Por la paz: Ayuno, Vigilia de Oración y Peregrinación
OFICINA DE LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO PONTÍFICE
INDICACIONES LITÚRGICO-PASTORALES
SOBRE EL AYUNO Y LA ORACIÓN POR LA PAZ
(unas sugerencias siempre actuales)
Tras los graves atentados perpetrados el 11 de septiembre 2001 en Estados
Unidos de América, el Santo Padre ha manifestado varias veces su reprobación
por estos actos terroristas y su preocupación por las consecuencias de la
actual intervención militar en Afganistán. La Iglesia ora e invita a actuar
para que el amor prevalezca sobre el odio, la paz sobre la guerra, la verdad
sobre la mentira, el perdón sobre la venganza.
Más de dos meses después de los atentados del 11 de septiembre, la situación
es grave, la tensión grande y la consternación de las conciencias muy
difundida. Por eso el Santo Padre, el 18 de noviembre de 2001, en la oración
del Ángelus Domini, ha pedido "a los católicos que el próximo 14 de
diciembre se viva como día de ayuno, dedicado a orar con fervor a Dios para
que conceda al mundo una paz estable, fundada en el justicia"1, y ha
manifestado la intención de "invitar a los representantes de las religiones
del mundo a acudir a Asís el 24 de enero de 2002 para rogar por la
superación de las contiendas y por la promoción de la auténtica paz"2.
En conformidad con la iniciativa pastoral del Santo Padre, esta Comunicación
quiere ofrecer algunos puntos de reflexión sobre el ayuno cristiano (jornada
del 14 de diciembre de 2001), sobre la Vigilia de oración (23 de enero de
2002) y sobre la peregrinación-oración (24 de enero de 2002) además de
algunas indicaciones prácticas para que esos días se desarrollen con fruto.
1. EL AYUNO CRISTIANO
1.1 La esencia del ayuno cristiano
En todas las grandes experiencias religiosas el ayuno ocupa un puesto
importante. El antiguo Testamento considera el ayuno cómo uno de los más
importantes aspectos de la espiritualidad de Israel: "Buena es la oración
con ayuno y mejor es la limosna con la justicia", (Tb 12, 8)3. El ayuno
implica una actitud de fe, de humildad, de total dependencia de Dios. Se
recurre al ayuno para prepararse para el encuentro con Dios, (cf Es 34, 28;
1Re 19, 8; Dan 9, 3); antes de afrontar una tarea difícil (cf Jc 20, 26; Est
4,16) o suplicar el perdón de un culpa (cf 1Re 21, 27); para manifestar el
dolor causado por un desdicha doméstica o nacional (cf 1Sam 7, 6; 2Sam 1,
12; Ba 1, 5); pero el ayuno, inseparable de la oración y de la justicia,
está orientado sobre todo a la conversión del corazón, sin la cual, como
denunciaban ya los profetas (cf Is 58,2-1l; Ger 14, 12; Zc7,5-14), no tiene
sentido.
Jesús, impulsado por el Espíritu, antes de iniciar su vida pública, ayunó
cuarenta días como expresión de abandono confiado al designio salvífico del
Padre (cf Mt 4,1-4); dio indicaciones precisas para que entre sus discípulos
la práctica del ayuno no se prestara a formas desviadas de ostentación e
hipocresía (cf Mt 6, 16-18).
Fieles a la tradición bíblica, los Santos Padres han dado gran importancia
al ayuno. Según ellos, la práctica del ayuno facilita la apertura del hombre
a otro alimento: el de la Palabra de Dios (cf Mt 4,4) y el del cumplimiento
de la voluntad del Padre (cf Jn 4, 34); está en estrecha conexión con la
oración, fortalece la virtud, suscita la misericordia, implora el socorro
divino y conduce a la conversión del corazón. Desde este doble aspecto —la
súplica de la gracia del Altísimo y la profunda conversión interior— hay que
acoger el invitación de Juan Pablo II al día de ayuno del próximo 14 de
diciembre. En efecto, sin la ayuda del Señor será imposible encontrar un
solución a la dramática situación en que se encuentra el mundo; sin la
conversión de los corazones es difícilmente imaginable el cese radical del
terrorismo.
La práctica del ayuno se dirige al pasado, al presente y al futuro: al
pasado como reconocimiento de las culpas contra Dios y contra los hermanos,
con las cuales cada uno se ha manchado; al presente, para aprender a abrir
los ojos hacia los otros y hacia la realidad que nos rodea; al futuro, para
acoger en el corazón las realidades divinas y renovar, a partir del don de
la misericordia de Dios, la comunión con todos los hombres y con la creación
entera, asumiendo responsablemente la tarea que cada uno de nosotros tiene
en la historia.
