PARA LOS QUE SUFREN CONTEMPLANDO AL TRASPASADO
Eusebio Oscar. Scheid, s.c.j.
Nos ponemos, con toda objetividad posible, frente al Señor traspasado.,
partiendo de nuestra realidad existencial, impregnada de sufrimiento
individual y social. Vamos en busca de una respuesta de fe capaz de animar o
, incluso, de transformar la realidad de nuestra vida dolorosa.
En la Misa del Sagrado Corazón dice la oración final: ".... nos haga arder
de tanto amor por el cual atraidos siempre hacia el Hijo, aprendamos a
reconocerlo mejor en los hermanos". Estamos convencidos de que el que sufre,
el enfermo, el que muere, es el que mejor se identifica con el misterio del
Traspasado.
Algunos, quizás muchos tienen la impresión que la devoción al Sagrado
Corazón se ha distanciado demasiado de la realidad concreta de todos los
días.
Ateos y desesperados dirán que es una actitud de alienación, una especie de
opio y dehuída de la realidad inalienable... Para nosotros, al contrario, es
la £nica manera de seguir a Cristo hasta la perfección de la caridad, ya que
ni siquiera El quiso revelar por completo el misterio del sufrimiento.
Lo asumió, y eso basta para que podmos comprender su valor. No negamos que
el sufrimiento (bajo cualquiera de sus formas) deje de impactarnos y
desconcertarnos. Representa como bien lo decía Gabriel Marcel una
especie de esc ndalo y de rebelión existencial: "Aun cuando el sufrimiento
sea tambi‚n una gracia, y sí es cierto que en lo m s alto de nuestra
ascensión terrena podemos comprenderlo y amarlo como tal, es, antes que
todo, un esc ndalo y, las m s veces, los filósofos destestan el esc ndalo...
El sufrimiento existe y una voz que proviene de lo m s profundo de nosotros
mismos, una voz que no se deja reducir al silencio, clama dici‚ndonos que no
debería existir. Allí est el esc ndalo".
Ubertino de Casale (+1325?) al que han dado el título 'doctor medieval del
Corazón de Jesús' escribe: "El fundamento y la raíz de toda gracia y mérito
vienen del dolor y del corazón de todo el cuerpo de Cristo crucificado.
Para que se cumpliera la Escritura que dice: "Mirar n al que traspasaron",
la voluntad de Dios quiso que uno de los soldados atravesara el sagrado
costado con la lanza. Este precio, venido de Cristofuente, es decir, del
Sagrado Corazón traspasado, inundó a la Iglesia, mediante los Sacramentos,
para otorgar la vida de la gracia. Para quienes ya viven en Cristo, esta
misma fuente es bebida de manantial vivo, que fluye hasta los confines de la
vida eterna.
¿Quién no ve alli (en el Corazón traspasado) abiertas las cataratas del
cielo para que irrumpa el diluvio de gracias a fin de ahogar nuestra enorme
soberbia y nuestra impureza carnal? Se diría que Cristo estuviera por entero
destilando sangre. Su amor todo lo inunda. Para que el diluvio sea completo
se rompieron las fuentes del abismo: las puertas vitales del Corazón de
Cristo. La lanza no escatimó nada, penetró hasta el abismo.
Por consiguiente, quien no está atraído por la fuente amorosa de Cristo,
sabe que no pertenece a su rebaño..., a no ser que penetre en el Corazón
manso de Cristo para transformarse en digna bebida del amor de Cristo".
La aceptación consciente de los sufrimientos, consagrados original y
radicalmente por los de Cristo, es uno de los aspectos de nuestra unión a su
misterio: la participación en los sufrimientos de Cristo completa la función
de redención subjetiva y de la colaboración con la Iglesia y con la
salvación del mundo. Dice el mensaje del Concilio: "Si lo quieren, ustedes
pueden salvar al mundo con Cristo".
Al admitir los sufrimientos en el campo de su conciencia, los transfiguró.
Sin Cristo, el sufrimiento y el pecado eran como el 'desecho' de la tierra.
En una montaña de esfuerzos penosos, de esfuerzos fracasados, de esfuerzos
'reanudados' se acumulaba el desperdicio de las actividades del mundo. En
virtud de la Cruz, todo ese hacinamiento de restos se tornó precioso: el
hombre llegó a comprender que, para ‚l, no había medio más eficaz de
progresar que valiéndose del horrible y repugnante dolor.
