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EL ESPIRITU SANTO,  DADOR DE VIDA, EN LA IGLESIA, AL CRISTIANO: 3.2 LA UNCION CON EL SELLO DEL ESPIRITU

 

 

Emiliano Jiménez Hernández
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El Espíritu Santo Dador de Vida, en la Iglesia, al Cristiano

 

 

 3.2. LA UNCION CON EL SELLO DEL ESPIRITU

a) Cristo: Ungido con el Espíritu Santo

b) La unción con el sello del Espíritu

c) La unción con el Espíritu nos configura con Cristo

d) La unción con el Espíritu nos hace ser con El un solo espíritu

e) El Espíritu imprime en el cristiano la imagen de Dios

  3.2. LA UNCION CON EL SELLO DEL ESPIRITU

a) Cristo: Ungido con el Espíritu Santo

 

Jesús comienza su vida pública, presentándose como Mesías, el Ungido por Dios con el Espíritu Santo. En la sinagoga de Nazaret Jesús se aplica a sí mismo el texto de Isaías: "El Espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh"(Is 61,1;Lc 4,18). Dios, con la unción del  Espíritu, ha constituido a Jesús en Cristo, Mesías, Ungido para la misión salvadora de los hombres. Así le presenta San Pedro el mismo día de Pentecostés ante el pueblo congregado en torno al Cenáculo y, luego, en la misma forma, en su discurso en casa de Cornelio:

 

Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado (He 2,36).

 

Dios ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos. Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret lo ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo El pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con El (He 10,36-38).

 

Y lo mismo que Pedro, hacían los demás Apóstoles, que "no dejaban de proclamar en el templo y por las casas la Buena Noticia de que Jesús es el Cristo" (He 5,42). Para testimoniar que Jesús es el Cristo, el Ungido, escribió Juan su Evangelio:

 

Jesús realizó, en presencia de los discípulos, otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre (Jn 20,30).

 

Esto es lo que "confiesa con valentía Pablo" (He 9,22) y  también Apolo, que "rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Cristo" (He 18, 28).[1]

 

El Espíritu Santo penetra todo el ser del Mesías-Jesús, confiriéndole el poder salvador del hombre. Por medio de la unción del Espíritu Santo, el Padre realizó la consagración mesiánica del Hijo:

 

Cristo significa ungido, no con óleo común, sino con el Espíritu Santo...Pues la unción figurativa, por la que antes fueron constituídos reyes, profetas y sacerdotes, sobre El fue infundida con la plenitud del Espíritu divino, para que su reino y sacerdocio fuera, no temporal como el de aquellos, sino eterno.[2]

 

Como dirá San Justino:

 

Nombrar a Cristo es confesar al Dios que le unge, al Cristo que es ungido y al Espíritu que es la unción misma.[3]

 

 

 

El Espíritu Santo y la Unción con su sello

 

 

 

b) La unción con el sello del Espíritu  nos hace cristianos

 

Los que acogen a Cristo en la fe y en el amor participan de la unción de Cristo con el Espíritu Santo. El cristiano es ungido y la unción permanece en él: "En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo...y la unción que de El habéis recibido permanece en vosotros" (1Jn 2,20.27).

 

Como Jesús es el Cristo, el Ungido por el Espíritu Santo, nosotros somos cristianos en cuanto discípulos de Cristo y en cuanto ungidos por el mismo Espíritu, partícipes de la unción de Cristo:

 

Salidos del baño bautismal, somos ungidos con óleo bendecido, en conformidad con la antigua praxis, según la cual los elegidos para el sacerdocio eran ungidos con óleo, derramado por aquel cuerno con el que Aarón fue ungido por Moisés (Ex 30,30;Lv 8,12), por lo que se llamaban cristos, es decir, ungidos, ya que el vocablo   griego "chrisma" significa unción. También el nombre del Señor, es decir, Cristo, tiene la misma derivación..4

 

El Espíritu realiza en la Iglesia y en la vida del cristiano lo que realizó en Cristo en su concepción, bautismo y resurrección. El Espíritu es vida y vivifica: es dador de vida. Se le invoca de manera especial en las sacramentos de la iniciación: bautismo, confirmación y eucaristía. El myron o unción del óleo santo, con su epíclesis, sella a fuego en el cristiano la imagen de Cristo:

 

