San Ammonas Carta I: La Salud y el Cuerpo
Antes que nada, queridísimos hermanos, rezo por la salud espiritual de
ustedes. Porque las cosas visibles son temporales, pero las cosas invisibles
son eternas (2 Co 4,18). Ahora veo que su cuerpo es espiritual y está lleno
de vida.
Ahora bien, si el cuerpo tiene vida, Dios le dará herencia y será considerado
como heredero de Dios. Dios le pagará la recompensa de todo su trabajo,
porque se preocupó por preservar todo su fruto con vida, para ser contado
como heredero de Dios. Ahora me alegro por ustedes y por su cuerpo, pues
está lleno de vida. En cambio, aquel cuyo cuerpo está muerto, no será
considerado como heredero de Dios; más aún, Dios lo acusa cuando habla por
el profeta, en estos términos: ¡Grita fuerte, no te detengas, alza tu voz
como una trompeta! ¡Hazle conocer a mi pueblo sus pecados y a la casa de
Jacob sus iniquidades! Me buscan día tras día y desean acercarse a Dios,
diciendo: "¿Qué entonces? Hemos ayunado, y no lo viste. Hemos humillado
nuestra alma y no te enteraste" (Is 58,1-3).
Esto es lo que Él les responde: Porque en los días de su ayuno se les ha
encontrado haciendo su propia voluntad, golpeando a los que están bajo su
responsabilidad y maltratando a sus enemigos; ustedes ayunan para pleitear y
pelear. ¡No es así como hoy será oída su voz en lo alto! Este no es el ayuno
que yo elegí, dice el Señor; ya puedes inclinar tu cuello como un asno y
acostarte sobre el cilicio y las cenizas, pero no llames a esto un ayuno
aceptable (Is 58,3-5). Este es un cuerpo muerto; por eso el Señor no los
escucha cuando le rezan a Dios, sino que, al contrario, los acusa. Y además,
respecto de estos, se dice en el Evangelio: ¡Si la luz que está en ti es
tinieblas, cuantas tinieblas habrá (Mt 6,23). El profeta
agrega severamente sobre ellos: Toda su justicia es como el lienzo manchado
de una mujer (Is 64,6). Ahora, pues, es un cuerpo muerto.
Pero ustedes, queridísimos hermanos, no tienen nada en común con ese cuerpo
muerto, sino que su cuerpo está lleno de vida. Rezo a Dios por ustedes, para
que los custodie, que su cuerpo no cambie, sino antes bien que crezca con
ustedes y aumente en gracia y alegría, en amor fraterno y amor por los
pobres, en buenas costumbres y en todos los frutos de la justicia, hasta que
salgan de esta vida y nos recibamos los unos a los otros en esa mansión
donde no hay tristeza, ni mal pensamiento, ni enfermedad, ni tribulación,
sino gozo y alegrías, gloria y luz eterna, paraíso y fruto que no pasa; y
que lleguemos a las moradas de los ángeles y a la asamblea de los
primogénitos, cuyos nombres están inscritos en los cielos (Hb 12,22-23), y a
todas las promesas de las cuales no podemos hablar ahora.
Les he escrito estas cosas a causa del amor que les tengo, para que se
fortalezca su corazón. Hay todavía muchas (otras) cosas que quisiera
escribirles. Sin embargo, dale ocasión al sabio, y se hará más sabio (Pr
9,9). Que Dios los preserve de este mundo malvado, a fin de que estén sanos
en el cuerpo, espíritu y alma; que Él les dé la comprensión en todo (2 Tm
2,7), para que estén libres del error de este tiempo.
Pórtense bien en el Señor, mis hermanos muy queridos. Todo cuerpo muerto le
sobreviene al hombre a causa del amor de la vanagloria y de los placeres.