El cristiano experimenta el dolor al igual que los otros. Al igual que los
otros, debe esforzarse por disminuirlo y suavizarlo, no solamente con
oraciones suplicantes, sino también con los esfuerzos de una ciencia
industriosa y segura de sí misma. Pero si llega la hora en que el
sufrimiento se impone, lo utiliza. Por una compensación maravillosa, el mal
físico, soportado humildemente, consume el mal moral. Siguiendo leyes
psicológicas definibles, purifica el alma, la estimula ay la libera. En fin,
como si fuera un sacramento, realiza una unión misteriosa del creyente con
el Cristo doliente.
El Traspasado revelación y salvación
Jesús no es un simple maestro del sufrimiento, Jesús hace de la experiencia
suprema del sufrimiento la revelación m s profunda de sí mismo, la
'epifanía' de su "yo" más oculto: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre
sabrán que Yo soy".
Jesús mismo se identifica con los enfermos. Son la representación y
perpetuación de su misterio y de su epifanía de amor, en el tiempo y en el
espacio: "Estuve enfermo y me han visitado.. . lo que hicieron al menor de
mis hermanos lo han hecho a mí". Por eso el Concilio en su mensaje dice:
"Ustedes son aquellos con quienes Jesús se identificó como imagen
transparente".
El sufrimiento de Cristo no es un hecho histórico estático. No es un fin en
sí mismo. Es un camino enmarcado dentro del plan de Dios con el objeto de
traer la glorificación en la persona de Cristo. Los creyentes, por la
adhesión de la fe, se ven llevados a la certezarealidad de la gloria y al
triunfo de la vida sobre la muerte. Como paso a paso siguen al Cristo
doliente, se sumergen en el "clima" de la glorificación. Se asocian
psicológica y efectivamente al misterio pascual del Señor.
Podríamos, en consonancia con todo esto, citar el célebre texto de san
Pablo: "Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
Por lo cual, Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo
nombre". También para los que sufren, esta situación será la preparación y
el paso para el punto culminante, para la apertura suprema a la
manifestación de la gloria del Señor en ellos y, por ellos, al Universo.
Solamente aquel que sepa penetrar en el signo profético del Traspasado
comprenderá también el misterio de la glorificación. Y esta manera de ver
las cosas, es, para San Pablo, una especie de privilegio, es la máxima
coherencia con nuestra vida de fe. "Pues a ustedes se les ha concedido la
gracia de que, por Cristo... no sólo creen en Él, sino también que padezcan
por Él."
El pecado
Uno de los efectos más trágicos de la trasgresión de nuestros primeros
padres fue el desorden que se produjo en el hombre y, por consecuencia, en
el Universo. El hombre, engañado, desborda los límites fijados por al bondad
y la sabiduría divinas que le garantizaban su plena realización en la paz.
La familia humana comienza a sufrir del desorden de muchas maneras. Huye de
Dios amigo que desea dialogar con ella, para encerrarse en le mutismo de su
propia miseria y de su ignominia. Aprende sentir la muerte, no como una
verdadera Pascua encuentro cara a cara con Dios, sino con todo el peso de
la angustia, de la duda y del temor ante el enfrentamiento definitivo con el
Creador... Esa muerte que debería ser "un descanso en la paz", presenta el
carácter de un enigma, de aflicción. En la esfera social, el desorden se
comprueba todavía mayor: acusaciones recíprocas, fratricidos, querellas
comunitarias y aberraciones totales.
Por eso el Salvador deber aparecer como quien vuelve a conducir el hombre a
Dios como quien viene a buscar lo que se había perdido y curar a lo que
estaba enfermo. Y el primer regalo, el primer fruto de sus sufrimientos,
será el don de la paz. A todos les hacemos la invitación de Ubertino de
Casale: "Penetra, pues, en esa morada bendita de la paz. Entra en esta
morada admirable. Jamás abandones la tranquilidad de la paz del Sagrado
Corazón".
El Traspasado Escuela de Amor
En circunstancias en que son muchos los que se rebelan contra la enfermedad,
el dolor y el sufrimiento, como si fuera prueba de la crueldad de Dios,
otros hacen de esta situación "un puente por el que el amor va y viene".
La mayor prueba de amor, por parte del Padre eterno, es el don de su Hijo,
en sacrificio por los hombres. "Él, que no perdonó ni a su propio Hijo,
antes bien lo entregó por todos nosotros". Lejos de significar esto un mayor
alejamiento de Dios se convierte, por designio amoroso de Dios, en un pacto
de amistad.
El Corazón de Jesús representa este sello conmemorativo hasta el fin de los
tiempos, e incluso, por toda la eternidad: "Mirar n al que traspasaron"
Deben los enfermos y los que sufren concentrar su atención y sus esfuerzos
de configuración con el Traspasado. El dolor, la enfermedad, e, incluso la
muerte misma, deben mirarse como "el puente por el que el amor va y viene".
El Traspasado Invitación constante a la confianza.