El fuego y el Espíritu están en nuestro bautismo; en el pan y el cáliz también están el fuego y el Espíritu" (San Efrén). "Venid a beber, a comer la llama que os convertirá en ángeles de fuego; gustad la dulzura del Espíritu Santo" (Isaac de Antioquía). Y en la liturgia del tiempo de Pentecostés, la Iglesia griega, en su oración, confiesa: "He aquí que el cuerpo y la sangre son un horno en el que el Espíritu Santo es el fuego". "Te adoramos, Señor Dios, Espíritu Santo Paráclito, que nos consuelas y oras en nosotros...Tú has sellado la alianza de la Iglesia, esposa del Verbo, Hijo de Dios, dándole los tesoros de tus dones"."En el día del domingo triunfó la esposa, la santa Iglesia, y se tornó excelsa, porque la alianza de sus nupcias concluyó con la venida del Espíritu Santo Paráclito sobre ella. 

 

La unción con el sello del Espíritu nos hace, pues, cristianos:

 

Ya que os habéis bautizado en Cristo y os habéis revestido de El, os habéis hecho semejantes al Hijo de Dios. Pues Dios nos ha predestinado a ser sus hijos, nos ha hecho semejantes al cuerpo glorificado de Cristo. Desde que habéis tenido parte en el Ungido, sois llamados justamente ungidos (cristianos). Cristo fue ungido con óleo de alegría, es decir, con el Espíritu Santo y vosotros también fuisteis ungidos con ungüento, haciéndoos consortes y partícipes de Cristo. De vosotros ha dicho Dios: "¡No atentéis contra mi Ungido!". Pues vosotros os habéis vuelto ungidos, porque habéis recibido la imagen (el sello) del Espíritu. Todo se ha realizado en vosotros en figura, porque sois figura de Cristo. Mientras Cristo fue ungido con óleo de alegría, es decir, con el Espíritu Santo, quien, como fuente de alegría espiritual, se llama óleo de alegría, vosotros fuisteis ungidos con aceite, por el que os convertisteis en partícipes y compañeros de Cristo. En honor a esta unción santa sois llamados cristianos5. 

 

 

El Espíritu Santo y la Unción con su sello

 

 

 

c) La unción con el Espíritu nos configura con Cristo

 

El sello del Espíritu Santo nos configura con Cristo. Somos sellados con el Espíritu Santo en el bautismo y en la confirmación:

 

El sello confiere la forma de Cristo, que es quien sella y cuantos son sellados y hechos partícipes, son sellados en El. Por eso dice el Apóstol: "Hijos míos, nuevamente estoy por vosotros como en dolores de parto hasta que Cristo tome forma en vosotros"6

La unción con el sello del Espíritu ya en el bautismo, al nacer como hijos de Dios, significa que Dios acoge al recién nacido como hijo en el Hijo. Lo sella, lo marca con su Espíritu. Luego, la vida entera del cristiano será sostenida y marcada por el Espíritu "hasta hacerle conforme a Cristo", hasta hacer de él "fragancia de Cristo" (2Cor 2,15): "Quienes se dejan conducir por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios...Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo" (Rom 8,14.17):

 

En Cristo también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de vuestra herencia, para redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria (Ef 1,13-14).

 

La venida del Espíritu Santo es suave, dulce y fragante. Se advierte su buen perfume: "Ya se aspira la fragancia del Espíritu Santo", dirá san Cirilo a los bautizandos. Y ya en la catequesis XVI les había dicho:

 

La venida del Espíritu Santo es apacible; su percepción, fragante; su yugo, suavísimo. Antes de su venida refulgen rayos de luz y ciencia. Viene con entrañas de un verdadero bienhechor, porque viene a salvar y a curar, a enseñar, corregir, fortalecer, consolar, iluminar la mente del que lo recibe, primero, y, después, también de los otros por su medio7

 

En el momento del bautismo, acércate al que te va a bautizar, pero acércate sin atender a la persona que se ve, sino pensando en el Espíritu Santo. En efecto, El está preparado para sellar tu alma y te dará un sello que temen los demonios, algo celestial y divino, según está escrito: "En el cual, cuando creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa" (Ef 1,13)8.
 

