebrios con sobria embriaguez que da muerte al pecado y vivifica el corazón, con una embriaguez contraria a la del cuerpo. Pues ésta produce el olvido incluso de lo conocido, y aquella proporciona el conocimiento incluso de lo desconocido. Están ebrios porque han bebido de la vid espiritual, que dice: "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15,15).[3]

 

            La embriaguez del Espíritu es embriaguez no de vino, de aquí que sea sobria, lúcida y penetrante. Son muchos los Padres que hablan de la sobria embriaguez, viendo en el Espíritu Santo el vino nuevo. Baste citar un texto más:

 

Nuestro Salvador después de su resurrección, cuando todo lo viejo ya había pasado y todo se había hecho nuevo (2Cor 5,17), siendo El en persona el hombre nuevo (Ef 2,15) y el primogénito de entre los muertos (Col 1,18), dice a los Apóstoles, renovados también por la fe en su resurrección: "Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20,22). Esto es sin duda lo que el mismo Señor y Salvador indicaba en el Evangelio cuando decía que el vino nuevo no puede verterse en odres viejos (Mt 9,17), sino que mandaba que los odres se hicieran nuevos, es decir, que los hombres anduvieran conforme a la novedad de vida (Rom 6,4), para recibir el vino nuevo, es decir, la novedad de la gracia del Espíritu Santo.[4]

 

 

           

Pentecostés manifestación plena de Dios

 

 

 

 c) Pentecostés culmen de la glorificación de Cristo

 

            Al principio, los cristianos celebraron Pentecostés como el final de una pascua de cincuenta días. Se consideraba el misterio pascual como un todo, como una única fiesta: resurrección, glorificación (ascensión), don del Espíritu, o vida de hijos de Dios comunicada por el Señor mediante el envío de su Espíritu. Sólo a finales del siglo IV se comienzan a celebrar separadamente cada uno de los momentos de este misterio único. Hoy, con la renovación litúrgica del Vaticano II, se ha recobrado la unidad. Pero nunca hubo una fiesta del Espíritu Santo. Pentecostés fue siempre una fiesta pascual. Todo el año litúrgico es cristológico y pascual.

 

            La glorificación de Cristo culmina en Pentecostés con el don del Espíritu Santo (Jn 7,39;He 2,33), que es la manifestación plena de Dios, Uno y Trino. El Dios tres veces santo comenzó a revelar su santidad en la historia de la salvación de la Antigua Alianza. Dios habitaba en medio de su pueblo; su Sekinah acompañaba al pueblo, tenía su morada en Sión. Su Espíritu actuaba y estaba presente en sus elegidos, por los que llevaba adelante su obra de salvación: jueces, reyes, profetas, sabios y fieles piadosos que le servían con fidelidad. Sin embargo, la manifestación del Espíritu de Dios cobra un sentido nuevo, de cumplimiento, en la Nueva alianza: encarnación, vida de Cristo, muerte y resurrección, Pentecostés.

 

            En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo es, sobre todo, un poder que se apodera de los individuos en ocasiones concretas. El Nuevo Testamento, en cambio, comienza por describir cómo el Espíritu Santo descendió sobre Jesús y permaneció sobre El:

 

Existía en los santos profetas una riquísima iluminación del Espíritu...Pero en los fieles de Cristo no hay solamente esa iluminación; está el Espíritu mismo que habita y permanece en nosotros. Por eso, somos llamados templos de Dios, lo que jamás se dijo de los profetas.[5]

 

            La permanencia del Espíritu de Dios es el signo de los tiempos mesiánicos: "Yo no le conocía; pero Aquel que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo" (Jn 1,33). Por ello, aunque entre los nacidos de mujer, no haya ninguno mayor que Juan, sin embargo, "el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él" (Lc 7,28). Y lo mismo dirá san Pablo, comparando el ministerio evangélico, ministerio del Espíritu, con el ministerio de Moisés:

 

Si el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre tablas de piedra, resultó glorioso hasta el punto de no poder los hijos de Israel fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, aunque pasajera, ¡cuánto más glorioso no será el ministerio del Espíritu!...Porque si aquello, que era pasajero, fue tan glorioso, ¡cuánto más glorioso será lo permanente! (2Cor 3,7-8.11;Cfr. todo el c.3).

 

            La liturgia de Pentecostés canta en el prefacio el cumplimiento del misterio pascual y la revelación plena del plan salvífico de Dios a toda la familia humana:

 

Pues, para llevar a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo. Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos: el Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas.