La fe nos recuerda que, en el orden sobrenatural de la gracia, del m‚rito y
de la vida divina en general, nada somos sin la presencia activa de Cristo.
En estas horas difíciles, horas de verdaderas agonías, experimentamos
concretamente estas verdades. Revelan el rostro de Dios que es un Padre, de
un Cristo que es amigo y compañero y de un Espíritu que se ha difundido en
mi corazón doliente y agonizante.
Escribe Sören Kierkegaard: "No hay, por tanto, nada que temer en el mundo:
ninguna de las cosas que peuden arrebatar tu propia fuerza y dejarte
totalmente d‚bil, ninguna de las cosas que pueden quebrar toda la confianza
en ti mismo y dejarte totalmente d‚bil, o que pueden doblegar por entero tu
valor terreno y dejarte totalemente d‚bil. En efecto, mientras más débil te
haces, más fuerte se hace Dios en ti".
En lugar de refugiarme en la rebeldía de un ateísmo blasfemo, me yergo en
una actitud de conformidad con el Traspasado "En Ti Corazón de Jesús nunca
seré confundido por toda la eternidad".
"La adversidad puede aplastar tan sólo a quien rechaza la ayuda de la
eternidad; pero quien se vale de ella, la presión de la adversidad lo
levanta. La adversidad sólo puede arrebatar la esperanza a aquel que no
quiere tener esperanza en la eternidad; pero para quien la quiere, la
adversidad se la proporciona".
El Traspasado y "mi hora".
Estoy gravemente enfermo. El dolor mi acosa física, psicológica y, también,
moralmente. Presiento mi inevitable "tránsito" a lo Infinito... Me espera lo
m s estable y lo definitivo. Siento ahora, como nunca antes, el valor del
tiempo, el valor de la vida que me queda. Es necesario llenarlos de
contenido, de significado duraderos... Quisiera que esta hora pudiese
representar el momento culminante y, el más rico de mi existencia. Quisiera
ver realizados aquí mis deseos profundos de acercamiento a Dios, de unión
con Él y con mis hermanos...
En ese momento, hago la crítica realista de toda mi existencia anterior. Con
nueva e insospechada luminosidad, veo ante mí glorias, belleza, triunfos,
realizaciones brillantes, ciencia, libertad, etc. El "tictac" de esta hora
está allí como un juez, como un examen de conciencia... Ahora, hablo cada
vez con mayor dificultad. Aquilato el valor y el alcance de las palabras. La
limitación vivida de la finitud y de lo transitorio me recuerda las
advertencias del Maestro, de no edificar la vida sobre arena, de no acumular
en graneros corruptibles y de trabajar mientras es de día.
En esta hora, tan rica como crucial, levanto, una vez más mis ojos al que
traspasaron. En la transfixión veo el ideal que busco y la consistencia que
me falta. Allí se encuentra el punto central y permanente de la Historia
todo entera: pasado, presente y futuro est n asumidos y consagrdos por la
hora que Cristo definió como "la suya". Para él, esa hora es lógica y
ansiosamente esperada: en ella culmina su obra y su doctrina: "Con un
bautismo tengo que ser bautizado y qu‚ angustiado estoy hasta que se
cumpla!".
Esta hora es realmente la única que cuenta, por cuando es la síntesis y el
desdoblamiento de las demás. La que la antecede es camino y la que le sigue
es consecuencia.
Frente al Traspasado, yo, enfermo, doliente, agonizante, experimento su
atracción. Cristo se hace solidario conmigo en esta "transición". Su hora
transforma la mía. Lo siento muy bien: mi inestabilidad y finitud se
sumergen en la estabilidad y en el presente eterno de la hora de Cristo.
Nunca una profecía me pareció más real y consoladora que la de San Juan:
"Mirarán al que traspasaron". En esta contemplación, me inmunizo contra la
desesperación y el pesimismo ante todo lo que pasa y frente al sufrimiento.
Este carecería de todo sentido y valor, si no estuviese consagrado por la
hora de este sacrificio, Contemplo al Traspasado como si fuera un enorme
altar, el altar del mundo nuevo, en el cual se ofrecen y santifican todas
las horas y todos los instantes del sufrimiento de la Humanidad entera..
"Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de
alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el tiempo
oportuno".
"Contemplando al traspasado" de Eusebio Scheid
"Contemplar desde lo alto de nuestra ascensión terrena podemos comprenderlo
y amarlo como tal, es, antes que todo, un escándalo y, las más veces, los
filósofos destestan el escándalo... El sufrimiento existe y una voz que
proviene de lo más profundo de nosotros mismos, una voz que no se deja
reducir al silencio, clama diciéndonos que debería existir. Allí está el
escándalo". Ubertino de Casale (+1325?)