1.2. Indicaciones pastorales
1.2.1. Le corresponde al Obispo o a cuantos, a tenor del Derecho, están
equiparados: hacer llegar a todos los miembros de la Iglesia particular de
la cual es Pastor la invitación del Santo Padre para promover un "día de
ayuno", illustrar su sentido, con la ayuda de los organismos competentes en
liturgia, diálogo ecuménico, caridad, justicia y paz; valorar si, en su
Iglesia particular, vale la pena extender a los miembros de otras
confesiones cristianas, a hombres y mujeres adherentes a otras religiones,
la invitación que el Santo Padre, por un sentido de profundo respeto, les ha
dirigido solo a los católicos; sin embargo el 14 de diciembre coincide con
el final del mes del Ramadán, consagrado al ayuno para los seguidores del
Islam; vigilar para que el ayuno se desarrolle en el estilo de discreción
querido por Jesús y esté orientado sobre todo a conseguir el don de la paz y
la conversión del corazón; suscitar, el mismo 14 de diciembre o en un día
próximo a ello, un serio examen de conciencia sobre el compromiso de los
cristianos en favor de la paz; ellos siempre han creído firmemente con el
Apóstol que " Cristo es nuestra paz" (Ef 2, 14); pero si es cierto que la
paz lleva el nombre de Jesucristo, es igualmente cierto que en el curso de
la historia los que se han adornado con su nombre no siempre han
testimoniado el destino último del hombre en la comunión alrededor del trono
del Cordero: sus divisiones son un escándalo y un verdadero antitestimonio.
1.2.2. El "día de ayuno" no debe ser entendido exclusivamente según las
formas jurídicas prescritas por los Códigos de Derecho Canónico (CIC
1249-1253; CCEO 882-883), sino en un sentido más vasto, que implique
libremente a todos fieles: los niños, que de buena gana hacen renuncias en
favor de sus coetáneos pobres; los jóvenes, muy sensibles a la causa de la
justicia y la paz; todos los adultos, excepto los enfermos, sin exclusión de
los ancianos. La tradición local sugerirá la forma de ayuno a realizar:
aquel de una sóla comida, aquel "a pan y agua" o aquel en que se espera la
puesta del sol para comer.
1.2.3. Además será tarea del Obispo establecer un modo simple y eficaz para
que aquello de lo que uno se priva en el ayuno sea destinado a los pobres,
"en particular a quien sufre en este momento las consecuencias del
terrorismo y la guerra"4.
2. LA PEREGRINACIÓN Y LA ORACIÓN
2.1. El sentido de la peregrinación y de la oración
En el Antiguo Testamento la conversión es ante todo esto: volver con todo
corazón al Señor, volver a caminar por sus sendas. Por tanto, según la
tradición y la sugerencia del Santo Padre, el ayuno-conversión del 14 de
diciembre de 2001 estará acompañada por la peregrinación y la oración.
La Iglesia reconoce en la peregrinación muchos valores cristianos. En la
propuesta del Santo Padre, en vistas a la preparación espiritual del
encuentro de Asís, la peregrinación se hace signo del duro camino que cada
discípulo de Cristo está llamado a realizar para llegar a la conversión; es
ocasión para recorrer en el silencio del corazón los caminos de la historia;
para recordar que realmente vamos hacia el Dios "no caminando sino amando, y
tendremos a Dios tanto más cercano al corazón cuanto más puro será el mismo
amor que nos lleva hacia Él (...)No, por tanto, con los pies, sino con las
buenas costumbres se puede ir hacia Él, que está presente por doquier»5.;
para redescubrir que cada hombre y cada mujer, imagen de Dios, camina a
nuestro lado hacia un único destino: el Reino.
La oración es un momento fundamental para llenar con la escucha de Dios el
"vacío" creado en nosotros por el ayuno purificador y por el silencioso
peregrinar. Es necesario, en efecto, partir de cada uno de nuestros
corazones para construir la paz: en el corazón Dios actúa y juzga, cura y
salva. No debemos olvidarlo: no hay posibilidad de paz sin la oración, con
la cual somos conscientes de que "la paz va mucho más allá de los esfuerzos
humanos, sobre todo en la actual situación del mundo, y que por tanto su
fuente y realización deben ser buscadas en aquella Realidad que está por
encima de nosotros"6.
2.2. Indicaciones pastorales
2.2.1. En relación a la peregrinación, corresponde al Pastor de la Iglesia
particular:
- explicar, con la colaboración de los organismos diocesanos, el valor y el
significado de la peregrinación en orden a la preparación inmediata del
encuentro interreligioso que tendrá lugar en Asís el 24 de enero de 2002 y
que estará presidido por el Santo Padre;
- establecer algunos lugares, en los cuales los fieles, del 14 de diciembre
de 2001 al 24 de enero de 2002, vayan en peregrinación para implorar al
Señor Dios el don de la paz y la conversión del corazón;
- organizar, dónde sea posible y se considere oportuno, una peregrinación a
nivel de Iglesia particular, presidida por el mismo Obispo.