 

            El fruto del misterio pascual, plenitud de la salvación, es el Espíritu Santo, en el que se realiza la recreación del mundo, se renueva la faz de la tierra. La alegría, o mejor, la exultación universal es efecto de esta penetración interna del Espíritu, que impregna la nueva creación y hace brotar de ella, como de una fuente,"un río de delicias" (Sal 36,9). Es tan radical la novedad que, por el don y permanencia del Espíritu, el pueblo de Dios es constituido cuerpo de Cristo y templo del Espíritu. Con el Espíritu ha llegado la hora de los verdaderos adoradores del Padre:

 

Llega la hora, ya estamos en ella, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad (Jn 4,23-24).

 

            El Espíritu es el principio del nuevo culto espiritual (Jn 2,20-21;Rom 1,9). El Espíritu nos abierto el acceso al verdadero sancta sanctorum,[6] que es el seno del Padre, cosa que la Ley era incapaz de procurar.[7] Pues, en definitiva, el Espíritu es quien testifica a nuestro espíritu que somos hijos de Dios, haciéndonos exclamar: ¡Abba, Padre!.

 

 

           

 

Pentecostés manifestación plena de Dios

 

 

 

d) Espíritu de revelación (Ef 1,17)

 

            Cristo, revelación en su persona y en su palabra del Padre, dirá a sus discípulos: "Mucho tengo aún que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga El, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa" (Jn 16,12-13). Con la manifestación del Espíritu Santo Dios se revela en su plenitud. No creemos sólo en Dios. Creemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas en un solo Dios. La vida eterna, a la que somos llamados, es conocer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

 

            Dios que "habita en la región inaccesible de la luz, a quien ningún hombre vio ni puede ver" (1Tim 6,16), en Jesucristo nos descorrió el velo y nos permitió mirar en lo más profundo y secreto del ser y de la vida de Dios: "A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo único, Dios, el que está en el seno del Padre, El es quien lo dio a conocer" (Jn 1,18). Con el Don del Espíritu, el "único que escruta las profundidades de Dios", ésta revelación de Dios llegó a su plenitud.

 

            Pentecostés, repitiendo los signos de la teofanía del Sinaí (Ex 19,18), completa la epifanía de Dios a los hombres. La teofanía de Pentecostés es la culminación de la serie de manifestaciones con que Dios se ha ido dando a conocer progresivamente al hombre a lo largo de la historia de la salvación. El Dios "que es", que "está con los hombres", que se ha hecho Enmanuel, Dios-con-nosotros, en Cristo, culmina su comunicación, haciéndose "Dios en nosotros", mediante el Espíritu Santo:

 

Cristo se manifestó a sí mismo y a su Padre con obras y palabras, llevó a cabo su obra muriendo, resucitando y enviando el Espíritu Santo...A otras edades no fue revelado éste misterio, como lo ha revelado ahora el Espíritu Santo (Dei Verbum,n.17).

 

Pentecostés constituye la manifestación definitiva de lo que se había realizado en el mismo Cenáculo el domingo de Pascua. Cristo resucitado comunicó el Espíritu Santo a los Apóstoles en el interior del Cenáculo, "estando las puertas cerradas". El día de Pentecostés se abren las puertas del Cenáculo y los Apóstoles se dirigen a los habitantes y a los peregrinos venidos a Jerusalén para dar testimonio de Cristo por el poder del Espíritu Santo.[8]

 

            El Padre y el Hijo en su amor eterno y recíproco dan la vida divina al Espíritu Santo. Padre e Hijo se la dan recíprocamente, como fruto de su íntima comunión. El Espíritu Santo es, pues, el amor personal del Padre y del Hijo, su beso mutuo y eterno, inefable éxtasis de su amor. Así la comunión de vida y amor en Dios es sellada por el Espíritu Santo. Toda la vida divina brota de la fuente primigenia del Padre, que no tiene origen ni es engendrado;con flujo eterno el Padre se derrama en el Hijo engendrado como Unigénito y de ambos procede el Espíritu Santo, como Amor del Amor. Sólo el Espíritu, que escruta las profundidades de Dios, nos revela plenamente a Dios:

 

Mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios. Hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra. Como dice la Escritura, anunciamos lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales en palabras espirituales (1Cor 2,4-13).