Pero, a lo largo de todas sus catequesis, les ha explicado frecuentemente el significado de la unción con el sello del Espíritu Santo. El Espíritu sella con sello celestial y divino, santo e indeleble9, con sello místico. Por él quedamos agregados a la grey del Señor10. Tal sello es señal para ser reconocido por el amo y propietario. Ello indica que se ha pasado del dominio de Satanás al dominio y posesión de Cristo, el gran Rey11. Y puesto que la signación es alistarse en el ejército, no es una ceremonia que se haga en lo secreto. Se realiza delante de Dios y en presencia de los ejércitos celestiales. Ante tal concurrencia se alista el bautizado. El sello le servirá también de arma12, provocando en los demonios terror e impidiendo que se le acerquen. La unción con el sello es en sí misma un exorcismo para los demonios (Mt 12,28). Marcados con el sello del Espíritu Santo, los ángeles lo reconocen y se acercan a los cristianos, con él signados, como a sus familiares (Cat.I 3).

 

Marcados con el sello del Espíritu, los fieles se hacen cristóforos, portadores de Cristo, para convertirse así plenamente en templos de la Trinidad. Lo dice bellamente una fórmula del rito de confirmación de la Iglesia oriental:

 

Oh Dios, márcalos con el sello del crisma inmaculado. Ellos llevarán a Cristo en el corazón, para ser morada trinitaria.

 

San Pablo se siente confortado en sus tribulaciones, sabiéndose ungido con el sello del Espíritu:

 

Es Dios el que nos conforta en Cristo y el que nos ungió y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones (2Cor 1,21-22).

 

Por ello, Pablo, para salvaguardar la unidad del cuerpo eclesial de Cristo, creada por el vínculo del único Espíritu, recomendará a los efesios que "no entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el que fueron sellados en el día de la redención" (4,30). Pablo les habla desde su experiencia personal de la acción del Espíritu, que le transformó de perseguidor en vaso de elección:

 

También Pablo, después que nuestro Señor Jesucristo lo llamó, se llenó del Espíritu Santo. Y sírvanos como testigo de esto el piadoso Ananías, que estaba en Damasco, y que dijo: "El Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me envía a ti para que vuelvas a recobrar la vista y seas lleno del Espíritu Santo" (He 9,17). El cual actuando inmediatamente no sólo transformó en visión la ceguera de los ojos de Pablo, sino que, imprimiéndole un sello en el alma, le hizo "vaso de elección" para que llevase el nombre del Señor, que se le había aparecido, ante los reyes y los hijos de Israel (He 9,15). Y el anterior perseguidor se transformó en un predicador y en un siervo bueno y fiel13. 

 

 

El Espíritu Santo y la Unción con su sello

 

 

 

 

d) La unción con el Espíritu nos hace ser con El un solo espíritu

 

La unción del Espíritu Santo nos penetra tan íntima y profundamente que en el Nuevo Testamento nos encontramos con infinidad de textos en los que no sabemos si "espíritu" se refiere al Espíritu Santo mismo o al ser del cristiano que El crea en el espíritu humano. "Lo nacido de la carne es carne; lo nacido del Espíritu es espíritu" (Jn 3,6). El Espíritu Santo penetra y empapa de tal modo el espíritu del cristiano que los Padres comparan su acción a la del "alma" en el cuerpo. Esto a nivel individual y a nivel eclesial:

 

En efecto, todos los que están animados por el espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre!. Y el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Rom 8,14-16).

 

Esta penetración de la unción del Espíritu Santo transforma y santifica todo el ser del cristiano, cuerpo y espíritu, en su unidad personal:

 

¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios y no os pertenecéis? Glorificad por tanto a Dios en vuestro cuerpo (1Cor 3,16;6,11).

 

En los cristianos "fervorosos en el Espíritu" (Rom 21,11), "abrevados" (1Cor 12,13), "colmados de Espíritu Santo" (He 2,4;Ef 5,18), el Espíritu actúa con tal intensidad y profundidad que crea una misteriosa unión entre el espíritu humano y el Espíritu divino: "El que se junta con el Señor se hace con El un solo espíritu" (1Cor 6,17).