2.2.2. En relación a la Vigilia del 23 de enero, corresponde al Obispo:
- informar a la Diócesis del sentido de la Vigilia misma: la preparación
espiritual inmediata del encuentro de Asís;
- organizar a nivel de Iglesia particular, una Vigilia presidida por él
mismo e invitar a los miembros de las otras confesiones cristianas; y,
teniendo en cuenta todas las circunstancias, ver si procede invitar también
a los seguidores de otras religiones, evitando todo peligro de sincretismo.
- procurar que en la Vigilia, celebrada a ser posible al anochecer, se siga
sustancialmente el tema propuesto por el Octavario para la unión de los
cristianos ("En ti está el manantial de la vida"); consistirá en una
Celebración de la Palabra, en la cual lecturas bíblicas y eclesiales, salmos
y textos de oración, momentos de silencio y momentos de canto se sucedan
según los esquemas propios de cada ritual litúrgico;
- esmerarse para que tal Vigilia tenga lugar, a ser posible, en todas las
parroquias y comunidades religiosas de la Diócesis;
- exhortar a los fieles porque con la oración y a través de los medios de
comunicación sigan el desarrollo del encuentro de Asís, en comunión orante
con el Santo Padre.
3. ADVIENTO - NAVIDAD: TIEMPO DE PAZ
El período indicado por el Santo Padre (14 de diciembre de 2001- 24 de enero
de 2002) coincide en gran parte con el tiempo de Adviento-Navidad: tiempo en
que repetidamente Cristo es celebrado como "Príncipe de la paz" y "Rey de
justicia y paz".
Será pues fácil, sin introducir cambios en el desarrollo del ciclo
litúrgico, destacar, en sintonía con las intenciones del Santo Padre, el
tema de la paz, paz universal, paz fruto de la justicia. En todas las
Iglesias cristianas del orbe, en plena noche de Navidad, resuena el canto de
los Ángeles: "Gloria a Dios en las alturas y paz en tierra a los hombres que
ama el Señor" (Lc 2,14). No sin motivo Pablo VI dispuso que el 1º de enero,
Octava de la Navidad, se celebrase también la Jornada Mundial de la Paz: una
disposición que el 1º de enero de 2002, teniendo en cuenta la dramática
situación del momento y la actualidad del mensaje del Santo Padre "No hay
paz sin justicia, no hay justicia sin perdón", tendrá que ser realizada con
particular interés.
El lº de enero se celebra la solemnidad de la Virgen Maria Madre de Dios,
Madre de Aquel que "es nuestra paz" (Ef 2, 14) y que justamente el pueblo
cristiano invoca como "Reina de la paz", a la cual el Santo Padre ha
confiado "desde ahora estas iniciativas(...) rogándole que aliente nuestros
esfuerzos y aquellos de toda la humanidad en el camino de la paz"7.
Notas
1 Juan Pablo II, Alocución en el Angelus Domini
(18 de noviembre de 2001), 2, en L’Osservatore Romano (19-20 de noviembre de
2001), p.1.
2 Ibid.
3 Desde hace muchos siglos la Liturgia romana, el
miércoles de Ceniza, al comienzo de la Cuaresma, proclama Mt 6, 1-6.16-18,
que propone la enseñanza de Jesús sobre la limosna (misericordia), la
oración y el ayuno. Ellos son inseparables. "Estas tres cosas, oración,
ayuno, misericordia son una cosa sola, y reciben vida la una de la otra. El
ayuno es el alma de la oración y la misericordia la vida del ayuno. Nadie
los divida, porque no logran estar separadas", San Pedro Crisologo, Discurso
43: PL 52, 320).
4 Alocución en el Angelus Domini, 2, en L
‘Osservatore Romano, (19-20 de noviembre de 2001), p. 1. "Damos en limosna
cuanto ahorramos ayunando y absteniéndonos de las usuales comidas", (San
Agustín, Discurso 209, 2: NBA XXX/l, p.162).
5 San Agustín, Carta 155, 4, 13: NBA XXII, p.
574.
6 Juan Pablo II, Discurso conclusivo de la
Jornada mundial de oración por la paz (27 de octubre de 1986), en
Insegnamenti di Giovanni Paolo II IX/2, P. 1267.
7 Juan Pablo II, Alocución en el Angelus Domini,
3, en L ‘Osservatore Romano, (19-20 de noviembre de 2001), p. 1.