 

            Por ello, Esteban, "lleno del Espíritu Santo, contempla los cielos abiertos y ve la gloria de Dios y a Jesús en pie a la derecha del Padre" (He 7,55-56). Es la experiencia de Isabel que, al oír la voz de María, queda "llena del Espíritu Santo" y descubre y confiesa a Cristo como Señor y a Dios como Padre (Lc 1,41.43.45). Es la misma experiencia de Zacarías (Lc 1,67ss) y del anciano Simeón (Lc 2,26ss). La experiencia de Pentecostés fue un hecho excepcional, pero no único, pues la efusión del Espíritu se repitió en diversas ocasiones.[9]

 

 

           

Pentecostés manifestación plena de Dios

 

 

e) El Espíritu Santo introduce al cristiano en la vida trinitaria

 

            Este misterio es el que vive la Iglesia y el cristiano en ella. La presencia del Dios Uno y Trino en la Iglesia nos envuelve en la circular fuerza de su amor. Cristo nos mantiene unidos al Padre en el impulso de Amor por el que se da enteramente a El: "Por medio de Cristo tenemos acceso, en un solo Espíritu, al Padre" (Ef 2,18). San Ireneo en diversas ocasiones ha señalado esta doble dirección de la historia de la salvación: desde el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo llega la salvación a la Iglesia y, en ella, al cristiano; y en la Iglesia, el Espíritu nos une a Cristo que nos presenta con El al Padre. Cada persona de la Trinidad actúa personalmente en la economía de la salvación. En primer lugar, el Padre actúa enviando al Hijo, el Verbo encarnado, quien deja a la Iglesia el Espíritu con el que ha sido ungido, como prenda de la presencia divina. El hombre, por su parte, sube al Padre, pero lo hace en el Espíritu Santo, mediante el Hijo. Por la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, el cristiano entra en comunión con Cristo y con El sube al Padre:

 

En efecto, el Señor nos ha rescatado; El ha dado su alma por nuestra alma y su carne por nuestra carne; El ha derramado el Espíritu del Padre para crear la unión y comunión de Dios y el hombre, poniendo a Dios junto al hombre mediante el Espíritu; y también El ha llevado el hombre a Dios por medio de su encarnación, dándonos real y verdaderamente la incorruptibilidad cuando vino a la tierra, mediante la comunión que tenemos con El.[10]

 

            Toda la fe cristiana es la vivencia de este misterio, por tanto tiempo escondido y que, en los últimos tiempos, Dios nos ha revelado en su Hijo Encarnado y del que nos hace partícipes por el Espíritu Santo. En todo acto litúrgico el misterio de la Trinidad es anunciado y hecho presente, revelado y comunicado al creyente. Todo el año litúrgico, sin interrupción, es un perenne himno de alabanza al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo. Y toda oración se eleva, igualmente, al Padre por el Hijo en la unidad del Espíritu Santo. En todos los sacramentos se revela, actualiza y penetra en el creyente el misterio de Dios Uno y Trino: "Yo te bautizo, te absuelvo, te unjo...en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Todo nos viene del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, que hace penetrar su gracia en nuestros corazones, y todo vuelve al Padre, por Jesucristo en el Espíritu. Así la Iglesia comienza siempre "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" y concluye con el "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo", porque entre el comienzo y el fin no ha quedado defraudada.



     [1] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Cat. XVII 14.

     [2] Lo mismo dice Novaciano: "Es, pues, el único e idéntico Espíritu el que actúa en los profetas y en los Apóstoles, salvo que en aquellos eventualmente y en éstos siempre. Por lo demás, allí no con el propósito de estar en ellos siempre, en éstos para morar siempre en ellos. Y allí distribuido limitadamente, aquí en una total efusión; allí otorgado con parsimo­nia, aquí concedido con largueza"(De Trinitate, XXIX 165).

     [3] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Cat. XVII 18-19.

     [4] ORIGENES, De Principiis I 3,7. San Pablo dirá a los Efesios: "No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu"(5,18).

     [5] SAN CIRILO DE ALEJANDRIA, Com.in Ioan L.V,c.2, sobre Jn 7,39;Cfr. GREGORIO NACIANZENO, Orat. XLI,11;SAN JUAN CRISOSTOMO, In 2Cor, hom.7,1.

     [6] Heb 4,14-16;6,9-20;10,19-22;12,22-22.

     [7] Heb 7,19;9,9s; 10,1; 11,9-13.

     [8] JUAN PABLO II, Dominum et vivificantem, n.25.

     [9] He 4,31;8,15-17.29;10,44s;19,6...

     [10] SAN IRENEO, Adv.Haer. V,1,1.

 

Pentecostés manifestación plena de Dios

 


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