 

 

 

El Espíritu Santo y la Unción con su sello

 

 

 

e) El Espíritu imprime en el cristiano la imagen de Dios

 

El Espíritu lleva al cristiano a la conformación con Cristo, renovando todo su ser, pues su unción penetra en lo más profundo del espíritu humano, revelando el misterio de Dios, haciéndonos partícipes de él, hasta hacernos una criatura radicalmente nueva. En definitiva, el Espíritu nos lleva a la deificación:

 

La renovación se realiza en nosotros por medio del Espíritu Santo...Nuestra mente, iluminada por el Espíritu Santo, se fija en el Hijo y, como en Imagen viva, ve al Padre. Pues por la iluminación del Espíritu Santo, en sentido propio y verdadero, contemplamos el esplendor y la gloria de Dios; por la caridad, que infunde en nues­tros corazones, somos llevados a aquel que es su carácter y sello iguales. Así el cristiano entra en el círculo de la vida trinitaria, en la participación de todos los dones paternos, de las efusiones de sangre de Cristo y en la caridad vivificante del Espíritu. Y de esta acción del Espíritu santificador proviene el gozo perenne, la perseverancia en el bien, la semejanza con Dios14.
 

Para actualizar la unión con Dios en Cristo, dirá san Cirilo, es necesaria la acción espiritualizadora del Espíritu Santo, que imprime en nuestros corazones, como en la cera, la Imagen de Cristo, Imagen de Dios:

 

El Espíritu Santo es fuego que consume nuestras inmundicias, fuente de agua viva que fecunda para la vida eterna, sello que se imprime en el hombre para restituirle la imagen divina. Inserto en nosotros nos hace conformes con Dios y nos ensambla en el cuerpo eclesial de Cristo con su fuerza unificadora, que funde, en la unidad, la Cabeza y los miembros. Tanto por la Eucaristía como por el Espíritu Santo, nos fundimos todos, por así decir, entre nosotros y con Dios. En efecto, por la presencia en nosotros del Espíritu Santo, se realiza la presencia del Padre, Dios de todos, el cual junta en la unidad mutua y en la unión consigo mismo, por medio del Hijo, a cuantos participan del Espíritu15. 

Y con un ejemplo gráfico:

 

¿Cómo puede decirse hecho (no Dios) a aquel que imprime en nosotros la imagen de la esencia divina y fija en nuestras almas el distintivo de la naturaleza increada? El Espíritu Santo no diseña en nosotros a la manera de un pintor que, siendo extraño a la esencia divina, reprodujera sus rasgos; no, no nos recrea a imagen de Dios de esta manera. Porque El es Dios y procede de Dios, se imprime, como en la cera, en los corazones de los que le reciben, a la manera de un sello, invisible; así por esta comunicación que hace de sí mismo, devuelve a la naturaleza humana su belleza original y rehace el hombre a imagen de Dios. (Ibidem)

 

Y San Ireneo, en su lectura del evangelio del buen Samaritano, ve a todo hombre (al género humano) caído en manos de los salteadores y a Cristo como el buen Samaritano que, movido a piedad, recoge al hombre, le cura las heridas y, luego, habiéndole llevado a la posada de la Iglesia, entrega dos monedas reales, para que "nosotros mismos, habiendo recibido mediante el Espíritu Santo la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el dinero que se nos ha dado y lo podamos devolver, multiplicado, al Señor"16. Esta inscripción de las monedas es el sello del Espíritu Santo, que reviste al cristiano de santidad, devolviéndole la semejanza con Dios, desfigurada por el pecado17. 

 



     [1] Cfr. He 3,18.20;8,5.12;24,24;26,23.

     [2] SAN PEDRO CRISOLOGO, Sermón 58.

     [3] SAN JUSTINO, 1ª Apol. 61,10.

     [4] TERTULIANO, De baptismo 5,7-8,4.

     [5] CIRILO DE JERUSALEN, Cat. mist. III,1.2.5.

     [6] SAN ATANASIO, A Serapión, carta I,23.

     [7] SAN CIRILO, Cat. XVI 16.

     [8] IBIDEM, n.35.

     [9] Procat.16.17

     [10] Mist.IV 7.

     [4] Cat. III 3.

     [12] Cat. IV 17;Mist. III 7.

     [13] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Cat. XVII 26.

     [14] SAN BASILIO, De Spiritu Santo,16,37-39; 24,57;26,64;  29,49;9,22...

     [15] SAN CIRILO DE ALEJANDRIA, Tesaurus 34.

     [16] SAN IRENEO, Final del capítulo XVII de Adv.Haer. dedicado al Espíritu Santo.

     [17] SAN IRENEO, ibidem V,6,1.

 

El Espíritu Santo y la Unción con su sello


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